25
A veces para demostrarle afecto a alguien no hacen falta palabras, solo amor.
Después de almorzar con Noah y de que la conversación haya tomado un rumbo incómodo los dos parecimos estar de acuerdo en no decir nada más. Yo me comí la ensalada y él se mantuvo en su sitio contemplándome con la espalda en el respaldo de la silla y los brazos cruzados sobre el pecho. Ninguno dijo nada hasta que sonó el timbre que anunciaba que las próximas clases comenzarían en pocos minutos.
Todos los estudiantes se levantaron de los asientos y fueron saliendo unos tras otros de la cafetería, Noah y yo hicimos lo mismo y caminamos uno al lado del otro hasta que llegamos al final de un pasillo; yo debía seguir por el corredor a mi izquierda y Noah se iría por el del lado derecho. Nos miramos al mismo tiempo y sonreímos, él se inclinó hacia mí y me besó en la mejilla, el pulso se me aceleró cuando sus labios suaves me rozaron la piel, pero me obligue a ocultar el escalofrío que me provocó para que no se diera cuenta de eso.
Hubo silencio y una química creciente que no había experimentado antes con él, lo que me permitió que pudiera despedirme y decirle que nos veríamos después.
Ambos nos fuimos por caminos diferentes y solo cuando estuve segura de que él ya no me vería me giré y di vuelta para observar como su sombra se iba haciendo más y más lejana hasta que se adentró a un aula y lo perdí de vista.
Inspiré hondo y eché la cabeza hacia atrás para refrescar mis ideas. Pensé para mis adentros que lo que mantenía con Noah no tenía por qué acabar mal, aunque tampoco quería preocuparme por eso todavía, él y yo estábamos bien, lo pasábamos bien y eso no significaba que él me quisiera o yo a él, solamente era comodidad.
Tara se detuvo junto a mí y entramos juntas a la clase, una vez dentro nos sentamos juntas y hablamos de nuestro fin de semana mientras esperábamos la llegada del maestro, yo procuré no mencionar a Noah ni a Logan, pero allí estaban sus nombres rondando por mi cabeza y robando parte de mi atención.
No sé cómo conseguí tomar apuntes si ni siquiera pude concentrarme una sola vez en la explicación del profesor Walter. En la siguiente clase de matemáticas avanzadas nos pusieron a resolver ecuaciones, afortunadamente las resolví correctamente y salí quince minutos antes que mis demás compañeros.
De camino al dormitorio me propuse ponerme a estudiar y a repasar apuntes para mantener mi mente ocupada en otra cosa.
Me veía allí leyendo apuntes, pero no estaba del todo allí, una diminuta parte mía seguía susurrándome el nombre de Noah y eso hizo durante horas y horas hasta que apagué la luz y me quedé dormida en el sofá, ya que no me apetecía tumbarme en la cama y tampoco me apetecía pensar en nada.
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Ya era martes, aproximadamente eran la dos de la tarde. En la mañana asistí a clases con las energías al tope, no me desconcentre en ningún momento y mantuve a Noah lejos de mis pensamientos, en el sitio que debía estar siempre que no estábamos juntos.
Habían cancelado la última clase del día porque la profesora Johnson se había ausentado —debía atender un asunto familiar según entendí—. Logan y yo aprovechamos ese tiempo libre para pasar el tiempo juntos y platicar de temas de entretenimiento para no aburrirnos.
Visto que la clase de Historia contemporánea se había suspendido todos los chicos y chicas del grupo se habían ido a practicar deporte en la cancha, nosotros aprovechamos esa oportunidad y nos metimos al dormitorio de chicos para que nadie nos interrumpiera y nos molestara.
Los dos nos quedamos en el living del dormitorio para prevenir malentendidos o rumores. Tenía a Logan a mi lado, apoyado en el costado del sofá con los brazos extendidos a los lados. Yo tenía las piernas cruzadas, los codos apoyados sobre las mismas y las manos entrelazadas, en esa posición observaba el techo blanco y las lámparas brillantes que iluminaban la estancia mientras escuchaba lo que Logan estaba diciéndome.
