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Capítulo 24: ¿Lo fuimos?

Noche que se alzaba con la luna colándose en la habitación del hotel sobre un antro. Mujer que disfruta de deleitar a su cuerpo con otro, dejándose sólo su gargantilla y sus pulseras en muñecas y tobillos, hombre afortunado de complacerse con ella. Lujuria se encontraba sentada sobre el hombre que recorría su piel por los costados y subiendo por sus pechos, apetencia que saciaba con libertad y sin que le importase el qué dirán, aunque nunca le satisfacía por completo, y ahora menos que el tipo arrancó su collar pensando que tenía derecho a tomar más de lo que ya se le permitía.

Arrebato que pagó con su vida cuando dejó al descubierto las cicatrices de la dama y que le hacía llorar. Su hermano de cabello corto y verde oscuro entró a la habitación sentarse a la orilla de la cama donde su hermana ahora estaba con las manos cubriendo su rostro, ella se acercó a acurrucarse entre sus brazos a pesar de estar aún desnuda.

-Mírame -pidió con suavidad el hombre acariciando su cabello, petición que ella cumplió-. Todo está bien, él ya no está para dañarte.

-Lo odio -regresó su rostro sollozo al pecho del otro que seguía acariciando los cabellos morados-. Maté a nuestro cliente.

-No importa, que la limpieza se encargue. Vamos arriba, descansa Lujuria.

-No lo digas, sabes que no me gusta.

-Lo siento, acordamos usarlos cuando nos reuníeramos para hablar sobre nuestro objetivo y cuando nuestra madre estuviera presente.

-Así es. Ahora no discutimos nada y mamá no está. Por favor, no lo digas.

-Claro, Belentinne.

-Gracias Alfred.

×~×~×~×~×

Día siguiente en donde la pelimorada caminaba con coquetería hacia su auto deportivo durante la tarde luego de haber comprado diversos vestidos, zapatos de tacón de diferentes alturas, maquillaje, lencería atrevida, perfumes caros y joyería, felizmente metía las cosas a su vehículo con algunas miradas en sus líneas marcadas por el atuendo ceñido al cuerpo que sabía, tenía encima, pero que más disfrutaba de que la vieran así sintiendo lo bella que era y la picardía que podía provocar.

Algo en especial le llamó atención, al lado del edificio del que acababa de salir dilucidó a un par de muchachos que deducía, eran pareja, la chica estaba recargada de la pared y el muchacho arrodillado en una pierna tomando el pie de ella mientras le daba pequeñas vueltas. La mujer podía irse, más algo en aquella joven le daba curiosidad haciendo que se acercara para preguntar.

-Me he torcido el pie. -dijo sonriente Ashia mientras que Dylan por ratos veía nervioso a la mujer que se percataba de ello y dibujaba una pequeña sonrisa.

-Suban, los llevaré a donde quieran. -alzó su llave e inquiriendo con la cabeza a que le siguieran.

El chico no estaba de acuerdo, sin embargo la chica no veía problema, en especial cuando esa mujer le producía cierto sentimiento desconocido. Un camino silencioso por parte de la mujer de cabello morado y ojos purpuras que veía por el retrovisor a la pareja hablar con alegría, aunque era más justo decir que sus ojos se posaban en aquella muchacha que emanaba cierta dulzura y ternura en cada gesto y que lo expresaba con una sonrisa gentil.

El auto se detuvo frente a la casa de Ashia quien bajó con ayuda de Dylan que la tomaba rodeando su cintura con un brazo y tenía uno de ella rodeándole el cuello. La mujer les acompañó hasta la puerta donde les ayudó a entrar con las llaves de la menor, el padre escuchó la entrada ser abierta y se dispuso a dar la bienvenida a su hija sorprendiéndose de verla.

-Mi vida ¿qué pasó?

-Me torcí el pie al dar una vuelta para alzar un poco el vuelo de mi vestido. -dijo sonriente provocando un bufido en risa por la forma tan tranquila en que su hija lo explicó.

-Lamento no haber sido más cuidadoso con su hija, señor Summer. -Dylan rascaba su nuca con algo de pena.

-Tranquilo, fue un accidente, ¿verdad, papá? -el hombre asintió revisando el tobillo de la chica- Mira papá, esta señorita tan amable nos ayudó a venir, nos ofreció el viaje en su coche.

