Capítulo 25: Explicación - Parte 1
Con un poco de cojeo va encaminada hasta el siguiente salón que queda una planta debajo de la suya, se quedó unos momentos esperando recostada de la pared hasta que el casi peliblanco y su amigo pelirrojo salieron encontrando la sorpresa de la espera de la castaña cuando ellos iban a ser los que la fueran a buscar por primera vez.
–Ya íbamos a ir por ti. –mencionó Dylan dándole un beso en la mejilla junto a Sam.
–Quise venir por ambos. Miren, hice galletas para todos. –destapó una caja que venía en su bolsa junto a su almuerzo.
–Se ven buenas –sorpresa cuando un chico pelinegro tomó una galleta sin permiso, Sam y Dylan lo miraron enfadados, Ashia por el contrario permanecía alegre como siempre en especial cuando probaban su comida–. Y sí lo están. –Dylan y Sam se interpusieron alejando a la chica.
–No molestes Arthur. –pero el chico solo se mantenía inexpresivo mirando a la joven.
–Así que también cursas la escuela aquí. El mundo es pequeño ¿verdad? –impresión en el par de amigo al ver como el otro dibujaba una pequeña sonrisa. Ashia entregó su caja de galletas a que Dylan lo sostuviera mientras ella tomaba unas servilletas y colocaba en ellas algunas galletas que luego obsequió al chico con tatuajes en su cuello– ¡Toma! Me alegra verte otra vez Arthur. ¿Cómo está tu padre? –dijo ofreciendo con mucho entusiasmo.
–Bien, refunfuñando porque eres muy blanda con tu novio.
–No era mi novio.
–Peor todavía –miró al par de amigos que no dejaban de fulminarlo con la mirada, así que alborotó el cabello de la muchacha y se despidió comiendo una galleta–. Adiós Ashi.
–Hasta pronto. ¡Ah! Espera, ¿puedo acompañarte hoy a tu casa? Pasaremos a comprar un pastel de zarzamoras, u otro si no les gusta. –mas sorpresa en la cara de Dylan y Sam ante su conversación, teniendo preocupación de cualquier relación que ellos dos hayan formado.
–¿Para qué quieres ir a mi casa?
–Visitar a tu padre y también tengo que preguntarles otra cosa. ¿Puedo?
Confusión en la vista por esa chica que no dejaba de sonreírle como si de años de amistad llevaran, podía notar lo mismo en el par de amigos que seguían matándole con la mirada. Él se cuestionaba si seguir molestándoles o solo pasar de la ocasión cuando odiaba a ese tipo de chicas que eran demasiado empalagosas, sin embargo, algo también le intrigaba cuando sentía cierto carisma que emanaba, aceptando que se fueran juntos al terminar sus clases.
×~×~×~×~×~
Durante el almuerzo, Dylan y Sam se empeñaban en hacer a la chica desistir de su loca idea de compartir tiempo con un brabucón que no valía la pena, sin embargo, ella les sonreía en pro de que todo estaría bien, pero eso no les tranquilizaba, así que ellos decidieron que les acompañarían para vigilarlo y cuidar a Ashia.
–¿Y ustedes por qué vienen? –preguntó Arthur mirando de reojo al par de amigos al lado de él mientras esperaban a que Ashia terminara de comprar el pastel de zarzamoras.
–¿Crees que vamos a dejarla irse contigo siendo cómo eres? –respondió irritado Dylan fulminándolo al verlo.
–¡Listo! –la chica dio un pequeño salto al estar frente a ellos.
El camino fue tranquilo, al menos por no haber pelea entre los muchachos, bien podría decirse que estaban más ocupados poniendo atención al como Ashia hablaba con la elocuencia que se le caracteriza describiendo un día perfecto acostada en campo con el viento soplando, y admirando las nubes como si estuvieran a unos metros de sus vistas, o simplemente diciendo que parecen algodón que de seguro serían excelentes camas esponjosas en las cuales pasar el rato.
Una vez llegaron a casa de su compañero de escuela, pasaron dejando ver que el interior estaba oscuro por las cortinas cerradas, notando que eran los primeros en llegar. Ashia entregó la caja de pastel a Arthur y con atrevimiento sin mala intención fue darle paso a la luz del sol a la sala y pasando hasta la cocina.
–¿Siempre es así de animada? –Arthur alzaba una ceja por la alegría de la joven que acomodó la mesa teniendo una contestación afirmativa de sus compañeros de clases– No sé a qué hora volverá mi padre. –puso la caja y sacó el pastel procediendo a tomar un cuchillo y tenedores para cortar y servirlo.
–Oh, si no llega para cuando nos vayamos, por favor dale mis saludos. –el chico asintió una vez ya estaban comiendo.
–Está bueno. ¿Y de qué querías hablar?
–¿Tienes un familiar de nombre Belentinne? –preguntó sorprendiendo al contrario y también a Dylan.
–¿Por qué lo preguntas?
–Hace algunos días me torcí el pie y esa señora nos ayudó, se apellida como tú, entonces pensé que quizás es algún familiar tuyo.
–Sí, es mi tía, pero ¿por qué la buscas con exactitud?
El chico miraba con seriedad a la joven que aún mantenía su sonrisa amable, los otros chicos también lo notaban y se extrañaban, mas no hubo tiempo de responder cuando a la casa llegaban el padre del muchacho junto a dos de sus hermanos, el hombre con traje gris y sin corbata, de cabello verde oscuro y corto casi al ras, y ojos de color esmeralda, portando sus dos anillos de diamantes cada uno en un dedo anular; la otra era aquella mujer que siempre carga pulseras en sus muñecas y tobillos, además de una gargantilla en juego al vestido revelador que traiga puesto.
