Capítulo 35: Pagar
Cielo gris oscuro junto a un rugir en él, las luces destellantes hacían ver desde la Tierra que el cielo amenazaba con caerse. Ramé y Admiración podían verlo mejor que nadie en el medio de su humilde paraíso estando parados, esa visión hacía a la chica tomar con fuerza la mano del hombre a su lado, su interior le gritaba alarmante sobre la sensación que en antaño había conocido, sobretodo, porque ver ese cielo tan intimidante era sinónimo a una batalla que se atravesaba sin dejarse ver.
Tras ese algodón oscuro, estaba la lucha entre la familia y los guardianes, Obra era quien se encargaba de retener a Falcón, la fricción del acero de sus armas son los que más chispas hacen creando con ellas los relámpagos, rayos y truenos. Castidad es capaz de extender sus manos sacando de ellas golondrinas blancas que apoyan a sus hermanos, pues sus animales luminosas rodean a sus contrincantes picoteándoles, Humildad se mantiene flotante con el aleteo de sus alas doradas mientras algunas alas blancas se acercan para enfrentarse a su simple bastón largo, Paciencia esquiva con gracia a la vez que bloqueaba con tranquilidad con sus dos espadas cortas, Generosidad usa su látigo para atrapar sin lastimar a sus subordinados que quedaban atrapados en la red que había creado para encerrarse a ella, a sus hermanos y a sus contrincantes evitando que más de los cuatro guardianes siguieran a su sobrino.
Inapetencia por su parte luchaba con su lanza ayudando su hermana de cabellos verdes a que los guardianes cayeran en su red, y por último, Amor era quien atacaba más de frente y con coraje a pesar de era quien menos experiencia en batalla tuviese con su espada de esgrima, y era más ayudada por las golondrinas de su hermana de cabellos lilas. Todos los hermanos peleaban a su modo, la mayoría con simpleza, pero todos con valía.
Los acometidos eran dados sin intención de lastimar seriamente a los guardianes, aún cuando estos tenían órdenes de capturar al chico de la llama de la existencia de cualquier forma, y Falcón era el que lideraba todo, él, el leal sirviente de Consciencia como el primer Guía que apareció en el mundo, que ha luchado contra los que ellos llaman desertores a sus compañeros de alas de arrebol y que fue perdonado por su amo al haber perdido contra la joven muerte apenas parecía una adolescente, ese día fue la mayor humillación que sintió, pues la chica no lo asesinó por compasión, sino que ni siquiera mataba en aquel entonces, sólo se protegía sin herir de gravedad y se iba volando sin más para escapar.
Choque de hacha y lanza creó un fuerte relámpago, Obra no daba tregua alguna poniendo difícil la lucha a Falcón que tenía que retroceder en el aire tratando de no tocar accidentalmente la red de la de cabellos y ojos verdes, pues es cuanto lo hiciese sus cuerdas atraparían su cuerpo. Él no era de admirar la tenacidad de sus oponentes, pero sí tenía que admitir algo, era que Obra era la mejor guerrera de todos, incluso más que Admiración, ya que en fuerza bruta nadie le era equiparable, es orgullosa de su cuerpo bien preparado casi al poder considerarla bárbara. Falcón chasqueó la lengua preparando su lanza para una segunda oleada de ataques entre ellos.
Vida por su parte, atravesaba las nubes intentando perder de vista a sus perseguidores tratando de evitar una lucha en la que solo podría retrasarse en su huida, tenía que alejarse para evitar que su abuelo ahondara en su mente para descubrir dónde están la pareja fugitiva, además de que haría conocimiento del encuentro de ellos con humanos y eso era peligroso tanto para él como para ellos, pues Consciencia bien puede invadir sus mentes, puede manipularlos o torturarlos cuánto tiempo quisiera hasta que los rompa. Eso es lo que hizo con él, le obligó a sentir el dolor en su mente y en su corazón, y aún lo hace después de siglos en los que lo ha hecho sentir el dolor por cada vez que intentó congeniar con Ramé.
Los guardianes le rodearon con sus espadas, Vida tuvo que frenar en seco su avance maldiciendo en sus adentros mientras materializaba cuchillas entre las coyunturas de sus dedos. Si había algo que realmente le agradecía con el alma a Ramé y a su aguante del dolor al estar cerca de ella, es que le enseñó a pelear cuando se lo pidió, lecciones que les acercó un poco aún cuando se negaba a aceptar sus sentimientos por el punzón de la maldición de su bisabuelo. Ahora luchaba recordando los movimientos que alguna vez practicó con ella y en las cuales podía retener los ataques de los contrarios, pero que reconocía no podía encargarse de ellos sin perder valioso tiempo, así que desvaneció sus dagas y optó por lo que descubrió con Ramé.
Llevó aire adentro extendiendo sin dejar de tener un poco flexionado sus brazos a sus costados mientras sus manos emitían un leve vapor que luego encendió con pequeños destellos. Llamas emergieron de sus palmas y dejaba una pequeña estela de flamas a su alrededor. Los guardianes empuñaron sus espadas con recelo de cumplir su misión, sin embargo, Vida estaba muy lejos de permitirles cumplirlas, al menos sin darles pelea a los voladores que lo deseaban y se apresuraban a él. Juntó sus manos y concentró energía que liberó en un impulso que los aventó a todos, a él incluyéndolo aunque una hoja de la espada le rozó la ala.
