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17

Hay una gran diferencia entre necesidad y creer necesitar de alguien.

No recuerdo la hora exacta, quizá era de madrugada o tal vez apenas pasaba de la media noche, lo que sí recuerdo es que sentí como la cama se hundió de un lado, y entonces me di cuenta de que alguien se había sentado justo allí, podía percibir su presencia, aunque tenía los ojos cerrados.

Quería comprobar que no era un sueño y para asegurarme de ello entreabrí los párpados lentamente y visualicé a Noah apoyado en la cabecera, contemplándome con una expresión de calma y tranquilidad, como si el que estuviera allí conmigo fuera lo más casual del mundo.

No me moví y permanecí en la misma posición, acostada de lado mirando hacia el tocador. Por mi cabeza pasaron un centenar de pensamientos del porqué él había entrado a mi habitación y se había sentado a mi lado sin mediar una sola palabra, no obtuve respuesta alguna y tampoco seguí dándole vueltas a la incógnita, solamente esperé que hablara o hiciera algo.

Se tardó algunos minutos en hacerlo, pero cuando sentí el toque de sus dedos en mi cabello me sentí completamente despierta. Su contacto me tomó desprevenida, pero lo disfruté y cerré los ojos para mantener ese recuerdo grabado y jamás olvidarlo.

Comenzó como una suave caricia, deslizando despacio sus delgados dedos sobre mi cabello, como si estuviera apreciándome a cámara lenta, después su mano siguió el camino de mi hombro y ascendió por la curva de mi cuello hasta posarse en mi mejilla y acariciarla con su pulgar con una delicada dulzura.

Volví a abrir mis ojos cuando le escuché murmurando mi nombre, suave y claramente, con esa voz profunda cargada de emociones.

—¿Me escuchas...? ¿Si no estuviera aquí junto a ti podrías escucharme? —susurró melancólico, con los ojos perdidos en el vacío.

Me lamí los labios e inconscientemente coloqué mi mano encima de la suya, que aún reposaba sobre mi mejilla. Me aclaré la voz y hablé con voz ronca, puesto que acababa de despertar:

—Te estoy escuchando ahora, Noah.

Al oírme, sentí como volvió a enfocar sus ojos verdes sobre mí.

El silencio se hizo presente los dos próximos minutos, pero ese fue tiempo suficiente para que apoyara mi cuerpo en la cama y colocara mis codos a ambos lados del colchón, de modo que el cabello me caía sobre los hombros y algunos mechones acariciaban mis brazos descubiertos.

Ladeé ligeramente la cabeza en su dirección y me crucé directamente con su mirar ardiente, ahí estaba de nuevo esa mirada que me erizaba la piel y me provocaba corrientes de energía por todo el cuerpo.

—¿No vas a preguntarme qué estoy haciendo aquí? —me preguntó con el ceño ligeramente fruncido y yo negué con la cabeza mientras mis labios formaban una sonrisa.

—Me imagino que subiste por la ventana, abriste la puerta del balcón y te acercaste, después te sentaste y aguardaste a que te descubriera, lo sé, así que no quiero saber qué haces aquí, sino por qué viniste —le respondí sin desviar la mirada un solo segundo.

—Necesitaba de ti —murmuró, bajando su mirada a mis labios y regresando a mis ojos para no revelar sus verdaderas intenciones.

Lo miré con una sonrisa coqueta e incliné mi cuerpo hacia delante para acercar mi rostro al suyo, que se encontraba a tan solo centímetros de distancia. Nuestras narices se tocaron, nuestras bocas se rozaron, sus ojos y los míos se adentraron a la oscuridad que desprendían las pupilas del otro, al mismo tiempo enlace mi mano a su nuca para atraer su boca hacia la mía. Le vi sonreír con intensidad antes de que en un movimiento rápido mi mano libre lo tomara de la camiseta para acercarlo un poco más, causando que los dos cayéramos sobre el colchón; yo quede debajo de él y Noah encima de mí, con las manos apoyadas a ambos lados de mi cabeza, evitando que su peso recayera sobre mi diminuto cuerpo.

