24
Podemos confundir un beso apasionado con un beso de amor, la mente nos puede hacer dudar, pero al final el corazón es el que tiene la certeza de que un beso que se entrega con el alma es aquel que realmente te hace sentir en el lugar indicado.
Había pasado el resto de la tarde con Logan en la enfermería, los dos estuvimos hablando de todo menos de lo que había sucedido con Zach después del partido y él tampoco me comentó nada que estuviera relacionado con Noah, lo cual agradecí porque ni yo misma entendía qué sucedía entre nosotros, el tema me tenía confundida, muy confundida, así que opté por no pensar en ello el resto del día.
Claro que no pude hacer lo mismo cuando llegó la noche, porque al momento que cerraba los ojos en un intento de conciliar el sueño me venían a la mente un par de ojos verdes que me dejaban ver un centelleo cristalino alrededor de sus pupilas. Eran sus ojos, era Noah observándome, estaba presente en mi subconsciente.
Se suponía que no debía pensar en él ni preguntarme qué estaría haciendo, y tampoco debía ver su imagen detallada cada vez que me proponía cerrar los ojos. No, no, no, era imposible, era un error.
Quería sacarlo de mi cabeza y mandarlo lejos, olvidarme de sus palabras y de su abrazo repentino después de que le confesé que entre Logan y yo solo había una gran amistad, él me creyó y dijo que no pasaba nada.
Recordaba todavía el instante justo en el que me estrechó entre sus protectores brazos y me mantuvo pegada a su pecho; me gustó esa sensación de entendimiento, me gustó tanto que al solo pensarlo me sentía allí otra vez, con sus labios cerca de mi cuello y sus palabras susurrándome: «Creo en ti.»
Estaba atada, el miedo a lo desconocido me estaba recorriendo el cuerpo entero, la angustia me carcomía y se alimentaba del temor que me traspasaba las venas.
No estaba pensando con claridad y lo sabía, era consciente de lo peligroso que se estaba volviendo y lo más alertante era que aquel sentimiento se estaba expandiendo, lo sentía correr por mi sangre y bombeando en lo más profundo de mi corazón.
Me incorporé tan rápido como pude de la cama y sacudí la cabeza de un lado a otro para expulsar lejos de mi alcance las emociones que me estaban acorralando segundo a segundo.
«No estaba bien, eso no estaba nada bien.»
Noah, su voz tan suave como una caricia, sus labios tan delgados y sus besos tan delicados, su olor fresco y varonil, su manera de tocarme y de tratarme...
«No, no, ni hablar.»
El anhelar cada una de esas cosas era aterrador para mí, no podía evitar rememorar esos momentos en los que no había nadie más que nosotros dos y la atracción manejándonos con hilos imaginarios hasta el punto que nos volvimos cercanos, necesitados y dependientes el uno del otro.
«¡Basta ya! Esto no está pasando, no significa nada, no es nada, solamente estás confundida.»
Las palabras de Logan resonaron en mi mente como para advertirme a qué me estaba enfrentando: «—Querer a alguien es entregarse, arriesgarse a salir herido y perder la cabeza por esa persona, es así como surge el amor».
Amor. La palabra me dio martillazos en la mente, provocándome náuseas, nervios y escalofríos helados que amenazaban con atacar las células de mi cuerpo y envenenarme estrepitosamente con esas cuatro letras: A-M-O-R.
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Pasé todo el fin de semana en casa de mis padres, estuve con mi madre todo el tiempo, fuimos al supermercado y de compras al Centro Comercial como hacíamos siempre para pasar el rato juntas, al llegar a casa horneamos galletas de canela con la receta de la abuela, al terminar nos quedamos en la sala de estar viendo una película, mi padre nos acompañó y se rio todo el rato con nosotras mientras bebíamos café y comíamos galletas.
Amaba a mis padres, los amaba más que a nada y los admiraba como a nadie, ellos eran mi ejemplo a seguir, empresarios y economistas exitosos que viajaban a distintos países con el propósito de expandir la empresa familiar; algún día yo me haría cargo de la empresa y tenía que estar a la altura, era por eso que dedicaba parte de mi tiempo libre a estudiar Finanzas y Administración.
