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22

A veces ganamos, a veces perdemos, debemos de intentar tomarlo de la mejor manera porque todo en esta vida es impredecible.

Estuve metida en las duchas con Noah durante más de media hora. Mentiría si dijera que no me fascinó estar con él, porque en realidad fue una experiencia grandiosa y entrañable, una de las pocas que se quedan presentes a pesar del tiempo, un momento absolutamente inolvidable.

Acostumbraba enrollarme con los chicos en las aulas, en las zonas prohibidas del campus e incluso una que otra vez en el cuarto de limpieza, pero jamás lo había hecho en el área de las duchas y tampoco en mi habitación del dormitorio, lo que se reducía a que últimamente estaba rompiendo mis propios límites. Se suponía que para evitarme problemas o ciertas situaciones incómodas mantenía a mis conquistas ocasionales lejos de los lugares que más frecuentaba para así no tener que recordarlos después de dejarlos, y hasta hace unas pocas semanas esa estrategia había funcionado.

No ponía en duda esa factibilidad, pues una vez que decidía mandarlos al olvido me encargaba de borrar cada rastro de ellos, dejaba su recuerdo en un baúl solitario que se encontraba en lo más recóndito de mi mente y seguía mirando hacia delante, buscando al siguiente chico que encabezaría mi lista de conquistas, pero ese era justo el problema, que esta vez Noah estaba metido en mis pensamientos constantemente y que en ese momento en lo único que podía pensar era en sus caricias y en sus besos. Recuerdos albergaban mi mente, imágenes fugaces de todo lo que habíamos hecho esa misma tarde, razón por la que experimentaba sensaciones chispeantes que se extendían por todo mi sistema.

No quería borrar de mi mente a Noah, no quería sacarlo de mis pensamientos, no podía deshacerme de sus apasionadas caricias y de las huellas que me había dejado en la piel, simplemente deseaba mantenerlo allí, justo donde se encontraba; en el último recuerdo que me venía a la cabeza cuando cerraba los ojos y en la primera persona que veía cuando abría los ojos por la mañana y daba el primer parpadeo del día.

Mientras iba de camino al dormitorio lo reflexioné y estuve segura de que todavía quedaba tiempo para seguir con él, para no arruinar lo que teníamos y para asegurarme de que él se mantuviera conmigo aun estando sin mí.

Lo que tenía con él era confuso, se asemejaba a un arcoíris que se forma después de una tormenta, al momento justo que ves reaparecer los rayos del sol. Un fenómeno confuso, una relación confusa.

Mi mente decía una cosa, me advertía que ese era el momento justo para alejarme de él, pero mi subconsciente me lo impedía y me repetía constantemente que no debía dejarlo por nada del mundo, como si intuyera que Noah me necesitaba tanto como yo a él, pero yo sabía que ese pensamiento era momentáneo.

Mis pies seguían avanzando y yo miraba el camino distraídamente, avanzaba a través del campus verdoso sin un destino específico, en espera de algo que me impidiera seguir avanzando.

Observé los árboles de cerezo —coloridos y floreados— en la lejanía, los arbustos cubiertos de hojas del color de la naturaleza, el pasto húmedo que olía fresco y limpio. Ese era sin duda el olor de la vitalidad.

Me detuve al escuchar las voces y gritos que provenían de la cancha de deportes, volteé en esa dirección y a la distancia pude ver a Logan entrenando con los chicos de su equipo. Supuse que era la hora de su práctica de básquetbol, puesto que entrenaban tres días a la semana.

Él estaba sonriendo y explicándoles a los otros una estrategia para esquivar al oponente y así poder llegar a anotar en la canasta contraria, o eso me pareció al ver que botaba el balón con una mano mientras corría y esquivaba a sus compañeros, ellos intentaban arrebatarle el balón, pero Logan lo bloqueaba con su cuerpo empleando movimientos acelerados y efectivos. No cabía duda de que era uno de los mejores, sabía que se merecía el puesto de capitán porque dedicaba todo su esfuerzo y su energía en dar lo mejor de sí mismo para apoyar a su equipo. Su dedicación era infalible e infranqueable.

Se veía tan enfocado en ello que dudé si sería correcto que me acercara y rompiera con su estado de paz al recordarle nuestra discusión del día anterior.

Se notaba que ya llevaban tiempo practicando, pues todos tenían un aspecto cansado y corrían con pocas energías, por lo visto la temperatura climática no les estaba ayudando nada, ya que el sol a veinticinco grados estaba absorbiendo sus energías, al grado de dejarlos sedientos y agotados.