–¡Señor Eamon! ¡Señorita Belentinne! –dijo entusiasmada la joven que se levantó a abrazar a la mujer, sorprendiendo a todos– Me alegra verla de nuevo y agradecerle por ayudarme.
–Oh, de nada cariño. Y, ¿ustedes se conocen?
–Su hermano también me ayudó hace poco –la soltó y señaló a la mesa donde sus amigos estaban–. Trajimos pastel, ¿quieren?– su sonrisa se fue un momento por ser tomada con delicadeza del mentón y recibiendo del peliverde una sonrisa algo burlona.
–¿Qué significa esto, Belentinne? ¿Reclutas a nuevas candidatas? –su hermana rió sin abrir su boca y tomó con ambas manos el rostro de la menor.
–Es verdad que una cara tan inocente junto a carne joven es tentador para nuestros tiburones, pero no te equivoques conmigo, hermano.
Ashia no entendía, sin embargo, Dylan se sentía ofendido por ese comentario, por lo que con molestia se levantó jalando a su amigo por el cuello de la camisa por detrás y a la chica de la muñeca.
–Lamentamos irnos así, pero tenemos prisa. Adiós. –dijo sacándolos de la casa.
–Espera, Dylan, ¿qué ocurre?
–No me gustó la forma en la que ella habló.
–¿Qué dijo?
–No importa. Mira, entiendo lo que querías hacer al buscarla, pero esa mujer no es del tipo que tenga una relación.
–¿Por qué no?
Todos se detuvieron, al rubio le costaba poder explicar lo que quería decir, no era de juzgar a las personas por su apariencia, pero también le era difícil tener una opinión diferente con el solo comentario y actuar de la pelimorada, aún así pidió que ya no intentara acercarse de nuevo a ellos. Ashia se encogió de hombros, si bien no quería preocuparle, tampoco deseaba apartarse de alguien solo por una primera impresión y menos si no entendía, sólo le prometió tener cuidado, de esa forma pudieron irse, Dylan y Sam doblando una esquina y Ashia seguiría a su casa, pero…
–Olvidé mi mochila en casa de Arthur –musitó para ella misma viendo cómo sus amigos volvieron a doblar otra esquina perdiéndoles de vista y, sonriendo triunfante regresó corriendo a casa de a quien ya consideraba otro amigo–. ¡Hola Arthur! –con sorpresa, el muchacho miró alrededor sin ver al par que la habían acompañado.
–¿No se habían ido?
–Olvidé mi mochila –el chico iba a responder, pero ella volvió a hablar–. ¿Sigue tu tía aquí?
–Sí… pasa. –lo hizo dirigiéndola a la sala donde el trío de hermanos hablaba, él le devolvió su mochila y ella pidió hablar con la mayor, quien confusa al igual que los demás, aceptó saliendo un momento afuera.
–Niña, ¿qué es lo que tramas?
–¿No quiere venir a cenar hoy en la noche? ¿O alguna otra noche?
–¿Quieres que tenga una cita con tu padre?
–¡Sí! –la mayor rió ante esa emocionada joven que veía como una completa inocente de mente.
–¿Algunas ves te has escapado de casa? –Ashia se extrañó ante su pregunta, no sabía si lo había hecho en el pasado, pero en su presente aseguraba que no lo haría, así que negó sin pensar en lo que la contraria le propondría– Hoy voy a esperarte en la esquina de tu casa, a media noche quiero que vengas conmigo en mi auto.
–¿Eh? ¿Para qué?
–Para que entiendas mejor la preocupación de tu amigo.
–¿Por qué no me lo dice?
–Porque pareces del tipo de chica al que hay que enseñarle las cosas en vez de explicarle. Ahí me dirás tú si soy buena influencia para tu padre o no. Hasta la noche, cariño. –mencionó dándole un muy corto beso en los labios dejándola sorprendida.
×~×~×~×~×
Ashia estaba tapada hasta el cuello con sus sábanas mirando su reloj digital que marcaba que casi era medianoche, suspiró indecisa sobre lo que haría, pero se destapó mostrando su atuendo de pantalón oscuro y una camisa blanca, se puso botas lisas hasta media pantorrilla y se colocó un suéter rosa oscuro con capucha, dejó su cabello suelto y con mucho sigilo salió por su ventana bajando por la reja de enredaderas que había al lado, colocó su capucha para ocultar su rostro y caminó con las manos en las bolsas de su suéter hasta la esquina de la calle a esperar a la mujer que le prometió recogerla.
Miraba la hora que ya había llegado, pronto lo hizo también el auto deportivo rojo dejando ver a la mujer. Ashia rodeó el vehículo y entró para así ponerse en marcha hasta aquel establecimiento con letras neón, bajaron y entraron sin problemas por la puerta principal. El interior rebosaba de música y personas bailando, de olor a alcohol y tabaco, luces parpadeando al ritmo de la música, personas que disfrutaban más que sólo la diversión del sonido en la pista, pues habían otros en los asientos, algunos consumiendo más que la droga legal de cigarrillo y bebidas, pues algo de polvo blanco era un poco distinguible entre algunas “medicinas” más, sin mencionar a aquellas personas que no tenían incomodidad de mostrarle su afecto a los que les rodeaban.
«No te separes de mí» dijo a su oído la mujer que le tomó la mano y la guió hasta una cabina de vidrios oscuros que tenía, pero ahí no era la única que estaba, era como una habitación circular que se divida en un total de 8 cubículos que rodeaban a otro espacio. La mujer dejó a la joven en su espacio que estaba acomodado con una silla en el centro y una pequeña mesilla al frente, al lado otro mesa para poner los objetos que deseen, como sus bebidas o simplemente para no tener algo que les estorbe de disfrutar el espectáculo que estaba por pasar.
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