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Capítulo 12: Pazguato

–Hola Ashia –dijo Dylan con una sonrisa mirándola como se sentaba con la cabeza baja, cabello suelto y su labial rojo aplicado–. ¿Lista para la clase de hoy?

Ella asintió tímida subiendo su vista a los ojos del contrario también dedicándole su alegría. Comenzaron su tutoría, pero en vez de que Dylan estuviera frente a ella, ahora se había cambiado a quedar a su lado, se recostaba de la mesa con actitud apacible sin dejar de dedicarle sonrisas cómplices a la contraria que se encogía de hombros respondiendo con nerviosismo, él lo sabía haciendo que acrecentara la curvatura de sus labios. La campana sonó y la hora había llegado para que ambos regresaran a sus respectivas clases.

–Dime Ashia, ¿estás ocupada hoy después de clases?

–Eh… Sí… lo siento, unas amigas y yo iremos al centro comercial, vamos a comer un helado.

–Oh, bueno, será en otra ocasión.

–Lo siento.

–No te preocupes –ambos salieron de la biblioteca, sus caminos eran en direcciones contrarias, pero antes de irse, Dylan tomó el rostro de la joven con una mano y acercó sus labios a la otra mejilla–. Hasta mañana.

–Ha-Ha-Hasta mañana. –su sonrojes apareció en segundos junto a su sonrisa y voz temblorosa.

Ella corrió dejando al chico divertido ante su reacción observando su espalda hasta que dobló la esquina. Dylan acomodó más su mochila en su hombro y fue directo a su salón con emoción que revoloteaba en su interior y que no quería dejar salir ahí aunque se le notara a kilómetros. Apenas abrió la puerta y un chico cayó al piso, un joven de cabello pelirrojo caoba y ondulado llegando hasta los hombros, con pecas dispersas en sus mejillas y ojos con heterocromía, uno ámbar y el otro púrpura que resaltaban aún más con su piel blanca.

–¡Sam! –gritó preocupado Dylan arrodillándose junto a él– Oye…

–Estoy bien… –el chico se reincorporó a quedar sentado con sus brazos recostados al suelo por detrás.

Su amigo lo tomó del rostro para ver que su labio dejaba salir una línea de sangre, Dylan miró al otro joven frente a ellos que se mofaba junto a sus amigos y algunos en la clase, un chico pelinegro de ojos oscuros con un tatuaje en su cuello de franjas negras a ambos lados que se iban adelgazando hasta llegar a ser puntas, su saco está amarrado por las mangas a su cadera, su camisa blanca por fuera del pantalón tiene tres botones desabotonados del cuello dejando ver más sus tatuajes y sus mangas arremangadas hasta los codos.

La risa salió con burla. –Ay, su novio llegó –dejó ver la lengua con un piercing en ella.

–Arthur… ¿Qué mierda te pasa, imbécil?

–¿Qué? –la diversión se le esfumó de sus facciones cambiándola por enfado– ¿Cómo me llamaste, marica? –el rubio se paró a quedarse frente a frente, encarándolo.

–Te llamé por lo que eres, un puto imbécil.

–¡¿Quieres que te arranque la cabeza?!

–¡Inténtalo si puedes!

Ambos se lanzaron a jalonearse para pelear, el pelirrojo caoba se apresuró a alejar a su amigo de su agresor tomándolo por detrás.

–¡Dylan! ¡Cálmate! ¡No tiene caso! –exclamó con él relajando su forcejeo.

–Sí, mejor hazle caso a tu novia, antes de que termines lastimado.

–¡A ver cuál de los dos es el que termina herido! –volvía forcejear.

–¡Dylan!

–¡¿Qué es lo qué pasa aquí?! –un hombre de traje de unos treinta y tantos se adentraba con mirada fulminante, su cabello corto y castaño era acompañado por ojos grises claros provocando que sus alumnos permanecieran en silencio ante su presencia– ¿Y bien? ¿Alguien va a hablar? Señor Gilbert, ¿podría darme su reporte? –se dirigió al pelinegro que abrochaba sus botones del cuello.

–¿Por qué me pregunta a mí?

–¿Entonces estoy equivocado en pensar que usted comenzó una pelea por molestar de nuevo a su compañero por la misma razón de siempre?

–No es…

–Le recuerdo que en esta institución fomentamos el respeto para todos, si usted no está dispuesto a aceptar lo que claramente no tiene nada de malo, entonces tiene un problema muy grande, deje de ser pazguato y siéntese de una buena vez antes de que lo envíe a dirección una vez más –el par de amigos rió con burla contenida ante el adjetivo que su compañero recibió de su maestro.

–Sí señor… –caminó a su asiento junto a sus compañeros– ¿Qué significa eso que me dijo? –susurró a su compinche en voz baja, quien sólo subió lo hombros en señal de no saber.

