26
No prendas una llama si no sabes cómo detener el fuego o te quemarás en el incendio.
Me senté en el borde de la cama mientras Noah buscaba una película en una caja negra para ponerla en el DVD. Él se encontraba agachado junto al mueble del ordenador y a esa distancia mencionaba en voz alta los nombres de las películas y yo le respondía que dejara como opción las que tenían títulos interesantes o le decía cuáles no me gustaban. Noté que dejaba a un lado las que me llamaban la atención y volvía a guardar las otras dentro de la caja, acomodándolas de manera organizada.
Yo me quedé embelesada contemplando su rostro y observé cada una de sus acciones, buscando leerle el pensamiento. Estaba admirando con fascinación sus distinguidas facciones, completamente perdida en el movimiento de sus brazos y sus hombros cada vez que se contraían, en la tensión de su ancha espalda y en los contornos de la camiseta que le quedaba bastante justa y no dejaba pasar desapercibidos sus músculos ejercitados.
—¿Te gustan las de acción? —preguntó él, dándome la espalda. Se había inclinado en cuclillas para sacar las películas de la caja negra que se veía bastante pesada.
—Soy fan de las películas de acción —afirmé emocionada, cruzando las manos sobre mis rodillas y moviendo mi cabeza hacia ambos lados para apartarme el pelo de la cara.
—En eso coincidimos —comentó, mirando atentamente una serie de portadas que sostenía entre sus manos—. Tengo varias opciones buenas.
Cuando me cansé de esperar, me levanté de su cama y caminé hacia él, me detuve a su lado y me incliné ligeramente hacia abajo para poder leer los títulos por encima de su cabeza, apoyé las manos en sus hombros e incliné la cabeza hacia la derecha, de modo que mi cabello cayó como cortina a ambos lados de mi cara.
—Ready Player One, es una de mis favoritas —dijo él y yo miré la portada de esa película. El diseño se veía llamativo y la ilustración era buena, aparentemente la trama se desenvolvía en torno a un juego de realidad virtual. Si a él le gustaba debía ser buena.
—Veamos esa —apunte con mi dedo índice la película que tenía en su mano—, Desde ahora te aviso que no me gustan los finales malos —le advertí con los ojos entrecerrados y escuché su risa ronca tan pronto me llegó a los oídos.
—Si tuviera un mal final a mí tampoco me gustaría, créeme —sentenció risueño. A continuación, elevó su mano hacia atrás para darme la película, yo la tomé y estaba a punto de apartarme cuando sentí sus dedos fríos sobre los míos, que todavía permanecían estáticos sobre sus hombros.
Tomé ese gesto como una señal de que me quería cerca, así que bajé un poco mi cabeza hasta quedar a su altura; él volteó y se me quedó mirando con una sonrisa resplandeciente, yo le mantuve la mirada y me reflejé en sus ojos, que se veían oscuros por la falta de luz en esa parte de la habitación. Aproveché que su mirada bajó de mis ojos a mis labios y deposité un fugaz beso en su mejilla, dejándole una marca roja que le dio a su aspecto una apariencia de lo más adorable.
Me incorporé con un ligero rubor en las mejillas y fui a poner la película en el DVD para reproducirla en la pantalla.
El televisor ya estaba encendido, pero tenía que cambiar la opción de la TV a DVD.
—¿Dónde tienes el control? —cuestioné mirando por todas partes, pues no veía el pequeño objeto negro en ningún lado.
—Ya te lo paso —le escuché decir y asentí sin saber si ya estaba mirándome o si todavía seguía agachado en el suelo.
—Tienes una gran colección de películas... y pensar que yo las rento para poder verlas cuando tú tienes una caja y una repisa llena de ellas —comenté, pasando los dedos sobre el mueble que estaba repleto de películas en DVD.
—Soy coleccionista de las mejores producciones de cine desde que tengo memoria —me sorprendió ese hecho y el que lo dijera como si fuéramos grandes amigos o conocidos cercanos, igual que si me estuviera contando un secreto.