El domingo nos pasamos toda la mañana en el jardín, ellos me hablaron de sus negocios en el extranjero y yo les hablé del colegio, de las clases, del equipo de animadoras y del partido del día anterior, les comenté que el equipo de Logan perdió por pocos puntos y que yo me pasé con él toda la tarde para animarlo, emitiendo la pelea y las lesiones que el chico había sufrido.
Cuando miré hacia la piscina no pude evitar volver una semana atrás, a mi mente volvieron los recuerdos y las imágenes de nosotros dos en el agua, sumergidos a dos metros de la superficie, los rayos del sol colándose por las ondas del agua e iluminando el interior de ella con reflejos dorados de color pálido; mis piernas rozando las suyas, sus brazos acariciándome la cintura, su rostro aproximándose al mío y sus labios capturando mi boca, guardando en un recuerdo aquel atardecer y la adrenalina que nos recorrió con un fugaz beso.
Tuve que fijar la vista en otra dirección para mantener la cabeza fría y esos pensamientos alejados y ocultos en un rincón. Claro que cuando me sentí acalorada y subí a mi habitación para refrescarme Noah regresó a mí, la habitación estaba llena de su esencia y de nosotros dos; el baño, el tocador, la cama, lo veía conmigo en todos lados, lo recordaba todo.
Había sido un error traerlo a mi casa y haberme acostado con él en mi propia habitación cuando pude haberlo hecho en alguna otra, ahora tendría que lidiar con la imagen detallada de los recuerdos apasionantes de lo que hicimos entre esas cuatro paredes.
Esa misma tarde decidí regresar al internado porque no me dejó tranquila la idea de acostarme en la cama que había compartido con él, y en el trayecto de regreso tampoco pude sacarme de la cabeza sus caricias, sus besos, su voz ronca, su aliento refrescante acariciando mi piel y recorriendo mi cuello... No, no podía, tenía que alejarme de allí y pensar en otra cosa.
Una vez que estuve de regreso y me tumbé en la cama de mi habitación (en el dormitorio de chicas) dispuesta a perderme en mis sueños, la voz de mi subconsciente me susurró: No puedes escapar de tus recuerdos.
Entonces lo recordé: Noah también entró aquí y pasó la noche conmigo, este lugar ya no era mi refugio porque también me hacía pensar en él.
Intenté dejar mi mente en blanco y cerré los ojos, pero a pesar de proponerme mil maneras de olvidarlo esa noche no pude dormir porque él también estaba allí.
«Maldición, tenía que sacarlo de mi cabeza ya o me volvería loca.»
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
El tiempo pasa y se hace lento, podía escuchar a lo lejos las voces que me rodeaban y se mezclaban con el sonido sordo de las olas del viento, que se llevaba las hojas caídas de los árboles y palabras de conversaciones lejanas que no lograba identificar.
Me había pasado gran parte de la mañana inmersa en una burbuja invisible que en cualquier momento iba a explotar, y dentro de esa burbuja parpadeaba un nombre que hacía eco en mis oídos: Noah.
Era él quien me tenía en ese estado sonámbulo y silencioso. Casi no pude dormir nada porque me pasé las horas de la madrugada intentando alejar todo rastro suyo, y en el momento justo en que el despertador sonó me di cuenta de que simplemente Noah quería permanecer conmigo y lo dejé estar, o quise dejarlo estar.
El campus recién podado se extendía a lo largo del camino, parecía un sendero verdoso sin fin similar a los que aparecen en las películas, un campo amplio en el que por más que caminas y caminas tienes la sensación de que siempre se mantiene igual, cubierto de color verde y resplandeciente a la luz del sol.
Me sentía cansada por los acontecimientos del día anterior, agotada por el insomnio y tenía la sensación extraña de que mis párpados se cerrarían en cualquier momento y caería sin más al césped húmedo. Me planteé que podía que tomar un descanso, puesto que tenía media hora libre antes de la siguiente clase y la aprovecharía al máximo.
