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29

Lastimar un corazón y dejarlo herido es peor que la muerte misma, porque al tener el corazón roto sientes que vas muriendo muy lentamente.

Los siguientes días sin verlo se volvieron rutina, no hacía más que ir a clases y me mantenía el mayor tiempo posible en los ensayos con las porristas para mantener mi mente ocupada, alejada de su recuerdo. Al tercer día estaba redactando un ensayo en mi habitación, mi lámpara de noche estaba encendida, afuera ya no había luz y mantenía las cortinas cerradas, porque solamente estando entre las sombras me olvidaba de Noah y de la extraña sensación que me provocaba no verlo más.

Cuando el celular vibró mi mirada viajo a la pantalla que se había encendido por la notificación, y allí estaba, un mensaje, el primer mensaje que me enviaba después de tres días sin vernos ni hablarnos. Ansiosa, extendí mi mano sobre el escritorio y tomé el celular, no me hizo falta pensarlo dos veces, abrí el mensaje para poder leerlo.

Noah: Ashley, tenemos que hablar.

Me pasé la mano por el rostro y la deslicé por mi cabello, reflexionando sobre lo que debía hacer, ignorarlo era la solución más fácil, pero no era lo que quería, o tal vez sí. Ni yo misma me entendía.

«¡QUÉ DETESTABLE CONTRADICCIÓN!»

Solté un suspiro largo y me mordí el labio para calmar mis nervios. Solamente era un mensaje, no era para tanto, si lo ignoraba él se cansaría y dejaría de intentar contactarme, o eso creí.

En el transcurso de la noche siguieron llegando mensajes, uno tras otro, y también me estuvo llamando constantemente, a pesar de que puse el celular en vibrador me sentía intranquila cada vez que la pantalla se encendía por apenas tres segundos antes de volverse a apagar para posteriormente volverse a encender al recibir otro mensaje.

Nunca creí que Noah se iba a poner así, quiero decir, hace tres días le dije que yo no sentía nada por él y le hice daño, lo lastimé con cada una de mis palabras, por eso pensé que ya no volvería a buscarme. Habían pasado días sin tener noticias suyas y de la nada había regresado para torturarme con sus mensajes y llamadas.

Quería apagar el celular, pero no me atrevía siquiera a tomarlo de la mesita porque no confiaba lo suficiente en mi autocontrol. Al trascurso de los minutos me atravesó por la cabeza la idea de lanzarlo por la ventana para ya no tener que escucharlo vibrar más ni verme tentada a descolgar una de sus llamadas, al final no lo hice, pero tampoco tuve la valentía de apagarlo. Resulte siendo una auténtica cobarde.

Hubo un momento en el que me sentí tan atormentada que me hice lo más pequeña posible encogiéndo las piernas y pegándolas a mi pecho. Haciéndome un ovillo en la cama, me cubrí los oídos con las manos y cerré mis párpados con fuerza, repitiendo constantemente las mismas palabras.

—No vuelvas a llamar, olvídame.

Estaba suplicándole que me dejara en paz, que ya no me llamase ni me buscara más porque era insoportable no poder dejar de pensar un solo segundo en él. No poder sacarlo de mi cabeza me aterraba y me dañaba, y el intentar desprenderme de su recuerdo era algo jodidamente destructivo, se estaba volviendo una interminable batalla mental que me estaba dejando sin armas, derrumbando todos y cada uno de mis escudos.

En algún momento de la noche me quedé dormida y ya no supe sí dejó de llamarme, pero aún en mis sueños escuchaba el tono de los mensajes hablándome en susurros y diciéndome: «Responde».

๑❥๑๑❥๑๑❥๑

El amanecer del siguiente día fue exactamente igual que el de los demás días, aunque esta vez era yo la que se sentía diferente, tenía el presentimiento de que algo malo estaba a punto de ocurrir y de que las consecuencias recaerían en mí.

Sacudí la cabeza y me froté los ojos con las yemas de los dedos, antes de levantarme apoyé la espalda en la cabecera de la cama y agarré el celular de la mesita de noche como hacía siempre después de despertar —a modo de rutina—, nada más que en esa ocasión la barra de notificaciones estaba llena de mensajes y llamadas, TODAS DE NOAH.

—Maldición, cuándo me va a dejar tranquila este chico —exclamé con fastidio arrojando el celular a las cobijas, continuamente subí la mirada al techo y apreté las sabanas con mis puños para controlar mi enfado y frustración.

