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Capítulo 8.

Hace 3 años:
Era de noche y hacía frío por lo que me aferre más a la chaqueta que me había dado Asher para volver a casa. Por primera vez no me había acompañado de vuelta porque se había puesto malo y yo había ido a cuidarlo, por lo que iba yo sola con la única compañía de la oscuridad de la noche.

Era tan tarde que los puestos ya estaban casi cerrados por lo que el ruido que había en la calle era causado por el sonido de los carros y los toldos siendo recogidos.

El cielo estaba negro y aunque diera la sensación de que se iba a poner a llover hacia días que había dejado de hacerlo.

Camine lo más rápido que pude hacia mi casa intentando evitar el frío, aunque este era inevitable, y para cuando llegue, que por el temblor de mis manos era tal, tarde bastantes segundos más de lo que me hubiera gustado en abrir la puerta. Una vez abierta la cerré inmediatamente para dejarme abrazar por el aire caliente que salía de la calefacción, que por suerte estaba encendida indicando que mi padre estaba en casa, lo que no tenía claro era si era bueno que estuviera a estas horas en casa.

Me quité los zapatos y los deje en un rincón de la entrada y fui directa a las escaleras para meterme en la cama, no tenía sueño, pero quería estar caliente y sentirme segura dentro de ella.

— ¿A dónde crees que vas? — vociferó mi padre, claramente borracho, y también cabreado. Me quedé estática, bajando por inercia el pie que iba a apoyar en el primer escalón.

— A la cama. — dije mostrando más miedo del que quería, porque sí, tenía miedo.

— ¿Tú crees que estas son horas? Yo todo el día trabajando y la niña haciendo lo que le da la gana. — se acercó, algo tambaleante, hasta ponerse casi a mi altura, no me atreví a girarme.

— Perdón. — murmure aterrada por su posible reacción, estaba borracho y eso no ayudaba a que mi miedo disminuyera.

— Dios hacía tanto que no escuchaba esa palabra en esta casa, me trae tan malos recuerdos. — se quejó negando con la cabeza y tapándose los oídos, como si quisiera olvidar que había escuchado un simple perdón.—Te lo repito, ¿qué hacías fuera a estas horas? ¿Qué pasa, que te da igual lo que te diga? — en mi defensa diré que no me había dicho nada, ya que de mi educación no se preocupaba, pero estaba claro que en este momento a él no debía contestarle.

— Estaba con Yun, me he quedado a cenar con sus padres. — mentí intentando no temblar, odiaba mentir, pero en estos momentos no me quedaba otra.

— ¿Con qué permiso? — grito, cogiéndome por detrás y girándome, para quedar cara a cara con él, sin apenas distancia suficiente para que sus gritos no atravesaran mis oídos hasta el punto de hacerme temblar, más aún. — ¡Contesta! ¿Qué te creías? ¿Qué no me iba a hartar de que una simple e insolente niña me tocara los huevos? ¿Te creías muy lista, no?

— Perdón, papá. — sollocé en silencio, sintiendo pequeños escalofríos por culpa del miedo y del sudor frío, a lo que él reaccionó agarrándome por la chaqueta para que me mantuviera quieta y no lo pusiera nervioso aunque si me atreviera a darle un simple golpe su equilibrio se perdería y se daría contra la pared. Pero no quería tentar a la suerte.

— Perdón, perdón. ¿Solo sabes decir eso? — preguntó, burlándose de mí. — Eres una cobarde, al igual que tu madre.

— No hables de ella. — le contesté, con un hilo de voz y un nudo en la garganta.

— Tú no eres nadie para decirme de quién o de qué no debo hablar. Así que escucha, eres una maldita cobarde, al igual que tu madre que en vez de enfrentar la vida y dejar de lloriquear por los rincones decidió que era mejor quitarse la vida. Como si fuera todo tan fácil.  ¡Maldita egoísta!— bramó soltándome con tal fuerza que casi me caigo hacia atrás, pero solo consiguió que me diera contra la pared. — Me dejó aquí, contigo, sin posibilidad de hacer nada más que mantenerte aquí. Y no solo teniendo que mantenerte, sino que vas y sales como ella, un maldito recordatorio continuo de su existencia. — yo no decía nada, casi no podía respirar, yo solo me mantenía quieta intentando procesar lo que había dicho, lo cual me negaba a creer.

