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Capítulo 28: Seguir viviendo - Parte 2

Vestido negro, corto, que sólo cubría sus pechos, el escote de la espalda hasta la cadera, zapatos negros con tacón de aguja, cabello suelto, una gargantilla de encaje, sus pulseras de oro en tobillos y muñecas, Belentinne usaba el mismo atuendo con el que conoció a Jason. Terminaba de aplicar su maquillaje mientras su hermano peliverde, Avaricia y sus hermanas, Ira y Envidia la veían con cierta curiosidad.

–¿No crees que te estás arreglando con mucho cuidado? –preguntó la de estilo rockero de cabello anaranjado, Ira.

–¿Y para qué? ¿Un miserable humano? –reprochó la de aspecto de hombre, cabello plateado y ojos grises, Envidia.

–Déjenla. Aunque sí me sorprende ver lo mucho que has estado interactuando con él. Ya hasta dejaste de trabajar aquí. –agregó Avaricia bebiendo su copa de vino.

–Debería confirmar si esa chica es Muerte, en cambio está jugueteando con un mortal cualquiera. –la pelimorada resopló mirando con sorna a su hermana de ojos grises, se acercó a tomar su cara y darle un pequeño beso en los labios.

–Todo a su tiempo hermanita, ahora tengo una cita.

–¿Cita? ¿Desde cuándo llamas así a tus peones? ¿O me dirás que te enamoraste de él? –rió arrancando la sonrisa de la contraria– Sabes que para nosotros, eso es una estupidez. Y tú menos que nadie puede sentir amor, porque eres nada más y nada menos que Lujuria.

–Cállate.

–Aquella que se satisface solo con el acto carnal.

–¡Cállate Marlon! –abofeteó con enfado a su hermana que solo le miraba con una sonrisa– Tú no tienes nada que decir cuando no te satisfaces con nada. Tienes a nuestro informante en el Edén reportándote cada detalle de Admiración, hasta te vistes igual que él al punto de parecer su exacta replica. Yo mínimo encuentro placer con otros, pero no busco ser como ellos ¿verdad?

Luces parpadeantes por la tensión entre dos hermanas que se miran en riña, Avaricia tuvo que intervenir para que la pelea de miradas no se convirtiera en una física. Belentinne se fue con enfado a buscar a su cita, verlo a él y a su vida como es que le llama a Ashia, fue suficiente para que su enojo se esfumara. Con encanto tomó el brazo que Jason ofreció y se fueron a disfrutar de la velada mientras Ashia les despedía desde la casa de su abuelo, con quien hablaba sobre sus problemas, inseguridades, e incluso los sueños, y siempre le calmaba con los consejos sabios.

–¿Debería decirle a papá lo que sé de Belentinne? –preguntó sin darle detalles de cómo fue llevada a ese establecimiento.

–No, créeme cuando te digo que él se hace una idea, pero si estás preocupada, creo que sería bueno que hablarás con él sobre eso, él entenderá.

Ella asintió recostando su cabeza en el brazo del mayor para continuar viendo la película, aunque en poco tiempo el sueño le venció. Un sueño donde el campo verde rebosaba de paz recostada mirando al cielo.

–Es un lindo lugar que tienes en tus recuerdos. –una voz que le ocasionó extrañeza. Volteó su vista a la chica al lado que se encontraba mirando también al cielo.

–¿Quién eres? ¿Por qué luces como…?

–Porque lo soy.

–¿De qué hablas?

–Tú eres tú, yo soy yo, pero ambas iguales sufriendo por lo mismo. No me quejo de lo que haces aquí, les has devuelto felicidad. Él está más contento con verte, al igual que Dylan, hasta hiciste amigas. Ese accidente fue un milagro para ambas, Ramé.

–¿Ramé?

–Solo un concejo, cuídate de…

Ashia despertó con el casi final de la película y aún recostada del hombro del anciano, quien rió bajo cuando la joven se reincorporó frotando sus ojos. Ella decidió que iría a dormir aunque quizá el resto de la noche no podría conciliar el sueño luego de esa ilusión como piensa que es lo que vio. Fue acompañada por el mayor a entrar a su casa, él se quedaría en la sala para cuidar a su nieta esperando a que Jason regresara. Ashia se dirigió a su habitación y se recostó en su cama tratando de soñar otra vez con lo mismo o mínimo encontrarle una explicación a lo que su mente le proyectó.

