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48

Podrían llamarme masoquista, pero no me olvidaría de él, no podría hacerlo si lo llevaba muy dentro de mí. Él lo era todo para , no podía dejarlo atrás como si en mi vida no hubiese significado absolutamente nada.

Habían pasado dos días desde la partida de Noah. Dos días que fueron un verdadero infierno de lágrimas y lamentos.

Él se había convertido en mi todo, por esa razón no me atrevía a arrancarlo de mi corazón, porque al hacerlo él se lo llevaría todo y me dejaria sin nada, irremediablemente me desangraría.

Cada vez que cerraba los ojos me invadía la misma sensación que suprimía mi herido corazón. Mi mente no podía lidiar con su adiós y su ausencia, simplemente le era imposible asimilar que él ya no estaba más en mi vida.

No lo volvería a ver nunca más, se había ido, lo de nosotros se terminó, estaba roto. Todo aquello que pudimos ser ya estaba perdido y debía aceptarlo, tenía que aceptarlo o seguiría sufriendo día tras día y noche tras noche, volviendo a los momentos fugaces de mis recuerdos con él.

Lo que tuve con Noah había sido una alusión de algo perfecto, pero, así como nada es absolutamente perfecto, lo nuestro no lo fue tampoco, por culpa mía, porque me empeñe en alejar a Noah de mí y le rompí el corazón, se lo quebré por completo y lo obligue a tomar la decisión de marcharse lejos.

Me estaba desmoronando, pieza a pieza. A cada segundo oía el murmullo de su voz pidiéndome que le dejase irse, diciéndome que me quería fuera de su vida, y escucharlo me hacía daño, tanto daño emocional que por momentos sucumbía al sentimiento para aliviar mi dolorida alma.

Experimentaba un sufrimiento interno que me desgarraba por dentro, un dolor somático que era tan intenso como insoportable. El corazón me dolía mucho, cada palpitar provocaba un estruendo más fuerte.

Me sentía tan abatida que no era capaz ni de levantarme de la cama, tenía el cuerpo adormecido y rígido, mis tejidos musculares no respondían las órdenes de mi cerebro, que pedía a gritos que me moviera de allí e hiciera cualquier cosa para no pensar más en nada que me causará conflicto.

Estaba dominada por ese desequilibrio emocional, al grado de no poder controlar mis propias lágrimas. La culpa y la pena me invadían y me mantenían prisionera dentro de sus redes. La angustia de no saber nada de Noah atormentaba mis pensamientos. Me torturaba el no poder hacer nada para solucionarlo.

Tenía que reparar mis heridas desde dentro de mí, debía recuperarme para enfrentarme al mundo exterior y así solucionar todo lo que hice mal. Pedir perdón a aquellos a quienes les hice daño y perdonarme a mí misma por el daño que cause, principalmente por lo que le hice al chico que más me quería, era consciente de que eso sería lo más difícil, que me tomaría tiempo, mucho tiempo. Me parecía imposible olvidarme de mi historia con él, absolutamente imposible porque Noah me había dejado su marca tatuada bajo la piel.

Debía neutralizar mis emociones negativas con pensamientos positivos. Pensar en las cosas que aún podía reparar, no en aquellas que ya no tenían reparación, como lo mío con Noah.

Cada parte de mí se sentía oprimida por su perdida. Sentía tristeza, melancolía y dolor. Me suprimía la sensación de un profundo vacío, estaba perdida. Sin él estaba perdida.

Cada vez que respiraba, las espinas que rodeaban mi corazón se clavaban a más profundidad y dejaban rasguños, fragmentos abiertos que me hacían llorar, llorar con el corazón abierto y el alma empañada de cicatrices que no terminaban de cerrar.

No me era fácil lidiar con tanto dolor y tanto sufrimiento, pero no tenía alternativa, tenía que soportar y ser fuerte, porque la nostalgia de un amor perdido era incurable. Si quería sanar, tenía que curar mis heridas y dejarlas cicatrizar, y para ello necesitaba cerrar ese capítulo, apagar ese dolor interno y volver a ser la misma por fuera.

No me dejaría absorber por la obscuridad. No podía hacerlo si él me había pedido vivir en nombre de los dos y no dejarme caer.

