16
El primer atisbo de sentimientos y los conflictos entre amigos por una simple rosa. Ten cuidado, o podrías quedar igual de confundido al final del día.
El lunes regresamos al internado desde temprano. Al llegar, nos despedimos con un beso y cada uno tomó su camino: yo hacia el dormitorio de chicas y él hacia el de chicos.
Durante todo el trayecto, no pude evitar recordar la maravillosa noche que había compartido con él; los besos que intercambiamos, las caricias de sus manos y las sensaciones increíbles que invadieron todos mis sentidos cuando nos abrazamos y nos quedamos dormidos.
Al llegar al dormitorio, sonreí con esa imagen en mente mientras cruzaba el living y abría la puerta de mi habitación. Una vez dentro, grité de pura alegría y me dejé caer sobre la cama, extendiendo mis brazos a los lados y cerrando los ojos para disfrutar de ese maravilloso momento.
Era un hecho oficial: había algo especial entre nosotros. La noche anterior nos habíamos entregado el uno al otro, creando un nuevo capítulo en nuestra relación, uno que se desarrollaba entre la atracción y el deseo.
Ya lo tenía a mi lado, él estaba realmente loco por mí, y la verdad es que yo también lo estaba. Después de la magnífica noche que compartimos, seguía sintiéndome fascinada por él, y mi interés creció aún más tras lo que ocurrió entre nosotros.
Me encantaba que me dejara sin palabras y que, además de ser tan dulce, también podía ser atrevido cuando estábamos a solas.
Sin duda, no me cansaría de él fácilmente ni me aburriría como con los demás; tal vez lo mantendría a mi lado hasta finales de año. Sin duda, ese chico se convertiría en mi fuente de entretenimiento.
Un par de suaves golpes en la puerta interrumpieron mis pensamientos. Sin mucho ánimo, dije: «Adelante». En ese momento, la puerta se abrió. Coloqué mis codos sobre el colchón y levanté la cabeza para ver quién había entrado. Primero noté el cabello rojizo de Tara, y luego la vi de pie al lado de la puerta, mirándome con una sonrisa divertida.
-Hola, qué sorpresa verte aquí. Pareces haber estado bastante ocupada todo el fin de semana, ya que no estuviste presente y ni siquiera te diste el tiempo de contarme tus planes -comentó mi amiga con un tono curioso y serio, cruzando los brazos y apoyándose en la pared-. ¿Dónde estuviste? Me tenías algo preocupada.
Le sonreí con inocencia y me acomodé de nuevo en los cojines antes de decirle:
-Digamos que salí con Logan el sábado, fue algo casual entre amigos, ya sabes, y al regresar no salí de aquí el resto de la tarde -le expliqué mientras ella entrecerraba los ojos, claramente dudando de mí.
-Ajá, supongamos que eso es cierto. ¿Y qué me dices de ayer? Tampoco te vi y no respondías mis llamadas. ¿Qué me estás ocultando, Ashley? -me preguntó con un toque de picardía.
Le lancé una mirada divertida y decidí confesarle la verdad en voz alta.
-Estuve toda la tarde con Noah en mi casa, ¿está bien? ¿Eso era lo que querías escuchar?
Tara soltó un grito de emoción y se acercó rápidamente a donde yo estaba.
-¡Nooo, estoy súper emocionada! Esa es una noticia increíble, cuéntame qué pasó, necesito todos los detalles -me dijo, sonriendo de oreja a oreja.
Asentí y me hice a un lado para que se acomodara. Ella se sentó en la cama y me miró con una expresión que parecía decir: «Ahora, ¡habla!». Me aclaré la garganta y solté un largo suspiro antes de empezar a relatarle los acontecimientos.
-Fue divertido y... increíble. Cuando llegamos, le hice un recorrido por la casa; luego, salimos al jardín y juntos contemplamos el atardecer. Tara, no sé cómo explicarlo, pero realmente... me encantó compartir ese momento con él, fue... algo maravilloso -le comenté con una expresión soñadora y emocional-. Y eso no es todo, también nos besamos y... ocurrieron otras cosas que hicieron de ese día el más especial.
