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Per sempre.

Hapiness is a butterfly- para Hannae(Lana del rey).

Live Forever- para Asher(oasis)

Robbers- oda a este tipo de relaciones como lo explica matty(the 1975, en los comentarios sale la explicación).
Sid and Nancy-mgk ( el puente:)
Hannae y Asher ignoraron cualquier cosa que pudiera ocurrir, cualquier posibilidad, si tenían o no armas de largo alcance, si querían matarlos o los necesitaban vivos y lo único que hicieron fue comenzar a correr. Era la idea más lógica, si la persona que más daño te había hecho se presentaba con un coche de policías y otro con sus mafiosos dentro no te quedabas a esperar a que te dijera algo, te marchabas.

Las luces de las calles eran mínimas, ya era de madrugada y la gente o estaba en algún local o estaba desde hacía rato durmiendo, descansando después de una dura jornada laboral. Pero ellos no eran normales, ellos interrumpían el silencio de las calles con el ruido que sus botas producían al estampar contra el asfalto, ellos perdían cada vez más el aire al correr aunque seguían subiendo la intensidad, ellos aún no habían dejado ni de creer ni de soñar.

Iban de la mano, Asher era el que iba un poco más adelantado y miraba las calles por las que cruzar, intentando meterse en alguna que tuviera difícil acceso para los coches y así pudieran conseguir despistarlos, Hannae por su parte corría y giraba el cuello avisándole por si se acercaban, consiguiendo de momento apartar el miedo de su corazón y de sus pensamientos, aunque de momento no había señales de ellos. Lo cual era de extrañar, porque aunque Asher se metía en alguna que otra calle más pequeña seguían huyendo por una de las calles principales, con total acceso para los coches. No sabían porque aún no les habían alcanzado.

Asher estaba aterrado, por poco el miedo no lo había paralizado haciéndole quedarse parado delante de T, esperando a la muerte, que pensaba que ya había evitado, y más viniendo del arma de T, al que hasta ese momento había querido creer muerto. Pero fue Hannae, la que al darle la mano y movérsela le había hecho empezar a correr y con el ejercicio físico su mente había vuelto a llenarse de opciones de como escapar, olvidando por un momento el miedo y buscando las posibilidades de sobrevivir otra vez más. Otra de tantas, porque ya no tenía ni idea de cómo habían logrado darle esquinazo a su destino tantísimas veces en tan poco tiempo, y aunque quería creer que podían hacerlo de nuevo sabía que esta vez era casi imposible conseguirlo. No se podía jugar a ser Dios, incluso no creyendo en él, y ellos a lo que habían estado jugando había sido a ser superiores a él. Asher lo sabía, Hannae también, pero ninguno pensaba rendirse hasta que fuera totalmente imposible ganar luchando, de nuevo.

Porque ellos luchaban, y perdían, porque siempre habían sido todo o nada, y aunque hasta el momento habían logrado alcanzar el todo ahora no les quedaba más que la nada.

Dejaron atrás la calle principal para meterse en una especie de callejón que para su suerte y para alargar más su tiempo de vida, o de muerte porque estaban muertos en vida a causa de no saber que les ocurriría, este sí que tuvo salida.

La tormenta no hacía más que aumentar, haciéndoles aún más complicada la huida, sin nada con lo que resguardarse salvo sus chaquetas corrieron más rápido, escuchando por fin las sirenas del coche patrulla y el sonido de las llantas de T acelerando por el mojado asfalto.

Hannae, aunque ni ella ni Asher se dieron cuenta, palideció. Algo se rompió dentro de ella, su esperanza se quebró y el miedo se hizo con el control. Se quería negar a dejarse llevar por el terror, pero no era algo que pudiera evitar, no era algo que pudiera controlar. Porque ella había luchado por seguir a su lado, por estar para él, pero ya no podía más. Su amor les había acabado por destruir, y aunque quería quedarse con él todo el tiempo que pudiera ya no sabía qué esperar. El corazón la ardía porque ella sabía que todo se iba a acabar, era inútil pensar que aún les quedaba una oportunidad. Algún día se tenía que terminar.

