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Si aprecias a alguien, es inevitable que te preocupe su bienestar.

El domingo me desperté en mi habitación de la residencia, sana y salva, lo que solo podía significar que Logan había cumplido con su palabra y se había encargado de mí hasta que perdí la consciencia. Fue un verdadero alivio saber que no había sucedido nada entre nosotros después de nuestra borrachera y del estado de inconsciencia que nos nublaba la mente.

Antes de hacer cualquier otra cosa, me di un baño en la ducha. Al salir, lo llamé mientras me cepillaba el cabello, de pie frente al tocador. Nuestra conversación giró en torno a lo que ocurrió la noche anterior, recordando las cosas divertidas que hice y dije, así como lo difícil que fue para él meterme en el coche al salir de la fiesta. En medio de todo ese bullicio, me contó que había lanzado mi celular a la piscina y, hasta ese momento, seguía sin funcionar. Sin embargo, le alegró saber que tenía otro de repuesto, sabía que, de otro modo, me habría sentido completamente perdida.

No podía dejar de reír con cada cosa que me contaba, porque solo él conocía la locura que se podía desatar en mí si había tomado tres o cuatro copas de más, y únicamente yo sabía lo desastrosamente divertida que podía ser en esas situaciones.

Durante nuestra amena conversación, surgió el tema de Zach y Hayley. Logan me comentó que los había visto juntos en el comedor y que había oído que el domingo saldrían del internado para ir a la playa. Curiosamente, esta información podría sernos útil. Esa pareja ni siquiera imaginaba lo que se avecinaba, y eso era lo más intrigante, ya que no tendrían forma de prevenirlo.

Mi resentimiento hacia Hayley seguía presente en mi mente cada vez que la veía. Aún me costaba aceptar la idea de que ella, una chica tan sencilla y común, hubiera logrado conquistar el corazón del chico que yo nunca pude tener. Además, no podía dejar de pensar en que había utilizado a Logan para disimular sus sentimientos por Zach, cuando en realidad era todo lo contrario.

En el fondo, mi mente me decía que no era tan diferente de ella, ya que también estaba usando a Logan para evitar pensar en Noah. Sin embargo, mi intención era más por diversión y entretenimiento, mientras que ella lo hizo para intentar parecer interesante ante los ojos de Zach, lo que terminó hiriendo los sentimientos de Logan. Además, Zach nunca se fijó en mí y nunca le interesé, a pesar de mis esfuerzos por conquistarlo. Así que, si no pude estar con él, no permitiría que ella lo hiciera.

Quizás estaba siendo demasiado dura y egoísta al pensar de esa manera, pero prefería eso a contemplar la posibilidad de que todo lo hacía para no enfrentar mis verdaderos sentimientos. Por ahora, prefería no hablar de nada relacionado con Noah ni conmigo.

Mantenía mi mente ocupada en mi venganza contra Hayley y Zach. Era cierto que no obtendría nada si intentaba separarlos, pero sentía la necesidad de hacerlo, para poder cerrar ese capítulo y sentirme satisfecha por haber alcanzado lo que me propuse desde el principio. Mi nuevo plan era impecable, uno que superaba todos los anteriores y que sin duda sería la chispa que faltaba para encender la llama entre ellos.

No tuve que hacer mucho, simplemente llamé a Bryce —su chico o su exnovio— aún no estaba seguro si seguían siendo algo o no, pero de cualquier manera él era una pieza clave en mi plan. Así que cuando lo llamé, le dije dónde se encontrarían y le expliqué que si quería recuperarla, tendría que enfrentarse directamente a Zach. Al final, el chico me aseguró que iría a buscarla y me agradeció por mi ayuda. Claramente, no le comenté que mis verdaderas intenciones detrás de todo ese espectáculo estaban ligadas a mi interés por alguien que decidió salir con su novia en lugar de elegirme a mí.

Lo que ocurriera después dependería de Bryce y de su habilidad para reconquistar a Hayley. Eso ya no era un asunto que me concerniera; yo hice mi parte en su reconciliación y en su separación de Zach. Ahora le correspondía a él llevar a cabo la última etapa de mi plan. Si todo salía bien, al final del año, Zach y Hayley tomarían rumbos diferentes.

