7
Entre el coqueteo y los besos solo hay un pequeño paso...
Estuve un buen tiempo acostada en la cama, mirando el techo de la habitación con la mente en blanco, ya que no había podido pensar en nada desde lo que ocurrió en la biblioteca esa misma tarde.
No solo había tenido un momento romántico con Noah; por supuesto, la situación era mucho más compleja que eso. Además de los besos que compartimos, ambos sentimos algo que iba mucho más allá de la atracción y el deseo. En ese momento, nuestros cuerpos se entendieron a la perfección, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Y, por si fuera poco, todo lo que pasó me resultó absolutamente encantador: su boca, sus besos, sus caricias, sus palabras, la calidez de su cercanía... todo.
Tenía una irresistible necesidad de repetirlo, de volver a tocarlo, acariciarlo y besarlo hasta quedarme sin aliento.
Al principio, lo besé para intentar olvidar al estúpido de Zach; quería borrar su nombre de mi mente y deshacerme de la absurda idea de que me sentía atraída por él. Sabía que el extraño efecto que me causaba al verlo con otra persona no podía ser normal, pero dejando de lado todo eso y siendo completamente honesta, realmente había disfrutado del intenso momento que compartí con Noah; era él quien me fascinaba, el único que me gustaba. Deseaba tenerlo a mi lado y estar cerca de él hasta que se volviera loco por mí.
Me sentía muy confundida, ni yo misma lograba comprenderme. Quería conquistar a Noah porque lo deseaba de todas las maneras posibles, pero al mismo tiempo no quería ver a Zach con nadie más, y mucho menos con Hayley, que es una de mis amigas más cercanas.
«Él no podía fijarse en ella si no se había fijado nunca en mí».
Cuando me preparé para cerrar los ojos, vi un destello en la oscuridad que comenzó a iluminarse, formando una silueta. Primero reconocí su cabello rubio y rizado, luego su boca y unos labios finos y carnosos. Finalmente, me deslumbré al ver unos ojos verdes que brillaban con un efecto eléctrico.
Había idealizado a Noah en mi habitación, lo tenía frente a mí, contemplándome con una sonrisa. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, y su actitud firme y relajada lo hacía parecer irresistible.
Cerré los ojos durante un par de minutos y, al volver a abrirlos, me di cuenta de que él ya no estaba. Solo había imaginado que estaba aquí; no era real. Sin duda, haber cruzado esa línea con él había sido un grave error. Ahora, no lograba sacarlo de mi mente, a pesar de que lo intentara, y eso comenzaba a resultar frustrante.
Apagué la lámpara que estaba en la mesita de noche, me giré hacia un lado, apoyé las manos en la almohada y descansé la cabeza sobre ellas. Luego, observé la luz de la lámpara exterior que entraba por la ventana e iluminaba parte de la habitación. A los pocos segundos cerré los ojos y caí en un profundo sueño.
Había sido un día largo y todavía no lograba procesar que había besado a Noah y que me había propuesto retomar lo que comenzamos en la biblioteca.
Él me había devuelto el beso y su reacción inmediata me confirmaba que también le atraía y le interesaba. Solo pensarlo me llenaba de emoción. No sabía en qué nos estábamos embarcando, pero no tenía intención de dar marcha atrás; al contrario, solo quería seguir adelante y descubrir qué nos tenía preparado el destino.
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Eran más de las ocho de la mañana y la siguiente clase empezaría en media hora. Yo estaba en el pasillo, de pie al lado de mi casillero. Introduje algunos libros dentro de la taquilla y, de manera casual, me fijé en la barra energética que había guardado allí días atrás. Estaba a punto de tomarla cuando una voz detrás de mí me hizo sobresaltarme.
—Hola, dulcecito —el chico se acercó a mí por detrás y, susurrándome al oído con voz seductora, dijo—: Me has tenido olvidado estos días, ¿qué sucede? ¿Es que empiezas a sentir algo por mí? No serías la primera, no te culparía.
