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Capítulo 7.

— Cariño. — oigo que grita mi padre desde la planta de abajo mientras cojo la mochila y terminó de atarme el moño descuidado que me hago para evitar que el pelo se me pegue a la frente.

Como no me doy por aludida, << a lo mejor se había enamorado y alguien le correspondía esos sentimientos>> como inmediatamente deseché ese pensamiento sigo repasando tranquila que no me dejo nada y antes de salir es cuando me doy cuenta de que mi móvil sigue en mi cómoda cargando ajeno a mi despiste.

Salgo de la habitación ya con todo listo y empiezo a bajar trotando las escaleras con intención de llegar a la cocina, coger algo de comer y salir directamente para ir desayunando por la calle mientras me pierdo en la música de mi playlist, pero está claro que mis planes no iban a salir como había planeado.

— En serio cariño ven, no me hagas esperar. — giró la cabeza, ya en la cocina, inconscientemente buscando encontrar a mi padre paseándose mientras habla por teléfono o en otro caso esperando a que se lo cojan. — Oh, aquí estás, no sabía dónde te habías metido y porque no contestabas. — dice entrando por la puerta de la cocina con una sonrisa en su rostro que no sé decir si es sincera, y lo más sorprendente de todo, dirigiéndose a mí.

— ¿Qué? — pregunté, incrédula, mientras me terminaba de servir el poco café que había quedado en la cafetera.

— Tengo algo para ti.

— ¿Para mí? — debía verme como una idiota, tanto por lo pérdida que se notaba que estaba como por el gesto de desconcierto que debía tener en la cara, pero mi padre nunca, y cuando digo nunca es literal, había tenido nada para mí, todos los regalos y cosas por el estilo habían venido de parte de mi madre. Y cuando se fue no hubo nada, tampoco tuve a nadie que fuera una imagen paterna, solo tuve a Asher y después a Yun y a Kane.

— Si, claro, ¿para quién iba a ser, sino que para mi niña? — algo no iba bien y lo sabía, no iba a engañarme. No ahora. Ni su sonrisa, ni su aparente aspecto arreglado, ni su voz angelical que se notaba que estaba forzando iban a engañarme ni llevarme a pensar que mi padre había cambiado. Además el hecho de que me llamara por un mote cariñoso me resultaba incómodo, algo ajeno y molesto. La gente no cambia de un día para otro, y menos si no quieren hacerlo. Porque conozco a mi padre, y sé que estaba muy a gusto con su forma de mal vivir y con su comportamiento reprochable. — Bueno como queda poco para tu graduación y como ya sabes la semana pasada estuve varios días fuera por trabajo no pude evitar comprarte esto cuando lo vi.

— ¿Hablas en serio? ¿Me has comprado algo? — algo dentro de mí se revolvió o a lo mejor se alegró, pero lo ignoré.

— Verás, cuando conocí a tu madre una de las primeras veces que salimos por la noche llevaba un vestido similar a este. — se giró y cogió una caja que no había visto en ningún momento que había apoyado en el suelo.— De hecho era su vestido favorito, creo que era un regalo de su padre, y pronto se convirtió en mi favorito. Entonces cuando lo vi en aquel escaparate no pude no comprarlo, puesto que te pareces tanto a tu madre en su buena época pensé que como ella ya obviamente no te puede dar el suyo podría comprarte yo este. — en algunos momentos no pude no contener la mueca de desagrado ante ciertos comentarios negativos que decía de forma automática hacia mi madre, pero me hacía ilusión tener algo similar a lo que en su momento fue su vestido favorito, ¿a quién podría no hacerle ilusión?

— A ver. — dije yo, intrigada.

Mi padre quitó la tapa de la caja marrón clara que parecía de una tienda elegante, supuse que debía de ser caro, pero no llegué a ver la marca del vestido y cuando intenté acercarme para verlo ya estaba dejando de nuevo la caja en el suelo mientras sujetaba un vestido rojo de aparente seda, de tirantes finos y escote en pico hasta el final del canalillo donde comenzaba la falda que daba la sensación de ser algo por encima de las rodillas.

Al verlo creo que mi rostro entero reflejó la sorpresa al ver un vestido tan bonito, no las tenía todas conmigo, puesto que mi padre nunca había tenido un gran sentido de la moda, aparentemente. No dude en acercarme para tocar el tejido, que era extremadamente suave, y cogerlo para apoyarlo contra el cuerpo y así verlo.

— Gracias. — murmuré, con menos fuerza en la voz de la que en un principio creí que tendría a causa de la emoción.