—El sábado fui a mi casa, mi padre me dijo que habían organizado una cena familiar y que tenía que asistir si o si, me negué y le dije que tenía cosas que hacer, pero tú lo conoces, dijo que era mi obligación asistir y al final tuve que ir —rodeó los ojos y apretó los labios para demostrar que asistió solamente porque no tuvo alternativa—, Cuando llegue no sabes las caras que pusieron, mi madre me miró bastante preocupada y me examinó cuidadosamente la cara y los moretones, me preguntó qué me había pasado, y yo me inventé una historia, aparentemente me creyó, pero me dio un sermón de que tenía que cuidarme y no meterme en más líos. El siguiente en verme fue mi padre, me miró con seriedad e imparcialidad y dijo que no había justificación para que su hijo menor llegara en esas condiciones a su casa, ni siquiera me preguntó si estaba bien y tampoco me permitió decir nada, solamente me dirigió una mirada severa, me mandó a mi cuarto y dijo que ya hablaríamos después de mi castigo.
Al escucharlo me sentí mal por él, porque ya sabía que cada vez que iba a su casa era como volver al infierno y a los gritos y reclamos de su padre, diciéndole en cada oportunidad que desearía que se comportara como sus hermanos mayores y no como un adolescente problemático e insolente, era esa la razón por la que Logan odiaba estar en casa y prefería estar internado en este colegio.
Me apenaba su situación y no me gustaba nada verlo así de desanimado y apagado, pero es que tenía sus razones para estarlo: su equipo había perdido la oportunidad de pasar a las finales y en vez de recibir el apoyo de su familia recibió regaños y un castigo que viniendo de su padre debió de ser pésimo.
Lo observé con detenimiento para evaluar la mejoría de los golpes y hematomas que todavía eran visibles en su rostro; tenía marcas moradas en los pómulos y en la nariz, la herida de su labio apenas estaba cicatrizado, leves moretones en las comisuras de la boca y justo arriba de su ceja había un hematoma que estaba cubierto por su cabello rubio. Admití en silencio que aún con esas heridas y moretones seguía luciendo muy atractivo; su nariz fina, sus labios rojos y carnosos, su mentón definido y su mandíbula sobresaliendo de su cuello, sus ojos azul celeste y sus pupilas dilatadas por la poca iluminación. Sus rasgos faciales eran perfectos y se ajustaban perfectamente a su personalidad misteriosa.
—¿Te duelen todavía los golpes? —la pregunta escapó de mis labios antes de que pudiera disuadirla.
Logan volteó a verme e inclinó su cabeza a un lado en sentido de negación. Tomó una bocanada de aire y lo soltó antes de responderme.
—Ya estoy mejor —su tono fue ronco y cansado.
—Te recuperas muy rápido, eres afortunado —comenté, extendiendo mi mano y dándole un apretón en el hombro.
Distinguí el reflejo de una sonrisa apagada en su expresión y después vi que apartó la mirada y la mantuvo fija en el suelo.
—No, no lo soy —susurró más para sí mismo que para contestarme—, Sabes que acabo de ser rechazado por la chica que quería... eso no es ser afortunado —añadió, sin mirarme a los ojos en ningún momento.
Honestamente, estaba esperando a que sacara el tema porque tenía curiosidad de saber lo que había pasado después del partido y de que Zach se fue detrás de Hayley, por la evasión de su mirada y la dureza de su voz me confirmó que estaba devastado, casi le escuché decir: Hayley se decidió por Zach, ya sé que sigue estando de su lado a pesar de lo que hizo. Simplemente, no le puedo perdonar que le haya hecho tanto daño a mi mejor amigo con sus idas y vueltas.
¡Qué perra!
El silencio estaba interpuesto y uno de los dos tenía que romperlo, capte que debía hablar yo cuando vi el reflejo cristalino de sus ojos, la amargura con la que miraba al vacío y lo tensos que tenía los músculos. Logan Harrison iba a llorar delante de mí, se mostraría débil y vulnerable por primera vez, dejando atrás su apariencia de chico insensible y mostrándome al chico oculto tras la máscara y yo no quería eso, preferiría mil veces que estuviera enfadado a triste.
—Mira el lado bueno, acabas de librarte de alguien que no te convenía —exclamé en un tono severo imitando su tono de voz.
Logan se inclinó hacia enfrente, colocó los codos sobre sus rodillas y entrelazo los dedos en su pelo para tirar de sus raíces y canalizar su frustración en otra cosa. Vi que se frotó la nuca varias veces sin saber qué responderme.
—He perdido otra vez, ¿no lo entiendes? Haga lo que haga él sale ganando, todos ganan y yo pierdo.
