Capítulo 13: ¿Dónde estás?
El cantar de los pájaros era opaco en medio de campo de flores, los venados y alces comían el pasto y de vez en cuando levantaban su vista para ver al joven peliblanco sentado en un lugar que había quedado aplastado por el constante peso que se le fue aplicado hasta dejar una especie de cuna donde las rosas y flores silvestres eran los cuidadores de aquella que adoraba dormir ahí. Él estaba recargado de un brazo al suelo y el otro estaba descansando en la rodilla de la pierna que tenía flexionada.
Vida posaba sus ojos dorados al frente sin ver algo en específico, pero sí miraba algo que estaba en su mente y que le hacía apretar su puño con irritación, molesto por ese sentimiento se levantó del lugar y fue hasta la sala de las manzanas, la gran vitrina dejaba ver a sus frutas dentro de sus cúpulas de cristal en los estantes. Pasó por un lado de su tía Castidad apenas saludándola y viéndola a sus ojos púrpuras, llegó hasta una puerta a la que abrió con premura para entrar y así encontrar en esa sala aquella manzana dorada sin nombre y en su cúpula. Sacó la fruta y se sentó en el sillón carmín a un lado a observarla antes de proyectar la existencia de la dueña que ahora podía ver.
–Voy a estar por aquí cerca por cualquier caso ¿sí? –vio al hombre de cabello castaño y ojos ámbar hablándole a su hija.
–Sí papá, gracias. –pero nada le provocaba más su sonrisa que ver a la joven que se lo dibujaba con la suya.
Vida ahora había tomado gusto por mirarla, al principio sólo quería descubrir la razón por la que esa manzana apareció al no poder encontrar la de Dylan Winters y con la que la única forma de saber de él, era mandando a un Guía a que le vigilara presencialmente y regresara con el reporte de su existencia. Ver a esa joven de castaño oscuro y ojos avellanas también le tranquilizó el sentimiento de enojo e incertidumbre por no saber a dónde había huido Ramé con la existencia de Dylan.
–¿Dónde estás? –musitó habiendo quitado su sonrisa y con mirada fija en el rostro que radiaba de felicidad al caminar junto a sus tres amigas.
–¿Entonces ese chico te gusta? –la morena al lado de Ashia le lanzaba miradas pícaras haciendo que ella se sonrojara y jugara con su dedos. Vida alzó una ceja al escuchar eso– ¿Quién te viera tan coqueta?~
–Katia, no la molestes. –dijo con voz controlada pero demandante la rubia teñida.
–No me molesta Isabella, está bien. No sé si pueda decir que me gusta o no, sólo nos hemos visto por tres días y por una hora donde la mayoría del tiempo me ayuda a estudiar. –la pelirroja se enganchó a su cuello haciendo a un lado a la morena.
–¿Y qué hacen en el tiempo que no estudian? –dijo burlona mirando a Isabella.
–Hablamos, es un chico muy interesante, sabían. Además de culto, me ha enseñado palabras que no sabía que existían.
–Es muy guapo ¿verdad?
–Eh… S-sí… –mencionó con timidez al igual que su sonrisa que dejaba escapar, a Vida verla así le gustaba, aunque algo le molestaba también, sin embargo, la atención fue puesta en la rubia que se detuvo enfrente de ellas.
–Ashia, él no te puede gustar, es imposible.
–¿Eh? ¿Por qué?
–Porque tú dijiste que solo se han visto tres días y por muy poco tiempo, además hay una razón mayor por la que no te puede gustar.
–¿Cuál?
–Tú ya tienes novio. –los ojos de ella se abrieron con impresión y su sonrisa se borró haciendo a su boca abrirse un poco con sorpresa.
–¿Cómo lo sabes?
–Porque nos lo contaste a nosotras y lo conocemos. Además, mira –inquirió con el mentón a que volteara–, ya llegó, vino a hablar contigo.
