Capítulo 23: Declaración para ella
Discusión enardecida de su padre al teléfono, Ashia sabía perfectamente con quien peleaba de forma tan acalorada, Jason recriminaba con ferocidad a Erika por haberla hecho ir a una fiesta tan tarde, haber invadido su privacidad y hacer conversaciones con sus contactos pretendiendo ser ella.
–¡No seas exagerado!
–¡¿Exagerado?! ¡¿Cómo se te ocurre hacer esa clase insinuaciones a chicos?! ¡Y lo peor de todo es que se lo hiciste a nuestra hija!
–¡Ay por dios! ¡Ella no es una santa como tú crees! ¡No sé qué clase de mentiras te ha contado, pero ella no es una santa!
–¡Casi violan a MI HIJA!
–¡Algo habrá hecho ¿no?!
–¡¿Alguna vez te escuchas?! ¡Maldición Erika! ¡Tú no mereces llamarte madre! ¡Ahora entiende esto, ella no va a volver contigo después de esto!
–Estás secuestrándola, esta es mi semana.
–No, claro que no la tendrás más. Voy a llamar al abogado, esto no se va a quedar así.
Colgó sin más nada, ya que las palabras que tenía en su interior no eran más que puros insultos y no iba a mencionarlas a la madre de su hija y menos con ella ahí, empezó a caminar cerca de las escaleras como forma de calmarse hasta que notó a Ashia con las manos en el barandal. Resopló y subió para abrazarla con ella correspondiendo unos momentos antes de regresar a su habitación para cambiarse e ir a la estación de policías a denunciar al chico, además de llamar al señor que la ayudó para que lo hiciera una vez más con su declaración. Como Lucas se encontraba en el hospital por los golpes, tuvieron que ir a interrogarlo allí.
–Espero que reciba su castigo. –replicó el padre saliendo de la estación tomado de la mano a su hija.
Ella veía la cara del pelirrojo con obvia molestia teniendo preocupación por el comentario de la otra noche por querer hacer pagar al chico con su vida. Se limitó a decir que todo iba a estar bien con su usual sonrisa, alegrando a su padre y confundiendo al otro sujeto, además de entregarle la camiseta que le prestó.
×~×~×~×~×
Siguiente día en la que Ashia fue a la escuela llevada por su padre, dejada en el portón y ella dirigiéndose a su salón en el cual apenas puso un pie, el ambiente era diferente, era como si fuera ignorada adrede y los que la veían lo hacían con disimulo poco marcado por la comidilla. Confusa se acercó a sus amigas para preguntar, sin embargo, ellas enarcaron las cejas como si no la conociesen.
–¿Qué está pasando? –cuestionó ofendida ante sus indiferencias. La rubia tomó la palabra encarándola.
–Todos nos hemos dado cuenta de la fichita que eres. ¿Crees que no nos íbamos a enterar? Mira que andar con un hombre mayor y encima hacer que golpeara a Lucas hasta dejarlo en el hospital, y más encima crear falsos rumores de que trato de abusar de ti. Que mentirosa eres.
–¿Mentirosa? Él fue el que se decía ser mi novio cuando nunca lo fuimos… –hizo una pausa al haber recordado algo mientras miraba a esa chica con sonrisa torcida– Lo sabías ¿verdad? ¿Por qué?
–No entiendo a qué te refieres.
–Sabías que él mentía y sin embargo me dijiste que yo les había dicho a ustedes. Me engañaron… ¿por qué me hicieron esto?
A pesar de que Isabella era la única que agrandaba su sonrisa sorna, nadie contestó. Las clases comenzando y fueron pasando con normalidad, todo le parecía un mal sueño cuando su docente a cargo del grupo le llamó para tener una plática sobre los rumores. Ella aclaró las cosas, al menos con la academia, pero aún así eso no dejaba de darle un mal sabor al asunto, en especial cuando tocó las clases de tutoría con Dylan, quien se sentó frente a ella con una sonrisa de apoyo.
–No dejes que nadie te afecte con esos comentarios, tú no eres eso que dicen cuando ni siquiera te conocen.
–Gracias. –sus ojos se habían inundado a pesar de tener una sonrisa.
Ese día ellos no estudiaron, se sentaron debajo de una mesa pegada a la pared escondida al final de la biblioteca donde la joven se aferró a abrazarlo y llorando en su pecho. Cuando las clases terminaron su padre la recogió para ir juntos a casa de su madre a recoger sus cosas, aunque Erika estaba furiosa con ello y culpaba de todo al padre, sin embargo no hubo nada qué hacer cuando la propia hija la rechazaba.