Al escuchar esto, puse los ojos en blanco y suspiré con molestia antes de girarme hacia él.
—¿A qué viene eso de dulcecito? Mejor reserva esos apodos cursis para alguien que esté dispuesta a escucharlos; yo no voy a perder mi tiempo en eso —farfulle y le hice una señal con la cabeza en dirección opuesta, dejándole claro que quería estar sola.
Al notar que no se movía, crucé los brazos y fruncí el ceño para enfrentarlo.
—¿No captas las indirectas, Thomas? Quiero estar sola, así que vete por donde has venido.
El chico echó la cabeza hacia atrás y levantó las cejas, visiblemente confundido.
—¿De verdad? ¿Estás haciendo esto por el idiota de Logan? Vamos, tenemos veinte minutos que podríamos aprovechar muy bien en el salón de música, ¿te apuntas? —me sugirió con una sonrisa pícara, acariciándome la mejilla con sus dedos.
Yo me incliné hacia atrás y le dirigí una mirada de desagrado.
—Ya te he comentado que estoy ocupada, no tengo interés en hacerlo y tampoco deseo volver a verte. Será mejor que lo dejemos aquí —le repetí con la mayor claridad posible para que entendiera lo que realmente quería expresar desde el principio.
—¿De verdad estás pensando en terminar así, sin más? ¿Realmente quieres dejarme después de lo bien que la hemos pasado? —preguntó, sorprendido y con los ojos muy abiertos. Parecía que no podía creer lo que le estaba diciendo—. ¿Es eso lo que estás haciendo? ¿Me estás dejando, Ashley? —cruzó los brazos y apretó la mandíbula, esperando una respuesta.
Dio un paso hacia mí y yo me retrocedí hasta que mi espalda se apoyó en la fila de casilleros. Cuando lo vi acercándose con intenciones de avanzar más, levanté la mano para detenerlo, negué con la cabeza y le hice la mirada más irónica que pude.
—Por favor, Thomas, no me hagas una escena ahora. Sabías que lo nuestro no tenía futuro. Yo nunca salgo con nadie con la intención de tener una relación seria, y tú lo sabes. No estoy cortando contigo ni dejándote, simplemente nunca estuve en una relación contigo; solo salía contigo, que son cosas muy distintas, así que por favor, no armes un drama ni pretendas que te he ofendido, porque sinceramente no me interesas en absoluto, y tampoco me interesa nada de lo que tengas que decirme, ¿queda claro? —musité con despreocupación.
Al ver que no respondía, me preparé para cerrar mi casillero e irme, pero justo cuando estaba a punto de girarme, Thomas golpeó uno de los lockers con su puño y me sujetó el brazo de manera brusca. Me estaba agarrando con bastante fuerza.
—No tienes corazón, Ashley. Te he demostrado que estoy dispuesto a darte todo para que me tomes en serio, y ahora vienes y me dices que quieres terminar lo nuestro solamente porque te apetece. Me da pena decirte esto, pero realmente lamento arruinarte los planes; aquí quien decide no eres tú —exclamó con tono amenazante, hablándome de manera grave y seria.
—Tus estúpidas amenazas no me afectan. He dejado claro que no quiero continuar en esta relación, que no seguiré saliendo contigo, y eso es lo que haré, te guste o no. No eres quien para decirme lo que debo o no debo hacer —le respondí en voz alta, más irritada por lo que decía que por su agarre brusco en mi brazo—. Suéltame y vete al diablo, idiota; tengo una clase a la que debo asistir.
Thomas me miró con intensidad y colocó su mano libre en mi mentón, apretando sus dedos más de lo necesario. Sentí dolor, pero no quería mostrar debilidad ante esa situación.
—Esto no puede quedar así. No te he hecho nada para que me trates de esta manera, tirándome y desechándome como si fuese basura —dijo, con los ojos nublados por la frustración y un destello de desilusión en su mirada.
