El Selectivo
Capítulo 3: El Selectivo
El cielo estaba despejado, y el sol matutino iluminaba la ciudad mientras Anne se subía al colectivo. Llevaba una mochila ligera colgada al hombro y su arco en una funda negra que cuidaba como si fuera un tesoro. Aunque aún era temprano, el vehículo ya iba lleno de pasajeros somnolientos que iban a trabajar o a estudiar. Anne, sin embargo, tenía un brillo especial en los ojos. Hoy no era un día cualquiera. Hoy era el gran día.
Se acomodó junto a la ventana, emocionada. El rugido del motor y el movimiento constante del colectivo no le molestaban; al contrario, le daban una extraña sensación de calma. Se puso los auriculares y comenzó a escuchar su playlist de canciones motivadoras, esas que la hacían sentir invencible.
La ciudad poco a poco iba quedando atrás, y el paisaje cambiaba. Anne miraba por la ventana, observando los árboles, los campos y los carteles que se sucedían rápidamente en la autopista. De repente, uno en particular captó su atención: un enorme letrero verde con letras blancas que decía "Mar del Plata".
Anne no pudo evitar reírse.
-¡Qué lindo sería, eh! -pensó en voz alta, aunque nadie pudiera escucharla por los auriculares.
Por un instante, se permitió imaginarse allí, en la costa. El olor a sal, la brisa marina, el sonido de las olas chocando contra la orilla... y ella, tirada en una reposera después de un día perfecto de competencia, comiendo churros rellenos.
-Ojalá viajar a Mar del Plata fuera parte del paquete de premios -se dijo a sí misma, mordiendo su labio para no reír demasiado.
El colectivo siguió su camino, y el cartel quedó atrás, desapareciendo en la distancia mientras tomaban una curva hacia otra ruta. Anne sacudió la cabeza, aún sonriendo.
-Bueno, Anne, Mar del Plata será para otra ocasión. Por ahora, conformate con dejar todo en la cancha... o en el campo de tiro, mejor dicho.
Se acomodó mejor en el asiento y siguió mirando por la ventana, con una sonrisa que no se borraba. El día recién empezaba, y ella ya sentía que la suerte estaba de su lado.
El colectivo llegó a Berazategui justo a tiempo, y Anne bajó con su funda del arco colgada al hombro y su mochila firmemente sujeta. El lugar donde se realizaría la competencia era un campo extenso, rodeado de árboles y decorado con banderines de colores que ondeaban con la brisa. La atmósfera estaba cargada de energía; los competidores iban y venían con sus arcos y flechas, y el público ya comenzaba a llenar las gradas.
-Anne, ¡por acá! -gritó una voz familiar desde un costado. Era Marcus, su profesor, un hombre alto y robusto con una sonrisa amplia que siempre lograba transmitir confianza.
Anne se acercó rápidamente, encontrándose con sus compañeros de equipo, quienes también lucían el uniforme azul y blanco con el logo del club de arquería.
-¡Llegaste justo a tiempo! -dijo Marcus, palmeándole el hombro. Luego añadió con una sonrisa burlona-. ¿Lista para demostrar que todo el estrés en los entrenamientos valió la pena?
-Más que lista, Marc. Hoy es el día en que les voy a dar una paliza a todos -respondió Anne, alzando una ceja con una sonrisa juguetona.
-Eso es lo que quiero escuchar. Vamos, ponte a calentar.
Anne asintió y se dirigió con sus compañeros al área de prácticas. Su uniforme era sencillo pero impecable, y el logo en el pecho le recordaba todo el esfuerzo que había puesto para llegar hasta aquí.
Mientras afinaba su arco y revisaba sus flechas, Anne no podía evitar mirar alrededor. Había muchos competidores, algunos con equipos que parecían sacados de una película futurista. La popularidad del tiro con arco había explotado después de los Juegos Olímpicos, y ahora había nuevos talentos surgiendo por todos lados.
Entre las risas y las charlas animadas de los equipos, Anne miró hacia las gradas. Estaban llenas de familias y amigos que habían venido a apoyar a los competidores. Por un momento, su mirada se perdió, y un pensamiento melancólico cruzó su mente: "Ojalá mis viejos estuvieran aquí...".
