49
Podría vivir con su ausencia, pero no con su perdida.
Llegarán días en los que nos sentiremos perdidos, días en los que preferiríamos dejar de respirar para deshacernos de ese dolor que nos suprime el alma, y habrá noches y madrugadas en las que los recuerdos nos dañarán y nuestras cicatrices se reabrirán, dejándonos fracturas irreparables.
Diciembre nunca se había sentido tan frío en Londres, pero este año las bajas temperaturas habían superado todos los pronósticos. Esta última semana no había dejado de nevar, todas las calles, tejados, callejones y avenidas estaban cubiertos de nieve blanca y cristalina, incluso en las noticias habían aconsejado a los ciudadanos que no salieran de sus casas a no ser que hubiera una emergencia, ya que el cambio climático era totalmente impredecible, pues había ratos en los que la brisa del sol se asomaba entre las nubes y ratos en los que la nieve caía acompañada de lluvia, provocando drásticos cambios en el ambiente.
La mayoría de los estudiantes ya estaban de vuelta en el internado, pero estos días casi nadie cruzaba los pasillos y las instalaciones, ya que preferían pasarse el día bebiendo café y viendo películas en el dormitorio.
No podía decir que yo formaba parte de ese grupo porque estaría mintiendo, en realidad, yo no salía de mi dormitorio en todo el día, estaba tan deprimida que no me apetecía ver a nadie.
Para ser honesta, en el día la sensación de dolor era soportable para mí, pero cuando llegaba la noche sentía un vacío emocional tan destructivo que ni siquiera podía describir lo doloroso que me resultaba el lidiar con esa tempestad mental.
Me cortaba como una flor con espinas y me punzaba constantemente, era similar a estar en caída libre en un tiempo indeterminado, sentía que caía, pero nunca llegaba al fondo de ese infierno, simplemente seguía y seguía cayendo durante horas y horas hasta que no podía más y me quedaba dormida por el cansancio. Llevaba días siendo víctima de momentos como ese y a estas alturas sentía que no podría soportarlo más.
Ya era treinta y uno de diciembre, tan solo faltaban pocas horas para dar comienzo a un año nuevo, pero yo solo quería aferrarme con todas mis fuerzas al año presente, porque así lo mantendría cerca de mí y el tiempo se detendría, y de ese modo nada me lo arrebataría.
Las lágrimas cayeron por sí solas y recorrieron mis mejillas, una tras otra. Mi sufrimiento era tan grande que no me sentía capaz ni de respirar. El nudo en mi garganta y la opresión que sentía en el pecho comenzaban a asfixiarme.
De la nada, escuché su voz en mi cabeza, su susurro fue suave, pero lo sentí como si realmente estuviera allí diciéndome:«Este será un invierno muy frío, para muchos uno más, para mí el último... pero si lo paso contigo confío en que será un invierno cálido». Esas palabras se me vinieron a la cabeza al momento que miré la ventana y comprobé que estaba nevando.
Hoy sabía con certeza a que se refería Noah cuando me dijo eso y sabía también que este podría ser realmente su último invierno, pero me negaba a creer en esa posibilidad porque me destruía la sola idea de no volverlo a ver nunca. Me rompía en pedazos cada vez que sus palabras me pasaban por la mente.
Desearía no haberme equivocado, desearía no haberle hecho tanto daño, en este instante quisiera estar con él en donde sea que se encuentre, y sobre todo desearía poder verlo por última vez para así decirle todo lo que siento y lo mucho que le quiero.
Fue en cuestión de minutos que mi teléfono móvil comenzó a vibrar acompañado de un tono de llamada insoportable. Rápidamente, aparté a un lado el edredón que me cubría el cuerpo, me incorporé del sofá y comencé a buscarlo por todas partes, una tarea que fue bastante complicada debido al desastre total que estaba regado por toda la habitación.
Lo encontré oculto bajo algunas prendas de ropa y lo tomé del suelo. Respondí la llamada sin tomarme el tiempo de fijarme si se trataba de un número conocido.
—Bueno, ¿quién habla? —dije con el teléfono pegado a la oreja.
No escuché ruido al otro lado de la línea, lo que me hizo pensar que tal vez era una broma de mal gusto o que quizá se trataba de alguna compañía de servicios.
Estuve a punto de colgar, pero al oír la voz clara del emisor de la llamada no pude hacerlo. Algo me impidió hacerlo.
—Hola, ¿hablo con la señorita Smith? —preguntó con suavidad, aguardó silencio y a los pocos segundos volvió a hablar—. ¿Señorita? ¿Me escucha?
Por el tono de voz pude identificar que se trataba de una mujer, pero no sabía de quién podría tratarse y tampoco entendía cómo pudo obtener esa persona mi número de celular.
—Sí, la escucho. Disculpe, creo que se equivocó de número —le informe con amabilidad para a continuación colgar el teléfono.
—Aguarde, no corte la llamada, se lo pido por favor, señorita Ashley —me suplicó la mujer desconocida y la escuché sollozar débilmente.
Me sentí alarmada al oírle pronunciar mi nombre. Inspiré hondo e intenté guardar la calma. Tal vez podría tratarse de algo importante, no podía simplemente colgar sin saber quién me llamaba y por qué esa persona sabía mi nombre.
—Sí, diga —exclamé con los nervios de punta. Tuve que disimular mis nervios y ocultar la urgencia que tenía de finalizar esa conversación.