— Nada Hannae, las cosas ya vuelven a ir bien así que acostúmbrate a esto. Lo que siempre he merecido está llegando. — en singular, porque él y yo no éramos un pack normal de padre e hija. Sus planes eran los suyos y yo no entraba en ellos, solo me veía algo beneficiada. — Cada vez te pareces más a tu madre, espero que no sea demasiado tarde y acabes igual de mal. — lo dijo como si nada, como si no supiera que dolía, porque como a él nunca le había dolido nada de lo que pasó más que el hecho de que tuviera que ser un padre soltero pensaba que a mí tampoco me dolía. Corrijo, sabía perfectamente que me dolía, lo había visto, pero le daba igual. Y mientras a él le daba igual yo sujetaba el vestido contra mi, intentando no derramar ninguna lágrima y echarme a llorar al recordarla, al recordarlo todo.

Me dio una pequeña sonrisa, la cual dude de si era cierta o producto de mi imaginación, y se fue dejándome parada en el mismo sitio saliendo del asombro cuando escuché como la tostadora indicaba que ya había terminado con lo suyo y las rebanadas de pan salían disparadas hacia arriba.

Subí corriendo a dejar el vestido estirado en mi cama, intentando no darle demasiadas vueltas a todo, y volví a bajar para darle un sorbo al café, coger las tostadas y salir por la puerta sin decir adiós, no estaba acostumbrada a despedirme de alguien que normalmente ni me hablaba.

Cuando salí a la calle recibí varias malas miradas de gente, lo entendía, seguramente se me hubiera corrido algo de la raya del ojo a causa de las lágrimas que había conseguido que no me cayeran por la cara destrozando mi maquillaje, además mi moño estaría aún peor que al principio e iba comiéndome las tostadas con pesar, se me había revuelto el estómago después de todo.

Mi móvil empezó a vibrar y vi la llamada entrante de Yun, cuando mire a la calle donde estaba me di cuenta de que en vez de estar yendo hacia su casa estaba dirigiéndome hacia la de Asher, inconscientemente necesitaba hablar con él y que me abrazará, pero no podía hacerlo, él estaba trabajando y yo había quedado con Yun aunque mi cabeza lo hubiera ignorado. Me pare y cogí el teléfono antes de que la llamada se cortara sin contestación alguna.

— ¿Hola? — pregunté dubitativa y con algo de miedo ante el posible enfado de Yun por ya estar llegando tarde.

— ¿Dónde se supone que estás? — me preguntó, con curiosidad y reclamo en su tono.

— De camino a tu casa.

— Si, claro.

— Que sí, estoy en 10 minutos.

— Más te vale. — colgó sin dejarme contestar.

Cambie de dirección y comencé a andar hacia su casa esquivando la gente e ignorando a los vendedores de los puestos que estaban en la calle, que por lo cerca que estaba el verano eran más, que no dejaban de intentar vender sus productos.

Amaba ver la fusión de modernidad y tradición que todavía existía, era lo único que me gustaba de aquí y nunca me cansaría de repetirlo.

Cuando vi de lejos el cartel, escrito como si de dibujos las letras se tratasen, de la tienda del padre de Yun sonreí aliviada al haber llegado a tiempo.

Entre, apartando las tiras de pequeñas bolitas que había en la entrada, y vi a la madre de Yun sentada viendo una serie a la espera de clientes, la salude con un leve gesto de cabeza que ella me devolvió junto a una sonrisa. Seguí andando y llegué a la zona de atrás, donde estaban las escaleras que daban al piso de arriba, donde estaba la entrada a la verdadera casa de Yun.

Cuando estaba a punto de escribirla apareció ella en lo alto, con una sonrisa, indicándome que subiera porque estaba claro que ella no iba a bajar para tener que volver a subir. Al llegar a su altura me dio un corto abrazo, más bien fue un leve contacto a modo de saludo para que no fuera incómodo, y una sonrisa antes de abrir la puerta y dejarme pasar dando al pasillo principal.

— Menos mal que no has tardado o me iba a enfadar.

— ¿Y qué harías?

— No dejarte entrar.

— Que amable eres.

— Lo sé, de verdad que no hace falta que me lo recuerdes.

— ¿Has estudiado algo? — miro para otro lado haciendo que se notara desde lejos que la respuesta era negativa. — ¿Te has leído el tema? — silencio. — ¡Yun! — exclamé al no obtener ninguna contestación por su parte.

— Es que esperaba que me lo explicaras todo entero tú y ya luego yo estudiara.

— Siempre igual.

— Deja de sonar como una abuela y venga, vamos a darle a los exámenes finales.

— Haces que suene como si tú también me ayudaras a mí.

— ¡Oye! Que me lo repitas a mí es una forma de que tú lo aprendas y lo recuerdes.

— Tienes demasiado morro. — le dije mirándola indignada por su descaro natural. En verdad tenía razón, pero no iba a decírselo.

Una vez sentadas en el suelo de su habitación, con los apuntes desparramados y unos cuantos subrayadores de colores claros. También tirados por distintas zonas del suelo, comencé a explicar mientras que Yun examinaba lo que había en sus apuntes y lo relacionaba con lo que yo la iba contando.

[...]

— Tengo hambre. — se quejó Yun, echándose para atrás y estirándose. — Y sueño.