Sacudió la cabeza, apartando la idea. No era momento de pensar en eso.
-Anne, ¡cuidado con la postura en el calentamiento! -le llamó Marcus desde lejos, señalándola con un dedo crítico.
-¡Ya sé, ya sé! -respondió ella, sonriendo mientras ajustaba su posición.
Decidió distraerse observando el campo de tiro y la organización del evento. Todo parecía estar perfectamente planificado, pero algo llamó su atención de repente. Cerca de la zona donde había dejado su mochila, un hombre de cabello negro estaba inclinado, aparentemente hurgando entre sus cosas.
Frunció el ceño, sus sentidos encendieron una alarma inmediata.
-¿Qué demonios...?
Dejó su arco con rapidez y comenzó a caminar hacia él, con pasos firmes y el ceño fruncido.
-¡Eh, vos! ¿Qué estás haciendo ahí? -gritó, levantando la voz para que el hombre la escuchara.
El extraño alzó la cabeza, pero no se movió de inmediato. Parecía indeciso, como si estuviera evaluando si debía quedarse o huir. Anne apretó los dientes y aceleró el paso, pero justo cuando estaba a unos metros de distancia, el hombre se giró y desapareció entre la multitud con una velocidad que la dejó perpleja.
-¡No puede ser! -Anne llegó hasta sus cosas y revisó rápidamente su mochila. Todo parecía estar en su lugar, pero la sensación de intranquilidad no desaparecía.
Marcus se acercó con una mirada preocupada.
-¿Qué pasó? Te vi salir corriendo.
-Había un tipo revisando mis cosas. Cuando lo encaré, desapareció -respondió Anne, cruzándose de brazos mientras miraba alrededor, tratando de encontrar alguna pista de dónde se había metido.
-¿Te falta algo?
-No, pero fue raro... muy raro.
-Mantén tus cosas cerca. A veces hay gente que se cuela en estos eventos buscando hacer lío. ¿Estás bien para seguir?
Anne asintió, aunque seguía sintiéndose inquieta.
-Sí, voy a estar bien. Pero no pienso quitarle los ojos de encima a mis cosas otra vez.
Con ese pensamiento en mente, tomó su arco y se dirigió al área de práctica. Se obligó a enfocarse en sus movimientos, en su respiración y en la puntería. Hoy era su día, y no iba a dejar que algo así la desconcentrara.
El presentador subió al escenario con un micrófono, irradiando entusiasmo mientras su voz resonaba en todo el campo.
-¡Damas y caballeros, bienvenidos a la competencia regional de tiro con arco! -anunció, provocando una ola de aplausos y vítores. Luego comenzó a enumerar las categorías y el orden de participación.
Anne, agrupada con otros competidores de su categoría, estaba de pie junto a Marcus y su equipo. Aunque intentaba proyectar confianza, su estómago se revolvía por los nervios. Era una sensación familiar, pero nunca dejaba de ser intensa.
Mientras esperaba su turno, su mirada vagó entre los competidores. Fue entonces cuando lo vio.
El hombre de cabello negro, el mismo que había estado revisando su mochila, estaba entre los participantes. Llevaba puesto un uniforme que indicaba que competía por un club distinto al suyo. Anne sintió cómo la incomodidad se colaba en su pecho.
-¿Ese no es el tipo que...? -murmuró para sí misma, apretando los labios mientras lo observaba con detenimiento.
Era joven, probablemente en sus treinta, con un físico atlético que evidenciaba su disciplina. Pero lo que realmente llamó su atención fueron sus ojos: un par de cautivadores ojos azules que parecían atravesarla como si la evaluaran desde lejos.
"Genial, un entrometido y encima atractivo. Qué ironía." Pensó, con una mezcla de disgusto y confusión. Sacudió la cabeza, tratando de apartar la distracción.
Marcus notó su expresión.
-¿Todo bien, Anne? -preguntó, inclinándose ligeramente hacia ella.
-Sí, todo bien... Es solo que creo que he visto a uno de los competidores antes, pero nada importante -respondió con un tono despreocupado, aunque sus ojos seguían clavados en aquel hombre.
El presentador finalmente llamó su nombre:
-¡Anne Palacios, del Club Independiente, es la próxima en competir!
