15
La primera muestra de amor, el primer contacto de cariño, esas son dos cosas que el corazón no puede ignorar, ni siquiera el corazón más fuerte.
Cuando nos quedamos sin aire nadamos hasta salir a la superficie y una vez afuera respiramos profundamente repetidas veces para recuperar el oxígeno y el aliento. Yo me pasé las manos por el cabello mojado para apartarlo de mi rostro y Noah sacudió la cabeza de un lado a otro, salpicándome la cara y dejándome ver que los mechones rubios de su pelo se veían tan dorados como auténticas tiras de oro.
—¡Hey! —me quejé en broma y hundí las manos en el agua, justo después le salpique gotas de agua para que estuviéramos iguales. A modo de venganza, él volvió a sacudir su cabeza y yo volví lanzarle agua con las manos, al poco tiempo ambos nos estábamos riendo sin parar.
Nuestra guerra de agua nos llevó a tirar el uno del otro para hundirlo bajo el agua y salir victoriosos; los dos nos defendíamos como podíamos, pero ninguno se daba por vencido.
Cuando ya no pude luchar más intenté nadar hacia la orilla y escapar, pero mientras me alejaba vi de reojo que Noah se sumergió en el agua y a los poco segundos sus brazos se enredaron en torno a mi cintura para llevarme con él a la profundidad, instintivamente cerré los ojos y tomé aire para mantenerlo en mis pulmones el máximo tiempo posible. Cuando ya no sentí la brisa del viento ni escuché los ruidos del exterior, abrí los ojos y vi la luz del sol metros arriba. Las ondas del agua se disipaban con cada movimiento que hacíamos; Noah tiraba de mí con suavidad mientras nadabamos al son de un baile elegante y desconocido; yo aún seguía resistiéndome e intentaba soltarme, pero su agarre se mantenía firme y me alentaba a moverme a un compás invisible que él imponía.
El roce de su piel y la mía ya se estaba volviendo algo natural entre nosotros, y lo admito en todo el sentido de la palabra; justo en ese momento podía sentir su pecho a mis espaldas, ya que su camiseta estaba flotando por encima de su abdomen. El solo pensarlo causó que me pusiera roja.
Tras algunos segundos de roces intencionales de cuerpo contra cuerpo y resistencia fingida, volvimos a subir hasta dar con la superficie.
—Dejémoslo como empate —mencioné risueña, nadando hacia la orilla. Apoyé las manos sobre el borde de la piscina y me quedé mirando el atardecer sin salir del agua. Necesitaba refrescar mis ideas con urgencia.
Noah comenzó a acercarse y redujo la distancia colocándose detrás de mí, me rodeó con sus musculosos brazos y apoyó su mentón sobre mi hombro. Suspiró y no dejó de mirar la puesta de sol hasta que la misma se deterioró y las nubes la cubrieron en su totalidad, mezclándose entonces de un color rojizo y naranja, contrastando con el cielo azul y la marea clara del océano.
—Ha sido un atardecer maravilloso —susurró cerca de mi oído para que pudiera escucharlo.
—Sin duda lo fue —afirmé sonriente, y de golpe comencé a sentir que me quedaba sin aire—. Creo que deberíamos salir, el sol ya se ha ido y no creo que sea buena idea nadar... ya sabes, en el agua fría —sugerí con el corazón vuelto loco.
«¿Qué sucedía conmigo? No podía ponerme tan nerviosa por estar cerca de él, teóricamente, nada me ponía nerviosa a ese grado».
Noah asintió y se separó de mí sin problema. Nadamos juntos hacia el otro extremo de la piscina y los dos nos impulsamos para salir, sintiendo al instante la ropa pesada y el viento fresco helando nuestro cuerpo.
—Entremos, en las habitaciones hay toallas con las que podemos secarnos —comenté, frotándome los brazos.
Él se agachó y tomó su chaqueta del césped y al incorporarse me dio mi bolso antes de señalar la casa con la cabeza. Al agarrar mi bolso, él aprovechó mi distracción para ponerme su chaqueta sobre los hombros. Ante su atento gesto, dibuje una leve sonrisa en mis comisuras.