Logan era el único que se veía fenomenalmente activo y con ganas de seguir entrenando; no se detenía a tomar un respiro y tampoco demostraba agotamiento. Lo conocía demasiado bien para afirmar que siempre que hacía eso era porque quería mantener su mente ocupada para no pensar en sus problemas. Yo presentía que en esa ocasión aquello se debía a mí. El rubio se encontraba allí en la cancha encestando continuamente y bajo presión solo para olvidarse de mí.

Tenía que hacer algo, debía hacerle entrar en razón y decirle que, aunque tuviera condición física y resistencia en el deporte no podía exponerse a esos grados de temperatura o terminaría perdiendo la consciencia.

Dejando de lado mi orgullo y mi enfadado, comencé a acercarme a la zona en la que él se encontraba, con la esperanza de poder arreglar nuestras diferencias.

Una vez que llegué a la zona de las gradas lo llamé por su nombre. Los chicos del equipo voltearon primero, les sonreí y los saludé con un ligero movimiento de mano, ellos imitaron mi acción y el más alto se acercó a Logan para informarle que yo lo estaba buscando.

Estaba claro que sí me había escuchado, pero me estaba ignorando. Ese chico era verdaderamente desesperante, un cabeza dura que se estaba poniendo imposible sin razón alguna.

Se encontraba de espaldas y parecía que estaba hablando con el chico alto de pelo castaño, no sabía si su charla tenía algo que ver conmigo, pero esperaba que así fuera.

Después de dos minutos sin recibir señales de su atención, sucedió, levantó su mano y la pasó detrás de su nuca cuando volteó a verme. Se encontraba lejos, a más de diez metros, pero no pasó mucho tiempo antes de que esa distancia se acortara por él mismo.

Le vi avanzar en dirección a mí. Mientras se acercaba noté que su pelo rubio se veía un poco más oscuro de lo normal —probablemente porque estaba húmedo— y que sus ojos no transmitían esa intensidad relampagueante a la que ya estaba acostumbrada.

—¿Y bien? Estoy ocupado entrenando, así que será mejor que hables ahora —comentó sin contemplaciones, cruzando los brazos sobre su pecho. No estaba acostumbrada a verlo observándome de esa manera intimidante.

Me le quedé mirando con atención. Era el mismo chico de siempre, era su voz, eran sus ojos contemplándome, era la misma persona en la que confiaba y a quien le contaba mis problemas sin temor a ser juzgada. Logan era el único a quien consideraba mi amigo.

—¿Por qué lo haces? —le pregunté directamente para no darle más vueltas al asunto.

Él frunció el entrecejo para demostrar su confusión.

—¿A qué te refieres exactamente? —cuestionó hablando despacio y manteniendo una postura relajada.

Puse los ojos en blanco y apreté los labios para hacerle ver que su jodida actitud me estaba cansando.

—Logan, me doy cuenta de que algo te pasa, tú no eres así —lo señalé de forma acusatoria y extendí los brazos a los lados—, Estás distante, actúas diferente, no reconozco al chico que tengo delante de mí.

Él lamió sus labios y resopló sonorosamente mientras se pasaba ambas manos sobre el rostro.

—Es que esto me sobrepasa —exclamó con frustración, mirando hacia el cielo para no tener que fijarse en mí—. No sé si te haces la tonta o realmente no ves que desde hace tiempo tú...

Detuvo sus palabras abruptamente, dejándolas suspendidas en el aire. Su mandíbula se contrajo y sus labios se cerraron en una mueca, manteniendo en suspenso lo que estuvo a punto de decirme.

—¿Yo... qué? Podrías ser más específico y quitarle los puntos suspensivos a esta discusión —le sugerí con impaciencia, pasándome los dedos sobre el pelo húmedo.

Él negó con la cabeza y se mordió el labio para alejar de sus pensamientos lo que sea que quería confesar y no se atrevía a soltar.

—No ocurre nada, si me he comportado como un imbécil narcisista estos días es porque...

—¿Es por Hayley? Bueno, en realidad no hace falta que pregunte, por quién más estarías así —lo interrumpí yo, sin saber que esa no era la razón de su conflicto interno. A continuación, apoyé mi mano en su hombro para transmitirle ánimo y fortaleza—. Yo estoy aquí, no tienes que lidiar con esto solo, ya sabes que tú y yo somos incondicionales tanto en los días buenos...

—Como en los días malos —terminó de decir él, con una medio sonrisa en las comisuras de sus labios. Incluso pude notar un reflejo de alivio en sus ojos claros—. Debes estar loca para soportarme incluso cuando me comporto como un amigo de mierda.

Ladeé la cabeza y entrecerré los ojos con complicidad.

—La locura a veces se contagia, yo que tú comenzaba a tomar distancia —le dije en broma y logré justo lo que quería, robarle una de esas sonrisas malditamente seductoras.

