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Capítulo 42: Tienes que irte

El suave viento envolvía el lugar en el lago, su agua reflejaba el brillo del sol lo que sus rayos le dan, el caminar del hombre comiendo una manzana era tan calmado al ver a su amada sentada cerca de la orilla, que su sonrisa aparecía sólo por ver la suya ahora siendo más alegre. Admiración se sentó recostado del árbol a seguir mirándola con ternura como cada día y noche que pasa con ella e incluso cuando sus ojos no la ven.

Ramé lo miró sonriente provocando ensanchar la que ella tenía y yendo a acercársele con algo entre brazos. Su actitud viva había regresado como antes sin reparo por mostrar hasta la cosa más pequeña que encontraba.

–¡Mira! –exclamó sentándose en las piernas del mayor mientras este soltaba una pequeña risilla sin abrir su boca– ¿No es tierno?

–¿Sabes lo que es? –ella asintió repetidas veces de forma rápida mientras mostraba lo que sus manos cargaban.

–Es un erizo. Me comenzó a seguir cuando regresaba aquí luego de mi paseo por el bosque, así que lo cargue y lo traje. ¿No es adorable? –la risa del contrario se le escapó mientras le tomaba de la mejilla y se acercó a besarla.

–Sí, lo es, al igual que tú.

–Me gustaría llevar de estos animalitos a Edén.

–Eso pensé, tú fuiste la que llevó la mayoría de los animales cada que bajabas aquí. Era gracioso ver cómo hacías que algunos Guías los cargaran.

–Pero les gustaron a todos ¿no?

–No voy a discutir eso –ambos rieron mientras ella se recostaba en su pecho–. ¿Qué pasa?

–Extraño a mamá, a la abuela, a mis tíos, a mis animalitos, a Gina –el hombre acariciaba con suavidad el cabello oscuro y besaba su cabeza, también se entretenía tomando mechones jugueteándolos entre sus dedos–. ¿Cómo es sentir?

–¿Disculpa?

–¿Cómo es sentir? Con las manos. Nunca he podido tocar nada sin matar. Puedo sentirlo como la piel de mi cara y demás partes del cuerpo, pero jamás he podido sentir nada con mis manos. Una vez conocí a un hombre que nació ciego, antes de que lo pusiera a dormir, él pidió ver mi cara con sus manos.

La joven veía con sonrisa a la pequeña criatura que se acomodaba en su regazo, el hombre fruncía el ceño con compasión por el sentimiento de su amada. «Me he puesto a pensar en qué pasaría si perdiera mi vista, o si te toco por accidente. Poder usar mis manos sin necesidad de guantes siempre ha sido mi fantasía. Quiero poder sentir el pelaje de los animales, tus alas, tu cara, quiero poder sentir todo lo que me rodea sin miedo a destruirlo»

Tal cual como se llama el hombre, él sentía admiración al verla con esa sonrisa junto a lo que expresaba en palabras, su fortaleza era lo que más amaba de ella y su impotencia le marcaba por no tener respuesta a lo que escuchaba, sólo podía mostrarle lo que siempre ha sentido y lo que siente ahora, una sonrisa de terneza junto a un Te amo y besos lentos y tiernos que lograban ganarse que los brazos de Ramé le rodeen su cuello y permita que continúe sus besos en el suelo.

Pero esta vez ese momento se vio interrumpido, una existencia se esfumó y sus recuerdos cortaron sus besos cuando Ramé miró lo que le había pasado. Empezó a llorar, esa mujer aparecía dañándolo, luego se preocupó, porque ese hombre conoció a un peliblanco y a un chico pelirrojo de ojos diferentes. Admiración preguntó extrañado por el semblante preocupado de la chica, en especial por sentir como ella le apretaba de su ropa y tenía su mirada a algún lado o quizás a alguien que no era él, y así era, Ramé estaba viendo el rostro de aquella mujer que le aterraba, aquella mujer que debía ser la primera y última en amarla, pero que le provocó que el miedo fuera lo único que sintiera por ella enterrando todo afecto y posibilidad de sentir que sea su propia madre.

×~×~×~×~×

La noche que arribaba se dejaba ver con las estrellas y la luna siendo despejados casi en su totalidad, dejando a su paso un bello manto de constelaciones en todo su esplendor. Lía estaba en su silla de ruedas afuera del balcón, con Vida atrás de ella mirando juntos esa enorme y magnífica vista.

–Es hermoso ¿verdad? –la pelirroja posaba su mano sobra la del chico que descansaba en su hombro.

–Sí.

–Siempre sueño con poder estar más cerca de lo que mis ojos pueden ver. –estiró su brazo con la palma extendida y mirada anhelante al firmamento.

– ¿Quieres verlo más cerca? Puedo hacer eso. –Lía llevó su puño levemente cerrado ocultando su risa.

–Tú y Sam son muy ocurrentes –Vida sonrió ante su inocente ignorancia. Así que se puso a su lado cargándola en brazos sin esfuerzo haciendo que las mejillas de la joven se coloraran–. ¿Qué vas a…?

Cortó sus palabras cuando a sus ojos se avistaron plumas doradas, su boca se abría con asombro e incredulidad, quizás un sueño era lo que tenía, pero confirmó que no cuando sus manos tomaron con delicadeza una de las alas sintiendo y rememorando el tacto de sus manos, Vida la abrazó con ellas haciendo que sintiera la calidez que estas emanan. ¿Era realmente un ángel caído del cielo? Su mente peleaba por creer que estaba en la realidad o presa de una ilusión, más no hubo tiempo de responder cuando el peliblanco abanicó sus alas comenzando a flotar hacia arriba, yendo cada vez más hasta estar cerca de las pocas nubes.