— Pues no vas a echarte una siesta.

— Aguafiestas.

— Lo que tú digas. - conteste recogiéndome el pelo de nuevo en un moño y dejando el boli que tenía antes en el pelo en el estuche.

— ¿Comer me dejas o quieres que me muera de hambre como nuevo método de estudio o de ayuda a la memorización?

— Yo también tengo hambre, así que sí.

— ¿Si no hubieras tenido hambre hubiera sido un no?

— Posiblemente.

Después de que protestará Yun acabamos bajamos hacia la tienda para coger cualquier dulce que encontráramos primero y que su madre nos dejara cojer. Estuvimos un rato dando vueltas y barajando nuestras opciones, ya que era una muy complicada decisión, hasta que escogimos unos mochis y decidimos volver a su habitación.

Al llegar al pasillo de su casa, mientras yo me bajaba un poco el cuello alto de mi body negro sin mangas, vimos como se abría una puerta de la que salía su padre perdido en sus pensamientos hasta que me vio e inmediatamente me sonrió.

El padre de Yun era extremadamente cariñoso o a lo mejor eso me parecía a mí acostumbrada a la falta de cariño paterno. Aunque no lo pareciera por su comportamiento, a veces algunos de sus negocios no eran con las mejores compañías, pero al fin de cuentas solo intentaba sobrevivir y mantener a su familia.

— Hannae cariño, ¿cómo estás? Ven aquí. — extendió sus brazos para que yo me acercara y le abrazara, cosa que no dude ni un segundo en hacer. Se sentía extraño, pero a la vez tenía ganas de llorar, era la única figura paterna que había tenido y tenía la sensación de que después de hoy no lo volvería a ver y no sabía porqué, por lo que me aferre un poco más a él.

Hoy estaba sensible por culpa de mi padre por lo que no me extraño que las lágrimas amenazaran con salir cuando me apretujo cariñosamente contra él haciéndome sonreír. A veces solo necesitas que te den algo de cariño para que dejes salir todo, o por lo menos algo.

— Bien, estoy bien. — le mentí al separarnos.

— Eso está genial cariño, ¿y ese novio tuyo? ¿Asher, no? ¿Cómo está?

— Bien también, ahora mismo trabajando.

— Pues que trabaje, que debe sacarte de aquí y darte la mejor vida posible, aunque yo vaya a echar de menos a mi otra niña.

— Se lo diré, además hasta que nos intentemos ir queda tiempo. — comente divertida.

— Eso espero. Me imagino que tu padre te lo habrá dicho, pero cada vez te pareces más a tu madre de joven, a cuando era la loca enamorada de la vida. Estás muy guapa, le hubiera gustado verte así, además ella siempre iba con los moños deshechos como tú ahora. — sonreí en agradecimiento sin saber que decir mientras me rompía por dentro. — Me tengo que ir, espero verte pronto. Yun dile a tu madre que haga lo del repartidor. — asentí luchando por no echarme a llorar delante de él, por suerte cuando solté aire estaba mirando a Yun para luego, cuando pasó por mi lado y empezó a bajar las escaleras, rompiera en llanto provocando que Yun se acercara lo más rápido posible y me abrazara.

"Cada vez te pareces más a tu madre, a cuando era una loca enamorada de la vida", no podía dejar de llorar silenciosamente al recordar las palabras que había dicho, parecían tan lejanas a la madre que en sus últimos años conocí, mi madre no era una enamorada de la vida más bien era una prisionera de ella. Mi madre solo lloraba por las noches y por las mañanas para que por la tarde, cuando llegaba de clases, ella pudiera sonreír y darme su mejor versión aunque estuviera rota y no tuviera salida.

Porque cuando llegaba mi padre a casa ella volvía a llorar, yo lo escuchaba todo aunque ellos quisieran creer que no lo hacía, y a gritar pidiendo que parara porque ella iba a cambiar.

Escuche cada una de sus discusiones, también lloré junto a mi madre en cada una de ellas.

Mi madre cambió, se perdió a sí misma, mi padre nunca lo hizo, y consiguió más poder del que ya tenía.

Simplemente llegó un momento en el que los gritos y los llantos dejaron de ser escuchados, fueron sustituidos por los golpes de un padre que llegaba borracho y no podía caminar y fueron acompañados por los sollozos de una, todavía, niña que aparentaba ser más mayor de lo que era, pero que en verdad lloraba mientras suplicaba un último abrazo de su madre.

Pero su madre no podía ir a dárselo, ella se había ido, pero aunque quisiera no tenía opción de volver.

Y sin quererlo, esa niña viajó por primera vez en muchos años de día a aquella fatídica noche.

Bueno, a la segunda, la primera ya había sido borrada las lágrimas.

*** 

¿Qué fue lo que le pasó a la madre de Hannae en verdad? Pues como siempre digo: nos vemos en el próximo capítulo, dónde lo descubriremos y os quiere Oldspirit9.

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