La brisa del viento le alborotó algunos mechones de cabello, yo intenté colocarlos en su sitio, deslizando mis dedos entre esos rubios cabellos sedosos que contrastaban con su pálida piel y le daban la apariencia perfecta para protagonizar una novela romántica.

Su rostro estaba rojo debido al calor y sus labios resecos por la falta de agua en su cuerpo, pero fuera de esos detalles estaba guapísimo; sus iris azules ya habían recuperado su brillo eléctrico y su semblante se veía tan alegre como siempre.

Se veía increíblemente sensacional, volvía a ser el mismo Logan que adoraba.

—¿Quién querría alejarse de ti? Si eres tan... magnífica —afirmó, a la vez que sostenía mi mano con la suya.

La situación se puso incómoda a partir de ese momento, ya que al momento que sus dedos se cerraron en torno a mi muñeca sintieron el contacto frío y húmedo de la sudadera que llevaba puesta.

Hasta ese momento Logan me dio un repaso con la mirada y pareció percatarse de algo que sus ojos habían pasado por alto desde que iniciamos nuestra conversación.

—¿Por qué llevas el pelo húmedo? ¿Qué le pasó a tu ropa? Está completamente empapada, vas a resfriarte si no te quitas eso de encima —expresó preocupado, quitándose la chaqueta deportiva que llevaba puesta —la cual llevaba escrito el nombre del equipo: Panteras de Deerfield— para ofrecérmela.

Reaccioné de inmediato. Negué con la cabeza y me solté de su agarre para que no se diera cuenta de que su interés en el tema había provocado que se me acelerara el pulso.

«No te pongas nerviosa, inventa una excusa, ahora.»

—Acabo de darme una ducha... vine aquí para tomar un poco de aire fresco y despejarme, suelo hacerlo siempre —le expliqué entre titubeos. No cabía duda de que estaba delatándome con mi torpeza.

Por la expresión de su rostro me di cuenta de que no creyó del todo lo que acababa de decir, pero asintió como si le hubiera convencido para no presionarme.

—Oye Ashley, considero que deberías hacerme caso y cambiarte de ropa, no te hará bien llevar eso puesto —repitió con calma, después dio un paso hacia mí, me colocó su chaqueta sobre los hombros y al hacerlo presionó ligeramente sus manos a ambos lados de mis hombros—, Es mi deber como amigo cuidar de tu salud. Llévate la chaqueta, me la entregas mañana en el partido, si la conservas me aseguraré de que estés aquí apoyándome y animándome como la gran amiga que eres para mí.

Al escucharle decir eso, sentí una emoción sorprendente dentro de mi pecho.

Me apresure en responder, demostrándole mi entusiasmo.

—Aquí estaré y traeré esto conmigo para que todos sepan que estoy contigo.

Le guiñé un ojo y me sacudí el cabello de un lado a otro para salpicarle algunas gotas en el rostro.

Logan se pasó las manos por el cabello y se frotó la nuca. Todavía mantenía el contacto visual, sus pupilas estaban sumergidas en las mías y esa sonrisa suya a cada segundo me parecía más y más encantadora.

—Ojalá me permitieras que estuviera contigo de verdad.

Murmuró algo muy bajo para que yo no pudiera oírlo, al no entender lo que dijo fruncí el ceño y me coloqué los dedos sobre los labios.

—¿Dijiste algo? —le pregunté con escepticismo.

Él negó con la cabeza y le hizo una señal a los jugadores de su equipo para que se tomaran un descanso. Todos suspiraron con alivio y caminaron directo a las gradas.

—Sabes, confío en que ganaremos mañana. Me dará muchos ánimos que tú estés apoyándome.

Le sonreí y chocamos nuestros puños como los mejores amigos. Ahora estábamos claros, volvíamos a ser la Ashley y el Logan que juntos hacían un equipo infalible.

๑❥๑๑❥๑๑❥๑

La tarde era soleada, había pocas nubes en el cielo y el sol brillaba en su mayor esplendor, iluminando con su luz la mayor parte del área que ocupaba el campus.

El ambiente conducía ligeras olas de viento que giraban alrededor de todos los presentes y, a su vez mantenían un ambiente ligero y liviano en la cancha deportiva.

Hacía pocos minutos que el partido de básquetbol de la temporada había dado comienzo; el equipo azul (Tigres) y el equipo rojo (Panteras) estaban dejando todo en la cancha. Los jugadores realizaban pases increíbles y empleaban tácticas impresionantes.

La confrontación entre los capitanes era palpable, se podía sentir en el aire, pues, aunque no pudiera percibirse físicamente, estaba presente durante el juego y esta subía de nivel cada vez que Logan y Zach intercambiaban miradas o pasaban cerca el uno del otro.