—Estás loca —dijo entre risas. Su cabello rubio se deslizó por su frente y terminó cubriéndonos del rayo de luz que se adentraba por la ventana y las cortinas.

—Nunca viene mal un poco de locura, a partir de ahora deberías acostumbrarte —le susurré y le aparté un mechón de la cara, rozándole a propósito la sien.

Su sonrisa creció y su boca inmediatamente vino a posarse sobre la mía con desenfreno y necesidad, llevándome al beso más ardiente de la historia de todos los besos, y eso que esa lista era muy larga, incluso podría decir que infinita e interminable.

Noah se apoyó en sus brazos para disminuir la distancia que separaba su cuerpo del mío, dejando apenas unos cortos milímetros. La sensación de tenerlo encima de mí era fascinante, algo realmente maravilloso, un sueño vuelto realidad. Podría vivir eternamente en esa posición, deleitándome con la dulzura de sus labios.

Le devolví el beso con intensidad y fervor, sentí que me mordió el labio y jadeé, deseando morder los suyos que eran tan carnosos y suaves.

Él se apartó un poco para recuperar el aliento, en ese momento mis ojos se clavaron en los suyos y los de él en los míos, causando que nos fundiéramos en un juego de miradas duradero.

De un segundo a otro se abalanzó de nuevo sobre mis labios, cortándome la respiración y dejando una multitud de besos calientes y cálidos en mi boca y en mis comisuras, dándole pequeños mordiscos a mis labios, que seguramente estaban hinchados de tanto besarlo.

Sonreí al pensarlo y bajé la mirada un poco, entonces noté que su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración entrecortada, la cual estaba tan agitada y frenética como la mía.

Él seguía besándome y yo hacía lo que podía para no perderme en las sensaciones magníficas que estaban desbordando mi mente y mi cuerpo, pero Noah movía tan bien sus labios sobre los míos que cuando menos lo espere me hizo olvidar todo sentido de razón y pensamiento lógico, llevándome junto con él a un lugar donde nada importaba más que nosotros dos.

Él no estaba haciendo nada más que besarme y yo ya me sentía en otra galaxia. Mi cuerpo estaba ardiendo, echando chispas. Evidentemente, necesitaba más de él, de eso que solamente Noah podía darme, esa pasión, esas caricias y esos besos que me embriagaban y me hacían olvidarme de todo.

En el momento que presionó sus caderas sobre las mías perdí la noción del tiempo, me sentí locamente deseada y locamente deseosa de que él volviera a repetirlo.

Ya no estaba pensando, mi mente estaba cautiva con los besos de Noah, era como una marioneta que actuaba por su propia cuenta y en un arrebato que salió de lo más profundo de mi subconsciente lo empujé con suavidad para tumbarlo sobre la cama y me subí encima de él, literalmente estaba sentada a horcadas sobre sus muslos, con una blusa de tirantes y unos shorts diminutos puestos, y no sentía vergüenza alguna de eso, al contrario, podría decir que su visita repentina me había vuelto atrevida y que estaba poseída por algún hechizo que él me había lanzado con su encanto.

—Dices que me necesitas, estoy segura de que eso podemos arreglarlo —exclamé con la voz ronca, mirándolo con picardía y apoyando las manos en su pecho. Comencé a deslizar mis dedos sobre la tela de su camiseta, trazando líneas sin sentido alguno y provocando que sus músculos se pusieran tensos con mi contacto.

—Me estás volviendo loco —susurró, echando la cabeza hacia atrás mientras suspiraba.

Me incliné sobre él y acerqué los labios a su oreja para decirle sobre el oído:

—Eso pretendía, cariño —le mordí el lóbulo y le acaricié el cuello con los labios mientras mis manos seguían recorriendo su cuerpo con inquietud.

Mis caricias tuvieron el efecto que esperaba, desataron su lado salvaje y depredador, ese lado que siempre ocultaba con palabras dulces y gestos inocentes.

Noah colocó sus manos sobre mi cintura y me apretó ligeramente. Primero me acarició las caderas y después deslizó sus dedos bajó mi camiseta, marcando cada centímetro con el contacto ardiente de sus yemas y sus palmas.