-Vaya, parece que ese chico te ha flechado el corazón. Solo tienes que mirarte, tus ojos brillan cuando hablas de él y sonríes como si estuvieras...
La interrumpí antes de que pudiera continuar.
-En absoluto, no siento nada por él más allá de una fuerte atracción física, que te quede bien claro, ¿de acuerdo? -dije rápidamente.
Sin duda, me estaba negando a la idea de mezclar mis sentimientos y emociones con algo más.
-Si realmente solo es atracción, como tú dices, ¿podrías explicarme por qué no le has dicho a él que lo suyo no es algo serio y que solo es algo temporal? -preguntó ella, adoptando una postura decidida con los brazos cruzados.
Refunfuñé para mis adentros, principalmente porque ella tenía razón al decir que aún no le había comentado nada a Noah.
-Ash, siempre les dejas claro a los chicos desde el principio que no vas a salir con ellos y les comentas que solo pasarás el rato. Dime, ¿por qué a él nunca se lo dijiste?
Levanté los hombros y me mordí el interior de la mejilla antes de soltar un suspiro fuerte.
-No creo que sea el momento adecuado para hablar de eso, ¿de acuerdo? Ayer tuvimos un día maravilloso y no quiero estropearlo diciéndole que en algún momento lo nuestro tendrá que terminar.
-Lo que deja evidente que te importa lo que pueda pensar si se lo dices. No te gustaría que se molestara y se aleje de ti sin más; te asusta la idea de que se pierda lo que hay entre ustedes. Así que, efectivamente, sientes algo más que solo atracción por él -subrayó cada detalle con sus dedos, absolutamente convencida de lo que decía.
La miré de reojo y casi a regañadientes le di la razón.
-Quizás tengas razón, pero lo que siento... no es amor. Ya sabes lo que pienso al respecto; no creo en nada de eso.
-Bueno, tal vez deberías hacerlo, porque el día menos pensado el amor llegará a tu vida y ya no podrás ignorar tus sentimientos -dijo con insistencia, mirándome con complicidad-. No hay nada de malo en querer a alguien más, sabes... yo pienso que eso es lo mejor que te puede suceder.
No dije nada para evitar una discusión con ella, ya que tampoco quería extender el tema. Mi perspectiva sobre el amor y su existencia nunca cambiaría y se mantendría constante. Para mí, mezclar los sentimientos con las emociones del corazón era algo complicado y difícil de sobrellevar, así que dejé a un lado mis pensamientos y me despedí de las dudas.
-Oye, deberíamos prepararnos para las clases -añadió Tara después de unos minutos de silencio.
-Sí, tenemos que ponernos al día con Ciencias Sociales, así que debemos darnos prisa-le dije, y ambas nos levantamos de la cama rápidamente.
Teníamos que arreglarnos para no perder ni un minuto más y evitar llegar tarde al aula.
Yo elegí una camiseta blanca que apenas me llegaba al ombligo, junto con una falda azul y unas botas de tacón. Me hice una trenza de diadema en el cabello y lo dejé suelto. Me apliqué sombra en los ojos, rubor en las mejillas y también me pinté los labios con un labial rojo brillante.
Después de mirar mi reflejo en el espejo, tomé mi mochila de la cama y guardé el celular en su interior antes de salir y encontrarme con Tara en el pasillo.
Durante el trayecto, ambas caminamos juntas por los corredores, charlando animadamente. Al llegar a la primera clase, nos separamos y nos acomodamos en nuestros respectivos asientos.
Después de unos minutos de espera, sonó el timbre y el profesor Matthew entró al aula. Comenzó la clase pasando lista y luego nos pidió que habláramos sobre el tema que investigamos para la tarea.
Yo apoyé mi mentón en mi mano, sin prestar atención a la lección, deseando que la hora de Biología llegara pronto para poder ver a Noah.
Anhelaba verlo, necesitaba conversar con él; quería escuchar su voz ronca y sentirlo cerca.
Casualmente, ese día era afortunado para mí, ya que la clase de Ciencias Sociales se pasó rapidísimo. En cuanto sonó la campana, recogí mis cosas, me despedí de Tara y salí del aula. Opté por el camino más rápido hacia el salón de biología y empecé a caminar rápidamente por los pasillos.
