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30

Extrañar a alguien se convierte en una cruel condena cuando lo ves a distancia y no puedes hacer nada para llegar a él.

Llevaba ya días sin hablar con Noah, después de esa última charla en el pasillo la situación entre nosotros se había puesto medio rara. Yo dejé de asistir a las clases de Biología para no verlo y evitaba a toda costa los lugares donde podía encontrármelo, pero para mí mala suerte me cruzaba todo el tiempo con él; en la mayoría de las ocasiones pasaba de él y lo ignoraba, fingía que él no me estaba llamando ni hablando. Sabía que estaba actuando como una insensible, pero no podía evitarlo, ya que si le prestaba atención solamente empeoraría las cosas.

Tal como lo mencioné, últimamente intentaba evitarlo, pero me lo encontraba en todos lados: en la cafetería, en los corredores, en el campus, en el área de los lockers, literalmente él estaba donde yo estaba, no sé si por coincidencia o porque me estaba persiguiendo.

Algunas veces, cuando me veía hablando con Logan se quedaba a algunos metros de distancia, disimulando que veía notificaciones en su celular, cuando en realidad lo que hacía era observarnos. Cuando Logan venía a encontrarme para ir a almorzar Noah volvía a aparecer, me seguía como si fuera mi propia sombra. Cuando entrenaba con las porristas y Logan iba a buscarme ahí estaba otra vez, oculto tras los árboles, espiándonos. Se pasaba los días mirándonos y paseando cerca de nosotros como un vigilante.

Antes de entrar a clases lo encontré parado junto al umbral de la puerta, acelere el paso y pase por delante de él con intención de ignorarlo, pero cuando él dijo mi nombre sentí un inquietante escalofrío que me hizo detenerme, continuamente quiso agarrarme la muñeca, no se lo permití, esquive su mano y su contacto. Evité mirarlo en todo momento.

Permanecer lejos de él no me estaba ayudando y tampoco me ayudaba que estuviera detrás de mí constantemente. Mis deseos de verlo no disminuían, más bien todo lo contrario, y mis sentimientos se volvían más y más intensos porque no podía dejar de pensar en él día y noche. Lo extrañaba, lo añoraba todo de él: su voz, sus besos, sus caricias, su sonrisa, su calidez, su cuerpo contra el mío.

«Joder, lo necesitaba.»

Ese día yo estaba con Logan en la cafetería, los dos nos habíamos sentado en una mesa que siempre se quedaba vacía. Logan me estaba hablando de la clase de deportes, la cual según él había sido bastante agitada e intensiva, pues los chicos habían corrido diez vueltas por la cancha con el sol a 29°.

-... Fue un infierno, a partir de hoy me tomaré en serio eso de llevar una botella de agua a la clase de deportes... en la quinta vuelta le dije al entrenador que me torcí el tobillo, él no se dio cuenta de mi mentira y me permitió quedarme en la banca la media hora restante.

Le pegué en las costillas con el codo y seguí comiendo mis fresas con crema, ocultando una sonrisa burlona en las comisuras de mis labios.

-Bien pensado, campeón -le guiñé un ojo, burlándome de él y de su mala suerte, aunque debía reconocer que había sido realmente astuto al invernarse esa excusa para salvarse del calor infernal de la mañana.

Él se frotó la nuca con una mano mientras levantaba la mano derecha que tenía apoyada sobre la mesa y de un instante a otro vi que la acercaba hacia mi rostro. Me puse tensa cuando sentí sus dedos fríos en las comisuras de mi boca, limpiándome la crema de los labios.

-Tienes un poco de crema -comentó y tras algunos segundos alejó su mano y tomó una papa frita de su plato para llevársela a la boca. No me estaba mirando, así que supuse que estaba incómodo por lo que había hecho.

-No hemos hablado de lo que pasó con Hayley -le recordé para romper con ese hilo de inquietud que se había instaurado entre nosotros.

Logan alzó los hombros y siguió comiendo sin decir nada. Yo separé mi espalda del respaldo, incliné la cabeza hacia delante y me le quedé mirando.

-¿Vas a contarme cómo te sientes? -le pregunté despacio para no incomodarlo, pero su expresión se ensombreció notablemente. Claramente, no quería hablar del tema.

-Tampoco hemos hablado de tu querido Noah -me atacó, mostrándose enfadado.

