Capítulo 34: Vida
Curiosidad al estar sentado en la orilla de la ciudad con los pies bamboleándose en el vacío del cielo, su cabello blanco hasta los hombros y un poco revuelto enmarcaba sus ojos dorados esperando la llegada del sol y si tenía suerte, un nuevo par de alas blancas, o anaranjadas, aparecerían, estas últimas caían en una esfera pintada de arrebol hasta perderse de su vista triste.
Las esferas que quedaban flotando cerca eran las blancas, esas eran empujadas por los Guías hasta el palacio, por lo que el muchacho de apariencia de siete años emergía sus alas doradas, volaba hasta donde ocho pilares largos estaban unidos a través de enredaderas con flores y en el centro, ramas con hojas y flores suaves formaban una buena cama grande donde una esfera a la vez era puesta, para que esta se fuera desvaneciendo dejando a una persona acostada de lado y en posición fetal cubierta con una tela blanca, personas que la mayoría podía parecer de veinte a cincuenta años, pocos un par de años menor, pero ninguno llega a ser infante o adolescente. Ese niño veía curioso cómo su abuela acariciaba la mejilla de cada uno haciendo que despertase.
–Hijo. –con alegría volteó a ver a su madre que lo cargó en brazos para seguir viendo feliz ese despertar de un nuevo Guía.
–Mamá, ¿por qué no todos llegan aquí? –la mujer mantenía una sonrisa, pero la respuesta no la sabía.
–Ellos tienen otro propósito.
–¿Cómo cuál?
–No lo sé –el pequeño bostezo abrazándole para acurrucarse a dormir–. Debes dejar de levantarte tantas veces para ver el amanecer. –rió bajo.
–Me gustaría que todos vivieran aquí… –cayó dormido para luego despertar durante la madrugada llorando porque un punzón le perforó su corazón, una existencia había desaparecido.
–Ya, hijo, calma. –la de cabellos y ojos rosas trataba de consolarlo.
–¡Ella lo hizo de nuevo! ¡¿Por qué lo hace, mamá?!
–Tranquilo hijo, vamos, ya. –la mujer secaba sus lágrimas y lo arrullaba con cantos y besos hasta calmarlo y volviera a dormir de nuevo.
El muchacho permanecía en el día haciendo coronas de flores que luego arrojaba a la Tierra como forma de condolencias, una por cada existencia que se apagaba, aunque no podía hacer todas las que realmente merecían, por lo que al resto los compensaba con sus lágrimas.
–¿Lo sientes? Cómo esa flama es apagada por su soplido frío. –el chico alzaba su cara para ver a un Consciencia con el cabello totalmente negro, pero con la misma mirada de petrifico hielo. El chico tensó su mandíbula queriendo detener su lloriqueo sin éxito.
–¿Por qué lo hace? ¿Ellos le hicieron algo malo?
–Nada, sólo es así.
–Pero eso no tiene sentido, a veces la escucho llorar.
–Eres muy noble, eso es tu imaginación queriendo buscar luz en un abismo sin fin.
–¿Mi imaginación? –el mayor asintió y bajó a cargarlo en brazos.
–Ella es mala, no debes tenerle compasión ni misericordia, ni siquiera lástima porque es nuestro enemigo, lo que malogra y opaca tu luz, tu calor, tu existencia. Debes odiarla y jamás amarla. ¿Has entendido?
–¿Por qué no sólo hacemos que cambie? Si ella viviera con nosotros podríamos mostrarle luz y amor. Ella puede ser mi hermanita, yo la cuidaré y educaré para que no sea mala.
–No lo entiendes, ella jamás va a cambiar. Déjame mostrarte –el hombre expandió sus alas de sol y con ellas bajó con el niño en brazos hasta un pueblo donde el paisaje estaba devastado por fuego. Hombres, mujeres y niños estaban en el suelo sobre sus charcos de sangre–. Esto es lo que provoca –agregó haciendo que el menor empezara a temblar y llorar–. ¿Entiendes ahora? Ella hizo esto. Te lo repito, Vida, debes siempre odiarla y jamás amarla.
El chico se aferró a llorar con más fuerza en el pecho del mayor, ahora repitiéndose esas últimas seis palabras cada que sentía como una llama era apagada, y cada día ese sentimiento negativo era alimentado con la voz de su bisabuelo que luego dio la orden de buscar y capturar a esa pequeña, incluso sus nietos tenían el permiso especial para bajar con tal de que se cumpliera el cometido.
