47
Si pudiera expresar todo lo que siento en solo dos palabras, diría que te necesito, únicamente a ti.
Mi vida se estaba desmoronando y se me hacía difícil sobrellevar cualquier cosa. Me sentía fracturada.
Despedirme de Noah me había causado un dolor inmenso, y en pequeños momentos me negaba a aceptar que nuestra separación era irreversible.
Cuando miraba hacia atrás, nos veía a los dos riendo, hablando, mirándonos sin barreras entre nosotros. Era un recuerdo triste que se desvanecía con el tiempo.
Habían transcurrido casi veinticuatro horas desde que Noah se había ido furioso de la mansión, dejándome una sensación de vacío en el pecho.
Al verlo alejarse, sentí que el corazón se me partía, llegado ese instante, estaba rota por dentro. Sus últimas palabras no salían de mi cabeza; me atormentaban entre susurros.
Resulta difícil de explicar cómo unas cuantas palabras pueden afectarte tanto emocionalmente, pero esto solo demuestra que le hemos permitido a esa persona que nos hiriera, ya sea de forma consciente o inconsciente.
Estaba sumergida en la tristeza, pero sabía que ese era mi castigo por haber sido tan débil y enamorarme de Noah. Debí evitar esos sentimientos, dominarlos y no ceder a la atracción que él ejerció sobre mí desde un principio.
Creí que podía jugar y divertirme con él, pero de alguna manera, se invirtieron los papeles y me terminé involucrando sentimentalmente Mi amor era correspondido, pero ya era demasiado tarde para confesarlo, ya que seguramente no me creería.
No podía ocultar que lo quería y lo echaba de menos. Cada parte de mi ser anhelaba su regreso, a pesar de que me había quedado claro que no volvería a buscarme después de asistir a la fiesta y encontrarme en los brazos de Logan.
Noah creía que Logan y yo salíamos juntos. No había tenido la oportunidad de explicarle que pasar tiempo con él fue mi vía de escape para negarme a la realidad. No pude hacerle entender que lo que sucedió entre nosotros nunca se compararía a mi amor por él, porque en cada momento que estuvimos juntos, yo sentí lo mismo que él; esa era la única verdad.
Un par de toques en la puerta de mi dormitorio atrajeron toda mi atención. Me incorporé de la cama y me dispuse a abrir, a pesar de que me sentía débil y agotada.
Llevaba puesto el mismo vestido que usé la noche anterior para la fiesta de Navidad, tenía el cabello recogido en un moño desastroso, el rímel corrido y seguramente unas ojeras espantosas bajo los párpados, pero eso me daba igual; no tenía la menor intención de arreglarme.
Mi corazón estaba deshecho, y ya estaba harta de ocultar que tenía sentimientos.
Me detuve junto al umbral, le quité el seguro a la cerradura y abrí la puerta. Ante mis ojos apareció Logan, aquel que había sido mi cómplice y mi gran amigo por mucho tiempo. Tenerlo enfrente fue solo un recordatorio más de que, al involucrarme con él, había perdido a mi Noah.
Al mirarlo detenidamente, me di cuenta de que llevaba el cabello desordenado, la camisa arrugada y la corbata deshecha. Dejando de lado esos detalles, se veía escandalosamente guapo y encantador, aunque notaba algo inquietante en su mirada.
—¡Hey, Logan! ¿Cómo estás? Veo que no tienes mejor aspecto que yo —exclamé con una sonrisa forzada.
Él debió notar que mi estado de ánimo estaba por los suelos, porque me miró extrañado y se frotó el rostro con las manos.
—Ashley, he venido a decirte algo que ya no puedo seguir callando —dijo con expresión seria.
Yo asentí y me hice a un lado para dejarle el paso libre.
—Claro, hablemos; yo también quiero decirte algo importante y...
Me quedé callada al sentir el contacto de sus dedos alrededor de mi muñeca. Me volví para mirarlo y la confianza que reflejaron sus ojos me dejó sin palabras.
—Logan, podrías... —me interrumpió con una negación.
—Aguarda, necesito que me escuches —su voz sonó determinada.
Sentí un hormigueo en la piel cuando colocó su mano izquierda sobre mi mejilla. Sus ojos me miraron fijamente y me transmitieron una serie de emociones que ni siquiera podía describir.
—Ya no puedo seguir ocultando esto. Anoche quise dejarte ir, pero dolió como el infierno ver que te ibas detrás de él —confesó, y vi su mandíbula tensarse.
Sus dedos me acariciaron la mejilla y su mano libre se aferró a la mía casi con urgencia. Logan acortó la distancia y me estremecí al notar que lo tenía a escasos centímetros. Su mirada era vulnerable y sincera.
—Hice todo lo que pude, pero ya no puedo más, estoy atado a ti, condenado a quererte —sus palabras resonaron en mis oídos con un estruendo ensordecedor que me dejó aturdida.
De un segundo a otro, acunó mi rostro entre sus manos, redujo la distancia, su aliento se mezcló con el mío y, así, sin más, selló sus labios con los míos de manera inesperada.
El roce de sus labios fue urgente, apasionado e intenso, nada parecido a los besos que nos habíamos dado anteriormente.
Me tomó por sorpresa, así que me quedé quieta y contuve el aliento. No fui capaz de corresponderle, pero tampoco me sentí capaz de apartarme. Todavía estaba intentando procesar que me estaba besando de forma dulce cuando susurró entre mis labios esas palabras:
—Me vuelves loco, no puedo dejar de pensar en ti.
Me dio la impresión de que el mundo entero se sacudía y el tiempo se detenía, porque aquello no podía ser cierto. De pronto, todo tomó sentido para mí: el aspecto con el que apareció frente a mi puerta, su expresión atormentada, el brillo en su mirada, la intranquilidad en sus palabras. Era una confesión, la declaración de sus sentimientos.
Caí de golpe contra una realidad que había ignorado durante mucho tiempo y entonces lo supe: Logan me quería, siempre me quiso.
Recordé los momentos en los que se enfadó conmigo sin dar explicaciones, los días en que se distanció de mí, las palabras hirientes, los acercamientos que tuvimos, el primer beso robado, las noches que pasamos juntos, los instantes de pasión, los besos que nos dimos a escondidas, y las palabras que callaba cuando veía aparecer a Noah.
Las señales siempre fueron obvias, pero nunca quise verlas.
Al final, haberme involucrado con él también fue un grave error, otra equivocación en mi larga lista de errores. Sin darme cuenta, le di esperanzas sobre algo que nunca sucedería: la ilusión de estar juntos como pareja.
Logan separó lentamente su boca de la mía, acarició mis mejillas y sus ojos se coincidieron con los míos.
Intenté alejarme y dar un paso atrás, pero no me lo permitió. Antes de hablar, ambos tuvimos que inhalar profundamente para recuperar el aliento.
—No tienes idea de lo especial que eres para mí, Ashley —su mirada me transmitió ternura y afecto—. Dios, significas mucho más para mí que una conquista ocasional y pasajera, pero no te culpo si te hice creer que eras justamente eso. La única verdad es que, desde el día en que me permitiste acercarme y darte un beso, no he podido olvidarme de que te quiero y jamás renunciaría a estar contigo. Durante meses he guardado estos sentimientos en silencio por miedo a perderte, pero ahora mismo solo necesito ser honesto conmigo mismo y contigo, porque sé que nunca lo sabrás si no te lo demuestro.