-A veces te pones en un plan frustrante, eh -declaré y me crucé de brazos, indignada.

Me enfadaba su comportamiento y me sacaba de quicio que se pusiera así con solo mencionarle a la estúpida de Hayley.

-Pues si me quieres ver bien, no me hables de ella ni de él, se me revuelve el estómago de pensar que están juntos.

Logan también se puso serio y se pasó las manos por el rostro un par de veces, a continuación, se desordenó el cabello de un lado a otro, consternado y abatido. Cuando bajó sus manos y las recargó sobre la mesa, yo me fijé en el tatuaje de una letra E que tenía en uno de sus dedos, no tuve que pensarlo demasiado para adivinar lo que significaba aquello: Emma. Lo que de verdad me sorprendía era que no me había dado cuenta de que lo tenía hasta ese momento.

Me mordí el interior de la mejilla y pensé en Noah, cerré los ojos y volví a estar en su habitación, con él detrás de mí, mirando lo que había escrito en la pared; después estaba en la cama con él, los dos contemplando el techo y hablando de pintar en manuscrita uno de sus poemas.

Al abrir los ojos, levanté la mirada y miré a mi alrededor buscando encontrarlo, y de repente lo vi en la entrada de la cafetería, recargado en la pared, observándome a la distancia. Llevaba puesto un suéter azul marino que le cubría el cuello y los brazos, su pantalón era negro y sus tenis eran del mismo color. Tenía el mismo aspecto de siempre, pero había algo en él que se veía diferente, no pude descifrar qué era.

Noah era capaz de transmitirme tanto con una mirada; me costaba no perderme en esos ojos únicos que hacían contraste con el color del bosque y el azul del cielo. Se notaba que no se había cepillado el pelo porque lo tenía muy rizado y revuelto, la expresión de sus facciones era totalmente indescifrable, de modo que si se sentía atormentado o triste lo ocultaba bastante bien con su apariencia seria y su actitud neutral.

Desde mi punto de vista se veía cansado, pero su postura era de lo más relajada y ese era el algo que no encajaba, porque uno no podía estar decaído y al mismo tiempo demostrar tranquilidad y calma.

De pronto, Logan deslizó su brazo por mis hombros y me rodeó con sus poderosos brazos para acercarme hacia sí, no sé lo impedí porque mi mente estaba centrada en Noah y en lo que podía notar más allá de él, pues era evidente que tras sus expresiones y gestos había algo, un misterio, algo oculto, ese algo del que Logan me habló semanas atrás diciéndome: «No me fío de él».

-No quería gritarte, perdón -se disculpó, acariciándome la mejilla con su respiración.

-No lo dejaremos así -sentencié, moviendo mis labios hacia su oído y susurrando sobre su cabello-, No podrán pasar por encima de nosotros, Logan. Hayley se arrepentirá de haberte rechazado, ya verás.

Logan sonrió maliciosamente y levantó mi mentón con su mano libre para contemplarme y leerme la mente.

-¿Qué haremos? -me preguntó con impaciencia. Su boca estaba a centímetros de la mía, a tan poca distancia que sentía el roce de su nariz y el de su cabello en mi frente.

Sentí que comencé a arder en llamas al momento que me deslizó la mano por el cuello y la detuvo allí.

-Perderá a Zach, esta vez lo conseguiremos, van a separarse y no querrán volver a verse jamás.

-Me uno al plan -afirmó, manteniendo sus ojos azules enlazados a los míos.

Normalmente, no habría permitido que se acercara tanto a mí y le habría recordado que solamente éramos amigos, pero estaba cómoda entre sus brazos, respirando el olor refrescante de su colonia y disfrutando del calor de su contacto. Además, sabía que Noah estaba presenciando la escena y eso era lo que quería, que me viera con otro y se marchara de allí.

Quizá no era correcto, quizá me estaba equivocado, quizá él se estaba equivocado y quizá yo no resistiría demasiado tiempo y terminaría cayendo, quizá volvería a él al final del día.