Tal vez me sentía lastimada y derrotada, pero aún había una parte mía que no estaba destruida. La destrucción todavía no alcanzaba mi corazón, y yo estaba dispuesta a soportar hasta la última lágrima y hasta el último aliento. Tomaría toda esa debilidad como una fortaleza y volvería a estar bien.

Agarré con fuerza la revista que sostenía entre mis manos y fijé mi vista nublosa en las letras y textos que estaban dispersos en las páginas.

De improvisto escuché que alguien abrió la puerta bruscamente, sacándome de mis atormentadores recuerdos.

Al observar a la persona que acababa de entrar a mi habitación pasé de estar deprimida a aturdida. Me costaba asimilar que la persona que me miraba desde el otro extremo era Zach. Zach Becker. El mismo chico que me rechazó dos veces y del que me vengue la noche de navidad, arruinando su relación con Melodie de la manera más cruel, haciéndole pensar a su novia que él le era infiel.

¡Maldita sea!

Al final Noah sí tenía razón, soy una terrible persona, no soy capaz de pensar en nadie más que en mí.

-Tú y yo tenemos que hablar -exclamó con la voz cargada de enfado. Antes de que pudiera reaccionar o decir nada, él empujó la puerta con fuerza para cerrarla a sus espaldas, la misma se azotó de golpe, provocándome un ligero sobresalto que debió pasar desapercibido ante sus ojos.

Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, lo hice tan rápido que probablemente él no llegó a darse cuenta de que estaba llorando. Al menos esperaba que no me dejase en evidencia el escozor que sentía en cada parpadeo.

-¿Qué ocurre contigo, Zach? -dije yo en voz alta y me levanté de un salto de la cama.

El chico se veía furioso, daba la apariencia de ser un personaje de una película de suspenso: el pelo negro cayendo sobre sus ojos, sus pupilas ensombrecidas, la mandíbula tensa, los labios apretados, la mirada intimidante y la postura amenazante. Sí, aterrador era la palabra que lo definía.

Decidí no demostrar temor y me acerqué a él deprisa, dejándole ver en mis expresiones que no estaba de humor para discutir con nadie.

-No puedes entrar así de la nada e irrumpir en el dormitorio de chicas, está prohibido -espeté de mala gana, con los brazos cruzados sobre el pecho.

En lugar de detenerme frente a él, caminé directamente hacia la puerta y giré la perilla para abrirla y dejarle claro con una mirada fría que tenía que irse.

-Vete, no me apetece verte ni hablarte.

Ante mi reclamo inmediato, él se puso tenso y su mandíbula se contrajo notoriamente. Vi que avanzó un paso en mi dirección de manera agresiva, dando la impresión de que quería hacerme daño.

-No pienso irme hasta que me escuches -soltó secamente. Su voz salió cargada de rabia y frustración.

Su voz amenazante me obligó a retroceder hasta que mi espalda tocó la orilla de la puerta. Ahora sí que me sentía aterrada de tenerlo cerca. Se veía como un lobo feroz a punto de despedazar a un indefenso conejillo.

-Déjame en paz y lárgate, no quiero que estés aquí -grité con la voz rasposa. Era tanta la tensión entre nosotros que tenía la garganta seca y no podía pasar la saliva.

Podía decir con seguridad que nunca le había temido tanto a nadie como en ese momento. Zach Becker podía hacer estremecer hasta a la persona más seria e insensible con esos ojos que desprendían tanto peligro.

Al ver que no se movió directo hacia la puerta, me propuse sacarlo por mi propia cuenta, a pesar de que me temblaban las manos y las piernas, a pesar de que me aterraba que me diera un empujón y me arrojase contra la pared.

Caminé en su dirección dando dos zancadas, lo agarré del brazo y lo empujé con todas mis fuerzas en la dirección opuesta. No obtuve resultados, ya que evidentemente él era mucho más fuerte.

Sus dedos fríos se cerraron en torno a mis muñecas, continuamente elevo su mano junto a mi cabeza y golpeó la puerta con el puño cerrado, ocasionando que la misma se cerrara abruptamente. Me enfrenté a su mirada metálica y dominante, sintiéndome en alerta en todo momento.