No había un solo lugar vacío en las gradas, los gritos y el apoyo del público excedían los niveles normales del entusiasmo. La mayoría ondeaban sus banderas y exclamaban a gritos los nombres de los jugadores, animando a aquellos que formaban parte de los equipos.

Yo me encontraba en la parte baja de las gradas, animando al equipo rojo con las nuevas porras que habíamos implementado en los últimos ensayos y entrenamientos. En todo momento las chicas seguían mis pasos, empleando una secuencia de movimientos coordinados a la coreografía que llevábamos semanas practicando.

Tal como se lo prometí a Logan, me había puesto la chaqueta del equipo rojo, la cual llevaba su nombre escrito con el número 1 estampado justo en el centro. Él decía que esa chaqueta le traía suerte en los partidos, así que tras habérmela prestado el día anterior para cubrirme del frío era responsabilidad mía llevarla puesta para que la fortuna de los dos fuera su broche de la suerte. Cabe decir que, en cuando aparecí con su chaqueta puesta me gane muchas miradas de desagrado y de envidia, pero conserve perseverancia y las ignoré a todas sin el menor de los complejos.

Ahora todos podían ver que estaba allí para animar a mi mejor y único amigo, apoyándolo desde afuera con mis porras. Era su admiradora número uno, y, por lo tanto, también la única que estaba a la altura de llevar su chaqueta favorita en el partido más importante del año.

Me impresionaba tanto que él me había pedido que la llevara puesta en ese día tan especial, cuando pudo haber elegido a cualquier otra, incluida la descarada de Hayley, quien desde la parte alta de las gradas se mantenía atenta a los movimientos de Zach.

Tenía claro que ese par seguían teniendo algo, y que ese algo se mantenía allí entrelazando sus caminos, uniéndolos en una conexión compartida que seguía creciendo cada día más.

Mi plan no funcionó, nada de lo que hacía para separarlos parecía estar funcionando, y si acaso funcionaba, ese par hallaban el modo de remediarlo y volvían a estar juntos.

No lo soportaba más, esas miradas que se dirigían cada cierto tiempo, eso que se gritaban sin decir una sola palabra
El solo ver sus sonrisas fugaces y las expresiones que podía leer en sus rostros me provocaba malestar e irritación, aquello era demasiado para mí y tal vez también era demasiado para Logan, quien ya se estaba dando cuenta de lo que estaba sucediendo entre ellos dos.

Al medio tiempo todos los jugadores salieron de la cancha y fueron a beber agua; vi a algunos que se vaciaron la botella de agua sobre la cabeza para refrescarse y despejarse del calor corporal que los acompañaba. Entendía sus acciones, ya que ese día hacía un calor realmente infernal.

Logan me miró desde la distancia, lo saludé para que supiera que lo tenía en mi punto de mira, él sonrió y yo le sonreí de vuelta, a continuación, señalé la chaqueta que cubría la parte superior de mi cuerpo y le guiñé un ojo con complicidad.

Él se pasó la mano por el pelo, inclinó la botella que sostenía en su mano, dejó caer un poco de agua en su mano libre y deslizó la misma por su cuello para sentir la temperatura del agua fría sobre su piel y así refrescarse. De pronto, comencé a sentir los labios resecos y la boca seca, como si tuviera la necesidad de beber algo o de probar algo con exactitud, tal vez, a aquel chico que seguía frotándose el cuello de un modo seductor y me estaba mirando sin discreción alguna, perforando mis ojos con el poder de sus impresionantes iris azules.

Sacudí la cabeza para dejar de pensar en cosas absurdas. Logan era mi amigo, solamente mi amigo, no tenía que verlo con otros ojos.

«¿Qué sucedía conmigo? El calor debía de estar afectándome el cerebro.»

Me vi obligada a desviar la mirada para enfriar mis pensamientos y enfocarlos en otra cosa. Observé detenidamente lo que sucedía a mi alrededor; las chicas del grupo de animadoras susurraban entre ellas y les dirigían miradas indiscretas a los jugadores que se encontraban a unos pocos metros, los estudiantes que formaban parte del público hablaban en murmullos, formando un bullicio de voces inentendibles a mis espaldas.

Mientras recorría la cancha con la mirada lo visualicé casi por error, cuando fijé la vista en lo más lejano de las instalaciones, lo divisé aproximándose en dirección a la cancha.

Noah estaba usando un pantalón de mezclilla y una sudadera gris que combinaba con sus tenis blancos. Otra vez llevaba puestos sus lentes, esos que me impedían ver esos ojos verdes que comenzaba a adorar, porque no había visto en nadie ese color tan peculiar y especial; eran de un verde precioso, incomparable a ningún otro, y en ellos se reflejaba vida, la esencia de lo intangible, un brillo sinigual.