"Decidió que era mejor quitarse la vida." No. No, mi madre había muerto por un infarto. Sí, tenía depresión, claramente causada por mi padre, pero no, no se había suicidado.

No, ella no haría eso.

No, ella no me dejaría aquí sola con él.

Es mentira.

Me está mintiendo, solo son desvaríos de un borracho.

— No es verdad. — dije encontrando mi voz.

— ¿Qué? — cuestionó mi padre, que había comenzado a andar poniendo el grito en el cielo quejándose de la vida de mi madre.

— No se suicidó.

— ¿Qué no? — se rió de forma seca y cruel, reflejando su personalidad. — ¿En serio creíste lo del infarto? Niña estúpida, tu querida madre se suicidó. De una forma muy básica por cierto, lleno la bañera y mientras lloraba se hundió en el agua y aun cuando intento luchar por su vida, eso dijeron aquellos doctores que vinieron, se mantuvo debajo del agua como una cobarde que no quería enfrentar el nuevo día. Si yo me hubiera suicidado como ella no tendría que aguantar esta mierda de vida, pero yo no decidí seguir el camino fácil, no como ella.

— No. — negué, más para mí que para él.

— Y lo mejor, los estúpidos de los doctores me creyeron cuando fingí que no quería hacerte daño con lo del suicidio, solo no quería aguantarte. - siguió hablando ignorando lo que había dicho.- Nunca quise hacerlo, pero me tocó joderme. Y así me tratas tú a cambio.

— Estás borracho, mamá no se suicidó.

— Deja de negar lo innegable, están todas las pruebas, piensa en los días de antes a su muerte. Date cuenta de una vez que tu madre era una egoísta que solo se preocupaba por ella, ni de ti se preocupó. ¡Se estaba despidiendo, y tú fuiste tan idiota que no te diste cuenta!

— No, no es cierto. Deja de mentirme. — comencé a llorar poco a poco mientras retrocedía de su lado, como si la distancia fuera a cambiar sus palabras, queriéndome apartar de él mientras me negaba lo que parecía que era cierto.

— No vas a ir a ningún lado. — protesto mi padre cogiéndome del brazo de la chaqueta, de forma rápida y fuerte, tenía tanta rabia que no solo tiró de mi chaqueta, sino que agarró mi brazo con ella, por lo que supuse que tendría sus agarrones rojos en estos momentos.

— ¡No me toques! — grité con rabia apretándole la mano de un manotazo, ya no le tenía tanto miedo como cuando sucedió. Solo había conseguido enfadarme, y aunque eso pudiera perjudicarme después no iba a permitir que me hiciera daño, no del mismo modo que se lo hizo a ella.

Él comenzó a acercarse de nuevo, yo llegué hasta la puerta y cuando con torpeza fue a alcanzarme moví el pomo y lo más rápido que pude abrí la puerta y salí por esta.

Comencé a bajar las escaleras corriendo para salir a la calle, la cual ya estaba vacía y sumida en un silencio sepulcral, en la que solo se oían los golpes de mis zapatos, que me había puesto deprisa y corriendo, contra el suelo al correr.

Cuando llegue al final de esta paré para recuperar algo de aire y para llorar, las lágrimas salían sin control alguno por mis ojos y mi respiración hacía que me ahogara de forma exagerada haciendo que acabara tosiendo.

Menos mal que estaba sola, si no habría seguido corriendo para esconderme de las miradas ajenas.

Mire al cielo, preguntándome por qué, a lo mejor ella estaba allí y estaba viendo ahora todo esto tres años después.

¿Sería verdad lo que había dicho mi padre? Aún no quería creerlo.

Cuando tuve suficientes fuerzas para poder seguir me incorporé y empecé a andar extrañamente despacio, con pesadez, ya que en parte sentí como si todo mi cuerpo de repente pesará muchísimo y eso no ayudaba a que llegara a casa de Asher.

Solo quería que me abrazara, que me hiciera sentir segura como solo él sabía hacer.
Que me hiciera sentir como si no estuviera rota, porque ahora mismo había vuelto a estarlo.
El trabajo de años lo acababa de destruir mi padre, y lo peor es que si en un principio me lo hubiera dicho a lo mejor no lo hubiera llevado de la misma manera.