En un abrir y cerrar de ojos, dejé de pensar en ellos y me concentré en mis apuntes. Dado que los exámenes se acercaban, tenía mucho que estudiar si quería mantener mi promedio de excelencia académica, el cual había logrado mantener hasta ahora.

No me di cuenta del tiempo que pasó porque no miré el celular en ningún momento y tampoco quise tomarme un descanso. Me enfoqué por completo en repasar mis apuntes y trabajos escritos durante varias horas. El día se fue volando, y cuando finalmente miré por la ventana, me percaté de que ya era de noche y que había estado sentada junto al escritorio mucho más tiempo del que había imaginado.

Decidí que era momento de dormir para recuperar las energías que me faltaban y, además, para recuperarme de la desvelada del sábado. Aún me sentía cansada y agotada; en cualquier momento, mis ojos se cerrarían y caería rendida. No quería quedarme dormida sobre mis apuntes, así que me levanté de la silla y caminé hacia la cama. Me dejé caer sobre ella y, poco a poco, me dejé envolver por la calidez de mis sueños, que me esperaban para ofrecerme un descanso reconfortante.

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El lunes por la mañana asistí a las primeras clases con una energía renovada, ya que el descanso que tomé la noche anterior, después del largo fin de semana, me sentó de maravilla. Había muchas cosas en mi mente y fue precisamente por eso que, hasta ese momento, me di cuenta de que Noah no me había contactado desde el viernes y que llevaba dos días sin saber nada de él.

No quería alarmarme ni ponerme ansiosa por eso; confiaba en que al final me buscaría como solía hacer cada vez que necesitaba verme, o que me enviaría un mensaje al concluir mi última clase para acordar un encuentro. Sin embargo, ninguna de las dos cosas sucedió.

Las horas pasaban y al llegar el mediodía aún no tenía noticias de él, lo que comenzó a preocuparme de verdad, ya que Noah no solía actuar de esa manera; al contrario, siempre encontraba la forma de verme y de encontrarse conmigo.

No fue sino hasta la hora del almuerzo cuando todo ese misterio sobre su ausencia cobró sentido. Al entrar a la clase de Biología, lo primero que hice fue preguntarle a la profesora por Noah. Ella me miró con curiosidad y terminó revelándome la verdad.

Resulta que no había podido asistir a clases porque estaba enfermo y en la enfermería le habían recomendado un reposo de tres días para recuperarse. Este era ya su segundo día y, hasta el momento, nadie lo había visto salir de su habitación. Esto lo supe porque le pregunté a cada estudiante que se cruzaba en mi camino mientras me dirigía hacia el dormitorio de chicos, donde también se encontraba el suyo.

Decir que estaba angustiada sería algo inadecuado en comparación con todas las emociones abrumadoras que estaba viviendo. Sentía el terror recorriendo mis venas, la ansiedad de pensar que podría haberle sucedido algo, y, sobre todo, el temor de que en ese preciso momento estuviera lidiando con una fiebre alta y que no tuviera la oportunidad de llegar a ayudarlo.

Cuando no pude soportar más esas sensaciones que me invadían, comencé a correr con la esperanza de llegar más rápido. A medida que avanzaba, sentía mi corazón latiendo con fuerza en el pecho, la garganta seca y un zumbido ensordecedor en los oídos que parecía instarme a apurarme.

La preocupación por su salud era inmensa, y no podría sentirme realmente tranquila hasta verlo con mis propios ojos. Por ello, no me permití respirar profundamente y continué atravesando los corredores a gran velocidad.

La sensación de alivio que experimenté fue inmensa al ver la puerta que daba al dormitorio de chicos. Me sentí aún mejor al darme cuenta de que no estaba cerrada y que podía entrar sin inconvenientes. La abrí con cuidado y cautela, por si acaso me encontraba con alguien adentro, pero afortunadamente no fue así; la habitación estaba vacía y en completo silencio. Esto solo confirmaba que no había nadie y que el camino estaba despejado para continuar avanzando.