Él me buscó en las gradas hasta que consiguió ubicarme y sus ojos verdosos se encontraron con los míos.

Movió ligeramente su cabeza y me sonrió, después se apoyó en la pared de ladrillo que se encontraba detrás de él y en esa posición relajada me mantuvo la mirada durante algunos minutos. Mientras le miraba una sensación chispeante y calurosa me recorrió el cuerpo, en algún punto se volvió tan fuerte que causó que el corazón me diera un salto tremendo.

No pude apartar la vista de él hasta que el sonido del silbato atrajo toda la atención del público hacia la cancha, donde los jugadores ya se estaban preparando para volver al juego. Estaba a punto de dar comienzo el segundo tiempo, ya se podía sentir la tensión y la rivalidad de un equipo con otro.

Logan y Zach estaban enfrente, cada uno en el lado opuesto de la cancha, mirándose como verdaderos enemigos, esos que si pierden la batalla jamás admitirán la derrota y seguirán dando lucha hasta el final.

Cuando el balón voló por los aires los dos chicos quisieron atraparlo en un salto de confrontación. Zach lo tomó primero y al momento que este cayó sobre el asfalto, el chico volvió a botarlo a la vez que comenzaba a correr hacia la cancha contraria.

Logan y los demás iban detrás de él, intentaban arrebatarle el balón, pero el chico empleaba una táctica impresionante para esquivarlos. Tras haber recorrido gran parte del área de juego, Zach le pasó el balón a uno de los jugadores de su equipo y el chico sin pensárselo dos veces lanzó el mismo hacia la canasta y sucedió, el equipo azul anotó tres puntos más.

Se escucharon abucheos, protestas y gritos de ánimo que en conjunto hacían de la escena algo parecido a un estadio repleto de un público eufórico que aclama a los equipos y un grupo de gente que se queja porque el equipo contrario va en desventaja.

Mi amigo Logan en un lapso de diez minutos encestó dos veces en la canasta y Zach lo hizo una vez más, dando como resultado que los marcadores estuvieran empatados. Ya solamente quedaban dos minutos y el partido acabaría, así que si alguno de los dos anotaba una vez más habría un equipo ganador, y eso si eso no sucedía, probablemente habría una revancha está misma semana.

Con el grupo de animadoras volvimos a hacer una porra para animar a Logan y a su equipo, él nos sonrió agradecido y de inmediato volvió a centrar toda su atención en el juego.

A una velocidad impresionante, Zach tomó el balón entre sus manos y corrió hacia la canasta, esquivando a los chicos que llevaban camiseta roja, se detuvo cuando ellos le bloquearon el paso y en fracción de segundos lanzó el balón por los aires y lo golpeó con las palmas para impulsarlo en dirección a la canasta, el mismo chocó con el aro, giró dos veces sobre el mismo y finalmente entró en el aro. El marcador sonó aturdiéndonos a todos, anunciando que el partido había terminado y que el equipo ganador era...

—¡El equipo de los Tigres es el ganador! —gritó el árbitro en voz alta a través del megáfono y eso bastó para desatar una ola de gritos y aplausos en las gradas, acompañado de la porra de victoria de las porristas que apoyaban al equipo azul.

Busqué a Logan con la mirada para saber cómo se encontraba, ya que seguramente le estaba saliendo humo por las orejas y sus ojos irradiaban odio puro hacia la única persona que más detestaba en esta tierra. Lo encontré a las orillas de las gradas, estaba hablando con un chico de su equipo y parecía que estaban discutiendo. Él estaba tenso, tenía plasmada en la cara una de esas miradas asesinas que le disparaban a todo aquel que estaba celebrando la victoria del otro equipo.

—Chicas, ya vuelvo, ustedes vayan con el resto de las animadoras —les dije y ellas asintieron con desánimo.

Mientras cruzaba la multitud y me enfrentaba al caos que se había formado en la cancha, observé a las porristas de "Los Tigres" abrazando a los jugadores que habían ganado, vi también a un trío de chicas que estaban literalmente pegadas a Zach, a algunos jugadores celebrando su victoria entre risas y al resto del alumnado interfiriendo en el camino.

La mayoría se veían entusiasmados y una mínima parte tenían caras de desagrado y desaprobación. La cancha de juego estaba abarrotada de estudiantes y las gradas ya casi estaban vacías. Entre tanto movimiento y tantas emociones había perdido de vista a Tara y Hayley.