Todos mis ligues pasados habían sido pasajeros, un ir y venir sin dar vueltas, me enrollaba con ellos en los salones, jugaba con ellos y los manipulaba a mi antojo, yo decidía cuándo empezar y cuándo terminar, yo los controlaba, pero no a él, él volvía todo distinto. Noah no quería terminar conmigo, se negaba a hacerlo, pero yo no detendría mis planes por su culpa, yo seguiría adelante y le dejaría claro que para mí lo que tuvimos no significó nada.

En cuando puse un pie fuera de la cama, caminé hacia el guardarropa y tomé un conjunto de ropa para darme una ducha y relajarme bajo el agua tibia de la regadera. Me demoré diez minutos y fue como si en cada segundo hubiera sentido la presencia de Noah detrás de mí, acariciando mi piel y deslizando sus manos por las curvas de mi cuerpo, el agua caliente cayendo sobre nosotros, el roce y proximidad de nuestros cuerpos embriagándonos la mente, las caricias y besos subiendo de temperatura, él helándome la sangre al hablarme al oído con voz sensual, como lo hizo en las duchas hace dos semanas. Deseaba volver a repetirlo, regresar el tiempo y darle un apasionado beso que nos dejase sin aliento.

Deseché esa absurda idea al instante y me eché agua en el rostro para refrescarme y olvidar los detalles de lo que ocurrió aquel día. Al terminar de ducharme, me vestí y salí del baño con la mente despejada. Me estaba costando, pero lo lograría, lo sacaría de mis pensamientos, podría hacerlo.

Mientras me maquillaba miré el celular de reojo —el cual reposaba sobre la cama—, y sentí la necesidad de correr hacia él y de leer cada uno de los mensajes del chico de ojos verdes para responderlos todos. Estaba tan distraída y absorta en mis pensamientos que terminé manchándome la mano con el rímel, al darme cuenta maldije en voz alta y me limpie la palma con un pedazo de papel, después me pinte los labios y evalúe mi aspecto detalladamente: botas de plataforma, falda rosa, blusa negra de tirantes y suéter rosa de botones. Mi cabello suelto reflejando rayos dorados y rubios por la luz que entraba a través de las cortinas blancas.

El celular volvió a vibrar en la cama, me sobresalté porque no le había quitado el sonido después de apagar la estúpida alarma. Caminé hacia la cama, lo tomé y sin ser consciente de lo que hacía abrí el chat y leí los mensajes que se suponía que no debía leer.

N: Vamos, háblame.            
8:30 PM

N: Ash, no me hagas esto, respóndeme.
8:45 PM

N: No tienes que decir nada, solo escúchame.
8:56 PM

N: Si no quieres verme está bien, pero al menos déjame escuchar tu voz.
9:13 PM

N: Olvida lo que dije, yo sí que quiero verte, necesito verte.
9:18 PM

N: Maldición, no puedo más, atiende de una vez o no voy a detenerme.
9:42 PM

N: ¿Puedes descolgar el teléfono? Sé que también quieres escucharme.
9:58 PM

N: Hablemos un minuto, no te pido más, solamente sesenta segundos, descuelga la llamada, aunque solamente sea para escuchar tu respiración.
10:05 PM

N: Si sigues ignorándome me obligaras a buscar la forma de llegar a ti.
10:20 PM

N: No soy bueno en disimular, deberías bajar a detenerme.
10:49 PM

N: Estoy mirando tu balcón, tú no estás allí, pero tengo la certeza de que saldrás en cualquier momento.
10:56 PM

N: Llevo un gran rato esperando, ¿de verdad quieres hacernos esto a los dos?
11:30 PM

N: Podría esperarte toda la noche aquí afuera, pero en tu ausencia los minutos se hacen horas.
12:43 PM

N: ¿Piensas que evitándome voy a parar de buscarte? Sinceramente, no creo que puedas esconderte para siempre, tarde o temprano te encontraré.
1:25 AM

Con ese mensaje tuve suficiente para detenerme, muy en el fondo sabía que si seguía leyendo terminaría cediendo y sería yo misma la que iría corriendo a buscarlo. Tras meditarlo con determinación, tomé una decisión irrevocable, seleccioné su número de contacto y lo borre, borre todos sus mensajes y también todas sus llamadas. Ojalá así de fácil pudiera borrarlo de mi vida.