El sentir otra vez sus dedos sobre mi piel provocó que me subiera la temperatura, rebasando los grados que normalmente se mantenían neutros. Cada toque suyo me quemaba, avivaba mis llamas y las hacía expandirse por mis poros, por mi sistema nervioso y por los lugares más recónditos de mi piel.

Sus manos expertas me acariciaron los costados y siguieron avanzando rumbo a mi espalda; me acariciaron las costillas y recorrieron mi columna con una lentitud apasionada. Las mías no perdieron más el tiempo y lo tocaron directamente, piel con piel, comenzaron con sus abdominales y continuaron subiendo a lo largo de su torso, las detuve justo encima de su pecho, en el lugar donde latía su corazón tan agitado como una bomba de tiempo.

Sin poder resistirme, me aproximé a su rostro y le dije con la voz cargada de deseo y con los labios rozando los suyos:

—Me encanta que me necesites tanto como yo a ti —lo solté así, sin aviso, sin precedentes, sin divagaciones, y esa fue la gota que derramó el vaso.

Él enloqueció, yo también enloquecí. Su mano derecha me tomó del pelo y me atrajo hacia sí, en fracción de microsegundos pegó sus irresistibles labios a los míos para devorarlos y succionarlos. Él estaba hambriento de mí, yo estaba sedienta de él, era evidente que necesitábamos consumir el uno del otro para seguir respirando.

Yo enrede mis manos en sus rizos y le desgreñe el cabello de un lado a otro mientras me pegaba más a él, borrando el espacio ente nosotros y dejándolo fuera del mapa.

A él no pareció importarle la brusquedad con la que le sujetaba del pelo, y a mí tampoco me importaba que su mano me estuviera agarrando por debajo de las caderas y apretándome fuerte contra él.

Comencé a recorrer sus músculos esbeltos y sus bíceps ejercitados con una mano a la vez que sus labios insaciables iban en busca de más, en dos segundos ya tenía su lengua dentro de mi boca, jugando con la mía.

Él deslizó sus dedos por mis cabellos y acarició mi nuca de una forma que me electrizo espontáneamente, transportándome al verdadero paraíso.

Me dio la vuelta sobre la cama, de modo que volvió a quedar encima de mí, y una vez que la luz de la luna se ocultó tras las cortinas su boca se perdió en la mía para no despegarse de ella hasta que las cenizas de este fuego se consumieran y la obscuridad nocturna se esfumara a la luz del amanecer.

Sus manos comenzaron a moverse más deprisa, siguiendo una travesía sin rumbo, acariciándome cada centímetro descubierto de la piel, y su boca también fue descendiendo por mi clavícula, mi cuello y mis hombros. Mis sentidos se adormecieron en el proceso, perdí la noción de todo y me fundí en su poderosa pasión. Me embriagó sentir su aliento caliente en mi vientre. Sus labios me besaban y capturaban las parcelas de mi piel entre sus dientes, provocándome suspiros de placer.

Noah se separó de mí un segundo y me miró con una expresión tan apasionada que me provocó llamas de calor que invadieron mis venas y se acentuaron en mi pecho.

Fijé la vista en sus hipnóticos ojos verdes y le dije:

—Estamos realmente dementes.

Él me sonrió con un brillo seductor, colocó sus dedos en mis labios y me acarició la boca con delicadeza, enseguida sus labios volvieron a encontrar los míos y se unieron apasionadamente a la vez que las prendas de ropa quedaban regadas por el suelo y comenzábamos un juego travieso entre las sábanas.

Indudablemente, me estaba volviendo adicta a él, adicta a todo lo que me entregaba, a las palabras que me decía y también a todo eso que me hacía sentir. Maldición, por primera vez no me importaba estar sintiendo tanto y tampoco estaba pensando en lo que sucedería al día siguiente, porque para mí lo único verdaderamente vital era sentir como me llenaba de él.

Debía admitir que me encantaría perderme en esa mirada y en la pasión arrebatadora que nos tenía enlazados a una atracción ilimitada e imparable, pero por el momento me conformaba con perderme en sus caricias, en sentir su piel y sus besos el resto de la noche y fundirme con su cuerpo hasta el amanecer.