Un día, cuando ya tenía una apariencia madura de dieciocho años, se despertó por un fuerte grito que todos oyeron con claridad, con prisa fueron hasta la sala de juntas donde una pequeña caja de música color negra con patas en forma de S se hallaba en la mesa y, parado a un lado, Consciencia estaba limpiando sus manos con un pañuelo que se notaba manchado, mas no lograban distinguir de qué y menos cuando lo guardó en el bolsillo de su traje. Sí, aún cuando todos vestían con ropa humilde, él era de parecer un rey, si no fuera porque le molestaba tener algo en la cabeza, todos podrían jurar que usaría corona.
–¿Qué fue eso, padre? –preguntó su hija acercándose, pero se detuvo al escuchar un corto llanto provenir de la caja.
–La hija de Locura.
–¿La has atrapado? ¿Cómo?
–No importa, ahora está dentro –mencionó mostrando un poco de encanto mientras tomaba de nuevo esa caja y caminaba por un lado del joven que estaba parado en la entrada–. ¿Quieres salvarla? –a pesar de su sonrisa, el muchacho reconocía bien el ardiente sentir que irónicamente sus ojos de hielo transmitía– Eso pensé. No olvides todas las llamas que apagó.
Se fue haciendo que el chico recordara todas esas punzadas que su corazón sentía y siente con cada existencia que se extingue, a veces podía escuchar un sollozo que le despertaba, pero que al ver a su abuelo se obligaba a reprimir hasta ignorarlo, al menos hasta que un día sus ojos gravaron en su memoria como una chica de cabello oscuro al igual que sus ojos se escondía con mucha timidez y miedo atrás de la figura de su madre.
–Vamos, sal. –mencionó la mujer con suavidad mirándola por arriba del hombro ya que la muchacha no dejaba que ella se apartara para mostrándola.
–Hola… –apenas audible fue su voz, ella se asomó por un lado y sin embargo lo primero que notó fueron a esos ojos dorados que no dejaba de cruzarse con los suyos.
Abismo es como mejor definía lo que sus ojos tenían dentro, pero que a pesar de eso no sentía maldad –Ilusión–. Esa palabra era lo que en su mente se repetía con la voz de Consciencia, recordaba aquel pueblo masacrado en su primera y única vez que había bajado a la Tierra, además de que cada vez era más frecuente que su abuelo le dirigiera la mirada de enfado por intentar acercarse, pues en la mayoría de las veces solo se sentaba a su lado bajo uno de los árboles sin ninguna palabra en las dos horas que la acompañaba en silencio, otras veces cruzaban las miradas y él dibujaba una pequeña sonrisa que enseguida quitaba y volteaba para luego retirarse hacia su habitación.
–¿Qué crees que haces? –recriminó con voz torva el bisabuelo en cuanto entró a su dormitorio– ¿Por qué le sonríes a esa abominación?
–Intento congeniar con ella.
–¿Has olvidado todo el dolor que ha provocado? ¿El que te ha provocado?
–No…
–¿Qué tal si te hago recordarlo? –el mayor apresó con su mano la cabeza del joven haciendo que todo ese dolor acumulado golpeara el corazón de Vida una vez más– Así no lo volverás a olvidar.
Consciencia lo soltó y se retiró dejando impregnado el dolor y rencor de nuevo en él, haciendo que Vida tomara su cabeza y pecho mientras el líquido en sus ojos se derramara más fácilmente, pues ¿de qué manera se borran milenios de veneno administrado?
Vida ahora recordaba ese dolor cada que se acercaba a ella, por más que lo disimulaba, el punzón en su corazón y en su cabeza le molestaba tanto que solo se apaciguaba un poco cuando hería los sentimientos de la chica. Pero un dolor se remplaza con otro, pues a pesar de que quería que Muerte le odiara, ella no dejaba de verlo con amor, así que prosiguió una y otra vez hasta acostumbrarse a fingir lo que realmente sentía por ella, hasta que al fin, la rompió…
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Vida se hallaba sentado en el campo verde de flores, admiraba a la luz de la luna ese último regalo que obtuvo de su amada, ese collar era lo único de lo que no se deshacía por más punzón que su corazón sintiera, pues otra vez su dolor fue remplazado, ahora con culpa, aquella que acepta aún cuando sabe que eso puede apagar su propia llama.