Dejé escapar el aire que aún tenía en los pulmones y, a continuación, inhalé y exhalé varias veces hasta que mi ritmo cardíaco se estabilizó y mi corazón volvió a latir con normalidad. Una vez que me sentí tranquila, crucé el salón con una creciente sensación de impaciencia que me recorría rápidamente.

Me adentré en el largo pasillo y busqué con la mirada la puerta de su habitación. Aunque todas eran casi idénticas, la de él se diferenciaba de las demás. Había estado allí una vez antes, aquella tarde en que descubrí que escribía poemas y él me recitó uno al oído, ¿cómo podría olvidarlo?

Estuve indecisa entre tocar la puerta o entrar sin avisar primero; al final, opté por llamar y esperar una respuesta. Cerré la mano en un puño y golpeé la puerta tres veces seguidas.

Con la oreja pegada al umbral, intenté concentrarme en el silencio para escuchar cualquier sonido que viniera de adentro, pero no escuché nada. Volví a intentarlo y esta vez obtuve respuesta; una voz desde el interior me dijo que podía pasar. Así que, giré la perilla y entré en el dormitorio, inspeccionando cada rincón con la mirada hasta que lo encontré.

Tal como me lo imaginaba, él estaba acostado en su cama, y no es exagerado decir que tenía un aspecto bastante terrible y deteriorado; su piel era pálida, los labios estaban resecos, tenía ojeras evidentes bajo los párpados y su mirada era vacía e inexpresiva.

Noah miraba al techo, pero en cuanto pronuncié la primera palabra, dirigió sus ojos hacia mí con total intensidad.

—Eh... hola.

Él vaciló al verme de pie en el umbral de su puerta; noté cómo frunció el ceño antes de desviar la mirada y concentrarse en una de las paredes. Hace unas semanas compartimos momentos de pasión y desenfreno, y ahora parecíamos dos extraños que no podían soportar cruzar ni una simple mirada.

—Pensé que te gustaría verme, vine aquí tan pronto como supe que estabas enfermo, por si necesitabas...

Me interrumpió aclarando su garganta y subiendo la voz para expresar su opinión:

—No es necesario que pretendas que te importa lo más mínimo, Ashley. Así que, si no te importa, me gustaría que te fueras y me dejaras solo —sugirió en un tono algo amargo, apoyando su cabeza contra la cabecera y volviéndose para mirarme de manera neutral.

Esta vez fui yo quien se sintió molesta y comenzó a alzar la voz de manera un tanto descontrolada.

—¿Me podrías explicar por qué me estás tratando así? He venido a verte porque estaba preocupada por ti y quería asegurarme de que estuvieras bien. No me parece justo que actúes de esta manera cuando yo no te he hecho nada en absoluto —le dije, con los brazos cruzados para manifestar mi descontento.

—Lo más correcto sería que dejaras las cosas tal como están y te marcharas, y no me digas que no hiciste nada porque eres plenamente consciente de la razón por la que no tengo ganas de verte.

La frialdad y determinación de sus palabras me sorprendieron por completo.

—¿Podrías explicarme qué fue lo que hice para que pueda entenderlo? Sinceramente, no sé a qué te refieres —exclamé, confusa, mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de mí.

—¿Te recuerda algo el mensaje de texto que te envié el sábado y que no te molestaste en responder? —dijo él con un tono brusco, y al terminar, se agarró la cabeza con ambas manos, mostrando una expresión de malestar.

—Te prometo que no vi ningún mensaje tuyo —le aseguré, intentando sonar convincente.

Reorganicé en mi mente todas las actividades que realicé el sábado, pero en ninguna de ellas recordé haber recibido un mensaje de su parte.

—Bueno, la confirmación del visto en mi teléfono dice lo contrario, Ash —me reprochó, sin ganas de seguir discutiendo. Dos segundos después se aclaró la garganta y continuó—. En el mensaje te mencioné que quería mostrarte un lugar especial, y aunque no recibí respuesta de tu parte, mantuve la esperanza de que vendrías. ¡Qué estúpido de mi parte! No me importó que estuviera nevando, te esperé con ilusión durante horas y horas, pero nunca llegaste. Supongo que piensas que no valgo ni un miserable segundo de tu tiempo —soltó lo último entre dientes y con brusquedad, como si le costara aceptarlo.

