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Epílogo

Caminábamos agarrados de la mano a través del extenso pasillo del hospital. La mano de Noah sostenía la mía con firmeza, sus dedos apretaban los míos ligeramente.

Estaba nervioso, me lo confirmaban tanto sus facciones contraídas como sus músculos tensos. No me sorprendía que se sintiera así, después de todo esta era la primera vez que veníamos a la sesión de su tratamiento en el área oncológica.

Habían pasado dos semanas desde el día que nos reconciliamos y nos dimos otra oportunidad. Me había tomado todo ese tiempo en convencerlo para que tomase en cuenta la opción de someterse al tratamiento de quimioterapia. No voy a decir que fue fácil, porque Noah podía ser muy cabezota cuando se hablaba de hospitales, no le gustaba poner un pie dentro de ningún área médica y lo entendía, porque a nadie le gustaría ir por su propia voluntad a someterse a una sesión en la que te administran medicamento por vía intravenosa, pero en su caso era lo que se tenía que hacer para que pudiera recuperarse y estar bien de salud pronto.

Semanas atrás, uno de los médicos que lo atendían les comentó a sus padres que había una posibilidad de que su hijo pudiera recuperarse de su enfermedad, dijo que le administrarían medicamentos sumamente costosos con los que varios pacientes que padecían la misma enfermedad lograron reponerse en cuestión de meses. Anteriormente, Noah me había comentado que no había cura para el LA, pero la única verdad era que él se negaba a tratarse porque no estaba preparado para los problemas que vendrían a afectarle más tarde. Afortunadamente, me fui ganando su confianza día con día y le convencí de dar este paso tan importante, porque aún había una oportunidad de salvar su vida y la decisión estaba en sus manos.

Leí el letrero de la sala Oncológica en la parte superior de la pared, por encima de la columna vertical que había sobre nuestras cabezas.

Noah detuvo sus pasos cuando estábamos a tres metros de cruzar la puerta corrediza que conducía al interior de la sala principal. A su lado, yo solté un profundo suspiro antes de pararme junto a él y elevar mi mano hacia su mejilla.

-¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal? -le pregunté con un nudo en la garganta.

Me ponía triste si lo veía en ese estado tan abstraído y nervioso. No quería obligarlo a hacer algo que le aterrorizaba.

Un par de días atrás, estábamos los dos en el departamento de sus padres, hablamos en su habitación y fue él mismo el que me dijo que sacaría una cita para comenzar su tratamiento. En su momento yo salté de felicidad y lo envolví entre mis brazos. Todavía recuerdo lo que me dijo cuando me separé de su cuello y nos miramos a los ojos: Lo haré por ti, por nosotros.

-Ash, me da vergüenza admitirlo, pero... tengo miedo -confesó. Yo elevé mi vista y contemplé su semblante pálido y sus expresiones abatidas-. Estoy aterrado de cruzar esa puerta. De solo pensar que me meterán agujas en el cuerpo y que entrará en mis venas ese medicamento químico y en los efectos que me causará cuando termine la sesión. No estoy preparado, tengo que salir de aquí y... -exclamó cada palabra muy deprisa. Le estaba dando un ataque de ansiedad, la tensión que tenía acumulada en su interior lo estaba dominando.

Mi novio se sentía contrariado, no podía ver la situación con claridad, así que yo, al ser su novia, debía hacer algo para tranquilizar sus nervios. No había una mejor manera de hacerlo que ofreciéndole mi apoyo.

-Noah, mírame. Cariño, tienes que escucharme ¿vale? -dije con voz solemne, colocando mis palmas a ambos lados de sus mejillas.

Sus ojos verdosos se fundieron con los míos y la tormenta que se había desatado en ellos se disipó tan pronto le ofrecí una sonrisa tranquilizadora.