Solté la mochila que colgaba de mi hombro y la dejé caer al suelo, después coloqué en el pasto la sudadera que llevaba atada a la cintura y me incliné para tomar asiento allí, apoyé las manos a los lados y procuré no tocar el césped mojado cuando me senté por completo, levanté las piernas, junte mis rodillas a mi pecho y las rodeé entre mis brazos, una vez que estuve en esa posición admiré la vista que se extendía a mi alrededor; cerca de los árboles grandes y cubiertos de hojas veía a alumnos estudiando bajo sus sombras, a otros chicos trotando y siguiendo el camino de piedra que desaparecía tras los arcos de concreto que dividían la institución de la intemperie, también a algunas chicas conversando a lo lejos en las gradas de la cancha deportiva y justo por encima de ese escenario contemplé el cielo azul pálido, y seguí con la mirada las nubes blancas y nítidas flotando unas sobre otras, cada una de ellas siguiendo la dirección del viento. Casi nunca me detenía a mirar o contemplar el espacio azulado que anunciaba el amanecer y el anochecer en sus distintas tonalidades, pero en esos momentos pensé: «Qué hermoso paisaje, qué lindo es ver el color del día.»
Sonreí y me dejé caer hacia atrás, sin importarme que mi cabeza quedara apoyara en el pasto frío y que a mi cabello se le impregnara el olor natural, húmedo y fresco de la naturaleza. Allí tumbada de espaldas me quedé contemplando el cielo infinito que reflejaba distintos tonos de azul y adornaba las nubes de una tenue luz pálida que bloqueaba los rayos solares.
Estaba de vuelta la Ashley libre y expresiva, la chica que no le temía a nada y no se dejaba guiar por nada.
Fuera sentimientos, fuera emociones, en este corazón no hay espacio para intrusos.
De pronto, la sombra conocida de un chico bloqueó mi campo de visión y solamente pude verlo a él siendo alumbrado por la intensa luz del sol a sus espaldas y tan pronto como lo vi quedé embelesada con su fisonomía; ese cabello rubio y rizado cayendo a ambos lados de su cara, esa sonrisa eléctrica y auténtica que mostraba serenidad, y esos ojos verdes, coloridos y brillantes como la luz de las luciérnagas bajo la oscuridad.
—¿Soñando despierta? —preguntó él con la voz ronca y suave, confirmándome que de verdad estaba parado junto a mí.
—Si tú eres parte de mi sueño no me gustaría despertarme —dije sin más aún en la misma posición de antes y extendí una de mis manos en su dirección para proponerle algo que le encantaría—. Ven, túmbate conmigo.
Noah no dudó en tenderme su mano pálida, yo la tome sin dudar, y una vez que enlace la mía con la suya tiré de él e hice que cayera sobre el pasto, al lado mío. Yo todavía mantenía mis piernas en su sitio y Noah permanecía sentado, de modo que sus rodillas rozaban con las mías constantemente.
—Vamos, recuéstate a mi lado, no va a pasarte nada si lo haces —exclamé con confianza y lo persuadí tirando de su brazo con mi mano—, Anda, ve el mundo desde otra perspectiva.
Él volvió la cabeza hacia mí y me sonrió, y desde el primer segundo supe que no olvidaría fácilmente esa resplandeciente sonrisa.
Me observó con detenimiento algunos segundos antes de dejarse caer por completo y quedar apoyado junto a mí en la humedad del césped.
Su cabeza y la mía estaban separadas por pocos milímetros, haciendo un contraste de cabellos de tonos rubios y dorados que brillaban y se esparcían hacia cualquier parte por el pasto. Su brazo rozaba el mío y nuestras manos casi estaban tocándose. Los dos mirábamos el espléndido cielo del medio día que se pintaba de luces amarillentas a través de las nubes blancas y grises. Era una vista muy bella, de esas que solo imaginas en los cuentos de hadas.
Ladeé la cabeza un poco y a los pocos segundos Noah hizo lo mismo; su cabello rubio cayó sobre su frente y algunos mechones le rozaron la mejilla. Yo no aparté la mirada de la suya y recorrí su rostro con detenimiento; tenía las cejas y las pestañas del mismo color de su cabello, sus labios tenían un color rojizo pálido, sus mejillas estaban coloradas (probablemente por el caluroso ambiente), pero lo más bello de él eran sus ojos, esos impresionantes ojos verdosos que eran la combinación de las hojas de la primavera sumergidas en un mar congelado e iluminado por el espeso sol del amanecer.
—Me gusta ver el mundo desde esta perspectiva —comentó de la nada, provocando que surgiera una ola de mariposas en mi estómago que se desplegaron sin prisa por todo mi sistema nervioso.