๑❥๑๑❥๑๑❥๑

Ese día regresé al dormitorio en la noche y me despedí de Tara antes de entrar a mi habitación, al cruzar el umbral seguía riéndome de una anécdota graciosa que me había contado ella antes de llegar aquí. Una vez dentro cerré la puerta y le puse seguro, después dejé caer mi mochila al suelo y bajé la capucha de la chaqueta que llevaba puesta sobre la cabeza, ya que había comenzado a llover desde la tarde. Antes de encender la luz llegó a mi nariz un olor fuerte a alcohol, fruncí el ceño e intenté mirar más allá de la oscuridad, pero no vi nada hasta un trueno iluminó el cielo y me dejó ver una sombra en la esquina; a unos pocos pasos distinguí que la puerta del balcón estaba abierta y las cortinas trasparentes se movían de un lado a otro con el viento frío que se adentraba a la habitación.

Me acerqué lentamente y con cautela a la persona que mantenía la cabeza y la mirada baja, a cada paso se intensificaba más el olor a alcohol, me picaba la garganta. Cuando estuve más cerca cayó otro relámpago y ahí pude distinguir su cabello dorado cubriéndole la cara, algunos mechones estaban goteando y las diminutas gotas le caían sobre las manos y la ropa.

Se me cortó el aliento al instante que noté que tenía puesto un suéter azul, idéntico al que llevaba Noah puesto esa misma mañana, y eso solo podía significar una cosa; el chico que estaba allí refundido en la esquina bajo la oscuridad era Noah.

Mantenía las rodillas pegadas a su pecho y sus brazos estaban apoyados sobre las mismas; sus manos estaban metidas entre su pelo húmedo, el cual estaba hecho un desastre y le cubría el rostro; tenía la cabeza agachada entre sus brazos y respiraba con mucho esfuerzo, agitado y a destiempo.

Le escuché inspirar en la oscuridad y casi al instante soltar todo el aire al exterior. Alrededor de él había rastros de agua y fue hasta ese momento que noté que su ropa estaba completamente empapada, escurriendo por doquier y haciendo charcos de agua en el suelo.

El corazón me latió a una velocidad impresionante al pensar en la posibilidad de que contrajera una pulmonía por llevar esa ropa puesta, y a saber cuánto tiempo llevaba allí.

-Noah -dije su nombre en un murmullo y me senté en cuclillas a su lado. Se estremeció al momento que le toqué el hombro con los dedos.

Él alzó la cabeza para mirarme, abrió lentamente sus ojos y me vio, en ese momento yo me sentí la peor persona del mundo al ver lo destruido que estaba. Lucía fatal, estaba pálido y ojeroso, sus ojos estaban rojos e hinchados, sus labios resecos y partidos, sus ojos se veían infinitamente tristes; su aspecto era el de una persona herida y rota.

Comprobé que su suéter estaba empapado cuando deslicé mi mano hacia su cuello. Le caían gotas de las pestañas que descendían por sus pálidas mejillas, de modo que no sabía si los rastros húmedos en su piel eran sus lágrimas o las gotas que bajaban de su cabello a su rostro.

Le toqué la parte descubierta del cuello y me estremecí porque estaba ardiendo.
Su piel desprendía olas de calor a pesar de que debía de haberse mojado bajo la lluvia, atribuyéndole a eso que no se veía bien en lo absoluto.

-Creí que no llegarías -dijo él con la voz entrecortada arrastrando las palabras, pasándose los dedos por el pelo húmedo que goteaba sin parar.

Por su tono más ronco de lo normal y su aliento fuerte e impregnante supe que el desagradable olor a alcohol en la habitación se debía a que él había estado bebiendo y estaba muy borracho.

-¿Cuándo tiempo llevas aquí? -le pregunté angustiada, acariciándole la nuca suavemente.

-No lo sé, dos, tres horas como mucho -respondió, levantando los hombros y respirando por la boca.

Me alarmé al escuchar aquello, porque si decía la verdad y llevaba tanto tiempo allí estaba a nada de enfermarse gravemente.

-¡Maldición, Noah! ¿Qué demonios ocurre contigo? -le reproché molesta, levantándome del suelo y yendo hacia el armario para sacar una manta, al encontrarla regresé a su lado, me agaché y la coloqué sobre sus hombros para cubrirle del frío. A los pocos segundos apoyé mis manos en sus brazos y después le froté la espalda delicadamente.

Los ojos de Noah nunca habían lucido de un verde tan triste e intenso como el de esa noche, un verde que por más hermoso que se viera me hacía sentir mal, terriblemente arrepentida.