—Noah, yo... realmente no fue mi intención hacerte esto —intenté disculparme de manera torpe. Al no recibir una mirada ni respuesta de su parte, humedecí mis labios para continuar hablando—. Mi celular no enciende y no funciona, así que es posible que el mensaje que me enviaste aparezca como leído, pero te aseguro que no lo vi, nunca lo leí. Créeme que fue así, porque si lo hubiera leído, habría sido la primera en llegar al lugar donde me citaste, especialmente porque era algo relacionado contigo —dije con sinceridad y sorprendentemente, aquella confesión pareció captar su atención.

—¿De verdad... habrías ido? —le escuché preguntar con la voz entrecortada.

Asentí en señal de confirmación y, a continuación, inicié mi camino hacia la cama. Una radiante sonrisa iluminó su rostro mientras me acercaba.

—Si me lo pidieras, iría en este momento —respondí de forma sencilla.

Al pronunciar esas palabras, sentí que mi corazón latía con intensidad en mi pecho, como si fuera una bomba de tiempo.

Noah se apoyó en sus brazos para incorporarse y quedar sentado en la cama, con la cabeza reclinada en la cabecera. Yo tomé asiento frente a él, dispuesta a mirarlo directamente.

Sus ojos resplandecían con diversas tonalidades que, en conjunto, creaban la combinación de colores verdes y azulados más hermosa.

Él se lamió los labios y noté un ligero sonrojo en sus pálidas mejillas mientras se frotaba la nuca con la mano izquierda. Observé que estaba más nervioso de lo que intentaba aparentar, y de alguna manera, ser consciente de ello derribó las barreras que mantenían mi mente serena, transformando mi percepción; antes lo consideraba atractivo y encantador, pero ahora me parecía adorable y entrañable.

Me miró durante un tiempo prolongado, como si intentara grabar una imagen mía en tinta negra para pintarla en el interior de sus pupilas.

Me acomodé a su lado, le toqué la rodilla con suavidad y comprobé que su piel aún transmitía calor a pesar de la sábana que cubría la mitad de su cuerpo.

Cuando reuní el valor necesario, me atreví a alzar la mirada para encontrarme con la suya, que era tan electrizante y magnética como la fuerza que une a los electrones y los convierte en algo compacto.

—Es posible que no haya visitado ese lugar tan especial del que hablas, pero me gustaría saber qué era lo que querías mostrarme. ¿Por qué deseabas llevarme allí?

Noah no me respondió; simplemente tomó mi mano y la sujetó con firmeza, impidiendo que me liberara de su agarre. No me moví, ya que, para ser honesta, no tenía intención de alejarme. Sentí cómo acariciaba mis nudillos con sus dedos, y de inmediato experimenté una corriente nerviosa que comenzó en mis manos y se extendió por todo mi cuerpo.

La conexión entre nosotros era más intensa que nunca; una energía recorría mi piel, expandiéndose de un lado a otro y atravesando mis poros, viajando por cada rincón de mi cuerpo y dejando su marca en cada célula. En cuestión de segundos, también comencé a sentirla en mis venas.

Transcurrieron tres largos minutos en los que creí que no diría nada, hasta que su voz grave rompió el prolongado silencio.

—Voy allí con frecuencia, especialmente los fines de semana. Es un lugar donde puedes desconectar de tus problemas y respirar sin sentirte abrumado.

No sabía qué decir ni cómo expresarme, pero era evidente que había algo más profundo en sus palabras.

—Te confieso que me habría beneficiado ir allí; últimamente me siento algo asfixiada.

Hice un gesto con las manos y las llevé a mi cuello para ser más simbólica.

—¿Te gustaría contarme por qué te sientes así? No tengo inconveniente si yo soy la razón.

Sonreí de manera involuntaria e incliné un poco mi cabeza hacia un lado. Jugueteé con mi cabello, tratando de encontrar la manera de compartir lo que me tenía bloqueada.

—No puede ser tan grave, ¿verdad?

Le lancé una mirada de reojo, sacudí la cabeza y decidí ser sincera.