Todas voltearon para ver como un chico alto y pelirrojo se acercó caminando rápido hasta a Ashia, la rodeó con sus brazos y la besó sin más pareciendo desesperado. Al peliblanco le hizo arrugar el entrecejo, estaba por dejar de ver lo que le molestó cuando se sorprendió de como la joven lo alejó y abofeteó mostrando su molestia, eso hizo que a Vida le regresara su sonrisa ahora siendo de orgullo.
–¿Qué te pasa Ashia? Eso dolió. –replicó el chico sobando su mejilla.
–No te conozco, y si lo hice, creo que debes saber que no lo recuerdo.
–Estoy enterado de tu amnesia…
–Bien, entonces deberías tener presente que ahora eres un desconocido, haber llegado de esta manera y besarme de la forma en que lo hiciste fue muy grosero.
–Pero… soy tu novio.
–Eso no lo sé. Adiós –mencionó agrandando la sonrisa de Vida, pues la joven se despidió de sus amigas viéndolas con molestia por haber entendido que tramaron una salida por eso–. ¿Qué haces? Suéltame. –el chico lo detuvo por el brazo.
–Espera por favor, disculpa lo que pasó, es que estaba emocionado. Vamos a hablar un poco por favor.
A la joven no le hacía gracia la situación aún cuando sus amigas la alentaban a darle una oportunidad de hablar al chico, sin embargo, se tranquilizó soltando el agarre del muchacho y lo acompañó a una cafetería dentro del gran edificio con diversos tipos de departamentos para charlar en una mesa para ellos dos cerca de la ventana de cristal con el logo del nombre del establecimiento.
–Me alegra poder verte, estás muy preciosa, bebé.
–No me llames así, ¿quién eres?
–Ah… Sí, soy Lucas Ray, tenemos la misma edad, pero voy en otra escuela, nos conocimos durante las semifinales del campeonato de baloncesto el año pasado, tu escuela ganó y nos sacó para estar en la final. Empezamos a hablar a partir de ahí y nos hicimos novios dos meses antes de tu accidente.
–¿En verdad? –él asintió sonriendo amable– ¿Entonces por qué jamás te vi en el hospital? ¿Por qué mi padre no me habló de ti? –la sonrisa del chico se fue en un instante.
–Bebé…
–Que no me digas así.
–Ashia, tu padre no sabía de nosotros, aún no le decíamos nada.
–Eso no justifica que no te hayas presentado ni un día cuando estaba internada, ni siquiera una visita en casa para saber si estaba bien o no. ¿Qué clase de relación teníamos para que no me fueras a ver?
–Perdóname Ashia –su voz subió un poco con irritación captando la atención de algunas personas en el local, luego la bajó para ellos dos–. Escucha, tu padre me asusta.
–¿Mi padre te asusta?
–Sí.
–Eres casi de su misma altura y musculatura, además de que es muy gentil. ¿De qué vas a tener miedo?
–Los padres son muy cariñosos con sus hijas, pero no con sus novios.
–Pero si dijiste que jamás nos hemos presentado como pareja. ¿Cómo es que puedes decir que es diferente contigo? –él pasó sus manos por la cara soltando un suspiro pesado.
–Ashia, créeme, te quiero, y quiero volver a salir contigo como antes, por favor. Bebé, extraño tus besos, y no sabes las ganas que me estoy tragando por comerte esos labios rojos. –ella se apenó desviando la mirada y encogiéndose de hombros.
–Yo… necesito digerir esto.
–Sí, por supuesto, básicamente es nuevo. ¿Sigues teniendo el mismo número de celular?
–No, papá me compró otro.
–Bien, entonces dámelo, quiero poder mantenerme en contacto.
Por un momento ella dudó, pero aceptó para así lograr conocer un poco más de su pasado si es que él podía darle algo.
–Hasta luego, Ashia, te ves preciosa. –besó su mejilla con lentitud para luego irse dando pasos hacia atrás y salir del lugar con sonrisa en terneza.
Ashia se quedó un rato mirando el número de él pensando en lo que acababa de enterarse y en lo que ahora cambiaba parte de su vida al pensar también en Dylan rememorando su sonrisa risueña y que le provocaba una a ella. Llamó a su padre para que la recogiera a la entrada del centro comercial luego de despedirse de sus amigas habiéndoles notificado su decepción al no informales nada.