Su planeo entre las nubes no era precisamente potente o equilibrado por alguna manera de decirlo, había logrado escapar con dolor de sus perseguidores, pero su cuerpo le pesaba al igual que sus párpados, toda la energía que acumuló en poco tiempo y soltó de golpe le había hecho perder fuerzas.
–¿Y cómo hago para no desmayarme luego de hacer eso? –preguntó en su recuerdo descansando bajo el árbol en el que se encontraba todos los días a escondidas con Ramé para entrenar.
–Veamos… –él la miró extrañado, realmente parecía meditar su respuesta como si nunca hubiera experimentado su cansancio– Piensa en algo que te mantenga firme.
Esa contestación le había hecho alzar las cejas con confusión al ser acompañadas de su habitual sonrisa fresca, y eso le hizo curvar sus labios aliviando su fatiga, aunque no duró mucho cuando el punzón en su interior afectó de nuevo su pensar y sus ojos, nublándose hasta que sus párpados cayeron y sus alas hicieron lo mismo con su cuerpo…
×~×~×~×~×
Agitación en el pecho de Ramé, su interior sentía el ardor que su corazón le gritaba implorando que sus alas se encontraran a su espalda. Admiración le abrazaba fuertemente tratando de calmar el temblar en el cuerpo de su amada.
Vida y Muerte, dos seres distintos e iguales a la vez, dos caras de la misma moneda, uno siempre a la vista, la otra siempre oculta sutilmente atrás de él. Ambos sintiendo la decadencia del otro cuando se acercan peligrosamente a los dominios del contrario.
–Ramé, resiste. –su voz pesaba por mantener estable a la chica entre sus brazos.
–Vida… Vida necesita ayuda…
–¿De qué hablas?
–¡Se está desvaneciendo! Su fuego, su calor, se está apagando. –apretaba sus párpados y dientes al igual que a los antebrazos del hombre que la aferraba a su pecho– ¡No te atrevas a entrar a mis dominios, maldito! ¡Regresa por dónde viniste!
–Ramé… –afianzó su abrazo hundiendo la frente en su cuello, la despegó cuando sintió que el temblar había disminuido– ¿Ramé?
–Ya no… lo siento…
–¿Él está…?
–No –suspiró aliviada–, Vida no cruzó, pero tampoco se alejó. Su llama duda en apagarse o seguir ardiendo.
–¿Te alegra que no cruce?
–Por supuesto, si él desaparece ya no habrán más nacimientos o segundas oportunidades, todas las existencias se irán acabando hasta que mi legado los haya acogido a todos, y dudo que Consciencia quiera empezar la vida una tercera vez –bajó su mirar y la voz también para musitar lo que a Admiración le costó entender–, aunque dudo que él vaya a querer ayudarlo otra vez.
–¿De quién hablas?
–De nadie –dijo entristecida–. Vida se rinde, no puede hacer eso, no quiero. Aunque me haya hecho lo que hizo, aún le quiero bien –sintió el áspero suspiro de su compañero aun abrazándola–. Lo siento por mi naturaleza. –él negó con la cabeza dándole un beso en su mejilla.
–Por eso me enamoré de ti. Tu naturaleza no te permite odiar a nadie, puede que le tengas cierto rencor si se puede decir de alguna manera, pero jamás guardas maldad en tu corazón. Sobretodo, antepones el bien sobre tu propio dolor. –ella rió extrañando al mayor, mas ella se volteó para aferrar sus brazos a su cuello mientras juntaba sus frentes.
–Nací en la oscuridad, mejor dicho, soy la oscuridad. Producto concebido del rencor, el odio y de la locura misma. Dolor y verdad es lo que mi nombre carga…
–Anhelo y descanso es lo que te espera cuando la mano de la dama de negro te reclama –completó antes de unir sus labios con terneza–. «Gracias señora Muerte» el poema que Dylan creó para ti tras seis años de la partida de su madre y que recitó en su tumba al lado de su padre.
–La primera parte fue doloroso, pensé que me estaba odiando aún por quitarle a su madre, pero luego la segunda parte me regresó el aire a mis pulmones cuando sonrió con compasión. Me agradeció por dejar descansar a su madre. Nunca me gusta ver a los allegados de las personas que pongo a dormir por mera culpa.
–¿Porque tienes miedo de ver sus rostros dedicándote rencor?
–Así es, pero ver a Dylan y su transcurso de aceptación fue en cierta forma una terapia para mí. Él no me odia, tampoco me aborrece. Él me compadece. Y es lo que hago por Vida ahora, lo compadezco. Admiración, veme bien a los ojos, quiero a Vida, ya no como amante, sino como una alma herida.
–¿Lo perdonas? –la joven ladeó suavemente su cabeza.
–Aún estoy lejos de otorgar perdón, y ni siquiera sé si pueda hacerlo algún día, pero tampoco voy a quedarme estancada culpando una y otra vez a mi desafortunado destino. Es simple, si Vida quiere pagar por su crimen, ¿quién soy yo para negarle su oportunidad? El arrepentimiento puro siempre es bienvenido.
Con sonrisa sincera en sus labios, el mayor veía con el sentimiento de su propio nombre a la joven de inefable corazón.
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