A mitad de camino, me encontré con algunas compañeras del equipo de porristas y las saludé con un ligero movimiento de mano, tratando de hacerles entender que tenía prisa y que no podía quedarme con ellas, todas asintieron y me devolvieron el saludo.
Respiré aliviada y aumenté la velocidad de mis pasos al girar en la esquina. En ese momento, vi a Zach caminando lentamente en la dirección opuesta a la que yo me dirigía.
El chico estaba de espaldas, por lo que no pudo verme. A mí tampoco me importó mucho haberlo encontrado; no tenía ganas de acercarme a él después de la manera grosera en que me había tratado. Al menos durante los próximos días lo dejaría en paz, ya tendría tiempo para complicarle la vida. En ese momento, solo deseaba ver a otra persona.
Ignoré la presencia de Zach y pasé a su lado sin siquiera mirarlo. Me gustaría pensar que él se dio cuenta de mi falta de interés hacia él, y por esa razón se detuvo unos segundos antes de continuar su camino.
No profundicé más en ese pensamiento y di unos pasos más hasta detenerme frente al aula de Biología. Había varios estudiantes en el amplio pasillo; algunos conversaban en voz baja tras las columnas, mientras que otros pasaban de largo, dirigiéndose a sus respectivas aulas.
Antes de entrar al aula, me arreglé el cabello y miré mi reflejo en el espejo que llevaba en el bolsillo. Al ver que lucía bien, guardé el espejo y abrí la puerta. Al entrar, todas las miradas se dirigieron hacia mí, especialmente las de los chicos, quienes comenzaron a murmurar entre ellos. Les sonreí con un poco de desánimo mientras miraba en otra dirección, tratando de encontrar a Noah entre todos.
Él todavía no había llegado, lo cual era bastante extraño. Noah no solía faltar a clase ni llegar tarde, y mucho menos a su materia favorita. Fruncí el ceño y coloqué mis manos sobre la mesa, con la mirada fija en la puerta, observando cómo entraban los demás compañeros, a la espera de verlo aparecer.
Cuando Noah entró al aula, la emoción me invadió y sentí la necesidad de levantarme de la silla para correr hacia sus brazos, pero me contuve y mantuve la compostura mientras se acercaba a la mesa que compartíamos.
Se dejó caer en la silla de al lado y deslizó su mochila del brazo, colocándola en el suelo sin apartar su espalda del respaldo. Luego, sacó su libreta y la puso sobre la mesa, dejándola abierta en una hoja en blanco, donde anotó la fecha con su caligrafía medio inclinada. Observé cómo se mordía el labio inferior de una forma seductora.
Me lamí los labios mientras mis ojos recorrían su figura de manera discreta: los bíceps bien marcados, su mandíbula definida, las venas visibles en sus antebrazos y esos abdominales que se asomaban bajo su camiseta azul. Definitivamente, la palabra que lo describía era encantador.
Su expresión cambió de seria a risueña al girarse hacia mí. Pude percibir el cambio en el tenue brillo de sus ojos, que ahora reflejaban un profundo verde, como la combinación de la naturaleza a través del agua.
Noah parecía haber cambiado; se le notaba mucho más relajado, sonriente y expresivo que antes. La palabra que mejor lo describía era feliz, realmente se le veía alegre y contento.
-Buen día, Ash -dijo, mirándome con atención y profundidad, mientras me ofrecía una sonrisa cautivadora.
-Buen día, Noah -respondí, pasándome las manos por el cabello antes de preguntarle-. ¿Cómo te fue el fin de semana?
-Sinceramente, creo que ha sido el mejor de mi vida.
Al oírlo, sentí que el calor se apoderaba de mis mejillas y mi pulso comenzaba a descontrolarse.
Me giré hacia él y acaricié su mentón y su mandíbula, manteniendo la mirada en su rostro angelical.
Con mis ojos fijos en los suyos, le pregunté en un susurro:
-¿Qué me responderías si te dijera que yo pienso lo mismo?
No sabía de dónde habían surgido esas palabras; fue como si vinieran de un rincón profundo de mi mente.