Su determinación se mantenía infranqueable. No pensaba irse así sin más, lo que solamente empeoraba más la situación. No tenía ánimo de gritar, ni de hablar, ni de respirar, pero a esas alturas la única solución aplicable era escuchar lo que tenía que decir y esperar a que se fuera por su propia voluntad.

Su mirada y la mía se cruzaron durante el tiempo suficiente para darme cuenta de que tenía ojeras bajo los párpados, la vista ensombrecida, los labios partidos y una palidez en el semblante que solamente había visto una sola vez en el reflejo de otra persona. Noah, era como estar viéndolo a él, destruido, decaído, absolutamente abrumado después de renunciar a mí. Aquello solamente podía indicar una razón por la que se encontraba así de perdido, él había roto con Hayley, realmente habían roto y la responsable de eso fui yo principalmente.

Al darse cuenta de que lo estaba analizando detenidamente, él me soltó las muñecas y se alejó para dejar cierta distancia. Su mirada gélida no tardó en enfriar todo el rastro de la luz que reflejaban sus ojos grises.

-¿Querías mi atención? Bien, ahora la tienes. Vas a hablar conmigo de lo que sucedió en esa maldita fiesta -exclamó con seriedad, extendiendo los brazos a ambos lados, como si con ese gesto estuviera diciendo: ¿Qué esperas? Confiesa lo que hiciste.

La acusación era notable en sus palabras.

-¿Si no lo hago qué? ¿Vas a golpearme? ¿Vas a obligarme? ¿Vas a amenazarme? -cuestioné, mirándolo fijamente.

El desafío en sus ojos era innegable. Los dos nos mantuvimos la mirada, fulminándonos entre sí. Si las miradas disparasen fuego, probablemente ya estaríamos ardiendo en llamas.

-Me importa una mierda si quieres hablar o no. Estoy harto de ti, Ashley, estoy cansado de tus niñerías, jodidamente harto de esos juegos que utilizas para molestarme. Sé que hiciste algo, no me hagas perder la paciencia y dime qué ocurrió esa noche.

El tono demandante de su voz grave consiguió hacerme estremecer. Me daba cuenta de que estaba conteniendo su ira con toda la fuerza de su voluntad

Le devolví una mirada helada y amenazante, cargada de desprecio y furia.

-¡VETE A LA MIERDA! -espeté histérica. Mi propia voz ensordeció mis oídos y me dejó desorientada.

Aproveché que le había dejado aturdido e intenté escapar a toda prisa. Choqué mi hombro con el suyo y lo empujé con brusquedad justo antes de abrir la puerta y cruzar el umbral rápidamente. En un segundo de descuido, su mano me agarró del brazo y tiró de mí hacia él, después repitió la misma acción y cerró la puerta de golpe, con una brutalidad descomunal.

Al sentirme atrapada comencé a sacudir mi brazo para soltarme de su agarre firme, pero falle en el intento y no pude liberarme. Terminé rindiéndome y decidí evitar contemplarlo a toda costa.

-Haz lo que quieras, grita, golpéame, llora, pero no te vas a librar de mí hasta que hables, Ashley. Yo... no voy a hacerte nada, simplemente necesito que me expliques lo que yo no logro recordar.

Al escucharlo, la culpa regresó a mí como un tsunami, lo arrasó todo, destruyó los muros, las defensas. No quedó nada, cada parte de mí se sintió devastada.

Inevitablemente, las lágrimas comenzaron a caer y mi vista se tornó vidriosa como las ventanas en la época de llovizna. Justamente así me sentía, como si estuviera atravesando una tormenta interior de la que no podía escapar.

Ya no pude negarlo más, si fui capaz de entrometerme entre ellos y destruir la maravillosa relación que tenían, ahora tenía que hacerles frente a las consecuencias y hacerme cargo de mis errores.

-Fue mi culpa -mi voz se debilitó en la tercera palabra. Bajé la mirada al suelo para no tener que enfrentar la suya.