—No siento lo mismo que tú, Logan —logré decir con lágrimas en los ojos—. Lamento en el alma que tengas que escuchar esto, pero es imposible que me olvide de Noah. Lo que tuve contigo nunca fue algo serio y ambos sabemos que tiene que acabar.
Una sonrisa amarga elevó sus comisuras.
—Sé que amas a Noah, siempre supe que estabas conmigo porque no querías reconocer que lo querías a él. Eras tú la única que no se daba cuenta de nada, y sé que no es tu culpa, pero aunque quise evitarlo, terminé enganchándome a esos pequeños momentos que me permitías pasar contigo. Todo se salió de mis manos cuando te besé esa tarde en tu habitación. Me sentí el hombre más feliz de la tierra cuando me dejaste quedarme y terminamos pasando la noche juntos...
—No sigas, Logan —le pedí en un susurro fracturado y ronco.
—Necesito decirlo, por favor, no me eches todavía —murmuró con voz débil, guardó silencio unos segundos y después continuó—. Me gustaste desde el día en que nos conocimos, y aunque te cueste creerlo, tú no eras la única que era demasiado buena escondiendo sus emociones.
Su comentario me robó una débil sonrisa.
—Ayer enloquecí de celos cuando vi que ibas detrás de él. Te juro que casi pierdo los nervios cuando salí afuera y te encontré sollozando en medio del patio porque él se había ido.
Sacudió la cabeza y soltó un largo suspiro. Mi respiración se detuvo ante esa confesión.
—Ya he perdido la cuenta de cuántas veces me he sentido celoso de Noah, porque desde que él apareció en tu vida se ha robado toda tu atención. Sé que incluso ahora lo tienes en tus pensamientos y no puedo hacer nada para cambiar eso —tomó una honda respiración y quiso animarme con una sonrisa frágil—. Te perdí, lo acepto. Tuve tiempo de sobra para confesarte mi amor y ahora es tarde porque estás enamorada de él, y eso me alegra, aunque también me duele que tu corazón no me corresponda.
Sus palmas acariciaron mis mejillas y finalmente se apartaron. Sus ojos azules reflejaron nostalgia y melancolía.
—Ya sé que no quieres escuchar esto, pero yo también me enamoré de ti y no pude evitarlo. No espero que me correspondas, pero no te voy a mentir. Hace unos días llegué a creer que si Noah finalmente se cansaba de perseguirte, me darías la oportunidad de estar contigo. Sin embargo, en el fondo siempre supe que no era capaz de poner mi felicidad por encima de la tuya. Por eso, en este momento te confieso que, aunque sería inmensamente feliz si me permitieras quererte, seré yo quien se aleje y renuncie a sus sentimientos.
Sentí que el alma me escocía y me invadió la sensación de que también lo perdería.
—Ashley, quiero que empecemos de nuevo y seamos amigos, solo buenos amigos, porque necesito que le entregues todo tu amor al chico indicado, ya que yo soy el equivocado.
Sus palabras fueron un alivio para mi corazón herido. Había creído que me abandonaría, pero ahora estaba convencida de que jamás lo haría.
—Logan, yo... no sé qué decirte. Es mi culpa que esto haya llegado tan lejos, nunca pensé que con mis decisiones te lastimaría y no...
Logan negó con la cabeza y me secó las lágrimas con las yemas de sus dedos.
–No tienes que decir nada. Tengo claro que me quieres y ese cariño es recíproco. Fuiste tú quien me ayudó a superar la pérdida de Emma; te convertiste en mi cómplice, mi amiga, mi compañera incondicional. Jamás podré agradecerte todo lo que has hecho por mí, pero quiero hacer esto por ti: dejarte ir, aunque no sea fácil, porque no puedo soportar que sufras por su ausencia. Mereces estar con alguien que te quiera, y Noah te adora; no puede vivir sin ti. Aunque ahora todo parezca perdido entre ustedes, nunca es tarde para remediar un error. Si hay algo que admiro de ti es tu valentía, porque no te rindes ante nada y siempre consigues todo lo que quieres.
—¿Cómo puedes estar seguro de que lo que quiero no es algo imposible? —inquirí en un murmullo frágil.
—Porque Noah está perdidamente enamorado de ti, y cuando hay un amor tan profundo de por medio, nada es imposible, Ash.
El significado de sus palabras era muy intenso y valioso; era todo lo que necesitaba para recuperar lo que ya había perdido: la esperanza de tener una segunda oportunidad con Noah.
Un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas, y Logan se aseguró de limpiarlas con delicadeza.
—¿Dije algo malo?
—Acabo de darme cuenta de que tu honestidad realmente es conmovedora —le dije, y a los pocos segundos mis brazos se aferraron a su espalda.
Logan envolvió mi cuerpo lentamente y ambos nos fundimos en un abrazo emotivo. Depositó un beso suave en mi frente y, posteriormente, su mentón se apoyó en mi coronilla.
—Si ya estabas dispuesto a renunciar a tus sentimientos... ¿por qué me besaste?
—Porque quería hacerlo, Ash. Nunca fue tan difícil renunciar a nadie, te lo puedo asegurar; esto me está costando más de lo que te imaginas. Así que estaría bien que me dijeras que fue un beso de despedida memorable.
—Lo fue, pero estoy segura de que este día será memorable para ambos por un motivo mucho más importante: aceptamos que nos equivocamos y estamos dispuestos a remediar cada error.
—Tienes razón, este será un día que nunca olvidaremos —aseguró con mucha tranquilidad.
Al escuchar su voz, cerré los ojos y me permití disfrutar de ese pequeño instante de calma. Quedaba mucho por solucionar, pero esta vez no sentía miedo porque sabía que no estaría sola.
****
Después de hablar con Logan, tuve la sensación de que todo iba a mejorar como por arte de magia, pero me estaba engañando a mí misma.
Llevaba días deambulando por el colegio como sonámbula. Eran fechas de celebración; se suponía que debía tener esperanzas y mantenerme positiva, pero yo sentía que las únicas emociones que me acompañaban en cada momento del día eran la tristeza y el dolor.
No podía comer, no podía dormir, no podía concentrarme en nada, no podía sonreír ni sentirme bien.
Antes del amanecer, creía que no podría haber nada más doloroso que despertarme sin noticias suyas y sin la posibilidad de verlo. Sin embargo, el destino tenía reservada para mí una tragedia mucho más devastadora, una que dejaría una huella permanente en mi vida.
El día comenzó de manera tranquila. Me desperté, me perdí un rato en mis pensamientos, me cambié y me arreglé antes de salir a desayunar. El comedor estaba casi desierto, así que no me tardé tanto como había anticipado y regresé al dormitorio para seguir lamentándome en la comodidad de mi habitación, donde nadie podría verme.
El internado estaba mayormente desocupado, salvo por algunos estudiantes y profesores que se habían quedado para calificar exámenes y evaluar proyectos.
Logan tampoco estaba aquí; había salido desde la tarde anterior y todavía no se había comunicado conmigo para explicarme por qué llevaba casi un día sin dar señales de vida. En resumen, me encontraba en el dormitorio de chicas, sola, sin ninguna compañía.
Quizás hubiera sido más conveniente que me hubiera quedado allí el resto del día, pero me aburrí tanto que decidí salir a dar un paseo por los pasillos, con la intención de despejar mi mente. Mientras me dirigía hacia el dormitorio, pasé cerca de la oficina del director y me llevé una gran sorpresa al escuchar parte de una conversación que me dejó completamente paralizada.
