Marella
Capítulo 8: Marella
El aroma del almuerzo despertó a Anne antes de que abriera completamente los ojos. Aún medio adormilada, se incorporó lentamente en la cama, notando la bandeja portátil en una mesa cercana. Sobre ella, un plato con lo que parecía un estofado humeante, pan recién horneado, frutas frescas, y una jarra con un líquido cristalino.
-¿Esto es para mí? -se preguntó en voz alta, frotándose los ojos. Luego recordó a Circe, quien probablemente había dejado todo mientras dormía.
-Si no lo como, sería un desperdicio, -decidió mientras se levantaba de la cama.
Anne se sentó frente a la bandeja y tomó el primer bocado del estofado. Los sabores se mezclaban en su boca de una manera que jamás había experimentado.
-¿Qué clase de magia usan para cocinar aquí? -murmuró, casi maravillada.
Mientras comía, dejó que su mente divagara. Recordó lo ocurrido con los noctámbulos y cómo Nereo había manejado la situación. Aunque él podía ser exasperante, le reconocía cierto temple. Sin embargo, lo que más le preocupaba seguía siendo el propósito por el que estaba allí.
Cuando terminó de comer, decidió que no podía quedarse en la habitación por más tiempo. Necesitaba moverse, explorar y despejar su mente.
Anne salió de sus aposentos con pasos sigilosos, como si temiera que alguien pudiera detenerla. Los pasillos del castillo eran majestuosos: altos techos abovedados, paredes decoradas con tapices intrincados, y candelabros que brillaban con una luz cálida.
-Esto es como vivir dentro de un museo, -pensó mientras recorría los pasillos.
A medida que caminaba, se encontró con varias puertas cerradas y algunas ventanas que ofrecían vistas espectaculares de los jardines del castillo. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue un gran salón desde donde se escuchaban voces elevadas.
Anne se acercó con cuidado, quedándose cerca del marco de la puerta sin ser vista. Adentro, una discusión acalorada estaba en pleno apogeo.
-¡No tienes derecho a irrumpir en mis tierras de esa manera! -dijo una voz femenina con un fuerte acento ruso. Anne asomó ligeramente la cabeza y vio a una joven de cabello castaño, cuya postura altiva dejaba claro que no estaba dispuesta a ceder terreno.
-¿Tus tierras? -respondió un hombre con un tono sarcástico. Su cabello castaño claro brillaba bajo la luz, y sus ojos celestes parecían fríos como el hielo. -No olvides que no tienes ninguna autoridad fuera de tus mares. Aquí, eres poco más que una invitada.
La joven apretó los puños, visiblemente enfurecida.
-Soy la princesa y figura política de los mares de Atlantico, -espetó, su voz firme y decidida. -Eso me da autoridad donde sea que me encuentre, incluido este castillo.
El hombre soltó una risa burlona, inclinándose hacia ella como si estuviera a punto de decir un secreto.
-¿Autoridad? -susurró con un tono venenoso. -Tu autoridad no significa nada aquí, niña. Aprende tu lugar antes de exigirme respeto.
Anne sintió un escalofrío. La tensión en la sala era casi palpable, y aunque no conocía a ninguno de los dos, ya había tomado partido.
-"Niña", dice el tipo que parece disfrutar comportándose como un adolescente malcriado, -murmuró para sí misma, cruzándose de brazos mientras observaba.
La joven, lejos de dejarse intimidar, se irguió aún más.
-Si piensas que puedes venir a mis tierras y causar disturbios sin consecuencias, estás muy equivocado, -dijo con voz firme. -La próxima vez que tengas la necesidad de actuar como un desquiciado, te sugiero que lo hagas en privado.
El hombre arqueó una ceja, aparentemente sorprendido por su respuesta. Sin embargo, no respondió de inmediato. En su lugar, se dio la vuelta con aire de superioridad y comenzó a alejarse.
-Como digas, princesa, -dijo con desdén antes de salir del salón, dejando a la joven visiblemente disgustada.
Anne, que había estado conteniendo la respiración durante la confrontación, dejó escapar un suspiro.
