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Capítulo 3: La ves diferente

El alba se atizaba entre los colores y el calor cálido de los rayos del sol y adentrándose por la ventana de la habitación de luciente decoración con gravados en las paredes de árboles de manzanos en cada esquina. Vida terminaba de abrochar su camisa de mangas largas para ponerse encima su saco, Ramé lo veía acostada de lado con las sábanas hasta el cuello.

–No te quedes todo el día. –mencionó el muchacho listo con su vestimenta sin mirarla.

–No me digas eso.

–Esta es mi habitación y no quiero se hagan una idea equivocada.

¿Idea equivocada? Me refería a mi nombre, soy Ramé.

–Ah, eso. No olvides cerrar la puerta.

Él salió dejando un sentimiento que producía en la joven el desconsuelo para aferrarse a las telas y derramar lágrimas. Vida caminaba con una leve sonrisa por saber el abatimiento que posó sobre ella como parte de un castigo que consideraba justo por recoger a una humana que merecía más tiempo.

–Hijo. Ven conmigo por favor. –dijo su madre llamándole a que se sentara en la mesa de té. –¿Cómo estás?

–Estoy bien, no necesitas preocuparte, madre.

–¿Y tu hermana?

–No es mi hermana. Y ella está bien también.

–Hijo, no la culpes, ella no es responsable de su legado, recuérdalo porque tú tampoco.

–Sí, madre…

–Ahora toma té, que iremos con los Guía, necesito hablar con Daniela.

–Oh, me encantaría ir. –mencionó apareciendo su sonrisa carismática para su madre y porque entretejía un pensamiento.

×~×~×~×~×

Ramé se hallaba en un espacio de cristal y que dejaba que la luz se esparciera en colores en donde en el centro un enorme manzano estaba con brillo en sus hojas, ramas y tronco, siempre decorando con sus frutas sus ramas.

La chica tenía una canasta en sus manos admirando una de las obras más impresionantes de su amado, este árbol llamado el Árbol de Vida. Ella dio un paso al frente a ese árbol y una capa de la neblina que había en el suelo se arremolinó a sus pies, haciendo que ella se levantara del piso como si parte de él se desprendiera, ahora dándole la oportunidad de poder dirigirse hasta las manzanas más cerca de la copa del árbol.

Ramé revisaba cada fruto que sabía tenían expedientes con la decisión ya programada y que se marchitarían ahí aunque ella no les tocara, así que fue cortando una por una y colocándolas en su canasta para luego bajar y salir por las largas y anchas puertas gruesas que no dejaban pasar a cualquiera.

–¿Qué haces? –la voz de Vida sorprendió a la chica quien volteó ofreciendo una sonrisa amable.

–Hola, vine a recogerlos.

–¡Son demasiadas!

–¿Eh? No, son los que tienen un archivo hasta el final del mes y cada uno en diferente día… –ella se encogió de hombros al ver los ojos de reproche que se les eran dirigidos. –Perdón…

–No tienes que disculparte. –el de ojos grises y pelo plateado se acercó al par. –Sobrino, ella no tiene la culpa, deja de acosarla de esta forma. Así que anda, tu madre te espera para ir a ver a los Guía. –el muchacho rechistó y se fue demostrando la molestia. –¿Estás bien?

–Sí… gracias tío Admiración.

–No hay problema, Ramé. Lamento el comportamiento de Vida.

–No, por favor, no piense eso. Vida sólo es muy noble. –el mayor le acarició su mejilla con delicadeza a la vez que le sonreía.

–Tú lo eres más. –él se acercó a besarla en su otra mejilla provocándole el sonrojo a la chica. –No creas que no vales ni te convenzas de lo negativo que los demás digan de ti.

Ella sonrió apenada, pero feliz de sus palabras que agradeció, así siguió su camino acompañada de él hasta el salón del resguardo de esas manzanas, donde pusieron a cada una en su cúpula de cristal mientras ambos se divertían en un ambiente ameno.

Cuando terminaron su actividad, cada uno se despidió para seguir por su camino, Admiración la observaba irse sintiéndose feliz por verla sonreír sabiendo que fue él quien puso ese gesto en su rostro, a diferencia de su sobrino que siempre se la arrebata. Dejó salir un suspiro para dirigirse a un amplio salón en el que su hermana mayor de cabello corto celeste y flequillo hasta la mejilla, Obra, arreglaba cualquier cosa que tuviera ápice de arreglar.

–Esa escultura se mira bien. –dijo burlón con las manos en los bolsillos de su pantalón.

–Porque ya le he restaurado todas las grietas, pero aún me faltan otras tres. ¿Quieres que te ayude con algún desperfecto?

–No, yo estoy bien, aunque si pudieras arreglar un poco la cabeza de Vida estaría eternamente agradecido.

–¿Qué pasó?

–Volvió a gritarle a Ramé, esta vez porque recolectó las manzanas próximas a marchitarse.

–Oh, bueno, su deber es lo opuesto a la suya, es normal.

–Pero no debe tratarla así, ella es amable y gentil con todos y él no la aprecia, parece que tienen sus habilidades al revés.

–Admiración, ya hace tiempo que me lo he imaginado, pero… dime si es verdad que Ramé te gusta.

–¿Se me nota mucho?

–Pues es algo difícil si no prestas atención al como la miras y te le acercas, pero no mucho. –ella carcajeó bajando de las escaleras recargada de la escultura de 4 metros y yendo a tocar el hombro de su hermano. –También es fácil notar el brillo que Ramé tiene al ver a Vida.

–Sí, pero él no se da cuenta de eso, o mejor dicho, no le importa.

–¿Te gustaría tenerla?

–Por supuesto, pero es mi sobrina…

–En realidad no.

–Pero Amor la ve como una hija.

–Y tú no la ves como sobrina. –ella le rodeó su cuello con el brazo y se llevaba al hombre para conversar mejor.

×~×~×~×~×

Ramé se paseaba feliz por el campo verde con algunas mariposas posándose en su cabeza y hombros mientras acariciaba con las manos cubiertas y abiertas las flores a su paso, caminando sintiendo el aire fresco entrar a su interior inhalándolo con goce.

«No puedes huir de ti, hija» abrió sus ojos mirando a su alrededor con miedo por sentir la presencia que no quería volver a ver. Ella se abrazó a si misma con los ojos cristalizándose.

–No quiero volver…

Ella continuó su recorrido para calmar su temor y despejar de nuevo su mente, enfocándose en cómo hacer para acercarse más a Vida. Quería hacer algo especial para su cumpleaños que se aproximaba en un mes, hasta que se le ocurrió una idea con la que fue corriendo para buscar a su tía Obra.

–Oh, pequeña. ¿Qué tal? –dijo Admiración encontrándosela al salir.

–Hola, ¿sabes si está mi tía Obra?

–Sí, está por comenzar la restauración de una segunda escultura.

–Entonces iré rápido para no retrasarla, hasta pronto tío Admiración. –dijo adentrándose al salón.

–Hasta pronto, mi Ramé.

La chica encontró a quien buscaba y planteando su idea, cosa que la mayor cuestionaba por no querer que su sobrino la lastimara, pero la joven seguía empeñada en hacerlo, así que aceptó ayudarla.

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