—No quiero que te dé un resfriado. Vamos, vayamos a secarnos —accedió y yo comencé a caminar hacia la puerta, sintiendo que múltiples gotas de agua fría escurrían de mi ropa y mi cabello.
Si mi madre estuviera en casa ya estaría diciéndome que no vaya regando agua por el piso, pero después de lo mucho que había disfrutado el nadar con la ropa puesta eso no podría importarme lo suficiente.
Entramos a la casa, avanzamos a través de la sala y el comedor, después llegamos al living y yo compartí una mirada juguetona con Noah antes de indicarle con la cabeza que me siguiera escaleras arriba.
Esta vez él no me detuvo y me siguió hacia la segunda planta. Al subir el último escalón tomé una bocanada de aire y lo miré brevemente con disimulo, justo antes de adentrarme al pasillo con él a mis espaldas.
—Mi habitación esta al fondo, las demás son habitaciones de invitados, todas cuentan con un baño propio y ropa limpia por si te apetece darte una ducha —le dije mientras seguía dándole el recorrido, o quise decir, retomando nuestro recorrido. Él caminaba a pasos decididos detrás de mí, manteniendo una expresión pensativa.
—Creo que no me vendría nada mal una ducha caliente —respondió en un tono bajo pero firme.
Me detuve junto a mi puerta y la abrí lentamente, a continuación, me giré hacia él y me atreví a preguntarle:
—¿Quieres ducharte en esta habitación?
Sus pupilas se dilataron y su mirada se oscureció, demostrándome que se moría de ganas de aceptar mi ofrecimiento, al igual que yo me moría de ganas de que lo hiciera.
Carraspeó su garganta para ocultar los nervios y noté un ligero rubor en sus mejillas mientras decía:
—Pues... si eso no te incomoda, me parece bien.
Se pasó la mano tras su cabello húmedo y ladeó un poco la cabeza. Era tan lindo.
—Perfecto, entonces pasa —le dije sin disimular mi entusiasmo. Me aparté para que él pudiera pasar y entre detrás de él, una vez dentro empujé la puerta para entrecerrarla y cuando volví la vista encontré a Noah mirándome—. ¿Qué te parece? —le pregunté señalando con la cabeza la decoración de la habitación.
Él observó la cama (tenía una colcha de color rosa pastel que no era de mi agrado, tal vez debí reemplazarla semanas atrás), las paredes blancas, el tocador de madera, el closet, el escritorio y la silla giratoria que se encontraba justo enfrente del mismo. Su vista también viajó a las figuras de cristal que se encontraban en las repisas y a la estantería de libros ubicada en una de las esquinas.
La luz del día entraba por los enormes ventanales y las cortinas de color coral se movían ligeramente por la brisa que soplaba a través de la ligera abertura de la puerta.
—Me gusta, tiene un toque único que solamente le daría la auténtica Ashley Smith —dijo con seguridad y yo le sonreí con timidez.
—Es una habitación cualquiera, deberías de ver la decoración de mi dormitorio del colegio, ese sí que tiene la huella de esta chica en cada centímetro —retrocedí dos pasos y me apoyé en el escritorio antes de continuar—. El baño está de ese lado —apunte con la cabeza la puerta blanca de la esquina derecha de la recamara, la cual quedaba a una distancia de dos metros del librero.
Noah miró en esa dirección y yo aproveché su distracción para repasar su cuerpo con una mirada descarada. La camiseta negra estaba húmeda y se le pegaba al torso, razón por la que pude permitirme admirar sus anchos hombros; seguí bajando la vista por su musculosa espalda, después me quedé embobada mirando cómo se contraían sus músculos mientras levantaba la mano para colocarla tras su cuello, cabe decir que esa simple acción hizo que se viera de lo más atractivo e irresistible.
Estaba buenísimo y era muy guapo, infernalmente guapo, un ser que había sido creado por los dioses del pecado para incitarme a cometer una locura de lo más peligrosa y riesgosa, quería dejarme envolver por esa voz en mi cabeza y saltar sobre sus brazos en ese mismo instante, pero con toda mi voluntad me obligue a controlarme e intenté desviar la atención hacia otro lado cuando se giró hacia mí.