La ovación de sus compañeros y los aplausos del público la animaron a dar un paso adelante. Era su momento.
Anne caminó hasta la línea de tiro, sintiendo el peso de todas las miradas. Su corazón latía con fuerza, pero en cuanto sostuvo el arco, todo pareció detenerse. La tensión de la cuerda, el peso de la flecha, la postura... todo fluía en perfecta sincronía.
Cerró los ojos por un segundo, concentrándose solo en ella y su objetivo. El mundo alrededor desapareció.
Justo cuando estaba a punto de soltar la cuerda, un grito desgarrador resonó desde el público, pero antes de que pudiera procesarlo, sintió un dolor punzante en su pierna.
Anne cayó al suelo, soltando el arco mientras una ola de dolor recorría su cuerpo. La confusión y la adrenalina se mezclaron en su mente. Bajó la vista y vio la flecha clavada en su muslo derecho. La sangre comenzaba a manchar su uniforme, creando un charco rojo a su alrededor.
-¡Anne! -gritó Marcus, corriendo hacia ella. Otros organizadores también se acercaron rápidamente, creando un caos alrededor.
El dolor era intenso, casi insoportable, pero lo peor era la rabia que comenzaba a burbujear dentro de ella. Entre la conmoción, su mirada buscó al responsable.
Y ahí estaba.
El hombre de ojos azules permanecía en su posición, impasible, sin moverse ni mostrar una pizca de remordimiento. Era evidente que la flecha había salido de su arco, pero no hacía el más mínimo esfuerzo por disculparse o justificarse.
-¿Estás bien? ¡Tranquila, vamos a ayudarte! -dijo Marcus mientras presionaba con un paño contra la herida para detener el sangrado.
-¡Fue él! -exclamó Anne con un hilo de voz, señalando al hombre.
Marcus giró la cabeza hacia donde ella apuntaba y frunció el ceño.
-¿Ese tipo? ¿Estás segura?
-¡Claro que estoy segura! Es el mismo que estaba revisando mi mochila antes.
El presentador, visiblemente alterado, tomó el micrófono.
-Por favor, necesitamos calma. Vamos a investigar lo sucedido. Anne, ¿puedes moverte?
-Puedo intentarlo, pero duele como el demonio -respondió Anne con una mueca, apretando los dientes.
El público murmuraba en voz baja, y algunos competidores observaban con inquietud. Mientras tanto, el hombre de ojos azules seguía actuando como si no fuera parte de todo aquello.
-¿De verdad no va a decir nada? -susurró Anne entre dientes, sintiendo cómo la ira desplazaba al dolor.
Marcus la miró con preocupación.
-Lo importante ahora es atenderte. Después veremos qué hacemos con él.
Con ayuda de Marcus y uno de los organizadores, Anne fue llevada fuera del campo de tiro, pero no sin antes lanzar una última mirada desafiante al hombre. Esto no iba a quedarse así.
Anne respiraba agitada mientras era empujada en la camilla hacia el área de urgencias del recinto. El dolor punzante en su pierna era un recordatorio constante de lo ocurrido, pero más allá del dolor físico, lo que realmente ardía en su interior era una mezcla de furia y tristeza.
"Ese imbécil... ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Y por qué?" Su mente se llenaba de preguntas mientras la ira hervía en su pecho. Intentaba contener las lágrimas, pero los ojos se le nublaban de pura impotencia.
Una vez en la enfermería, los médicos y la enfermera comenzaron a examinar su pierna. Marcus estaba junto a ella, inquieto, pero tratando de transmitir calma.
-Anne, lo resolveremos, te lo prometo. Ahora deja que te revisen -dijo en un tono más suave del que solía usar.
Anne apretó los dientes y asintió, pero no podía ocultar su frustración.
-¿Resolverlo? ¡Me robó mi oportunidad! Ese imbécil... -espetó, cerrando los ojos para evitar que las lágrimas brotaran.
-Tranquila. Primero lo más importante: asegurarnos de que estés bien -respondió Marcus, dándole un apretón en el hombro antes de salir para hablar con los jueces.
El médico, con cuidado, tomó la flecha.