Su primer reflejo fue el miedo y el pánico, porque solían ser el centro de su propio universo y ahora no eran más que el centro del huracán que llevaba tanto tiempo dispuesto a acabar con ellos, y que no había encontrado otra forma de derrotarlos que finalizar con todo por todo lo alto. Incluso teniendo tantos lazos atados estos no habían terminado por ahogarlos, sí que muchas veces su aire fue robado, pero no del todo denegado por lo que solo podían acabar con lo que habían esperado.

Hannae quería abrazarlo y no soltarlo, rendirse y despedirse, pero sabía que Asher no lo permitiría y ella en el fondo tampoco quería, aunque dudaba de cómo superarían esto si en algún punto vencían.

— Tenemos que volver al coche o buscar uno. — dijo Asher, tapándose la cabeza con su chaqueta vaquera para que el agua no le hiciera más complicado ver.

— El coche está hacia el otro lado. — le contestó Hannae de forma obvia, y siendo lo último que dijo cuando creyó ver uno de los coches pasar por delante de ellos.

— Tenemos dos opciones Hannae, — Asher tiró de ella y se resguardaron durante un minuto en la entrada de una casa en el interior de una de las oscuras calles, en busca de un poco de paz para llevar a cabo el plan que acabarán por utilizar. Y evitando que los vieran si lo del coche no era otra simple imaginación. — o damos la vuelta y vamos a nuestro coche, cogemos nuestras cosas y nos vamos cagando leches o seguimos corriendo distrayéndolos hasta que se cansen y piensen que nos hemos ido hacia otro lado. No vamos a poder salir de la ciudad en unas horas, o lo hacemos ahora o no lo vamos a hacer nunca más. — dijo Asher, intentando mostrarse tranquilo y convincente, intentando hacerse creer a sí mismo que esas eran sus opciones y que tenían posibilidades de salir de ahí antes de que se dieran cuenta. — Hannae por favor, piensa rápido, no tenemos tiempo. — pero Hannae estaba temblando, el frío le calaba los huesos y su cuerpo entero tiritaba, además el miedo la había producido un gran dolor de cabeza junto a las lágrimas contenidas. Su corazón zumbaba de tal manera que los oídos se le atronaban y aunque sabía que debía responder a Asher dudaba que pudiera hacerlo, estaba paralizada, pensando en todo lo que podía salir mal y cuál de sus posibles finales era el menos malo, el menos cruel. Porque Asher intentaba creer que podrían huir, pero Hannae ya había dado esa guerra por perdida, y solo quería que todo pasara lo más rápido posible, que no doliera tanto como imaginaba que lo haría. Hannae en el fondo ya se había rendido, aunque se lo intentara negar a ella misma.

Hannae no contestó era incapaz de hacerlo, pero miraba a Asher a los ojos e intentaba abrir la boca con la esperanza de que algún sonido saliera de ella, pero era inútil, nada salió, pero aun así Asher la entendió. Él no iba a rendirse, se negaba a hacerlo después de todo lo pasado.

La adrenalina se hizo con el control de su cuerpo y de su cabeza, ya no le atormentaban las dudas, tenía que actuar y no pensaba hacer otra cosa. Cogió a Hannae y comenzó a correr con ella encima, volverían al coche con la esperanza de que al cambiar de dirección pudieran despistarlos. Si podía cogería el dinero ahorrado y si no pues ya vería de que forma colarse en un avión, algo se le ocurriría. Ya no servía coger el coche y poner kilómetros de por medio, ahora había que poner países o incluso continentes de distancia. No pensaba morir así, subyugado a los deseos de T y viéndolo vencer, tampoco pensaba aceptar un destino injusto y se negaba a entrar en la cárcel o hacer cualquier cosa que le volviera a separar de Hannae.

Asher corrió y corrió sacando fuerzas de donde ya no quedaba nada, aferrándose a todo lo que se evaporaba dentro de él. <<Un poco más>> pensaba, <<será la última vez>>se decía así mismo en busca de mantener algo de esperanza viva.

