La Oscuridad Encarnada
Capítulo 10: La Oscuridad Encarnada
La noche era silenciosa, pero en el mundo de los sueños de Anne, reinaba un verdadero caos.
Todo comenzó con un paisaje sombrío, un bosque de árboles retorcidos cuyas ramas parecían manos esqueléticas tratando de atraparla. La luz era inexistente, salvo por un leve resplandor rojo que parecía emanar desde el horizonte. Anne caminaba descalza sobre un suelo húmedo y pegajoso. Cada paso era un esfuerzo, como si algo invisible intentara frenarla.
Los susurros comenzaron como un murmullo lejano. Al principio eran ininteligibles, pero poco a poco se volvieron más claros, aunque seguían siendo inquietantes:
-No perteneces aquí...
-Vuelve...
-No escaparás...
Anne se detuvo, mirando a su alrededor, pero no había nadie. El bosque parecía cerrarse sobre ella, las sombras se alargaban como si tuvieran vida propia. Quiso gritar, pero su voz no salía.
De repente, el suelo bajo sus pies se transformó. Ya no era un bosque; estaba en un pasillo interminable, con paredes hechas de carne palpitante y ojos que la miraban fijamente. El aire era denso, cargado de un olor metálico a sangre. Intentó correr, pero sus piernas apenas respondían.
Los ojos comenzaron a abrirse y cerrarse, y de las paredes surgieron garras negras que intentaban atraparla. Anne esquivaba por instinto, su respiración era un jadeo desesperado.
-¡Déjenme en paz! -gritó finalmente, su voz resonando en el pasillo.
Al fondo del corredor, apareció una figura encapuchada. Su silueta estaba envuelta en sombras que se movían como si tuvieran vida propia. La figura no caminaba, flotaba hacia Anne, y cada vez que se acercaba, el pasillo se hacía más angosto.
-Anne... -susurró con una voz distorsionada, un eco que parecía provenir de todas direcciones.
Anne retrocedió, pero la figura se acercaba inexorablemente. De repente, el suelo bajo sus pies se desmoronó, y cayó al vacío. Gritó mientras caía, pero el grito se ahogó en el aire espeso.
Cayó en un lago oscuro. El agua era helada, pero lo más aterrador eran las figuras que la rodeaban bajo la superficie: rostros deformados, bocas abiertas en gritos silenciosos. Manos espectrales surgieron para atraparla, arrastrándola hacia las profundidades.
Anne luchó, pataleando con todas sus fuerzas, pero era inútil. La presión en su pecho aumentaba, y justo cuando pensó que iba a ahogarse, abrió los ojos.
Estaba de vuelta en el bosque, pero esta vez todo estaba en llamas. Las sombras habían tomado forma, figuras altas y delgadas con ojos rojos brillantes. Caminaban hacia ella, sus movimientos eran antinaturales, como si cada paso les causara dolor.
-Anne... Anne... -sus voces eran un cántico repetitivo que se clavaba en su mente.
Intentó correr, pero el suelo ardía bajo sus pies. Las sombras la rodearon, y una de ellas levantó una mano, señalándola. Su rostro se transformó en el de Anne misma, pero con una sonrisa torcida y unos ojos completamente negros.
-Nunca escaparás de nosotras -dijo la sombra con su propia voz.
Anne gritó, llevándose las manos a la cabeza. La sensación de desesperación y claustrofobia era insoportable. De pronto, todo se detuvo. El fuego se apagó, las sombras se desvanecieron, y el silencio reinó.
Fue entonces cuando escuchó un susurro muy cerca de su oído:
-Nos veremos pronto...
Con un jadeo agudo, Anne se despertó, cubierta de sudor y con el corazón latiendo desbocado. Estaba de vuelta en su habitación, pero el aire seguía sintiéndose pesado, y la sensación de ser observada no desaparecía. Era como si algo de su pesadilla se hubiera filtrado al mundo real.