-Es increíble que el proyectil no haya dañado tendones ni arterias importantes. La sacaremos y te coseremos la herida, pero necesitarás reposo por unos días.
Anne solo gruñó en respuesta. No quería reposo, quería estar en el campo de tiro, demostrando lo que podía hacer. Cerró los ojos mientras el médico trabajaba, pero algo extraño sucedió.
-Espera... -dijo la enfermera, incrédula.
Anne abrió los ojos para ver al médico y la enfermera intercambiar miradas de asombro.
-No hay nada aquí -murmuró el médico, examinando la piel de su pierna.
-¿Cómo que nada? -preguntó Anne, incorporándose con dificultad.
El médico apartó las gasas. La piel de su pierna estaba intacta, sin cicatriz, sin marcas, como si la flecha jamás hubiera estado allí.
-Esto... es imposible. Acabamos de retirar la flecha. ¿Dónde está la herida? -dijo la enfermera, frotándose los ojos como si no creyera lo que veía.
Anne miró su pierna y sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-¿Qué demonios...? -susurró, tocándose el lugar donde debería haber estado la herida.
Marcus regresó en ese momento, sosteniendo la flecha que habían extraído.
-Anne, esto no es una flecha normal. Mira esto -dijo, mostrándosela.
La punta era filosa y mucho más larga que las permitidas por el reglamento. Marcus frunció el ceño.
-Esto es ilegal. Ese tipo claramente no está aquí para competir limpiamente. Esto podría haberte causado un daño terrible.
Anne apretó los puños.
-¡Sabotaje! Ese desgraciado no tenía nada mejor que hacer que arruinarme la tarde.
-Estoy de acuerdo contigo -respondió Marcus con seriedad-. Voy a hablar con los jueces para que te dejen repetir el tiro. Esto no fue tu culpa.
Anne asintió, su enojo comenzando a dar paso a una ansiedad insoportable.
-Por favor, haz que me escuchen. Necesito esa oportunidad.
-Confía en mí. Volveré pronto -dijo Marcus antes de salir de la enfermería, dejando a Anne sola nuevamente.
El silencio llenó la habitación. Anne intentaba calmarse, pero cada vez que pensaba en el rostro impasible de aquel hombre, la rabia volvía a encenderse en su pecho.
- ¿Quién demonios se cree que es? ¡Voy a arrancarle los ojos la próxima vez que lo vea! -
De repente, un ruido la sacó de sus pensamientos. Era un goteo.
Al principio no le dio importancia, suponiendo que era alguna fuga en la habitación. Pero el sonido comenzó a intensificarse. Al mirar hacia el suelo, notó que una capa de agua comenzaba a formarse.
-¿Qué...? -murmuró, levantándose con cuidado.
El agua subía rápidamente. Intentó abrir la puerta, pero estaba trabada. Golpeó con fuerza.
-¡Eh! ¡Hay alguien ahí! ¡Marcus! ¡Doctor! -gritó, pero nadie respondió.
El nivel del agua seguía subiendo. Anne comenzó a desesperarse, golpeando la puerta con todas sus fuerzas.
-¡Esto no es gracioso! ¡Abran la puerta, maldita sea!
El agua ya le llegaba a las rodillas. Miró a su alrededor, buscando alguna forma de detenerlo, pero no había tuberías rotas ni grifos abiertos. El agua parecía surgir de la nada.
-¡No, no, no! -gritó, el pánico apoderándose de ella.
Pronto el agua alcanzó su cintura. Anne pataleaba, intentando mantenerse a flote.
-¡Ayuda! ¡Por favor, alguien! -vociferó, pero su voz se perdía en el eco de la habitación.
El agua siguió subiendo, cubriendo las paredes y el techo. Anne luchaba por mantenerse a flote, pero el espacio se volvió cada vez más pequeño. Finalmente, el agua la cubrió por completo.
Intentó contener la respiración, golpeando la puerta y las paredes, pero sus fuerzas comenzaron a agotarse. La desesperación la invadió, sus movimientos se volvieron más lentos, y su visión se oscureció.
El último pensamiento que cruzó su mente antes de perder el conocimiento fue el rostro de aquel hombre de ojos azules, frío y distante. "Esto no puede ser una coincidencia."
La
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Días de actualización: Martes y Viernes ❤️
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