-Te diría que deberíamos hacer planes como ese más a menudo para conocernos mejor.
Su respuesta nos hizo reír y compartimos una mirada cómplice.
-Ambos sabemos que eso se puede solucionar -dije sonriendo y le guiñé un ojo, divertida.
Él entrecerró los ojos y puso su mano sobre la mía mientras se inclinaba hacia mí.
-¿Sabes qué es lo que me gusta de ti? -me susurró al oído, provocándome una ola de electricidad que recorrió mi oreja.
Incliné la cabeza hacia él y sentí cómo su nariz rozaba la mía antes de preguntárselo.
-¿Qué?
Noah sonrió de manera amplia, acarició dulcemente mi mejilla con sus dedos, luego se pasó la lengua por los labios y me respondió con toda la naturalidad del mundo.
-Tu espontaneidad, porque es una de tus mejores cualidades.
Una vez más, sus palabras me habían dejado sin palabras; su aliento en mis labios me había robado el aliento, y su sonrisa había hecho que la mía surgiera por sí sola.
En ese momento, me cuestioné:
¿Era esa extraña sensación en mi pecho una señal de que me sentía atraída hacia él? ¿Me gustaba escuchar cada palabra que pronunciaba, o era su forma de decirlo lo que me provocaba esa emoción?
Sea lo que sea, estaba creciendo, expandiéndose como una bomba y alcanzando las barreras que rodeaban mi corazón.
Compartimos una mirada y una sonrisa durante unos minutos, hasta que él se apartó un poco y dijo:
-Tengo algo para ti.
Lo vi agacharse y buscar en el interior de su mochila; al encontrarlo, se levantó y lo escondió detrás de su espalda.
-Antes deberías cerrar los ojos -me pidió con suavidad, y yo lo hice, sintiéndome a la vez ansiosa y emocionada.
La ilusión que me invadía no se parecía a nada que hubiera experimentado antes.
-Ahora puedes abrirlos.
Abrí los ojos despacio y lo vi de pie a mi lado. Su sonrisa iluminó su rostro y sus ojos se mantuvieron fijos en los míos mientras me tendía su mano pálida, en la que sostenía una hermosa rosa roja envuelta en papel floreado.
Abrí los ojos de par en par, llena de sorpresa. Observé cómo él se acariciaba la nuca con su mano libre. Nuestras reacciones eran realmente divinas de una novela.
Al percatarse de que me había quedado inmóvil, Noah acercó su mano a la mía y entrelazó nuestros dedos, mostrándome una de sus expresiones más encantadoras. La rosa se encontraba justo en el centro, uniendo nuestras manos en un solo gesto.
-Tómala, es para ti.
-Gracias, Noah, es un detalle muy bonito -respondí mientras tomaba la rosa entre mis dedos y le sonreía con timidez.
Él se inclinó hacia mí y me besó con ternura en la mejilla. Luego, sin soltarme, acarició mi rostro con sus manos y me besó como si me necesitara para respirar. Pude sentir todo lo que deseaba comunicarme a través de ese beso repentino, así que mantuve mis labios contra los suyos y lo atraje suavemente, enredando mis dedos en su cabello dorado.
Tuvimos que distanciarnos un poco para no llamar la atención de los demás, pero era evidente desde lejos que nos gustábamos y disfrutábamos de lo que había entre nosotros.
Cuando la profesora entró al aula, Noah se sentó en la silla de al lado y se concentró en lo que ella estaba escribiendo en el pizarrón. Yo hice lo mismo y dejé la rosa a un lado de mi libreta para poder admirarla durante la clase. Una sonrisa tonta se dibujó en mis labios y, sin darme cuenta, comencé a acariciar sus pétalos con mis dedos.
Estaba concentrada en la clase cuando lo sentí; se había acercado sin que me diera cuenta. Su brazo rozaba el mío y cada uno de sus movimientos me provocaba escalofríos. La tensión se intensificó cuando Noah colocó una mano en mi rodilla, sacándome de mis pensamientos y llevándome a un lugar donde la gravedad no existía, embriagándome con la sensación de estar flotando.