—No quiero incomodarla ni nada parecido, sé que usted no sabe quién soy y que tiene razones para estar asustada, pero créame, no tiene nada que temer —dijo ella y noté que algo no iba bien por el tono impaciente con el que hablaba. Sin entender por qué un nudo se formó en mi garganta y me dificultó pasar la saliva—. En realidad, la he llamado porque usted es la única que puede ayudarnos —se quedó sin aliento al decir lo último. Yo ya no podía estar más perdida—. Señorita, disculpe si no me he presentado antes, yo soy la madre del joven Noah Cantwell. Ustedes deben ser compañeros de clase. Mire, estoy desesperada, esta mañana mi hijo Noah se ha salido del departamento sin decirnos nada y no sabemos nada de él desde hace ya varias horas —exclamó preocupada, la voz se le rompió y pude darme cuenta de que estaba llorando por la prolongación de su silencio—. Intentamos contactarlo por teléfono, pero se ha dejado el móvil aquí. Los vecinos nos han dicho que cuando se fue no iba en un buen estado. Mi esposo y yo de verdad estamos angustiados por lo que pueda llegar a pasarle, no sé si usted esté enterada de su estado de salud, pero él tiene una enfermedad muy grave y su situación se puede complicar en cualquier momento. La preocupación de no saber dónde se encuentra me está mortificando...
Mientras la escuchaba el corazón se me detuvo y todo dejó de tener sentido para mí. Sus palabras me golpeaban fuerte y me provocaban un terror que jamás imagine que llegaría a experimentar por nadie.
—Estoy enterada de todo —las palabras salieron por sí solas de mis labios.
—Siendo así, usted debe comprender la gravedad de la situación, es por eso que recurro a su ayuda para poder encontrarlo —habló ella al borde del llanto y yo también me sentí quebrar por dentro. Tal vez no podía comparar su dolor de madre con el mío, pero de una manera indescriptible sentía que compartíamos las mismas emociones en ese preciso instante.
Por un momento, me sentí aliviada de su llamada y de que me estuviera ofreciendo la oportunidad de buscar a Noah, pero luego recordé que él me odiaba y que no quería volver a verme nunca más por todo el daño que le cause en el tiempo que salimos.
Al final, inspiré profundamente y al soltar el oxígeno de mis pulmones hablé desanimada.
—No entiendo cómo alguien como yo podría serle de ayuda —susurré en voz baja, pero a pesar de mi tono tenue y distante, la mamá de Noah logró escucharme.
—Tal vez creas que no, pero si te he llamado ha sido por una razón. Te explico, encontré en sus maletas una fotografía de ustedes dos juntos, supongo que algo debió pasarle porque tuvo que pegarla con cinta para volver a unir los pedazos, lo que quiero decir es que debes importarle mucho para que lleve una foto tuya entre sus cosas, además, al revisar su teléfono también encontré la misma foto en su galería, la lleva de fondo de pantalla, así que supuse que tú serías la única que sabría en donde localizarlo, por eso busque tu número en sus contactos y te llamé.
El sentimiento pudo conmigo y las emociones me superaron, sentía tanto que no sabía si debía llorar, reírme o gritar de felicidad. No podía creer que después de todo lo que pasó, Noah haya vuelto a juntar los pedazos de nuestra fotografía. Tal vez eso no significaba nada o lo podía significar todo. Probablemente, de ser así todavía sentía algo de afecto por mí y no quería olvidarme como dijo que haría.
—¿De verdad hizo eso? —cuestioné titubeando, con lágrimas en los ojos, quería retenerlas, pero las mismas amenazaban con escapar de mis párpados en cualquier segundo—. Aguarde un momento, pensé que habían salido de la ciudad desde hace una semana.
—El plan era ese, pero hubo problemas con los pasaportes y tuvimos que retrasar el viaje. Nos ha tomado varios días resolver el asunto, y tomando en cuenta las restricciones de vuelos por las condiciones climáticas de la temporada, hemos decidido quedarnos algunos días más en Inglaterra. Justo ayer nos informaron que podíamos reservar lugares para pasado mañana, se lo dije a Noah y él me respondió que le parecía bien, pero esta mañana sin que nos diéramos cuenta, tomó su chaqueta y se fue sin decir nada —me explicó la señora Cantwell con la voz temblorosa.
Me preocupaba mucho Noah, realmente temía que anduviera por las calles de Inglaterra solo, se suponía que tenía que cuidar de sí mismo y estaba haciendo justo lo contrario al irse sin compañía alguna a un sitio donde nadie pudiera localizarlo si le ocurría cualquier cosa.
—Señora Cantwell, debe tranquilizarse y mantener la calma. Su hijo no puede estar muy lejos, estoy segura de que no se pondría en riesgo sin razón, lo más seguro es que lo encontremos cerca del sitio en el que se están hospedando.
—¿Quieres decir que nos ayudarás? —cuestionó esperanzada al otro lado de la línea.
—Claro que lo haré, estamos hablando de Noah, él es... —me interrumpí a mí misma y susurré para mis adentros: «mi gran amor y el chico del que estoy enamorada»—. Un amigo que se merece todo el apoyo del mundo —dije al final.
—No sabes cuánto te lo agradezco, jovencita, de verdad, no tengo manera de agradecértelo.
—No tiene que agradecerme esto, créame, se lo debo a Noah, haría cualquier cosa por él, simplemente quiero que se encuentra bien en todo momento, su hijo lo es todo para mí.
Repentinamente, la señora Cantwell se aclaró la garganta, conmovida ante mis palabras.
—Aunque no esté enterada de lo que sucedió entre ustedes, me doy cuenta de que es por esta razón que él te ama, eres una chica de buen corazón —afirmó su mamá. El cambio era notable en su voz, ahora ya no se le oía tan triste, sino más bien agradecida.
Sabía perfectamente que no me merecía ese título de buena persona, yo solo era alguien que dañaba y lastimaba al chico que más quería, alguien que le fracturaba el alma con palabras hirientes, así que podían coronarme como la peor persona, no como la mejor.
—¿Tienes una idea de donde podría estar él ahora? No lo sé, tal vez alguna vez te habló de un lugar al que le gustara ir o simplemente pudo mencionar un sitio al que quisiera ir.
—No recuerdo que hayamos hablado de... —comencé a decir, sumida en mis pensamientos.
