19
La mente guarda recuerdos, pero solo el corazón reserva los mejores instantes para que no olvidemos cuando fuimos más felices. Tal vez yo lo negue y lo seguiría negando mil veces, pero en el fondo sabía que él siempre sería mi mejor recuerdo, el más especial de todos.
Recorrimos varios pasillos en silencio. Noah aún no me soltaba la mano y me estaba guiando hacia algún sitio que yo desconocía, pero el no saberlo en vez de preocuparme me hacía sentir intrigada y tal vez también un poco emocionada.
Me sentí realmente confundida cuando atravesó la puerta de la biblioteca y me llevó junto con él a través de los pasillos repletos de libreros y estantes divididos en distintas secciones. Yo me limité a guardar silencio y a caminar detrás de él sin más.
Estaba claro que pudimos ir a cualquier lugar del instituto, pero él me había llevado allí por alguna razón y seguramente en cuando no nos viera nadie me diría la razón.
Noah dio vuelta hacia la izquierda un par de veces y cruzó una zona desierta de la biblioteca hasta adentrarse a una especie de puerta que conducía al interior de un diminuto espacio rodeado de libros; yo entre junto a él, quien de inmediato se volvió para cerrar la puerta de madera a nuestra espalda.
En ese sitio había ubicada justo en el centro una mesa de estudio, una banca de madera y una pequeña ventana en una de las esquinas, las demás paredes estaban cerradas, bloqueadas por cientos de libros ordenados en filas, y entonces supe en donde estamos, era el mismo lugar en el que habíamos realizado el proyecto de biología, aquel espacio en el que compartimos nuestro primer momento juntos, allí lo besé por primera vez y ante ese descubrimiento me surgió la necesidad de volver a rememorar ese beso.
—Recuerdo este lugar... ya vinimos aquí antes —mencioné con la certeza de que tenía razón.
Miré el techo y vi un par de lámparas que colgaban de la parte superior y proporcionaban luz en el pequeño cuarto cubierto de pared a pared con cientos y cientos de libros.
Avancé un par de pasos, pasé las yemas de mis dedos sobre una hilera de libros y leí los títulos de algunos que me llamaron la atención: Sombras del amor, Romeo y Julieta, El amor en secuencia al tiempo, Corazones enlazados, La relatividad de lo imposible resumida a ti. El romance estaba por todas partes, era alucinante.
Noah carraspeó su garganta y yo lo miré de reojo. Él estaba apoyado en la mesa, con las manos apoyadas en los extremos de la misma. Todavía seguía tenso, los músculos de sus brazos y las venas que sobresalían de su cuello me lo confirmaban, pero era tan educado que ni siquiera pretendía demostrarme su enfado.
—Este lugar guarda muchos recuerdos, es como un cofre de tesoros, todo lo que hay en el interior es valioso, lo que sucede en el exterior no es relevante, es... cómo decirlo, poco importante —me explicó tranquilamente, mirando a su alrededor. Yo asentí y tomé el primer libro que tuve a mi alcance, comencé a hojearlo y a leer distraídamente algunos renglones que captaban mi sentido de visión, pero lo que agregó a continuación se llevó toda mi atención.
—He venido aquí desde el momento en que te conocí —lo dijo con tanta profundidad e intensidad, podía jurar que nada en la vida me tomó tan desprevenida como esa confesión.
El libro que estaba sosteniendo cayó al suelo en cuestión de segundos y mis manos se quedaron suspendidas en el aire, como si mi cerebro se hubiera quedado sin baterías y mi cabeza no pudiera terminar de procesar el significado de sus palabras.
—No lo sabía.
Eso fue lo único que se me ocurrió decir. Vaya que fue torpe de mi parte soltar esa frase tan típica de alguien que no sabe que responderle al chico que le gusta.
—Ash, no voy a preguntarte qué hacías con esos chicos y por qué parecía que estaban discutiendo, no me importan ellos... quería que lo supieras porque no te he traído aquí para hablar de eso —expresó, mostrándose neutral.
No pude leer a través de sus expresiones, en esa ocasión no pude.
—¿Y de qué quieres hablar? —le pregunté con más interés del que me habría gustado demostrar.