Pero la lluvia, el frío, el miedo y el hecho de cargar a Hannae no le ponía nada fácil el trabajo. El coche quedaba muy lejos, una gasolinera estaba delante de ellos, y su impulsividad le puso, una aparente, brillante idea en la cabeza. Había hecho cosas peores, había sujetado y disparado un arma, había vendido y consumido drogas, ahora podía robar un coche sin ningún problema. No quiso pensar en que también había hecho cosas mejores, era una situación desesperada, ¿qué más podía hacer? ¿Entregarse? No, eso definitivamente no entraba dentro de ninguna de sus opciones.

Además debía hacerlo por Hannae, ya había hecho muchas cosas por amor y cosas con menos importancia, haría esto sin ni siquiera pensarlo. Hannae no podía seguir viviendo así, la mataba lentamente por dentro. Y ahora estaba en shock, su corazón iba a mil y no había dejado ni de temblar ni de llorar en el camino. Esto los iba a destruir a ambos, si no lo había hecho ya. Porque,¿cuánto podía soportar su amor? ¿Cuánto podían soportar ellos? Se querían con toda su alma, no tenían problemas, se apoyaban siempre y se conocían a la perfección, ¿pero cuántas veces podrían salvarse? ¿Cuánto más podía aguantar su amor? Porque aunque hubieran vivido muchas otras vidas esta no se sentía como una sola, esta podía haber acabado con cualquier esperanza. Porque a veces se tiene algo planeado y al final sale mal. Porque a lo mejor sí que eran ellos, pero su momento había terminado por acabarse. Habían vivido a ciegas, habían hecho del amor su bandera, pero quizás este también se hubiera cansado de luchar, de quedar expuesto e indefenso ante los problemas, quizás lo hubieran desgastado y envenenado tanto que los iba a acabar por intoxicar a ambos. A lo mejor ya no había nada más que hacer, aceptar que era su final, que ni los hilos, ni los anillos, ni los lazos los iban a mantener unidos una vez más.

Unas cuantas lágrimas se escaparon por los ojos de Asher mientras bajaba a Hannae de su espalda y se giraba para enfrentarla y darle un suave beso en los labios.

— Cuando entre ese hombre en la tienda, — dijo señalando al señor que salía del coche para ir a pagar a la gasolinera el depósito que planeaba llenar— nos vamos a meter en el coche, y vamos a irnos a donde podamos escondernos de ellos.

— Pero... — murmuró Hannae, intentando controlar su respiración, consiguiendo que ya las piernas no la temblaran.

— No tenemos más opción. — aseguró Asher, antes de mirarla por última vez, mientras el hombre entraba, dio una señal y ambos corrieron hacia el coche y se metieron en este, después de mirar disimuladamente a los lados para asegurarse de que no había nadie más.

Teniendo suerte y encontrando la puerta abierta del coche fue que acabaron arrancando de forma manual, gracias a las habilidades de Asher fue que consiguieron pisar el acelerador y marcharse de la gasolinera dejando atrás los gritos del dueño del vehículo, llamando más la atención de lo que querían, pero no podían llegar a su propio coche y esa era su única opción de escapar. Y aunque Asher en un primer momento no lo había pensado si se montaban en él sería aún más sencillo encontrarlos, casi nadie tenía ese modelo de coche, les pondría en el punto de mira antes de que superaran el límite de velocidad.

Se apartó el sudor mezclado con la lluvia de la frente y se quitó el pelo de la cara, Hannae se hizo un ovillo y se apoyó contra la puerta, comenzando a llorar en silencio hasta que no la quedó nada dentro y su cabeza volvió a funcionar, dejando de sufrir por cualquier final. Asher encendió en escasos segundos la calefacción para que Hannae no se congelara y puso la radio para enterarse de lo que pasaba, para saber si les habían tendido una emboscada o los medios locales no tenían ni idea de que se escapaban.

Las noticias siempre volaban y más si consigo traían algo de morbo, servían para entretener y debatir, por lo que todas las radios hablaban de la orden de busca y captura de una pareja de jóvenes, unos nuevos Bonnie and Clyde que la policía llevaba buscando meses. Pero esos no eran ellos, sí que los buscaban, pero no eran aquello que las malas lenguas contaban.