Suspendí mi frase en el aire al recordar fugazmente la imagen borrosa de un mensaje que Noah envió a mi celular, también recordé que ese episodio sucedió el día que salí de fiesta con Logan y me emborraché hasta perder la consciencia. Me esforcé en aclarar la imagen en mi mente para así recordar qué es lo que decía y después de diez intentos conseguí verlo con claridad.
Su SMS decía lo siguiente:
Hola Ash, lo estuve pensando y pensé que quizás podríamos salir hoy a un lugar que seguro te encantará, me gustaría mostrarte lo maravilloso y especial que es ese sitio para mí, sé que ya es algo tarde, pero si pudiéramos reunirnos al amanecer allí verías la magia verdadera de la ciudad de Londres. Tómalo en cuenta y me escribes temprano, pero créeme que de verdad me gustaría que fueras, sería un gran regalo que lo hicieras. Te enviaré la dirección. Un beso.
Bajo el mensaje recordé haber visto una dirección que me lo dijo todo.
—Señora Cantwell, creo que ya sé dónde puedo encontrarlo, usted no se preocupe más, tan solo envíeme su dirección y yo me encargaré del resto. No tiene de qué preocuparse, iré a buscarlo y regresaré con él, sano y salvo.
Ella volvió a agradecerme el apoyo, después ambas nos despedimos y cortamos la llamada.
No sabía por qué, pero ya me sentía mejor nada más de pensar en que él seguía dentro de la ciudad y que probablemente se encontraba en el mismo lugar que me citó el día de su cumpleaños, ese lugar al que no fui, pero al que iría en ese mismo instante sin importar nada.
La esperanza de volverlo a ver fue la que me dio las fuerzas para salir a buscarlo.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
Eran las once de la noche cuando decidí subir a mi auto y conducir hacia el portón que me bloqueaba el paso hacia el exterior, del otro lado se encontraba Noah, así que no me rendiría bajo ninguna condición, antravesaría esos muros y lo encontraría.
Puse el freno a dos metros de distancia del enorme portón negro que me cerraba las puertas para encontrarme con Noah. Refunfuñe molesta y presione el claxon repetidas veces hasta que el guardia de seguridad salió de su cabina y me miró disgustado.
—Pero... ¿qué demonios? ¿por qué tanto alboroto? -musitó, alumbrando el auto con su linterna—. Me puede explicar qué es lo que está haciendo, señorita —exigió una vez que se acercó y pudo identificar que era una alumna la estaba dentro del auto.
—Tengo que salir ya mismo, es urgente, así que abra la maldita puerta —solté con brusquedad, tomándolo por sorpresa.
El hombre parpadeó con perplejidad y en cuestión de segundos me miró con desaprobación y negó con la cabeza.
—No estoy autorizado para hacerlo, pero en caso de que lo estuviera, los estudiantes tienen prohibido salir desde que las condiciones del clima empeoraron esta tarde, debería mantenerse al tanto del pronóstico climático e informarse bien. En éstas condiciones es peligroso conducir a altas horas de la noche, así que le voy a pedir que se deje de juegos y baje del auto.
—A la mierda la autorización y sus estúpidas reglas, déjeme salir o tumbare el portón por mi propia cuenta —espeté con los nervios de punta.
—¡Acaso se ha vuelto loca! Tenga cuidado con lo que hace o se meterá en serios problemas —me advirtió el guardia con la mirada ensombrecida y llamó a los demás guardias de la zona —a través de su radio— diciendo la palabra Emergencia—. Repito, emergencia en la zona, se solicita su apoyo en la entrada principal.
—Apártese del camino, no pienso detenerme —espeté sintiéndome agitada, pisando el acelerador.
Me dejé manejar por la euforia y la adrenalina, ya me encontraba fuera de mis límites. Eché el auto en reversa y me preparé para acelerar a tope y atravesar el portón de un solo golpe. A una distancia prudente, pisé el acelerador y moví la palanca para avanzar a gran velocidad. Escuché el ruido de las llantas haciendo fricción con el asfalto y en un abrir y cerrar de ojos la parte delantera del auto se estrelló contra el portón, causando un estrepitoso ruido ensordecedor que debió despertar a todos los que dormían en la residencia más cercana.
—¡SE HA VUELTO COMPLETAMENTE LOCA! ¡Guardias, deténganla! Bloqueen el paso, no permitan que salga de aquí —gritó él primer guardia, un par de metros detrás de mí. Aún aturdida por lo que acababa de hacer, escuché los pasos apresurados de los otros guardias acercándose.
—¡ALTO ALLÍ! Usted está infringiendo las normas de la institución, tomaremos serías medidas si se atreve a cruzar esa puerta —dijo alguien con un megáfono en altavoz, ensordeciendo mis tímpanos.
—¡ME DA LO MISMO! —grité eufórica y retrocedí algunos metros para volver a chocar el auto contra el portón de metal, al momento que lo hice, los candados cedieron y crujieron, las cadenas salieron volando por los aires y la puerta de cada lado del portón se abrió de par en par, chocando bruscamente con los muros de piedra en el lado exterior.
Cuando vi el camino despejado delate de mí, acelere a toda velocidad y salí de allí sin mirar atrás, sin importarme un mínimo las consecuencias que podría traer consigo el haber roto las reglas y el haber cometido una infracción tan seria.
En el camino de la carretera sentía la adrenalina recorriendo mi sistema sanguíneo y percibía el palpitar frenético de mis latidos. Era una locura, lo que estaba haciendo era la locura más grande que cometí en mi vida.
Se sentía bien estar en libertad. Al fin sentía que volvía a respirar y mi vida volvía a tener sentido.
Los alrededores estaban cubiertos de nieve blanca, al igual que los árboles y el camino de la carretera, por esa razón fue que disminuí la velocidad gradualmente. Había causado una catástrofe por haber escapado, no quería arruinar mi esfuerzo y perder el control del auto por comportarme como una tonta irracional.
