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Debilidad e Incertidumbre

Capítulo 7: Debilidad e Incertidumbre

El sonido de las puertas abriéndose resonó suavemente en el pasillo mientras Nereo empujaba con cuidado las grandes hojas de madera tallada, revelando una habitación que parecía sacada de un sueño. Anne se quedó inmóvil por un momento, sus ojos recorriendo el inmenso espacio que se extendía ante ella. Las paredes estaban decoradas con detalles en tonos perlados y azulados que reflejaban la luz suave de unas lámparas flotantes, y un gran ventanal al fondo dejaba entrar un delicado resplandor.

-Bienvenida a tus aposentos, Ana, -dijo Nereo, manteniendo su tono burlón.

-Es Anne, -corrigió automáticamente, aunque su atención estaba completamente enfocada en la habitación. Dio un paso hacia adentro, sintiendo la alfombra mullida bajo sus pies.

Del otro lado de la habitación, una joven estaba organizando algunos objetos en un mueble. Tenía el cabello blanco que caía como cascadas de luz y se movía con una gracia que Anne no pudo evitar admirar. La joven levantó la vista y, al verlos, hizo una ligera reverencia.

-Buenas tardes, mi nombre es Circe. Soy tu dama de compañía, Anne. Es un placer conocerte.

Su voz era dulce, como el sonido del agua corriendo por un arroyo. Anne parpadeó, un poco descolocada por la amabilidad de la joven.

-Oh, hola... encantada.

Circe sonrió, dejando sobre la mesa un pequeño jarrón con flores frescas antes de caminar hacia Anne.

-Estaba terminando de acomodar algunas cosas para que te sientas más cómoda. Espero que todo esté a tu gusto.

Nereo miró a Circe y luego a Anne, levantando las manos en un gesto despreocupado.

-Yo las dejo para que se conozcan. Anne, intenta no hacerle la vida imposible a Circe, ¿sí?

Anne sólo lo miró, con paciencia y odio, dedicandole su más amorosa sonrisa.

-No sería difícil si dejaras de llamarme Ana.

Nereo soltó una leve carcajada antes de salir y cerrar la puerta tras él.

Anne suspiró, pero pronto su atención volvió a la habitación. Dio un par de pasos más y giró sobre sí misma, maravillada por el tamaño del lugar.

-¿Qué tan grande es este cuarto? ¿Podrían caber aquí unas 30 personas?

Circe dejó escapar una risita discreta.

-A los reyes les gusta todo en tamaño familiar.

Anne levantó una ceja, cruzándose de brazos.

-¿Tamaño familiar XXXL, dirías?

Circe rió con más confianza esta vez.

-Algo así.

La joven señaló hacia una puerta al fondo del cuarto.

-En ese armario encontrarás ropajes adecuados para cualquier ocasión. También tienes una bañera personal justo detrás de esa puerta, completamente equipada con sales y aceites para relajarte. Además, hay fragancias en el tocador y unos cuantos libros en el estante para entretenerte si lo deseas.

Anne levantó una mano, deteniéndola antes de que continuara.

-Espera, espera. Todo esto... ¿no es demasiado?

Circe inclinó la cabeza ligeramente, su expresión amable pero firme.

-Los reyes querían asegurarse de que tuvieras todo lo que pudieras necesitar, y más. Además, también se ocuparon de que no falten alimentos durante tu estancia.

Anne dejó escapar un suspiro resignado, aunque una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

-Bueno, definitivamente no puedo quejarme del servicio.

Circe asintió, contenta de que Anne empezará a relajarse.

-Si necesitas algo más, no dudes en pedírmelo. Estoy aquí para ayudarte.

Anne se sentó en una de las sillas cercanas, observando a Circe mientras terminaba de organizar un par de detalles en la mesa.

-Gracias, Circe. Eres... un cambio refrescante después de lidiar con cierto guardia testarudo.

Circe dejó escapar otra pequeña risita.

-Nereo puede ser un poco desafiante, pero es un excelente guardia.

Anne rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír.

-Sí, seguro. Aunque parece disfrutar demasiado de irritarme.

Circe se volvió hacia ella, con esa misma expresión tranquila y apacible.

-Estoy segura de que pronto se entenderán mejor. Mientras tanto, espero que encuentres este lugar acogedor.

Anne miró alrededor una vez más, esta vez con un poco menos de incredulidad y un poco más de aceptación.

-Es... mucho, pero sí. Creo que podría acostumbrarme.

Circe asintió, satisfecha, antes de inclinarse ligeramente hacia Anne.

-Si me permites, voy a retirarme para que puedas descansar. Pero si necesitas algo, estaré cerca.

Anne la observó irse y, por primera vez desde que llegó al Eterno, se sintió un poco más tranquila. Circe, con su amabilidad y dulzura, había logrado transmitirle una paz que no había esperado encontrar en ese mundo nuevo y desconocido.

Anne dejó escapar un largo suspiro mientras cerraba la puerta de sus aposentos, ahora completamente sola. Observó nuevamente el inmenso cuarto que se extendía ante ella, un espacio tan lejano de su pequeña habitación en casa que le parecía un sueño irreal.