En ese momento comprendí que yo fui la causante de ese desastre. Fue muy tarde cuando me di cuenta de que había cruzado la línea, me había expresado de manera inapropiada y mis palabras lo habían herido profundamente. Es cierto que nunca consideré nuestra relación como algo serio, pero él tampoco merecía que lo tratara de esa forma. Durante las últimas semanas había sido amable y cariñoso conmigo, y no debí haberle hablado así, y sin embargo lo hice.
No lo quería, pero tampoco quería actuar de manera insensible y despreciar sus sentimientos como lo había hecho.
De repente, alguien carraspeó al lado nuestro, interrumpiendo el trance en el que estábamos sumidos.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —preguntó, y su voz sonó como música para mis oídos.
Era justo lo que necesitaba para alejarme de Thomas. Sin embargo, no podía cambiar lo que ya había pasado; no podía retroceder en el tiempo y ser más cuidadosa con las palabras que ya había expresado.
Giré la cabeza hacia él y mi corazón dio un brinco al notar la mirada fulminante que Noah le dirigía a Thomas, como si lo estuviera atravesando con rayos láser.
Noah se cruzó de brazos, dio un paso al frente, apartó la mano de Thomas y lo empujó lejos de mí, y después de hacerlo, frunció los labios.
—¿Qué crees que haces? ¡Aléjate de ella! —le dijo Noah con enfado, tenso de pies a cabeza.
Thomas lo miró fijamente y luego fijó sus ojos marrones en mí. Al contemplarme, sonrió de manera irónica y asintió con la cabeza. El chico parecía hacer conjeturas solo con observarnos.
—Debería haberlo supuesto —murmuró en voz baja, retrocediendo un par de pasos. Nos lanzó una mirada fría y antes de marcharse se dirigió a Noah—. Te romperá el corazón —le advirtió con lástima, y luego volvió a mirar hacia mí mientras decía—. Ojalá me hubieras tomado enserio. Aunque no te importe saberlo, yo sí voy a extrañar lo que compartíamos.
Sin agregar nada más, se dio la vuelta y siguió su camino con calma, aparentando que mis palabras no le afectaron.
Mientras él se alejaba, Noah me observaba con atención. Cuando ya no pude ver a Thomas, desvié mi mirada del pasillo y me volví hacia Noah, mostrándome tranquila.
—Hola, no he tenido la oportunidad de saludarte como debería, ya sabes —hice un gesto con las manos para aclarar que me refería al molesto de Thomas—. Con todo este drama, me he distraído un poco. Por cierto, ese chico no era nadie, lo que dijo tampoco tiene importancia, no le prestes atención —dije con toda la calma del mundo.
Noah apoyó su hombro en los casilleros que estaban a un lado del mío y se lamió los labios, sin dejar de mirarme ni un instante.
—¿A qué te refieres cuando dices que ese chico no era nadie? ¿De verdad te da igual? —cuestionó él, frunciendo el ceño con incertidumbre.
—Así es, Noah. Él no significa nada para mí. Solo salí con él y eso ya quedó atrás, así que no es alguien que me importe ahora, ¿era eso lo que querías oír? —le respondí con amargura, y su rostro se mantuvo impasible ante el tono áspero que utilicé.
No deseaba desquitarme con él, por supuesto que no, pero Thomas había arruinado mi mañana con su dramatismo.
—Perdóname, Noah, no quise decir lo que dije, ¿de acuerdo? Te darás cuenta de que no es el mejor momento para tener esta conversación, y por si no lo has notado, acabo de terminar mi relación con ese chico —le expliqué con mucha incomodidad. Realmente deseaba cerrar ese tema.
—¿Lo hiciste por mí? —preguntó con curiosidad, mordiéndose el labio inferior y frotándose la nuca con una mano.
¿Acaso estaba nervioso? ¿Yo lo ponía nervioso?
—Normalmente, cuando comienzas algo con alguien, es necesario dejar atrás lo que tenías con la otra persona, pero yo no estoy haciendo eso. Solo lo hice porque sentí que era el momento de hacerlo —le dije para no complicar más la situación.