—No conocía esa faceta de ti, Noah. ¿Hay algo más que debería saber? —exclamé alegremente, volviendo mi cabeza para observarlo.
Noah estaba al otro lado de la habitación, de espaldas a mí, buscando el control entre algunas hojas dispersas en el escritorio. Yo no pude evitar mirar descaradamente su imponente espalda, sus hombros musculosos y sus brazos fuertes. Estaba tan bueno que me apetecía darle un buen mordisco.
Noah me lanzó una mirada profunda y cariñosa, mirándome por encima de su hombro, a continuación, se agachó de nuevo y abrió el cajón de madera del escritorio. Escuché que movió las cosas de un lado a otro y sonreí como boba recordando aquella vez que lo vi en el corredor delante de la máquina dispensadora, frustrado porque la barra integral se quedó atorada en el interior de la máquina y se tragó su dólar.
—Lo encontré —me informó él, sacándome de mis pensamientos.
Se iba a incorporar, pero se detuvo en el intento, apoyando una mano sobre el mueble que tenía a un lado y la otra sobre su cabeza.
—¿Todo bien? —le dije y vi que asintió rápidamente.
—No es nada, es solo un leve mareo, suele pasarme a menudo —respondió con serenidad para no alarmarme. No hice más preguntas al respecto.
Él se puso de pie y caminó hacia mí, pasando el control de una mano a la otra. Nunca había prestado atención a ese detalle, pero en aquel momento me pareció muy alto; me superaba por una cabeza y me doblaba el tamaño, y su atractivo innato solamente le otorgaba más puntos a su apariencia.
Cuando llegó a mi lado pude oler su perfume y percibí su cercanía. Él extendió el brazo para programar el DVD con el control, su pecho se pegó a mi espalda y su olor invadió el aire por completo, capturándome con su frescura.
Al procesar el disco, la pantalla comenzó a pasar las imágenes de la película y mostró las opciones de: Play, Scenes, Language, Set Up.
Noah pulsó el botón en la primera opción y la película dio comienzo. A continuación, me tomó de la cintura y me apretó contra él. Su mentón se apoyó en la curva de mi cuello y movió ligeramente la cabeza, pegando por completo su boca a mi oído y erizándome la piel con su aliento.
—¿Lista para ver esta película? —apuntó la pantalla con su cabeza. Sentí el roce de sus manos en mi vientre a la vez que su mejilla y la mía se rozaban.
—Más que lista —respondí y dejé mis manos suspendidas en sus antebrazos.
Él sonrió y me tomó entre sus brazos, caminó de espaldas, llevándome junto con él y me empujó para tumbarme en la cama; él cayó primero y yo caí encima de su cuerpo. Sus manos permanecieron en mi cintura y las mías cubrieron mi rostro para controlar mi ataque de risa. Como único ruido en la habitación se oía el sonido de nuestras carcajadas resonando entre las paredes.
«¿Qué estás haciendo, Ashley? No deberías estar riéndote con él», me recordó mi subconsciente, pero pasé de sus advertencias porque no había estado más cómoda con alguien en mis dieciocho años de vida.
Sentía su respiración junto a mi oído, percibía los latidos de su corazón tras mi espalda. En esa posición solamente podía mirar el techo y sentirlo a él debajo de mí, sujetándome la cintura y presionándome contra su pecho.
—Mira —apunte hacia el techo con la mano—, Allí arriba hay suficiente espacio para que escribas algo —abarque el techo blanco moviendo mis dedos como si estuviera trazando una figura y cuando estuve a punto de bajarla, la suya sujetó la mía y nuestros dedos se entrelazaron.
—Podríamos escribirlo juntos —me propuso con la voz ronca y sentí sus labios rozándome el oído.