Me quedé quieta un minuto, pensando en lo que acababa de hacer, al minuto siguiente escuché que tocaron la puerta un par de veces y mis sentidos se pusieron en alerta. Podía ser Noah, podía ser una de las chicas, no había forma de saberlo.

Contuve el aliento, me acerqué a la puerta y la abrí rápido para afrontar lo que podía estar esperándome al otro lado, pero solo era Tara, mi amiga Tara, debo admitir que verla allí fue un gran alivio para mi agitado corazón.

—Ufff, que alivio que seas tú —solté el aire de mis pulmones y me permití respirar con normalidad, aliviada de que fuera ella.

Mi amiga me dedicó una mirada de confusión al notar mi inquietud.

—¿Quién creías que era, el coco? —bromeó ella y su comentario me hizo sonreír.

—Tal vez —le seguí el juego y ella sonrió con diversión. Me agaché para tomar mi mochila del suelo, guardé el celular en el bolsillo de mi suéter y le hice una señal a Tara, indicándole que avanzara conmigo—. Ya estoy lista, hay que darnos prisa o llegaremos tarde.

—Nos queda tiempo de sobra —quiso corregirme sin tener idea de que lo que yo pretendía era entrar al salón de clases lo más pronto posible para no cruzarme con cierta persona en los pasillos.

—¿Y eso qué importa? Tú solo camina y cuéntame a dónde fuiste, estabas desaparecida chica —comenté con picardía para cambiar el tema.

Antes de cruzar la puerta del dormitorio ella se volvió hacia mí e inclinó su cabeza para observar si alguien estaba en el pasillo.

—Hayley todavía no sale, tenemos que esperarla.

En esos momentos Hayley era el menor de mis problemas, la verdad poco me importaba si ella aún no estaba lista. No era una buena amiga, no se merecía un segundo de mi tiempo y no pensaba dárselo después de que le rompió el corazón a Logan.

—Le diremos que tuvimos que irnos a recoger algo a nuestros lockers, ella lo entenderá —me excuse y Tara asintió sin parecer convencida. Yo tiré de su brazo y me la llevé junto conmigo a través de los pasillos, procurando mirar en todas direcciones para tener el tiempo justo de evitarlo si llegaba a aparecer.

๑❥๑๑❥๑๑❥๑

Las primeras horas tuve suerte y no me crucé con él en ningún sitio, al medio día no tomé la clase de Biología porque al momento que atravesara esa puerta nuestro encuentro sería inevitable, así que me salté esa clase y me mantuve ocupada en la biblioteca practicando algunos ejercicios de Cálculo.

Tal como lo dije, en la mañana no tuve problema, pero después de la 1:00 PM fue como si el universo se la haya tomado en contra mía porque en la hora del almuerzo lo vi, estaba formado tras algunas chicas, esperando su turno para pedir algo en la barra del comedor. Afortunadamente, no me vio porque estaba de espaldas, lo cual agradecí para mis adentros. Reaccioné dando la vuelta y me marché de allí antes de que fuera tarde.

Más tarde iba caminando hacia mi siguiente clase y me lo encontré en el pasillo, inevitablemente íbamos a cruzarnos. Me tomé apenas cinco segundos en observarlo; estaba pálido (más de lo normal), sus labios no tenían color y sus ojos se veían apagados; estaba usando una sudadera negra que le cubría la cabeza con la capucha. Noah no parecía ser Noah, sino una versión perdida de él mismo.

Detuve mis pasos cuando sus ojos encontraron los míos, él hizo lo mismo y parpadeó repetidas veces para comprobar si se trataba de mí, al darse cuenta de que no era parte de su imaginación comenzó a avanzar apresuradamente entre la multitud para llegar conmigo.

Yo retrocedí y me giré para darle la espalda, comencé a avanzar a pasos rápidos para dejarlo atrás y a empujar a todos los que se atravesaban en mi camino para lograr escapar, llegué al extremo del pasillo y contuve la respiración cuando un par de manos fuertes me tomaron por los hombros y me hicieron retroceder hasta atraparme tras una columna de concreto; a mis espaldas sentía la pared y justo enfrente lo tenía a él y a su mirada ardiente quemándome otra vez.

Quise respirar hondo y tranquilizar el ritmo descontrolado de mis latidos, pero Noah no me dio tiempo de hacerlo, pues de un segundo a otro se inclinó sobre mí para mezclar su aliento fresco con el mío y no dejarme ver más allá de su mirada.