Me recliné en el respaldo del sofá y me apoyé en él, después mordí mi labio y crucé mis brazos sobre mi regazo sintiendo unas ganas incontrolables de acortar la distancia entre nosotros para así darle un reconfortante abrazo, pero sabía con certeza que no podía perder la compostura porque si lo hacía me arrepentiría más tarde.
El silencio volvió a reinar entre nosotros y yo lo quería romperlo a toda costa para hacerle olvidar a Hayley y a Zach y para que no se atormentara más pensando en sus problemas ni recordando a su querida Emma.
Él estaba a poca distancia de mí pasándose las manos por el rostro con la vista fija en el suelo, noté que estaba esforzándose en no derramar una sola lágrima, con mucho esfuerzo superó ese sentimiento amargo y logró controlar sus emociones, tras algunos segundos recargó el codo en el borde del sofá y apoyó la cabeza sobre la palma de su mano, a continuación, enredó los dedos entre su cabello y me miró a través de sus largas pestañas castañas.
—Me pregunto por qué las chicas que me gustan y me importan nunca se fijan en mí —hizo una pausa y luego continuó—, ¿Acaso hay algo malo en mí? —cuestionó en voz baja, no estaba segura de haberlo escuchado bien.
—Es imposible que haya algo malo en ti —sentencie con firmeza.
Él suspiró hondo al escucharme, cerró los ojos y se tomó unos segundos más antes de alzar la cabeza para al fin mirarme; el dolor y la melancolía que vi en sus ojos me paralizaron.
—Creo que, si lo hay, porque esa chica me lo confirma siempre que lo elige y se va con él. Es doloroso tener que estar allí y verlo sin poder hacer nada para estar en su lugar, me rompe por dentro no ser yo el que esté con ella —dijo en un tono frío y sepulcral que me provocó un ligero sobresalto.
No dije nada, era una de esas pocas veces en las que no tenía nada que decir. Él se me quedó mirando en silencio unos segundos, como si estuviera esperando un gesto o un movimiento de mi parte.
Cuando recuperé mi voz me aclaré la voz y me mordí la uña del dedo pulgar para calmar los nervios que me recorrían las venas.
—Hayley es una estúpida por menospreciarte de ese modo —le aseguré con un nudo en la garganta, sintiendo el deseo creciente de ir a buscarla para decirle un par de verdades a la cara.
Logan se pasó la mano por la cara, frustrado. Cuando sus ojos recayeron de nuevo en los míos, el azul de su mirada se intensificó y su cuerpo se tensó notablemente sin una razón aparente.
—No estoy hablando de Hayley —susurró con la voz extremadamente ronca, estudiando mi mirada y mis expresiones.
Sus palabras me hicieron perder la capacidad de hablar, me arrebataron la capacidad de pensar en algo coherente o lógico. El corazón me latía tan acelerado que parecía que iba a salirse de mi pecho y a abandonar mi cuerpo.
Por la mente me pasaron mil ideas dispersas y cambiantes de lo que podían significar sus palabras; él dijo: —No estoy hablando de Hayley—, pero entonces, si no hablaba de ella se refería a...
El sonido de la puerta del dormitorio abriéndose me sacó de mis propias convicciones. La mirada de Logan y la mía recayeron en la silueta del chico que acababa de entrar y se había quedado estático al encontrarnos allí juntos.
Su mirada iba de uno a otro, buscando algo que pudiera responderle el qué hacía allí y el por qué estaba con Logan a solas en el dormitorio de chicos, pero no parecía alterado o molesto, solo se le veía confundido y desconcertado.
Al momento que habló me sorprendió el tono relajado que decidió emplear.
—No era mi intención interrumpir.
Hubo algo en la manera en que lo dijo que no terminó de convencerme, porque era obvio que ver a Logan y verme a mí le sentaba fatal, el vernos juntos lo hacía rabiar, pero se contenía y se abstenía de decir lo que pensaba al respecto.
—No interrumpes nada —dije yo atrayendo su atención y la de Logan, quien aparentemente no tenía intención de girarse y observarle.
—Claro que no interrumpe nada —musitó el rubio de ojos azules, hablando entre dientes.
—Siendo así no creo que les moleste mi presencia —dijo enérgicamente con una postura de lo más relajada.
Noah cerró la puerta a sus espaldas, le vi recorrer el living, se detuvo cerca de la esquina, dejó caer al suelo la mochila negra que colgaba de su hombro, tomó asiento en un sillón reclinable y pequeño, después sacó un libro de su mochila y comenzó a hojearlo con calma, buscando el separador para retomar su lectura.