Me sentía una completa estúpida que había hecho una estupidez monumental. En ese instante al fin comprendía que nunca debí meterme con Zach y Hayley, no tenía razón para hacerlo si yo ya tenía mi propia historia con la persona que quería. Actúe irrazonable. Creí ilusamente que al dejarla a ella me vería a mí, no quise ver que él nunca me querría porque para Zach esa chica significaba lo que yo significativa para Noah. Ella lo era todo para él y yo lo arruiné.

Odiaba esa persona en la que me había convertido. Odiaba ser capaz de ver a la verdadera Ashley Smith. La chica insensible que era capaz de herir a los demás por diversión y venganza.

-Lamento lo que les pasó, a ti y a ella, yo no... no quería que tuvieran un accidente. La quería lejos de ti, pero nunca le deseé algo así. Perdón Zach... -murmuré con esfuerzo. No podía controlar mi propio llanto, así de terrible era como me sentía.

Zach me contempló algunos segundos antes de soltarme y dar un paso hacia atrás. Inmediatamente, me cubrí el rostro con las palmas y comencé a sollozar más fuerte.

-Fue culpa mía que ustedes discutieran esa noche, yo... le hice creer a Melodie que entre nosotros había algo, pero nunca creí que se pondría tan mal. Hice mal, lo sé, y entiendo que me odies porque yo fui quien los destruyó, y ahora... ella está inconsciente en ese hospital, yo no quería eso. La quería lejos, pero no muerta. Te lo juro, nunca se me pasó por la cabeza que eso pasaría -susurré con la voz entrecortada-. Me arrepiento de haberlo hecho, por favor perdóname.

Desahogarme. Eso tenía que hacer para liberarme de esa tormenta interior. Tenía que dejar salir todo, soltar el mal que me consumía el alma.

Zach se perdió en sus pensamientos y no pude leer las emociones en su cara, tampoco pude descifrar lo que le pasaba por la mente, aunque lo más seguro era que reaccionaría sujetándome del brazo y gritándome mil insultos que me harían sentir peor.

Cuando sus ojos claros regresaron a los míos, examinaron mi cuerpo tembloroso y se fundieron en la culpa que cargaba en el reflejo de mis lágrimas. Pudo ver la sinceridad de mi disculpa. Sentía pena por mí.

Repentinamente, sus brazos me rodearon los brazos y me atrajeron a su pecho. Su abrazo consolador era lo que menos me esperaba, pero se sintió reconfortante y me dio calma y alivio, dos emociones que no había sentido desde la partida de Noah.

Al recordar su nombre el sentimiento me invadió y los ojos me escocieron de nuevo.

-También lamento esto, Ashley. Nunca quise hacerte daño y nunca podré corresponderte porque yo amo a Melodie, tienes que entenderlo y disculparte con ella, por favor, prométeme que lo harás -me dijo en un tenue susurro.

Asentí ligeramente y me limpié las mejillas húmedas con las mangas del suéter.

-Yo... le explicaré lo que hice y ustedes volverán a estar bien, lo haré, te lo prometo -le aseguré con la voz rota.

-Gracias -susurró Zach junto a mi oído, rozándome el pelo con sus dedos-. Gracias por... decirme la verdad -añadió con voz solemne.

Lo sentí apartarse y me apresuré a soltarme de su chaqueta, al fijarme en él noté que sus ojos estaban hundidos en melancolía y dolor. Se sentía igual de herido que yo.

Al levantar la vista me sonrió con esfuerzo y se dio la vuelta para salir de mi habitación. Yo me limpié con el pulgar una lágrima que resbaló bajo mi párpado y hablé justo antes de que atravesara el umbral.

-Ella se recuperará, estará bien, todavía pueden darse otra oportunidad.

Zach se volvió hacia mí y distinguí sus ojos llorosos. La tristeza en ellos era incuestionable.

-Cuando estás a punto de perder a alguien no existen más oportunidades -le escuché decir.

Me dolieron sus palabras, tuve que cerrar los ojos al recaer de nuevo en los recuerdos. Esa frase era tan cierta, tan cruelmente cierta.

Al abrir mis párpados, Zach ya se había ido. No tuve la valentía de seguirle y me quedé parada a dos pasos de la puerta entreabierta.