—Te encontré —susurró con los ojos cerrados. Su frente se apoyó en la mía y su refrescante aliento me acarició la boca al mismo tiempo que su pelo me rozó la frente.

Apoyó cuidadosamente sus manos a ambos lados de mi cintura y sentí las puntas de sus dedos rozándome la piel suavemente mientras inclinaba su cabeza hacia mi cuello, no fui capaz de moverme y tampoco pude pensar más en nada porque sus labios carnosos comenzaron a deslizarse por mi clavícula con una lentitud arrebatadora.

Me hechizaba, me paralizaba y me cautivaba de una manera indescriptible. El roce de su pelo en mi mejilla, de sus labios en mi piel y de sus dedos en mi cuerpo me provocaba un torbellino de emociones, encendía una llama expansiva en mi pecho y me hacía desear más.

Esto era lo más cerca que habíamos estado en días y tuve que admitir para mí misma que lo deseaba y lo anhelaba profundamente.

Su boca subió por mi cuello y sus pulgares levantaron ligeramente la parte baja de mi blusa, sus delgados dedos me acariciaron suavemente la cintura y yo sentí mis piernas flaquear. Me mordí el labio para no pedirle más y no demostrarle lo mucho que me afectaba tenerlo pegado a mí.

Al momento que sus labios se cerraron sobre los míos, nos fundimos en un beso feroz que me vi obligada a detener. Poniendo toda mi fuerza de voluntad levanté mis manos y las coloqué en su pecho para apartarlo.

—Detente —le pedí con voz ronca, sintiendo todavía sus labios rozando los míos.

Noah abrió los ojos, se apartó un poco y bajó la mirada a mis manos, que se mantenían suspendidas sobre su abdomen, inmediatamente un brillo malicioso apareció en sus ojos verdes.

Se lamió los labios, me agarró las muñecas con las manos y se pegó a mí hasta que pude sentirlo del todo, continuamente sus labios bajaron a mi oído y me susurraron algo malditamente seductor:

—No evites lo inevitable, preciosa.

Levanté la mirada y mi nariz rozó la suya antes de que sus espeluznantes ojos verdes conectaran con los míos.

—Noah, apártate —intenté decirlo con frialdad, pero por la mirada que me dedicó noté que no me escuché lo suficientemente segura.

—¿Vas a hablar conmigo si me aparto? Dime que sí y lo haré —expresó con calma, después soltó mis muñecas y su mano derecha se aproximó y me tocó la mejilla. Yo me eché hacia atrás para rechazar su contacto caliente.

Él hablaba en serio, así que solamente tenía dos opciones; o le decía que sí, o le decía que no, pero si me negaba no me dejaría marchar fácilmente, y en ese instante lo que más quería era recuperar mi espacio personal para no tener que respirar el mismo aire que él.

—Vale, te escucharé, pero antes de eso —lo empujé suavemente hacia atrás. Él asintió y retrocedió para dejarme espacio, tomé esa oportunidad como vía de escape, pasé por su lado y me sentí mejor al volver a formar parte del tráfico estudiantil. Di el primer paso y escuché que él también dio un paso, seguramente pensó que iba a dejarlo atrás.

—No huyas, ¿sí? —me pidió. Estaba detrás de mí, sentía su calor a poca distancia, tan cercano que me hacía desear recargarme contra su cuerpo.

Yo no sabía que decirle, y honestamente no era de esas personas que se quedaban sin palabras, más bien era de las que sabían que decir y cuando decirlo, pero esta vez no me salían las palabras.

No me volví, me limité a responder secamente su pregunta.

—Tan solo voy a sacar unos libros de mi casillero —le expliqué, aunque no tenía por qué darle explicaciones sobre nada.

—Vale —dijo él. Yo rodeé los ojos y seguí avanzando, él caminó junto a mí sin decir nada.

Me siguió hasta los casilleros, en todo momento mantuvo sus ojos sobre mí, lo que a los pocos segundos comenzó a incomodarme.

A decir verdad, me resultó extraño que estuviera allí esperando una señal mía para poder hablar cuando yo fui la que lo dejó sin darle explicaciones.

Abrí la taquilla, metí un par de cuadernos que no iba a ocupar en las próximas clases y fingí que buscaba algo entre mis cosas para ganar tiempo. Disimuladamente, miré a Noah en el reflejo del espejo para que no se diera cuenta de que me moría por fijarme en él.