La habitación estaba sumida en una penumbra espesa. La tenue luz de la luna apenas atravesaba las cortinas, dibujando sombras inquietantes en las paredes. Anne jadeaba, su pecho subía y bajaba frenéticamente mientras las imágenes de su pesadilla seguían atormentándola. Se pasó las manos por el rostro, tratando de borrar el sudor frío que se acumulaba en su frente, pero el miedo persistía.
El aire en la habitación se tornó denso, casi irrespirable. Anne sintió que algo la observaba, como si unos ojos invisibles se clavaran en su ser. Intentó girar la cabeza para mirar a su alrededor, pero su cuerpo parecía resistirse. La sensación de parálisis se apoderó de ella, y su corazón comenzó a latir como un tambor desbocado.
De repente, el ambiente se volvió aún más inquietante. Un leve crujido rompió el silencio, seguido de un murmullo bajo y distorsionado que heló la sangre de Anne.
-Anne...
El sonido provenía de un rincón oscuro de la habitación. Anne trató de gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta. Con un esfuerzo titánico, logró girar su cabeza hacia el origen del sonido. Allí estaba: una figura alta, encapuchada y con una máscara oscura que brillaba débilmente en la oscuridad.
La figura comenzó a moverse, caminando con lentitud, cada paso resonando como un eco macabro en el silencio de la noche.
-¿Q-quién eres? ¿Qué quieres de mí? -logró balbucear Anne, con la voz temblorosa.
La figura no respondió. En lugar de eso, inclinó la cabeza de manera antinatural y murmuró su nombre de nuevo, esta vez con una voz más grave, casi gutural.
-Anne...
Anne sintió que el pánico la consumía. Sus músculos, hasta entonces inmovilizados por el miedo, reaccionaron por pura desesperación. Con un movimiento brusco, agarró el candil de su mesa de luz y lo lanzó con todas sus fuerzas hacia la figura.
El impacto resonó en la habitación, y la máscara del ente se inclinó hacia atrás por la fuerza del golpe. Un sonido gutural y ensordecedor salió de su boca, un chillido que no parecía humano.
-¡Déjame en paz! -gritó Anne, con lágrimas corriendo por su rostro.
Pero el ente no se detuvo. Recuperó el equilibrio y, con un movimiento rápido, extendió unos tentáculos oscuros y viscosos que surgieron de su espalda. Se abalanzaron hacia Anne, moviéndose como serpientes vivas.
Anne esquivó por puro instinto, cayendo al suelo mientras los tentáculos golpeaban el lugar donde había estado un segundo antes. Se arrastró hacia la puerta, sus uñas arañando el suelo en su desesperación.
-No puedes escapar... -susurró la figura, con una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna.
Anne logró ponerse de pie y corrió hacia la puerta, pero los tentáculos la alcanzaron, atrapando su pierna y tirándola hacia atrás. Gritó de dolor mientras caía de nuevo al suelo, su tobillo atrapado en la fría oscuridad.
Con todas sus fuerzas, Anne agarró una lámpara cercana y la estrelló contra los tentáculos. La luz chisporroteó al romperse, y la sombra retrocedió, dejando escapar un gruñido ensordecedor.
-¡No me rendiré! -gritó Anne, su voz llena de determinación.
El ente avanzó de nuevo, esta vez más rápido, llenando la habitación con un aura opresiva. Anne, sin saber qué más hacer, agarró un candelabro pesado que decoraba la pared y lo blandió como un arma.
-¡Vete de aquí! -gritó mientras lanzaba el candelabro hacia la figura.
El golpe resonó, pero no pareció hacer mucho daño. La figura se tambaleó, pero los tentáculos volvieron a surgir, más largos y rápidos que antes. Anne apenas logró esquivarlos, lanzándose detrás de un escritorio para protegerse.
La figura golpeó el escritorio con fuerza, partiéndolo en dos, y Anne rodó por el suelo, evitando por poco ser alcanzada. Su mente estaba en estado de alerta máxima, buscando desesperadamente una forma de sobrevivir.