Al instante que llegué al lado de Logan le toqué el hombro, él se volvió hacia mí y me miró con un reflejo de tristeza en sus maravillosos ojos claros. Me sentí mal por él al encontrarlo tan decaído. Para animarlo le pasé mis brazos por los hombros y lo atraje hacia mi cuerpo. Logan respondió a mi abrazo, apoyó sus manos en mi espalda y su mentón en mi cuello. Su tensión se aligeró poco a poco, confirmándome que estaba funcionando, mi cercanía le tranquilizaba un poco, le transmitía mi apoyo incondicional y le ayudaba a soportar la amargura de su derrota.

Yo no era especialmente cariñosa ni afectuosa con nadie, pero esta vez la situación ameritaba una excepción, porque se trataba de Logan, mi amigo, mi cómplice, él era el único que me sería leal hasta el final y yo no lo defraudaría ni en las malas ni en las peores situaciones.

—Ya habrá otros partidos, no te desanimes, cariño —le susurré suavemente al oído y sentí como sus manos presionaron más su agarre en mi cintura.

—No importa cuántas veces pierda si en cada una de ellas siempre vas a estar para apoyarme —murmuró a modo de respuesta mientras se apartaba unos pocos centímetros.

—Nunca voy a fallarte, Logan —le prometí con una dulce sonrisa.

En los labios de Logan se formó una reluciente y encantadora sonrisa de satisfacción. Me acarició el hombro con los dedos, se acercó a mí y me dio un tierno y delicado beso en la mejilla.

Al apartarse cruzamos miradas y pude ver algo en la suya que me dejó inquieta, ya que fue como ver el cielo y el infierno en un mismo momento.

Al desviar mi vista de la suya, miré detrás de él y sentí una fuerte punzada en el estómago cuando mis ojos enfocaron a un par de personas que estaban a algunos metros de distancia, ambos se veían conectados, enamorados, no lo sé, posiblemente felices y eso desató una tormenta eléctrica en mi interior.

Me tensé y apreté los puños a mis costados para contener mi ira. Estaba harta, jodidamente harta de que esa chica fuera el centro de atención, harta de que en cada oportunidad estuviese intentando quitarme mi lugar.

Hayley y Zach, la pareja más anormal y menos compatible de la tierra. El chico misterioso enamorado de la chica de su ex mejor amigo, buena trama para una novela, pero muy mala combinación si lo que ella pretendía era llevarse el rol protagónico. Yo JAMÁS lo permitiría.

—¿Sucede algo? —cuestionó Logan, sin llegar a comprender el cambio radical de mi semblante y mi rotundo silencio.

—Deben de estar jodiendo —musité entre dientes y señalé con un movimiento de cabeza a la parejita feliz que se estaba riendo de nosotros en nuestras narices.

Logan se volvió y buscó la razón que se había robado toda mi atención, la encontró de inmediato, difícil no hacerlo si ellos estaban dando una demostración de lo más sentimental delante de todo el maldito instituto.

Logan lo vio, yo lo vi, todas las miradas se vieron atraídas por aquella escena de lo más odiosa. De nuevo eran ellos montando un show de película para ser el centro de atención, lo que más me hacía rabiar era que estaba dando resultado, pues no había una sola persona que estuviese ignorando el hecho de que se estaban besando, y no era uno de esos besos fingidos y fugaces, claro que no, más bien era uno de aquellos que transmiten emociones y te hacen ver que el verdadero amor sí existe.

Me quedé pasmada, incapaz de mover un solo dedo, sintiéndome tan opaca como las estrellas que se apagan lentamente hasta desvanecerse en su propia luz y finalmente perder su brillo.

Recibí el impacto de la bomba que cayó justo sobre Logan y supe de inmediato que verla con él le había herido, que lo estaba dañando, que su corazón se estaba quebrando a pedazos, crujiendo y colapsando, siendo sustituido por una enorme vacío y un inmenso resentimiento. Le mataba lentamente verlos juntos.

Lo que estaba por venir ya se podía sentir en el ambiente. Habría un enfrentamiento y nadie podría detenerlo, ya todos debían saberlo.

En cuando Logan dio el primer paso hacia ellos algo en mi subconsciente me hizo detenerlo del brazo para frenarlo, pero aquello fue lo peor que pude hacer o creí leer eso en su mirada cuando me miró por encima de su hombro con el semblante ensombrecido.

—No te entrometas en esto, Ashley. Simplemente apártate si no quieres que te haga daño —me advirtió con severidad, mostrándose más duro y más insensible que una roca.

A continuación, sentí la brutalidad con la que se zafó de mi agarre, en el acto casi me tumbó al suelo y ni siquiera pareció percatarse de ello porque, tras recuperar el equilibrio vi que caminaba a grandes zancadas hacia ellos.

No fui lo suficientemente fuerte para no sentirme mal por su rechazo inmediato. Me carcomió el verlo en ese estado irracional y no haber sido la indicada para impedirle cometer esa locura.