๑❥๑๑❥๑๑❥๑

Ya había amanecido, lo sabía por los ligeros rayos de sol que venían a parar a los pies de la cama. Me pasé las manos por el rostro y suspiré, sintiéndome realmente agotada y adolorida.

Me puse en alerta cuando sentí que algo pesado se enroscaba en torno a mi cintura, me volví y me encontré con la imagen más angelical de la tierra; Noah estaba dormido a mi lado, tenía el mentón apoyado sobre mi hombro y su brazo estaba rodeándome. Él estaba sin camiseta y a simple vista notaba lo bueno que estaba, y ni hablar de las facciones varoniles y marcadas de su rostro, o de sus largas pestañas castañas y sus delgadas cejas, o de sus rosados labios carnosos y de su nariz perfectamente trazada, o de las apenas visibles venas que se marcaban en su cuello y del ligero movimiento de su pecho con su respiración lenta.

«Joder, estaba en el mismísimo cielo».

Me mantuve admirándolo por más tiempo del que sería capaz de admitir, hasta que los recuerdos de la noche anterior se agolparon en mi cabeza como un bombardeo interno.

Definitivamente, estaba mal acostarme con él y estarlo utilizando para mi propio beneficio, él no era un juego y jamás lo sería, lo que tenía con él era más que físico, se basaba en el afecto y...

«¡Alto allí! ¿Qué estupideces estás diciendo, Ashley? Se supone que lo que tienes con él es una aventura más de las muchas que has tenido, no va más allá de lo físico ni implica sentimientos o afecto mutuo, solo es algo pasajero, grábatelo en la cabeza desde ya», me recordó mi subconsciente a gritos para hacerme reaccionar.

Sacudí la cabeza y me di cuenta de que era cierto, yo nunca pensaba esas cosas de un chico, o en llevar un rollo de una noche a algo más formal, entonces ¿qué diablos me pasaba?, ¿por qué con él era diferente?

«No es diferente, ahora levántate de esta cama y dile que tiene que irse», «debes detener esto antes de que termines por arrepentirte».

Normalmente, mi subconsciente era mi fiel consejero, pero en esos momentos lo que de verdad quería era no pensar en nada y disfrutar de su compañía algunos minutos más.

Me di una bofetada mental y quite con cuidado el brazo de Noah de mi alrededor para poder alejarme de esos pensamientos extraños y de paso estar lejos de él.

Saqué del armario una camiseta holgada que me llegaba a las rodillas y me la puse. Rápidamente, me senté en el sillón, coloqué las manos sobre mi cabeza y negué repetidas veces. Me sentía más confundida que nunca.

Recapitulando, había pasado de enrollarme con Noah a acostarme con Noah siempre que estábamos a solas, y no solo eso, lo había hecho siendo consciente de que jamás había traído a un solo chico a esta habitación para no tener que recordarlo siempre que estuviera aquí, ahora no había vuelta atrás, este lugar y estás cuatro paredes eran testigos de mi relación poco sana con Noah, añadiéndole a eso que me había quedado a dormir con él otra vez, y yo nunca hacía eso con nadie.

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no fui capaz de pensar en eso ni en nada cuando él me dijo que necesitaba de mí? ¿Por qué no le dije que se marchara y me dejara en paz?

La confusión se transformó en frustración y preocupación, de pronto, ya no se trataba nada más de que me gustara y yo le gustara a él, claro que no, ahora iba mucho más allá; él me encantaba, lo añoraba, pensaba en él, me cautivaba, lo apreciaba.

«Joder, no, por favor no».

—No, no es lo que te estás imaginando, es solo atracción física, solamente es atracción, no es...

—Cariño, ¿por qué dejaste la cama vacía? Anda, vuelve conmigo —exclamó Noah, atrayendo mi atención hacia él, quien estaba apoyado sobre su codo, con la cabeza recargada en su palma, frotándose los ojos y buscándome con la mirada.

¡Maldición!

Su voz me provocaba un revoloteo en el estómago que me era imposible de ignorar por más que quisiera evitarlo.

«Cielos, revoloteos no, emociones no».