Porque hubiera podido pensar que por lo menos había sido su decisión, no todo el mundo lo aceptaría, pero yo conocía a mi madre y sobre todo la quería, sabía lo que sufría, sabía que no era capaz de aguantar más y nadie podía echarla en cara que hubiera querido dejar de luchar. Al final, todos nos cansamos en algún punto. Es natural, es normal, no es algo malo aunque duela, simplemente hay que aceptar que no siempre se tiene porque seguir luchando.

No hay que ser siempre fuertes, no hay que fingir estar bien, solo hay que pedir ayuda cuando se está a tiempo, pero mi madre no tuvo tiempo y tampoco tuvo a quien pedir ayuda.

Sin darme cuenta había llegado a la casa de Asher, sin llamar saque mis llaves y subí las escaleras corriendo, sin darme cuenta de que en ningún momento había logrado dejar de llorar, ingenua de mí había pensado que llegando hasta aquí había dejado de llorar y simplemente había entrado en un estado de vacío.

Ahora sí que llame a la puerta, a lo mejor Asher había empeorado y lo despertaba, sentí mi móvil vibrar mientras esperaba a que alguien me abriera.

Era mi padre, mensajes y mensajes insultándome a mí y a mi madre, aunque él no estuviera presente podía sentir el miedo y reproducir los mensajes que me escribía como si de verdad me estuviera gritando y como si de verdad si se llegaba a hartar decidiera que no era suficiente con gritarme.

Ahogué un grito entre las lágrimas, pero no solo por la pérdida de mi madre sino por todo lo que había supuesto esta, comencé a temblar mientras mi cuerpo comenzaba a expulsar todas esas lágrimas que durante años había intentado controlar porque había decidido querer dejar de llorar.

Kane abrió la puerta, me miró perplejo sin saber qué decir, yo tampoco sabría que decir si la novia de mi mejor amigo y una de mis mejores amigas se presentará en plena madrugada con esas pintas. Yo intenté sonreír, pero solo conseguí llorar más y destrozarme más por dentro, la verdad es que no estaba arreglando mucho las cosas. Kane se dio cuenta de ello porque él fue ahora el que me intento dar una sonrisa de comprensión aunque no tuviera ni idea de nada antes de decir algo que pudiera empeorarlo todo.

Kane abrió la boca para hablar, pero fue Asher quien lo hizo.

— Kane, ¿quién es? — preguntó mientras bostezaba con la voz tomada por el catarro que tenía. Cuando iba a continuar hablando Kane se echó a atrás y Asher apareció justo en mi campo de visión. Iba con una manta por los hombros, el pelo algo desastroso después de haberse dormido con fiebre, la nariz roja y los labios medio abiertos e hinchados. Me miró sorprendido, lo cual era comprensible, no sabía cuál de los dos lucía peor en esos momentos y extrañamente ese pensamiento me hizo soltar una corta y desgastada risa.

Kane se apartó, se fue posiblemente a su habitación aunque no sabía si se había ido de casa porque en ese momento entré y me lance a los brazos de Asher. Empezando a llorar llena de dolor el cual comenzaba a exteriorizar exageradamente, sintiéndome por fin segura de poder hacerlo. Asher me acogió en ellos sorprendido hasta el punto que casi se tropieza y se cae para atrás, me hizo volver a reír lo torpe que estaba por aquello que había pillado.

— Hannae. ¿Qué... qué ha pasado? — murmuró contra mi oído mientras con una mano me acariciaba el pelo y con la otra me apretujaba contra él, estaba segura de que la manta había debido de caer en algún momento.

— Mi madre. — sollocé con la voz rota y la respiración entrecortada. — Se suicidó.

— ¿Qué?

— Si, o-osea, mi... mi padre me lo ha dicho... que no aguantaba más... que era una cobarde y me dejó a solas con él. — empecé a soltarlo todo de una manera algo liosa, pero en mi defensa diré que mis pensamientos ahora no es que tuviera un filtro muy crítico que se diga.

— ¿Cómo? — preguntó Asher echándome para atrás y mirándome a los ojos, examinando mi pelo revuelto, mis mejillas y labios rojos a causa de las lágrimas y mis ojos algo hinchados y completamente vidriosos.