—Estaría bien —accedí sin pensar y moví un poco mi cabeza para dejarle mirar el techo—, Yo me encargo del diseño artístico y tú puedes trabajar en el escrito. Mira... se me ocurre que el diseño podría ser azul y las letras de color negro, con tipografía en cursiva, pero es el techo de tu habitación, así que tú tienes la última palabra.
Ni siquiera entendía por qué estaba haciendo planes con él si se suponía que lo que teníamos era puramente físico, pues sabía perfectamente que al hacer algo juntos sobrepasaría los límites de la indefinida relación que manteníamos y eso no podía ser bueno para ninguno de los dos.
—Te dejo a ti la última palabra —me susurró tras la oreja y me estremecí. Él lo notó porque, de inmediato lo sentí tensarse bajo mi cuerpo.
Seguramente mi peso le estaba adormeciendo el cuerpo, pero no me decía nada para no separarse de mí. Yo tenía en la cabeza la absurda idea de que su cercanía era indispensable para cada partícula de mi ser.
En ese instante terminó la canción inicial de la película y comenzó a hablar el que supuse que era el protagonista, los dos volteamos a ver la pantalla y dijimos al mismo tiempo:
—Ya ha comenzado.
Fue como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, aunque, en realidad solo dijimos lo mismo por simple coincidencia y eso nos causó risa.
Deje caer mi cuerpo a un lado y los dos terminamos tumbados el uno junto al otro. Nos acomodamos para quedar mirando hacia la pantalla, yo terminé acurrucada junto a él, con la cabeza recostada en su pecho y la espalda pegada a su torso; en esa posición sentía sus brazos alrededor de mi cintura y sus manos acariciándome lentamente los brazos.
Ambos prestamos atención a la película y nos quedamos en esa posición un rato más, hasta que él subió un poco la mano y me rodeó los hombros con el brazo. Cada cierto tiempo sus dedos se deslizaban por mi cabello, acariciando suavemente mi nuca o formaban círculos bajo mi hombro.
Decir que eso me parecía extraño no abarcaba en su totalidad lo que estaba experimentado de verdad, porque, el estar pasando una parte de mi tiempo libre mirando una peli con él era... jodidamente raro, una total locura, casi como un sueño, de esos que son imposibles de creer porque resulta remotamente real que estén sucediendo de verdad.
Inesperadamente, él me dio un beso muy suave detrás de la oreja. Rápidamente enfoque la vista en él levantando el mentón y me queje en voz baja.
—¡Hey, me haces perder la concentración! —lo acuse con los ojos entrecerrados e infle mis mejillas como niña pequeña—, Estaba viendo la película, no quiero perderme un solo detalle.
—Y si dejas a un lado la película y te centras solamente en mí —susurró rozándome la oreja con los labios. Estaba mostrándome una sonrisa juguetona a la que no me podía negar.
Me separé de su pecho y me apoyé en mi codo para contemplarle de perfil. En algún momento se había quitado los lentes y los había dejado a un lado de su lámpara. Sus ojos se veían relucientes a causa de la luz de la tarde que se adentraba a través de la abertura de las cortinas de la ventana; estos se veían de un tono esmeralda suave con una mezcla ligera del color de las hojas florales en la primavera.
—Estaré encantada de perderme esta parte de la película —exclamé, pasándole la mano por la mejilla muy despacio y deslizando los dedos por su mandíbula y su cuello para recorrer su piel con mis caricias.
Noah se inclinó sobre mí con las rodillas a un lado de las mías, deslizó su mano por mi nuca y me atrajo hacia él; nuestros alientos chocaron y en fracción de segundos nos reflejamos en los ojos del otro en una mezcla distorsionada de sombras y luces.
—Una decisión de la que no te arrepentirás, porque esos labios deliciosos son míos y de nadie más.
Al tiempo que lo dijo su dedo índice recorrió el contorno de mi boca.
Yo sonreí, él sonrió y tuve la impresión de que los segundos se suspendieron, de que el tiempo se absorbió y se suspendió en un reloj de arena.