La verdadera historia es que la policía comprada por mafiosos debía obedecer cualquier cosa que estos mandaran, porque apreciaban sus vidas y su sueldo, pero no tenían remordimientos por las vidas que ayudaban a quitar, por lo que una pareja de jóvenes a la que detener era el menor de sus problemas. Solo seguían órdenes, pero sacaban beneficios al cumplirlas.

Lo cierto era que Hannae y Asher no eran otra pareja que se dedicaba al crimen y vivía un apasionado romance, era una pareja que había acabado en un mundo del que no se podía salir. Ellos nunca quisieron hacer las cosas mal, ellos nunca sacaron nada bueno de eso, ellos solo sufrieron las consecuencias. Como Asher había dicho, cuando escucho su canción en la radio, su historia nunca se conocería de verdad. Se vendería algo que no era cierto, se buscaría reivindicar y criticar gracias a su historia, pero nunca sabrían lo que ambos tuvieron que pasar, por lo que no era de extrañar que Asher se llenara de rabia al escuchar algún que otro titular. Hannae también sintió rabia, pero sobre todo tristeza por cómo iban a acabar, por cómo los iban a recordar. Ella que había vivido lo más fiel posible a sus creencias iba a ser recordada como una criminal sin compasión, no quería ni pensarlo.

Asher pisó el acelerador aún más, hasta que no podía apretarlo más, Hannae comenzó a respirar para tranquilizarse y volver a pensar con claridad. Las calles pasaban de largo por su lado y el silencio que había desapareció cuando las sirenas comenzaron a sonar detrás de ellos.

— Mierda. — murmuró Asher, apretando el volante y metiéndose en otra calle, cruzando todos los carriles de una sola vez con el rojo del semáforo iluminandolos. Estaban detrás de ellos, poco les quedaba por hacer.

Perdieron la cuenta del tiempo que pasaron siendo perseguidos, las veces que cambiaron de dirección con la esperanza de que esa fuera la definitiva, de las veces que tuvieron miedo de derrapar mal y tener un accidente, pero todo eso no sirvió de nada cuando de repente el coche, que habían robado en una gasolinera sin haberle llenado el depósito todavía, se quedó sin gasolina.

El coche comenzó a fallar, a andar más lento, provocando que tuvieran que dejarlo tirado en medio de la calle y volver a correr.

En ese momento todo les dio igual, ninguno era presa del miedo, ninguno pensaba en nada, era como si estuvieran en modo automático, solo corrieron hacia el edificio que tenía las puertas abiertas y que parecía suficientemente alto.

Hannae ya no estaba bloqueada, algo en ella acepto que pasase lo que pasase no tenía que sufrir por todo lo que ya había ocurrido o por lo que podía pasar, no era momento de arrepentirse o desear que todo hubiera sido diferente, que simplemente Asher y ella debían encontrar otra manera más de luchar y triunfar una vez más.

Llegaron a las escaleras y corrieron, subieron estas de dos en dos y no dejaron de correr de piso en piso hasta que no quedara ninguno más al que subir. Las fuerzas les fallaban, ya no daban más de sí, pero lograron terminar de subir. Ambos por muy cansados que estuvieran no se pararon a respirar, sino que Asher con todas sus fuerzas se echó contra la puerta de la azotea y la empujo, para poder salir a esta. Con toda la fuerza que puso para abrirla al conseguirlo acabó por resbalarse y salir disparado hacia adelante, logrando no caerse por muy poco, haciendo que Hannae corriera hacia la azotea y cerrará la puerta de esta tras de sí.

Asher miró hacia los lados, se acercó a los bordes y comenzó a maldecir, no tenían salida, se habían encerrado ellos solos.

— ¿No podemos saltar al edificio de al lado? — preguntó con dudas Hannae, pero cuando se acercó hacia donde estaba Asher y vio la distancia no hizo falta que este le contestara, no podían saltar al edificio más cercano.

Estaban en un séptimo piso, encerrados en una azotea y con el miedo a la muerte perdido en alguna de las plantas que acababan de subir de forma frenética.