— Me dejó porque quiso Asher. — no quería ser injusta, lo entendía, pero eso no significaba que no me doliera, además el dolor estaba hablando por mí. No solo me dolía porque me hubiera dejado a mí sino que si se hubiera ido tendría que estar tan destrozada como para que aguantar fuera imposible.

Asher comprendió que ahora no estaba en condiciones para explicar nada porque ni yo misma lo había asimilado como para reproducirlo de manera coherente, por lo que Asher se limitó a abrazarme. No sé en qué momento había recuperado la manta, pero como yo estaba temblando por el frío y las lágrimas nos la había pasado por encima de ambos, nos había envuelto en ella, y ahora yo estaba completamente cubierta por él llorando con la cabeza apoyada en su pecho mientras que la suya estaba respectivamente apoyada en la mía y de vez en cuando me murmuraba palabras de alivio y me daba pequeños y cortos besos.

No necesitaba más, no necesitaba más que a él.

No sé cuánto tiempo nos quedamos así, pero me resulta sencillo aceptar que fue bastante rato, ya que cuando nos separamos yo había dejado de llorar, simplemente estaba en ese estado de absoluta calma aparente que llega tras llorar. Estaba en ese punto en el que llevaba mucho peso por dentro, pero que aparentemente estaba tranquila aunque todo dentro de mí se estuviera desmoronando, pero no lloraba. Algo era algo.

Creo que Asher estaba intentando hablarme, pero yo no le escuchaba, yo solo miraba por la ventana y me perdía en el cielo negro que ahora estaba lleno de gotas de agua por la tormenta que acababa de comenzar de repente, y eso que se suponía que no lloveria.

— ¿Me has escuchado? — me preguntó Asher con la voz ronca que tenía desde hacía días, me sentía mal por haberle hecho estar tanto tiempo de pie abrazándome cuando estaba tan cansado que en toda la tarde que había pasado cuidándolo casi ni se había podido mover.

— No, perdón.

— No tienes porque pedirme perdón, por lo menos no hoy.

— Vale. — le dije asintiendo, sin encontrar las palabras porque en verdad no sabía que decir.

— Te había dicho que si querías algo caliente para tomar.

— Vale.

— ¿El qué?

— Me da igual.

— Está bien... — asintió temeroso de la tranquilidad con la que estaba hablando aunque tenía claro que se me notaba en la cara que simplemente no era consciente de todo y mi cerebro solo había procesado el hecho de que las lágrimas habían cesado, pero a partir de ahí no sabía nada más. — Siéntate allí y ahora voy yo. — le hice caso y me fui a sentar al sofá que ahora cumplía su función de sofá cama para Asher por si quería comer o cualquier cosa no tuviera que andar casi.

Me acomode y cogí la sábana para tumbarme y hacerme un ovillo hasta que él volviera a mi lado, simplemente junto todo lo que pude mis piernas a mi pecho y me las agarre con los brazos mientras escondía la cabeza, haciéndome pequeña mientras que algo dentro de mí gritaba que quería volver a esa época.

No sabía si era para evitar el sufrimiento universal de la adolescencia o si era porque en esa época mamá todavía vivía. Bueno, podían ser ambas.

Cuando estaba casi por dormirme por aburrimiento, sentí como la cama vencía ante el peso de Asher y este con cuidado retiraba la sábana y se metía conmigo en la cama, intentando disimular la mueca de dolor al doblar la tripa.

— Toma. — murmuró, dándome una taza de lo que parecía un humeante té, que sospechaba que era mi favorito. Yo me incorporé a duras penas y me eché para atrás apoyándome contra la pared dejándole así más espacio, que al final era el que estaba malo.

— Gracias. — murmure fijándome en sus uñas negras, no pude evitar sonreír, aunque me costara, ante el recuerdo de esta tarde, en el cual Asher estaba tumbado quejándose de tener que tener la mano tanto tiempo suspendida en el aire mientras yo le pasaba el esmalte negro por las uñas. Por lo menos le había gustado el resultado, aunque le diera pereza que se las pintara, pero conseguiría hacerlo de nuevo porque amaba como le quedaban. Moví la cabeza volviéndome a centrar en sus palabras.