En un momento de claridad, recordó el fuego. Agarró una de las velas que había caído al suelo durante la pelea y encendió un trozo de tela con las brasas restantes. Sosteniendo la improvisada antorcha, la blandió hacia el ente.
-¿Le temes al fuego, verdad? -dijo Anne, con la voz temblorosa pero firme -La luz, hijo de puta...
La figura retrocedió por primera vez, los tentáculos tambaleándose. Anne aprovechó la oportunidad para avanzar, agitando la antorcha frente a ella.
-¡Fuera de aquí! -gritó, cada vez más segura.
El ente emitió un chillido ensordecedor antes de desvanecerse en una nube de sombras que se disipó rápidamente. La habitación quedó en silencio, salvo por el sonido de la respiración agitada de Anne.
Se dejó caer al suelo, temblando y con lágrimas en los ojos. No sabía qué había sido eso, pero una cosa estaba clara: ya no estaba sola en el castillo, y lo que fuera aquello no iba a detenerse tan fácilmente.
Anne corrió descalza por los fríos y oscuros pasillos del castillo, su respiración era agitada y el sonido de sus pasos resonaba en el silencio opresivo. Sentía que las sombras se alargaban detrás de ella, como si todavía estuvieran vivas, como si el espectro que había vencido pudiera regresar en cualquier momento. Cada rincón parecía ocultar una amenaza, y la ausencia de luz hacía que todo se sintiera irreal, como si aún estuviera atrapada en su pesadilla.
Finalmente, llegó a los aposentos de Nereo, su gran enemigo, solamente que ahora no le importaba su orgullo ni las diferencias que tenían, lo necesitaba. Golpeó la puerta con fuerza varias veces.
-¡Nereo! -gritó desesperada.
No hubo respuesta.
Empujó la puerta y la abrió sin más. Nereo estaba profundamente dormido en su cama, roncando suavemente. Anne, sin dudarlo, se acercó y lo sacudió por los hombros.
-¡Nereo, desperta, pelotudo! ¡Me atacaron! ¡Necesito tu ayuda!
El guardia abrió los ojos lentamente, parpadeando con confusión antes de fruncir el ceño.
-¿Qué demonios haces aquí a estas horas? -preguntó con voz ronca, incorporándose en la cama. Su tono era molesto, pero al ver la expresión aterrorizada de Anne, su semblante cambió ligeramente.
-¡No tengo tiempo para explicarte todo! -dijo Anne, jadeando-. ¡Alguien me atacó! ¡Una cosa... un espectro! ¡Oscuro!
Nereo frunció el ceño más profundamente y se levantó de la cama, agarrando su espada. Su cabello estaba desordenado y su rostro mostraba irritación, pero también algo de alarma.
-Bien, explícame mientras caminamos -ordenó, ajustándose su uniforme apresuradamente.
Ambos regresaron corriendo a los aposentos de Anne. El desorden era evidente: muebles volcados, telas rasgadas, y marcas en las paredes que parecían quemaduras. Sin embargo, el fuego que Anne había encendido con su único candil ya se había consumido. Lo único que quedaba era una sensación pesada en el aire, como si la oscuridad misma tuviera presencia.
Nereo observó la escena en silencio, inspeccionando cada detalle con cuidado. Finalmente, habló:
-Fuiste atacada por el guardia oscuro.
Anne lo miró confundida, pero también aterrorizada.
-Lo que me faltaba, otro loco que quiere arruinarme la vida- Bufó- ¿Y este quien es?
Nereo suspiró y se cruzó de brazos, aunque mantenía su espada cerca.
-El guardia oscuro es una entidad que aparece en noches de completa oscuridad. Proviene del reino de la oscuridad. Es conocido por su mala fama de irrumpir los sueños de los eternos, crear pesadillas y acechar a sus futuras víctimas. Básicamente es un espectro del caos...
