Capítulo 2: Tu nombre
–Hey, Ramé, por fin llegas. –mencionó el de cabello plateado, Admiración, levantándose a abrazarla con fuerza.
Ella rió aceptando el gesto. –Lamento la demora, tío. –el hombre giró un poco su cabeza a un lado mientras acariciaba la de ella a la vez la chica miraba como Vida se iba a sentar. –Vamos.
–¡Sí! Adelante pequeña. –ella rió por ese comentario que siempre le decía mientras se sienta entre su madre y Vida.
–Qué bien que has llegado, querida. –habló la peliblanca, Alma, con una sonrisa amable. –Como sabemos, nuestra familia en las sombras se ha estado moviendo, antes eran sigilosos, pero parece ser que ahora están siendo más deliberados. Sin embargo, nosotros permanecemos alertas y seguimos ayudando a que los humanos no caigan en las manos de Locura. Los Guía nos apoyan y alivian nuestro trabajo para que podamos enfocarnos en casos como el que vamos a tratar aquí, por eso, Ramé, por favor danos tu opinión.
Ella asintió y tomó el expediente mientras Vida la observaba con el ceño fruncido y apretando sus brazos al tenerlos cruzados. La chica abrió un poco los ojos y miró rápidamente al chico para luego apartar la mirada, comenzando a leer el escrito. A Vida le pareció extraño ese gesto, más permaneció en silencio entrecerrando un poco su vista.
–¿Qué opinas, hija? –preguntó su madre inclinando su cabeza a la vez que los demás esperaban su respuesta.
–Bueno... Su enfermedad ya se ha extendido por todo su cuerpo, las medicinas sólo consisten en calmantes que a veces ni funcionan y el tratamiento le da un tiempo extra, pero... se va a desgastar más, y el dolor aumentará.
–¿Lo sugieres? –preguntó la de cabello verde, Generosidad.
–Sí. –suspiró con tristeza mientras mantenía el expediente cerca de ella como si quisiera esconderse en él.
–¿Quién es? –Vida cuestionó con hostilidad. –Ya tenían ese archivo aquí cuando llegué y además estaban todos reunidos. No quisieron decir nada hasta que ella estuviera aquí. ¿Así que quién es?
–Hijo. –mencionó su madre al ver como el peliblanco se levantó arrebatando el expediente de las manos de su hermana.
–¿Qué? ¡¿Por qué ella?! ¡Elizabeth se ha esforzado mucho!
–¿Por qué te diriges hacia Ramé? Ella sólo está dando su opinión.
–¡Por supuesto que va a dar su opinión cuando se encarga de matar!
–¡Vida! Ella está aquí porque es necesaria. El ser humano ha crecido mucho y ella nos ayuda para mantener el equilibrio, además, no es ella exactamente la que provoca el fallecimiento. Ramé existe como consecuencia, al igual que tú.
–Yo traigo la felicidad, ella la tristeza.
–Ella sufre... –susurró con voz lastimosa la chica con la cabeza baja al recibir las palabras del chico. –¿Dónde está su manzana?
Castidad se acercó con una cúpula de cristal con una base de madera oscura y dentro, una manzana roja con un nombre gravado. Dejó el objeto en el lugar de Ramé y quitó el vidrio, la chica dio un toque con el dedo índice a la fruta y este abrió una especie de pantalla donde se veía a una mujer en una cama de hospital, se encontraba conectada a un respirador, su cabello rubio no tenía brillo y su piel pálida denotaba el avance de su enfermedad, su familia que consistía en sus padres, sus suegros, su esposo y su hijo de 6 años, estaban presentes acompañándola en el momento que pronosticaron que ya no había nada que hacer.
La joven procedió a retirar un guante dejando ver que la piel de su mano tan pálida como un cadáver contrastaba con un color más sano a partir de su muñeca. Ramé se acercaba a tomar la manzana, apenas estaba a milímetros y la cascara de la fruta empezaba a marchitarse.
–Oye... ¡No te atrevas! –Vida arrebató la manzana y la aferraba a no dejar que su opuesto le diera su final. –¡Elizabeth aún tiene muchas cosas que hacer!
«¡Mamá!» «¡Elizabeth!» La desesperación de los familiares se escuchó en la pantalla haciendo notar que la mujer empezó quejarse por el dolor en su cuerpo. Los seres miraban la escena con tristeza, entendían al muchacho que no deseaba que una parte de él se fuera.