-Relájate y mantén la calma -le pedí en un susurro. Él inclinó su cabeza para apoyarla contra mi frente, después recorrió mis brazos con sus grandes manos y las dejo suspendidas alrededor de mi cuello. Reduje la distancia lentamente y deposité un beso suave en su boca, robándole un suspiro apenas audible-. Estoy aquí contigo, Noah. Tienes que confiar en mí, Voy a acompañarte pase lo que pase, no me separaré de tu lado, te lo prometo.

-Confío en ti -murmuró sobre mis labios, provocándome un cosquilleo en ellos.

Mis comisuras se elevaron en una leve sonrisa. Mi nariz rozó con la suya y respiramos entrecortadamente. Deslicé mis dedos sobre sus mejillas y recorrí con ellos las líneas de sus rasgos definidos; enredé con delicadeza las manos entre los mechones rubios de su pelo suave y sedoso.

Noah deslizó sus manos a lo largo de mi columna y entrelazó los dedos tras mi cintura, rodeándome entre sus brazos y envolviéndome con su refrescante aroma a colonia.

-Te quiero con intensidad, Noah. El amor que siento por ti es indescriptible. No lo olvides, estamos juntos en esto -expresé con suavidad.

Su frente y la mía seguían unidas, razón por la que su cabello acariciaba mis sienes y me hacía cosquillas en la piel.

No podía imaginar un mejor lugar que ese. Encontrarme allí, entre sus brazos, con su proximidad derritiéndome los sentidos y sus provocativos labios que me incitaban a besarlos una y otra vez. Estar con él me hacía sentir viva y feliz,
y era con él con quien quería quedarme durante toda la vida.

-Soy afortunado de contar con tu apoyo, sabes que, sin ti no me habría atrevido a intentarlo.

Mientras hablaba, me mantuvo la mirada en todo momento. El brillo que reflejaban sus pupilas venía cargado de emociones. Sus sentimientos eran sinceros, reales como los míos.

-Tú y yo somos almas gemelas, tanto aquí como en la eternidad.

Mis palabras le transmitieron todo el amor y la fuerza necesaria para enfrentarse a lo que estaba por venir.
Me tendría a su lado, así él tuviera que enfrentar mil obstáculos y mil conflictos, lo superaríamos juntos, nos enfrentaríamos al destino y ganaríamos la batalla. Nuestro amor superaría esa prueba y seguiríamos con nuestras vidas, confiaba en que sería de esa forma.

Noté bajo el contacto de sus manos que ya se había relajado. Podía leer la calma en su mirada.

-¿Cómo no amarte, pequeña? -pronunció cada palabra con dulzura y cariño.

En lugar de soltarme, su brazo se deslizó tras mi espalda y su mano se apoyó al costado de mi cintura. Apoyo su mentón sobre mi coronilla y murmuró mi nombre, después se inclinó hacia mí y deposito un beso cálido en mi frente. Al apartarse le escuché decir:

-Ya no tengo miedo, confío en que todo saldrá bien -me dijo justo antes de ofrecerme una sonrisa cargada de afecto y emoción.

Le devolví una sonrisa dulce y le tomé la mano libre para unir nuestros dedos entre sí.

-Sí, todo saldrá bien. Ahora vayamos adentro y quedémonos juntos, cariño.

Me levanté de puntillas y le besé suavemente en la mejilla. La marca del labial indeleble se quedó grabada en su mejilla derecha.

-Eternamente juntos -afirmó Noah.

Intercambiamos miradas de amor y enseguida volvimos a emprender nuestro camino hacia la puerta corrediza.

-Eternamente juntos, Noah -dije yo desde el interior del alma.

Mi novio tiró de la puerta corrediza y me dirigió una amplia sonrisa antes de cruzar la entrada. Le seguí el paso con firmeza, mostrándole a todas las personas en la sala que a él no lo soltaría jamás, que lo sostendría en los momentos buenos y en los difíciles.

Avanzamos directo al consultorio en el que nos habían citado y seguimos caminando sin mirar atrás; él sujetando mi mano y yo sosteniendo la suya. De ahora en adelante así nos enfrentaríamos al destino, el uno acompañado del otro.

Siempre juntos, Noah. Prometo que esa promesa no la romperé.

Fin

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