Cuando sus dedos me acariciaron y se deslizaron un poco más arriba, sentí como me sonrojaba y mi corazón empezaba a latir con fuerza. La voz de la profesora se convirtió en un murmullo distante y ya no pude concentrarme en nada más.
Le miré y le transmití con la mirada que se detuviera. Él comprendió mi mensaje, pero no se movió ni un poco y su mano continuó deslizándose suavemente por mi muslo.
Me sonrió de manera traviesa antes de volver la vista al pizarrón y continuar tomando apuntes en su libreta, sin dejar de lado las caricias sutiles de su mano izquierda. Era asombroso que estuviera haciendo algo tan atrevido y, al mismo tiempo, aparentara una inocencia tan genuina con tanta soltura. Era evidente que sabía que sería difícil resistirme a la tentación y que, eventualmente, acabaría cediendo a su juego.
Colocó de nuevo su mano en mi rodilla y la acarició con delicadeza antes de retirarla y apoyar su codo en la mesa, dejando descansar su mejilla en la palma de su mano.
Le ofrecí una mirada juguetona y, con ese sencillo gesto, conseguí captar su atención. Mis ojos se encontraron con los suyos y una leve sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa tan divertida como la mía, aunque con una chispa salvaje y apasionada que hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
Me gustaba mucho estar a su lado, observarlo con atención, hablarle y escuchar sus palabras, sentir su cercanía, su piel rozando la mía, sus labios sobre los míos y su mirada intensa y cálida enfocada en mí. Él era completamente mío.
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Las clases aún no habían finalizado; apenas era mediodía, pero siempre contábamos con una hora libre para almorzar en la cafetería, lo que significaba que aún había tiempo antes de la siguiente clase.
Mientras me dirigía al campus, recordé que debía llevar un par de libros a Matemáticas Avanzadas, así que tuve que regresar y tomar el camino más corto hacia el pasillo donde se ubicaban los casilleros.
Me detuve frente a mi taquilla y la abrí tras introducir el código de cuatro cifras. Colocaba en su interior un par de libros que no iba a usar y sacaba los que necesitaba para las demás clases. Mientras lo hacía, metí la mano en la mochila y sentí la presión de algo puntiagudo en la palma. Me quejé en voz baja y, de inmediato, bajé la mirada en busca del objeto que me había pinchado la piel.
Al mover mis libros, allí estaba: la rosa que Noah me había dado esa misma mañana, perfectamente intacta en su papel decorativo.
No quise seguir cargando con ella el resto del día, ya que sabía que podría maltratarse, así que la saqué de la mochila y la sostuve entre mis manos.
Antes de guardarla, la observé durante algunos segundos; sus pétalos eran rojos (casi del color del vino), sus hojas eran de un verde vibrante, al igual que las espinas de la parte superior. Pero había algo muy especial en ella; no era una rosa común y corriente, era la rosa de Noah, una que él me había obsequiado con las mejores intenciones.
Sonreí ampliamente y, sin pensar, acerqué la rosa a mi rostro. La sostuve a escasos milímetros de mis labios e inhalé su fresco y natural aroma, que también recordaba a él, a su perfume, a su esencia cautivadora e irresistible.
De repente, noté que alguien me estaba mirando desde la distancia. Miré de reojo el espejo que colgaba en la taquilla y verifiqué de quién se trataba. Lo vi apoyado en la columna más distante, a unos cinco o seis metros de distancia. Tenía un pie cruzado sobre el tobillo del otro y se pasaba los dedos por el labio inferior.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que me había estado observando desde antes, así que probablemente me había visto oliendo la rosa como una adolescente al recibir su primer detalle romántico.
Observé que se acercaba lentamente y, entonces, hice lo que debí haber hecho desde que saqué la rosa de la mochila: la guardé en el fondo del casillero y la cubrí con las cosas que había allí para ocultarla por completo.
Cuando Logan se detuvo a mi lado, tomé mi pintalabios y empecé a retocarme los labios, mirando mi reflejo en el espejo para disimular.
Me volví hacia él y le dediqué una de mis sonrisas forzadas, esas que solía compartir con todos para conseguir lo que deseaba.