Él carraspeó su garganta y cuando tomó sus lentes de la mesita de noche sus cálidos ojos verdes se enfocaron en mí, recorrieron mi cuerpo (apenas cubierto por la camiseta) y mis curvas con detenimiento, entonces vi aparecer una sonrisita juguetona en sus comisuras y de sus ojos centello una chispa de emoción.

Su cabello estaba muy revuelto y su aspecto se veía increíblemente genial, como si el estar conmigo le diera años de vida y muchas ganas de sonreír sin razón.

La intensidad y el magnetismo de su mirar comenzó a incomodarme, a incomodarme de verdad, a meterse dentro de mi piel y de mi cuerpo hasta hacerme sentir cosas que nunca antes había sentido.

—¡Hey! —lo saludé, moviendo la mano torpemente con una sonrisa de boca cerrada.

—¡Hey! —repitió él, dedicándome una de sus indescifrables miradas.

«Basta Ashley, no permitas que esto te afecte, actúa con naturalidad, muéstrate como eres».

Me pasé la mano tras el cuello y ladeé la cabeza antes de sonreírle y morderme el labio inferior. Él notó que le estaba coqueteando y se lamió los labios lentamente para provocarme.

«Joder, cuando hacía eso se veía tan atractivo».

Se apoyó en la cabecera y la sábana se deslizó hasta la parte baja de su abdomen, dejando al descubierto ese torso musculoso que me tenía de cabeza, esos hombros definidos y ese cuello pálido que había mordido unas cuantas veces y en el que había dejado una marca bastante reveladora.

«Ufff, qué calor hacía de pronto en esa habitación».

Noah se pasó una mano por el pelo y una risita traviesa escapó de sus labios, mostrándome que él estaba pensando en lo mismo, ya que no me quitaba sus espesos ojos verdosos de encima.

—Eres consciente de que te ves increíblemente hermosa —me elogió abiertamente, centrando su mirada en mi aspecto, primero en mi rostro y después en mi cuerpo—, Tan solo con mirarte me quedo sin aliento.

Me ruboricé ante su cumplido y desvié algunos segundos la vista para que no lo notara, cuando volví a mirarlo él ya se había incorporado de la cama y se estaba poniendo el pantalón, también tomó su camiseta del suelo y levantó los brazos para ponérsela, yo no me perdí un solo detalle de esa acción; mientras la camiseta se deslizaba sobre su escultural torso se le marcaron esos pectorales divinos y ese trabajado abdomen, aquello sucedió en tan solo segundos, pero para mí fueron horas de gloria ante una vista espectacular, incluso me dio la impresión de que sucedió en cámara lenta.

Sentí mis labios y mi boca reseca, y me sorprendí a mí misma sintiendo la urgencia de lanzarme sobre él para comérmelo completo.

«Maldición, si hay un intermedio del infierno y el cielo este chico es el pecado mismo, uno que me incita constantemente a adentrarme al peligro».

Tras un minuto de silencio, él se aclaró la garganta con nerviosismo, claramente le había puesto nervioso y eso me encantaba, se veía tan adorable con las mejillas de color carmesí.

Inconscientemente, levanté los brazos hacia él, su expresión de sorpresa me pareció divertida, aunque no tardó en hacer acto de presencia un reflejo de emoción en sus ojos.

Noah caminó hacia mí y cuando estuvo a medio paso de distancia se inclinó para que estuviéramos cara a cara, pude sentir su aliento fresco en mis labios y el roce de su cabello en mi frente.

Sin pensarlo le pasé los brazos tras el cuello y lo atraje para que nuestros rostros estuvieran cerca y en contacto. Me le quedé mirando sin parpadear, navegando sin sentido en la profundidad de esos talismanes verdes, envuelta por ellos.

Esa no era yo, la Ashley Smith que todos conocían jamás habría actuado tan emotiva con nadie, ni habría apreciado el tiempo que compartía con la única persona en la que no dejaba de pensar.

Cerré los ojos y respire lento y profundo, sintiéndome relajada, escuché que él hizo lo mismo y percibí el contacto tibio de sus manos en mis caderas.