-¡Qué bonito! -replicó Anne sarcástica- ¿Algo más que quieras contarme de ese guardia?- Acto seguido, señaló los restos del candil roto en el suelo-. ¡Tuve que usar mi único fuego para defenderme! ¡Le prendí fuego y escapé como pude!
Nereo la miró con gravedad.
-Eso explica por qué no se ha regenerado. Normalmente, el guardia oscuro no puede ser destruido de forma permanente, pero el fuego puro o la luz lo debilita. El problema es que ahora no tenemos luz, y en este castillo, quedarse sin luz no es solo peligroso... es mortal.
Anne tragó saliva con dificultad.
-¿Qué hacemos ahora?
Nereo se giró hacia ella, sus ojos serios.
-Primero, necesitamos verificar que los reyes, Marella, Circe y Cadell estén a salvo. No podemos salir al exterior porque los noctámbulos estarán acechando, pero quedarnos en la oscuridad tampoco es seguro. La prioridad es encontrar una forma de generar luz y asegurarnos de que nadie más esté en peligro.
Anne intentó mantener la calma, pero la situación era abrumadora.
-¿Y si no encontramos cómo encender algo? ¿Estamos... jodidos?
Nereo no respondió de inmediato. Su silencio fue respuesta suficiente. Finalmente, dijo con voz grave:
-Sí.
Anne sintió que el terror se apoderaba de ella nuevamente, pero no dejó que la paralizara.
-Entonces, vamos a buscar a los demás -dijo con determinación-. No podemos quedarnos aquí esperando a que algo peor pase.
Nereo asintió, y ambos salieron de los aposentos.
El castillo estaba sumido en una penumbra total, lo cual no era algo usual. Los pasillos eran un laberinto de sombras que parecían moverse con cada paso que daban. Anne mantenía una mano en la pared para guiarse mientras Nereo lideraba, su espada en alto y sus sentidos alerta.
-Escucha -dijo Nereo en voz baja mientras avanzaban-, si ves algo, no te detengas. Corre hacia donde yo te diga. La oscuridad aquí no es normal, y si dejamos que nos atrape...
-¿Qué pasa si nos atrapa? -preguntó Anne en un susurro.
-No quieres saberlo -respondió él sin mirarla.
Un sonido distante interrumpió su conversación. Era un crujido, como si alguien arrastrara algo pesado por el suelo. Anne sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-¿Qué fue eso? -susurró.
Nereo no respondió. Solo levantó una mano para indicarle que se detuviera. El sonido se acercaba, lento pero constante.
-Sea lo que sea, no hagas ruido -dijo él en voz baja, sus ojos fijos en la penumbra.
Anne asintió, conteniendo la respiración. Ambos se quedaron inmóviles mientras el sonido pasaba a unos metros de ellos. Una figura se movía en las sombras, alta y delgada, con movimientos antinaturales.
Cuando la figura desapareció, Nereo tomó a Anne del brazo y la llevó por otro pasillo.
-Esto está peor de lo que pensé -murmuró-. Debemos darnos prisa.
El silencio del castillo era opresivo mientras Anne y Nereo avanzaban por los interminables pasillos sumidos en la oscuridad. Las paredes parecían respirar, y las sombras parecían cobrar vida con cada paso que daban. Anne mantenía la vista fija en la espalda de Nereo, tratando de no perder la calma. Su respiración era rápida, aunque intentaba disimularlo.
Nereo, por su parte, no decía nada, pero la tensión en su postura era evidente. Su mano descansaba sobre la empuñadura de su espada, y sus ojos se movían con rapidez, atentos a cualquier movimiento o sonido. Sin embargo, en su mente, no podía dejar de pensar en Marella. ¿Estará bien? La idea de que algo le hubiera pasado lo impulsaba a seguir adelante, pero su silencio no hacía más que inquietar a Anne.
De repente, un ruido rompió el silencio.