Zach me había perdonado, pero yo aún no podía perdonarme, no mientras Hayley siguiera internada en el hospital corriendo el riesgo de perder la vida a causa mía.

Me di la vuelta para volver a tumbarme en la cama y seguir lamentándome el resto de la tarde, pero la voz de alguien más a mis espaldas me impidió moverme de sitio.

-¿Cómo pudiste hacerlo? -dijo aquella persona.

Reconocí su voz sin siquiera voltear a verla. Era Tara.

Me volví sobre mis talones y me enfrenté a la mirada indescifrable de mi amiga, quien me observaba sin parpadear.

-Respóndeme ya, Ashley. ¿Fuiste tú la que provocó la ruptura de Hay y su novio? ¿De verdad traicionaste su confianza y le hiciste creer que él y tú salían juntos?

El cabreo que percibía en sus palabras era tan duro como un golpe directo en el estómago. Me dolía que me hablara en ese tono frío y serio.

-Lo hice -respondí con un nudo en la garganta-, Pero ahora sé que estuvo mal. Estaba equivocada, me dejé llevar por el rencor y actué sin pensar.

-¿Sin pensar? ¿Te das cuenta de lo que ocasionaste? Nuestra amiga está en terapia intensiva, se encuentra en estado de coma desde el día del accidente y tú solamente dices que estabas equivocada -la amargura con la que me habla me lastima.

-¿Qué más esperas que diga? En ese momento estaba enojada con ella, tú viste que dejó a Logan sin importarle cómo se podía sentir, no podía quedarme de brazos cruzados, viendo a mi mejor amigo sufrir por su culpa.

-¿Y por eso vas y te tiras encima de su novio? Esa no es una justificación, lo que hiciste fue terrible, de no ser por ti, ellos no habrían discutido y ese accidente no habría tenido lugar -ahora su tono descargaba molestia y disgusto.

Apreté los labios, nerviosa.

-Sé que fue mi culpa, admito mi error y desde esa noche me arrepiento a cada segundo del día.

-Pues no lo parece, te comportas como si ni ella ni nadie te importara un mínimo -espetó alterada.

Jamás la había visto comportarse así, normalmente era la chica más pacífica y relajada que conocía, tan agradable u dulce que no le hacía daño ni a la persona más cruel.

Levanté los hombros de manera defensiva y la miré con despreocupación.

-Tal vez así soy yo, no pienso en nadie más que en mí misma, es curioso que no te hayas dado cuenta antes.

Tara me mira con la expresión de desilusión más clara que he visto en toda mi vida. Acabo de romper la imagen que temía de mí, su gran amiga desde primero de secundaria.

Ella retrocedió hacia la puerta y negó con la cabeza.

-No te reconozco, tú no eres la amiga que creía conocer -se apartó los rizos rojizos de la cara y sus ojos castaños se quedaron fijos en mi aspecto, captando algo que hasta el momento acababa de notar-. Tienes los ojos rojos, ¿acaso has estado llorando?

Su pregunta llegó sin aviso previo, ya que segundos antes estábamos discutiendo. Algo que sí era seguro, nuestra amistad también estaba en caída libre, no había modo de detener el tiempo.

Me pasé los dedos por los párpados antes de que las lágrimas me dejaran en evidencia por segunda vez en el día.

-¿De verdad te importa? Pensé que era una mala amiga y una mala persona que no se merecía la consideración de nadie, porque claro, aquí yo soy la única que se equivoca y lo arruina todo -solté con irritación, clavándome las uñas en las palmas de las manos-. Soy una terrible amiga, una pésima compañía, una horrible persona que maneja las cosas a su conveniencia, una chica que le destrozó el corazón al chico que la amaba ¿y todo eso por qué? Porque soy una insensible, una experta en mentir y una experta en manipular a la gente -expresé con los ojos llorosos-. Noah me lo dijo, estoy hueca por dentro, por eso no siento nada, así que sí, hice todas esas cosas, destruí la relación de Hayley y Zach por venganza, la separé de él porque también quería vengarme por todas esas veces que recibí su rechazo, no me importó en absoluto causarles dolor. Además, salí con Logan para olvidarme de Noah y a los pocos días él se enteró, lo que teníamos se acabó, yo le hice daño, le destroce, pero mira que te tengo buenas noticias, ahora Noah se ha ido, se fue a mil kilómetros de distancia para olvidarse de mi existencia, decidió dejar atrás nuestra historia y lo perdí -la voz se me quebró al mencionar lo último -. Y el que ya no esté aquí, el ya no tenerlo en mi vida me está matando. Me siento morir todos los jodidos días, pero supongo que eso no importa, porque aquí yo fui la mala y me lo merezco, merezco este sufrimiento, me merezco vivir con la culpa y el remordimiento, me merezco quedarme sola y sin amigos.