Él se me quedó mirando en silencio solo unos pocos segundos, hasta que decidió hablar.

—¿Por qué ya no quieres saber nada de mí? Mira, sé que puede sonar estúpido, pero necesito que me lo digas —por el tono de su voz diría que estaba algo impaciente de oír una respuesta.

Desde luego ese no era un buen comienzo de conversación.

—Porque uno no puede seguir con alguien por quien no siente nada, ya te lo había dicho —respondí secamente, acomodando los libros de mi taquilla para mantenerme ocupada.

—Pero no es que tú no sientas nada, es que sientes mucho y eso te asusta —exclamó convencido de lo que decía.

Yo me reí abiertamente de su comentario y rápidamente negué con la cabeza.

—No te hagas películas en donde no las hay, ya bastante tengo con estar aquí manteniendo un diálogo innecesario contigo —lo miré por encima de mi hombro y dándole un repaso con la mirada me hice la desinteresada.

—Aquella tarde en mi habitación lo pasamos bien, te recité mi poema al oído y sentí lo que provocaron esas palabras en ti —recapituló él, ignorando por completo lo que dije anteriormente—, Hablamos de escribir algo y pintarlo en el techo, y fue real, no me lo estoy inventando, como tampoco me inventé que te quería, porque de verdad te quiero.

Se me aceleró la respiración al escucharle decir "te quiero" otra vez, esas palabras que tenían un significado tan profundo y aterrador. No podía oírle decir aquello porque inmediatamente me ponía nerviosa y una serie de escalofríos venían a recorrerme el cuerpo.

—Noah, tú no me quieres, crees que lo haces porque estás acostumbrado a mí, pero no es un sentimiento real —sentencié, todavía con la cabeza metida en el casillero—, Lo que sí que hubo entre nosotros fue atracción física, no fue más, no hay nada más.

—Ok —dijo con amargura y cuando pensé que estaba a punto de darse la vuelta para marcharse, lo sentí acercarse—, Ahora repítelo mirándome a la cara para que pueda creerte.

—Si te cuesta tanto aceptarlo no es mi problema —exclamé fríamente y volteé a verlo al fin. Él estaba allí, mirándome con una expresión indescifrable y escalofriante, contemplándome a través de esas gafas de nerd que no le quedaban nada mal desde ese punto de vista.

«¡Concéntrate, Ashley! Se supone que no debe de atraerte de ningún modo. Anda ya, recupera el control.»

Me sobresalté cuando se acercó y al pasar por mi lado chocó suavemente su brazo con el mío, después se apoyó en la taquilla de al lado y se cruzó de brazos.

—Anda, dímelo para que pueda aceptarlo, dime que no te importo, dime que lo que tuvimos este último mes no significó nada para ti y que esa tarde que estuviste conmigo no sentiste nada. Mírame a los ojos y repítelo, no pierdas la oportunidad y destrúyeme, hazme daño de nuevo.

La seguridad y neutralidad de sus palabras me dejaron helada. Estaba decidido a escucharme, esperando una caída y un golpe más para poder alejarse.

A pesar de pedirme sinceridad me estaba mirando con afecto, me estaba gritando a través de su mirada que su corazón todavía seguía latiendo por mí, que a pesar de lo que le dije la última vez todavía guardaba la esperanza de que le dijera lo que tanto deseaba escuchar.

Era como si se le hiciera difícil —o quise decir imposible— olvidarse de mí. Él se negaba a soltarme y a dejarme, quería recuperar lo perdido, quería que volviéramos a ser lo que fuimos y eso era algo muy jodido, porque yo también quería lo mismo.

Respiré hondo y me quedé a su lado, pero no me permití mirarlo, al menos no directamente.

—No te quiero, no puedo quererte —dije con la voz inaudible, con ese sabor amargo subiéndome por la garganta.

—¿Por qué no? —preguntó él, rozándome el brazo con su mano.

Me aclaré la garganta y contesté su pregunta sin levantar la mirada:

—Porque solo eras un juego, ya te respondí, ahora puedes irte —le indiqué con la mano el camino que podía tomar—, Ya lo dije la última vez, Noah y hoy te lo vuelvo a repetir por si no lo has entendido, no te necesito.