-Vaya tipo, -murmuró, sacudiendo la cabeza. -Y yo pensaba que Nereo era insoportable.
Aunque la joven parecía estar intentando calmarse, Anne decidió no acercarse. No quería que la descubrieran espiando y, además, sentía que no era el momento adecuado para presentarse.
-Definitivamente, aquí hay más drama que en cualquier novela, -se dijo a sí misma mientras se alejaba del salón, reflexionando sobre lo que había presenciado.
Anne avanzaba por los pasillos del castillo, sus pensamientos aún divididos entre la confrontación que había presenciado y la magnificencia del lugar. Fue entonces cuando, doblando una esquina, se encontró frente a frente con la reina Ethel.
La reina sonrió con calidez al verla. Llevaba un vestido azul perlado que parecía reflejar la luz con cada movimiento, y su porte era tan majestuoso como amable.
-Anne, qué gusto verte -dijo Ethel, con una voz dulce pero firme-. ¿Qué tal han sido tus primeras horas en el castillo?
Anne se inclinó ligeramente en señal de respeto, sintiéndose un poco nerviosa al hablar con la reina.
-Han sido... increíbles, su Majestad -respondió, tratando de mantener la compostura. -Todo es tan hermoso y grandioso aquí.
Ethel rió suavemente.
-Me alegra que lo veas así. ¿Te apetece dar un paseo? Quiero aprovechar para conocer más de ti.
Anne asintió, y ambas comenzaron a caminar. Mientras lo hacían, la reina le hacía preguntas sobre su vida, sus intereses y cómo se sentía en aquel entorno. Anne respondía con sinceridad, aunque no podía quitarse de la cabeza lo que había presenciado en el salón. Decidió no mencionar nada sobre la discusión.
Justo cuando comenzaba a relajarse, una voz femenina llamó a la reina desde el otro extremo del pasillo.
-Ethel.
Anne levantó la vista y sintió un pequeño escalofrío. Era la misma mujer de la discusión. La princesa Marella Asherah.
Marella avanzó hacia ellas con pasos decididos. Su cabello castaño brillaba como si estuviera hecho de hilos de oro, y su presencia llenaba el espacio. Llevaba un vestido blanco con detalles en plata que acentuaban su porte regio, y aunque su rostro mostraba serenidad, sus ojos reflejaban una intensidad casi intimidante.
-Marella, querida, -dijo Ethel con un tono afectuoso-. Qué alegría verte.
Marella sonrió, aunque su mirada seguía siendo calculadora.
-Ethel, tenía que verte. Hay asuntos que no puedo dejar para después.
Ethel asintió con comprensión y luego giró hacia Anne.
-Anne, déjame presentarte. Esta es la princesa Marella Asherah, del reino de Atlántico.
Anne hizo una reverencia ligera, sintiéndose algo pequeña ante la presencia de Marella.
-Es un honor conocerla, princesa, -dijo Anne con un tono formal.
Marella asintió brevemente, su atención ya enfocada en Ethel.
-Ethel, -comenzó Marella, su voz con ese característico acento ruso que hacía que cada palabra sonara elegante-, necesito pedirte un favor. Es sobre Cadell.
Anne sintió que su pecho se apretaba ligeramente al escuchar el nombre. Su sospecha comenzaba a cobrar forma, pero decidió mantenerse en silencio.
-¿Qué ocurre con Cadell? -preguntó Ethel, mostrando interés genuino.
Marella suspiró, su expresión suavizándose momentáneamente.
-Últimamente ha estado... peculiar. Sus arranques de ira son cada vez más frecuentes, y no me gusta cómo aparece sobresaltado en mi reino sin previo aviso. Lo quiero mucho, Ethel, de verdad, pero esto no puede continuar así.
Ethel frunció el ceño, preocupada.
-Entiendo. Hablaré con él. Cadell puede ser temperamental, pero siempre escucha razones.
Marella asintió, aunque parecía no estar completamente convencida.
-Espero que así sea. Él tiene un buen corazón, pero sus emociones a veces lo superan. Si va a gobernar junto a mí, necesita aprender a controlarlas.