-¿Escuchaste eso? -susurró Anne, deteniéndose en seco.
Era un sonido distante, como si algo se hubiera roto, quizás un jarrón. Luego, otro sonido se unió: el eco de pisadas sobre el agua, lentas y deliberadas.
-Quédate detrás de mí -ordenó Nereo, su tono bajo pero firme.
Anne obedeció, pero el terror comenzó a calar más profundamente en su pecho. Entonces, un aullido resonó en la oscuridad, seguido de otro. Dos aullidos que hicieron que la sangre de Anne se congelara.
-¡Corre! -gritó Nereo, tirando de ella para que comenzaran a correr.
Los pasillos se convirtieron en un caos de sombras y ruido. Dos lobos hechos de pura oscuridad emergieron de las sombras, sus ojos brillando con un fulgor rojizo. Sus cuerpos eran imponentes, sus movimientos fluidos y salvajes, como si fueran parte de la misma penumbra que los rodeaba.
Anne corría con todas sus fuerzas, pero sus piernas temblaban y su respiración era un desastre. Nereo giró en seco, levantando su brazo, y de la nada invocó una corriente de agua que se alzó como un muro frente a los lobos.
-¡Sigue corriendo! -ordenó Nereo mientras dirigía la corriente de agua hacia las bestias.
Anne siguió adelante, pero sus pasos eran erráticos. Los lobos chocaron contra el agua, gruñendo furiosos mientras Nereo controlaba su ataque con precisión. Uno de los lobos fue arrastrado hacia una pared, mientras el otro intentaba rodear la corriente.
-¡Malditos sean! -gruñó Nereo mientras intentaba mantenerlos a raya.
En un descuido, una sombra más oscura que la noche misma emergió detrás de él. El guardia oscuro, con su traje negro, máscara y capucha, se materializó sin previo aviso, rodeando a Nereo con tentáculos oscuros que lo levantaron del suelo.
-¡Nereo! -gritó Anne, deteniéndose en seco.
Nereo forcejeó con todas sus fuerzas, pero el agarre del guardia oscuro era implacable. Su espada salió disparada de su mano, chocando contra el suelo y deslizándose hacia un rincón.
-¡Encuentra mi espada! -rugió Nereo, luchando por liberarse.
Anne, impactada, buscó con la mirada el arma, pero los lobos se volvieron hacia ella. Sus gruñidos profundos resonaban en el pasillo, y sus ojos brillaban con un odio antinatural.
-¡No, no, no! -murmuró Anne, retrocediendo.
Uno de los lobos saltó hacia ella. Anne apenas logró esquivarlo, pero el segundo la alcanzó, rasgando su pierna con sus garras. Un grito desgarrador escapó de sus labios mientras caía al suelo, sintiendo el dolor punzante y la sangre correr por su pierna.
Se arrastró desesperadamente, buscando la espada de Nereo mientras las bestias la rodeaban. Sus dedos finalmente tocaron el frío metal del arma, pero antes de que pudiera levantarla, una voz firme resonó en el pasillo.
-¡Aléjate de ella!
Era Marella.
Con una precisión impresionante, Marella blandió la espada de Nereo, golpeando al guardia oscuro con un movimiento rápido y preciso. La criatura se deshizo en una nube de sombra intangible, liberando a Nereo, quien cayó al suelo con un jadeo.
-¡Marella! -exclamó Nereo, levantándose rápidamente.
-¿Qué rayos está pasando aquí? -preguntó Marella, girándose para enfrentar a los lobos, que ahora dudaban en atacar.
Anne, aún en el suelo, se aferró a la espada mientras Marella y Nereo se preparaban para enfrentarse nuevamente a las bestias.
-¡Anne! ¡Vuelve a tus aposentos y cierra la puerta! -gritó Marella, sus ojos brillando con determinación.
-¡No puedo dejarlos! -respondió Anne, aunque su voz temblaba.