Su boca vino a buscar la mía y yo le facilite el acceso con los labios entreabiertos. Al momento que su boca encontró la mía, yo me perdí en su suavidad y en su calidez. Lo atraje un poco más, colocando mi mano tras su cuello para profundizar el beso, él se dejó guiar a mi ritmo y terminó casi encima de mí, con sus manos a ambos lados de mi cara.
Yo deslicé mis dedos entre su cabello y eché la cabeza hacia atrás hasta dejarla apoyada sobre una de las almohadas. Sus labios saboreaban los míos a un ritmo lento y sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del universo para besarme y cautivarme con cada roce.
Se me aceleró el pulso cuando noté la mano de Noah recorriéndome la espalda, sus dedos colándose por debajo de mi blusa, dejando mi piel ardiendo en cada fragmento que tocaba y acariciaba. Me atravesó una sensación arrebatadora, se me cortó el aliento y mi pecho comenzó a vibrar desatado por la adrenalina.
Su boca descendió por mi garganta y siguió cubriéndome de besos el cuello mientras que sus manos recorrían la piel descubierta de mi espalda, siguiendo su trayectoria por debajo de mi blusa, marcado con sus yemas mi vientre y dibujando pinceladas por doquier.
Mi corazón latía muy deprisa, estaba a punto de explotar. Todas esas emociones y sensaciones me superaban, me aterraban y extasiaban a partes iguales.
Noah me dejó besos cálidos en el cuello, en las mejillas y en la clavícula. Me mordió el lóbulo de la oreja y me succiono un fragmento de piel para marcarme a fuego, despertando en mí una sensación electrizante que lanzó chispas por cada parte de mi cuerpo, al transcurrir los segundos esa pequeña chispa estalló como fuegos artificiales dentro de mi pecho y provocó un incendio en mi interior.
Sus hermosos ojos verdes se clavaron en los míos cuando colocó sus manos sobre mis mejillas. Vi en sus pupilas el anhelo que sentía por mí.
Se notaba que estaba nervioso, pero dejando de lado cualquier rastro de duda, sus labios volvieron a los míos con ferocidad, como si el que le respondiera el beso le hiciera sentirse liberado y aliviado. Y entonces volvió a ser el Noah apasionado que echaba tanto de menos. Me dio ese beso que tanto había anhelado desde que pise la habitación; un beso puro y salvaje, cargado de pasión y deseo. Sus labios tomaron posesión de los míos al tiempo que me metió la lengua en la boca. Yo solté un suspiro de placer, totalmente hechizada.
Él tenía la piel muy suave, deseaba pasar mis manos sobre su pecho y besarle, besarle mucho. Ansiosa por saborearlo, le coloqué los labios en el hueco de la clavícula y le acaricié el cuello con la nariz mientras mis manos se deslizaban bajo su camiseta. Noah suspiró ante mi contacto y cerró los ojos.
Yo cerré los míos y sentí también el roce ligero de sus labios húmedos trazando un camino de mi cuello hacia mi boca. De repente, se lanzó con urgencia sobre mis labios y nos fundimos en un beso arrebatador y apasionado mientras nuestras lenguas se buscaban desesperadamente y se unían salvajemente.
Sus dedos se entrelazaron en mi cabello, me acariciaron la nuca y el cuello con el roce de una pluma. Las palmas de sus manos me rozaron los hombros y se deslizaron por mis brazos hasta cerrarse en torno a mi cintura, manteniéndome lo más cerca posible de él y de su cuerpo.
Labios calientes y suaves me recorrían la clavícula con deleite y yo suspiraba, enloquecida y maravillada.
Cuando menos lo esperaba, me llegó al oído el más tenue susurro. Su aliento en mi oído y en mi cuello, su boca rozando mi piel ardiente, pronunciando esas palabras:
—Creo que estoy enamorado de ti, realmente te quiero —dijo él de pronto, causándome un choque emocional. Su confesión me hizo volver de golpe a la realidad.