De esa manera cuando el alba llegó, se levantó a ir a su habitación del árbol, tenía en una mesa apartada cuatro manzanas, aquellas existencias que apreciaba de observar calmando un poco el dolor al ver la convivencia entre ellos, incluso cuando entre ellas aparecía su tía.
La puerta se abría, rápidamente cerró las conexiones de las cuatro personas transformándolas en collares para guardarlas entre su ropa sabiendo que el único que podría entrar a su espacio a una hora tan temprana aparte de él, era su bisabuelo, quien puso una mano en su hombro.
–Ya ha pasado cuánto, ¿tres meses? ¿Vas a seguir diciendo que no sabes dónde están esos traidores? –Vida tragó nervioso, pero sobretodo, asustado– ¿Quieres sentir lo que tu hermosa novia vivió dentro de la caja?
Ira, fue lo que le movió sacando sus dagas haciendo un corte bajo su ojo, y lo cual aprovechó para escapar volando de la cámara hasta la habitación de su madre.
–Hijo, ¿qué pasa?
–Escúchame bien, mamá, tengo que irme de aquí.
–¿Qué? Espera, ¿de qué hablas? ¿A dónde irás?
–¡No puedo decirte nada! Solo quiero que entiendas, Consciencia es un maldito, buscaré la forma de hacer que esto se detenga, pero yo no puedo seguir aquí –alboroto se escuchaba por fuera, se acercaron a la ventana viendo como una tropa de guardianes se elevaban en su dirección–. Ya vienen por mí.
–¿De qué hablas? ¡Hijo!
–No confíen en Consciencia, mientan si es necesario, pero que sea creíble. Te amo, mamá, te juro que resolveré esto. No me sigas, no me busques. –besó su frente y salió corriendo de ahí para luego alzarse en vuelo mientras su madre gritaba desesperada su nombre.
Entre las nubes era perseguido por orden de Consciencia, los guardianes blandean sus armas en pro de captura, lucha en el cielo que se iluminaba por las chipas del acero y provocaban rayos y relámpagos. Un hombre de larga cabellera rubia y ojos marrones de apariencia de cuarenta y siete años, con una lanza se mostraba frente al muchacho cansado.
–Falcón, por favor muévete.
–Lo lamento mucho, joven Vida, pero no puedo. El señor Consciencia ha ordenado traerlo conmigo, así que no oponga resistencia.
–¿Sabes para qué me quiere de regreso?
–Por supuesto, debería de revelar la información que tenga de nuestro enemigo.
–Ella no merece ser tratada así, lo sabes.
–Mi lealtad está con su bisabuelo, nada más. Ahora, si no va a venir por las buenas… –el mayor se preparó para atacar, y en un parpadeo se acercó a Vida, sin embargo, una superficie detuvo la punta de la lanza– ¿Usted también, señorita Obra? –la mujer ondeaba en el aire con su hacha de guerra que puso a recargar en su hombro.
–Falcón, ¿serías tan amable de moverte y dejar que mi sobrino se marche? ¿O tendré que hacer que muevas el culo? –el contrario suspiró mirando en desaprobación a la mujer al igual que al resto de sus hermanos que también se acercaban con sus armas.
–Vaya vocabulario el que ha aprendido, ni siquiera sé de dónde lo sacó.
–¡Hijo! –Amor se acercó a abrazarlo.
–Mamá, te dije que no intentes nada.
–¿Y dejar que afrontarlas esto solo? Claro que no. Nosotros lo retendremos lo más que podamos mientras tú huyes.
–¡No!
–¡No te lo estoy preguntando! ¡Obedéceme que soy tu madre! –Vida apretó los dientes mientras negaba con la cabeza y abrazó fuerte a su madre– Vete, protege la ubicación de Ramé, tu tío y a ti.
–Te amo, gracias.
–Nosotros estaremos bien.
–Vida –habló Obra obteniendo su atención–. Cuídate.
Echó un último vistazo a toda su familia y se separó abanicando con fuerza sus alas mientras lloraba al escapar dejándolos a que le protegieran en su huida. Falcón ordenó a un grupo de cuatro guardianes perseguirlo mientras los otros se ocupaban de la familia, empezando una batalla que ilumina las nubes junto a su rugir que podía apreciarse desde la Tierra.
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Hola (◕ᴗ◕✿)
Ahora sí se viene lo chido
(• ▽ •;)
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