—Debemos viajar hoy mismo; no hay forma de posponer esto. Le agradeceríamos mucho que nos proporcionara la documentación que solicitamos, ya que nuestro hijo no regresará a este colegio el próximo año —expresó una voz masculina al otro lado de la puerta.
—No tienen de qué preocuparse, señor y señora Cantwell. Ahora mismo procedere a dar de baja a su hijo y les entregaré el certificado que acredita su finalización del curso con excelentes calificaciones —manifestó el director. Justo después, escuché el sonido de la copiadora imprimiendo los documentos.
Me alejé un paso para seguir avanzando, pero al dar el segundo me tropecé y caí de rodillas. Justo en el momento en que iba a impulsarme para levantarme, las voces se acercaron a la puerta y sus palabras resonaron en mí como enormes bombas destructivas.
—Es una lástima que el joven Noah no pueda concluir sus estudios aquí; siempre me ha parecido un chico muy agradable y inteligente.
Al principio, sentí que caía al vacío. Luego escuché el crujir de mi corazón y una parte de mí se quebró, provocando un dolor profundo en mi alma que me hizo derramar lágrimas. Mi corazón quedó vacío, con una fractura justo en el centro.
—Para ser completamente sinceros, le informamos que podía quedarse, sin embargo, él decidió marcharse. Esta fue una elección que tomó por sí mismo —comentó la mujer, quien supuse que era la madre de Noah.
En cuestión de segundos, el miedo y el angustiante temor de perderlo se apoderaron de mí. Quizás por esa misma razón logré levantarme y encontrar la fuerza necesaria para correr, a pesar de que mis rodillas me dolían y las palmas de mis manos ardían.
Con cada segundo me sentía más y más debilitada, pero no podía detenerme; debía encontrarlo y detenerlo antes de que cometiera un error del que se arrepentiría siempre. Esa era mi única opción, o viviría el resto de mi vida con un peso en la conciencia.
Corrí a través de pasillos y corredores con la mayor rapidez posible hasta llegar a la puerta del dormitorio de chicos. En esta ocasión, estaba cerrada, así que tuve que abrirla.
Al empujar la puerta, ingresé al salón sin pensarlo. Una vez dentro, corrí rápidamente hacia el pasillo, deteniéndome frente a su puerta entreabierta. Respiré hondo antes de entrar; no había tiempo para recuperar el aliento, era ahora o nunca.
Me impactó encontrar las estanterías vacías, el escritorio impecable, el armario abierto sin nada dentro y las repisas desprovistas. No quedaba nada en esa habitación que me recordara al Noah que, hace un mes, me mostró ese pequeño espacio lleno de su personalidad. Ahora, en su lugar, solo había muebles vacíos y espacios desolados. Lo único que seguía intacto eran las palabras que él había escrito junto a la cabecera, sus versos aún estaban allí, pero al leerlos ya no lograban transmitirme nada.
Estaba tan concentrada en todos los detalles que faltaban en cada rincón de su habitación que ni siquiera me di cuenta de que él estaba junto a la cama, guardando ropa en una maleta y colocando objetos en una caja blanca. Se encontraba de espaldas, pero debió darse cuenta de que no estaba solo y se aclaró la garganta para hablar.
—Ashley, voy a dejar el colegio —dijo de repente al verme entrar.
Solo habían pasado unos segundos desde que crucé la puerta, pero para mí habían sido eternos, así que me sorprendí al escuchar que mencionaba mi nombre.
Pasé la lengua por mis labios resecos para humedecerlos e intenté calmar mi pulso acelerado para hablar con la mayor serenidad posible.
—¿De qué estás hablando? —pregunté con la voz entrecortada.
Él interrumpió lo que estaba haciendo, se enderezó, levantó la mirada hacia un rincón de la habitación y encogió los hombros sin darse la vuelta.
—Me queda claro que tú no quieres lo mismo que yo, Ash. Para mí es mucho más duro seguir adelante que para ti. Créeme, no tienes ni idea de cuánto me ha costado renunciar a todo y... —suspendió sus palabras en el aire y al final, en un tono muy bajo, susurró—; aunque me encantes, ya no quiero seguir esperando.
Comprendí claramente a qué se refería, por lo que decidí no decir nada y bajé la mirada.
—No me esperaba esto, Noah, y no estoy de acuerdo con esta decisión que me parece absurda. Estás cometiendo un error y estás actuando de manera muy impulsiva. Te conozco, tú no eres así —exclamé, tratando de ocultar mi dolor con un tono neutral. Aunque estaba de espaldas, sentía que lo miraba directamente—. Por favor, dime, ¿por qué te vas? ¿Lo haces por mí? Si te vas solo para dejar de verme, eso no cambiará nada.
Él soltó una risa irónica y forzada, y luego cerró su maleta como si con ese gesto también diera por concluida la discusión.
—Cambiará algo, créeme que sí —respondió sin mirar hacia mí—. Pero, a decir verdad, esto no tiene nada que ver contigo —aclaró con seriedad.
La forma en que lo dijo me puso aún más nerviosa que antes.
—¿Esperas que crea eso? No soy estúpida, Noah. Sé que estás a punto de irte por mi culpa, porque no deseas volver a verme —repuse con absoluta seguridad.
Negó con la cabeza y cubrió su rostro con las manos durante unos segundos. Luego, tras tomar una profunda respiración, noté que se dio la vuelta sobre sus talones, aunque sus ojos permanecían fijos en el vacío. No parecía interesado en mirarme, o quizás prefería no hacerlo porque eso le causaba dolor.
—Te estás equivocando, me voy por motivos personales —repitió con un ligero tono de impaciencia.
Luego, tomó la maleta que había dejado sobre la cama y se dirigió hacia la puerta. Justo cuando estaba a punto de cruzar, algo invisible lo hizo detenerse.
—Ya no tendrás que soportarme más —añadió en un tono serio y frío, sin dedicarme ni una mirada breve—. Y, si no te importa, se me hace un poco tarde...
Observé que tenía la intención de continuar avanzando, así que rápidamente me puse en su camino para bloquear su salida.
—No te irás de aquí sin antes decirme qué demonios te ocurre —exclamé, algo molesta, mientras cruzaba los brazos.
—Déjame pasar —me exigió con un tono grotesco que me sobresaltó.
—No permitiré que salgas de esta habitación sin que me des explicaciones —afirmé con determinación, manteniéndome firme entre él y la puerta.
Noah se revolvió el pelo con las manos y tiró de algunos mechones para controlar su frustración.
—Ashley, no todo lo que hago está relacionado contigo, mi vida no gira en torno a ti, ya te lo había mencionado antes —dijo con exasperación. Cuando finalmente levantó la vista, sus ojos, fríos como el invierno, se encontraron con los míos—. Mira, no quiero discutir contigo, por favor, hazte a un lado y déjalo estar, permite que me vaya... estoy seguro de que estarás mejor sin mí.
Me estremecí al escuchar lo que dijo al final. La seriedad en sus palabras no era habitual, definitivamente algo debía estar ocurriéndole.
—¿Cómo puedes decir algo así? —le pregunté, con un nudo en la garganta, mientras miraba hacia el suelo.
No podía sostener su mirada, y él también se negaba a mirarme.
Me miró brevemente desde su posición, y al desviar la mirada, se pasó las manos por el cabello, deslizando los dedos por algunos mechones enredados antes de contestarme.