Al notar que nosotros seguíamos observando lo que estaba haciendo, cerró lentamente el libro y nos miró interrogante a través de los anteojos que llevaba puestos. Su actitud imparcial me parecía surrealista.
—Ustedes sigan con lo suyo, no voy a molestarlos —nos aseguró, trasmitiendo tranquilidad y amabilidad—, Yo estaré ocupado leyendo —señaló el libro que sostenía entre sus manos para convencernos de que lo decía en serio.
Logan se volvió hacia él y le lanzó una mirada de reproche por haberse entrometido en el dormitorio, como si quisiera advertirle que su presencia en el living estaba de sobra.
—¿Por qué me miran así? —preguntó él, como si la respuesta no fuera obvia.
—Es curioso... —expresé mis pensamientos sin querer, pero me callé inmediatamente.
La mirada de Noah se posó sobre mí y en cuando lo noté me atravesó un horrible escalofrío que hice desaparecer con un solo parpadeo.
—¿Decías algo? —insistió Noah y yo negué con la cabeza.
Sentía un frío helado recorriéndome la espalda y subiendo lentamente por mi columna, las sensaciones que experimentaba se debían a él, a su persistencia y magnetismo que provocaban estos extraños efectos sobre mí y no me gustaba para nada que él tuviera ese poder de atracción sobre mí.
Logan se rascó la coronilla desinteresadamente y dejó de mirar a Noah, volviéndose una vez más hacia mí.
—Emh... Ashley, puedes...
Mis ojos miraban por encima de su hombro al chico de ojos verdes que no me quitaba la mirada de encima y me dirigía una sonrisa seductora y provocativa. Estaba encantador, se veía tan magnífico con la ropa que llevaba puesta; jersey verde, pantalones desgastados y zapatos negros a conjunto; con esa postura sensual que mantenía y esa manía de pasarse los dedos por el pelo para apartárselo de la cara.
«Dios, era un hombre absolutamente irresistible, imposible negarlo con ese encanto y esa labia que se cargaba.»
Me atraía y me gustaba a morir, de eso ya no tenía duda. En ese poco tiempo había descubierto que me sentía a gusto cuando estaba con él y que se robaba toda mi atención cuando lo tenía a la vista; me encantaba como su mano se perdía en su sedoso cabello rubio, me fascinaba el color verdoso y azulado de sus ojos y también me gustaba que llevara esos anteojos puestos porque lo hacían verse intelectual, encantador y diferente.
Él era distinto al resto, incomparable a todos y cada uno de los chicos con los que había salido porque conmigo era auténtico y no fingía transparencia.
Me gustaba Noah de una forma inexplicable y aterradora. Nunca había sentido nada igual por nadie.
Era verdad que llevábamos poco tiempo viéndonos y conociéndonos, incluso tenía la certeza de decir que habíamos pasado más tiempo enrollándonos y saciando nuestros deseos que hablando o actuando como dos jóvenes que se gustan, pero ahí estaba la conexión, nuestra conexión, la veía frente a mí, enlazada a través de la distancia que nos separaba.
El carraspeo de la garganta de Logan me regresó al planeta tierra y entonces me asaltó el pánico y la angustia de navegar por lugares desconocidos; el que me gustara Noah era algo nuevo para mí, algo peligroso y riesgoso, no me sentía lista para afrontarlo.
—Me voy de aquí —sentenció con molestia y fastidio.
—Luego hablamos —le dije y eso pareció desilusionarle profundamente.
Finalmente, asintió con la mandíbula apretada, se levantó del sofá, se alejó, tomó su chaqueta del perchero y recorrió la sala con pasos firmes hasta que llego a la entrada, sin darse la vuelta atravesó el umbral y cerró la puerta abruptamente, causando que el portazo resonara entre las cuatro paredes.
—Parece que le ha sentado mal que esté aquí —opinó Noah contrariado cuando mi atención regresó a él.
—Ya se le pasará, confía en mí —expresé confiada para que no se sintiera culpable. Le guiñé un ojo con complicidad, apoyé los codos sobre el cojín que tenía en el regazo y dejé reposar el mentón sobre las palmas de las manos, manteniéndome atenta a sus acciones.
Él se removió incómodo y depositó el libro sobre un mueble de madera que se encontraba a su lado, después se inclinó hacia delante, apoyó los codos en sus rodillas y entrelazó los dedos de sus manos, y para mandarme al borde de un colapso nervioso se mordió el labio de un modo malditamente sensual.
