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Capítulo 50: Esas dos palabras

Apenas dos días habían pasado desde que Gina murió, Ramé permanecía todo el tiempo en cama llorando mientras su madre Amor, Lujuria, Ashia y Lía la acompañaban más que nadie, Admiración pasaba a abrazarla por las noches besando y acariciando su cabeza, eso la calmaba tanto que podía conciliar un poco el sueño, en especial cuando le repetía esas dos palabras.

Pero también le lastimaba cuando ella quería dedicárselas como él lo hacía.

A la mañana siguiente la joven salió corriendo de la habitación, buscó a su madre y familia cuando al despertar no encontró los ojos grises recibiéndola con su sonrisa

–¿Dónde está? –preguntó nerviosa a su madre– No está mamá, Admiración dejó esta nota diciendo que regresaría en la noche, pero no sé a dónde fue.

–Hija, tranquila, nadie sabe nada, sí él dijo que volverá, lo hará.

Trataban de calmarla, pero poco lograban cuando Ramé tenía miedo de que esa ilusión no se hubiera roto por completo, aún así se dedicó a esperar a que la noche llegara junto a la promesa que él había hecho.

Ramé se culpaba por no haber dicho antes esas palabras por miedo, aunque sabía que Admiración no la lastimaría, otra parte no quería hacerse ilusiones, pero ahora necesitaba tenerlo frente a ella, necesitaba que esos ojos la miraran de nuevo. Lloraba con el rostro oculto en sus piernas.

–Ramé –ahí estaba esa voz haciendo que sus ojos le vieran estando parado en la puerta de su habitación–. Hola, ya volví.

Ella sólo se levantó y corrió a abrazarlo sintiendo lo real y el calor de su cuerpo. Se separó de ella un poco sin alejarla tomando con una mano su rostro depositando en su frente un largo y tierno beso para luego juntar sus frentes y mirarla con más terneza.

–Los demás me comentaron lo que pasó. Lamento haberme ido así, pero tenía que volver por él –mostró lo que cargaba en su otra mano, era el erizo que estaba en aquel bosque–. Ya le habías puesto nombre ¿no?

–Jimmy –susurró tomándolo y sintiéndose aliviada–. Dímelo por favor.

–¿Qué cosa? –ella le miró  con ojos cristalizados, ahí entendió su petición haciendo que bufara lento con una sonrisa gentil. Él la tomó con ambas manos acercando a juntar sus labios para repetirle lo que nunca ha cambiado– Te amo, mi Ramé.

×~×~×~×~×

–¡¿No es lindo?! –dijo con emoción la chica mostrando en sus manos a esa pequeña criatura de peligrosas púas– ¡Se llama Jimmy! –todos estaban cenando y reían al verla más animada.

–Oye, hermana –habló Arthur con algo de preocupación–, ¿sabes lo qué es?

–¡Sí! ¡El nuevo miembro de la familia!

–Tío Admiración, ¿por qué le trajiste eso? –el mayor explicó la sencillez de la razón obteniendo de los hermanos y hermanas un “Típico de ella”– ¿En serio nadie se va a preocupar de ella?

–No hay necesidad –Eamon obtuvo la palabra–, los animales la adoran. Tan solo mírate lo bien que te llevas con ella. –el pelirrojo rió bajo obteniendo los ojos entrecerrados de su hijo.

–Me lo dice el padre sobreprotector que mira mal a su hermano porque se le pasa cerca de su novia.

–Al menos ellos no parecen que están en época de celo. –las risas explotaron con el comentario, pero el de la joven pareja de chicos se sonrojó.

–¡Mira quién habla! ¡El que no me dejaba dormir cuando se divertía con mamá!

–Pero así naciste, idiota.

–¡Contigo no se puede! –bajó la mirada tratando de ocultar su rostro invadido por la vergüenza.

–¿No están muy relajados? –las risas se apagaron un poco con la pregunta de Ira, ella y su hermana Envidia siempre les acompañaban de forma libre, lo único que le mantenían reprimido eran sus poderes– Enfurecieron a Locura, ¿se dan cuenta de eso? Ella va a destruirnos a todos.

–No lo hará, te lo aseguro –habló Ramé obteniendo la atención, mantenía una sonrisa amable como suele dar a todo, esta no era la excepción, pero ahora lo complementaba una mirada decidida.

La cena continuó con diversión y charla amena llena de alegría familiar, sobretodo de amor cuando hermanos ahora compartían con sus mellizos, Vida y Lía se mostraban enamorados cada día más mientras daban sus paseos en los que la chica podía disfrutar de correr, Sam y Arthur también se mostraban felices, ni qué hablar de Belentinne y Jason cuando se la pasaban tan acaramelados por casi cualquier lugar de la casa, Dylan y Ashia también disfrutaban de sus ratos con las deidades siendo curiosos de todo lo que acontecía de ellos. Y ahora, Ramé también podía disfrutar mejor con todos.