Su mirada descendió de mis ojos a mis labios y noté que se lamió los suyos justo antes de volver a mirarme. De un segundo a otro sentí su mano rozándome el pelo con delicadeza y pasando un mechón rubio tras mi oreja, me recorrió un cosquilleo electrizante al contacto delicado de sus dedos que me rozaron la oreja y bajaron por mi mejilla con extrema lentitud.
Me quedé quieta disfrutando de esa armoniosa y satisfactoria sensación de sentir el contacto de sus caricias y de sentirlo conmigo.
Noah se incorporó, despegando su espalda del suelo y se apoyó en su codo antes de inclinarse hacia mí lentamente; colocó su mano justo a un lado de mi cabeza y siguió acortando la distancia que nos separaba hasta que su rostro quedó a un centímetro de distancia.
Permanecimos en silencio los dos próximos minutos, con su nariz y la mía rozándose, nuestras respiraciones mezclándose y la brisa del aire moviendo su cabello rizado de un lado a otro, causando que algunas puntas me rozaran el rostro.
No había nada más que sus ojos profundos e hipnóticos fijos en los míos, nada más que una sensación intoxicante naciéndome en el interior del pecho.
Inconscientemente, mi mano subió a su cuello, la deslicé tras su nuca y comencé a pasarle los dedos por el pelo con fascinación, lo tenía suave y sedoso, y algunos mechones eran más oscuros que otros.
—Ya te había dicho que me encanta tu pelo, es tan radiante y luminoso —murmuré con la respiración agitada, provocando que una sonrisa apareciera en las comisuras de sus labios.
Noah se mordió el labio inferior y yo mantuve mi mirada en su boca, esa boca provocativa que sabía perfectamente qué hacer para que deseara más y más.
Hacía calor, de pronto el aire estaba cargado de energía y surgían de mi interior llamas ardientes que giraban en torno a los dos.
Estábamos respirando de manera lenta y profunda, sintiendo nuestros alientos mezclados mientras el fuego iba extendiéndose y rodeándonos con su calor.
Recorrí las líneas de su rostro con mis dedos, dibujé el contorno de sus labios carnosos y me perdí en cada detalle que lo hacía verse perfecto para mí. Lentamente, le quité los anteojos que llevaba puestos, los dejé a nuestro lado y contemplé sus profundos ojos verdes, que resplandecían mucho más con la luz del sol que se reflejaba en ellos.
—Es... asombroso —murmuró una palabra que no entendí, pero que deseé escuchar.
Me gustaba, me encantaba ese chico, lo notaba por el ritmo acelerado de mi pulso y las corrientes que me causaba el tenerlo tan pero tan cerca.
—Podría pasar una eternidad mirándote.
Tras susurrar esas palabras me dirigió una mirada seductora y tuve la sensación de que con esa desarmante mirada estaba congelando el tiempo.
La mano que mantenía apoyada a un lado de mi cabeza me recorrió la mandíbula y su dedo pulgar me rozó la mejilla repetidas veces. Sentí su rostro acercarse despacio al mío y después recibí el beso que anhelaba tanto, pero no fue un beso como los que solía darme, fue diferente, muy suave, largo y dulce, con un ligero toque de ternura. Sus labios eran suaves y cálidos y la forma en la que se movían sobre los míos me hizo enloquecer de deseo y pasión.
Su mano aún seguía en mi nuca y su cuerpo me mantenía debajo de él, de manera que su pecho presionaba el mío ligeramente cada vez que movía su cabeza para seguir besándome. Su boca rozaba mis labios con extrema delicadeza, sin prisa y eso ya comenzaba a ponerme muy ansiosa. Por primera vez él no hacía ninguna tentativa para mezclar su lengua con la mía, y sus manos se mantenían quietas, apoyadas en el césped a ambos lados de mi cabeza.
El corazón me latía fuerte, y también podía sentir el suyo bajo su camisa, latiendo agitado, frenético e incontrolablemente acelerado.
Podía sentir el deseo consumiéndole y tentándole a no detenerse, pero extrañamente también veía que se estaba resistiendo porque estábamos tumbados a la mitad del campus, expuestos a todo tipo de miradas y aún no nos habíamos vuelto tan locos y dementes para devorarnos a la vista de todos.