De pronto, recordé el fragmento de una de nuestras conversaciones y vi más claro a qué lugar tenía que ir...
"Puede que no haya ido a ese sitio tan especial, pero me gustaría saber qué querías mostrarme ¿por qué querías llevarme allí?". Él respondió, "Porque voy constantemente allí, en especial los fines de semana, es un lugar donde puedes dejar de lado tus problemas y respirar sin sentir que te estás ahogando".
Me prometí a mí misma que si él se encontraba en ese sitio le confesaría todo lo que sentía y lo mucho que me arrepentía por todo.
Fue esa misma noche que mientras la lluvia y la nieve seguían cayendo, mi amor por él subió a las estrellas y busque encontrar en el universo el latir de su corazón por primera vez.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
Me tardé más de lo esperado, pero valió la pena. Había llegado al puente Tower Bridge, el cual deslumbraba con su luz y su elegancia, su esplendor era de tal magnitud que a cualquier distancia podías apreciar lo magnífico que era y su gran altura sobre el impresionante río Támesis. Este puente se había convertido en uno de los símbolos más importantes de la ciudad debido a su magistral arquitectura y a su ubicación cercana con la torre de Londres, considerada un sitio histórico desde hacía ya varias décadas.
Todavía no tenía claro porque Noah consideraba ese lugar tan especial y tampoco comprendía por qué semanas atrás él quería venir aquí conmigo, pero pensaba averiguarlo esa misma noche.
No me detuve a reflexionar ni un minuto más, estacioné el auto en una zona de poco tránsito, y antes de salir al exterior para enfrentarme al frío del invierno, me puse el abrigo y al bajar del auto abrí el paraguas que traía en la mano para cubrirme de la lluvia y así poder avanzar a lo largo del famoso puente de piedra. La arquitectura de sus cimientos era iluminada por la infinidad de luces provenientes de la ciudad a la luz del cielo nocturno.
Mientras caminaba me aseguraba de mirar en todas las direcciones posibles, en busca del chico que me había atraído hasta allí con el pensamiento.
Ya era de noche, estaba helando y hacía un frío de muerte, pero a pesar de que las condiciones eran desfavorables y empeoraban a cada minuto, distinguía a algunas personas a las orillas, me fijaba bien en cada uno de ellos y me aseguraba de que ninguno fuera Noah.
A la mitad de camino me tomé un respiro y me permití admirar el panorama, pues al costado de mí se extendía una vista fabulosa del río de Támesis congelado; el agua se extendía como una pista de hielo interminable e infinita, y a los alrededores la nieve cristalina teñía cada espacio de campo de un color cristalino y blanquizco, en la lejanía los árboles también estaban cubiertos de nieve y a la distancia veía caer cientos de copos de nieve que bajaban del cielo apenas cubierto por nubes grisáceas teñidas de un color azul pálido. Contemplar ese paisaje era algo realmente impresionante que no se podía admirar todos los días, y el tan solo verlo con mis propios ojos me hacía desear quedarme en ese momento hasta la eternidad.
Cuando giré la cabeza hacia un lado no me esperaba encontrarlo a pocos metros de distancia. Era increíble que estuviera allí, no lo podía creer.
Noah contemplaba el horizonte sin parpadear, con los brazos apoyados sobre el borde de la barandilla. Realmente se veía absorto en lo que sus ojos detallaban con intensidad. Estaba usando una chamarra negra de tela gruesa, un jersey de mezclilla azul y tenía puesto un gorro negro (tejido a mano) que dejaba asomar los mechones rubios de su cabello rebelde.
La lluvia caía sobre él y no parecía importarle. Su chamarra ya se veía húmeda y sobre su gorro negro distinguía pequeños copos de nieve blancos. Al verlo en ese estado tan abstraído me pregunté ¿cuánto tiempo llevaba allí plantado?
Su vista estaba perdida en las luces de los edificios que iluminaban el río congelado de colores relucientes que bien podrían formar un arcoíris si los mirabas desde una perspectiva estética y artística.
Su tranquilidad fue sustituida por una profunda nostalgia, pues en el momento menos esperado suspiró involuntariamente con abatimiento y agachó la cabeza. Una lágrima se derramó por su mejilla y él negó con la cabeza mientras se limpiaba la cara con la manga de su chaqueta.
A los pocos segundos, él respiró hondo y cerró los ojos, contuvo el aire por un tiempo prolongado y lo expulsó de sus pulmones cuando sintió la necesidad de inspirar nuevamente. Repitió la misma acción un par de veces más con debilidad, cada respiro forzoso denotaba pena y melancolía. Se estaba esforzando en encontrar la calma absuelta en su interior, intentaba relajarse, quería tomar aire porque lo necesitaba con urgencia.
Yo comencé a acercarme muy despacio para que él no se diera cuenta de mi presencia, pero de cualquier forma debió escuchar mis pasos porque su cuerpo se puso en tensión y su expresión se ensombreció. De la nada, una barrera invisible volvió a interponerse entre nosotros.
—Tenías razón, este lugar es realmente especial —exclamé, mirándolo de reojo—. Ya veo porque querías traerme aquí, la vista es simplemente maravillosa.
Me acerqué a la orilla y cerré el paraguas que me cubría de la brisa de la lluvia, después apoyé los brazos sobre el barandal, dejando tres pasos de distancia entre nosotros para no incomodarlo.
Observé en silencio las espesas nubes grises que cubrían el cielo y miré detenidamente los copos de nieve que seguían bajando del cielo y caían a los alrededores. Los visualizaba delante de mí y los veía perderse en la lejanía del horizonte.
—Fue lo mejor para ambos que eso no haya sucedido —sentenció con frialdad, sin desviar su vista para contemplarme. Ni una simple mirada ni un fugaz vistazo de su parte, nada. Antes contaba los minutos para reunirse conmigo y ahora se negaba a verme.