—Honestamente, pensé que te alegraría la noticia. Si yo me voy, serás libre de hacer lo que desees con tu novio Logan y ya no tendrás que hacerlo a mis espaldas —exclamó con un tono de amargura, intentando pasar a mi lado, pero lo detuve apoyando mis manos en su pecho para hacer que retrocediera.
—No somos novios, ya te lo dije.
Su mirada volvió a encontrar la mía y me observó con una expresión de dolor justo antes de tensar la mandíbula.
—Pero tampoco es que no lo sean... —murmuró en un tono neutral. La decepción apareció en su rostro casi de inmediato.
—Él es mi mejor amigo, nada más. ¿Qué debo hacer para que me creas? —respondí, y Noah soltó una risa enérgica, sin emoción y llena de arrogancia.
Su sonrisa falsa se desvaneció tan rápidamente como había aparecido, y luego su rostro volvió a lucir tan inexpresivo como hace unos minutos.
—No necesitas hacer nada en absoluto, porque no voy a creerte —dijo con la voz áspera, inclinándose sobre mí para intimidarme con su altura y su aura amenazante—. Asistí a la fiesta con la esperanza de que me brindaras una oportunidad, de que ambos tuviéramos una oportunidad, pero estabas con él y eso me rompió por dentro —confesó, mostrando todo su dolor.
Sus ojos mostraron una profunda melancolía y conmoción.
—Ya me has causado suficiente dolor, no quiero una herida más.
—No es mi intención dañarte, Noah, al contrario, deseo lo mejor para ti, pero no comprendo por qué decides irte de esta manera tan abrupta —extendí los brazos y los dejé caer a los lados—. Dices que yo no soy la razón de tu partida, pero entonces, ¿qué fue lo que te llevó a tomar esta decisión tan repentina?
Me dirigió una mirada cargada de desdén e incomprensión. Cruzó un brazo sobre el otro y pude notar cómo sus músculos se tensaban mientras comenzaba a desahogarse:
—Ahora resulta que debo darle explicaciones a la chica que solo me ha visto como un estúpido juego estos últimos meses —se rió sin entusiasmo, inclinándose hacia atrás para dejar una distancia necesaria entre ambos—. ¿Quieres una explicación? Aquí la tienes, así que escucha con atención. Voy a irme porque ya estoy cansado de estar a tu alrededor, de ser la marioneta que manejas y desechas cuando te apetece. Estoy jodidamente harto de que me estés utilizando como si no significara nada para ti. Pues, enhorabuena, Ashley, a partir de ahora tú tampoco significas nada para mí.
Sus palabras fueron un golpe directo a mi estómago, me impactaron profundamente. El dolor que estaba sintiendo era insoportable, ardía en mi interior como ácido y no cesaba, recorriendo mi cuerpo y dejando marcas difíciles de borrar en mi corazón.
No sabía cómo procesar lo que sentía; por un lado, el dolor por sus palabras me desgarraba, y por otro, entendía que merecía escuchar eso de él. Sabía que había sido insensible con él durante mucho tiempo, y pensaba que merecía no solo esas palabras, sino muchos más reclamos de su parte.
Al acercarme a él, rápidamente retrocedió y su expresión se oscureció. Pude notar lo molesto que estaba y cuánto le incomodaba mi proximidad.
Estuve a punto de decir algo, pero él me interrumpió y, con una voz profunda, escuché que me gritaba:
—Joder, ¿qué debo hacer para que comprendas que no quiero verte más? Tal vez antes te quise, pero hoy ya no. Destruiste el amor que sentía por ti con tantas mentiras, así que, por favor, vete de una vez y no vuelvas.
Sentí como si mi corazón se congelara al mirar la frialdad en sus ojos, que era tan gélida como el ambiente del Ártico.
Sus palabras me herían, me lastimaban y dejaban marcas en mi interior. Ambos estábamos distanciándonos de manera definitiva, y eso me causaba un profundo dolor. El corazón me punzaba con tanta intensidad que dolía.
—Dices que te vas porque hay algo más, que no lo haces por mí, y realmente no lo entiendo. Por favor, dime de una vez cuál es la verdadera razón.
Noah soltó una risa apagada y, después, me miró rápidamente, como si no pudiera creer que esas palabras hubieran salido de mi boca.
—No me voy a creer esto de la amiga preocupada —musitó con fastidio, mientras rodaba los ojos exageradamente—. Déjalo, no vas a conseguir que cambie de opinión, así que adiós.
Tras decir lo último, intentó empujarme para salir de allí, pero yo le di un fuerte empujón que lo obligó a retroceder dos pasos.
—Estás mintiendo, te conozco, Noah. Eres demasiado inteligente para renunciar a tus estudios por esta estupidez. Ambos sabemos que no vale la pena —dije, apretando los labios y manteniéndome seria.
Él soltó un resoplido de desdén y levantó las cejas, acercándose a mí con una actitud amenazante.
Colocó sus manos en mis codos para sujetarme con firmeza y presionó sus yemas sobre mi piel, sin mostrar intención de ser delicado, lo que me causó cierto dolor debido a la fuerza con la que me sostenía.
Me sacudió con fuerza, como si fuera una muñeca de trapo, y se acercó hasta quedar a centímetros de mi rostro, solo para dañarme con lo que diría.
—Soy demasiado inteligente para decidir si debo seguir contigo y arriesgarme a que me hagas más daño, o si debo alejarme y perder la única razón que... —las palabras se le atascaban en la garganta y solo pudo susurrarlas—, tenía para quedarme.
Sentí un sobresalto en el corazón y mi pulso comenzó a latir de manera descontrolada.
Me soltó de manera brusca e intentó rodearme para escapar, pero me anticipé y me puse frente a él, bloqueando su paso una vez más. En ese momento, me agarró la muñeca y yo sujeté su camiseta con firmeza.
Al sentirse atrapado nuevamente, me miró con severidad e impaciencia. Yo permanecí quieta en el marco de la puerta y, de algún modo, me dio la impresión de que Noah comenzaba a darse cuenta de que no lo dejaría huir tan fácilmente como él pensaba.
—No permitiré que te vayas —sentencié, atrapada en el juego de miradas que había surgido desde que nos volvimos a acercar.
Todos sus músculos se tensaron visiblemente, y las venas de su cuello se marcaron en su piel pálida cuando, con un leve gruñido, dijo:
—Eres frívola y solo piensas en ti, pero ya no vas a manejarme más, no pienso permitirlo.
El remordimiento se reflejaba en cada una de sus palabras.
De inmediato, soltó mi muñeca y dio un paso atrás; yo, por impulso, también retrocedí un paso.
—Ahora sé lo que quiero, Ashley, y no quiero perder estos últimos meses con alguien a quien le importo una mierda.
Su voz estaba cargada de furia, impotencia y desesperación.
El corazón me dio un salto al escuchar esas palabras que destilaban veneno, pero el impacto fue aún mayor cuando volvieron a resonar en mi mente y, de un segundo a otro, me invadió la preocupación.
—¿Últimos meses? ¿De qué demonios estás hablando? Porque evidentemente esto no se trata solo de mí —cuestioné, con las dudas y temores atascados en mi garganta.
—No creo que contártelo cambie nada, Ashley. Déjame pasar.
La neutralidad de su voz me dejó congelada. Era claro que me estaba ocultando algo, y sin duda esa era la razón principal por la que deseaba dejar todo atrás.
—No vas a irte, primero vas a explicarme qué demonios quisiste decir con eso —le insistí, colocándome frente a él, justo en su camino, atenta a cualquier movimiento que pudiera señalarme que deseaba escapar.