-¿Me extrañabas tanto que no pudiste resistir y viniste a buscarme? -pregunté con ironía, lo que hizo que él sonriera.
-Tal vez sí, es tu culpa por desaparecer del mapa durante todo un día, ya empezaba a extrañarte.
Fruncí el ceño y, literalmente, metí la cabeza en el casillero como si buscara algo, pero lo hice solo para evitarlo.
Logan me miró un momento con esa mirada silenciosa e insistente que tanto atraía a las chicas. Para las chicas enamoradas de su club, su atención fija era como alcanzar el cielo. Sin embargo, a mí su manera de mirarme me incomodaba más que agradarme, así que le lancé una mirada rápida y exclamé, cortante:
-¿Qué?
-Déjame adivinar... ¿Estás jugando a los enamorados con Noah? -arqueó una ceja con ironía y una sonrisa cínica y burlona se dibujó en su rostro.
La sorpresa que me causó su pregunta fue tal, que sin pensarlo levanté la cabeza y terminé golpeándome la coronilla con la esquina de metal que separaba mi casillero del de arriba.
-¡Ay! -me quejé, adolorida. Mientras me sobaba la cabeza con ambas manos, me giré hacia Logan y le lancé una mirada fulminante-. Si vuelves a decir algo tan absurdo, te mato -amenacé con los ojos entrecerrados.
-Perdona, no pude evitarlo. Te ves tan encantadora cuando estás enamorada que hasta tus ojos parecen sonreír. ¡Vaya! Empiezo a lamentar que no te sientas así por mí -se jactó con firmeza en lo que decía, mientras apoyaba su hombro en la taquilla que estaba al lado de la mía e inclinaba un poco la cabeza contra el casillero contiguo.
Quería darle una bofetada en ese atractivo rostro solo para quitarle esa sonrisa de suficiencia, pero aún tenía algunos hematomas bajo el labio y en los pómulos -resultado de la última pelea con Zach-, así que decidí dejarlo pasar y simplemente le golpeé el estómago con el brazo.
-No me fastidies -le advertí en un susurro y añadí-. Estás alucinando, Logan.
-Claro -prolongó la O para captar mi atención-, alucino tanto que todo fue producto de mi imaginación: la rosa, tu sonrisa, lo nerviosa que te pusiste cuando notaste que te estaba mirando y la forma apresurada en que dejaste la rosa ahí -señaló con la cabeza hacia el casillero-. La manera en que evades el tema y ese ligero rubor en tus mejillas me lo confirman -me tocó la mejilla con su dedo pulgar.
Retiré su mano de un manotazo y di un paso atrás, con el enfado brillando en mis ojos.
-Escúchame bien, no voy a repetírtelo: no estoy jugando a nada con nadie, simplemente estoy saliendo con alguien que me gusta mucho, pero eso no significa que esté enamorada de él.
Logan asintió, observándome atentamente.
-Pero te regala cosas y tú las aceptas encantada. Eso significa que el tal Noah siente algo por ti. Abre los ojos a la realidad; claramente ese chico quiere conquistarte.
Extendió los brazos a los lados en un gesto acusador.
-Eso no te concierne a ti, no te inmiscuyas en mi vida -le respondí, algo molesta, cruzando los brazos.
Él apretó la mandíbula y cerró con fuerza la mano que sostenía su mochila.
-Me inmiscuyo porque sé cosas de él que seguramente tú no conoces.
-¿Ah sí? ¿Cuáles? -le pregunté, dando un paso hacia él-. Vamos, Logan, siempre haces lo mismo; salgo con chicos y tú te inventas excusas para que no me interese por ellos y los deje.
Apoyó su espalda contra la fila de casilleros y giró un poco la cabeza hacia mí. De alguna manera, se veía bastante intimidante y amenazador.
-Esta vez hablo en serio, ese chico no me da buena espina, te está ocultando algo, me doy cuenta de eso, Ashley. No creo que sea bueno que salgas con él.
Solté una risa sarcástica ante su amigable consejo.
-No, más bien creo que a quien debería dejar de hablarle es a otra persona. Me desconcierta tu actitud, Logan. ¿Por qué te resulta tan complicado aceptar que yo también tengo el derecho de salir con quien desee?