¿Cómo pudimos terminar así de distanciados? ¿En qué momento se perdió la confianza? ¿Cómo fue que pasamos de querernos intensamente a ser unos completos desconocidos?
Contuve la respiración algunos segundos y entrelacé mis dedos unos con otros. Mantuve fija la vista en el lago, sin pestañear, aparentando que sus palabras no me afectaban en absoluto.
No podía mirarlo a la cara, tenía tanta vergüenza y me sentía tan arrepentida de haberle hecho sufrir tanto que no sabía cómo enfrentar esa situación. Algo dentro de mí me decía que lo había perdido para siempre.
Me aclaré la garganta, bajé la cabeza y dejé recaer la mirada en mis manos, que estaban heladas debido a la baja temperatura del ambiente.
—Quisiera entender... ¿Por qué estás aquí, Noah? ¿No te parece que es peligroso que salgas solo con este clima y en estas condiciones? Tus padres están muy preocupados por ti.
—¿Y recurrieron a ti para poder encontrar a su hijo convaleciente? Sabes de sobra que no necesito ni tu ayuda ni la ayuda de nadie, así que vete por donde viniste y diles que me dejen en paz por un jodido día.
Me sorprendió la brusquedad con la que expresó cada palabra, pero quise ser comprensiva con él y asimile que su actitud agresiva se debía a la reciente noticia de su enfermedad.
—Deberías venir conmigo y volver a casa, la temperatura sigue bajando y está nevando, podrías enfermarte o contraer pulmonía —le dije con calma, pero al sugerirle aquello solamente conseguí alterarlo.
Su mandíbula se contrajo, los músculos de sus brazos y hombros se pusieron tensos. Se separó de la barandilla lentamente, bajó los brazos y ladeó su cabeza para mirarme. En sus ojos se reflejaba un dolor y una tristeza inmensos, que iban cargados de frustración y enfado.
—¿No te parece a ti que soy lo suficientemente mayor para cuidarme solo? El que me esté muriendo no significa que tengan que estar pendientes de mí las veinticuatro horas del día. ¡Maldición! ¿Es que no pueden entender que no quiero ver ni hablar con nadie? Puedo sobrellevar esta mierda solo, no necesito su compasión —espetó en un tono grotesco y agresivo. Sus ojos se veían rojos e hinchados, dejando en evidencia que había estado llorando estas últimas horas.
Los dos nos miramos a los ojos intensamente durante un minuto hasta que él apartó la vista y la fijó al frente, en un punto invisible poco específico.
Ambos permanecimos mirando el movimiento de las nubes grisáceas que se desplegaban en la dirección que soplaba el viento frío. La luz de la luna brillaba e iluminaba su rostro en la oscuridad del anochecer, pero su semblante ya no transmitía nada, se veía tan neutral e impasible que no se parecía en nada al chico que me había enamorado con sus sonrisas. Ese chico que suspiraba a pocos pasos de mí no era el Noah que yo había conocido, solamente era el fantasma del verdadero Noah.
Estuvimos en silencio por un prolongado tiempo, hasta que él lo rompió diciéndome:
—Venía aquí cada vez que discutíamos, no hubo un solo día en el que no me haya lamentado por todo. ¡Mierda! De verdad que soy patético —se pasó una mano tras el pelo y presionó su nuca ligeramente. Se le veía tan tenso y tan atormentado, lo único que deseaba era aliviar su malestar con un abrazo, pero resultaba imposible hacerlo porque ni siquiera me dirigía la mirada brevemente—. No podía seguir allí encerrado mintiéndome a mí mismo, tenía que salir a pensar en el poco tiempo que me queda y en todo lo que jamás podré hacer. Pensaba en que no terminaré la universidad, en que probablemente no volveré a enamorarme, tampoco podré casarme y tener hijos para verlos crecer, nada de eso sucederá porque moriré. Mi vida se fue a la mierda, estoy perdido —se le quebró la voz al decir la última palabra y vi la primera lágrima bajando de sus párpados.
Yo también tenía los ojos llenos de lágrimas, ya no podría seguir conteniéndolas más.
—Todo este tiempo mi única motivación para no derrumbarme fuiste tú, siempre has sido tú —ladeó la cabeza y me contempló con sus ojos vidriosos, rodeados de una sombra opaca—, Pero con tantas idas y vueltas ya le perdí el sentido a lo que teníamos nosotros. Te quería, de verdad te quería, pero hoy ya no sé qué es lo que quiero.
Volví a mirarlo mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas. Caí en cuenta de que al igual que yo, él también estaba sufriendo y lloraba en silencio.
Noah miraba hacia la nada y se limpiaba con brusquedad las lágrimas que salían involuntariamente de sus ojos tristes y apagados. Parecía tan atormentado y tan perdido que no pude soportar mirarlo. Se me rompía el corazón de solo mirar sus ojos verdes apagados y opacos, como un túnel sin salida.
La llovizna caía sobre nosotros y no nos importaba, al menosa mi no me importo hasta que me fijé en su ropa. Al ser consciente de que su chamarra estaba húmeda y su gorro cubierto de copos de nieve, volví a abrir la sombrilla para protegerlo de la lluvia.
Sacudió la cabeza y enredó los dedos en su pelo para tirar de algunos mechones, esforzándose en neutralizar sus emociones.
—Ya no quiero pensar en ti, pero cada vez que estoy a punto de lograrlo vuelves a mi cabeza, ¿por qué simplemente no te vas y no regresas nunca más? —furioso consigo mismo, golpeó el barandal con la palma de su mano y al volverse para enfrentarme me miró con dureza. Su expresión facial fue fulminante cuando añadió—. ¿Cómo es que sigues en mi cabeza si ya no estás en mi corazón? ¿Por qué me cuesta tanto olvidarme de lo que me lastima más?
Aferré mis dedos al paraguas que estaba sosteniendo y levanté la mano para pasarme los dedos por los párpados para secarme las mejillas. Me dolía mucho oírlo hablar así y me hería mucho más el seguir causándole dolor.