A los pocos segundos, escuché el sonido de sus pasos acortando la distancia que nos separaba.
Noah se acercó lentamente y se puso detrás de mí, dejando un espacio reducido entre nosotros. No pude verlo, pero sentí que se inclinó hacia mí y de un segundo a otro la fragancia de su ropa inundó todos mis sentidos, despertando mis hormonas y poniéndome en alerta roja.
El olor que desprendía de él era embriagador, una mezcla de perfume, lavanda y el inconfundible aroma de su piel.
Sus manos me acariciaron los brazos suavemente, subieron hacia mis hombros y volvieron a descender, provocándome una serie de escalofríos por debajo de la piel.
Fui incapaz de moverme al contacto de sus delicadas caricias. Él me tenía atrapada, estaba controlando cada uno de mis sentidos.
Me estremecí al sentir su aliento tras mi oreja y al oír su voz sobre mi oído diciéndome en un susurro ronco:
—No quiero hablar, quiero seducirte, cariño —pronunció con la voz más dulce y acogedora que podía existir en el universo.
De pronto, su mano cálida se deslizó por mi cuello, sus dedos me acariciaron la clavícula y el mentón, después me rozaron la mejilla y las comisuras de los labios, causándome un electro choque en el interior del pecho.
En un abrir y cerrar de ojos, me rodeó con sus fuertes brazos la cintura, manteniéndome pegada a su torso para poder manejarme a su modo.
Contuve la respiración cuando su boca rozó la delicada piel de mi nuca y me estremecí entre sus brazos. Noté que sonrió con la boca pegada a mi cuello y siguió dejando un camino de besos cortos sobre la sensible piel de mi garganta.
Después de marcar un largo recorrido de mi cuello a mi clavícula volvió a pegar su boca a mi oreja y murmuró:
—Me gusta producir estás sensaciones en ti.
Sus manos se deslizaron bajo la tela de mi camiseta y me acariciaron ligeramente la parte baja de la cintura, haciendo contacto directo con mi piel ardiente. Me mordió el lóbulo de la oreja y se separó un poco, sin despegar totalmente su cuerpo del mío.
Sentí su aliento en mi cuello y su nariz rozándome la oreja e inhalando el aroma dulce de mi cabello.
—Eres realmente encantadora, me tienes preso a tus encantos —susurró roncamente.
Su boca se aproximó hacia mí. Mi pulso se aceleró cuando depositó un delicado y fugaz beso en mi mejilla.
Sin llegar a soltarme de su agarre, me giré poco a poco para poder mirarlo directamente y cuando estuve cara a cara con él, sentí que se me encendieron las mejillas y que el corazón comenzó a latir agitado dentro de mi pecho.
Curiosamente, hasta ese momento noté que en esa ocasión no llevaba sus anticuados lentes puestos y esta vez sus ojos estaban mirando directamente los míos; esos sorprendentes y preciosos ojos verdosos no estaban ocultos, ahora podía contemplar su color auténtico.
Noah apoyó su frente contra la mía y me habló con los ojos cerrados.
—Dime que este recuerdo lo llevarás contigo —acarició mi cabello con sus dedos, deslizándolos con cuidado y alisando los mechones dorados que se enroscaban en las puntas.
Me rozó la mejilla con las yemas de los dedos, pasó algunos cabellos tras mi oreja y se quedó mirándome los labios con esos iridiscentes ojos verdes.
—Pase lo que pase quiero que lo recuerdes.
Me humedecí los labios y asentí con la cabeza, ensimismada en sus fascinantes pupilas brillantes.
—¿Por qué no querría recordarte? Si tú eres una de esas casualidades que solamente ocurren una vez.
Con aquello quise decir: «Te recordaré, no dudes que lo haré.»
Nuestros rostros se fueron aproximando el uno al otro y no sé cómo pasó ni cuándo, pero llegó el momento en el que nos dejamos llevar, atraídos por la energía que surgía siempre que estábamos juntos.
Él deslizó su mano tras mi nuca y pegó sus labios calientes sobre los míos por segunda vez en el día, trayéndome los recuerdos de todas las veces que anteriormente nos habíamos besado, con la misma pasión y la misma necesidad.
