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"WARRIORS"

“Save us from danger. Save us from maleficent.”

“no dañes a quién te haga daño. haz daño a sus familiares.”

“Hija de la Erinia”

Rebellion O'Black [Rebelión]: La muchacha que personaliza la venganza. Siendo sinceros, no es ella quien lo personaliza, sino sus “madres”. Decir que no la criaron ellas es suficiente. Verdaderamente es hija de Tisífone, aunque las tres pusieron un poco de cada una en ella.

Al contrario que Némesis, que suele personalizar la venganza por honor y la encargada de las faltas contra los dioses, las Erinias son aquellas que vengan el odio.

Son un total de tres (estas son las nombradas por Virgilio, aunque podrían ser más, no se sabe).

Su tía mayor, Alecto, la implacable: Castiga los delitos morales.

Su tía menor, Megera, la celosa: Castiga los delitos de infidelidad.

Y por fin, su adorada madre. La más sangrienta de las tres y la que da los castigos más terribles. Tisífone, la vengadora de la sangre, quién castiga a los asesinos.

Su padre se llama John. Tiene cuarenta años y Rebellion lo quiere más que nada en este mundo y parte del siguiente. John no se ha vuelto a casar y él y Rebellion (o cómo la llama su padre, “Reb”) viven en Nueva York actualmente.

Rebellion sabe que su padre sigue enamorado de su madre y que a veces piensa que ella es la culpa de que Tisífone se marchara. Sin embargo, la quiere y la consiente.

Sus tías han aparecido varias veces en su vida, en momentos significativos. Le han informado bien de esto. Ella es la hija de una de las Erinias, que nunca han tenido idilios con mortales (no como Zeus, escupía Megera, ese idiota infiel).

Al principio, Rebellion odiaba que sus tías se presentaran. Era como si ellas le trajeran la desgracia a su vida. La primera vez que una se le apareció fue cuando su novio de seis meses le puso los cuernos con una chica que ni siquiera conocía. Su tía, Megera, apareció y le dio lo que hoy en día Reb llama "la fulminación". Miró de forma muy intensa a su novio, que empezó a llorar. Marchó llorando. Megera, hermosa y a la vez repugnante se apoyó contra la mesa de la biblioteca en la que Rebellion lo maldijo.

“—Este es mi don, mi querida niña. Él ha sentido cada pedazo de tu dolor.”

“—Yo no lloré.”

“—Ese es mi invento. Lo he multiplicado por cien. De nada.”

Y con una risita que perduró en su mente hasta días después, su tía desapareció.

La segunda vez que se le apareció una de sus tías, fue la mayor. Alecto, regia y alta como un roble le dio un tesoro. Rebellion lo llama “el resplandor” en honor a su escritor favorito, Stepehn King. Un resplandor rojo brilló en sus manos cuando vio a un chico de veintitrés acorralar a una de catorce, que lloraba. Su mente gritó una palabra, una sola. “HUMILLACIÓN”.

Esa palabra, según Alecto, viajó multiplicada diez veces a la mente del chico y allí, fue lo único que su cerebro pudo procesar.

El chico salió corriendo, los pantalones manchados de orina y los ojos llenos de lágrimas.

Alecto sonrió mientras el chico se iba aterrorizado por no tener el control de su propio cuerpo.

“—¿Maravilloso, no es así? Ayuda a la niña. Mi trabajo aquí está hecho.”

Durante unos meses, Rebellion fue imparable. Usaba su poder tanto como le daba la gana. Abrió la puerta del apartamento que compartía con su padre, que estaba en el trabajo. Un escalofrío la recorrió cuando vio a la mujer sentada en la mesa del comedor.

Era hermosa y Rebellion notó algo más que eso. Era parecida a ella. Pero había algo diferente.

Sus ojos rojos se fijaron en ella.