-Realmente estás aquí -susurró con la voz ahogada, soltando su pelo y dejando caer su mano sobre su rodilla.

Él respiró pesadamente, dejó caer su cabeza sobre mi hombro y murmuró palabras inentendibles cerca de mi cuello.

-¿Estás bien? -pregunté con la boca en su oído e inmediatamente sentí que su cuerpo tembló y se estremeció de frío.

-Me duele el alma... estoy hecho pedazos -masculló junto a mi cabello, con un sollozo contenido en su voz ronca.

Iba a decirme algo más, pero los sollozos le estremecieron el cuerpo y ya no pudo contenerse más, comenzó a llorar sin consuelo como un niño pequeño. Sentí la necesidad de abrazarlo y le envolví en un reconfortante abrazo pasando mis brazos alrededor de los suyos. Noah se tensó al contacto de mi cuerpo, tardó unos segundos en relajarse, después hundió su cara en mi cuello y se permitió llorar para descargar todas sus emociones.

Lo abracé sin intenciones de soltarlo por un largo rato, al poco tiempo él me apretó contra su frágil cuerpo y se aferró a mi cintura como si de ello dependiera su vida entera.

-Lo lamento -susurré después de plantearme que el que estuviera en ese estado vulnerable era en gran parte culpa mía.

Tragué saliva cuando atrapó mi mano con la suya y cerró sus dedos en torno a los míos. Subí mi mano libre a su cabeza y enrosqué mis dedos en su pelo, tirando de sus mechones mientras él me estrechaba entre sus brazos, aún con su mano enlazada a la mía.

-Hazme olvidarlo todo -murmuró. Se le entrecortó la voz, como si estuviera a nada de ahogarse.

Al oír su voz melancólica, me separé ligeramente de su cuerpo y lo contemplé sin aliento; él apartó su cara de mi cuello y me contempló en silencio, perforándome con sus ojos ardientes. Se limpió las lágrimas de los ojos con la mano temblorosa y después me acarició el rostro con sus frías manos, yo contuve la respiración cuando sus dedos rozaron mi labio inferior.

Sus ojos cayeron entonces sobre los míos, intensos y brillantes como las gemas preciosas.

-Te quiero -susurró junto a mi boca.

Se me heló el corazón y el pulso comenzó a palpitarme como loco. La honestidad de sus palabras me desarmaba en piezas y me provocaba muchas emociones.

Bajé mis dedos a su nuca, incliné mi cabeza hacia él y lo besé con ternura, dejándome llevar por las intensas sensaciones que se apoderaron de mí moví mis labios sobre los suyos y a los pocos segundos él respondió a mi beso rodeándome por la cintura y jalándome hacia su cuerpo.

-Aguarda -lo detuve, colocando mis palmas sobre su pecho-, Antes tienes que sacarte esto de encima -señalé el suéter que tenía puesto y vi que él sonrió en la oscuridad.

Se separó de mí y me miró con los ojos ensombrecidos y cambiantes.

-¿No vas a decirme que no otra vez verdad? -me preguntó y yo negué con la cabeza.

-Vamos.

Me puse de pie y le tendí mi mano para que hiciera lo mismo, él la tomó y se sujetó de la pared para impulsarse y no terminar cayendo de nuevo.

En un solo movimiento se levantó del suelo y se paró frente a mí, su gran altura me hizo sentir pequeña. El ambiente y el aire se sentían eléctricos, al punto que ya no percibía el frío que entraba por la puerta.

Inhalé su perfume embriagador y me dejé envolver por su presencia. Su mano buscó la mía, al sujetarla entrelazó sus dedos con los míos y los apretó; me acarició el cuello con su otra mano y la deslizó por mi nuca para acercar mi rostro al suyo.

Me dejé llevar por el momento y entrecerré los ojos, cautivada. Noah posó su frente sobre la mía, respiró hondo y cerró los ojos.

Se inclinó hacia mí hasta que nuestras narices casi se rozaron y dijo en voz baja:

-¿Cuándo vas a tomarme en serio?

En mi vientre se mezclaron mariposas que siguieron una corriente de adrenalina a través de mis venas. Si seguía hablándome así mi corazón no sería capaz de soportar tanta dulzura.