Ethel colocó una mano reconfortante sobre el brazo de Marella.
-Haré todo lo posible por tranquilizarlo. Y sabes que puedes quedarte aquí el tiempo que necesites.
Marella inclinó ligeramente la cabeza en señal de gratitud.
-Gracias, Ethel. Tu apoyo significa mucho para mí.
Con una última mirada a Anne, que permanecía silenciosa como una sombra, Marella se retiró, caminando con la gracia de quien sabe que todas las miradas están sobre ella.
Anne exhaló un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.
-¿Marella siempre es así? -preguntó en un tono casual, aunque su curiosidad era evidente.
Ethel sonrió.
-Últimamente, está más tensa de lo normal. Planeando el matrimonio, lidiando con las responsabilidades de su reino... Es mucho para cualquiera. Pero en el fondo, Marella es encantadora y de gran corazón. Estoy segura de que pronto lo verás.
Anne asintió, aunque no estaba del todo convencida. Mientras seguían caminando y charlando de otros temas, no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la imagen de Cadell y Marella. ¿Qué clase de relación tenían? ¿Y qué papel jugaría ella misma en todo aquello?
Anne caminó hasta el jardín del castillo, buscando algo de tranquilidad después de su charla con la reina Ethel. El aire estaba fresco y perfumado, lleno del aroma de las flores que crecían por todas partes. Era un espacio cuidadosamente diseñado, con fuentes cristalinas y pequeños senderos de piedra rodeados por una vegetación exuberante. Allí, entre un lecho de lirios, estaba Circe, inclinada sobre unas plantas que cuidaba con esmero.
-¿Siempre estás aquí? -preguntó Anne con una sonrisa, acercándose.
Circe levantó la vista y sonrió.
-Casi siempre. Las plantas son más fáciles de entender que las personas -respondió, limpiándose las manos en un delantal blanco lleno de manchas verdes.
Anne rió suavemente y se sentó en el borde de una fuente cercana. Ambas comenzaron a hablar de cosas triviales: la belleza del jardín, los días calurosos que pronto darían paso al frío y lo encantador que era el castillo. La conversación fluía con naturalidad, aunque Anne seguía sintiendo cierta tensión después de todo lo que había descubierto ese día.
De repente, un murmullo de hojas anunció la llegada de alguien más. Anne levantó la vista y, para su sorpresa, vio a Marella Asherah avanzar por el sendero. Su porte era elegante, su vestido de seda azul se movía con cada paso como si estuviera hecho de agua.
Circe se inclinó inmediatamente en una reverencia respetuosa.
-Princesa Marella.
Anne, algo incómoda, hizo lo mismo, aunque de manera menos fluida.
-Anne, ¿verdad? -preguntó Marella, observándola con una expresión que parecía distante.
-Sí, princesa -respondió Anne, sintiendo la tensión en el aire.
Marella adoptó una postura altiva, cruzando los brazos mientras miraba alrededor con una ligera expresión de desdén.
-Circe, este jardín necesita más cuidado. Algunas plantas parecen haber perdido su vitalidad. Espero que puedas remediarlo antes de que empeore.
Anne arqueó una ceja, pensando para sí misma: "¿No que era tan amorosa y dulce? Parece más bien un iceberg caminante"
Circe rio suavemente y sacudió la cabeza.
-Ya basta, Marella. Deja de asustar a Anne.
Anne frunció el ceño, confundida.
-¿Qué?
Marella soltó una carcajada, una risa cristalina que transformó por completo su rostro. Su postura altanera se deshizo, y su sonrisa ahora era cálida y genuina.
-Perdón, Anne. No pude evitarlo. Siempre hago esta pequeña broma cuando conozco a alguien nuevo -explicó Marella, tocándose el pecho con un gesto dramático-. No te preocupes, no soy tan mala como parezco.
Anne suspiró aliviada y luego, en tono sarcástico, agregó:
-Gracias por la advertencia. Estaba a punto de pedir una armadura.
Las tres rieron, y poco a poco, la conversación se volvió más relajada. Marella se mostró interesada en conocer más sobre Anne, quien, tras un pequeño momento de duda, decidió ser honesta.