Me quedé mirando embobada las venas que se marcaban en sus antebrazos y las que sobresalían bajo sus nudillos, otorgándoles una visión espléndida y varonil.
Quería pasar los dedos sobre esas delgadas líneas de color púrpura, comenzar por sus brazos y seguir por sus hombros hasta llegar a su cuello, delinear el contorno de su clavícula marcada y acariciar su mandíbula con los labios.
Me lamí los labios, ensimismada en mis pensamientos descarrilados.
—¿Quieres que te muestre mi habitación?
Su pregunta fue como música para mis oídos, justo la señal que estaba esperando para poder acercarme a él y estar en un lugar más privado.
Había una lucecita roja en mi cabeza que parpadeaba sin parar y me decía que lo que estaba a punto de hacer era un error.
«Al diablo las advertencias, al diablo las reglas y los límites, yo quería cometer ese jodido error con él.»
Asentí, poniendo varios mechones de cabello detrás de mi oreja y miré las filas de puertas que se perdían al interior del pasillo.
—Vale, muéstrame tu habitación, yo ya te mostré la mía —respondí, con el corazón palpitando fuerte dentro de mi pecho.
Noah me sonrió y se incorporó del sofá en el que estaba sentado, yo hice lo mismo y caminé hacia donde él se encontraba, una vez que estuvimos a un paso de distancia sentí que su mano tomó la mía y que comenzó a guiarme rumbo al luminoso pasillo, se detuvo casi al fondo y abrió la penúltima puerta que era de color café oscuro.
Me dejó pasar primero y después entró él, escuché que cerró la puerta tras nosotros, posteriormente se acercó y se quedó parado a mi lado, de modo que su brazo rozaba con el mío.
Observé la habitación detenidamente; las paredes eran de un azul cálido, las cortinas de las ventanas eran blancas y proporcionaban luz hacia el interior; junto a la ventana había un escritorio de madera en el que tenía regadas múltiples hojas y cuadernos, junto a la cama había una mesa pequeña con una lámpara de lava azul rey y azul celeste, en la esquina posterior había colocado una estantería de libros y en dos de las paredes había repisas repletas de figuras coleccionables, también noté que sobre la cabecera estaba escrita una frase en la pared y bajo la misma había notas musicales pintadas de color negro.
El aire estaba impregnado de su exquisito aroma; inhalaba la mezcla de su perfume con el inconfundible olor de su piel, y no podía mentir, inhalar la proximidad de su fragancia me encantaba.
—¡Es increíble! —dije, completamente convencida de ello—, Tú estás en todas partes —hice un gesto con las manos para abarcar toda la habitación.
Él metió las manos en los bolsillos de su pantalón y me dirigió una breve mirada justo antes de alzar los hombros.
—No es la gran cosa, pero le he dado mi toque personal —confesó y le di la razón. Cada parte de esa habitación y cada mínimo espacio que la abarcaba estaba marcado por su presencia.
—Lo he notado —sin ser capaz de disimular enfoque la mirada en las letras en cursiva que había plasmado en la pared.
A pesar de que intenté ser discreta la curiosidad pudo conmigo y no pude quedarme callada.
—Oye Noah, ¿qué significa esa frase?
Di un par de pasos y me detuve a un lado de la cama, después coloqué mi mano sobre la pared y seguí el trazo de las letras delineando una por una con los dedos.
Sentí que Noah se acercó a mí y percibí el calor de su cuerpo a mis espaldas, y no pude ignorar la cercanía de sus labios al momento que su aliento me rozó el oído y vino a susurrarme el significado de las palabras que estaban escritas en la pared.
—Te has llevado parte de mi alma, estoy incompleto, mi mundo se deteriora segundo a segundo, ahora cada vez que respiro se me corta el aliento, me paralizas el corazón, me tienes vuelto loco, me tienes en tus manos, ya no me hagas más daño, vuelve, quiéreme con la misma intensidad de antes y ayúdame a sanar porque me siento enfermo desde que no tengo tu amor...
Su nariz se posó un instante en mi cuello, aspirando la fragancia de mi piel, y en algún momento sus brazos me rodearon la cintura y sus delicadas manos sujetaron las mías, al poco tiempo su respiración se fundió con la mía y nuestros corazones comenzaron a palpitar al unísono, al ritmo de una sinfonía lenta.