Le pasé la lengua por el labio inferior para provocarlo, él jadeó y dejó de besarme para bajar sus labios por mi cuello y mi clavícula, y en fracción de segundos sentí como sus dientes capturaron mi lóbulo, quise apartarlo entre risas colocando mis manos sobre su pecho, pero solamente conseguí que su cuerpo se pegara más al mío mientras su boca seguía su ataque en mi piel; sus labios me recorrían, sus dientes me devoraban, su aliento me estremecía y me provocaba risa.
Cuando ya no pude soportarlo más pose las manos a un lado y al otro de su cabeza para que volviera a mirarme, él accedió y se echó para atrás para fijarse en mí.
—Para, ya es suficiente —le pedí sin poder borrar la sonrisa de mis labios—, Alguien puede vernos —agregué para recordarle que no estábamos solos, al oírme él movió la cabeza hacia ambos lados para asegurarse de que nadie nos estuviera prestando atención—. No está permitido que los chicos les besen el cuello a las chicas, lo establece el reglamento.
Noah soltó un resoplido con resignación, volvió a apoyar su codo en el césped y apoyó su cabeza sobre su palma sin perder el contacto visual conmigo.
—Y a mí qué me importa el reglamento, lo único que importa es que estoy contigo —su comentario me hizo sonrojar y él lo notó—. Me gusta provocar este tipo de cosas en ti —susurró roncamente y se inclinó para depositar un cálido beso en mi boca.
Nos quedamos en silencio un instante, mirándonos como un par de adolescentes que no saben nada de la vida, pero que tampoco les importa lo que pueda pasar siempre que ese momento se suspenda en el espacio y tiempo durante una centésima de segundos.
Noah carraspeó su garganta sonorosamente y dijo:
—Deberíamos entrar a clases.
—Es cierto —respondí asintiendo con la cabeza.
Noah se levantó primero sin mucha dificultad, se sacudió los pantalones y se pasó las manos por el pelo, después se volvió hacia mí y me tendió su mano, yo acepté su ayuda y en un solo parpadeo ya estaba parada a su lado. Mi mano todavía seguía sujeta a la suya y él me superaba de altura por unos centímetros, pero eso no impedía que estuviéramos cara a cara.
Me lamí los labios y ladeé mi cabeza para susurrarle cinco palabras al oído.
—Te veré en la cafetería.
Sin esperar respuesta le dejé un fugaz beso en la mejilla y me fui corriendo para no llegar con retraso a la próxima clase, aunque en el fondo deseaba quedarme con él unos minutos más.
๑❥๑๑❥๑๑❥๑
Llevábamos ya veinte minutos en la cafetería, nos habíamos sentado en una mesa circular cercana a la barra de alimentos, y a esa distancia podía oler el delicioso aroma de café recién hecho y de los distintos platillos que habían preparado las señoras de la cocina.
—Es imposible que no te guste la ensalada, es de lo más nutritivo que vas a encontrar hoy en día —comenté estupefacta, sin poder creer que existiera alguien a quien no le gustara la ensalada de frutas, pero Noah era la prueba viviente de que hasta lo más sano podía llegar a ser detestable para otros. Metí un trozo de lechuga a mi boca y, a continuación, presioné el tenedor sobre un pedazo de melón para después extender la mano y acercarle la fruta a los labios—, Anda, come un poco, no te matará si no te resistes — bromee con un toque de diversión, rozándole las comisuras con el trozo de melón dulce de mi ensalada de frutas.
Noah me rodeó la muñeca con la mano y echó mi brazo hacia atrás con cuidado, alejando el tenedor para mantener la fruta lejos de su rostro.
—Algún día te arrepentirás de no haberla probado —afirmé para cortar el silencio y así robarle una disimulada sonrisa. Justo después acerqué el tenedor a mi boca y me comí el trozo de melón que él había despreciado sin contemplaciones.
Noah hizo una mueca de desagrado total y se frotó la nuca con la mano, presenciar ese gesto suyo me resultó de lo más divino y adorable, casi nunca se mostraba confundido y cuando lo hacía, dios, se veía tan tierno y tan irresistible.
Tras un par de minutos de miradas compartidas, él se mordió el labio e inspiró aire como si lo que fuera a decir de verdad le costase mucho.