Puse mi expresión más inocente y sonreí mientras me mordía el labio inferior, como si no hubiera estado mirando su cuerpo segundos antes. Disimular se me daba bien, era experta en la materia de la inocencia.
—Aguarda un segundo —le dije y salí de la habitación.
Me apresure en abrir la puerta del dormitorio de enfrente, caminé hacia el armario y tomé el conjunto de ropa que solía estar allí en caso de tener visitas inesperadas de la familia o de conocidos, también tomé la toalla que colgaba del perchero y en menos de cinco minutos regresé a la habitación.
Al llegar a su lado le tendí la toalla y la ropa limpia.
—Toma.
Él me miró durante dos breves segundos y agarró las cosas sin apartar sus ojos de los míos. Con la mano libre se frotó el pelo enmarañado. Contuve el aliento al momento que dejó caer algunos rulos rubios que le cubrieron la frente. Mis ojos pestañearon y no perdieron detalle del brillo que desprendía su mirada cálida.
Era la personificación de un ángel, no podía existir otra explicación, irradiaba tanta luz y desprendía un aura tan atrayente que era incapaz de romper el contacto visual.
—Gracias —exclamó y se lamió los labios de un modo malditamente seductor, para después decirme—. ¿Quieres ducharte primero? Si esperas demasiado podrías sufrir un resfriado.
No podía ser más atento y adorable. Reprimí las ganas de saltar a su cuello y comerme su apetecible boca a besos.
—No, ve tú, yo iré a la habitación de invitados, creo que estarás mucho más cómodo aquí, así que puedes estar tranquilo —me expliqué rápidamente y al oírme sus comisuras se elevaron ligeramente.
—Vale, ya que insistes —sonrió con disimulo y alzó las manos en señal de rendición—. Voy a ducharme entonces.
Señaló la puerta que conducía al baño y antes de girarse me recorrió detenidamente con la mirada, causándome un escalofrío que me hizo sentir acalorada de pies a cabeza.
—Haré lo mismo —comenté con la garganta seca y abrí la puerta de mi habitación con torpeza. Tragué saliva con dificultad y me recargue en el umbral un par de segundos—. Espero que lo disfrutes —le guiñé un ojo antes de salir.
Al cruzar la puerta y salir al pasillo, al fin pude respirar con normalidad y recuperarme. Me metí a la habitación de enfrente y tomé lo primero que encontré en el guarda ropa, después me adentré al baño, abrí el grifo y dejé llenando la bañera y mientras oía el agua correr contemplé el vapor del agua caliente que se expandía en una nube gris trasparente, alrededor del cuarto de baño. Antes de cerrar el grifo del agua vertí en la bañera las sales de baño perfumadas y esperé a que el olor a rosas y lavanda inundará el espacio. Una vez que el agua estuvo a la temperatura adecuada, me quite la ropa empapada y la dejé caer al suelo, después metí los pies en el agua tibia y me sumergí en el interior de la bañera mientras el aire se llenaba del olor fresco de las sales de baño.
De pronto, sentí el cuerpo tan relajado que no pude evitar dejarme envolver por el calor y la temperatura del agua cálida. Cerré los ojos y dejé caer la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde de la bañera, con la intención de sumergirme en mis pensamientos. Todavía tenía la sensación de las manos de Noah en mi cintura, de mi espalda rozando su torso, de sus labios sobre los míos; había disfrutado tanto de ese momento que compartimos juntos bajo el agua. Fue tan especial, algo memorable. Seguían pasando los minutos y todavía no podía sacarlo de mi mente.
Mientras me ponía champú en el cabello y deslizaba el jabón sobre mi piel, noté que el agua se iba cubriendo de espuma y no pude evitar pensar que Noah se encontraba justo al otro lado del pasillo, duchándose en el baño de mi habitación. El chico más ardiente que conocía estaba allí, bajo la regadera, con una mano apoyada en la pared y la otra deslizándose sobre su escultural rostro; su cabello húmedo goteando, gotas de agua cayendo sobre su frente y descendiendo por su rostro; vapor inundando el espacio y bloqueando su campo de visión.
