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Capítulo 1: Secreto

Un espacio blanco y amplio de largos cimientos de bordes dorados, piso de mármol bien pulido dejando ver un poco de reflejo, al centro una mesa redonda con un silla en el espacio dejado en medio que se puede girar sobre su eje, mientras que alrededor de la mesa hay diez asientos y uno de ellos vacío.

Seres en el servicio de Consciencia y Alma, el padre deja que su hija guíe a sus hijos en el trabajo por supervisar a los humanos, la mayoría de ellos pareciese de treinta y tantos años, analizan los casos más destacados para tomar una decisión en conjunto.

–Ramé no ha venido de nuevo. –mencionó sonriente un hombre de ojos café y cabello lacio, castaño y largo hasta los hombros con camisa de mangas largas y pantalón de telas modestas, ni siquiera usa zapatos, él es Humildad.

–Supongo que se retrasó en su paseo. –agregaba otro hombre de ojos azules, cabello rubio claro peinado hacia atrás y usando un traje blanco, su nombre es Paciencia.

–No lo creo, ella es puntual en estos casos. –añadía una mujer de vestido sencillo y cabello verde claro hecho trenza y ojos verdes, Generosidad.

–¿No está cocinando? –rió un hombre rubio de cabello que llega a las orejas y ojos avellanas, también con traje, pero sin saco. Inapetencia.

–Tal vez anda ayudando a Gina en su jardín. –una mujer de cabello celeste recortado y un flequillo cayendo por el lado derecho hasta su mejilla, ojos azul claro, pantalones bombachos, botas militares y camiseta sin mangas tomaba la palabra. Ella era Obra.

–Gina está trabajando, no puede estar con ella. –pronunció una mujer de falda negra y larga debajo de las rodillas con mallas del mismo color arriba de ellas, zapatillas parecidas a las de enfermería, una camisa de mangas largas también negra con una velo cubriendo su cabellera rizada color lila hasta media espalda junto a sus ojos púrpuras. Castidad.

–Tal vez está viendo el horizonte, le gusta mucho eso. –atinó a mencionar un hombre de ojos grises, cabello plateado y ondulado arriba de las orejas con una camiseta de algodón de mangas medias y cuello de tortuga con pantalón poco ajustados. El es Admiración.

–Hijo, ¿por qué no la buscas y vuelven juntos?

La mujer de cabello rosa y corto hasta el cuello, ojos rosas con la característica de que sus iris parecen corazones, vistiendo un vestido primaveral por todas esas flores que se hallaban gravadas en él, y su voz suave con sonrisa atisbada en sus labios que dirigía al muchacho de apariencia de veinte años, que estaba al lado de la silla vacía, joven de vestimenta blanca cuya saco era largo por atrás con una bifurcación, y con una sección abierta a partir de la cadera por delante, con detalles en el pecho como si tuviera botones dorados que se unen entre sí, siendo sólo decorativas cuando ese saco se abre por cremallera; su cabello corto hasta las orejas es de color blanco haciendo juego con sus ojos ámbar.

–¿Por qué tengo que traerla? Ella debe saber sus obligaciones. –respondió con brazos cruzados sin disimular su molestia.

–Porque ella es parte del consejo. –mencionó una mujer que pareciese de cuarenta años, con el mismo color de cabello que el joven, pero de ojos blancos, con un vestido de seda también del mismo color, sentada en el medio de la mesa. –Haz caso a tu madre.

–Ve por ella. –repitió su madre sin dejar de sonreír y con el chico soltando un suspiro irritado mientras se levanta.

–Sí, mamá, abuela.

Él salió de la sala caminando por los largos pasillos que no cambian su tono de color con el lugar del que acababa de salir, los pilares sostenían un domo azul que cubría el camino mientras que alrededor el sitio rebosaba de verde pasto, flores, árboles con frutas o sin ellas, y animalitos como mariposas y abejas revoloteando en la diversa floración que había, también de algunas ardillas y venados que se paseaban por el campo.

El chico se detuvo observando con detenimiento a su alrededor, habiendo notado el acumulado grupo de mariposas de diversos tipos y colores volando en círculos en un solo lugar en el campo, cuya vista estaba siendo obstruida por las flores arriba de la pequeña colina.

Él bufó molesto y comenzó a caminar confíado de que encontraría durmiendo a esa joven a la que mandaron a buscar, chica de cabello negro y largo hasta la cintura, vestido oscuro con mangas largas tipo malla, vuelo de la falda arriba de las rodillas y botas hasta las pantorrillas. Efectivamente, la halló descansando con deleite en ese lugar con el suave viento y cálido sol, él la observó por unos momentos, en especial a sus manos cubiertas por los guantes, la despertó dando empujes con el pie a su pierna.

–Hey, arriba. Deja de hacernos perder el tiempo.

–Ah… –ella abrió los ojos dejando dilucidar sus ojos oscuros que pareciera que pudieras perderte en ellos. –Buenos días, Vida… –se reincorporó a quedar sentada frotando sus ojos. –Lo siento, me quedé dormida.

–Demonios, la junta te está esperando. Así que vamos. –ella desvió la mirada a la vez que se encogía de hombros. –¿Qué pasa?

–De seguro tengo que revisar algunos expedientes —se removió incómoda.

–Es probable. Ahora arriba.

–Lo siento. –el contrario exhaló con molestia y se puso delante de ella, agachándose y llevándola de nuevo al suelo empujándola por los hombros. –Eh… Hermano…

–No soy tu hermano.

Él bajó a besarla en los labios siendo lento, pero intenso, ella se entregaba a ese momento que no era el primero que tenían y de esa forma el chico abrió sus ojos para verla, por eso detuvo las manos de la joven que estaban por tomar su rostro.

–No me interesa que tengas guantes, no me toques.

–Pero…

–Nada de peros, no lo hagas. –él devolvió los brazos al suelo, esta vez sujetándola de las muñecas y volviendo a besar de la misma forma a la chica.

Para ella eso le era doloroso aunque fuera correspondida por él en ese sentido, hace siglos que se había enamorado de Vida, pero no fue ella quien diera el paso para una relación no establecida por ninguno y que mantenían en secreto por exigencia de él, además de imponer la regla de que ella no podía tocarlo sin importar qué.

–Ahora vamos. –demandó el chico levantándose y comenzando a caminar.

La joven sonrió con tristeza y lo siguió como siempre él decía que debía hacerlo, estando apartada y detrás suyo, disimulando que no hay contacto entre ellos, cosa que para Vida no le es problema, pues le es muy fácil construir una barrera donde deja a la chica fuera de esta aunque sepa perfectamente cuanto le entristezca su indiferencia.

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