Capítulo 4: Observarlo hasta su día
El mes había pasado y la chica fue temprano a recoger el obsequio que su tía Obra le hizo el favor de hacer por el cumpleaños de Vida. Ramé estaba feliz con ver el objeto dentro de la caja alargada agradeciendo con un fuerte abrazo a la mujer por su trabajo.
–¡Gracias tía Obra! Voy a compensarte por esto.
–No hay problema, pero no te emociones mucho ¿sí? Vida puede ser un poco… irritable.
–Lo sé. –mencionó cerrando la caja sin quitar su sonrisa triste para luego hacerla alegre e irse despidiéndose de su tía.
–Ay mi niña. Sólo espero que Vida no sea cruel esta vez.
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La joven ahora corría al campo donde las primeras rosas recibían el alba, cortando algunas de color rojas que sabía eran las favoritas de Vida y envolviéndolas en papel blanco. Ella volvió a correr para buscar al joven en su habitación, sin encontrarlo, preguntó a su madre que apenas le dijo que estaba en el recinto del árbol se apresuró a ir.
–Espera, Ramé, él está… acompañado… –no alcanzó a avisarle por haberse ido rápido.
Ramé llegó a las puertas que se abrieron dejando dilucidar parte de la figura del chico por su espalda, ella sonrió contenta y se adentró siendo sorprendida por verlo con otra chica de uniforme blanco, pantalones alicrados por dentro de botas lisas que llegaban a cinco dedos debajo de las rodillas, una falda corta de tablones y un saco parecido al de Vida, pero con la bifurcación más corta; joven con que se besaba.
–Vida…
–¿Qué haces aquí? –dijo separándose de la joven castaña clara que estaba apenada. –¿Vienes a recoger a más? –su voz dejaba mostrar su enfado.
–No… yo… eh… Vine a darte estas rosas…
–¿Rosas?
–Creo que por el momento me iré. –mencionó la joven castaña.
–Está bien. No tienes que irte. ¿Y tú por qué traes rosas? –Ramé se le acercó extendiendo el ramo, cosa que él tomó confuso.
–Feliz cumpleaños…
–¿Mi cumpleaños? –ella asintió. –Ah… vaya. Daniela, ¿puedes salir un momento? –la otra joven acató y se fue. –Mi cumpleaños ¿en serio? No necesitamos esto y lo sabes.
–Vida, no… es que hoy también es…
–No me importa, deja estas tonterías, ahora me voy, que estaba enseñando el lugar a Daniela.
–¿Por qué la besabas?
–No tengo por qué darte explicaciones. –él salió y ella observaba triste a través de las hendiduras que se iban cerrando como el chico sonreía carismático y obsequiaba el ramo a la joven con la que hace minutos se besaba.
–Hoy también nos besamos por primera vez…
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Era de noche, la joven había estado al pendiente de que Vida volviese a su habitación, pero no lo hizo, así que sin tener esperanza de encontrarlo antes de que acabara de el día, ella entró para dejar su regalo en la mesa al lado de la cama del chico para luego salir dirigiéndose a su dormitorio y acurrucarse en su cama con lágrimas que dejaba escapar.
El chico volvió pasados unas horas quitando su saco, arrojándolo en la cama y desabrochando dos botones de su camisa antes de notar la caja blanca y alargada con un listón rojo y una pequeña nota doblada adherida a la tapa, que al abrirla tenía escrito «Feliz cumpleaños. Te amo» con la letra de Ramé. Él suspiró sentándose en su cama y mirando la caja de regalo, abriéndola y sorprendiéndose por el collar de plata con un dije de un árbol.
Sacó el collar dejando la caja de nuevo en la mesa y él se recostó haciendo que colgara su obsequio para luego bajar su brazo y a cerrar sus ojos en una melancolía que no quería aceptar, y también destruir.
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La mañana llegó con Ramé saliendo de su habitación y encontrándose a Vida esperando en ella, cosa que hizo poner una sonrisa en los labios de la chica. Antes que tuviera oportunidad de hablar él la llevó dentro cerrando la puerta y besándola hasta la cama.
Ramé apretaba las sábanas al no tener permiso de tocarlo por más ganas que tuviera de aferrarse.