Sin embargo, no tardó mucho tiempo cuando un sonido de algo cayendo al suelo se escuchó en la planta baja, ella se levantó extrañada para dirigirse a la sala, la luz de la televisión iluminaba un poco el espacio dejando ver que la mitad del cuerpo de Josef se hallaba tirado cerca de las escaleras.

–¡Abuelo! –gritó asustada bajando rápido, pero se detuvo cuando una persona alta con ropa oscura y pasamontañas se encontraba parada a los pies del señor– ¿Qué busca? Llévese lo que quiera, pero váyase.

El hombre dio un paso, Ashia se asustó más y trató de huir de nuevo arriba, pero ese hombre la alcanzó sujetándola de la cintura y aferrándola a él para someterla al suelo, ella intentó gritar, pero fue en vano cuando el extraño tapó su boca.

–Shh, cálmate gatita. –dejó de pelear para poner atención a su voz.

Ahí recordó su sueño, aquel donde se había visto a sí misma al lado, aquella que le hacía una advertencia sobre ese hombre que la tenía sometida.

¿Qué dijiste?

Cuídate de Marcus, el marido de mi madre.

¿Tu madre?

Esa amnesia hace complicado el explicarte, pero por ahora entiende que Marcus es un maldito.

¿Por qué?

Porque me hizo a mí, lo que tú sufriste una vez y casi te pasa otra vez con ese Lucas. Lo hizo por los últimos tres años…

Fragmentos difusos aparecían en su mente, llanto, súplicas, dolor, la figura de Erika parada en la puerta permitiendo lo que su esposo le hacía a su hija, las miradas de lástima de las pocas empleadas que se quedaban en la noche por lo que por una semana de cada mes la joven era obligada a soportar.

El sujeto se quitó el pasamontañas dejando ver el rostro de Marcus con una sonrisa sorna y mirada pícara analizando la figura de Ashia.

–Te he extrañado mucho gatita, vaya que te has desarrollado más –bajó a respirar el cuello de la menor y a dejar besos suaves mientras a ella el terror le invadía una vez más, recordando aquel sentimiento que apareció con Lucas–. Iremos arriba a tomar tus cosas y nos largaremos juntos.

La joven logró morder la mano mayor y golpearlo en el estómago, tratando de subir las escaleras, pero él la tomó por los tobillos jalándola hacia abajo.

–Bien, la jodiste gatita, iba a ser dulce contigo, pero parece ser que debo castigarte como antes.

–¡No! ¡Ayuda! ¡Papá! ¡Mamá! ¡Abuelo! ¡Admiración!

–Cierra la boca. –la jaló de las hombros para empujarla a golpear su cabeza con el suelo.

Ashia quedó desorientada, todo le daba vueltas mientras que destellos en su vista le hacían tener visiones de un árbol, manzanas en cúpulas, un chico de cabello blanco y ojos dorados. Dejó de temblar quedando inmóvil como si no le importara sentir el ataque a su cuello y la presión de sus muñecas, estaba en una especie de trance, shock de lo que su mente trajo de vuelta, lágrimas empezaron a correr mientras sentía como las manos del hombre ahora recorrían su cuerpo.

–Verás que este castigo te hará gozar, gatita –dijo a su oído con encanto, mas su sorpresa apareció cuando los brazos de la menor le rodearon–. ¿Gatita?

–Veamos quién de los dos lo goza más. –susurró con aburrimiento.

Confusión ante sus palabras expresadas con cierta rabia contenida, y consternación ante un frío helado que empezó a sentir desde adentro. Intentó separarse, más Ashia no lo soltaba, él se asustó de una joven que sabía no tenía fuerza alguna comparada con la de él, pero ahí estaba, no pudiendo zafarse de los brazos que deseaba que le correspondieran a sus deseos. El aire le empezó a faltar, no importa cuánto oxígeno tratara de llevar a su interior, este simplemente no llegaba a sus pulmones, cansancio que producía somnolencia y negrura apoderándose de su visión, golpe seco de un cuerpo cayendo al suelo, muerto.

La joven quedó estática un momento con las manos en el aire para luego sentarse temblando y aferrándose al barandal de la escalera, sus ojos miraban fijamente al hombre con ojos sin pizca de vida, todo a su alrededor le parecía una pesadilla, una verdad que aún no asimilaba por completo.