-Noah... -comencé a decir y él colocó su dedo índice sobre mis labios mientras lamía los suyos.

Sus manos se enrollaron alrededor de mis caderas y me acercaron delicadamente hacia su cuerpo. Con su nariz contra la mía y su respiración acariciando mis labios, él se inclinó poco a poco, ambos terminamos respirando el aire que soltaba el otro.

-Es que no puedo más, me haces falta -dijo y atrapó mi labio inferior entre sus dientes dos breves microsegundos antes de soltarlo.

Sus ojos me miraban con una expresión casi desesperada y yo también lo estaba deseando desesperadamente.

Reviví en mi mente los momentos en los que había tenido sus brazos alrededor de mi cintura, sus labios calientes en mi cuello, su aliento acariciándome la piel y su pecho tras mi espalda. A mí también me hacía falta, lo echaba de menos de una manera casi enfermiza, era tiempo de aceptarlo.

Mis manos se deslizaron por sus bíceps, viajando por sus hombros y su cuello, hasta llegar a su nuca.

Necesitaba de él irremediablemente.

Un brillo de esperanza destelló en sus verdosos ojos al notar que le estaba acariciando la nuca. La urgencia de besarlo se apoderó de mi cuerpo y de mi mente, al mirar sus labios ya no pude pensar más.

De un segundo a otro, Noah acabó por romper con los milímetros que nos separaban y sentí como sus suaves labios se posaron sobre los míos. Inconscientemente, cerré los ojos y subí mis manos a su cuello respondiendo a su beso con intensidad y necesidad, sintiendo la urgencia de explorar su boca para navegar sin rumbo en cada rincón de ella. La manta que descansaba sobre sus hombros terminó en el suelo, pero ninguno de los dos le tomó importancia a ello.

El corazón me latía como loco al sentir las manos de Noah recorriéndome todo el cuerpo; sus dedos me rozaron los costados antes de posarse sobre mi cintura para acercarme a su torso, accedí a su petición y me pegué completamente a él, sintiendo la firmeza de su pecho bajo el suéter, su corazón latiendo en sincronía con el mío.

Su respiración se colaba por mis labios cada vez que entreabría su boca para devorarme. Con sus dedos me acariciaba el pelo y el cuello. Su tacto helado en mi piel me fascinaba, me enloquecía.

Nos separamos para recuperar el aliento, nuestras respiraciones eran jadeantes. Le sonreí y le pasé el pulgar al contorno de la mandíbula, acción que le provocó una sonrisa perversa.

Transcurrió apenas un minuto y él me volvió a besar, primero con suavidad y luego con pasión y desenfreno, haciendo que retrocediera ciegamente por la habitación. Tal era la intensidad de su beso que no supe en qué momento sus manos me desabrocharon la chaqueta y la arrojaron a la oscuridad.

Sus manos inquietas comenzaron a buscar la parte baja de mi blusa para levantarla y tocarme directamente, cuando eso sucedió y sus dedos se deslizaron sobre mis costillas y mi vientre me atravesó un escalofrío de placer.

A los dos nos hacía falta aire, para recuperarlo él se separó de mí y me miró directamente a los ojos, todavía a pocos centímetros de mi rostro.

-Déjame quitártela -susurré y él levantó los brazos para que yo pudiera pasar el suéter pon encima de su cabeza, yo desprendí la tela empapada de su cuerpo y al hacerlo me di cuenta de que la camiseta negra que llevaba debajo también estaba húmeda.

-Tú también deberías quitarte esto -dijo en voz baja levantándome la blusa y yo lo detuve agarrándole las manos.

-Vamos a la cama -le sugerí y él no intento negarse.

Lo llevé conmigo y le hice caer delicadamente sobre la cama, después me senté junto a él y lo contemplé en silencio. Los dos dejamos como único ruido el sonido bajo de nuestras respiraciones lentas y el goteo constante de la lluvia al otro lado de las ventanas.

-Estoy mareado -confesó en voz alta y yo rodeé los ojos porque se estaba quejando de algo tan insignificante.

-Debiste pensar en eso antes de beberte esas botellas de Whisky como si fueran agua -le recordé y mi comentario le hizo reír; su risa fue ronca, suave y melodiosa, tan encantadora que me sentí embriagar hasta los huesos.