Él asintió lentamente, como si intentara procesar lo que le había dicho. Yo le sonreí mientras sacaba un par de libros de mi casillero y organizaba algunas libretas en su interior.
Estaba a punto de sacar la barra energética —que había guardado para una ocasión especial— para ofrecérsela, cuando Noah me sorprendió al decir algo que, incluso en tres vidas, nunca habría imaginado escuchar de su boca.
Sentí que se acercaba lentamente hasta quedar detrás de mí y me rozó la oreja con sus labios al murmurar:
—Ashley, ¿cuándo llegará nuestro momento? El de nosotros juntos.
Esa frase fue realmente profunda, tenía que admitirlo, y también debía confesar que una vez más me había dejado sin palabras.
Cuando me di la vuelta para mirarlo, observé que se frotaba la nuca, un poco nervioso, y vi cómo sus mejillas se sonrojaban mientras se aclaraba la garganta para captar mi atención. Sin duda, se sentía incómodo bajo mi mirada y eso me resultaba muy agradable.
—Emmm... —pasó a mi lado, se apoyó en el mismo lugar de antes y continuó hablando—. Creo que no debí haber dicho eso.
Me miró de nuevo y en sus ojos verdes capté algo que no había notado hasta ese momento. Vi un destello de ilusión en su mirada, como si anhelara que le dijera que esas palabras habían sido perfectas.
Esbocé la mejor de mis sonrisas y me planté frente a él.
—Si tú no lo hubieras mencionado, lo habría hecho yo —confesé, tratando de mostrarme encantadora y dulce. Bajé la mirada un instante y, al levantarla, sus ojos se encontraron con los míos—. Este es nuestro momento, Noah —añadí con un tono seductor.
Me acerqué a su rostro y coloqué mis manos sobre su pecho. Escuché el latido de su corazón, sentí sus pulsaciones bajo la camiseta y me dejé llevar una vez más.
Por un momento, parecía que Noah no podía apartar la mirada de mí; estaba cautivado por mis palabras y fascinado por mis encantos.
Lamí mis labios de manera provocativa. Él inclinó la cabeza hacia los casilleros, observándome con atención, se mordió el labio y atrajo mi mirada hacia sus labios.
No necesitaba ser adivina para entender que él también estaba buscando seducirme.
En un instante, sus manos ya estaban acariciándome. Sus dedos y palmas se deslizaron lentamente por mis brazos, dejando mi piel ardiendo en cada lugar que tocaban.
Noah inclinó la cabeza y entrecerró los ojos mientras me susurraba:
—Entonces aprovechemos la ocasión —su voz ronca fue apenas un murmullo para mis oídos.
Ambos nos fuimos acercando, sintiéndonos atraídos por una fuerza sobrenatural. Nuestras bocas se rozaron suavemente durante un instante breve. Él se alejó un poco para ver mi reacción, y yo emití un pequeño gruñido de protesta, notando cómo una sutil sonrisa se dibujaba en sus labios.
Anhelaba con impaciencia sentir el contacto de sus cálidos labios en los míos. A él le divertía mi ansiedad, ya que no dejaba de sonreír, pero yo sabía cómo hacer desaparecer esa sonrisa, y estaba decidida a hacerlo en ese preciso momento.
Disminuí un poco más la mínima distancia que nos separaba, cerré los ojos al sentir su cercanía y posé mis labios suavemente sobre los suyos. La conexión entre nuestras bocas desató en mí una corriente eléctrica que recorrió mis venas, invadiendo todo mi sistema nervioso.
Noah se echó hacia atrás una vez más, y al abrir mis ojos, lo vi a escasos centímetros de distancia, sonriendo como un adolescente enamorado. Sin poder evitarlo, una sonrisa apareció en mis labios, reflejando las emociones que empezaban a disiparse en mí.
En cuestión de segundos, rodeé su cuello con mis brazos y di un paso más, haciendo que las puntas de nuestros zapatos se encontraran. La distancia había desaparecido y nuestros cuerpos se sentían conectados. Si no fuera por su altura, nuestras frentes se habrían rozado y su nariz habría acariciado la mía.