–¿Te gustó el regalo? –ella estaba de lado cubierta hasta los hombros por las sábanas mirando al chico que lo usaba a partir de la cintura para abajo dejando ver la piel desnuda de su torso y usando sus brazos como almohada
–Pediste a mi tía Obra que lo hiciera ¿no? –ella asintió feliz esperando una respuesta de alguna clase de emoción. –Deja de pedirle que te ayude con tus cursilerías. –dijo arrancando la sonrisa de ella. –Nosotros no somos humanos para estar celebrando un día al año.
–Pero sus festividades son divertidas y pensé en hacer algo para ese día. –sus ojos se inundaban y ella los secaba.
–Por favor, no llores, sabes que me molesta.
–¿Por qué me tratas así? Sólo hago lo que puedo para hacerte feliz.
–¿Feliz? Yo mismo puedo hacer eso, pero contigo es imposible y menos cuando matas mi virtud.
–¿Entonces por qué tenemos una relación? ¿Por qué me besas y me haces el amor si no te hago feliz?
–Porque es lo mínimo con lo que me puedes pagar por tu maldad.
–¿Pagar mi maldad?
Ramé se reincorporó tapando su pecho con las sábanas y mirando confusa y con dolor por ese comentario que calaba hondo en su corazón como si fuera un puñal sin abrir una herida.
–¿Qué? –él se mantenía en la misma posición sin cambiar su expresión molesta e irritante con la que mostraba no tener remordimiento al ver el llanto sin ruido de ella. –Ay por favor ¿es en serio? –se reincorporó a sentarse frente a ella. –¿Pensabas que lo que hacíamos era porque me enamoré de ti? ¿Qué teníamos algo en serio? Claro que no, no seas tonta. Básicamente la única relación que tenemos es pura diversión.
–¿Y tu amante también…?
–¿Qué?
–Esa chica con la que te besabas ayer…
–Yo no me besaba con ella, Daniela se lanzó a besarme, pero ahora que te veo de esta manera, creo que iniciaré una relación con ella. –Vida sonrió burlón tomando el mentón de la chica y acercándose a su rostro. –Así que sí, te convertirás en mi amante.
Le dio un pequeño beso para levantarse y vestirse, se fue sin haber dejado de dirigirle la mirada guasona a la chica que no dejó de llorar en todo el tiempo que estuvo con él, y que seguía después que Vida se retiró de su habitación donde regresó su cuerpo a la cama a sollozar con más desconsuelo, sintiendo el desamor más fuerte que nunca y el vacío que se agrandaba en su ser que amenazaba con volverse en algo más oscuro.
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El tiempo fue pasando, espacio en el que Ramé se mostraba más desanimada queriendo ocultarlo y trataba lo más que podían de no hacer que Vida se enfadara con ella, sin embargo cada día lo veía menos y su actitud era más cortante e indiferente casi rozando el desprecio público incluso delante de su familia, pero teniendo más cuidado con estar frente a su madre que le recriminaba más que nadie el mal comportamiento.
Apoyo de amigos no era algo con lo que la chica contaba, pues no era de acercarse a los demás por temor a ser rechazada por lo que es. Sólo tenía una amistad con la cual se sentía cómoda y que siempre iba a visitar llevando una tarta de arándanos que ella misma preparaba y la cual degustaba juntas mientras platican en su charla amena sentadas en el verde pasto de su hogar habiendo bajado a la ciudad.
–En serio, tienes un gran don para la cocina. –mencionó con la boca llena una chica con la apariencia de veinte años vistiendo el uniforme blanco de saco estilo gabardina corta con bifurcación por detrás, pantalones alicrados por dentro de una falda de tablones y botas a media pantorrillas, su cabello pelirrojo recogido en una coleta dejando dos mechones por enfrente enmarcando sus ojos verdes claros.
–Gracias Gina, mi tío Inapetencia me enseñó a cocinar.
–No sé cuál de los dos es mejor. –ambas permanecían disfrutando su pequeño convivio mirando las flores del jardín que habían sido recién plantadas. –¿Y qué pasó esta vez con Vida? –Ramé dejó de comer y miró al suelo sin quitar su sonrisa dejando una mirada entristecida.