Noah soltó un profundo suspiro y me miró de una forma que me partió el corazón. Sus ojos transmitían una tristeza, una pena y un sufrimiento interno tan intensos que los sentí en el alma y me hizo sentir desmoronar.
—Estoy enfermo, Ashley. Tengo leucemia mieloide aguda, mejor conocida como LMA. Es un cáncer agresivo en la sangre que se desarrolla rápidamente y afecta principalmente a las células sanas, aunque seguramente eso ya lo sabes —lo soltó así, de la nada.
Esa fue la confesión más cruel y dolorosa de todas las que había escuchado antes, y lo más desgarrador fue que lo dijo con resignación.
Acababa de escuchar sus palabras y me resultaba difícil de creer; parecía imposible, como si fuera un completo engaño.
La fuerza de su confesión me golpeó de manera inesperada, como el impacto de un rayo en la superficie; se desató en mí y me dejó devastada en un solo estallido. Había palabras que podían causar un quiebre en el alma, y yo me sentía completamente destrozada por las suyas.
En esta ocasión, la realidad me había impactado con fuerza, atravesando mi pecho y dejando una cicatriz permanente en mi corazón. No podía respirar y me encontraba sin voz. La sensación de asfixia aumentaba con cada segundo que pasaba.
Todo pareció detenerse en esa habitación, en nosotros dos y en ese momento. Era una realidad difícil de aceptar, ya que comprendía lo que implicaba. Por eso, deseaba con todas mis fuerzas que estuviera mintiéndome y que no fuese cierto, porque no quería que lo fuera. Debía ser un engaño porque él quería escapar de mí, una mentira cruel para causarme daño.
Me sentía tan confundida que me resultaba difícil pensar con claridad. Cerré los ojos e intenté contener mis lágrimas para poder hablar y que él pudiera escucharme.
A través de mis ojos llenos de lágrimas, logré distinguir su silueta alejándose, pero no en la dirección que había esperado, sino hacia el otro extremo de la habitación. Solo caminó unos pasos y se detuvo cerca de la ventana.
Miró el cristal empañado y se quedó contemplando el exterior, evitando mirarme. Su espalda parecía tan fuerte e impenetrable como las capas de hielo que rodeaban su corazón. La sola idea de no poder derribar sus muros me llenó de temor, pero el miedo a que pudiera sucederle algo grave me inquietaba más.
—¿Estás... desde hace cuánto tiempo? —mi voz tembló y la angustia me empezó a invadir.
Sentí como mis ojos ardían y el corazón me dolía con cada latido. La fractura interna se hacía más intensa con cada insoportable segundo.
—¿Es grave? —fue lo único que logré decir; esa pregunta me dejó sin aliento, pero la hice porque necesitaba escuchar una respuesta con urgencia.
Noah apartó la mirada un momento y, al volver a mirarme, ya tenía los ojos rojos y lágrimas surcando sus mejillas.
—Es tan grave que las posibilidades de que sobreviva son casi inexistentes —exclamó con la voz entrecortada y el alma hecha pedazos.
Había reemplazado su calidez por un muro gélido e impenetrable, y yo sentía un intenso frío, a pesar de que no estábamos al aire libre. Experimentaba la sensación de estar en medio de una tormenta de nieve, mientras la temperatura a nuestro alrededor descendía y, con ello, mi corazón también se iba hundiendo, y lamentablemente, así era.
No solo era una sensación de pérdida; en realidad, estaba perdiéndolo.
Noah dirigió su mirada triste, ya llena de lágrimas, en la ventana y se dedicó a observar los copos de nieve que caían en el exterior.
—Recientemente me enteré de esto. Todo comenzó con un dolor de cabeza constante y luego continuó con mareos, cansancio frecuente, dolor en las articulaciones, pérdida de peso y otros síntomas de los que prefiero no hablar —me continuó diciendo mientras se frotaba los ojos húmedos para secar sus lágrimas—. Mi reacción fue muy parecida a la tuya cuando recibí el diagnóstico. Los médicos decidieron ser sinceros acerca de la situación y no pospusieron la noticia. Me informaron que me queda poco tiempo de vida y que las posibilidades de que el tratamiento y los medicamentos pudieran ayudarme son mínimas, ya que el cáncer está demasiado avanzado y ha afectado por completo mi sistema óseo. En resumen, lo único que podemos hacer ahora es esperar. Joder, en ese maldito instante de verdad sentí que lo había perdido todo. ¿Y sabes qué es lo peor? Con el paso del tiempo, tuve que aceptarlo... que estaba muriendo.
He tomado la decisión de irme siendo el mismo chico que siempre he sido, en lugar de convertirme en alguien que inspire lástima. Por esta razón, opté por no someterme a un tratamiento doloroso que solo alargaría el proceso y me afectaría tanto física como mentalmente. Si el cáncer me matará, prefiero no sufrir hasta el último día.
Su comentario final me dejó sin aliento; al escucharlo, incluso me olvidé de cómo respirar. Sentía intensas punzadas en el corazón y heridas surgiendo en mi pecho, como si una fuerza invisible estuviera hiriéndome con miles de dagas y alfileres.
«Joder, cómo dolía. Era como si estuviera ardiendo en el mismo infierno»
—Les comenté a mis padres que haría un esfuerzo por no deprimirme y afrontar las cosas de la mejor manera posible, pero no soy ingenuo, sé cómo terminará esta batalla interna. Soy consciente de que no podré superar esto y lo acepto —añadió con amargura, mientras se desesperaba y se pasaba las manos por el cabello una vez más—. Este es el final de mi vida, y sé que nada puede cambiar eso. Lo más irónico es que pensé que el tiempo que tendría sería eterno, imaginando una larga vida llena de momentos felices, caídas y superaciones. Sin embargo, la realidad es que se ha convertido en una pesadilla, ya que todo lo que más apreciamos es efímero y se acaba, al igual que lo nuestro, mi salud, mis metas y sueños. Poco a poco, lo he ido perdiendo todo y hoy me doy cuenta de que ya no tengo razones para seguir luchando.
Noah se dio la vuelta sobre sus talones y dio unos pasos hacia adelante para situarse frente a mí nuevamente, listo para expresarme todo lo que sentía al decirme:
—Estoy condenado a morir, no tengo elección al respecto, pero aún puedo elegir si me conviene seguir pretendiendo que soy como los demás para poder estar contigo, y ya no lo haré más. Estoy cansado, renuncio a todo lo que tenga que ver contigo —declaró, manteniendo el contacto visual el tiempo suficiente para hacerme comprender que hablaba con total seriedad.
Sentía como si un huracán estuviera arrasando con toda mi vida, devastándolo todo. Podía aceptar que se alejara y se fuera a otro país o incluso a otro continente, pero no podía tolerar la idea de que se fuera de mi vida para siempre. No podría vivir sin él, tenía que hacerle entender esto.
En un gesto impulsivo, intenté agarrar su mano, pero solo recibí su rechazo y su frialdad.
—Noah, yo...
Los ojos se me llenaron de lágrimas y sentí que me faltaba el aire al pronunciar su nombre.
—No es necesario que finjas que te importa. Ahora que conoces la verdad, tienes una razón más para distanciarte de mí.
Negué con la cabeza y un par de lágrimas se deslizaron de mis párpados, recorriendo mis mejillas húmedas.