No transcurrió más de un minuto antes de que los gritos de Logan atrajeran la atención de todo el alumnado.

—¡Cómo fuiste capaz de decirle que se alejara de mí y luego hacer esto! ¡Maldito infeliz! —espetó Logan con rabia y odio detrás de la pareja del momento, dejando salir todo lo que se estaba guardando desde hacía tiempo.

El pelinegro se giró y lo observó sin la menor pizca de miedo o temor. Él enseguida dio un paso para estar cara a cara con el peor de sus enemigos.

—Yo no le he pedido nada, ella tomó esa decisión por su cuenta, así que no vengas a culparme de tus errores.

—Aquí el único que cometió un error has sido tú, imbécil. ¿En serio crees que si ella supiera lo que hiciste estaría con un mentiroso como tú? No eres más que un cobarde intentando limpiar su estúpida consciencia, ¿¡O acaso ya olvidaste que Emma murió por tu culpa!? —atacó Logan en un grito audible de desprecio y repulsión a la vez que le daba un brusco empujón a Zach.

El chico en cuestión soltó una risita cínica que sonó más burlona e irónica de lo normal.

—¡Joder, Logan! No sabes lo que dices, así que cierra la maldita boca o te romperé la cara —espetó el pelinegro tras algunos segundos, perdiendo la calma y dejando expandir su fastidio y su molestia.

Lo estaba desafiando, uno y otro querían y pretendían causar una verdadera catástrofe. Los acontecimientos del año anterior volvían a salir a la luz y los incitaban a gritarse cosas hirientes y crueles.

Hayley se metió en medio de ambos y quiso impedir que su noviecito se viera involucrado en algo de lo que se arrepentiría luego.

Vamos, la chica era algo o muy ilusa si creía que Zach Becker se saldría de una pelea, así como así, y también era muy estúpida por pensar que Logan se lo dejaría fácil y se quedaría callado.

«¡Oh querida! Debiste pensar antes que te estabas metiendo con fuego porque irremediablemente ahora estás a punto de quemarte en tu propio juego.»

Logan se aclaró la garganta y negó con la cabeza, enfocando ahora sus ojos azules en los de Hayley, a quien le costaba mucho mantenerle la mirada.

—No te fíes de él, Hayley. Te hará daño, lo hace todo el tiempo. Si no te alejas de él, terminarás muerta como su exnovia.

Noté la crueldad y la dureza de sus palabras en cuanto lo oí pronunciarlas. Eso era lo peor y lo más destructivo que pudo haber dicho para hacer caer las barreras de Zach.

El pelinegro reaccionó de la peor manera, se soltó del agarre de Hayley y pasó a tomar a Logan del cuello de la camiseta, cerrando sus puños con fuerza, sujetándolo sin contemplaciones y manteniendo su cara a centímetros de la de Logan para retarlo.

—¡TE ADVERTÍ QUE TE CALLARAS! —musitó él, amenazante. Se le notaba tenso de pies a cabeza, tan sólido como una roca.

Ambos se miraron con desprecio, ira y furia, con un profundo odio que habría hecho estremecer hasta al mismísimo demonio del mal.

Zach soltó el primer golpe contra Logan, con una brutalidad y una fuerza descomunal totalmente impresionante. Tras haber soltado ese puñetazo violento, no se detuvo y siguió golpeado al otro chico, se le veía fuera de sí, absuelto en su dolor y en las emociones que lo estaban atormentando.

Sus golpes eran totalmente bruscos, fenomenalmente descontrolados, como si estuviera descargando todo el odio y resentimiento que llevaba manteniendo preso en una parte oculta dentro de él. Odiaba a Logan, lo detestaba por torturarlo con el recuerdo de Emma cada vez que se le presentaba la oportunidad, estaba cansado de soportar, harto de él y de cada uno de los que no dejaban cerrar sus heridas y le impedían seguir adelante.

Temía por Logan, me daba miedo que con esa golpiza terminara herido, o peor aún, que Zach no se detuviera a tiempo y que cuando lo hiciera fuera tarde.

Era la situación la que no me permitía moverme, no me sentía capaz de reaccionar, pero tenía que hacerlo ya o todo eso acabaría mal.

Los rodeaba una gran multitud, con el bullicio y los gritos de pánico apenas y lograba identificar el ruido de los golpes. Los estudiantes tenían miedo, estaban en shock, la mayoría estaban completamente aterrados y no los culpaba.

El temor de perder a mi mejor amigo me dio el valor que necesitaba para encaminarme al sitio repleto de chicas y chicos, entre los que se encontraba él, la persona por la que estaba preocupada. No me importaba nada, estaba dispuesta a hacer lo que fuera para salvarlo.