Guardaba la esperanza de que mi voz no se haya roto a la mitad de la oración, porque yo ya me sentía rota por dentro.

—No me estás mirando, me mientes y te mientes a ti misma —musitó molesto, como si estuviera a punto de perder la calma.

No le respondí, guardé algunos cuadernos en la mochila, empujé la taquilla y al cerrar la misma empecé a alejarme unos cuantos pasos, pero él me agarró por la muñeca y tuve que detenerme.

—Por favor, escucha lo que tengo que decirte— me pidió con súplica, rodeándome la muñeca con sus largos dedos, aferrándose firmemente a su agarre para no soltarme.

No me podía creer que estuviera manteniendo esa conversación con él, si se suponía que ya todo estaba claro y que lo de nosotros estaba en el pasado.

Me volví y el efecto que tuvo su mirada en mí no me permitió decir una sola palabra y tampoco me dio el coraje de liberarme.

«Demonios, estaba realmente decidido a no dejarme ir, y yo cada vez más decidida a quedarme.»

—Escribí Eternos para ti, no lo hacía antes, pero después de conocerte ese cuaderno se llenó de frases y párrafos que te describen y te recuerdan, me inspiro pensando en ti, escribo únicamente para ti —confesó, trasmitiéndome sus emociones y entregándome su corazón.

Entorné los ojos para fingir desinterés, dejándole ver entre líneas un absoluto desprecio hacia sus insignificantes palabras románticas. Tal como esperaba, Noah notó que lo que había dicho me importaba muy poco.

—Dije que te amaba y tú te quedaste callada, no dijiste nada y dejaste mi alma destrozada —recitó las líneas de su poema y yo me estremecí al escucharlo.

«Vale, fingir total indiferencia nunca me había costado tanto esfuerzo, quizás porque nunca tuve una conexión tan fuerte y tan real con nadie, a excepción de él.»

Intenté soltarme para salir corriendo y esconderme en el lugar más lejano de su alcance, pero Noah no me lo dejó fácil, me sujetó con más fuerza y se fue acercando peligrosamente, a la vez que yo fui retrocediendo más y más hasta que mi cuerpo chocó con los casilleros que estaban detrás de mí.

Noah apoyó las manos a ambos lados de uno de los casilleros, atrapándome entre sus brazos y dejándome sin escape, me tenía atada en su red de nuevo. Quise empujarlo, pero su cuerpo era más grande que el mío y tenía mucha más fuerza que yo, así que no logré moverlo ni un solo centímetro.

El tenerlo tan cerca me dificultaba la capacidad de pensar y actuar con la cabeza. Pensé en moverme, pero inesperadamente él
descansó su frente contra la mía, respirando pesadamente sobre mis labios.

—Devuélveme tu amor, lo quiero y lo necesito de vuelta —me susurró. Sentí sus dedos deslizándose por mi cabello y mi nuca—. Vuelve conmigo, Ashley.

Era una bonita y cruel tortura volver a oír las líneas de su poema, siendo consciente de que las escribió pensando en mí, en nosotros.

Coloqué mis manos sobre sus hombros y volví a alejarlo, no lo suficiente para recobrar el aliento, pero al menos lo necesario para observar sus ojos verdes, que esta vez no se ocultaban bajo sus anteojos.

—No va a funcionar, ya no lo intentes, no cambiaré de opinión.

Su agarre perdió fuerzas y su expresión se descompuso, volviéndose más melancólica. Cuando logré apartarlo me alejé algunos pasos, pero él me persiguió y me agarró del brazo, obligándome a dar la vuelta para que lo mirara a la cara.

—Yo haré que cambies de opinión, te mostraré lo mucho que me importas y todo lo que significas para mí.

Noah se encontraba mirándome fijamente, yo desvié la vista hacia otro lado para no tener que mirarlo, porque solamente el universo sabía lo encantador y maravilloso que era ese chico, tan maravilloso que sería capaz de ganarse todo lo que nadie me había arrebatado antes.

—Noah, es la última vez que te lo digo, desaparece de aquí y deja de fastidiarme la vida, ya he tenido suficiente de ti, se acabó —le solté sin pensar, con ira y cabreo.

Rápidamente, intenté alejar mi mano de la suya, pero él no pensaba dejarme ir tan fácilmente.

—No vas a dejarme. No voy a dejarte —repitió con la voz rota, viéndose susceptible y frágil, como si se estuviera quebrando por dentro.