No estaba segura de haberlo oído bien ni de que sus palabras hayan sido precisamente esas. Todavía no respiraba con normalidad, seguía envuelta en los sucesos anteriores. Me tomé algunos segundos de reflexión, pensando en las posibilidades de que su declaración fuera realmente cierta, quise pensar que no lo dijo, pero cuando volví a abrir los me encontré con un par de ojos verdes mirándome con amor. Amor en sus cuatro letras, un amor infinito y verdadero que no se podía ocultar.
Sentí un revoloteo en el estómago, las famosas mariposas haciendo acto de presencia y burlándose abiertamente de lo estúpida que había sido todo este tiempo al pensar que lo que tenía con él no era diferente a lo que solía tener con otros, pero claro que era distinto, mucho más complejo y complicado de lo que quería creer. Temí por un segundo también estar enamorada.
Amor. El amor te vuelve débil, te hace vulnerable, te hiere, te lastima y te deja secuelas.
«Yo no podía estar enamorada, no de él, ni de él ni nadie, solamente estaba confundida.»
Para no tener que responderle, recosté mi cabeza en su brazo y hundí la cara en su pecho, no hice un ademán de tocarlo y me mantuve quieta, esperando que pensase que me había quedado dormida. Era lo mejor, si no decía nada y fingía no haberlo escuchado todo seguiría igual entre nosotros.
Eso también fue un error, porque con el simple hecho de quedarme allí y no haber salido corriendo al oír su confesión, admití para mí misma que sentía algo muy intenso por Noah, algo que iba más allá de la atracción física.
Esa misma tarde tomé la decisión de que esa sería nuestra última tarde juntos, al siguiente día se acabaría, lo dejaría, me alejaría y seguiría con mi vida como si ese momento jamás hubiera ocurrido.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
Lo que empezó como una tarde se películas terminó con un laberinto de sentimientos encontrados. Para la mayoría de las chicas debe ser todo un sueño que un chico les confiese su amor (especialmente un chico como Noah) y diga estar enamorado de ellas, para mí aquello fue como una pesadilla, una interminable y agónica pesadilla de la que quería despertarme.
No estoy segura de cómo es que logré permanecer a su lado durante el resto del tiempo faltante de la película, pero lo conseguí, y una vez que la misma terminó le dije a Noah que debía irme antes de que se hiciera de noche, él estaba serio y silencioso, aparentemente estaba absuelto en sus pensamientos, y a los pocos segundos escuché que proponía acompañarme a mi dormitorio, yo le dije que no era necesario, Noah no me respondió, y yo supe que debía irme, así que me separé de su lado, al incorporarme me puse mis zapatos, caminé hacia la puerta y antes de abrirla miré hacia atrás, Noah seguía en la cama, pero ya no estaba recostado, se había incorporado y estaba sentado en el lateral izquierdo de la cama, dándome la espalda, una de sus manos estaba entrelazada en su cabello desgreñado y la otra la tenía apoyada sobre su rodilla, a pesar de que no le veía el rostro noté que tenía los ojos cerrados y los labios apretados.
Su postura me dejaba claro que se sentía desilusionado y abatido, no cabía duda de que se estaba arrepintiendo de haberme dicho como se sentía. Yo también estaba arrepentida de mi decisión, bien pude haberme ido con Logan a hablar a otro sitio, pero no lo hice, me quedé con Noah y estás eran las consecuencias.
—Te veré luego —fue lo único que se me ocurrió decir. Al oírme vi como su cuerpo se tensó y los músculos de su espalda y hombros se contrajeron.
No dijo nada y yo tomé su silencio como una señal de que quería que me fuera, de que ya no quería que le dijera nada más.
Lo que sea que teníamos se había acabado, se terminó cuando atravesé el umbral y cerré la puerta sin mirar atrás.