La agresividad de Zach y su descontrol violento demostraban que su estado emocional estaba crítico y que en esos momentos su lado racional estaba desconectado de su cerebro.

Comencé a empujar a todos para llegar a su lado, pero me lo ponían difícil bloqueándome el maldito paso con sus cuerpos.

—¡Basta ya, Zach! ¡Lo matarás si no te detienes! ¡Por favor, detente! —gritó Hayley detrás de Zach, pero el chico pasó de sus palabras y siguió soltando puñetazos sin parar.

La escena que todos presenciaban era de locos, de verdad parecía que quería matarlo. Estaba completamente segura de que ese chico iba a seguir golpeándolo hasta darle un último golpe letal.

—Apártense de mi camino, imbéciles —les exigí a los chicos que estaban frente a mí y eso hicieron, pero al momento que vieron que pensaba intervenir en la pelea uno de ellos me rodeó por la cintura y me jaló hacia sí para detenerme.

—No creo que debas entrometerte —me sugirió el chico desconocido. Intenté soltarme con todas mis fuerzas de su agarre, le solté barbaridades e insultos para lograrlo, pero mis intentos fueron en vano, no conseguí llegar hasta él.

Desde donde me encontraba llegué a ver que Zach golpeó a Logan en la mandíbula, dos, tres, cuatro veces.

No quería verlo, estar allí y no poder hacer nada para apartar a ese demente lejos de Logan. Si le pasaba algo grave me culparía a mí misma toda la vida y jamás me lo perdonaría.

Los ojos me ardían de rabia, de impotencia y de sentimiento. Todas esas emociones juntas formaban un nudo rasposo en mi garganta. Lo único que quería era ayudar a mi amigo, pero el chico que me sujetaba con firmeza no me permitía hacerlo.

—¡Basta! ¡Basta ya! ¡Detente antes de que sea tarde! —repitió Hayley en voz alta, aturdiendo a todos los presentes.

Con ese grito ahogado consiguió captar su atención, la de todos en realidad, pero también la de Zach, quien después de encontrarse en un trance de locura se detuvo y volvió en sí.

El chico se incorporó con el cuerpo tembloroso. Cuando recorrió con la vista las miradas de todos los espectadores, tenía las manos cubiertas de sangre, el pelo revuelto cubriéndole los ojos en una penumbra de oscuridad, en su rostro había rastros de sangre y sus ojos grises reflejaban arrepentimiento.

Después de recuperarse Zach intentó acercarse a Hayley, pero ella retrocedió y no le permitió decir nada.

—No... —ella estaba llorando. Se le quebró la voz y cerró los ojos un momento antes de añadir con la voz rota—, No te acerques a mí.

Sin decir nada más la castaña salió corriendo, empujando a todos para escapar del golpe amargo que le había provocado la pelea. Zach se fue en la misma dirección que ella, con el propósito de alcanzarla.

Lo más raro fue que por primera vez no me importó un mínimo lo que pudiera pasar entre ellos, sino que en lo único que fui capaz de pensar fue en el chico inconsciente que estaba tirando en el césped, cubierto de sangre, de golpes y heridas que parecía que no se podrían curar.

El chico que me sujetaba me soltó y yo hice lo que habría hecho una amiga, corrí con él para ir en su auxilio, seguida de un grupo de chicos que también estaban preocupados por Logan.

Cuando llegué hasta él, sentí que una parte mía colisionó fondo abajo. Al verlo en ese estado tan espantoso mi corazón se detuvo, mi pulso se agitó y mi mente se quedó en blanco, solamente distinguía en mi cabeza la luz roja de advertencia que me indicaba lo que más temía.

Logan estaba pálido, tenía el ojo morado e hinchado, sangre en el rostro y golpes en toda la cara. Se veía realmente mal, necesitaba asistencia médica inmediata.

—Vayan y busquen ayuda, rápido, díganles que es urgente —les pedí a los chicos que me habían seguido, ellos asintieron y se fueron corriendo para llegar lo antes posible a la enfermería.

Me dejé caer de rodillas a su lado, levanté con cuidado su cabeza y la coloqué sobre mi regazo. Le aparté el cabello de la cara con ambas manos y le acaricié suavemente el rostro con las yemas de los dedos.

—Resiste, Logan, quédate conmigo —le supliqué con un nudo en la garganta, sintiendo como una lágrima se derramaba bajo mi mejilla. Me lamí los labios y apoyé mi frente contra la suya para que pudiera sentirme cerca suyo—, Por favor, solo resiste, la ayuda ya viene en camino. Estoy contigo.

Ahí lo supe, que estaba dispuesta a todo con tal de que él estuviera bien, y que si había alguien que me importaba y quería muchísimo, ese era él. Logan.

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