Noah no se apartó y siguió besándome desesperadamente, con urgencia y intensidad, como si necesitara saciarse de mí y perderse en el laberinto sin salida que trazaban mis labios y los suyos.
Los dos fuimos retrocediendo hasta que mi espalda chocó con algo, no me detuve a pensar qué era e inmediatamente deslicé mis manos sobre sus brazos y sobre su torso, provocando que un suspiro saliera de sus labios.
Lo echaba de menos, cada partícula de mi ser se sentía despierta ante su contacto, sus caricias me hacían vibrar y me hacían estremecer de maneras inimaginables.
Atrapé su labio inferior entre mis dientes y le acaricié la espalda con los dedos, trazando un recorrido imaginario hacia su nuca y aferrando mis manos a su cuello.
—Me vuelves loco, me conviertes en alguien completamente irrazonable —murmuró a milímetros de distancia.
En fracción de segundos sus labios se pegaron sin esperar más a los míos, al mismo tiempo que mis manos se metieron entre sus cabellos rizados y se enredaron entre sus mechones hasta arrancarle un gruñido sordo que se escuchó malditamente sexy cuando llegó a mis oídos.
Inmediatamente, presionó mi cuerpo contra el suyo, atrapándome para devorarme como a su presa favorita. Mostrándose demasiado impaciente acabó por apoderarse de mis labios con fervor; nuestras bocas se abrieron en el momento ideal, nuestras lenguas se encontraron y comenzar a moverse en perfecta armonía, en una secuencia que solamente compartían la una con la otra.
A mis espaldas había una torre de libros enorme y yo estaba recargada en ella. Sus manos estaban apoyadas a los costados de mis caderas, sus dedos me acariciaron tímidamente el fragmento de piel que quedaba descubierto bajo la camiseta que llevaba puesta, y al instante que sus pulgares me rozaron el vientre ni una sola célula de mi cuerpo escapó del efecto eléctrico que me produjo ese magnético contacto.
Nos separamos para recuperar el aire y aligerar la tensión que se había disipado en el ambiente. Su respiración cubrió mi boca y me aceleró el pulso, causando olas explosivas que se metieron por mis poros y me recorrieron las venas. Sus labios rojizos y suaves rozaron los míos al mismo tiempo que su nariz acarició la mía, sonreí por ello e inconscientemente llevé mis manos a su nuca para atraerlo hacia mí y mantenerlo cerca.
Noah me colocó sus manos en la cintura y me apretó fuerte contra sí, separándome de las interminables filas de libros que se encontraban detrás y acercándome hacia él para no dejar un solo milímetro entre nuestros cuerpos.
Al sentir el calor que desprendía de su cuerpo me deleité con lo acogedor que era estar entre sus brazos. Me relajé y disfruté del momento, de su cercanía y del olor fresco de su piel mezclado con la fragancia del perfume que usaba.
Realmente disfruté su abrazo y me envolví en la dulzura con la que me sostenían sus brazos, protegiéndome de todas esas cosas que se encontraban afuera y estaban esperándonos al otro lado de la puerta.
Cuando levanté la mirada, Noah acunó mi cara con sus grandes manos y me rozó los labios con los suyos, manteniendo los ojos entrecerrados. Me sorprendí a mí misma volviendo a repetir ese breve roce de su boca con la mía, y en cuando lo hice vi un destello verde esmeralda en su mirar, se le dilataron las pupilas y el color verde azulado de sus ojos se oscureció hasta tornarse opaco.
Una mezcla de sentimientos comenzaron a hacer acto de presencia y causaron un derrumbe silencioso justo en el sitio que ocupaba mi corazón, haciéndome debatir en un conflicto interno que no tenía principio ni final.
Me sentí mucho más sorprendida cuando él colocó su mano en mi cuello y me acarició la boca con el dedo índice antes de susurrar con una infinita adoración:
—No tienes idea lo especial que eres para mí.
Lo distinguí en lo más profundo de sus ojos, que me quería, que me tenía afecto, que realmente era importante para él, tan importante que había hecho de este lugar nuestro espacio, suyo y mío, nombrándolo el lugar que guardaba recuerdos. Yo esperaba que aquello fuera cierto porque ese momento era uno de esos que no se podía borrar.
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