“—¿Te has divertido, no es así, niña? Nuestro poder no es algo que demos a tiranos o a crueles. ¿Le hemos negado este poder a Zeus y ahora lo usas para tu propio bien? Hoy te iba a dar mi poder. Mi don. «La maldición de sangre».”

“—¿Mamá?”

“—¡No me llames así, asquerosa mortal! Yo no soy tu madre y desde el principio rehusé a tenerte. Sin embargo tu padre me convenció de no matarte. El oráculo me dijo que harías cosas grandes pero ahora sólo veo a una niña estúpida que juega con el poder de dioses. Y por eso te voy a dar mi don.”

La mujer sonrió. Los ojos rojos comenzaron a brillar.

Rebellion se desplomó, sus pulmones empezaron a empequeñecerse. Sintió como el aire le faltaba. Empezó a hiperventilar. Su madre sonrió.

“—Mi don es La Maldición de Sangre. Podrás matar a la persona que ha matado. Sólo si entras en contacto con la sangre de la víctima. Y cuando está persona muera, sentirás tu misma la muerte. Sentirás que tu vida se escapa de tu cuerpo. ”

Empezó a gritar.

“—Por... favor... me... ahogo...”

Tisífone sonrió una vez más.

“—Ese es tu don, inútil mortal. Y tu castigo.”

Rebellion lloró tendida en el suelo hasta que su padre llegó. La llevó a urgencias.

En el los médicos le comentaron la horrible noticia.

“—Debería estar muerta. Su cuerpo ha shockeado. Según le dimos el desfibrilador, su cuerpo comenzó a funcionar. Dijo que llevaba unos diez minutos así, ¿verdad?”

“—Diez o quizás veinte. Llega del instituto a las tres. Yo llego a casa a las cuatro.”

“—Su hija es un milagro médico. Tiene mucha suerte.”

Rebellion, que había oído la conversación por encima, rió de forma cruel.

Ella no tenía suerte.

La sombra de su madre la acompañó incluso en sus pesadillas.

No tenía ninguna suerte.

—§—

“Yesterday is history. Tomorrow is a mistery. But today? Today it's a gift. That's why we call it “the present”.”

“Did you just fucking quote Kung Fu Panda?”

“no. el futuro no se puede prevenir. pero oye, puedo sacar buenas notas en física.”

Gisli Heimsen [Un rayo de sol, Hijo de Heimdall]: el que lo ve todo. Su padre, como dice su apellido, es Heimdall. Es un chico alegre y amable que vive con su madre. La adora y la quiere con locura. Lógico. La mujer es pura bondad.

Sus ojos lo ven todo. Desde niño ha sabido prevenir el futuro. Él lo llama "razonar las situaciones y sacar una respuesta común". Su madre le corta por lo sano. Ha sacado el don de su padre. Y su espada. La gran espada de Heimdall cayó al jardín una mañana nublada. Debía tener diez años cuando el perro comenzó a ladrar. Apartó a su madre, pensando que el camino habría encontrado un bicho muerto y habría decidido ladrar hasta que resucitara, lo que no solía funcionar.

Oye, el perro no era hijo de Odín, que podemos hacerle.

“—¡MAMÁ, HAY UN ARMA, LLAMA A LA POLI!”

La madre (se llamaba Elena), en gafas y bata salió corriendo, esperándose una bomba de la Segunda Guerra Mundial. Se encontró con una espada. ¡El niño de los cojones se había encontrado una espada! La miró bien y decidió que le sonaba mucho. ¿Se parecería a ese colgante que llevaba el padre de Gisli? Imposible. Ese tío era un flipado.

Se parecía. Y mucho. Claro que unas cuantas veces más grande. Y menos afilado. Vio que su polluelo se acercaba a la espada, con las claras ganas de tocarla. Le pegó una colleja, el niño gritó.

“—¡AUCH, MAMI!”

“—¡NO TOQUES ESO!”

El niño frunció el ceño, mirando al suelo de forma culpable. La espada brilló. A Gisli se le iluminaron los ojos. ¿Había brillado? Se lo comentó a su madre.