×~×~×~×~×

Un auto deportivo rojo estacionado, un pareja dentro que se disponía a volver después de haber terminado su velada, la mujer de cabello morado y ojos púrpuras sentada en las piernas del hombre de cabello castaño y ojos dorados, besándose con pasión, ella arremolinando sus manos en la cabeza de él, él recorría con sus manos el cuerpo de ella, llegó sintiendo su gargantilla y retirándola sin que Belentinne se diera cuenta hasta después de que pararon sus besos, notando que Jason veía y tocaba con delicadeza su garganta.

–¿Qué te pasó? –estaba asustada, nerviosa, sus cicatrices es lo único que le causa vergüenza y odio en su cuerpo– Bel, ¿quién te hizo esto? –más confusión se atizaba cuando en los ojos del contrario se mostraba el enojo.

–¿Por qué estás enfadado?

–¿Por qué? Porque me importas –volvía deslizar sus dedos sobre sus marcas como si fuera lo más frágil del mundo–. Lo que te hagan a ti es mi problema. –ella sonrió, no con picardía o burla, sino que daba una sincera, esperanzadora, feliz, completa.

–Eres un buen hombre, Jason. Casi me haces querer abandonar todo por ti.

–¿Y por qué mejor no lo compartes conmigo? Tus miedos, tu dolor, tus inseguridades, tus emociones.

–Sería pedir mucho, un sueño guajiro de tener un paraíso. Soy una mujer complicada, mis cicatrices van más allá de solo marcas físicas, y tú eres un simple hombre que jamás podrás hacer nada por mí.

–Bel…

–Pero poder probar un pedacito del cielo no me disgusta. Entonces, Jason, ¿crees que podrás regalarle un poco de milagro a este pecado? –miradas cruzadas que de vez en cuando se desvían a observar sus facciones y sus bocas que se rozan con anhelo.

–Incluso si tengo que permanecer en el infierno, no me importaría ser el siervo de esta hermosa diabla.

Sonrisas cómplices, unión de sus deseos y corazones que laten desbocados, felicidad que les tocó por un momento hasta que una llamada al hombre le fue hecha demandando su regreso a su casa, encontrando a una ambulancia transportando a Josef, una camioneta forense llevando una camilla con un bulto dentro de una bolsa negra, patrullas rodeando su hogar.

–Señor, no puede pasar. –mencionó un policía aguardando el perímetro.

–¡Esta es mi casa! ¡¿Donde está mi hija?! –Belentinne lo tomaba del brazo tratando de tranquilizarlo. El oficial los guió hasta dentro de la morada mostrando que la joven se hallaba aún al pie de las escaleras aferrada a ellas, pero con el teléfono de línea en una mano, pues se había levantado a llamar al número de emergencia– Ashia ¿qué pasó? –se aferró a ella.

–Tres años… –susurró llamando la atención de todos– Durante tres años él… me tocó…

–¿Qué? ¿De qué hablas?

–Me violaron… Marcus era un maldito violador, lo hizo por los últimos tres años, vino aquí, a hacerlo de nuevo y Erika lo sabía, lo veía y lo permitía.

Lágrimas de dolor e ira en los ojos del padre que se aferró con desconsuelo por la confesión de su hija, esa noche fue larga, Ashia no derramó ni una lágrima más, estaba dolida, sí, pero ya no sentía nada más. Josef estaba internado en el hospital en el área intensiva, las autoridades fueron directo a interrogar a la madre de la joven luego de su declaración sobre su participación, Jason lloró a su hija por todo el tiempo a la vez que le decía que todo estaría bien, Belentinne se compadecía de la situación, y todo le era más complicado para corroborar sobre sus sospechas, sin embargo se quedó a acompañar a un padre afligido mientras la hija se quedó encerrada en su habitación mirando su reflejo en el espejo.

–Sigues aquí ¿no?

Sí, aquí siempre he estado, sólo que tú no te dabas cuenta.

–Ya no te hará daño.

Gracias. ¿Y qué piensas hacer ahora que recuperaste tus recuerdos?

–Sigo pensando en eso, pero tú me preocupas, porque esta es tu vida, no la mía.

Pero mereces una

–Al igual que tú.

Ramé

–Muerte –interrumpió con irritación–. Mi nombre es Muerte. ¿No es así? –subió su mirada a ver por el espejo al par que se hallaba fatigado atrás de ella– Admiración y Vida.

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