Tenían una torreta detrás de ellos, el suelo y los muros eran color arcilla y los pasos de los hombres que iban tras ellos se escuchaban cada vez más cerca. Asher fue el primero en hacerlo, decidido, pero sin estarlo en verdad, se subió de pie al muro que separaba la azotea de la calle, de los metros que los separaban del suelo y de la carretera. Pero que los acercaba más a un cielo que no había dejado de llorar por ellos en ningún momento, como si siempre hubiera sabido lo que les iba a ocurrir. La luna estaba apartada, tímida y dolida por todo lo que había sucedido ante su presencia, sintiéndose responsable de haberse dejado ver justo esa noche. Asher giró la cabeza y le tendió la mano a Hannae mientras tragaba con fuerza las lágrimas que aún no quería soltar y ayudó a Hannae a subir a su lado. Para no soltarla nunca más.

Miro sus manos unidas, los anillos de ambos y supo que al menos tenían una oportunidad, que al no perderlos a lo mejor ellos no estaban del todo perdidos. Que les quedaba una vida más, aunque él siempre había soñado con más que eso. Con vivir para siempre, pero sabía que ya era imposible que eso sucediera. Porque ambos habían vivido rápido, se habían amado con aún mayor velocidad, y aunque aún no hubiera ocurrido habían muerto jóvenes. Y era por eso que ambos iban a ser eternos.

Asher no quería morir, Asher quiso aprender a amar la vida, pero no había tenido tiempo para hacerlo. <<Ojalá tener su pistola ahora y dispararlos a todos, probar si lo mataban o los mataban>> pensó Asher. Solo había amado a alguien en esta, y esa persona estaba a su lado. Con lágrimas en los ojos la miro, quizás por última vez, o quizás solo por última vez en ese cuerpo. Asher se acercó y depositó un suave beso en los labios de Hannae, una última caricia, un último contacto y a lo mejor una última forma de decir te quiero si no le daba tiempo a pronunciarlo.

— ¿Sabes cuál era el último sueño que nos quedaba por cumplir? — preguntó tragándose las lágrimas y recorriendo cada milímetro de su rostro, porque era lo último que quería ver antes de marcharse de ese mundo.

— ¿Cuál?—preguntó con duda Hannae, que estaba aturdida por el abrupto giro que había tomado su final.

— Saber que se sentía cuando por primera vez te rozaban las olas del mar, espero que Yun y Kane lo cumplan por nosotros. — Asher tenía razón pensó Hannae, con lo que iba a pasar nunca lograrían cumplir la última promesa que se hicieron con Kane y Yun. Ya no los verían el 31 de diciembre, ya no los verían nunca más. Ambos conscientes del peso que tenían esas palabras lloraron mirando al frente y fue ahí, cuando ya no había más que aceptar que oyeron cómo abrían la puerta y miraron durante un segundo hacia atrás, y vieron a T ahí y supieron que todo estaba a punto de acabar.

Si T dijo algo Hannae no lo escucho, no escucho nada mientras se perdía por última vez en sus pensamientos, despidiéndose del mundo y pidiendo que todo funcionara, que nada hubiera sido en vano, que sí que se reencontraran, que hubiera algo que la atara a él hasta que pudiera ver a Asher de nuevo, en otra vida, y en otro cuerpo, pero con el mismo corazón.

Pero el sonido de un arma cargándose y una risa fue lo que la hizo volver a la realidad. Lo suyo siempre estuvo destinado a ser una tragedia, su tragedia, la cual vivieron juntos y estaban a punto de terminarla también juntos.

Pero no era suficiente, no habían tenido suficiente. Ellos se habían merecido tener más.

No tenían futuro, tampoco había esperanzas para ellos, nunca iban a tener un final feliz, pero por lo menos habían conocido el amor, y no todo el mundo tenía la suerte de decir eso.

Había sido poco tiempo, no habían llegado a cumplir los seis años al igual que Hannae no llegaría a cumplir los veinte, al menos en esa vida que había sido insuficiente para lo que se merecían, pero lo habían sabido aprovechar bien. Asher la había amado con toda su alma y Hannae lo había amado con todo su ser.

Daba igual que terminaran aquí, porque preferían un final precipitado juntos que seguir con mi vida separados. Era una decisión inconsciente, pero es lo que el amor hace, y por un amor como el suyo cualquiera hubiera dejado atrás todo. Porque no era cuestión de dependencia, era cuestión de haber crecido junto a alguien del que nunca valoraste separarte.