Antes de que el carro se pusiera en marcha pudo notar las miradas enfadadas de su madre y de su marido en dirección a ellos, poco le importó mientras veía ese dibujo de familia de ensueño que ocultó al cerrar la tapa del cuaderno.
Así estuvo todo el camino, con mirada posaba en ese libro de dibujos hasta que su padre le llamó la atención cuando miraron que en la entrada de su hogar, aquel muchacho rubio la esperaba sentado en las escaleras. El hombre los dejó ahí para que hablaran y entró con las cosas de su hija.
Ashia se mostraba entristecida, muy decaída tan siquiera para empezar a hablar. Su ser se sentía cada vez más confuso, como si tuviera una neblina a su alrededor que fuera cada vez espesa. Sin embargo, parte de esa sensación era por el sueño tan vívido que tuvo durante la noche, como si sintiera que Lucas había logrado su cometido de tenerla, como si en verdad hubiera sido abusada provocando que en su interior empezara a emanar algo peligroso que amenazaba con surgir y carcomía su luz haciéndole recordar la emoción en los ojos rojos del señor que la salvó.
Más la mano del chico que le miraba con ternura hacía que algo se interpusiera deteniendo ese rencor que brotaba desde su corazón, dándole una ilusión de pensar que la neblina se concentraba en los ojos del muchacho. Ella abrió su cuaderno en la página donde su ilusión de familia se encontraba.
–Supongo que los sueños solo son eso, sueños.
–No digas eso, tu padre está contigo, yo también, tus amigas…
–Ellas no son mis amigas. Isabella me engañó, ella y Lucas me hicieron creer que éramos novios, no me dio ni siquiera motivos.
–¿Isabella? Espera, ¿una chica teñida de rubio? ¿Isabella Harrison?
–Sí, ella. ¿La conoces? –el muchacho suspiró irritado masajeando su sien.
–Sí, la conozco, antes era mi amiga, me confesó sus sentimientos, pero no le correspondí, luego se convirtió en una pesada de lo peor.
–¿Qué? ¿Por qué?
–Ahora entiendo todo, pensé que verte con Lucas fue una coincidencia, pero no.
–¿De qué hablas?
Dylan se veía un poco nervioso, aunque más apenado mientras rascaba su cabeza y no dirigía la mirada de la joven. Respiró profundo antes de empezar a hablar, o mejor dicho, a confesarse. Él había entrado a la escuela de Ashia este año, el anterior estuvo en otro instituto donde participaba en un equipo de basquetbol a pesar de no ser tan alto. Ahí conocía a Lucas, eran amigos hasta que un día él dejó de hablarle porque lo encontró charlando con la chica que a él gustaba desde hace tiempo, pero que no le hacía caso por más que lo intentaba, aunque esto Dylan no lo sabía.
–Dylan, no estoy entendiendo nada.
–Ashia… Eh, tú y yo ya nos conocíamos. –ojos de asombro era lo que ella mostraba ante sus palabras– El año pasado, me peleé con Lucas porque él no quería dar pases a ninguno del equipo, por eso perdimos el campeonato. Yo fui a sentarme debajo de un árbol, y tú estaba al otro lado con ese mismo cuaderno.
La chica miraba el objeto entre sus manos, sorprendida de lo que el chico confesaba apenas pudiendo mirarla a la cara. «Estabas tan concentrada dibujando algo que me acerqué más sin que te dieras cuenta. Y entonces me sorprendí bastante con el lienzo que tenías» Tomó el cuaderno y lo abrió en la última hoja haciendo que Ashia abriera sus ojos con más incredulidad. Un dibujo de Dylan hecho a lápiz se hallaba plasmado es ese papel, sus preguntas no se hicieron esperar, cosas cómo saber por qué actuó como si no se conocieran la primera vez, o el haber guardado silencio después.
«Sólo nos habíamos visto ese día, por supuesto estabas muy avergonzada cuando te diste cuenta de que te descubrí dibujándome, pero luego hablamos por alrededor de cuatro horas, eras igual que como eres ahora, tan alegre en tu hablar, sonrisa que me enamoró en un segundo, pensé en no forzar las cosas y hacer que todo fluyera como esa primera y única vez que conversamos, siendo como fuiste y eres.»
Dylan tomó el rostro sonrojado de ella y se acercó a juntar sus labios, Ashia estaba más que sorprendida al conocer esa parte de su pasado, cerró sus ojos ante una felicidad que sentía, pero también otro sentimiento más se asomó, una decepción que le entristecía pensando que ese amor sincero que profesaba el chico, no era para ella y a la vez, lo sentía tan familiar como si esto ya lo hubiera vivido antes.
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