—Lamento que te sientas de esa forma por mi culpa —susurré con la garganta seca. El aire ya no entraba a mis pulmones, se quedaba estancado en mi sistema y no podía expulsarlo.
Irremediablemente comencé a acortar la distancia que nos separaba. Se le tensaron todos los músculos cuando notó que me había detenido a su lado, sobretodo, al percatarse que su brazo y el mío casi se rozaban.
—Me hace mal tenerte cerca —dijo en un murmullo ronco que me cortó la respiración.
No volteó a pesar de tenerme a pocos centímetros, pero yo sí que volví la vista en su dirección, aunque por dentro me moría de angustia. El temor de salir herida colgaba de un delgado péndulo que comenzaba a trozarse con cada palabra hiriente que salía de sus labios.
—A mí... me hace bien estar aquí —le confesé y noté que movió la cabeza ligeramente para poder observarme. No sé atrevió a sostenerme la mirada, tenían la impresión de que quería evadirla de cualquier manera.
Me encontraba tan próxima a él que la sombrilla lograba cubrirnos de la lluvia a ambos, dejándonos ver como pequeñas gotas escurrían de cada extremo sin llegar a mojarnos.
Noah suspiró y se quedó mirando las estrellas que ya comenzaban a pintarse en el cielo nocturno. Al cabo de unos segundos, se lamió los labios y me dirigió una mirada fugaz e inaccesible.
—No deberías estar aquí —exclamó cortante y yo asentí distraídamente.
—Tal vez no debí venir a buscarte, pero tú tampoco debiste venir a este lugar, los dos nos equivocamos y eso no es nuevo... —tras decirlo pasaron por mi mente una serie de recuerdos de nosotros callando las cosas, evadiendo los temas importantes. Al meditarlo cuidadosamente, me atreví a exclamar lo que ya no me podía callar.
—Tú también me ocultaste que tenías problemas de salud, Noah, fácilmente podrías habérmelo contado desde el principio.
Al escucharme le escuché resoplar pesadamente antes de inspirar una bocanada de aire para recuperar aliento.
—¿Y de qué habría servido? ¿De haberlo hecho habría cambiado algo? ¿Acaso ibas a ser amable y considerada? ¿Saldrías conmigo por simple lástima? Claramente, yo no esperaba eso de ti.
—No me refería a eso, sino a que no tenía idea por lo que estabas pasando y actuando con ingenuidad me comporte como una estúpida insensible, solamente empeore las cosas para ti y hoy me siento muy culpable por todo lo que te hice pasar, porque en lugar de apoyo solo te ofrecí rechazo, evasiones y malos tratos, cuando lo único que necesitabas... era amor.
No podía controlarme, estaba muy arrepentida y no podía parar de llorar. Lamentaba tanto la distancia que interpuse entre nosotros, ya que debido a ello ahora su indiferencia era un suplicio asfixiante para mi corazón.
—Espero que un día puedas perdonarme... a pesar de que no lo merezca.
—Todo lo que hicimos ya no importa, ya nada importa ahora —estableció sin mostrarse expresivo ni afectado. Recibí una puñalada directo en el corazón.
Moví el paraguas a un lado para enfrentarme a esa mirada vacía y sobria, al instante descubrí que ni siquiera me estaba mirando. Agarré con fuerza el mango de paraguas y aparte una de mis manos para apoyarla en el barandal de metal, a poca distancia del sitio en el que había colocado las suyas.
—Claro que importa, Noah. Estamos hablando de ti y de tu vida, tal vez no lo parezca, pero yo no me tomo la vida de las personas a juego y mucho menos la tuya —afirmé y levanté la cabeza hacia él—. No me importa si me odias y no quieres volver verme, y tampoco me importa que creas que soy la peor persona del universo entero, porque para mí, tú eres el chico más increíble que he conocido y que conoceré en mi vida entera.
Conseguí que su atención se fijara sobre mí y distinguí el destello de luz que apareció en sus pupilas cuando volvimos a mirarnos.
—Tal vez pienses que estás a punto de caer al vacío, pero todavía puedes intentar llegar a la orilla, puedes hacerlo si así lo quieres —exclamé con una sonrisa dulce, buscando subirle el ánimo—. Nos dijeron que debemos afrontar la vida con valentía y eso es lo que intentamos día a día; nos dijeron que solo el dolor te daña y te lastima, pero te diré una cosa, eso es una jodida mentira, porque al igual que todos los sentimientos, el amor también puede romperte, y te aseguro que hiere mucho más que ninguna otra cosa, porque este te fractura el interior del alma y lamentablemente aún no hay una cura para el dolor del alma... Noah, sé que no la hay, y entiendo que por momentos quieras dejarte vencer, pero no lo hagas, tienes que luchar. Lucha y haz hasta lo imposible para salir adelante. ¡A la mierda los problemas, a la mierda el estúpido diagnóstico y a la mierda todo!
Las lágrimas caían de mis párpados como gotas de lluvia y sentía en mi interior como se desataba una tormenta de sentimientos encontrados. En un arrebato repentino, le tomé la mano y se la sostuve con delicadeza, tomándolo desprevenido.
—Tu vida no se termina aquí, no termina hasta que vivas plenamente todo lo que te hace feliz, y a ti te falta mucho por vivir, así que inténtalo y no te rindas.
—Ya me cansé de intentarlo, no puedo más con esto —repitió con nostalgia y separó su mano de la mía instintivamente. A continuación, se frotó la cara con las manos, alejándose de mí una vez más, dándome la espalda. La lluvia volvió a caerle sobre la chamarra negra y copos de nieve cayeron sobre su gorro de lana.
—No te pido que lo intentes conmigo, sino que lo hagas porque no tengo modo de explicarte lo imprescindible que eres en mi vida, Noah. Te necesito a mi lado, realmente te necesito —confesé en voz alta, abriéndole mi corazón por primera vez. Las palabras brotaron de mis labios como si hubieran estado grabadas allí todo ese tiempo.