×~×~×~×~×
–¿Pasó algo, mi vida? –preguntó el mayor luego de tocar la puerta de la habitación de su hija lista para dormir.
–Bueno… –ella dudaba si comentarle sobre el chico que se decía ser su novio– Estoy muy cansada, fue un largo día lleno de emociones y sorpresas.
–Ya veo, entonces descansa.
–Una pregunta…
–¿Sí?
–¿Tú me dejarías tener novio?
–¿Qué? –su hija le miraba fijamente, él se acercó a sentarse– ¿Lo preguntas por ese Dylan?
–Bueno… no… Es sólo que lo preguntaba, bueno… es que… yo… –tartamudeaba con sonrojes provocando que el contrario sonriera de ternura, a lo que besó su frente para luego juntar la suya.
–Mientras sea alguien que te trate con respeto, amor y te de el lugar que te mereces, yo estaré complacido de compartirle mi vida.
Los párpados de la joven se abrieron con impresión ante las palabras tan dulces acompañadas de su voz ronca y sonrisa tierna junto a esos ojos dorados que le miraban con amor, haciendo que su ser se llenara de alegría y le abrazara fuerte siendo correspondida para luego dormir complaciente.
En todo su día y parte de su noche, Vida posó sus ojos ámbar en ella, reía y disfrutaba de su alegría, y se molestaba cuando no era parte de aquella sonrisa que sus labios dibujaban, sin mencionar que sentía algo familiar en ella, algo que le hacía sentirse extraño y culpable al verla, y que suponía era porque no entendía la razón de su irritación que le surgió luego de ver la cercanía que estaba teniendo con Dylan.
Vida estaba confuso, pensaba que una unión entre ellos sería algo beneficioso para todos, pero ahora no sabía el porqué de su recelo mientras más los veía interactuar. De esa forma dejó la manzana dorada en su lugar y salió rumbo a aquel lugar donde lastimó a quien le amaba, con su dedo índice jaló suavemente el cuello de su ropa y con su otra mano sacó el collar de plata que colgaba con el dije del árbol que aquella chica le regaló. Su ceño lo fruncía sin bien saber si lo que sentía era aún el odio por recordarla constantemente o si algo más se asomaba en su corazón. Apretaba ese dije mirando con molestia el suelo que se había regenerado por completo de pasto mientras su mente le obligaba a recordar las súplicas de la chica por que él se detuviera y las palabras de dolor por estarla lastimando.
Por favor, Vida… Me duele… –su voz quebrada salía junto a su llanto contenido sin que sus ojos le obedecieran.
–Cállate… –susurró tomando su cabeza con la mano libre.
No más… Detente, me haces daño…
–Cállate por favor…
¿Por qué? Te amo… –abrió sus ojos con asombro al sentir algo húmedo en sus mejillas, llevó su mano a tocarlas con incredulidad al darse cuenta que lloraba mientras recordaba todas las veces que vio a lo lejos la alegría de su amante al estar en compañía de su familia, su amiga, los animales, ella sola apreciando la calma de la naturaleza y el soplido del viento ya fuese estando despierta o dormida, también incluso en su presencia o cada que le veía a él, incluso recordaba los besos furtivos en el campo, en la sala de juntas, en la habitación del árbol o en cualquier recoveco en el que se pudieran ocultar a las vistas de los demás, él tomándola de la cintura, y ella rodeando su cuello cumpliendo su exigencia de no tocarlo.
Sus memorias volvían con el sentir de sus cuerpos juntos, con el tacto que ejercía en su piel arrebatando sus suspiros y con su gesto sonrojado con la que siempre se le entregaba sin más nada, sobretodo recordaba su voz con su siempre Te amo saliendo con el más sincero y real sentimiento ya fuera solo juntando sus frentes o teniéndola estrujada a él y cerca de su oído.
–¿Dónde estás… Ramé?
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