— Hannae, ¿qué ha pasado? Sabes que me lo puedes contar, sigo contigo.

— No sé cómo empezar.

— Tienes toda la noche, bueno todo el tiempo del mundo. Si no quieres hablar está bien, podemos simplemente bebernos esto y tumbarnos, no hace falta que digas nada.

— No, quiero decírtelo, solo que estoy buscando las palabras para hacerlo. — me tomé varios segundos para intentar ordenar los hechos en mi cabeza y mientras le di un sorbo al té que aún sujetaba en mis manos y el cual aunque me quemara ignoraba el hecho de que lo hiciera. — Cuando llegue a casa estaba borracho, como de costumbre. — tanto él y yo hicimos una mueca, Asher de enfado y yo de pesadez. — Y la tomó conmigo, me agarró y me empezó a gritar. Yo no, no sabía que quería decirme. Solo hablaba de como mamá había sido una cobarde, como le había dejado conmigo, convirtiéndome en una carga aún mayor para él. Solo repetía lo mucho que me parecía a ella, en el mal sentido.

>>Yo intenté no cabrearle, al principio solo le pedí perdón porque no sabía que más decir, pero él no estaba contento con eso, necesitaba más para estallar. Y bueno, no sé cómo acabo diciéndome que era una idiota por creer lo que me dijo cuando mi madre murió, porque sí que había muerto, pero no fue un infarto. — lo solté sin casi hacer pausas, solo quería decirlo todo hasta donde pudiera sin llorar. Solo quería soltarlo todo.

— ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó Asher con cuidado, acercando su mano lentamente a la mía para cogérmela.

— Se suicidó Asher, ella, —pare durante unos instantes para coger aire antes de hablar. — se ahogó en la bañera. — rompí en llanto al decirlo en alto, ya no había vuelta a atrás, mi madre se había ido y había sido porque había querido. Y yo fui una idiota durante varios años que no había sido consciente de la verdadera muerte de su madre. Mi padre debió reírse mucho a mi costa por esto, seguramente ahora entre gritos y golpes a causa del alcohol lo estaría haciendo.

Asher no dijo nada, tampoco es que hubiera nada que decir, solo había algo nuevo que aceptar.

Dejó su taza en la mesa y me cogió la mía con demasiado cuidado, como si un simple roce fuera a romperme, pero lo entendía por cómo debía de estar llorando. Yo estaba inmóvil y él con cuidado apartó las cosas para volver a girarse hacia mí y acercarme a él, para que pudiera volver a empezar a llorar sintiéndome segura, si eso conseguía hacerme sentir algo mejor.

Me paso el dedo por debajo de los ojos para quitarme las lágrimas, algunas de ellas.

Yo le miraba, perdiéndome en sus detalles, en sus ojos azulados algo rojos por la falta de sueño y la fiebre, pero a estas alturas lo que menos me importaba era que Asher estuviera enfermo, cuando levanto la vista y nuestros ojos se encontraron de frente solo pude sentir el amor y la culpabilidad que le invadía en esos momentos. Porque si, Asher se sentía culpable de no haberlo sabido y haberme ahorrado este sufrimiento tan tardío, pero no era culpa suya.

No era nuestra culpa, de ninguno.

Se terminó de acercar y me abrazó, de tal forma que el frío que había estado sintiendo al no haberme metido debajo de la sábana desapareció, poco a poco nos fuimos acomodando el uno con el otro, hasta que quedamos ambos tumbados sin dejar de abrazarnos. Desde fuera solo debía de verse su espalda porque yo había quedado contra la pared apretujada contra su pecho y con la cabeza escondida cerca de su cuello.

Asher terminó de acomodarse y volvió a cogerme la mano que me había soltado para ponernos la sábana y yo cerré los ojos cansada de llorar e intente volver a impregnarme de su aroma familiar y centrarme en el ritmo de su corazón, el cual había quedado contra mi oído y comenzaba a marcar mi respiración.

— Estoy aquí. — murmuró, tan bajito que solo yo pude oírlo.

Y claro que estaba ahí conmigo, siempre lo había estado, y siempre lo estaría.

***

*Se marcha a llorar mientras limpia un arma para cargarse al padre de Hannae, y luego abrazar a Asher*

Nos vemos en el próximo capítulo, os quiere Oldspirit9.

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