—Deberías haberme contado lo que estabas viviendo. No tenía idea de que estabas pasando por esa situación, nunca lo sospeché. De haberlo sabido, habría hecho lo que fuera para ayudarte y... —hablé entre sollozos, con pausas, y perdí la voz a mitad de la frase.
—No quiero tu compasión, no la necesito, joder... ya tengo suficiente con esta lucha interna, así que por favor, no lo digas.
—Noah...
Me interrumpió bruscamente.
—¡No, Ashley! No me mires así y no te esfuerces en hacerme sentir mejor porque no servirá de nada. Me vuelve loco que la gente me mire con lástima y me trate como a un enfermo la mayor parte del tiempo, así que tú no lo hagas; por lo que más quieras, no me hagas esto.
—No lo haré.
Le toqué suavemente el hombro, pero él lo apartó de inmediato. Intenté hacerlo de nuevo, pero reaccionó rápidamente, me tomó de la muñeca y soltó mi mano con delicadeza para romper el contacto.
Sin poder contenerme, le hice una pregunta que me estaba atormentando.
—¿Hace cuánto que lo sabes?
Su mirada se clavó en la mía y una débil sonrisa se formó en sus comisuras cuando dijo:
—¿Recuerdas aquella noche en que fui a visitarte a tu habitación después de aquel atardecer en tu casa?
Asentí con la cabeza y él hizo un gesto suave con la cabeza.
—Lo supe ese día, y debo admitir que he querido decírtelo durante todo este tiempo, pero no quería arruinarlo; me negaba a perderte y a alejarme de ti.
Su voz sonó tan distante y herida que me transmitió en un instante todas sus emociones.
—No quería irme sin haber vivido algo contigo, y lo hice, y no me arrepiento de nada porque compartí los mejores momentos con mi alma gemela.
Sus palabras resonaron en la habitación con un eco profundo. Las emociones me envolvían; experimentaba tanto dolor como un inmenso amor por él.
Escucharlo me generaba sensaciones contradictorias: era un bálsamo y a la vez una herida. Sin embargo, esas emociones perdían importancia ante el amor infinito que sentía.
Tenía la garganta seca y no sabía qué decir, pero quizás era mejor no decir nada y comunicarle todo a través de una mirada.
Me gustaría poder arrancarme el corazón para no volver a sentir jamás esas punzadas en el interior del pecho, pero también desearía sacar del suyo todo ese dolor para que no tuviera que enfrentarlo solo.
Repentinamente, volvió a desviar la mirada y se puso tenso. Levanté el mentón, enfoque mis ojos en los suyos e inmediatamente desee no haberlo hecho porque solamente provoque que me dijera lo que quería mantener guardado para él mismo.
-¿Sabes cuál es la diferencia entre nosotros dos? Que yo estaba dispuesto a pasar cada segundo que me queda de vida al lado tuyo, pero a ti lo único que te importaba era tu libertad... Hoy es tu día de suerte, te lo concedo, quédate con tu vida y desaparece de la mía que no te quiero ver más, no te voy a rogar ni a suplicar más, ya no quiero saber de ti. Estoy hasta la mierda de tus estúpidos juegos y tal como verás no quiero desperdiciar un segundo más con alguien que jamás valoró nada de lo que entregue.
Sentía las lágrimas deslizándose por mis mejillas mientras sus palabras iban rompiéndome a trozos.
Quería hacer de cada segundo una eternidad para no perderlo, pero era demasiado tarde. Había un obstáculo enorme que no podría traspasar, pues ahora era él el que no me quería a mí, ni cerca, ni lejos, ni en ninguna circunstancia.
Tenía la impresión de que cada fragmento de nuestra historia se estaba escapando de mis manos y me sentía demasiado débil para recoger los pedazos y reconstruir lo que yo misma hice pedazos.
Con las pocas fuerzas que tenía me acerqué a Noah con cautela y apoyé la frente contra su pecho; sin moverme tomé una bocanada de aire y un par de lágrimas cayeron sobre su sudadera.
Sin darle tiempo de reaccionar, puse mi cabeza en su tranquilizador torso y cubrí su espalda con mis brazos. Me abracé a él como si mi vida dependiera de eso. Quería aferrarme a su cuerpo y no soltarlo nunca más.
Tal vez mi abrazo no serviría de nada, pero no sabía que más hacer para ayudarlo y aliviar su dolor, porque, aunque no lo aparentaba, sabía que estaba destruido y deseaba darle el valor y la fuerza que necesitaba para afrontar lo que estaba por venir.
No sé cuántos minutos me quedé en esa posición, llorando por él y por mí, solo sé que al momento que levanté la cabeza encontré su cara a escasos centímetros de la mía. Él tampoco tenía intención de apartarse. A pesar de que demostró que su amor por mí estaba roto y que ya no le quedaban ganas de seguir conmigo, no entendía por qué, pero había algo en su mirar que me gritaba que necesitaba estar conmigo, que me quería a su lado incondicionalmente.
Antes de que él decidiera alejarse para poner distancia, yo enredé inconscientemente mis dedos en su pelo y reduje la distancia que nos separaba antes de lanzarme directo a su dulce boca.
Cuando sus labios y los míos entraron en contacto, lo sentí todo; los fuegos artificiales, el cosquilleo constante en la piel y las mariposas revoloteando por todo mi cuerpo. Noah se apartó un poco, como si estuviera dudando, pero a los pocos segundos volvió a acercar su boca para posarla sobre la mía.
Sus labios fríos acariciaron los míos con extrema lentitud. Sus ojos humedecidos dejaron escapar lágrimas que bajaron por sus mejillas y se sellaron con las mías. Nunca creí decir que el llanto de dos seres opuestos podría fundirse en un momento de debilidad, pero con él y conmigo fue posible, estábamos enlazados al dolor.
El ritmo de nuestros besos era suave y la sinfonía era lenta. No podría explicar cómo, pero a los pocos segundos nuestros labios se devoraban y el fuego que había entre los dos amenazaba con destruirnos con un corto circuito de necesidad pura.
Fuera como fuese, no quería detenerme y esta vez mi impulso de besarlo no se debía al deseo ni a la pasión, sino a que lo necesitaba y lo anhelaba más que a nada.
Con ese beso quería aliviar su dolor y que él aliviara el mío, quería hacerle olvidar y olvidarme también de esa realidad que nos mataba lentamente; tan solo quería sentirlo otra vez conmigo, quería tenerle tan solo por un minuto y después si él quería lo dejaría marchar.
Mientras lo besaba, comencé a recorrer sus músculos esbeltos para memorizar cada trazo de su cuerpo y de su piel porque sabía que no volvería a tocarlo ni a besarlo si se iba. Recordaría ese último beso cada día de mi vida para siempre llevarlo conmigo a cualquier lugar que fuera.
Su mano me acarició delicadamente la mejilla y su otra mano me sujetó por la cintura con firmeza. Nos besamos tan intensa y tan dulcemente como la primera vez, tan salvajemente y apasionadamente como la segunda vez y tan dolorosa y tristemente como las últimas veces.
-No puedo -susurró contra mis labios y se alejó de mí en un abrir y cerrar de ojos.
Todas mis esperanzas se desvanecieron en cuestión de segundos. Su amor estaba fracturado y yo aún no sabía cómo ofrecerle el mío.
Quería ser el motivo de sus sonrisas y de los destellos de amor en sus pupilas, pero era tarde, el amor que había entre nosotros se estaba cayendo al vacío.
Noah pasó la mano por su cabello y respiró hondo para recuperar el aliento.