–Ustedes también por favor. –les dijo a Dylan y Sam, a lo que ellos obedecieron.

Las lecciones de su clase continuaron sin demora, esa era la última que tenían y bien agradecían los amigos cuando querían relajarse después de ese mal trago que tuvieron.

–Dylan Winters, Sam Smith y Arthur Gilbert, quédense un momento –el profesor esperó a que sus demás alumnos se fueran para poder hablar con el trío parado frente al escritorio– Que esto no se vuelva a repetir, especialmente lo digo para usted, señor Gilbert, su comportamiento es una inaceptable falta de respeto. Señor Winters y señor Smith, si alguien les molesta de esta manera o cualquier otra, les exhorto a que le reporten, y para los tres, no se vayan a los golpes. –el trío asintió– Bien, pueden irse, pero se lo advierto señor Gilbert, cambie esa actitud porque se meterá en muchos problemas.

–Sí señor Sommier.

Él se fue y Dylan miró a su amigo para irse, sin embargo, Sam pidió que le esperara afuera mientras hablaba con su maestro, cosa que aceptó saliendo del salón, pero quedándose cerca de la puerta, si bien sabía dar espacio a los demás, también pecaba de ser chismoso con su amigo.

–¿Qué pasa, señor Smith?

–Disculpe lo que pasó. –el mayor suspiró.

–Escucha Sam, no dejes que esto te afecte, haz de oídos sordos a lo que los demás digan de ti, eres un excelente estudiante y un gran chico –el menor sonrió aliviado de sus palabras recibiendo de su maestro una sonrisa–. Ahora ve, tu amigo te espera.

–¡Sí!

El chico salió con alegría encontrando a su amigo al lado de la puerta mirándole divertido, Sam lo empujó con suavidad y el par se apresuró a salir caminando para llegar a la casa de Dylan, pasaron por el garage donde su padre arreglaba un auto.

–Hola señor Zack.

–Hola Sam ¿qué tal te va?

–Oh muy bien, he aprendido a pintar con acuarelas, gracias por preguntar.

–Que bien, me alegra saberlo, quizás podrías venderme uno.

–Se lo regalo si gusta –rió mientras el mayor revisaba el motor del deportivo–. ¿Nuevo trabajo?

–Sí, me lo trajeron hoy por la mañana.

–Es genial.

–Nah, prefiero los clásicos. Oye, ¿te quedas a comer hoy?

–Si no tiene inconvenientes.

–Claro que no, eres bienvenido cuando sea. –su hijo llamó a su amigo para subir a su habitación.

–Hasta pronto.

Los amigos subieron las escaleras y entraron a la habitación del Dylan, las paredes pintadas de un azul claro con figuras blancas de un pájaro con las alas extendidas y detalles de plumas que se dispersan de diferentes tamaños, su cama individual con un pequeño escritorio al lado donde la fotografía de su madre se halla. Sam pasó poniendo su mochila en el piso y sentándose en la cama llevando su cuerpo a acostarse.

–No importa cuantas veces entre, tu habitación es increíble.

–Gracias –él se sentó en la silla poniendo el respaldar por enfrente–. ¿Viste la cara de tonto que tenía Arthur cuando el profesor lo llamo pazguato?

–Dios, eso fue lo mejor que he tenido el gusto de ver. No creo que entienda ni aunque supiera que eso significa que es un dramático por cualquier cosa.

–Pero ver su cara de idiota por no conocer palabras es lo mejor ¿no lo crees?

–Sí, esa sería la única razón por la que quisiera verla la cara.

–Y te gustó que el profesor te dijera esas palabras antes de salir del salón ¿no? –agregó guasón burlándose de su amigo, cuya nerviosismo trataba de ocultar.

–¿Para qué decir que no si sí? –dijo orgulloso cerrando los ojos para luego reír junto a su amigo.

–¿Y bien? ¿Qué tal te va con ese cuadro que quieres hacerle al profesor Sommier?

–¡Ya está casi terminado! –mencionó con alegría levantando su cuerpo a quedar sentado– ¿Sí crees que le guste?

–Está genial, tienes mucho talento para eso.

–Gracias, lástima que mis padres no lo ven así… Ellos creen que es una perdida de tiempo… Te envidio un poco, tu padre es genial, ojalá él fuera el mío también…

–Ay amigo, sabes que aquí siempre serás bienvenido.

–Lo sé, pero bueno, cuéntame lo que pasó hoy con esa chica. ¿La invitaste a salir?

–Hoy no podía, tenía una salida con sus amigas, pero también fue genial, su cabello suelto enmarcaba su linda cara, sus ojos avellanas destellaban y su sonrisa… eso era lo mejor de todo.

–Uy~ pero si cupido no te flechó, él te acribilló. –carcajeó junto a su amigo que ocultaba su sonrisa risueña con los brazos recostados del respaldar.

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