Nadie se atrevería a juzgar si hubieran vivido lo mismo que ellos. Nadie puede vivir sin su corazón, y tampoco puedes vivir sin el motivo por el que late. Al igual que ellos no podían vivir el uno sin el otro.

Hannae recordó todos y cada unos de los momentos en lo que sus risas habían inundado el aire, en el que sus te quieros habían sido lo único que se escuchaba y en los que sus caricias eran todo lo que importaba. Recordó todos y cada uno de los momentos en los que fue feliz a su lado, que fueron la mayoría, y aunque no fuera el momento, aunque sus ojos estuvieran llenos de lágrimas, aunque el tiempo se hubiera parado a su alrededor fue en ese momento que sonrió.

Se dio cuenta de que daba igual que terminaran ahí, que en un futuro no fueran recordados por nadie, porque daba igual el final cuando lo importante siempre había sido el principio y lo que lo había seguido. Y aunque el camino que habían tenido que atravesar no había sido sencillo ni tranquilo junto a él había logrado ser feliz, porque él la había dado todo sin importar el cuándo ni el lugar, sin que importara nada más que ellos.

Había sido su primer amor, la había dado mis primeras veces, y no era solo el primero sino que había sido el único.Cada parte de ella le pertenecía, cada pensamiento y cada suspiro, todos sus te quiero eran suyos y  también sus te odio, los únicos labios que quería besar eran los suyos y los únicos te quiero que quería escuchar también le pertenecían. Era suya y él era suyo, pero no en el tono posesivo, sino que sus almas se pertenecían y se complementan.

Aunque ahora tuvieran que despedirse, soñaban con volver a encontrarse. Porque no serían los mismos si el contrario faltaba. Eran completamente del otro.

No había más tiempo, no les quedaba más, y fue que Hannae miró a Asher por última vez y este al notar la presión en su espalda, presión que Hannae noto segundos después, fue que habló por última vez.

— La luna está hermosa hoy. — pronunció Asher con dificultad sin dejar de llorar y con miedo de no tener la suerte de escucharla decir su último te quiero, pero de una forma especial. De una forma que solo se debía entonar en una ocasión igual de especial.

— Puedo morir en paz. — correspondió Hannae, nunca en japón se había usado esta expresión de esa forma tan literal. Entregándose el uno al otro y creando un océano entre ambos miraron para abajo, y algo, una parte más de su destino, los empujó.

Ese pequeño paso adelante, ese pequeño roce que lo cambio todo fue lo necesario para que la oscuridad se abriera delante de ellos, para que las balas de los hombres de T llenaran el cielo de color dorado y el ambiente de un ruido ensordecedor. Pero ellos ya no estaban, no había nada a lo que disparar, ellos estaban cayendo sin poder mirar atrás y suplicando que ese empujón significara algo en el más allá.

Ya no había más, no hay ninguna historia que contar, porque su final ya se había hecho realidad.

Con un pequeño roce y una suave brisa, con un te amo que lo significaba todo, y una promesa que iba más allá de la vida fue así que la muerte los alcanzó a los dos.

Se fueron en paz, sin oponerse, sin resistirse permitiendo que su corazón se ralentizará y su respiración cesará, dejando las lágrimas de lado y apretándose muy fuerte las manos mientras caían. Fue así que la historia de Asher Baker y Hannae Hoshi llegó a su fin, reproduciéndose ante los ojos de ambos por última vez.

Habían pedido otro deseo, y aún tenían otra vida para cumplirlo y poder gritar a los cuatro vientos que lo habían conseguido. Ya que no se habían ido sin antes desear, que de nuevo, en otra vida, su amor no volviera a ser condenado, y que por fin a la luz de la luna sus almas hubieran conseguido todo lo esperado.

*** 

Por favor no me matéis, queda el epílogo, no va a ser un mal final, no me vais a odiar, así que no lo hagáis ahora. Yo también estoy triste, llore mucho, pero este era su final desde antes del primer capítulo, no podían luchar contra algo que ya les pertenecía. 

Les vamos a echar mucho de menos.

Nos vemos en el epílogo, os quiero. 

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