Joder. Era una maravilla poder idealizarlo en mi imaginación.
—¡Maldición! —dije para mis adentros a la vez que sumergía mi cabeza en el agua en un intento de aclararme las ideas. Tras algunos segundos volví a la superficie, me pasé las manos por el pelo que me cubría la cara y sacudí la cabeza.
Debía sacar el cuerpo de Noah de mis pensamientos y tenía que hacerlo urgentemente, antes de volver a la habitación con él y lanzarme como una depredadora sobre su apetecible boca.
Me demoré más tiempo del que acostumbraba en salir de la bañera. Una vez que pise el suelo, me coloque la toalla en el cabello y después de secarme, me puse la ropa que había tomado del armario: era un conjunto de encaje que me quedaba a la medida y también me puse el albornoz de seda que me había comprado semanas atrás en el centro comercial.
Tomé aire e hice ejercicios de respiración para volver a enfocarme. No sabía lo que estaba por venir, pero tenía que estar preparada para lo que sucediera. Evidentemente, esta no era la primera vez que estaba a solas con un chico, de hecho, tenía una lista bastante larga de ligues y rollos, pero Noah era diferente a todos ellos, él era un chico mucho más indescifrable, alguien impredecible, porque efectivamente de él podía esperarme cualquier cosa.
Coloque la mano en el pomo de la puerta y me animé a mí misma mientras salía de allí y daba un par de pasos hacia la que era mi habitación. Al entrar me di cuenta de que Noah aún no había salido de la ducha, y ante ello sentí un alivio enorme.
Mientras él salía, tendría tiempo de pensar en algo que decirle, la cuestión era ¿qué quería decirle en ese momento? No, la pregunta más inquietante era sin duda: ¿qué quería hacer en ese momento?
«Todo, quiero hacer todo con Noah, quiero todo de él, pero ¿cómo se lo digo sin sonar tan desesperada? ¿qué debería hacer?».
Me acerqué al tocador, me sequé el cabello con la toalla y me puse acondicionador en las puntas, después tomé el cepillo (que tenía forma de corazón) y comencé a deslizar el mismo sobre mi cabello para desenredarlo y alisarlo.
«Oh Noah, si supieras cuánto añoro besarte. Deseo acariciarte, entrar a ese cuarto de baño contigo y...»
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose a mis espaldas. Miré a Noah en el reflejo del espejo y me condene al infierno en cuanto vi lo ardiente que se veía después de haberse dado una ducha; la camiseta de manga corta se ajustaba a su pecho y abdomen, y los pantalones se ajustaban perfectamente a sus caderas; parecía que esa ropa había estado guardada solo para él, como si estuviera destinada a él.
De su cabello rubio se desprendían gotas que resbalaban por su rostro y terminaban humedecido la camiseta; en su cuello distinguía algunas que parecían estar adheridas a su piel y se mantenían estáticas, quise evitar pensar si también su torso estaba cubierto de gotas de agua que descendían a lo largo de su abdomen, pero lo pensé y caí en las redes de la incertidumbre.
Sentí que se me cortaba la respiración cuando vi que caminaba a pasos lentos, directo a mí.
¡Demonios! Estaba para comérselo.
Cada vez lo tenía más cerca, ya no quedaba nada más que la atracción entre los dos y ese veneno que se estaba disipando en cada poro de mi piel.
—¿Cómo estuvo? —cuestioné, centrando mi atención en mi cabello para no enfocarme en él. Para mí suponía un gran esfuerzo mantener la mirada en un punto que no denotaba en su fisonomía.
—Fue refrescante —respondió mientras se seguía acercando lentamente, como si estuviera esperando mi permiso para hacer algo—, Aunque... durante la ducha tuve tiempo de pensar y... creo que me apetece hacer algo más que ver una película contigo —confesó, deteniéndose a tan solo un paso de distancia.
Se pasó el pulgar por el labio inferior y me derretí al presenciar en primer plano lo sexy que se veía haciendo algo tan típico de un chico en plan de coqueteo.