-Te deseo lo mejor, Ash. Tú si tienes una vida por delante, yo no la tengo, así que cumple mi último deseo y vive por los dos.
Algo desgarrador me atravesó el pecho.
La manera en la que me miraba era muy hiriente, tan intensa que me lastimaba y tan opaca que me consumía.
Tras decir aquello, pasó por mi lado, agarró su maleta, se llevó el resto de sus cosas y siguió avanzando. Se detuvo junto a la puerta y antes de salir se volvió hacia mí. Me observó con tristeza, ya no había color en sus ojos, el único brillo que notaba en ellos era tan solo un destello fugaz a punto de desvanecerse.
La fractura creció en mí cuando vi que recobró el aliento para añadir algo. Sabía que lo que dijera a continuación me iba a hacer daño, tal vez incluso me destruiría hasta acabar conmigo.
La tormenta que me destruiría estaba a punto de caer sobre mí, ocurriría inevitablemente.
-Hace unos días descubrí que no escribí eternos para ti, en realidad lo escribí por nosotros, porque quería aferrarme a ti, que eras mi mayor sueño, y de ser posible... también quería volverme el tuyo -fue bajando el tono dolorido de su voz hasta que pronunció la última palabra con la voz completamente desgarrada y rota.
Cuando Noah atravesó esa puerta mi corazón se fue con él, me quedé sin nada. Rota, vacía, incompleta. Él se lo llevó todo.
Esta vez el dolor era más fuerte, más profundo y más desgarrador que ninguna otra cosa; me cortaba y me hacía sangrar por dentro, me asfixiaba, me quemaba y me ardía como lumbre.
Me dolía muchísimo verlo alejarse.
Me dolía sentir que lo estaba perdiendo. Me dolía no ir detrás de él, pero quería hacer algo por él una única vez y concederle lo que tanto se merecía. Recuperar su libertad, devolviéndome así la mía.
Lentamente, di un paso y apoyé mi palma en el umbral de la puerta entreabierta. Recargué la frente sobre mi mano y cerré los ojos. Al cabo de dos segundos mis párpados se humedecieron y dos lágrimas se derramaron de ellos. Sin poder contenerme, sucumbí al sentimiento y caí rendida en la perdición que amenazaba con absolverme.
-No puedo estar sin ti, Noah, simplemente no puedo -susurré con una voz cargada de pena y tristeza.
Hablaba en serio cuando dije que no podría, ni olvidarlo ni seguir adelante sin él, pero en el fondo sabía que no tenía otra opción. No me aferraría más a Noah, tal vez conseguirlo sería difícil, un propósito muy duro de afrontar, pero lo mejor para él sería estar a kilómetros de distancia, porque yo en lugar de hacerle bien solo le cause cicatrices innecesarias.
Me recargué junto a la puerta y junté las manos para cubrirme el rostro con ellas.
Cuando ya no pude resistirlo más me rompí a llorar en esa desolada habitación. Mi espalda resbaló por la pared hasta que quedé sentada en el suelo con las rodillas pegadas al pecho y la cara oculta entre mis manos, sollozando hasta quedarme sin lágrimas.
Noah estaba dejándome, ya estaba fuera de mi alcance, la vida me lo arrebató de las manos, y por más que quisiera detener el tiempo, tarde o temprano lo perdería y tristemente nunca más volvería. Tendría que vivir con el desasosiego de su ausencia y no lo soportaría.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
A veces no somos conscientes de que amamos a alguien, aunque nuestro corazón intente decírnoslo con cada latido, y cuando ya somos capaces de reconocerlo la vida nos lo arrebata para siempre, o al menos, en mi experiencia personal eso fue lo que me sucedió a mí.
Ya habían pasado algunas horas desde que Noah se marchó definitivamente de esa habitación, lejos de mi alcance, y, a pesar del paso del tiempo, la sensación de pérdida que crujía dentro de mi corazón seguía desgarrándome de la misma manera.
Agradecía enormemente el haber vuelto a mi habitación, porque, aunque aquello había supuesto un enorme esfuerzo lo conseguí. Al menos allí me sentía protegida del mundo exterior y de las bombas que amenazaban con atravesar los muros para dañarme y dejar heridas irreparables que me consumirían hasta el final.
Creí que era fuerte y que podría soportar cualquier cosa, pero la melancolía que sentía era una verdadera agonía que no me podía sacar del interior del pecho por más esfuerzos que hacía para dejar de llorar y olvidarme de lo ocurrido.
El recuerdo de sus ojos tristes y de sus palabras rotas solamente volvía a mis pensamientos para hacerme sufrir y provocaba que las lágrimas siguieran callando una tras otra.
Me había refugiado en una de las esquinas de mi habitación, estaba envuelta entre mis propios brazos y había apoyado mi frente sobre mis rodillas. Mis sollozos incontrolables resonaban en ese pequeño espacio, acompañados a la par de mis lágrimas, que se deslizaban de mis párpados a mis mejillas, motivo por el que sentía su constante goteo sobre mis piernas.
Me estaba lamentando por todo lo que le hice pasar, por todas las veces que lo rechace, por haberlo tratado pésimo (tanto verbal como físicamente) e incluso por las incontables veces que le grité con crueldad, y sobre todo me lamentaba por aquellas veces que lo desprecie en lugar de ser un apoyo para él.
Lamentarme por mis equivocaciones ya no me servía de nada, porque el daño ya estaba hecho y no podía retractarme de ello, pero ese mismo dolor que me perseguía como una sombra por no poder regresar en el tiempo (y así rectificar mis errores) era justamente lo que me merecía, ese era mi castigo y sabía que me seguiría lamentando por mucho tiempo más.
Estaba completamente segura de que jamás sentí un dolor tan desgarrador y profundo como el que estaba experimentando en esos momentos. El corazón me dolía, el alma me ardía y la cabeza me punzaba horriblemente.
Era como si estuviera atrapada en un oscuro limbo, cayendo al vacío sin poder aferrarme a nada que pudiera sujetarme y mantenerme viva. Tal vez de esta manera se sentía el perder a alguien, pero joder, como dolía y cuanto me hería.
Supe entonces que aquella sensación decadente y destructora se debía a que mi corazón se estaba quebrando a pedazos por su partida.
Me hería el saber que ya nunca volvería a abrazarlo ni a besarlo, que nunca más acariciarla su rostro ni contemplaría sus ojos verdes, que al pasar del tiempo me olvidaría del sonido de su voz y de su risa, que me olvidaría de él y del inmenso amor que sentía por mí.
Mi amor por él se sentía como un suplicio de muerte que me cortaba emocionalmente y ese sería mi tormento, mi castigo y mi condena.
Escuché un par de toques lejanos en la puerta, un sonido hueco que no llegó a mis oídos por el zumbido sordo que resonaba en mi cabeza. Al no recibir una respuesta, la persona que llamó a la puerta entró directamente a mi habitación, que estaba sumida en la penumbra, al igual que gran parte de mi alma.
Oí que cerró la puerta mientras buscaba mi silueta oculta bajo la oscuridad.
-Ashley, ¿estás aquí? -reconocí su voz y al escucharla el sentimiento de alivio que subió por mi garganta me hizo sollozar más fuerte.
Logan avanzó a oscuras, buscando el interruptor de luz, al no encontrarlo solo se guio con el ruido emocional que salía de mi garganta. Las lágrimas no cesaban y seguían nublando mi vista, saliendo de mis párpados desde lo más hondo de mi ser.