Él se quedó pasmado en su sitio tras haber escuchado aquellas palabras tan significativas, incluso podría afirmar que dejó de respirar. Su cuerpo se puso rígido y su semblante se tornó más pálido que de costumbre.
Noah se volvió lentamente y en el instante en el que su mirada y la mía se cruzaron solo fui capaz de verlo a él y de escuchar los agitados latidos de mi corazón, que palpitaba acelerado por amor a él.
Tenía la garganta seca y me faltaba el aliento, pero había llegado el momento de dejar de ser una cobarde y de enfrentar mis sentimientos con valentía. Ya no había tiempo, ya era hora de entregarle mi corazón a alguien. Si debía arriesgarme a que rompieran mi corazón, eso haría.
Él agitó su cabeza de manera frenética y su mandíbula se tensó notoriamente, después parpadeó desconcertado un par de veces, como si quisiera despertar de un sueño.
Al trascurrir aproximadamente veinte segundos, carraspeó su garganta y se dirigió hacia el barandal para apoyarse en él; inmediatamente se inclinó hacia delante y apoyó las palmas sobre sus rodillas para superar un fuerte mareo que se avecinó sobre su cuerpo. El desconcierto, la impotencia y la desesperación lo superaban de sobremanera.
No tenía idea si fueron mis palabras las que le pusieron en ese estado, pero suponía que eso había sucedido, pues aquella confesión debió causarle una impresión muy fuerte, todavía no podía asimilarlo, evidentemente le costaba digerirlo.
Iba a caminar hacia el sitio donde se encontraba, pero él levantó su mano como si me hubiera leído la mente y me hizo una señal para que me quedara justo en donde estaba parada. Para recuperar el aliento tuvo que hacer ejercicios de respiración, esforzándose en mantener la compostura para no salirse de control. Dos o tres minutos más tarde sin dirigirme la mirada me preguntó:
—¿Qué quieres de mí, Ashley? ¿Qué es todo esto? ¿Por qué justo ahora vienes y me dices que me quieres y me necesitas? —habló agitado, con la voz entrecortada. Se pasó la mano por el rostro y la bajó después de algunos segundos de silencio—. Sé perfectamente que no tienes sentimientos por mí, me costó mucho entenderlo, así que ya basta, no vengas a confundirme más —musitó con irritación y cerró sus manos en puño como si quisiera golpear algo—. ¡MIERDA!
Me eché hacia atrás y comencé a hablar antes de que el miedo me impidiera hacerlo.
—Es verdad que todo este tiempo tuve miedo de no merecerte, de herirte y de sufrir por ti, pero te quiero Noah, de verdad te quiero, más de lo que puedes imaginar. Pienso en ti todo el tiempo, deseo estar contigo cuando estoy sin ti, te extraño cada día y cada noche; necesito tus caricias, tus abrazos, tus palabras dulces, tus sonrisas y tus besos, necesito todo de ti porque si no te tengo me siento completamente vacía. Tu ausencia me mata y me daña de maneras inexplicables, te juro jamás creí que me afectaría tanto el no tenerte y no verte. Me enamoré de ti y ahora no puedo vivir sin ti, esa es la razón por la que te pido que te quedes.
Él se reincorporó despacio. Sus ojos verdes estaban inyectados en sangre y de ellos se desprendían lágrimas que me llegaban al alma y me herían, dañando mi corazón dolido. No quería verlo llorar, me destruía interiormente que estuviera triste por culpa mía.
Me observaba con una expresión de sorpresa e incredulidad, pero en sus ojos seguía viendo una tristeza inmensa. Leía sus expresiones y me daba cuenta de que no se podía creer que le estuviese diciendo que lo amaba, y yo tampoco podía creer que se lo hubiese confesado abiertamente (sin haberme desmayado en el intento), pero hoy había comprobado que eso era lo más honesto que había dicho en mi vida entera. Me aliviaba ser honesta con mi corazón y con mis sentimientos, serle honesta a él, que se merecía más de lo que podía ofrecerle.
El amor te quiebra como un pedazo de cristal y se marchita igual que los pétalos de una rosa, pero también te vuelve más fuerte y te hace ver la vida desde una perspectiva diferente. Noah me mostró la perspectiva del amor más puro y verdadero, me enseñó a querer sin condición a alguien por lo que es y no por su sola apariencia. Estos últimos meses me amó desde lo más profundo de su corazón, me demostró que se puede ser sincero sin temor a ser rechazado, y estuvo a mi lado incondicionalmente, en los momentos buenos y en los difíciles; ese amor y ese afecto tan inmensos solamente se le podían entregar a nuestra alma gemela y en esta vida él era la mía, siempre lo sería.
—¿Tú... me amas? —cuestionó en un murmullo, le tembló la voz al formular su pregunta. Yo asentí mientras mis labios se curvaban en una sonrisa auténtica.
—Creo que estoy enamorada de ti, realmente te quiero —repetí las mismas palabras que él me dijo aquel día en su habitación. Esa fue la primera vez que confesó su amor por mí y ambos lo sabíamos. Ahora me tocaba a mí demostrarle que mi amor por él era sincero e incondicional.
De sus ojos bajaron un par de lágrimas que no supe identificar si eran de felicidad o de nostalgia, al segundo siguiente retrocedió un paso y entreabrió los labios para decir algo, pero de su boca no salió una sola palabra. Tuvo que tranquilizarse para decirme:
—Ashley, me cuesta mucho creer que hablas en serio después de que insististe mil veces en convencerme de lo contrario, pero te escucharé a pesar de que me resulta poco creíble lo que acabas de decir. Seamos claros, si es verdad que me quieres, dime ¿qué soy para ti ahora?
—Eres el chico al que quiero, el primero y el último que voy a amar. Ocupas un lugar permanente en mi corazón y no puedo renunciar a ti porque eres mi alma gemela.