—¿Ah sí? —exclamé con torpeza.
Al verlo asentir y acercarse más, tragué saliva con esfuerzo y me quedé quieta. Él estaba justo detrás de mí, observándome a través del reflejo del espejo con sus lindos ojos verdes. Nos mantuvimos la mirada algunos segundos —o quizá los segundos se convirtieron en minutos— solamente recuerdo que en un momento preciso él colocó las manos en el tocador, a ambos lados de mis caderas, para mantenerme prisionera entre sus brazos.
Me quedé contemplando cada uno de sus movimientos y cuando vi que se inclinaba un poco más a mí perdí por completo la noción del mundo exterior. Sus labios ardientes y suaves se posaron tras mi nuca, dejando su marca y la sensación de una chispa a punto de encenderse en llamas. Él no se detuvo allí y me dejó un rastro de besos a lo largo del cuello; sin separarse un solo milímetro su boca fue subiendo y se detuvo sobre mi oreja, me acarició la piel con los labios y me succionó el lóbulo lentamente, haciéndome jadear.
Volvió a subir los labios a mi oído y murmuró con calidez:
—¿No piensas hacer algo para detenerme?
Sus labios siguieron recorriendo, mordiendo y succionando mi piel, provocándome series de escalofríos realmente alarmantes.
Dejó un suave beso en mi cien, sentí su aliento sobre mi mejilla y seguidamente su nariz rozando mi pómulo. Volví a sentir ese cosquilleo en la piel cuando me quitó el cepillo de la mano y lo dejó sobre el tocador, enseguida me colocó las manos en la cintura y me apretó fuerte contra él, acortando los pocos centímetros que nos separaban.
Sus manos se colaron bajo la fina tela del albornoz que tenía puesto y sus dedos me rozaron el vientre directamente, ya que en esos momentos solo llevaba puesta una blusa de tirantes. La sensación fue tan placentera que cerré los ojos un par de segundos para disfrutar de sus caricias.
Su boca siguió el camino de mi clavícula mientras sus manos expertas hacían trazos en mi piel que me tenían completamente hechizada. Sus poderosos brazos me apretaron por detrás para impedir cualquier movimiento de mi parte, yo envuelta por la pasión del momento me dejé llevar y me acurruqué aún más contra él para seguir disfrutando de cada segundo perdido.
«Esto de contenerme me provocaba ansiedad y unas ganas locas de tocarlo y de besarlo hasta que no hubiera mañana, algo que nunca me había planteado con tanta seriedad».
Me di la vuelta y sentí su cálido aliento en mi cuello y en mi nuca antes de tenerlo delante de mí. De nuevo sentía su cuerpo pegado a mi cuerpo, veía su rostro a milímetros del mío.
Sus manos ahora estaban apoyadas tras mi espalda e iban subiendo despacio por mi columna y mis costillas, cuando sentí que sus dedos traspasaron la barrera de la blusa me mordí el labio y solté el aire que estaba conteniendo.
No pude soportarlo más, simplemente sus besos y caricias acabaron con mi resistencia y al final terminé desatando a la leona que llevaba dentro.
Coloqué mis manos sobre su pecho, las mismas comenzaron a subir y a bajar sobre su torso una y otra vez, dibujando las líneas de sus músculos para provocarlo. Nuestras manos estaban tomando cartas en el asunto e iban en busca de la piel del otro como si dependieran de su contacto.
La tensión y la atracción estaban arrasando con nosotros, incitándonos a llegar más lejos, susurrándonos que nos adentráramos esa misma noche a las llamas de la perdición y el peligro.
Noah acabó cediendo a la voz interior que nos estaba llamando y justo cuando la luz del día se desvaneció tras las cortinas y se hizo la oscuridad nocturna, sus labios tomaron posesión de los míos, al tiempo que yo subía mis manos por su pecho para entrelazarlas tras su cuello.
Nos fundimos en el beso más ardiente y apasionado que nos habíamos dado en el tiempo que llevábamos conociéndonos. El desenfreno y el deseo que sentíamos el uno por el otro se estaba exteriorizando con cada roce de nuestras bocas y con cada caricia de sus manos en mi cuerpo.