-Supongo que podría... intentar disfrutar esto, -murmuró para sí misma, su voz resonando suavemente en la quietud.

Caminó hacia la puerta que Circe había señalado antes y la abrió para encontrarse con una bañera que parecía salida de una fantasía. Era amplia, con bordes adornados en tonos plateados y llena de agua tibia que emitía un vapor relajante. Había pequeños frascos con aceites y sales a un lado.

-Nunca he tenido tiempo para algo así... -Anne tomó uno de los frascos y lo olió. Lavanda con un toque de miel. Suavemente, vertió unas gotas en el agua, viendo cómo la superficie burbujeaba y emitía un aroma reconfortante.

Se desvistió con lentitud, dejando caer su ropa sobre una silla cercana, y se deslizó en la bañera. El calor la envolvió como un abrazo, y Anne dejó caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.

-Esto sí que es un lujo, -dijo en voz baja, dejando que el agua acariciara sus músculos tensos. Por un momento, casi pudo olvidar dónde estaba y lo que le habían dicho. Pero la tranquilidad no duró.

Mientras el agua seguía envolviéndola, su mente comenzó a divagar.

-¿Marcus? -susurró, sintiendo un nudo formarse en su pecho al recordar la última clase de arquería. Su profesor siempre decía que tenía un talento natural, pero ella nunca había estado del todo convencida. Nunca faltaban los momentos en los cuales dudaba de si misma.

Su mirada vagó hacia el techo decorado, pero sus pensamientos estaban lejos de allí.

-¿Estarán buscándome? ¿Mis compañeros lo habrán notado? ¿Y... mamá? -Su voz temblaba ligeramente, aunque no había nadie para escucharla.

Sacudió la cabeza, intentando apartar la preocupación.

-No, Anne, no puedes pensar así. Dijeron que solo serían dos semanas. Dos semanas no es tanto... ¿cierto?

Aunque trató de convencerse, la angustia seguía ahí, como un pequeño peso que no podía ignorar. Respiró hondo y cerró los ojos nuevamente, concentrándose en la calidez del agua.

Después de un rato, decidió salir. Se envolvió en una toalla suave y caminó descalza hacia el gran armario. Al abrirlo, su mandíbula casi cayó.

-¿Pero qué es esto? -exclamó. Había vestidos de todo tipo: delicados, elegantes, vaporosos, con colores que iban desde suaves pasteles hasta tonos más intensos como azul marino y esmeralda.

Tomó uno al azar, un vestido de un tono celeste claro con detalles plateados en los bordes.

-Jamás he usado algo así... ni siquiera para el baile de graduación, -rió, colocándoselo frente al espejo. Dio un pequeño giro y dejó que la tela flotara alrededor de ella.

Se quedó un momento en silencio, observándose.

-¿Quién soy aquí? -preguntó al reflejo, casi esperando una respuesta. Pero el espejo solo le devolvió su imagen, una mezcla de asombro, curiosidad y melancolía.

Siguió probándose más vestidos, girando y explorando estilos diferentes. Por un momento, se permitió disfrutar la experiencia, sintiendo que estaba jugando con una parte de ella que nunca había tenido tiempo de explorar.

Después de un rato, se sentó en una cómoda silla frente al pequeño estante de libros. Tomó uno al azar, abriéndolo para encontrar historias escritas en un idioma completamente nuevo para ella. Fingiendo completa demencia, simuló entender aquel lenguaje, entreteniéndose con las imágenes de cada hoja.

Aunque fascinante, no podía evitar que su mente regresara al mundo que había dejado atrás.

-Mi competencia de arquería... -murmuró. Cerró el libro y se quedó mirando hacia el ventanal.

-¿Qué pasará si fallan en encontrarme? ¿Qué dirán? -Se abrazó las piernas, sintiéndose pequeña en medio de tanto lujo.

Pero entonces recordó algo que Frey había dicho antes: "La profecía jamás se equivoca."

-Si eso es cierto, entonces... ¿por qué yo? -preguntó, su voz apenas un susurro.

El silencio fue su única respuesta. Sin embargo, en medio de su confusión y miedo, también sintió algo que no esperaba: una pequeña chispa de curiosidad.

-Tal vez... tal vez debería quedarme y ver qué pasa. -Su tono era más firme ahora, aunque la duda seguía acechando en el fondo de su mente.

Finalmente, se acostó en la enorme cama, dejando que las suaves sábanas la envolvieran. Cerró los ojos y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió quedarse quieta. Aunque no sabía lo que el futuro le deparaba, ese día decidió no pensar demasiado. Por ahora, solo necesitaba descansar.

Era

~~~

Circe Altalune va a ser la dama de compañía de Anne, una joven eterna que se dedica a trabajar en el castillo, que a diferencia de Nereo, agrado mucho más a nuestra humana.

No obstante, aún en todo el lujo, Anne tiene un momento de debilidad, donde se pregunta si alguien noto su ausencia en el mundo humano, al punto de pensar en alguien que nunca pensó: su madre.

Está semana me agarró la chiripiorca, así que hoy habrá doble actualización, ¡Porque yo lo digo! 😂

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