—Mis amigas piensan que estamos saliendo porque nos han visto juntos. Creen que somos novios en secreto.

Lo sorprendí, y su expresión de asombro reveló que no lo esperaba.

—¿Eso piensan? —preguntó con calma, y yo solo asentí.

Me miró los labios por un momento, una suave sonrisa apareció en su rostro, y luego sus ojos verdes como talismanes se posaron en mí.

—A mí me encantaría que no solo lo creyeran, sería maravilloso que se hiciera realidad.

Al escucharlo, me giré y fijé mis ojos en los suyos, que permanecían fijos en el azul profundo de los míos.

Pasó un segundo de silencio, dos, tres, cuatro, y luego el ego de su risa llenó el ambiente de su habitación. Su reacción me dejó tan confundida que no pude pensar en nada durante los siguientes dos minutos.

En ese momento, mi mente no tenía mucha claridad, pero estaba segura de que me encantaba el sonido alegre de su risa. Esa risa me hacía sentir como si pudiera perderme en una vasta isla donde solo hubiera aire suficiente para los dos.

Me levanté de la cama casi sin pensarlo y di un par de pasos hacia atrás, con la incertidumbre de que quizás él ya estaba delirando por la fiebre.

—No comprendo por qué te ríes, pero en tu lugar, me lo tomaría más en serio, Noah.

Él se levantó de la cama y se acercó a mí con calma. Al dar el tercer paso, se sintió mareado y tuvo que apoyarse en la pared para no caer al suelo. Yo reaccioné a tiempo y pude sostenerlo del brazo.

Estaba débil, sin duda, y eso me preocupaba, ya que aún no entendía cómo la gripe podía afectar tanto el sistema inmunitario de alguien como él, tan saludable y deportista. Sin embargo, parecía que sí le estaba afectando, porque no parecía capaz de sostener su peso por sí mismo.

—¿Te encuentras bien? Cielos, Noah, no deberías haberte levantado tan rápido —le dije con un tono de regaño, lo que le hizo reír.

—Creí que ibas a dejarme —susurró él.

Mi pulso no podía acelerarse más en ese instante, porque de haberlo hecho, el mundo entero lo habría notado.

Levante la mano rápidamente y le toqué la frente; aparentemente no tenía fiebre, pero aún así seguía sin poder mantener el equilibrio.

—Por supuesto que no te voy a dejar, solo observa cómo te encuentras. Deberías haber ido a la enfermería si no te sentías con fuerzas para estar solo.

Con delicadeza, pasé su brazo por mis hombros y lo ayudé a llegar a su cama. Mientras avanzábamos, sentí su aliento cerca de mi oreja y su cabello rizado rozando mi frente.

—No era necesario, con mis medicamentos estaré mejor —comentó.

—No estoy segura de qué medicamentos estés tomando, pero parece que no te están ayudando —respondí, inclinándome hacia adelante para ayudar a Noah a sentarse en el mismo lugar de antes.

—Me recuperaré, no te preocupes.

Intentó tranquilizarme con esas palabras, acariciando suavemente mi brazo para calmar mis inquietudes. Yo puse los ojos en blanco y me senté a su lado. Luego, cerré los ojos y empecé a practicar mis ejercicios de relajación, tratando de no perder la calma por su terquedad.

Cuando abrí los ojos, me encontré con sus intensos ojos verdes y fue a través de ellos que encontré la verdadera serenidad.

—No pienses que te lo pondré fácil —le dije entrecerrando los ojos mientras le tocaba la punta de la nariz con mi dedo índice—, me quedaré a tu lado para cuidarte.

Sin esperar una respuesta, me dejé caer suavemente sobre las sábanas, invitando a Noah a que hiciera lo mismo.

En esa posición, me volví sobre mi espalda para quedar de lado y susurré su nombre para captar su atención. Él giró un poco la cabeza, nos miramos y volví a sentir esa chispa entre nosotros, como si un hilo invisible nos uniera.

Le acaricié la mandíbula con la punta de los dedos y continué mi recorrido por su mentón y su cuello; quería seguir bajando hasta acariciar su pecho, pero su mano atrapó la mía a mitad de camino.