Sentí que su contacto comenzaba a quemarme. Las yemas de sus dedos se sentían frías y heladas, pero cada parte de mi cuerpo estaban ardiendo bajo su contacto. Cada roce me provocaba corrientes que me hacían vibrar en cada lugar donde me tocaba.
Noah separó nuestros labios para recuperar el aire. Su nariz estaba rozando la mía y su aliento caliente se sentía fresco sobre mis labios. Sonreí con malicia y le acaricié la nuca con los dedos, noté que él se tensó con ese suave contacto.
Junté mis labios a su boca, que fue reclamada y poseída por la suavidad de sus labios, entreabrí los míos y sucedió, su lengua juguetona encontró la mía y la reclamó para hacerla suya.
Nuestro beso se volvió más profundo, estaba cargado de emociones, dando paso a la excitación y a la adrenalina. Él me sujetó justo debajo de las caderas y me levantó en voladas, yo envolví su cuerpo con mis piernas para pegarme lo suficientemente a su pecho.
Me mantuvo contra él mientras retrocedía con calma, chocamos con la orilla de la cama y yo sonreí contra sus labios antes de lamer y dibujar el contorno de sus labios con mi lengua.
—¿De verdad quieres jugar con fuego?
—No solo quiero jugar, quiero encender está habitación en llamas —murmuré con voz ronca y le mordí el labio suavemente, atrapándolo entre mis dientes.
En un abrir y cerrar de ojos me depositó sobre la cama y luego se subió a horcadas encima de mí. Apoyó sus manos a ambos lados de mis hombros y acercó su rostro al mío hasta que volvimos a respirar el mismo aire. Yo mantuve mis ojos fijos en los suyos, completamente cautivada por el tono verde de ese par de preciosos talismanes. Sentí un cosquilleo electrizante en todo el cuerpo.
Su aroma era puramente fresco. Olía a canela y su cabello a vainilla, y también percibía un olor exquisito que desprendía de su piel suave; esa fragancia era cálida, sensual, varonil y natural; la combinación ideal en el chico ideal.
Su voz fue apenas un murmullo cuando dijo:
—Me encantas, Ashley. Eres el sol mismo de esta tierra.
Su voz ronca y profunda se cargó de una intensa pasión que me consumió e hizo que la cabeza me diera vueltas. Sus palabras me derritieron.
Él se apresuró a fundir sus carnosos labios con los míos en un beso arrebatador que me dejó sin aliento.
Su boca exploró la mía con lentitud en busca de mi autorización para aumentar la intensidad del beso, se lo concedí rompiendo todas las barreras que nos separaban; abrí los labios con un suspiro y esa pareció ser la señal que ansiaba para mandar al demonio su autocontrol.
Llevaba semanas soñando con ese momento, deseando estar tan cerca de él como fuera posible. Sus labios dejando besos por mi cuello, mentón y clavícula y en todos los lugares a los que tenía acceso, ansiando acceder a los lugares más ocultos de mi piel. Sentía que el calor iba en aumento, al igual que sus caricias delicadas que a cada segundo subían un grado más de nivel.
La pasión se apoderó de él, juntó nuestras bocas para después besarme con desenfreno e intensidad.
Enterró su mano en mi cabello mientras su lengua jugaba con la mía y nuestras bocas emprendían una partida tan riesgosa como excitante.
La mano que tenía tras mi cuello se fue deslizando más abajo, la otra subió por mi hombro y me acarició el brazo por encima de la tela, siguió avanzando y se detuvo justo sobre el listón que estaba atado a mi cintura y permitía cubrir las curvas de mi cuerpo.
Me lamí los labios y contemplé sus facciones con fascinación. Noah era el chico más guapo que había conocido; tenía una mandíbula perfecta, los pómulos marcados, unos labios suaves y carnosos, y unos ojos claros que me hacían desear perderme en él como nunca me perdí en nadie.
Al ver que no se decidía coloqué las manos en su camiseta y tiré de ella hasta sacársela por la cabeza y lanzarla al otro lado de la habitación.