-Ya no quería pensar en nada, mi vida es un jodido desastre si tú no formas parte de ella.

Un dolor se hizo presente en mi estómago y me subió por el pecho, acentuándose allí con intención de no desaparecer.

-No es fácil para mí -susurré con voz tenue y me incorporéa toda prisa.

Con la intención de evitar su mirada, me incliné junto a la cama y abrí el cajon del mueble pequeño en el que reposaba mi lámpara -la cual encendí de inmediato para tener más visibilidad- y una caja de música. Revolví las cosas que tenía guardadas en el cajón hasta que encontré el medicamento para la fiebre. Tome la caja entre mis manos y saque un par de pastillas del interior.

Al levantarme del suelo, fui hacia el tocador y agarré la botella de agua que habia dejado allí en la mañana, después me di la vuelta y me acerque para ofrecerle las pastillas. Noah agarró las pastillas y la botella de agua; llevó los analgésicos a su boca y continuamente bebió un sorbo de la botella.

-Gracias -murmuró él antes de dejarse caer sobre las almohadas. Se quedó mirando el techo y soltó un largo suspiro, seguido de un suspiro más prolongado.

Me recosté a su lado y le tomé de la mano para que me rodeara la cintura, me acerqué a él y sentí como se relajó al percibir el calor de mi cuerpo junto al suyo, la tensión de sus músculos fue disminuyendo ante mi proximidad.

Su ropa se sentía fría, pero su cuerpo desprendía el calor de un horno.

En ese momento, con él a mis espaldas sentía los latidos frenéticos de su corazón. Noah me acarició el cuello, los hombros y los brazos, bajando hasta la parte inferior de mi espalda, rodeándome desde atrás.

-Recuerdo perfectamente lo que hicimos en esta cama, ¿Sabes? Te dejaste llevar y yo te hice sentir como una reina, como mi reina. Fuiste mía, eres mía y lo serás eternamente -me susurró con la boca pegada a mi oído y me dio un beso tras la oreja que me electrizó la piel.

Sus labios se posaron en mi sien y se deslizaron sobre mi piel encendiendo mi cuerpo con una chispa de pasión.

-Recorrí con mis manos tu cuerpo y devoré con mi boca esos labios tuyos que me tienen loco -continuó diciendo y deslizó su lengua por mi cuello, prendiendo todo a su paso, marcando sus huellas centímetro a centímetro.

Se me aceleró la respiración cuando él comenzó a besarme el cuello con intensidad y desenfreno. Sus manos se colaron bajo mi blusa y se fueron desplazando libremente, haciéndome suspirar.

Me giré entre sus brazos para dejarle ver las sensaciones que provocaba en mí. Un segundo, dos segundos y al tercero sin previo aviso él se puso sobre mí y me miró fijamente con sus eléctricos ojos verdes.

Lo miré en lo más profundo de sus ojos, el deseo reluciendo en sus pupilas, dotándolas de lujuria.

-Vas a ser mía esta noche, cariño -sentenció con voz ronca. Las llamas de la pasión comenzaron a arder en mi interior.

Su cuerpo me empujó sobre la cama, sus labios buscaron los míos y su boca hambrienta se fundió con la mía, expandiendo el fuego a través de nuestros cuerpos. Su camiseta húmeda me acarició el vientre cuando se inclinó un poco más; la suave frescura de su cuerpo contra el mío me hizo arder en llamas.

Perdida entre sus besos sentía sus manos acariciando mis caderas y subiendo a lo largo de mi espalda, recorriendo mi columna y mis costillas con una maravillosa delicadeza.

Noah me besaba con tanta pasión, sentía la pólvora a punto de hacer explosión mientras él se deleitaba con mis labios y yo con las sensaciones que me provocaba el sentirlo encima de mí, explorándome, recorriéndome.
Su beso era húmedo y ardiente, seductor y embriagador; me absorbía el sabor amargo de su lengua que jugaba con la mía mientras mis manos se movían sobre sus musculosos brazos y su estrecha espalda, haciéndole jadear.

Al poco tiempo sus caricias se volvieron más profundas y atrevidas, a medida que nuestro beso subía de nivel y se volvía una adicción pura con sabor a peligro.