-¡Haz lo que digo! -ordenó Marella mientras cargaba contra uno de los lobos.
Nereo se unió a la lucha, invocando nuevamente sus poderes de agua para mantener a raya a las bestias. Anne, a pesar del dolor, comenzó a retroceder, sabiendo que quedarse sola la pondría en más peligro.
La lucha continuaba con violencia, el sonido de los gruñidos, los golpes y las corrientes de agua llenando el pasillo. Aunque aterrorizada, Anne no podía apartar la mirada de la escena, su corazón latiendo con fuerza mientras veía a Marella y Nereo enfrentarse a las criaturas de oscuridad con una valentía que ella nunca había visto antes.
El combate en el pasillo alcanzaba su clímax. Nereo y Marella peleaban con coordinación perfecta, invocando torrentes de agua que golpeaban a los lobos oscuros como martillos líquidos. Las criaturas rugían, resistiendo cada ataque con ferocidad, sus cuerpos de sombras deformándose y regenerándose con cada impacto.
-¡Marella, cuidado! -advirtió Nereo cuando uno de los lobos saltó hacia ella.
Marella giró sobre sí misma, conjurando un látigo de agua que atrapó al lobo en el aire y lo estrelló contra la pared.
-¡Estos no son normales! -gruñó Marella mientras apartaba mechones de cabello sudado de su rostro.
-Nada lo es esta noche -respondió Nereo, concentrando una esfera de agua en sus manos antes de lanzarla hacia el segundo lobo, que esquivó con un movimiento ágil.
De repente, un grito desgarrador rompió la concentración de ambos.
-¡Nereo! ¡Marella! ¡Ayuda! -la voz de Anne resonó por el pasillo.
Ambos se giraron justo a tiempo para ver cómo el guardia oscuro emergía de las sombras, envolviendo a Anne con sus tentáculos de oscuridad y arrastrándola por el suelo como si fuera un muñeco de trapo.
-¡Anne! -exclamó Marella, dejando de lado su combate para intentar alcanzarla.
-¡Maldita sea! -maldijo Nereo, lanzando una última ráfaga de agua que pulverizó al lobo restante antes de correr tras Anne junto a Marella.
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El gran salón del castillo era una vasta cámara, iluminada tenuemente por los haces de luz lunar que se filtraban a través de los imponentes vitrales. Cuando Nereo y Marella llegaron, se detuvieron en seco, buscando a Anne.
-¿Dónde está? -preguntó Marella, con su voz tensa.
-No lo sé, pero mantente alerta -respondió Nereo, empuñando su espada mientras inspeccionaba el lugar.
Un ruido sibilante interrumpió su búsqueda. Antes de que Nereo pudiera reaccionar, el guardia oscuro emergió de las sombras y, con un movimiento brutal, le arrebató la espada de las manos. En un instante, la hoja estaba presionada contra el cuello de Nereo, quien luchaba por respirar mientras era empujado contra una de las columnas del salón.
-¡Nereo! -gritó Marella, pero su atención se desvió cuando escuchó la voz de Anne.
-¡Marella, aquí! -Anne estaba atrapada en lo alto de uno de los vitrales, suspendida como un insecto en una telaraña de sombras que la mantenían inmóvil.
Marella corrió hacia ella, pero Anne negó con la cabeza, su voz llena de desesperación.
-¡No! ¡Ayuda a Nereo primero! ¡Él no puede aguantar mucho más!
Marella vaciló un segundo antes de girarse hacia el guardia oscuro. Este sostenía a Nereo con una fuerza inhumana, usando la espada del propio guerrero para asfixiarlo mientras sus tentáculos oscuros lo inmovilizaban.
-¡Suéltalo, maldito! -gritó Marella, lanzándose hacia la figura oscura con la espada que aún tenía en sus manos.
Con un golpe preciso, Marella logró cortar algunos de los tentáculos que sujetaban a Nereo, quien cayó al suelo, jadeando por aire.