-La reina Ethel y Frey me eligieron por una profecía. Tengo que enfrentar al rey de la oscuridad, Astrophel.
Marella la observó con seriedad, asintiendo lentamente.
-Esa es una tarea monumental, Anne. Te deseo toda la suerte del mundo. Pero recuerda, no estás sola. Aquí estaremos para ayudarte en lo que necesites.
Anne sonrió tímidamente, sintiéndose un poco más tranquila. Circe también la animó, tocándole el brazo con cariño.
-Eres más fuerte de lo que crees, Anne. Lo sé.
Anne, entre risas, mencionó a Nereo.
-También tengo a mi "maravilloso" guardia, claro.
Circe y Marella intercambiaron una mirada y comenzaron a reír.
-¿Nereo? -preguntó Circe, aún entre risas-. Es uno de los mejores. Deberías considerarte afortunada.
-Es valiente, leal y... -Marella añadió, con una ligera sonrisa soñadora- tiene algo especial.
Anne rodó los ojos.
-Es irritante. Eso es lo que tiene de especial.
La charla continuó, y Marella aprovechó para enseñarle a Anne un poco más sobre el poder de los eternos del agua.
-Nuestros poderes se ven influenciados por el clima, la estación, incluso la hora del día -explicó Marella-. Ahora mismo estamos en la transición del calor al frío, lo que significa que nuestras habilidades están aumentando. Pero la noche...
Circe intervino, su tono más serio.
-La noche es peligrosa. Los eternos de la oscuridad ganan fuerza entonces, y ahí es cuando debes tener más cuidado.
Anne frunció el ceño, recordando lo que Nereo le había dicho la noche anterior.
-¿Qué pasa con los noctámbulos? -preguntó.
Marella asintió, su expresión oscureciéndose.
-Son peligrosos, sí, pero lo que realmente debe preocuparte es el guardia oscuro. Es un ser que se alimenta de las sombras. Puede infiltrarse en los sueños, crear pesadillas y sembrar caos. Por eso este castillo siempre está bien iluminado.
-¿Qué ocurre si aparece? -preguntó Anne, sintiendo un escalofrío.
Marella le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
-Mientras estés cerca de la luz, estarás a salvo. Confía en eso.
Antes de que Anne pudiera responder, Nereo apareció en el jardín. Su presencia era imponente pero serena, y su armadura reflejaba los últimos rayos del sol.
-Damas, el atardecer está cerca. Es hora de regresar al castillo -dijo con voz firme pero cortés.
Nereo se acercó y, con un gesto elegante, besó las manos de Circe y Marella. Sin embargo, al llegar a Anne, simplemente inclinó la cabeza en un saludo formal. Anne, ofendida, le mostró el dedo medio.
-Encantadora como siempre, Anne -dijo Nereo, ignorando su gesto y esbozando una pequeña sonrisa.
Anne notó una mirada especial en los ojos de Nereo al observar a Marella, algo que no podía pasar desapercibido para ella. Decidió no decir nada, pero archivó esa información en su mente, segura de que había más de lo que parecía.
Mientras Nereo las escoltaba de regreso al castillo, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de colores cálidos. Anne observó a las dos mujeres a su lado y sintió una chispa de esperanza. Tal vez, con su ayuda, realmente podría cumplir con su destino.
Su
~~~
Un nuevo personaje ingreso junto a Circe, está vez la hermosa princesa Marella Asherah Thalassa. Aparentemente, Marella tiene complicaciones con su futuro esposo Cadell, un muchacho... Especial (no puedo decir que pienso de Cadell porque me cierran la cuenta 🥲)
Anne, quien por un momento pensó que Marella era de esas típicas princesas, se llevó la sorpresa al descubrir que era mucho más cálida de lo que aparentaba.
Y esa miradita... ¡¡Nereo!!
La noche se avecina y cosas sucederán. ¿Cómo será la segunda noche de Anne en el eterno? Ahora se encuentra acompañada por varios que están de su lado, aún así, las noches en el eterno pueden llegar a ser muy peligrosas...
¡Nos leemos el Viernes! 🪄🖤
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