Al darse cuenta de mi cercanía, él también envolvió mi cintura con sus fuertes brazos, y en sus ojos brilló una chispa de picardía que me dejó sin respiración.
—Te he mencionado antes lo hermosa que eres —dijo con un tono áspero.
Su mano se deslizó de mi cintura a mi espalda, subiendo poco a poco, acariciando mi hombro y mi cuello, hasta detenerse tras mi nuca. La mano que tenía en mi cintura me atrajo aún más hacia él, haciéndome pegarme completamente a su pecho musculoso.
Hundí mis dedos en su cabello y percibí que mi proximidad le afectaba de la misma manera, o incluso más, ya que noté cómo se tensaba de pies a cabeza.
—Ashley, yo... —comenzó a hablar y yo coloqué mis dedos sobre sus labios para hacerle callar.
—Shhh, solo disfruta de esto —le dije suavemente mientras le daba un cálido beso en la mandíbula.
Noah cerró los ojos por un momento y soltó un suspiro profundo. La calidez de su aliento me provocó un hormigueo estremecedor en el cuello.
Sonreí, con la boca a milímetros de la suave y sensible piel de su pálido cuello, lo que hizo que él apretara con más fuerza su agarre en mi cintura.
—Joder, me encantas tanto...
No le dejé continuar y me lancé hacia su boca. En el momento en que mis labios se unieron con los suyos, le mordí suavemente el labio, deslicé la lengua sobre su labio inferior y lo atrapé entre mis dientes. Noah dejó escapar un suspiro de satisfacción y correspondió a mi beso con deseo, reclamando mis labios con fervor.
Entreabrí los labios con la esperanza de sentir los suyos ardiendo. En un instante, su boca volvió para fundirse con la mía, y su lengua se entrelazó con la mía, explorando cada rincón. A medida que el beso se intensificaba, mi deseo también iba creciendo, alcanzando alturas inimaginables.
Nos estábamos devorando en un pasillo constantemente concurrido, seguramente todos los presentes nos veían y creían que éramos unos desvergonzados por meternos la lengua hasta la garganta delante de sus narices. La verdad es que no me importaba lo que pensaran; sus opiniones no eran de mi interés.
No tengo idea de cuánto tiempo pasamos así, besándonos. Noah me besaba con tanta pasión que me hacía sentir como si fuera el aire que él necesitaba para respirar y sentirse verdaderamente vivo. Me sentía maravillada y asombrada.
Cuando se alejó de mí, mi cuerpo seguía ardiendo y mi corazón latía con la fuerza de una bomba de tiempo.
Después de algunos segundos, murmuró lentamente con una voz grave y llena de anhelo:
—No podía esperar más para tenerte entre mis brazos, Ashley. Necesitaba besarte para asegurarme de que lo de la última vez no fue un sueño.
Al escucharlo, le acaricié la mejilla y me separé de sus brazos con suavidad.
—Está bien, cierra los ojos y espera mi señal.
Noah frunció el seño, claramente confundido, pero obedeció sin decir una palabra. Saqué la barra energética de mi casillero, cerré la taquilla y me volví hacia el chico tan guapo que estaba a mi lado.
—Ábrelos ahora.
Sus preciosos ojos verdes se abrieron lentamente. Su mirada encontró la mía y luego se fijó en lo que tenía en la mano. Con entusiasmo, extendí la barra hacia él y le dije:
—Sorpresa, no soy un sueño y lo que hay entre nosotros es muy real.
Noah dejó escapar el aire que había estado conteniendo y extendió su mano hacia mí. Creí que iba a tomar la barra energética, pero en su lugar, rodeó mi muñeca y me atrajo hacia él.
Mi pequeño cuerpo se encontró una vez más en el lugar más acogedor de todos, y por segunda vez en el día estuve en sus brazos, envuelta en su dulzura, cautiva del hechizo que él dejaba en mi piel y en mi ser con cada mirada, cada palabra y cada acercamiento entre nosotros.
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