Mi corazón palpitaba rápido, podía escucharlo en mis oídos y estaba a punto de entrar en pánico porque a ese ritmo Noah se daría cuenta de que yo tampoco podía mantener el control de mis latidos.

—Tienes que hacerlo —dije yo y lo empujé con todas mis fuerzas, él se tambaleó y dio un paso hacia atrás, aproveché que me había soltado la mano y me volví para irme por donde había venido. Sorprendentemente, encontré una vía de salvación a tan solo unos pocos metros de distancia; allí estaba el profesor de Filosofía revisando sus horarios en el muro de informes, él se veía completamente concentrado e inalcanzable, pero no lo estaría por mucho más tiempo.

Me giré para comprobar si Noah seguía detrás de mí, y efectivamente estaba allí, con las manos tras la nuca y la cara contorsionada de frustración.

—Vete, Noah —exclamé sin mirarlo y dirigí mis pasos hacia el hombre que se encontraba de espaldas mirando el mural escolar.

Dejé a Noah atrás, plasmé en mi rostro la mejor de mis sonrisas y me detuve junto al atractivo profesor, lo repasé de arriba a abajo con la mirada y me lamí los labios, ensimismada por su aura irresistible y su innegable atractivo.

—Es una pena que yo no asista a ninguna de sus clases, profesor Grant —dije para atraer su atención.

Él volteó e inmediatamente su mirada castaña cruzó con la mía. Había dejado cierto espacio entre nosotros, pero podía sentirlo examinándome a detalle.

—Señorita Smith, discúlpeme, no la había visto —su voz tranquila y suave me provocó corrientes en el cuerpo.

Yo nunca me había fijado en ningún profesor, porque la mayoría eran fornidos y tenían más de treinta y ocho años, pero aquel hombre que se encontraba a dos pasos de mí era todo un sueño; alto, musculoso, con rasgos varoniles, características impecables y una mirada que desprendía una sensualidad de muerte.

Curvé mis labios en una sonrisa y apoyé mi hombro en el mural sin desviar mis ojos de los suyos, a continuación, me pasé el cabello tras la oreja y ladeé ligeramente mi cabeza.

—No pasa nada, no pretendía molestarle, debí anunciarme antes —me expliqué y mi comentario le provocó una sonrisa de lo más preciosa.

—Nunca me molestaría encontrarme con usted, señorita Smith, al contrario, es todo un privilegio volver a verla —comentó con naturalidad y yo me sentí explotar de alegría.

—En ese caso, tendré que apuntarme a su clase para verle más y aprender de usted —le propuse y su sonrisa se expandió un poco más.

—Espero que lo haga —expresó él e inesperadamente extendió su mano en mi dirección, la apoyó en mi hombro suavemente y añadió con voz ronca—, En mi clase hace falta una alumna brillante y aplicada como usted.

—Lo tomaré en cuenta, profesor Edwards Grant.

Sí, me había tomado el tiempo en averiguar su nombre completo después de nuestro primer encuentro en su aula.  Me resultó imposible no averiguar más sobre él, sobre todo al leer su historial académico y personal, y enterarme de que no era casado.

Noté una mirada fija a la distancia, eché un vistazo para comprobar quién era y vi que se trataba Noah, quien todavía seguía parado junto a los casilleros, la expresión que reflejaba su rostro me arrebató el aire; se veía dolido y tenía un aspecto fatal, apagado y decadente.

Evité mirarlo y seguí hablando con el profesor, sintiendo la mirada glacial e insistente de Noah a la distancia, de reojo vi que nos miraba con frialdad y enfado, sobre todo a mí.

—Me inscribiré en sus clases el próximo año —afirmé dulcemente y él asintió acomodando las mangas de su camisa, las cuales tenía remangadas por debajo de sus codos.

En cuestión de minutos mi plan resultó fallido, porque, en lugar de conseguir que Noah se fuera, lo atraje hacia nosotros. Al chico no le importó acercarse y meterse en medio de la conversación, de hecho, cuando llegó a mi lado pasó de mirarme a mí a fulminar al profesor.

—Ashley, ven conmigo —me exigió con autoridad, agarrándome del brazo.

—Ahora no puedo, Noah —me negué y su expresión se endureció notablemente.

Su mirada significativa no podía ser más clara, me pedía que me fuera con él y que dejara de jugar con fuego.