—Devuélveme tu amor, lo quiero y lo necesito de vuelta —murmuró contra mi cuello. Las puntas de su cabello me erizaban la piel.
Sentí que estaba acariciándome con los labios el lóbulo de la oreja e iba bajando poco a poco como si temiera que fuera a disuadirme entre sus brazos.
—Tan solo dime que aún me amas... ámame un último día —siguió susurrando y me apretó contra él, parecía que quería tatuarme esas palabras en la piel para que ni el tiempo pudiera borrarlas.
Se extendió el silencio y la electricidad entre nosotros comenzó a fluir, haciendo acto de presencia mediante corrientes que se expandían por todo mi sistema.
Sentí la ausencia de su calor cuando se separó de mí. No se lo dije, pero realmente me habría gustado permanecer entre sus brazos unos minutos más.
Me volví y vi que había caminado hacia el closet, aparentemente estaba buscando algo en el interior y cuando lo encontró se giró y al encontrarme mirándolo volvió a mostrarme su sonrisa más dulce, esa que desarmaba mi armadura y me dejaba sin protección.
Di un paso hacia él con cautela, temiendo que mis expresiones fueran a delatarme y que pudiera sentir mi pulso a poca distancia, el cual latía tan acelerado como el suyo.
—Mira... —me tendió una libreta pequeña para que la tomara—, Quería mostrarte esto.
Esas tres simples palabras bastaron para que mis manos se acercaran a la suya y sujetaran el cuaderno.
Miré el encuadernado y después le volví a mirar a él, quien parecía inquieto y ansioso de que mirase el contenido, así que interprete su expresión como una autorización para leerlo y eso hice. Abrí el cuaderno y leí el título de la primera página: Frases dedicadas al viento.
—Lo he comenzado hace poco, pero tengo algunos escritos más en mis cuadernos de estudio —me explicó y me hizo una señal para que siguiera leyendo.
Pasé la primera hoja y seguí con la segunda que tenía escrito en tinta negra y en cursiva una palabra que abarcaba un cuarto de la hoja: Eternos.
Bajo esa palabra estaban escritas unas líneas con una caligrafía delicada y muy poco definida.
"Mi amor, mi querido amor, me he perdido en la inmensidad, estoy navegando por el mundo, cruzando mares y tormentas, callejones y fronteras, he perdido mi brújula del destino, ya no sé si estás al norte o si te has encaminado por el sur, pero aún desorientado sigo deambulando por un camino ciego, sin principio ni final. He de ser honesto y decir que no me importa si pasan años y pierdo tu rastro, no me importa recorrer el mundo o la galaxia entera, al final sé que voy a encontrarte y que cuando vuelvas a estar nos perderemos juntos en la infinidad hasta fundirnos en uno solo. Tú vivirás y existirás dentro de mí y yo viviré y latiré dentro de ti. Mi amor, mi querido amor, yo te buscaré y tú vendrás a encontrarme, te guiarás del viento y seré yo ese soplido suave que te acompañe noche tras noche, pero si aún te arrepientes de haberte ido, intenta volver a mí que aquí me encontrarás esperando por ti, mi amada musa. Tal vez la vida pudo separarnos, pero el universo nos mantiene unidos en esencia, así que vuelve a mí y quédate, o si quieres vuelve y despídete, pero déjame ver a través de ti una última vez para que pueda inspirar profundamente y dar mi último aliento e irme. Ven al final del camino, sabes que cuando llegues enlazaremos nuestras almas y nos volveremos eternos..."
Me quedé mirando los puntos suspensivos al final, como si de pronto fuera a aparecer una línea más, aunque no hacía falta, para mí el escrito ya era perfecto y transmitía tanto sentimiento que podría conmover al mundo entero. Noah era muy bueno con las palabras y tenía que hacérselo saber.
—¿Te gusta? —preguntó impacientemente. Todavía estaba parado frente a mí, observando mis manos y mi rostro.
Noté que se frotaba la nuca con la mano para calmar los nervios. Asentí y le mostré una auténtica sonrisa.
—¿Lo escribiste tú?
Pasé mis dedos sobre la hoja, apreciando las magníficas palabras que se repetían en mi mente sin parar, era imposible de ocultar que valoraba profundamente su significado.
Noah se relamió los labios y deslizó los dedos por los rizos dorados de su cabello.