-Gracias -murmuró Nereo con voz ronca mientras recuperaba la compostura.
-¿Puedes pelear? -preguntó Marella, ayudándolo a ponerse de pie.
-Puedo intentarlo.
Ambos se posicionaron frente al guardia oscuro, listos para el enfrentamiento. La criatura, lejos de intimidarse, extendió sus brazos, invocando más sombras que comenzaron a tomar forma a su alrededor.
-Esto no será fácil -advirtió Nereo, invocando una corriente de agua que giraba en espirales a su alrededor.
-Nunca lo es -respondió Marella, lanzándose al ataque.
El combate fue feroz. Marella y Nereo trabajaron en conjunto, usando sus habilidades para mantener al guardia oscuro a raya. Torrentes de agua chocaban contra la figura sombría, pero esta parecía absorber parte de los ataques, regresando con movimientos rápidos y letales.
Anne, desde su posición elevada, observaba la pelea con el corazón en la garganta. Su mirada se desvió hacia la luz de la luna que bañaba los vitrales. Recordó, como un destello en su memoria, la primera vez que había visto a Nereo luchar contra los noctámbulos.
"La luz... la luz de la luna se filtra en el agua... ¡Reflejándose!"
-¡Nereo! ¡Marella! -gritó con todas sus fuerzas.
Ambos luchadores apenas lograron desviar la mirada hacia Anne.
-¡Usen una esfera de agua y láncenla contra el vitral! ¡Necesitamos la luz!
Marella asintió, entendiendo de inmediato.
-¡Hazlo, Nereo!
Ambos concentraron su energía, formando una gran esfera de agua que flotaba entre ellos. Mientras tanto, Anne, reuniendo toda su fuerza, comenzó a columpiarse contra las sombras que la mantenían atrapada, provocando importantes golpes en el gran vitral. Con un último esfuerzo, el vitral comenzó a agrietarse.
-¡Ahora! -gritó Anne.
La esfera de agua fue lanzada con toda su fuerza hacia el vitral. El impacto lo rompió en mil pedazos, dejando que un torrente de luz lunar inundara el salón. La luz atravesó la esfera de agua, creando un espectáculo de rayos luminosos que se expandieron por toda la sala.
El guardia oscuro comenzó a gritar, un sonido distorsionado y aterrador mientras la luz lo quemaba. Sus tentáculos se deshicieron, y su forma comenzó a disiparse como humo en el viento.
-¡Lo logramos! -exclamó Marella, jadeando.
El guardia oscuro, debilitado, se desvaneció en una nebulosa de sombras que se escapó por las grietas del castillo.
Nereo corrió hacia Anne, ayudándola a bajar del vitral con cuidado.
-Gracias... -murmuró Anne, sus ojos llenos de lágrimas de alivio.
-No tienes que agradecer nada, es mí trabajo- Bostezó al igual que las muchachas- Están a salvo... Por ahora -dijo Nereo, aunque su voz estaba cargada de cansancio.
Los tres, agotados, se dejaron caer en el suelo del gran salón. La luz de la luna aún brillaba intensamente, un recordatorio de su victoria. Poco a poco, el sueño los venció, dejando que la calma llenara el lugar.
Pues
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Y llego el señor capítulo...
El misterioso y peligroso guardia oscuro, del reino de la oscuridad, hizo acto de presencia.
Desde los sueños de Anne hasta los mismos pasillos del castillo, el guardia oscuro provocó importantes estragos en cuestión de minutos.
¿Quien será este ser? Según Nereo, un ente de caos y destrucción.
¿Por qué aparece? Se ve que es algo normal que haga sus repentinas apariciones.
Las noches se volvieron más peligrosas de lo usual, ya ni dentro ni afuera están a salvo, la única forma de prevalecer es contando con algo de luz...
Con estos dos capítulos, porque está semana se me dio por subir dos capítulos por día 😅 los saludo y nos leemos...
🖤 El Martes 🖤
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