-Oh. Creo que no tiene nada -él se levantó para ofrecer su agradecimiento a la mujer a la que aún no había prestado atención-. Muchas gracias... Señorita... -miró de arriba a abajo a la mujer que usaba un vestido corto y negro, sin tirantes que le cubría apenas sus senos estando estos un poco apretado, pensaba que quizás en un salto alguno se le podría salir, estaba nervioso, y no podía alejar sus ojos de los de ella.

-No hay de qué, cariño. -respondió tomando la mano del contrario.

-Soy Jason Summer, e-ella es mi hija, Ashia.

-Sí, eso noté. Bien, hasta luego. -la mujer se despidió dirigiéndose a la entrada mientras el mayor mantenía un poco abierta la boca de la impresión al ver el escote de la espalda que llegaba a la cadera.

-Es linda ¿no? -Ashia preguntó sin recibir la mirada de su padre, quien sólo asintió en respuesta- Se va a ir, pregúntale su nombre.

-¿Qué? -volteó su cabeza rápido para ver a su hija con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Ahora!

El mayor tragó saliva y se encaminó rápido mientras su mente se preguntaba qué es lo que hacía yendo tras una mujer así, y que deducía era diez años menor que él. ¿Con qué excusa le pediría su nombre? ¿Para qué al menos lo hace? No tuvo tiempo de pensar en nada cuando ya la había alcanzado, y ella se volteó alzando las cejas sin quitar su sonrisa. Fueron segundos de silencio que se le hicieron largos tratando de palabrear algo sin tener algo en mente, ella alargó un poco más su sonrisa, sabía perfectamente lo que el contrario trataba de hacer, no era la primera vez que alguien buscaba algo de su atención y, sabía reconocer los nervios de un hombre que se sentía por alguna manera de decirlo, estar abrumado por tratar de hacer una conversación con una mujer como ella.

-Me llamo Belentinne Gilbert.

-Es hermosa... -la mujer alzó una ceja, el hombre parecía haberse puesto más nervioso- No, me refería a su nombre, bueno, usted también, claro, no sólo su nombre, no me lo tome a mal, porque usted... -la pelimorada rió al ver la inquietud que le provocaba al contrario.

-Eres muy tierno -dijo haciendo al otro sonreír y soltar un suspiro, pero pronto se fue para ser cambiado por más nerviosismo cuando ella se acercó y se puso de puntas para besarle cerca de la boca a la vez que le susurró a su oído-, y también muy atractivo. Adiós.

-¿No quieres que... eh...?

-¿Qué?

Ella esperaba a que el hablara, sin embargo, él se alejó un poco y agradeció de nuevo la ayuda para su hija. Belentinne se retiró en su auto, él también regresó a su hogar recibiendo un puchero y reclamos por parte de su pequeña por no pedirle su número telefónico o invitarla a comer, pero ambos adultos sintiendo cierta decepción.

×~×~×~×~×

Al siguiente día Ashia se encontraba sin prestar atención a los comentarios sin importancia como los catalogaba que recibía de personas que no entendían su situación, había pasado de tener amigas de confianza, a solo compañeras que la habían engañado.

-Hay que tener cuidado de cada persona -mencionó Isabella alzando la voz con sorna mientras Ashia se retiraba a salir del salón para almorzar con Dylan y Sam-. Nunca sabes cuándo te va a tocar conocer a una mosca muerta. -Ashia se detuvo soltando un suspiro regresando a quedar a un lado de su pupitre.

-Lamento que Dylan nunca te haya correspondido, pero así nunca lo va a hacer y nadie más.

-¡¿Qué?! -la rubia se levantó con enfado.

-Que no tienes justificación por haber ayudado a Lucas a hacerme creer que éramos novios. Él trató de abusar de mí y es injusto que quieras hacerme ver como la mala. Respóndanme algo por favor, Isabella, Carol, Katia. ¿Alguna vez fuimos amigas? -el trío se miró entre sí, la pelirroja y la morena evitaban más que nada tener que mirar a la chica frente a ellas que fruncía el ceño con compasión- ¿O eso también fue mentira?

-Teníamos lástima de ti, nada más.

-Comprendo -asombro entre sus compañeros al ver como Ashia dibujaba una gran sonrisa cargada de alegría-, gracias por preocuparse por mí, pero ya no es necesario.

Ella continuó su recorrido hacia el salón de sus amigos dejando a una Isabella con el humor de mil demonios que poco podía ocultar, renegaba de que Ashia pareciera tan feliz cuando juraba que sólo mentía en que su vida era tan agradable como lo aparentaba, sintiendo injusticia de que tuviera cosas que no merecía cuando ella sí.

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