Levante la mirada de inmediato; mis ojos se encontraron con los suyos en un instante, y en ese momento sentí como si todo se conectara. Un segundo después, su voz profunda me sorprendió con una descarga de electricidad que resonó en mi corazón.

—¿Podrías abrazarme un momento, solo uno, por favor?

Su tono no era seductor ni provocador, sino más bien dulce y tierno. Al escuchar su petición, me quedé sin aliento, dejando que la dulzura de sus palabras acariciara mi alma.

Sin pensar en lo que hacía, le sonreí con alegría y me apoyé en mi brazo para sentarme. Noah también se levantó y me ofreció su mano; la tomé, y él aprovechó mi distracción para acercarme a él de repente.

De alguna manera, terminé sentada en su regazo, con mi rostro a pocos milímetros del suyo y nuestros alientos mezclándose. Él compartía mi aire, yo compartía el suyo y no podía evitar sentir que estar con él era simplemente refrescante.

Estábamos tan cerca que solo nos separaban unos pocos centímetros, y la sensación de sus manos sobre mis costados avivaba aún más el deseo que tenía de besarlo y de robarle el oxígeno, para que solo pudiera respirar a través de mis labios.

Noah se inclinó hacia mí y me envolvió entre sus brazos. Mis manos, que hasta ese momento permanecían sobre sus hombros, se deslizaron suavemente y se entrelazaron detrás de su cuello y nuca. Luego, lentamente incliné mi cabeza junto a la suya, apoyé mi mentón en su hombro y, al tenerlo tan cerca, respiré hondo el dulce aroma que emanaba de su ropa.

No contaba con las palabras precisas para describir aquel instante; simplemente sabía que un abrazo así no volvería a ocurrir. Por eso, lo grabé profundamente en mi memoria y cerré los ojos para no ser consciente del paso del tiempo.

Nos fundimos en un abrazo cálido y prolongado que, a pesar de estar en la tierra, nos hizo sentir como si voláramos hasta el cielo. Era un abrazo lleno de emociones compartidas, un momento único e inigualable que jamás olvidaría. 

Él me sostenía con una mano mientras acariciaba mi cabello con la otra. Pasaron unos segundos que se sintieron como una eternidad hasta que noté que se apartaba un poco; yo le seguí el movimiento y nuestras miradas se cruzaron.

Sus maravillosos ojos estaban fijos en los míos. Me sentí especial bajo la intensidad de su mirada. Sin darme cuenta, coloqué mi mano en su pecho y sentí los fuertes latidos de su corazón, que parecían seguir el ritmo del mío.

Noah entonces apoyó su frente sobre la mía y oí que susurró:

—Te quiero de todo corazón y siempre lo haré.

De inmediato, una oleada de escalofríos recorrió mis venas, mientras la sangre corría y llenaba mi corazón de sensaciones agridulces y explosivas.

En el fondo, lo sabía y siempre lo supe: Noah estaba tan locamente enamorado de mí que nada le importaba, ni siquiera el hecho de que yo no podía corresponder a sus sentimientos.

—Sé que no debería haberte querido, y que no debería seguir queriéndote, pero a pesar de saberlo, aquí estoy, sintiéndome profundamente enganchado a ti como un imbécil. No me importa que no sientas lo mismo; lo único que te pido es que no te vayas ahora que te necesito y...

No le di la oportunidad de terminar, y sin pensarlo, me lancé hacia él, rodeando su cuello con mis brazos. Fue un impulso tan fuerte que terminé cayendo sobre su cuerpo. Debajo de mí, Noah sonreía mientras envolvía sus brazos alrededor de mi cintura. Luego, apoyó su cabeza en la almohada y me observó con atención.

Cuando las sensaciones y emociones comenzaron a abrumar mi mente y a invadir cada rincón de mi cuerpo, no pude resistir más y me lancé a sus labios sin pensarlo, saboreando su dulzura y suavidad como si estuviera disfrutando de mi postre favorito.

Ambos sonreímos y comenzamos a girar sobre la cama, besándonos con ternura, dejándonos llevar por la locura del momento y sin pensar en nada más, alejados del resto del mundo y de la dolorosa realidad que estaba a punto de alcanzarnos.

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