-Ashley... -murmuró Tara, dando un paso para acercarse.

-¿Qué? ¿Quieres agregar algo más? ¿Buscas hacerme sentir peor? No hace falta, ya estoy lo suficientemente rota para esto.

-Solamente quería decirte que lamento profundamente que Noah se haya ido, no quise decírtelo porque sabía que te molestarías, pero supe desde el principio que había algo muy intenso entre ustedes, que lo querías.

Su voz melancólica me trasmitió tanta lástima. Vaya, eso era lo que me faltaba, que Tara sintiera pena por mí y me mirase con esa expresión de aliento que tanto representaban en las películas tristes.

-No me mires así, tampoco creo merecer la compasión de nadie, y mucho menos la tuya.

Desvíe la mirada hacia el escritorio y cruce los brazos sobre el pecho para sentirme protegida.

-A decir verdad, pienso que tienes razón, después de todo lo que hiciste hoy estás pagando por tus acciones, y no es que me parezca bien, pero tú lo ocasionaste, transformaste tus miedos y temores en una tormenta que ahora gira en torno a ti, estás pasando por lo mismo que les hiciste pasar a tus amigos... -Se interrumpió a sí misma antes de continuar-. Ash, quiero que sepas que a pesar de todo no estás sola, de verdad, aunque pienses que todos están en tu contra y te desprecian, no es así, de mi parte puedes estar segura de que no te odio ni te guardo resentimiento, porque las amigas siempre están allí para escuchar y comprender. Yo te comprendo y me alegro de que aceptes que te equivocaste, eso es lo que haría la Ashley Smith que conozco y a la que siempre he admirado.

Sus ojos derramaron un par de lágrimas. Mis ojos me ardían y la vista se me nublaba constantemente, con esto quería decir que también estaba llorando y tenía en el rostro esa expresión de dolor que llevaba persiguiéndome durante días.

-Tara, perdón por no ser esa amiga que mereces tener, yo... supongo que es tarde para lamentarme y decir que intentaré cambiar.

-Ashley, nunca es tarde para reparar un error, no lo olvides, siempre hay algo que hacer -afirmó ella y se aproximó hacia mí a paso apresurado, al detenerse me sonrió dulcemente y me dio un cariñoso abrazo al que correspondí con el mismo afecto amistoso.

-¿Realmente quieres ser mi amiga? Yo te he contado todas las terribles cosas que cometí, le hice daño a muchos que no se lo merecían, no tengo idea de cómo remediarlo.

-Debes comenzar con el perdón, así de simple, una disculpa vale más que mil palabras, y vas por el buen camino -me animó antes de soltarme.

-Ya perdí la cuenta de cuantas disculpas debo de pedir -admití con la cabeza agachada.

Tara me dio un suave apretón en el hombro y dijo:

-No olvides que perdonarte a ti misma es esencial para que puedas comenzar de nuevo.

Sí, y esa era la parte que aún no quería enfrentar, porque para cambiar de página primero tenía que cerrar la página anterior, y todavía quería tener escrito el nombre de Noah en mi memoria. Quería seguir cercana a su recuerdo, no me importaba colapsar ni tener crisis nerviosas constantes, nada me importaba más que cumplir esa promesa que le hice.

«No te puedo olvidar, Noah. Prometí que no iba a olvidarte y no pienso hacerlo. Al menos por una vez no voy a fallarte y te recordaré. Voy a recordar nuestro tiempo juntos y viviré unida a ti eternamente. Lo prometo.»

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