Su lengua húmeda y dulce estaba sobre mi boca, en mi clavícula, en mi cuello, luego en mi garganta, trazando con sus labios un camino que me dejaba marcas en la piel; sentía que él succionaba, mordía y lamía los lugares más sensibles de mi piel, comenzando por mi oreja.

Me agarré a su nuca para que siguiera su recorrido sobre mi cuello; cuando se inclinó un poco más, el peso de su cuerpo recayó sobre mí, demostrándome con su estremecimiento lo mucho que me deseaba. Al hacer cualquier movimiento su pecho chocaba con el mío. Su respiración y la mía ya eran una sola.

Sus labios eran como una cura temporal, un medicamento intoxicante que me sanaba y me convertía en adicta, me sentía mil veces mejor de lo que me sentí en días.

-No te puedes imaginar lo feliz que me siento al volver a estar contigo esta noche -me susurró, posando su nariz en mi cabello e inhalando el aroma de mi piel.

Me iba a derretir entre sus brazos como un caramelo a la luz del sol. Deseaba a Noah con todas mis fuerzas y quería que él lo supiera esa misma noche.

Mis manos se movieron por sí solas, en fracción de segundos tiré de su camiseta y se la quité, sintiendo la necesidad y la urgencia de recorrerle el torso con los dedos.

Quería acariciar su cuerpo, trazar cada línea de sus abdominales y grabarlos en mi memoria para no tener que fantasear nunca más con ellos y tan solo revivir su recuerdo en mi mente cuando estuviera sola.

Empecé por su pecho, lo recorrí con las yemas de mis dedos y seguí bajando para acariciarle la espalda descubierta, deteniéndome a admirar esa barra de abdominales que me volvía loca. Mis caricias provocaban que sus músculos se contrajeran, sus bíceps se tensaban y las venas de sus antebrazos se contraían con cada toque y cada roce.

Sentí escalofríos corriendo e invadiendo cada célula de mi cuerpo al momento que él perdió por completo el control y se apoderó de mis labios con una imperiosa urgencia y ferocidad.

Estallamos en llamas, ardimos en pasión y nos fundimos entre la pólvora chispeante y las cenizas humeantes.

Su cuerpo desprendía tanto calor sobre el mío mientras sus manos me tocaban y se deslizaban bajo mi blusa; acariciaban mis caderas con frenesí, moviendo sus dedos expertos a toda prisa, deseosos de deshacerse de la tela de una vez por todas.

Nos besábamos en la boca, una y otra vez, sin detener la inquietud de nuestras manos, sin dejar de estar en contacto cuerpo contra cuerpo.

-Cierra los ojos, piérdete en mis besos y olvídate de todo -dijo con la voz cargada de sensualidad.

Me tomó de la cintura y nuestros cuerpos cambiaron de posición, quedando yo encima de él, sentada a horcadas sobre sus piernas. Su lengua humedeció sus labios mientras que me contemplaba desde abajo, observando mi rostro, mi cuerpo y mis ojos.

Rodeó mi nuca con sus finos dedos y me atrajo hacia su boca. Una sonrisa se mostraba en sus labios mientras aproximaba mi rostro al suyo en espera de atacar esa deliciosa boca que me envenenaba el cuerpo, como una especie de droga jodidamente letal.

Cuando estuvimos a solo pocos centímetros se apoderó otra vez de mis labios con una ferocidad animal y salvaje.

-Me cautiva... -yo atrapé su labio inferior entre mis dientes para hacerle callar y le escuché gemir en mi boca.

Sus manos me quitaron la camiseta y la lanzaron al otro lado de la habitación, después sus dedos dibujaron el contorno de mis curvas y memorizaron a fuego lento su recorrido de una manera exquisita, como si estuvieran delineando el camino de un mapa que escondía un tesoro profundamente secreto.

Estaba bajo su poder, salvajemente arrastrada por el peligro que él suponía para mí y no me importaba en absoluto. Esa noche se podía joder todo: mis reglas, mi subconsciente alertándome del peligro y mi autocontrol de mierda.

¡Al demonio todo!

Necesitaba perderme en Noah y él necesitaba perderse en mí, eso era lo único imprescindible, lo único que pedían a gritos nuestros cuerpos y nuestros corazones.