Vida puede hacer que todo se avive, como la felicidad, alegría, fuerza, vitalidad, eso es algo bueno cuando necesitas energía, pero también puede avivar el dolor cuando se altera, pues ahora una mujer humana con la que se había encariñado por la gran fuerza que mostraba ante la adversidad estaba siendo puesta a dormir.
–¡Ella aún puede seguir y luchar!
–¡Vida! –la joven tomó con su mano cubierta la mejilla del joven y con la descubierta tocaba con tres dedos la manzana, pues evitaba tocar la piel de su enamorado. –Ella está sufriendo. ¿Cuánto más quieres que luche en algo que ya sabe el resultado? Si fuera a curarse estaría bien, pero no lo va a hacer, eso es martirio. Mírala. –el chico volteó su vista a la mujer que se veía más relajada por el toque de Ramé, pero aún con rastro de dolor. –Elizabeth debe dormir.
–No... Ella aún puede tener tiempo.
–¿Cuánto más? Cada día está más cansada y más débil. Vida, la quieres viva porque es una excelente mujer y una gran humana, por eso hay que recompensarle su bondad con un descanso digno. Vamos, dame su manzana
–No...
–Vida, vamos. –ella lo soltó del rostro y con gentileza tomó la manzana con la mano que está cubierta. –Ella y su familia tendrán a un Guía.
La chica acurrucó la fruta en un abrazo mientras tocaba con su mano descubierta la piel de la manzana, comenzando a marchitarla y a desintegrarse, apagando la vida de la mujer que se despedía de su familia ahora sin dolor y con una sonrisa, con su hijo en brazos y con el llanto de sus seres amados, y también el de Vida, aunque no derramara las lágrimas, al menos no frente a los demás.
El chico bajó su mirada con frustración e impotencia, una más marcada que todas las veces anteriores y que le hizo salir de la sala con prisa sin que nadie le detuviera, Ramé lo siguió hasta su habitación, pero él le cerró la puerta en la cara, ella se sentó recostada de la entrada esperando a que él le permitiera hablar.
Las horas pasaron y el cielo se cubrió de estrellas con la chica aún esperando al joven. Su madre y abuela pasaron a preguntar por él, pero ella negó el hecho de que quisiera hablar.
–Ve a dormir, ya podremos conversar mañana. –mencionó Amor reincorporándose después de acariciar el rostro de su hija.
–Descansa Ramé. –su abuela le besó la mejilla y se retiró con su hija. La chica por su parte se quedó un par de horas más.
–Vida, lo siento mucho. –mencionó una vez parada y poniendo sus manos cubiertas en la entrada. –Descansa... –sin embargo fue sorprendida por el chico abriéndola.
–Pasa. –dijo haciéndose a un lado y dejando a que la chica se adentrara para luego cerrar la puerta.
–Vida... perdón por lo que pasó, pero Elizabeth no...
–Cállate. –él se acercó para besarla, al principio fue desesperado, pero luego Ramé tuvo que separarse por la rudeza con que tomaba sus labios. –¿Te dolió?
–Sí...
–Es bueno saber al menos sientes algo. –palabras que afligían el corazón de la chica y le hacía querer irse de ahí, sin embargo, Vida no lo permitió haciendo que lo besara de nuevo y llevarla así a su cama.
–Vida... creo que ya no deberíamos hacer esto. –pronunciaba entre suspiros mientras el joven se entretenía con su cuello. –No a escondidas... además, mamá...
–Cállate, deja de decirle mamá, no es tu madre y yo no soy tu hermano, ni siquiera eres hija de mi tío Odio.
–Pero la quiero como mi madre, ella fue la que me quiso como una hija.
–Pero no lo es, entiéndelo, Muerte.
–No lo digas.
–Acéptalo, ese es tu verdadero nombre. –él la sujetó de las muñecas y volvía a besarle el cuello, esta vez con intención de dejar marcas.
–No me gusta, se me permitió llamarme Ramé.
–Tu nombre es Muerte.
–Basta... por favor. –dijo entre quejidos de dolor emocional por no soportar que quien le gusta le llamara así, y físicos que le causaba el ataque a su garganta y la presión que Vida ponía en sus muñecas.
–Eres Muerte. –palabras que depositó en un susurro con enfado a su oído, lastimándola.
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