-Noah... -susurré su nombre y me desmoroné a piezas cuando no recibí respuesta-. ¡No me dejes, Noah! -dije con la voz aún más baja y me solté a llorar desconsoladamente, olvidando por completo la presencia de Logan.
Una brisa de aire elevo las cortinas y la luz de la luna se adentró a la habitación durante los segundos necesarios para que él pudiera ubicarme en la esquina más recóndita del dormitorio, agachada y echa un ovillo en la oscuridad.
-Ashley -gritó con alivio mi nombre y caminó hasta mí con actitud preocupada.
Se detuvo a un paso de distancia y se arrodilló a mi lado, una vez que estuvimos a la misma altura tendió su mano hacia mi cabeza y apartó cuidadosamente los mechones rebeldes que me cubrían el rostro.
-¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? ¿Estás herida?
Logan trató de ocultar su angustia para no hacerme sentir aún peor, pero su evidente preocupación por haberme encontrado en ese estado tan susceptible y frágil no me ayudó, solo consiguió que el alma me doliera más porque sabía que no me merecía el apoyo de nadie.
En un instante estaba mirándome con atención a través de sus pupilas ensombrecidas, y al siguiente sentí sus dedos pulgares sacándome las lágrimas de las mejillas. Su gesto cariñoso y sincero únicamente provocó que cayeran más de mis párpados y que el llanto que presionaba mi corazón también hiciera sucumbir mi alma.
-Háblame, Ash, por favor, no pudo soportar que estés así.
Negué con la cabeza y hundí el rostro entre mis manos para que no pudiera verme llorar.
-¿Lloras... Lloras por él? -preguntó en un tono de voz tan suave que me hizo sentir la persona más infeliz de la tierra.
Mis sollozos resonaron por toda la habitación y el sentimiento fue aún más grande y desgarrador cuando Logan me tocó el brazo suavemente para reconfortarme.
-Tú nunca lloras por nadie, Ash, yo... habría preferido no haber sido yo el que tuviera que decírtelo, pero yo ya pasé por esto una vez, me puedo imaginar lo triste que te debes sentir en este momento, entiendo que estés dolida y herida, yo sé que no será fácil que lo superes, pero no te dejaré sola, lo afrontaremos juntos -respiró profundamente al completar su oración.
Intentó levantar mi mentón con delicadeza, pero yo me resistí y apreté mis párpados con más fuerza. El nudo en mi garganta se cerró violentamente y casi consiguió asfixiarme, por fortuna tuve la fuerza suficiente para retomar aire y respiré con dificultad.
-¡Hey, mírame! Necesito que me mires -me pidió amigablemente.
Me negué a abrir mis ojos y a levantar la cabeza. No podía hacerlo, no podía mirarlo ni fingir ser fuerte cuando el adiós de Noah me había dejado devastada. Un corazón vacío no se podía ocultar.
-Estoy aquí si quieres desahogarte -murmuró a mi lado y finalmente lo hice. Fui capaz de hablar, aunque las únicas palabras que fui capaz de pronunciar fueron las más tristes.
-Se ha ido, todo esto es culpa mía.
La melancolía volvió a mí y reabrió las cicatrices que todavía no cerraban en el fondo de mi corazón.
Cuando me negué a mirarlo y bajé la cabeza, él alzó mi barbilla con sus dedos y yo lo miré directo a los ojos. Tenía la vista empañada y vidriosa, me dio la impresión de estar viendo a través de un cristal la silueta distorsionada de Noah, pero esa solo fue una ilusión, un engaño. No pude resistirlo más, me sobrevino la tristeza y comencé a llorar verdaderamente, con lágrimas del corazón.
-Me enamoré, pero siento que lo estoy perdiendo -dije entre sollozos, con la mirada perdida en la nada.
Logan me envolvió en la seguridad de sus brazos, sosteniéndome y sujetándome con todas sus fuerzas. Le correspondí porque sentía la urgente necesidad de aferrarme a alguien. Hundí mi cabeza en su cuello, le pasé un brazo por la espalda y el otro lo dejé caer a mi costado. Él apoyó su cabeza sobre la mía y me acarició suavemente la espalda, como si con ello quisiera calmarme y disminuir mi tristeza. No funcionó, pero al menos podía decir que ahora ya no me sentía totalmente sola.
Tener a alguien en quien pudiera apoyarme en esos momentos fue reconfortante, algo que necesitaba con vitalidad para seguir respirando, porque ya no podía inspirar por mí misma, simplemente ya no podía con ese infernal tormento.
Logan me abrazaba con calidez y ternura, él sabía que estaba dándome el apoyo moral que necesitaba para no hundirme en ese sufrimiento oprimente y doloroso, estaba allí acompañándome en mi dolor a pesar de que nunca terminó de agradarle Noah, después de todo, él era consciente de lo mucho que me afectaba.
Cuando me sentí capaz de articular palabra, comencé a hablar entre balbuceos, con una voz ronca e inentendible.
-Me siento tan perdida sin él, me duele que se vaya... lo perderé para siempre y eso duele, me lastima como no tienes idea, esta sensación se está volviendo un tormento hiriente, cada vez que respiro me duele mucho el corazón... -me aferré a él como nunca antes a nadie. Inspiré lentamente antes de agregar con la voz rota-. Es insoportable, quisiera arrancarme el alma para dejar de ser susceptible al dolor.
Oculte el rostro en su cuello, cerré los ojos y solloce débilmente, humedeciendo su camiseta con mis lágrimas. Él me acarició la espalda con delicadeza y no me soltó en un largo rato, se quedó junto a mí el tiempo que lo necesite. Sus brazos me protegieron y me abrazaron durante horas en las que no pude dejar de llorar, al menos hasta que no tuve más lágrimas que derramar y pude tranquilizarme, pero por dentro estaba colapsando. Las emociones me dominaban como la mayor de las debilidades, distorsionando todo en una tormenta trascendental.
Alguna vez Logan me dijo que el alma es lo único que es totalmente nuestro, que forma parte de nosotros, de nuestra esencia, y también dijo que ese palpitar invisible e imperceptible es la llama de vida que forma parte de cada ser, aunque resulte imposible de creer, pero a estas alturas ya no siento mi alma en mí, sino acompañándolo a él en donde sea que esté ahora.
Aquel día me dijo: Si algún día sientes que la pierdes podrás decir que fuiste una de las pocas personas que encontraron el amor sin siquiera buscarlo, y no sé si serías afortunada o desafortunada, pero te puedo asegurar que dolería tanto que desearías poder olvidarlo, y no podrás hacerlo porque los amores verdaderos no se olvidan.
No lo negaría más, Logan tenía razón, había perdido una parte de mi alma desde el instante que se apagó su amor por mí, de alguna manera con su partida se consumió nuestra historia, la podía ver y la podía sentir dentro mío desvaneciéndose lentamente. Era verdad que a cada segundo el alma me dolía más y más, y yo quería olvidarlo todo, deseaba desprenderme de cada recuerdo juntos,
pero sabía que era imposible, porque cuando amas verdaderamente no olvidas y no dejas de sentir. Yo lo amaba demasiado, con la intensidad más profunda y más sincera.
¿Se podía morir de amor por alguien? Ahora ya sabía la respuesta y esta era súbitamente destructiva, tanto que me dificultaba respirar. Puede parecer que respiras, pero el corazón se va apagando y el alma se deteriora. Yo estaba muriendo en vida y él aguardando que la muerte le arrebatara la suya.
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