Le recorrí el cuello con los labios, le mordí la piel que se ocultaba bajo su cabello despeinado, subí por su clavícula y su cuello, le succioné el lóbulo de la oreja, después de hacerlo Noah me apretó contra él y sentí su respiración pesada bajo la palma de mi mano que todavía mantenía apoyada sobre su pecho.

Sonreí con malicia y seguí besándole como una demente sedienta de piel. Era una felina, estaba poseída por la adrenalina, presa del lado apasionado que solo él despertaba en mí.

Sus dedos se movieron hacia los botones de mi pantalón para desabrocharlos y yo me estremecí al sentir sus dedos tan cerca de mi piel palpitante.

Nuestras bocas se devoraban apasionadamente con desenfreno y locura, nuestras lenguas se entrelazaban en una sintonía frenética e imparable. Estábamos dementes.

La tensión fue aumentando hasta expandirse por todo mi sistema, invadiendo cada partícula de mi ser y adueñándose de mi capacidad de razonamiento, haciéndome enloquecer por él como nunca antes.

Noah me tumbó sobre la cama y se alzó sobre mí para tomar el control, no sabía cómo ni cuándo sucedió, pero a ese punto de la noche los dos teníamos ya muy poca ropa, nuestros cuerpos se tocaban y se rozaban directamente, separados por unas delgadas prendas que no tardarían en caer al suelo.

Nunca me sentí amada por un hombre, pero con él me sentía realmente querida, valiosa, apreciada como una joya.

Mi corazón latía desesperado contra mi pecho, ya no podía acelerarse más. Mi respiración era un desastre total y la suya se perdía cada vez que sus labios sellaban los míos.

Sus manos continuaron acariciándome los brazos, la cintura, las piernas, las caderas, la espalda, el vientre, el pecho. Sus dedos me quemaban, me prendían de un modo totalmente indescriptible.

Él también estaba memorizando los trazos de mi cuerpo, gravando cada rincón oculto de mi piel bajo sus huellas, comenzó con sus manos y siguió explorando con sus labios, primero mi cuello, mis hombros, mi clavícula, mis brazos, después mi pecho y al paso de los minutos ya no quedaba nada que nos separara, estábamos piel contra piel.

Mientras sus manos subían por mis muslos, su boca se volvió atrevida y autoritaria; me posee, me recorre y me va saciando de él en todos los fragmentos de piel que han quedado descubiertos.

Era un delirio exquisito poder sentir de nuevo su piel, su calor, sus besos, sus caricias, sus labios insaciables y provocativos tentándome, recordándome que nuestros cuerpos encajan como dos piezas de rompecabezas, que somos fuego y que arderemos en el infierno por enredarnos en este juego perverso e interminable.

En ese instante me encantaba el sabor de lo prohibido, me fascinaba inexplicablemente, aunque luego estaría quejándome de haber cometido ese delito y caería atrapada entre las rejas.

Cuando comenzó a besar mi vientre le agarré del pelo y comencé a tirar de sus rizos con fuerza, esperando ansiosa que su boca siguiera ese camino y no se detuviera allí.

Tal vez estaba borracho, pero sabía muy bien lo que estaba haciendo. Yo no estaba borracha, de hecho, era plenamente consciente del error que estaba cometiendo, pero por tratarse de él pensaba hacer una excepción y entregarle todo de mí al menos una vez más.

Mi corazón vibraba, yo suspiraba, me agarraba de las sábanas mientras su dulce boca seguía bajando por mi vientre. Estaba a punto de enloquecer.

Cuando su boca se apoderó de mí, me estremecí contra él de los pies a la cabeza, plenamente complacida, hechizada por el placer, condenada a la perdición. Noah gruñó contra mi piel suave y siguió explorando mi cuerpo con sus deliciosos labios.

Sentía como aumentaba el deseo y la excitación entre nosotros. Yo repetía su nombre en voz baja con la voz extremadamente ronca y ansiosa.

Hicimos de todo, nos entregamos apasionada y desenfrenadamente, sin control, sin pensar en el mañana, dejándonos guiar por nuestros deseos y anhelos más profundos.

La noche se desarrolló entre caricias traviesas, besos apasionados, cuerpos fundidos y respiraciones jadeantes.
Volvimos a consumirnos bajo la luz de la noche, sedientos de más, borrachos de pasión, malditamente inconscientes, malditamente enganchados, tomando el vuelo que nos haría viajar hacia la eternidad.

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