No miré hacia atrás porque al irme sabía que me dolería o tal vez no me atreví a hacerlo porque ya me estaba doliendo decirle adiós.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
Esa noche no podía dormir, estuve despierta varias horas, recordando los buenos momentos que pasé con Noah. Estar con él había sido perfecto, en todo ese tiempo no vi las señales de advertencia, no las pude ver, no las quise ver. Lo más lamentable era que, al final, cada conversación, cada mirada compartida, cada sonrisa y cada palabra nos habían llevado al distanciamiento, uno inquebrantable.
Si se tratara de otro chico seguramente no me importaría y estaría durmiendo con la consciencia tranquila, pero en ese momento sentía todo lo contrario, una presión molesta me traspasaba el interior del pecho y sentía un nudo en la garganta que no me dejaba respirar y que ya comenzaba a volverse asfixiante.
Con Noah todo era tan difícil, y no cabía duda de que se volvería aún más difícil cuando le dijera que todo se había terminado. Mi lado razonable se negaba a dejarlo, pero la parte de mí que estaba segura de lo que me convenía me proponía pasar de hoja y olvidarme de él.
En la madrugada dejé de darle vueltas al asunto y cerré los ojos. Nada, el sueño no llegaba a mí. Al intentarlo nuevamente comencé a contar los segundos hasta que mi mente se nubló y fui vencida por el agotamiento.
Dormí algunas horas, o tal vez no lo hice porque cuando llegó la mañana el cansancio todavía no se había ido; se me cerraban los ojos y mis piernas no tenían la fuerza suficiente para pisar el suelo y dar el primer paso.
Milagrosamente, logré incorporarme de la cama, después de frotarme los ojos con las yemas de los dedos avancé un par de pasos y me puse lo primero que saqué del armario: un jersey tejido de color púrpura y unos jeans oscuros. A continuación, tomé el cepillo del tocador y me desenredé el pelo, al final me lo dejé suelto porque tenía pereza de cepillarlo y de trenzarlo. Ni siquiera me di un repaso en el espejo antes de salir de mi habitación —la cual seguía recordándome a Noah también—, algo nada propio de mí.
Cometí muchos errores e hice cosas injustificadas solamente para estar con él, una de ellas fue el haber permitido que entrase a mi habitación, otra fue que yo nunca debí entrar a su habitación ni pasar tanto tiempo en su compañía.
Ya no más, eso se había acabado, tenía que volver a ser la misma Ashley de siempre.
Una vez que estuve lista salí del dormitorio, caminé y divagué por los pasillos como una sonámbula, saludando a los estudiantes que me llamaban por mi nombre o me daban los buenos días. Estaba tan concentrada en no chocar con ninguno de ellos que por poco no me daba cuenta de que Noah venía del otro lado. Yo me dirigía hacia el pasillo por el que él venía avanzando, lo que se resumía a que estábamos a punto de cruzarnos y yo todavía no tenía claro qué pensaba decirle ni estaba preparada para enfrentarlo, así que me escondí detrás de una fila de casilleros y me pegué a la columna de concreto para que no pudiera verme. Tras algunos segundos lo vi pasar a menos de un metro de distancia. Iba distraído, mirando hacia enfrente con aire pensativo; se veía alicaído, totalmente ausente de lo que sucedía a su alrededor.
Él no me vio, lo que fue un alivio enorme para mi corazón, que se había quedado paralizado y suspendido al volver a verlo después de lo ocurrido la tarde anterior.
Esperé un minuto antes de asomar mi cabeza para comprobar si el espacio estaba despejado; a esa hora de la mañana el pasillo era transcurrido por el tráfico de estudiantes, lo que dificultaba encontrarlo entre las decenas de cabezas y cuerpos que se cruzaban y se dirigían a lados contrarios, pero logré visualizar su cabellera rubia a diez metros de distancia, deslumbrando por la luz del sol que se adentraba a los pasillos.
Salí de donde estaba metida y comencé a caminar otra vez, esquivando hombros, pidiendo permiso y apresurando el ritmo para no perderme la primera clase.
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