Si Lía tenía vértigo, no demostraba tenerlo con esa mirada tan abierta y maravillada en ver hacia todos lados, las luces de la ciudad hacían parecer que un cielo estrellado de diferentes colores yacía abajo y que ahora se encontraban en el medio de dos firmamentos.

–¿Te gusta? –Vida la aferraba con fuerza mientras ella hacía lo mismo con sus brazos a su cuello.

–¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! –ojos destellando y sonrisa que se irradiaba con alegría.

Un pequeño paseo nocturno con la luz de los cuerpos celestes bañando a los que surcaban entre las nubes. El corazón de Vida sentía paz y calor con sólo verla, y eso hizo que se quedara un rato aleteando estático cruzando miradas con ella para luego, acercar a unir sus labios declarando sin palabras aquello que había nacido entre ambos.

De esa manera regresaron como un solo corazón de nuevo a la habitación de la joven, quien a través de las cortinas de la puerta al balcón vio a su hermano que corrió a ella tan pronto la visualizó aterrizando en los brazos de Vida.

–No puedo creer que en verdad fuera un ángel caído –ella rió recibiendo una sonrisa sincera, pero forzada de Sam, cosa que la actual pareja notó–. ¿Qué pasa?

–Bueno… –acomodó la silla para que Lía fuera sentada, así fue mientras dirigía una mirada preocupada a su hermana y a Vida– Hay… alguien que quiere verte, Demon.

–¿A mí? –el menor asintió con sorpresa del mayor, todos entraron dejando ver que la persona de cabello y ojos oscuros yacía parada junto a un hombre de cabello plateado y ojos grises– Tío, Ramé… –ese nombre causó el asombro de Lía al observarla– ¿Qué hacen aquí? –Ramé dio un paso al frente mirando fijamente al chico de ojos ámbar.

–Tienes que irte de aquí y venir conmigo y Admiración.

Los párpados de Vida se alzaron más sin entender la situación que se presentaba, tampoco era como que pudiera hacerlo cuando sólo se lo pedían sin explicación, sus ojos veían a la pelirroja que se mantenía atenta a todo lo que ocurriese. Admiración pidió que el par de hermanos salieran para que él y Ramé pudieran hablar con el chico a solas, cosa que así cumplieron haciendo que Sam se llevara a su hermana a su habitación. Ella no tardó en cuestionar y el muchacho explicó lo mejor que pudo la situación, provocando que el interior de la mayor se afligiera.

–¿Irme? ¿Por qué? Yo no puedo estar con ustedes, también hui de mi hogar para que Consciencia no los descubriera.

–Y te lo agradezco mucho Vida, pero no puedes quedarte aquí, es peligroso.

–Ramé, lo siento, pero quiero realmente quedarme aquí. Yo… me he enamorado de Lía, y quiero estar a su lado.

–Vida –el peliplateado tomó la palabra tomando de los hombros a Ramé–, esa chica no tiene mucho tiempo.

–Lo sé, por eso quiero estar a su lado hasta que… Hasta que tengas recogerla –miró a la joven con un temblar en su labio y con ojos cristalizados–. Ahora comprendo todo Ramé, ahora entiendo porque eres necesaria. Por favor, déjame estar con ella, se que no tengo derecho a pedirte nada, pero…

–¡Ella es mi hermana! –impresión en su mirar y el dolor se atizaba en ambos, Ramé bajó la mirada y la subió aprisionando la tela de su pecho– El padre de ellos, era el esposo de mi madre.

–¿Era el esposo?

–Murió, mi madre Locura lo mató. Vida, mi madre ha estado buscando tenernos a ambos, si te atrapa sabe que yo iré a salvarte, ella no puede tenernos juntos. Por favor, hay que irnos y alejarnos de ella.

–No puedo… No quiero dejar a Lía. Si Locura desea hacerme algo lo aceptaré, si no debemos estar juntos esto es lo mejor, porque solo debes dejarme y ya.

–¡No entiendes! ¡No puedo dejarte!

Negación, Vida se alejaba cuando ella se acercaba, las voces atravesaban las paredes hasta la otra habitación donde el par de hermanos escuchaban como Admiración trataba de mediar las cosas mientras Ramé prácticamente suplicaba por llevarse a Vida, y el como él renegaba apartarse de quien vociferaba como el amor de su existencia. Eso último fue lo que movió a la pelirroja para empujar las ruedas de su silla y dirigirse de nuevo al espacio donde la discusión acalorada del trío estaban siendo llevadas a cabo y que callaron cuando los vieron otra vez dentro.

–Demon. Mi hermano me ha contado lo que pasa. Vete.

–No, Lía, yo quiero estar contigo. –la chica negó sonriente.

–Te quiero mucho mi ángel caído, pero no puedes quedarte aquí. Necesito que estés bien –ella se acercó a la de ojos similares a los suyos cruzando miradas que sabían lo que se decían. Ramé bajó a abrazarla siendo correspondida–. Gracias, sé que lo que te hizo Demon fue doloroso, y por eso te admiro que aún así trates de salvarlo, eres realmente tan especial como me habló de ti. Ahora llévatelo.

Vida se negaba y replicaba por decidir lo que los demás estaban hablaban como si no tuviera voz ni voto a lo que él deseaba hacer con su propia existencia, se aferraba a abrazar a la pelirroja. Admiración lo compadecía, entendía bien los sentimientos que su sobrino tenía pensando que actuaría igual si él y Ramé estuvieran en la misma situación.

El corazón puede ser muy incomprensible a veces, hasta al límite de fallar en la razón haciendo que te olvides de ti mismo sólo por querer estar al lado de aquello que amas, incluso si eso pudiera matarte… Eso es lo que Vida experimenta ahora, y es lo que hace a Ramé apretar sus puños decidiendo hacer de nuevo lo que se había jurado jamás volver a hacer.

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