—Me arriesgaré, pero solamente lo haré porque me lo estás pidiendo tú —cedió a mi petición después de haberse negado ya diez veces seguidas. Sin poder contenerme solté un chillido de emoción, bajé la mirada al plato de ensalada y tomé un trozo de fruta con el tenedor, lo acerqué a su boca y esta vez milagrosamente aceptó comerse un pedazo de manzana, masticando sin ganas.
Aquello fue un verdadero logro, un triunfo, porque según lo que me contó minutos atrás, en su familia le habían obligado a comer verduras y frutas desde que era niño, al grado que cuando entró a la preparatoria se declaró en contra del plato del buen comer y no volvió a comer nada sano hasta que se encontró en problemas por falta de vitaminas y minerales en el cuerpo, ahora comía casi cualquier cosa, pero detestaba la ensalada, le daba alergia el solo mirarme comiéndola.
Incliné un poco mi cabeza a un lado y le sonreí alegremente, como solo hacía cuando estaba con Logan o con mis amigas.
—Te ves tan hermosa cuando sonríes —me elogió con toda la certeza del mundo, convencido de que era algo imposible de negar.
El primer estallido retumbó en el interior de mi corazón y sacudió los muros que me mantenían protegida de él y de todo lo que pusiera en peligro mi estabilidad emocional y sentimental.
Su cumplido era maravilloso, su voz era gloriosa, la intensidad de su mirada era magníficamente poderosa, me traspasaba, me enternecía y me hacía sentir sumamente hermosa.
«Joder, ¿qué demonios se significaba aquello?»
La emoción y la comodidad que sentía al estar allí con él me cortaban el aliento y hacían que me sudaran las manos, ya me estaba sofocado y me sentía mareada.
¿Me lo estaba imaginando o realmente estaba sucediendo? ¿Esto que sentía se debía a él y a sus palabras o solamente era incomodidad?
Claro que tuve la malísima idea de responder a su halago para liberar un poco de tensión.
—Y tú te ves tan guapo cuando frunces el ceño y desapruebas lo que te digo.
En lugar de responderme colocó su mano sobre la mía, que estaba apoyada justo a un lado de mi vaso de limonada.
—Lo digo en serio, eres hermosa, una chica realmente maravillosa. Ashley, yo...
De inmediato, sentí un montón de escalofríos repartiéndose por todo mi cuerpo, helándome las venas y el corazón.
Sus ojos verdes se veían borrosos, como si tuviera algo en su corazón que quisiera confesarme, pero en su lugar solo me dio un ligero apretón suave y persistente.
—Comienza a hacer frío —musité de golpe y alejé mi mano de la suya para sentirme protegida y menos expuesta—, Ya no falta nada para el invierno, en pocos días comenzará a helar.
Era claro el cambio del ambiente y también era claro que lo había dejado desconcertado después de apartar mi mano y haber cambiado el tema como si lo que él estaba a punto de decir no tuviera importancia para mí.
Los ojos verdosos de Noah no se apartaron de los míos mientras le daba un sorbo a mi limonada y me escabullía de su mirada, fingiendo que no me pasaba nada, fingiendo que no estaba angustiada ni nerviosa.
Él apartó un momento la vista y luego me miró a los ojos de nuevo con insistencia y urgencia, pidiéndome en silencio que le dijera algo, que lo mirase por lo menos un segundo.
—Este será un invierno muy frío, para muchos uno más, para mí el último... pero si lo paso contigo confío en que será un invierno cálido —le escuché decir lentamente cada palabra, me dio la sensación de que había algo extraño en su voz, no comprendí exactamente qué fue lo que me dejó confundida. La fragilidad de sus expresiones cuando lo dijo y la ausencia del brillo en sus ojos claros también me causaron duda.
Le dirigí una mirada inexpresiva antes de bajar la cabeza y cerrar los párpados.
—Lo será —fue lo único que me atreví a decir, forzándome a sonreír para animarle.
Repasé mentalmente que esa revolución de sentimientos desatados no eran más que una tontería, y me prometí a mí misma que al menos hasta estar a mitad del invierno le ofrecería justo eso, un invierno cálido, nos ofrecería a los dos un tiempo más, unos días más y todo acabaría.
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