—Soy bueno con las palabras, pero no soy de los que presumen sus cualidades, ya habrás notado que soy bastante reservado en lo que refiere a mi vida privada, pero me permitiré confiarte a ti este pequeño secreto. Verás, me aficiona como a través de unas cuantas líneas puedes conectar con el alma, entregar tu corazón y transmitir tus emociones a otro ser.
Dude sí debería hablar o quedarme callada; una parte de mí me sugería decirle que tenía un don excepcional para escribir y que debería mostrar su talento al mundo, y otra parte, la que se escondía bajo las sombras me gritaba que le demostrara el efecto que sus palabras provocan en mí. En un arrebatado desliz perdí por completo la cabeza, di un paso hacia él y no dude más en decirle todo lo que me estaba callando.
Baje la mirada al cuaderno y cuando tuve el valor de levantar la vista nuestros ojos se encontraron y la intensidad y afecto que vi en los suyos hicieron que perdiera el control sobre mí misma, tal fue el impacto que dejé de ser yo y fui controlada como un títere por una fuerza invisible.
Acorte la distancia, le rodeé el cuello con la mano e intenté atraer su cabeza hacia mí para saborear sus deliciosos labios, pero él se resistió, así que me pare de puntillas, cerré los ojos y pose mis labios sobre los suyos con suavidad, en cuando mi boca tocó la suya mi cuerpo se prendió en fuego. Sus manos me sujetaron por la cintura y bajo sus palmas sentí el calor que irradiaba su piel al contacto de la mía.
Con la punta de los dedos le acaricié la nuca y el cuello. No despegue mi boca de sus labios y le seguí besando, envuelta por las emociones y la adrenalina, totalmente presa del deseo.
Él estaba respondiendo a mi beso, sus brazos me sujetaban con firmeza, pero el roce de nuestras bocas era lento, dulce y suave, como si él no quisiera que se terminara y estuviese disfrutando de ir despacio.
Eso era nuevo, Noah y yo habíamos hecho de todo, incluso nos habíamos enrollado salvajemente en las duchas la semana pasada, sus manos habían explorado cada centímetro de mi piel como si no hubiera mañana y sus labios me recorrieron hasta saciarse de mí, por esos momentos y por todos los besos y caricias que habíamos compartido era que no comprendía por qué sus manos se mantenían quietas y sus labios no me devoraban con ferocidad.
Le acaricié el pelo con las manos mientras enroscaba entre mis dedos algunos mechones rubios que le caían sobre la cara. Bajé mi boca a su cuello y le dejé un casto beso en la piel, sin despegar mis labios le fui recorriendo lentamente el cuello y la clavícula, inhalando su aroma centímetro a centímetro.
Mis manos se deslizaron de su cuello a sus hombros, siguieron bajando y se detuvieron un segundo en su pecho, en ese punto pude sentir su palpitar bajo la camiseta y me provocó mucho calor notar la fuerza desesperante de los latidos de su corazón.
Cuando comencé a besarle el cuello mis manos emprendieron un camino peligroso colándose bajo su camiseta; pegué mis manos a su piel y las yemas de mis dedos acariciaron su musculoso torso. Su piel estaba ardiendo, literalmente me quemaba y su cuerpo me transmitía más calor del que jamás pude imaginar. Se estremecía y lo sentía tensarse bajo mi contacto, pero no se movía para corresponder mis caricias, solamente me mantenía pegada a él.
Me temblaban las piernas y el corazón me daba martillazos en el pecho, aquella sensación me dolía como el infierno, pero era un tipo de dolor que no había experimentado con nadie, un dolor explosivo y maravilloso a partes iguales.
Lo deseaba tanto, con cada partícula de mi ser. Necesitaba al Noah que me miraba con deseo y me besaba con pasión, el que me acariciaba como si yo fuese su tesoro más valioso y me complacía como si yo fuera una diosa a la que venerara con cuerpo y alma.
Mis manos trazaron las líneas marcadas de su abdomen a la vez que le mordía la parte baja del cuello, le escuché jadear y sonreí con malicia porque sabía que lo estaba consiguiendo, a este paso le haría perder el control y él cedería ante mí.
Subí mis labios a su oído y le susurré en voz baja:
—Seamos eternos en este momento, dejemos que el mundo entero arda y consumamos el fuego que arde entre nosotros.
Le besé las comisuras de los labios y regresé a su cuello. Comencé a mordisquearle algunos fragmentos de piel y a los pocos segundos sentí que su agarre en mi cintura se hizo más fuerte, me lamí los labios y seguí la línea de su mentón hasta llegar a su marcada mandíbula.