—Sí que puedes —replicó, presionando sus dedos sobre mi piel con más fuerza de la necesaria.

—Aguarde joven, la señorita Smith está hablando conmigo —habló el profesor Edwards dirigiéndose a Noah. Intervenir para defenderme no había sido la mejor de sus ideas, de eso podía estar segura.

El rubio respiró hondo —como si quisiera controlarse y mantener la compostura— y levantó su mirada para enfrentar la del profesor con una neutralidad infranqueable. No fue difícil darme cuenta de que los dos tenían la misma estatura y que no se agradaban en absoluto el uno al otro.

—¿Hablando? —cuestionó Noah con ironía—, Créame, lo que yo tengo que decirle es más importante que esto.

Sus ojos encendidos en llamas podrían prenderle fuego al pasillo y quemar todo a su paso. Estaba cada vez más enfadado, sus ojos irradiaban ira y un profundo odio contra el profesor.

—Ya es suficiente, Noah —dije yo, liberándome de su mano. Me alejé un paso y centré mi atención en el profesor—. Le veré después.

Notaba que Noah, quien estaba detrás de mí, tenía la mandíbula apretada y las venas le sobresalían del cuello, además todos sus músculos estaban tensos, no cabía duda de que deseaba golpear al profesor con todas sus fuerzas. Se había puesto celoso a rabiar.

El profesor me dirigió una sonrisa encantadora y se despidió con un «Hasta luego», después dio la vuelta y comenzó a alejarse entre el alumnado.

Mientras el profesor se alejaba, Noah mantenía su fija mirada sobre él, como si estuviera controlando la ira que sentía y amenazaba con superarlo.

Cuando le vi cerrar los puños y encaminarse por el pasillo para seguir al hombre que acababa de irse, lo agarré del brazo y tiré de él con fuerza para retenerlo.

—¿Qué crees que haces? —le reclamé seriamente.

Le escuché reír amargamente, sin gracia alguna. El sonido bajo de su risa causó un cambio eléctrico en el ambiente.

No entendí qué le daba tanta gracia, si es que había algo gracioso en medio de esa situación.

Al verlo desaparecer y ya no tenerlo en su punto de mira, él se volvió hacia mí y se puso serio otra vez.

—No me gustó nada el modo en el que te miraba, fue repulsivo.

Le solté el brazo y me pasé la mano por el cabello, frustrada. Me clavé las uñas en la nuca y tomé una bocanada de aire.

—Estás muy mal, realmente mal —exclamé sin poder creérmelo—, No te entrometas en lo que no te importa. Maldición, permíteme respirar, me estás asfixiando, no te soporto más —en cuando lo dije le cambió la expresión a una de enfado. Le había sorprendido la crudeza de mis palabras, pero eso me daba absolutamente igual, ya no me arrepentía de nada.

Noah apartó la vista un instante y luego me volvió a mirar, con un reflejo de dolor oculto entre las sombras que vislumbraban las pupilas de sus ojos.

—No logro reconocerte, tú no eres la chica de la que enamoré —dijo en un tono grave antes de llevarse las manos a su pelo y revolverlo para después dejarlo caer sobre su frente—. No sé si no te das cuenta, pero me estás haciendo daño comportándote de este modo.

—Entonces vete —apunté con mi mano hacia el pasillo—, Estaría mejor si no estuvieras aquí —espeté, dejándome llevar por las emociones contradictorias que inundaban mi mente.

No quería tratarlo así, no me gustaba hacerlo, pero Noah sacaba lo peor de mí con su insistencia y su terquedad, ya me tenía harta.

Él se cruzó de brazos, tenía el ceño fruncido y su cara revelaba que estaba de mal humor, corrección, de pésimo humor, a punto de estallar.

—Estoy esperando que me digas la verdad, después me iré.

No logré descifrar su expresión. Sus ojos verdosos estaban clavados en los míos, perforando mis muros para llegar a mi corazón.

Se acercó y yo no fui capaz de moverme, él alargó la mano con la intención de acariciarme, pero yo sujeté su mano para que no pudiera tocarme.

—No busques una verdad que no vas a encontrar —espeté, agotada de volver a repetírselo.

Cerró los párpados dos segundos y bajó la mirada al suelo, rendido.

—Tú lo pediste, me voy —murmuró en voz baja, se apartó y pasó por mi lado sin volverse para mirarme.

Simplemente se alejó, no insistió más, me dejó atrás.

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