La honestidad en mi voz era innegable y él lo sabía, sabía que realmente lo amaba, que me enamoré perdidamente de él a pesar de todo lo que le hice pasar. De un segundo a otro, sus comisuras formaron una sonrisa que hizo desaparecer cualquier rastro de dolor, sustituyéndolo por un sentimiento de alivio y alegría.
Yo di un paso para acortar la distancia entre nosotros y me lamí los labios antes de seguir hablando.
—Noah, yo me moriría si te pasa algo, no podría con eso, te amo tanto que nunca seré capaz de dejarte marchar. Te lo pido de todo corazón, aférrate a la vida, así como te has aferrado a nuestra relación y quédate conmigo por más tiempo. Por favor, solo quédate.
Tenía los ojos empañados y llenos de lágrimas, veía borroso todo a mi alrededor.
Con los ojos vidriosos y rojos, Noah se acercó a mí a grandes zancadas y en un abrir y cerrar de ojos me estrechó entre sus acogedores brazos. Tenerlo cerca era lo que más deseaba, lo anhelaba intensamente desde el día que se marchó fuera de mi vida, lo había extrañado tanto que la sola idea de separarme de él me aterrorizaba.
Seguí sosteniendo el paraguas en mi mano izquierda, pero eso no me impidió devolverle el abrazo. Respondí a su abrazo con delicadeza, y, al igual que él, coloqué mis brazos alrededor de su torso y entrelacé las manos tras su espalda. Inhale el aroma que desprendía de su ropa, ese olor tan único y tan inconfundible; su fragancia me cautivó en fracción de segundos.
Me acerqué un poco más a él y le apoyé la cabeza en el pecho, en esa posición pude escuchar los latidos lentos de su corazón y comencé a llorar con más sentimiento al pensar que algún día ya no lo sentiría más junto a mi oído.
Noté que mis lágrimas le humedecieron la chaqueta, pero eso no pareció importarle porque intentó reconfortarme abrazándome contra su pecho con todas sus fuerzas.
—Te amo Noah y te amaré toda una eternidad. No quiero rechazar este amor una vez más, quiero vivirlo y compartirlo contigo —sollocé por lo bajo débilmente y él me limpió las lágrimas con sus pulgares. Lo abracé con más fuerza y susurré con el rostro oculto en su cuello—. No quiero perderte, no quiero que me abandones, prométeme que nunca te irás, que te quedarás y siempre me llamarás tu alma gemela.
Él colocó sus dedos bajo mi mentón, al sentir el roce de su palma yo levanté la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. Ambos teníamos un aspecto terrible: nuestros ojos estaban llorosos, lágrimas se derramaban bajo sus mejillas, sentí que las mías todavía seguían cubriéndome lo párpados, y no desaparecía de nuestros rostros esa expresión atormentada.
La lluvia seguía cayendo y la nieve cubría el suelo y caía sobre la sombrilla, pero ahí estábamos nosotros bajo ese paraguas azul, absueltos en nuestro amor.
Para romper nuestro juego de miradas, él me acarició la mejilla suavemente y se inclinó para rozar mi nariz con la suya. Con su boca a milímetros de la mía, dijo en un susurro:
—Ashley, nunca me iré del todo porque una parte de mi alma permanecerá unida a la tuya.
Sus labios sellaron los míos y me dejaron con el sabor del beso más dulce que nos dimos en todo el tiempo que llevábamos de conocernos. Su beso fue breve y lento, pero me trasmitió todo el amor que sentía por mí con el suave contacto de nuestras bocas rozándose y acariciándose. Cuando se apartó ligeramente, abrí mis ojos y él abrió los suyos.
—Estaré eternamente a tu lado —afirmó con dulzura e inclinó su cabeza hacia un lado para apoyar su barbilla en mi hombro—. Te quiero Ash y no pienso dejarte ni ahora ni nunca —murmuró con la cara hundida en mi pelo.
Él me sujetó más fuerte por la cintura y yo soltando la sombrilla, subí mis manos a su cuello y las entrelacé en su pelo para colocarlas en su nuca. Lo sentía tan cerca que podía percibir el palpitar su corazón unido innegablemente al mío, que latía con tanta fuerza y tanto amor. Estaba experimentando sensaciones indescriptibles que me llenaban el alma con plenitud.
Podría estar pendiente de la nieve que caía sobre nosotros o de la lluvia que nos humedecía la ropa, pero en ese instante solamente pude sentirlo a él junto a mí. Deseé que el tiempo se detuviera allí para así haber podido quedarme permanentemente en ese efímero momento de felicidad.
Nunca podría borrar sus infinitos ojos verdes de mi mente, ni su resplandeciente sonrisa, ni su voz ronca o el sonido de su risa, tampoco me olvidaría del contacto de su piel contra la mía ni de su fragancia exquisita. Viviría recordando sus besos y sus caricias, de esa manera era como quería recordar a mi alma gemela.
«Noah, vivirás en mis recuerdos eternamente, no te olvides de eso cuando vayas.»
Él me sonrió y me sujetó de la mano antes de murmurar junto a mis labios.
—Prometo que no lo haré.
Al oírlo pronunciar esas palabras, me perdí en la profundidad de sus pupilas y en su deslumbrante sonrisa. Sin poder contenerme me lancé a sus labios y me disolví en sus besos, plenamente consciente de que esta vez había encontrado el lugar en el que quería quedarme toda la vida. Junto a él, mi alma gemela.
Eternos no era la definición infinita o inexacta de algo, eternos éramos él y yo, dos almas destinadas a encontrarse, dos seres que en medio del caos terminarían por enamorarse incondicionalmente el uno del otro.
Si el tiempo podía medirse en horas y segundos, la eternidad sin medida ni exactitud se podía definir a la escala de nuestro amor.
Hay amores pasajeros, pero los amores eternos son los que nos marcan para siempre.
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