De manera juguetona busqué sus labios con mi boca, deslicé mis dedos por su pecho y su torso y coloqué las manos en el cierre de su pantalón con impaciencia, quise desabrocharlo, pero él me detuvo, llegado ese momento me sentí liberada de su agarre en mi cintura y al segundo siguiente noté que había atrapado y sosteniendo mis muñecas con una sola mano, mientras la otra reposaba ligeramente sobre mi cadera, se mantuvo así algunos segundos, después retrocedió y yo me sentí más confusa que nunca.
Mi boca se acercó a la suya con urgencia y nuestros labios apenas se rozaron cuando lo sentí apartarse una vez más. Volví a sentirme perdida y desconcertada ante su repentino rechazo.
Lo miré sin entender su distanciamiento repentino, y por más que lo intenté no pude terminar de procesar su reacción, definitivamente no lo comprendía.
Observé su boca carnosa, sus ojos del color salvaje de la naturaleza, tan verdosos y cálidos como una tarde lluviosa en el bosque, y me fijé también en las líneas marcadas de su rostro pálido. Era increíble el electromagnetismo que me transmitían sus ojos claros y la sobrecarga enérgica que producía su agarre alrededor de mis manos.
Estaba bajo su poder, locamente arrastrada por el peligro que representaban mis imparables ganas de tenerlo.
Sus dedos liberaron mis muñecas y ese pequeño descuido me permitió acercarme lentamente a su rostro, mis manos subieron a su nuca e inmediatamente mis labios volvieron a los suyos para capturarlos. Sentí su aliento en mi boca e intenté intensificar el beso, pero se alejó y me colocó las manos tras el cuello.
Ambos nos encontrábamos bastante cerca, sin duda respirábamos el mismo oxígeno.
Una sensación eléctrica me recorrió el cuerpo de arriba a abajo cuando sus pulgares me acariciaron el contorno de la cara.
Antes de que pudiera preguntarle qué es lo que le sucedía, él me sonrió y dijo:
—Hay otras maneras de poder demostrar lo que queremos.
Fruncí el ceño, pero todas mis dudas y argumentos se esfumaron en cuando sus brazos me rodearon; mi cabeza chocó contra su torso y sus manos se enroscaron en mi pelo, manteniéndome cerca de él, envuelta en un abrazo cálido y reconfortante.
No supe en qué momento mis manos me desobedecieron y fueron a parar en torno a su torso, tampoco fui capaz de recordar cuando acabe cerrando la distancia mínima entre nosotros y pegue mi oído a su pecho, escuchando en esa posición el latir agitado de su corazón.
A pesar de que todavía no lograba entenderlo del todo, sus palabras ya me parecían las más adecuadas.
Sin previo aviso sentí una ola expansiva invadiéndome el cuerpo, recorriendo mis venas y lanzando chispas por donde sea que pasaba, supuse que me sentía así por el contacto delicado de su cuerpo, la ternura de su abrazo y su cercanía tan acogedora.
Respiré entrecortadamente cuando levanté el mentón, abrí los ojos y me encontré con su sonrisa desarmante.
Noah me deslizó la mano por el cuello y la detuvo tras mi nuca. Su nariz rozó la mía y su respiración chocó con la mía antes de que sus labios estuvieran sobre los míos.
Su manera de besarme no se parecía a ninguna otra, no se sentía como las veces anteriores, pues no había desenfreno y no había urgencia, era un beso inocente, suave y embriagador. Para mi sorpresa esta vez no quise profundizarlo y me limité a disfrutarlo.
Minutos más tarde me separé lentamente de él y lo miré a los ojos, manteniendo mi rostro a milímetros del suyo y respirando su aliento fresco.
—Ve una película conmigo —dijo con calma. Su voz no pudo sonar más dulce.
Yo no salí corriendo, no me negué y no le dije que debía irme, solamente sonreí y exclamé tres palabras que me dejaron sin aliento.
—Me quedaré contigo.
A partir de ese momento fui consciente de que sentía algo muy fuerte por él, algo que juré no sentir jamás por nadie, pero allí estaba, el amor me estaba pinchando el corazón con una aguja muy fina, estaba traspasando mis barreras y quebrando mis muros.
Él era mi debilidad, un error, mi equivocación más grande, tenía que reconocer que ya me tenía rendida, estaba atada a él y lo peor de todo era que ya sabía que no podría zafarme fácilmente.
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