–Vamos a superar esto, Ramé. –dijo el de ojos grises abrazándola por la espalda estando sentados en la cama y ella acurrucaba a Jimmy en su regazo.

–Confio en que sí –rió cuando sentía los besos que le daban a su cuello por detrás–. Gracias por soportarme.

–Ramé, no te soporto. Soportar es cargar con algo que no quieres, y a ti te amo.

–Siento no haberlo dicho antes. –ella se paró a poner al pequeño animal en una cama más pequeña que su tía Obra construyó para él.

–Está bien, no te preocupes.

No está bien. –pensó levantándose y yendo de nuevo con el peliplateado a unir sus labios.

Él la tomó con ambas manos de la cintura y la atrajo más a pegarla y sentarla en sus piernas. El beso era dado de forma lenta con los ojos abiertos entre ambos y luego cerrándolos cuando en ellos el tono rojo invadía sus rostros, se separaron cuando el aliento les faltaba.

Miradas cruzadas que no deseaban apartarse de los del contrario, palpitaciones de corazones desbocados dónde cada uno escuchaban los propios, respirar en una mezcla de lentitud entrecortada y labios que se acercan peligrosamente a unirse de nuevo, fundiéndose en un beso lento y tierno que poco a poco pasa a intensificarse junto al cierre del espacio que sus cuerpos dejaban. Una de las manos de Admiración recorría el muslo de la chica haciendo levantar su falda, la otra permanecía en la cintura hasta que decidió moverla hasta la cremallera que se alojaba a la espalda.

El sonido del zipper bajando dejaba ver la piel de la espalda de Ramé, ella se separó para ver a los ojos grises de su amante, ya no estaba esa cálida ternura de hace poco, ahora veía una llama que buscaba salir y quemarla.

–¿Me detengo? –Admiración se mantenía quieto contemplado los gestos de su amada. Ella negó y bajó la parte superior de su vestido hasta la cadera.

–Tómame. –pidió con la sonrojes invadiendo su rostro, pero decidida a entregarse mientras volvía a unir sus bocas.

El deseo y pasión se despertaba más y más conforme la piel de la joven era recorrida con las manos y los labios del hombre que la degustaba con goce y que hacía que ella le otorgara su voz sin contención. Ramé se aferraba a él, a su cuerpo, a su calor, a sus caricias que la volvían loca sin miedo a caer, sintiendo que era elevada al más alto cielo e incluso a las estrellas.

Temblor, suspiros, voz entrecortada, gemidos, estremecimiento de sus seres, ambos se entregaban con deseo, pero sobretodo, con amor desmedido e incondicional. Admiración contemplaba lo que su amada le entregaba, rememoraba cada movimiento, gesto y expresión que su amante experimentaba. Tomándola en brazos la acomodaba para sentir su espalda, tocando así las marcas que habían quedado del recuerdo de las alas oscuras, Ramé se aferraba al tacto que sentía sin restricciones, quizás no sentía la piel de su amado ni sus cabellos que arremolinaba por tener que usar guantes, pero estaba bien así, pues ahora no se obligaba a apretar telas ni la tentación de “tocar”. Ahora podía aferrarse a un cuerpo, a su cuerpo, ahora podía sentir realmente el amor.

–Ah… Admiración… –su voz salía con dificultad, su mente también luchaba por que su lengua articulara las palabras.

–Ramé, mi Ramé… –aunque el hombre tampoco ayudaba cuando era posesivo de su boca.

Era suya, era lo que la mujer pensaba y que comprobaba por el afán del contrario al no dejarla hablar. Tuvo que obligarse a separar sus labios que su pareja no paraba de degustar con pasión, ella tomó el rostro del contrario para mirarse fijamente mientras sus cuerpos seguían en el frenesí de sus sentimientos.

Hablar, ella pensaba que debía hablar de una vez antes de perderse de nuevo, debía decirle, debía infórmale, sacar esas palabras que tanto temía volver a repetir. Gimió, y eso la irritó un poco, pues cuando ya estaba por hablar, su amor hacía algo para reprimirla, si no se adueñaba de sus labios, entonces estremecía su cuerpo.

–¡Admiración! –el mayor se detuvo cuando ella gritó mirándolo fijamente a sus ojos. Su fatiga era tan marcada en ambos que sus respiraciones fuertes resonaban en el espacio, él tragó nervioso sin poder apartar las miradas, más ella lo abrazó sintiendo la sincronización del subir y bajar de sus pechos. Ella besó su cuello con ternura y expresó sus palabras al oído de su amor– Te amo.

Felicidad al hablar y al escuchar, unión de dos corazones que comparten sus latidos y que no dejan de expresarse mientras sus ojos se mantienen cruzados o cuando sus labios se anhelan.

































×~×~×~×~×
E

llos ya merecían un poquito de paz ¿no lo creen?
( ꈍᴗꈍ)

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