“—Lo dudo, cariño. Habrá sido un destello del sol.”

El niño frunció el ceño pero nunca lo olvidó. Porque hay que ser niño para creer ciertas cosas. Como que una espada brille en un cielo nublado. Pero lo había hecho.

Hoy en día la espada cuelga de la pared del salón. Elena le consiguió una bonita funda (para algo existe ebay) y ahora, impotente, Gilsi la ve todas las mañanas, colgando, llamándolo.

A los catorce años conoció a su padre. No fue lo que digamos un encuentro de ensueño. No se lanzó a sus brazos. Más bien, lo encontró en la cola del super. Su piel morena brillaba con el reflejo del sol y tenía los ojos dorados. O eso pensó pero lo volvió a mirar y eran marrones. Debía ser la iluminación.

“—¿Qué tiempo crees que va a hacer mañana, Gisli?”
Preguntó el hombre y era realmente atractivo. Tenía el pelo negro suelto y una sonrisa amable. Casi paternal. El adolescente se encogió de hombros.

“—Dicen que va a llover.”

Contestó. Seco, dejó claro que no quería hablar. Pero la sonrisa del hombre no cambió en ningún momento. Insistió.

“—¿Pero qué dices tú?”

Gisli pensó durante unos segundos. Su madre le había dicho mil veces que haría nubes, llovería y sería una de esas tormentas lodinenses tranquilas pero fuertes. No obstante en su mente sólo se podía ver un paisaje tranquilo. El sol brillaba. El cielo era azul.

“—Creo que va a hacer sol.”

El hombre sonrió, asintió una sola vez y desapareció por las islas de carbohidratos. Gisli no le mencionó nada a su madre de ese incidente.

Pero al día siguiente, el cielo era azul y el sol brillaba con más intensidad que nunca.

Conoce a Rebellion del instituto. No son amigos. Ni siquiera se hablan. Simplemente un levantamiento de cabeza si se ven por la calle o un “¿qué hora es?” “las once y treinta y cinco” “gracias”. Y ya está.

Tampoco es que Gisli tenga muchos amigos. Casi ninguno, debería decir. A quién va a engañar, ninguno. Lo consideran el rarito, del que te puedes reír cuando tropieza y al que le puedes robar la comida y el dinero del almuerzo. Pero los bullys del instituto han aprendido a no meterse con el “payaso” ni con “la marginada” en peleas. Porque uno puede predecir todos tus movimientos en un segundo y contestarlos con gran velocidad. Mientras tanto, la otra es terrorífica.

Sin embargo, Gisli no es un chico que le gusten las peleas. Prefiere ver Star Wars (no se lo digas a nadie pero está construyendo la estrella de la muerte con Legos), leer el Señor de los Anillos o ayudar a su madre con la tienda. Gisli es un chico pacífico, amable y un fan de marvel hasta la médula. Siempre ha sido un gran fan pero últimamente está enamorado del cómic “Thor”. Cuando aparece su personaje favorito, Heimdall, suele enorgullecerse pero no sabe de qué.

Ni siquiera lo conoce personalmente. ¿Verdad?

Es un gran fan de los ordenadores y es un genio de la informática, siendo apodado “el hacker” por sus compañeros de clase.

Su madre le confesó quién era su padre hace poco. Él ya se lo imaginaba. Ella le rogó por perdón, por no haberselo dicho antes y él dijo que no había nada que perdonar.

Siempre pensó que era muy joven para hablar de su padre y el hombre no le gustaba. Le agradecía todo a su madre.

Es más, se alegra de ser normal. Incluso cuando puede adivinar las preguntas de un examen, los movimientos de quién le vaya a pegar o qué tiempo va a hacer mañana. Pero cómo él dice: “El futuro es un misterio. Yo sólo araño la superficie de un mar de kilómetros de profundidad.”

—§—

está mal que yo lo diga pero los adoro.

s-scema
skapandiRP

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