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Capítulo 10: Galleta

Uniforme listo y bien planchado junto a su cabello suelto que adornaba con un listón blanco, rebuscó en sus cajones algo que quería probar desde que lo vio la primera vez que revisaba sus cosas para reconocerlas. Quitó la tapa del pequeño cilindro y dio vuelta hasta sacar la barra roja que usó para pintar sus labios. Se quedó viendo su reflejo en el espejo sintiéndose linda al verse y con un pequeño rubor en sus mejillas al pensar si le gustaría su apariencia al chico rubio de ojos azules que parecían tan enigmáticos.

Feliz bajó las escaleras para la cocina y tomar la bolsa de papel rosa amarrada con un listón rojo en forma de moño y meterla con mucho cuidado a su mochila junto al almuerzo que su padre le preparó.

–¿Todo listo, mi vida?

–¡Sí! ¡Todo listo! –dijo con ánimo cerrando sus puños a la altura de su pecho haciendo al mayor reír.

×~×~×~×~×

La hora de la tutoría llegó al igual que Ashia a la biblioteca encontrándose al muchacho sentado en la mesa leyendo un libro recargando su cabeza en su puño mirando con una sonrisa a las letras del escrito. Con timidez, la joven pasó a sentarse en la silla de enfrente, el chico no levantó la mirada, pero habló ante su presencia.

–¿Lista para las clases? Hoy toca física.

–¿Qué lees?

–¿Quieres tener un día más de vida? –su voz burlona fue acompañada de una leve risa subiendo su vista, la sonrisa le fue arrebatada ante una cara felizmente apenada con labios rojos adornarla– Qué linda… –pensó con algo de bobismo en su expresión impresionada– Ah… Saca tu libro y libreta… –ella asintió obedeciendo mientras él cerraba el suyo y lo metía a su mochila.

–¿No es de la biblioteca?

–No, es mío.

–¿Te incomodó que preguntara por él?

–No… No es eso.

–¿Entonces? –frunció su ceño con pena y mirada curiosa ladeando su cabeza a la derecha.

¡Dios! ¡Pero qué tierna! –expresó en su mente tragando nervioso y torciendo su boca a un lado por el mismo nerviosismo– Eh… ¿Prometes no reírte o burlarte?

–¿Por qué lo haría?

–Digamos… que no muchos no lo hacen cuando saben mi gusto…

–¿Es literatura erótica? Porque no creo que sea malo o motivo de burla.

–¿Qué? –su cara reflejó la sorpresa de la pregunta– No, no es eso… –sacó su libro y lo extendió– Son… poemas… Me gustan mucho –ella tomó el pequeño libro entre sus manos observándolo curiosa–. ¿Te parece raro?

–¿Por qué?

–No es común que alguien de nuestra edad se interese por esto, especialmente si son chicos, muchos lo creen raro o te definen como gay. Ya he tenido burlas sobre eso.

–¿Y lo eres?

–No. –contestó con irritación

–¿Y cuál es el problema? ¿Los odias?

–¡Claro que no! –repelió exaltado provocando un sobresalto de la contraria y recibiendo una llamada de atención de la encargada de biblioteca– Lo siento. No tengo nada contra ellos, mi mejor amigo es gay, pero no quiero que me juzguen sólo por ello.

–Ya veo… –ella miraba el escrito con una sonrisa que le hacía sentir tristeza, cosa que el contrario también notó– Pero sabes, no deberías prestarle atención, todo el mundo te va a criticar leas o no esto. Además, creo que en cierta forma no te importa, ya que usas ese pendiente. –dijo mirando el objeto en la oreja derecha y haciendo que el chico posara su pulgar a sostenerlo con el nudillo del índice, expresando también tristeza en sus ojos.

–Esto… era de mi madre… Conservo los dos, pero sólo uso uno…

–¿Por qué?

–Ella murió… hace tiempo, tenerlo puesto me hace sentirla cerca. Yo… la extraño mucho, mi padre se hace cargo de mí, es un excelente padre, muy responsable y dedicado, por eso… –el joven había estado hablando sin mirar a la chica, pero cuando subió su vista se preocupó de ver las lágrimas de ella rodar por sus mejillas– ¿Ashia? ¿Qué te ocurre?

–No lo sé… Me dieron ganas de llorar, perdón. –dijo soltando con más fuerza sus lágrimas cubriendo su cara con las manos –Perdóname Dylan.

El joven se preocupó mucho, se levantó yendo con ella a abrazarla con fuerza y ofrecer su hombro, cosa que ella tomó aferrándome a él con un sentimiento de culpa que no entendía, por su parte, Dylan acariciaba su cabello con gentileza, hundiendo su rostro también en el hombro de Ashia derramando las lágrimas en compañía de una chica que veía como muy sentimental.

×~×~×~×~×

–Perdón por ponerme así. –mencionó apenada la chica con la vista en el ejercicio del libro de física.

–Descuida, fue muy tierno de tu parte. –dijo mirándola escribir teniendo dibujada una sonrisa.

–Acabé.

–A ver –tomó su ejercicio para revisarlo, su sonrisa se fue y miró a la contraria entrecerrando sus ojos–. Pequeña mentirosa.

–¿Qué?

–Pero sí eres muy buena en la materia –rió bajo regresando el libro–. Esto está muy bien resuelto.

–¿En serio? –él asintió provocando una enorme sonrisa a la chica– Yo creo que eres un muy buen maestro.

–Muchas gracias –ambos mantenían las miradas cruzadas, él con ternura, ella con timidez, un rato que fue interrumpido por el sonido de la campana anunciando el final de la hora–. Se nos acabó el tiempo.

–Atrasé las clases.

–No te preocupes, eres bastante inteligente, así que no hay nada de que preocuparse –levantó su mochila después de haber guardado sus cosas–. Bien, nos vemos luego…

–¡Espera! –cubrió su boca para así mirar a la encargada de la biblioteca que le entrecerraba los ojos–Perdón… –se apresuró a sacar de su mochila una bolsa de papel rosa con moño rojo– Toma. –extendió el detalle con ambas manos y mirada fija en el contrario junto a un rubor en sus mejillas.

–Oh, un obsequio –lo tomó sonriendo– ¿Por qué? Mi cumpleaños aún no llega.

–Quise cocinar galletas para ti.

–¿Por qué?

–La verdad… no lo sé. –Dylan estaba sorprendido admirando esa sonrojes que adornaba la cara de Ashia que para él, le parecía el toque más angelical que había visto.

–Gracias –sonrió de nuevo abriendo el regalo y sacando una galleta que comió con gusto–. Están muy buenas– palabras que puso una gran alegría en la contraria–. Por cierto– él se acercó depositando un beso en su mejilla e impresionándola al pasar a su oído con voz pícara e impostada–, te ves muy linda hoy, ese rojo en tus labios es tentador.

Se separó admirando que sus mejillas se habían encendido más a la vez que jugaba con sus dedos junto a esa sonrisa tierna, tímida e ilusionada que le provocaba a él sonreír con terneza.

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