Su boca vino a buscar la mía y me dejó un cálido y delicado beso en los labios que causó un estallido en mi estómago y una corriente de alegría pasajera que no se esfumó hasta que él se separó de mí.

Abrí los ojos y sentí que mi corazón palpitaba despacio, como si esta fuera la calma antes de la tormenta, el paraíso antes de la destrucción, probablemente ese presentimiento era del todo cierto.

Me hice a un lado para dejarle espacio a mi lado en el sillón, él se sentó junto a mí y cruzó las manos sobre sus rodillas, pareciendo algo impaciente. Se quedó mirando mis manos, otra vez, yo aún no entendía el por qué lo hacía, pero me gustaba eso, de algún modo sentía que esa era su manera de conectar conmigo cuando las palabras no salían.

—Creo que debemos ir a clases —dijo con calma, entrelazando sus dedos.

—Todavía no, quedémonos aquí unos minutos más —le sugerí, haciendo un puchero que le provocó una linda sonrisa—. Noah, estoy contigo y estás conmigo, olvídate de lo demás ¿sí? —le pedí con dulzura, moviéndome de sitio para apoyar mi cabeza en su hombro. Él reaccionó con un sobresalto ligero, pero de igual manera me rodeó con su brazo y colocó su mano libre en mi rodilla, trazando círculos en la misma.

—Me alegra que estés conmigo, y tienes razón, este es nuestro momento —murmuró para que no pudiera escucharlo, pero lo hice, y honestamente me impresionó, porque hasta a mí me costaba creer que en vez de haberle dicho que se fuera me había acurrucado a su lado.

—¿Quieres tomarte una fotografía conmigo? —preguntó de la nada, sacando su celular del bolsillo del pantalón. No tuve que pensarlo dos veces antes de asentir y pasarme las manos por el pelo para alisarlo. Noah me sostuvo la muñeca y me susurró al oído—. Estás perfecta, no tienes que esforzarte en verte bien.

El corazón me dio un salto y le sonreí, a los pocos segundos me vi a mi misma envolviéndole el cuello con los brazos y enroscando mis dedos en su pelo.

Apoyé mi mejilla en su hombro y sonreí cuando levantó el teléfono para tomar la foto.

—Vamos, tómala ahora —le pedí y él lo hizo, le dio clic al touch y ese momento se quedó suspendido allí, en su tarjeta de memoria.

Le dije que quería verla y él me la mostró. Nuestros rostros estaban iluminados por la luz del sol y a nuestras espaldas se veía la cortina blanca de la habitación. Yo estaba mirando hacia enfrente y Noah salió contemplándome. Los dos hacíamos un buen contraste; nuestros cabellos rubios perdiéndose con los del otro y sus ojos verdes contrastando con los míos que eran de color azul.

—Nos vemos bien —comenté y le di un suave beso en el cuello que le hizo sonreír.

—Es perfecta —afirmó radiante contemplando la foto como si fuera su mayor tesoro. A continuación, me acarició el brazo con las yemas de los dedos y dijo—, Te la enviaré después.

—Espero que lo hagas.

Mis palabras le animaron a darme un beso en la frente y a acercarme a su pecho. No me moví y cerré los ojos, envolviéndome en su aroma y en el fugaz toque de su boca junto a mi oreja.

Atravesaron por mi mente las palabras de Tara: —No tiene nada de malo querer a alguien más, sabes... yo creo que eso es lo mejor que te puede pasar.

Error, eso es lo peor que te puede pasar, al menos para mí es así.

Sí, oficialmente me estaba volviendo loca, era imposible que eso me estuviera pasando a mí, yo jamás había sentido nada por nadie, jamás me interese por nadie ni le di el poder a alguien más de quererme, ¿acaso era posible que sin darme cuenta haya roto todas mis reglas? No, seguramente esas dudas eran resultado de una equivocación malditamente errónea.

«Abre los ojos y deja de negarlo, claro que le has dado la llave de la cerradura que protege tu corazón, ahora tienes que recuperarla y mandar al olvido todas esas sensaciones que te provoca su cercanía, porque si no lo haces estarás en verdaderos problemas».

¡Caray! ¿En qué momento me metí en esto?

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