–No entiendo qué soy para él en realidad. Siempre es cortante pero también me hace sentir calidez. Sé que no debería porque somos hermanos…
–Ustedes no son familia en realidad.
–Pero fuimos criados como una.
–Aún así, él nunca te ha dado tu lugar, siempre reniega de ti por todo.
–Lo sé, pero…
–Pero nada, Ramé. Dime cuántas veces te ha llamado por tu nombre concedido y cuántas por el que te dieron al nacer. –ella no contestó –Las respuestas son ninguna y siempre. Odia llamarte Ramé, pero no tiene problemas con decirte el otro siempre y cuando no esté enfrente de la familia y especialmente de tu madre.
–Lo sé. –sus ojos se cristalizaban con su sonrisa permaneciendo.
–Ramé, eres el ser más compasivo de todos, tu corazón es demasiado noble y eso se te admira mucho, pero debes tener la fortaleza para negar aquello que no te conviene. Vida podrá dar calidez y ser la llama de la existencia, pero le falta conocer la bondad.
–Vida es noble también, quiere que los humanos estén bien y yo a veces tengo que cortar sus existencias.
–Pero nunca lo has hecho con malicia, siempre los ves con los ojos de tu madre Amor, eso es lo que tú eres también, eres amor para todos y sea quien sea. –la de ojos oscuros veía a su amiga regalándole una sonrisa amable a la vez que la abrazaba dándole el apoyo.
–Gracias. –susurró cerrando los ojos aferrándose a sentir la calidez de su amiga.
Ramé regresó al monte donde en la cima estaba construida la casa y la cede de la familia. Caminaba por los pasillos con domos exteriores que dejaban ver el amplio valle verde con flores y árboles de distintos tipos juntos a los animales como venados, ardillas, alces, mariposas, pájaros y abejas. Algunas aves volaban cerca de ella o se posaban en sus hombros y cabeza emitiendo un canto en son de bienvenida para ella, también las mariposas revoloteaban a su alrededor habiendo puesto más alegría en su sonrisa.
A lo lejos, Vida la observaba con ese gesto y animalitos adornando su rostro y figura donde resplandecía su felicidad mirando como era querida por esas criaturas que se le acercaban lo suficiente por no sentir el rencor que él sí sentía o mínimamente algún ápice de miedo por ser la muerte. Apretaba sus puños y fruncía el ceño al tener que verla con tanta alegría cuando consideraba que eso no era algo que ella tenía merecido. De esa manera se retiró de ahí para no seguir sintiendo que en cualquier momento podría explotar con algo más que solo enfado, entró a la habitación donde su árbol se hallaba y la neblina a sus pies lo levitó a llegar a una manzana con el nombre de Dylan Winters, al que proyectó la vista de su existir para observar como estaba creciendo luego de 5 años de haber perdido a su madre Elizabeth, ahora veía a un niño que estaba feliz conviviendo con su padre. Vida sonreía porque la alegría de esa familia se había calmado luego de que Muerte hubiera intervenido en sus existencias alejándolos de aquel lugar.
–Todos deberían ir a Eudaimonia… –dijo una vez cerró la visión.
En la entrada de la habitación, Ramé miraba con compasión al muchacho que tenía sus ojos afligidos a través de la puerta entreabierta, ese semblante en su amado le hacía sentirse mal consigo misma por ser la causante de dicha tristeza. Durante la noche, ella fue de regreso a la habitación para hacer lo mismo que hacía Vida, pues poco tiempo después de que hubiera marchitado la existencia de Elizabeth, la joven había agarrado la manía de ir de vez en cuando a observar la vida del chico y reír con las cosas y situaciones graciosas que le pasaba, sonreír cuando está feliz, o llorar cuando él lo hacía por extrañar a su madre.
Ella veía su existir siempre con una sonrisa para luego retirarse guardando en sus memorias la vida del pequeño por el que siente un gran afecto que ha desarrollado a través de observarlo por cinco años, y por el que pensaba seguir mirándolo hasta el día que tristemente sabía, tuviera que recogerlo.
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