-El problema no es que salgas con chicos, sino que eliges a aquellos que menos te convienen -me respondió en defensa propia, y sentí que estaba a punto de perder la calma.
Él estaba tenso, yo estaba tensa, y en cualquier momento uno de los dos se cansaría de esa conversación y pondría fin a la discusión.
-¡Estás insoportable! ¿Sabes qué? No tengo intenciones de dejar a Noah, y mucho menos ahora que pasé el fin de semana con él mientras tú estabas con Hayley.
Su expresión cambió de neutral a una furia evidente, casi palpable.
Se apartó de la columna de taquillas de manera brusca y, en cuestión de segundos, redujo la distancia entre nosotros, su rostro quedó a solo milímetros del mío y no parecía estar nada tranquilo.
-Espera, ¿qué...?, ¿qué dijiste? ¿Pasaste el fin de semana con él? ¿Tuviste algo con él, Ashley?
-¡Qué más da si lo hice o no! No voy a hablar de eso contigo en estas condiciones, te estás comportando como un hermano celoso y sobreprotector -me defendí.
Golpeé la taquilla con fuerza, la cerré de un portazo y me di media vuelta para marcharme, dejándolo atrás.
Logan no me lo puso fácil; me agarró por la muñeca y me jaló hacia él con tanta fuerza que sentí que, en su arrebato, podría haberme hecho daño. Quedé justo frente a él, a escasos milímetros de su rostro, con una distancia casi inexistente entre nosotros.
-¿Qué demonios te pasa? ¿Te has vuelto loca? Si sigues con ese juego, ese maldito imbécil va a arruinarte la vida. Lo hará, así como Emma arruinó la mía. Ella destrozó mi existencia y me dejó hecho polvo; no quiero que eso te suceda a ti -sentenció con firmeza.
Tenía la intención de zafarme de su agarre, realmente quería hacerlo, pero hubo algo en lo que dijo que me lo impidió; era como si cada mensaje oculto en sus palabras cobrara vida para mí.
Simplemente dirigí mi mirada hacia la suya y negué ligeramente con la cabeza.
-Él no me va a hacer daño porque, para que alguien pueda dañarte, primero deben existir sentimientos entre ambos, y en mi caso no es así, al menos no por él. Simplemente disfruto de su compañía, al igual que tú disfrutas de estar con Hayley; te atrae y te gusta, pero no estás enamorado de ella, ¿verdad?
Él desvió su mirada de mis profundos ojos azules, tragó saliva con dificultad y, después, me soltó para expresarme directamente lo que pensaba.
-Primero debes tener un corazón que ofrecer antes de declarar que estás enamorado de alguien, y yo ya no tengo uno. Tú dices que tampoco lo tienes, pero en el fondo sabes que es parte de ti y que no puedes esconderlo para siempre -dijo con voz apagada-. Además del corazón, hay algo que te pertenece y que la mayoría afirma que nadie puede robarte: tu alma, esa esencia vital que habita en tu interior. Si alguna vez sientes que la pierdes, podrás decir que fuiste una de las pocas personas que encontró el amor sin buscarlo. No sé si eso significaría que eres afortunada o desafortunada, pero te puedo asegurar que te dolería tanto que desearías poder olvidarlo, y no podrás hacerlo porque los amores verdaderos nunca se olvidan.
Después de decirlo, me lanzó una mirada apagada y distante. Luego pasó a mi lado y se marchó. Lo observé caminar por el pasillo con la mirada en alto, como si las emociones no lo abrumaran y como si no se estuviera desmoronando, cuando irónicamente estaba sufriendo todo lo contrario. Podía ver que ya no podía más, que le costaba mantener la fortaleza. Su amor por ella lo hacía tan vulnerable al dolor, a la debilidad y al sufrimiento.
Yo nunca me encontraría en la misma situación que él. No sería débil ni permitiría que nada ni nadie me causara sufrimiento. Protegería mi corazón y mis sentimientos para evitar salir lastimada, y mantendría mi alma intacta, de modo que jamás conocería el dolor de vivir atormentada por el recuerdo de lo que fue y lo que pudo haber sido.
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