En sus ojos apareció un brillo malicioso y perverso que me aceleró el pulso.
Apoyé mis dedos en sus abdominales y los acaricié sintiéndome maravillada y acalorada. Él tenía la piel tersa y suave. Seguí deslizando mis manos sobre cada músculo tonificado e inmediatamente sentí como se encendió entre nosotros el interruptor de la pasión, volviéndose mucho más fuerte que antes.
Le coloqué los labios en el hueco de la clavícula y comencé a acariciarle la piel con la nariz mientras mis manos comenzaban a descender por sus hombros musculosos y sus brazos tonificados.
Con la voz ronca le susurré al oído:
—Te necesito Noah, no tienes que contenerte, déjate llevar.
Me deseaba tanto como yo a él, el brillo en sus ojos me lo demostraba, pero no entendía por qué me besaba y me acariciaba y después se detenía de nuevo, como si una fuerza invisible le impidiera seguir.
Mis pensamientos se fueron al olvido en cuando su boca volvió a mi cuello para devorarme y saborearme mientras sus manos deshacían el listón del albornoz, de inmediato el mismo se deslizó a mis costados, dejando a la vista mi cuerpo ante sus radiantes ojos.
La respiración se me aceleró a medida que sus labios descendieron cubriéndome de besos apasionados mientras sus dedos iban acariciando las parcelas de mi cuerpo.
Su mirada me recorrió de arriba a abajo y tras algunos segundos volvió a fijarse en mis ojos. Ese chico estaba marcándome a fuego indudablemente.
Inclinó su boca hacia mi cuello para hablarme al oído en un murmullo ronco.
—¡Qué hermosa eres!
Me besó en el mentón, en la sien y después en la comisura de los labios.
Redujo la corta distancia que nos separaba y de inmediato sentí el calor que emanaba de su cuerpo en contacto con el mío.
Cerré los ojos al sentir el roce de sus dedos en mi cuerpo, moviéndose y desplazándose detenidamente, hasta que me acariciaron las costillas. Yo le pasé las manos por el torso y las llevé a su espalda para que no pudiera alejarse de mi alcance, incluso entrelace mis piernas con las suyas y eso le hizo sonreír.
Sus labios vinieron a buscar los míos con ferocidad, siguiendo un rumbo salvaje y desenfrenado que me puso la piel chinita.
Mi corazón se agitó, enloqueció, se volvió absolutamente loco por él.
Me entró un escalofrío en cuando sentí ese contacto que tantas veces había querido saborear, anhelé tantas veces esos labios insaciables besándome la curva del cuello, tanto que ahora no podía creer que estuviera sucediendo realmente.
En cuando Noah me lamió el cuello, jadeé de placer y arqueé la espalda para entregarme a sus caricias y a su lado apasionado.
De manera inconsciente, bajé la mano y la apoyé en su pecho, su corazón palpitaba con fuerza bajo mi contacto mientras el mío amenazaba con salirse de mi pecho por lo que estábamos a punto de hacer.
Se apartó un poco, pegó su frente a la mía y clavó profundamente sus ojos verdes en mis pupilas. Sus ojos brillaban de lujuria y deseo, y estaba segura de que los míos lo miraban de la misma manera.
Su mirada me transmitió tanto que sentí mi corazón explotar de pura emoción y eso era algo completamente nuevo para mí.
Me puso una mano en la nuca y me atrajo hacia sí, su lengua buscó la mía con urgencia mientras sus manos juguetonas se deslizaban bajo el top que llevaba puesto. Éramos marionetas de la locura y la pasión.
Nos despojamos de la ropa que nos estorbaba y entre caricias atrevidas y besos indiscretos nuestros cuerpos se fundieron, uniéndose en uno solo, esa fue la experiencia más placentera de mi vida entera.
No parábamos de dar vueltas en la cama, uno encima del otro y viceversa entre las sábanas. Noah me recorría la piel con los labios una y otra vez mientras me susurraba palabras tiernas, dulces y adorables que en su voz eran el cielo y el infierno mismo.
Cuando quedamos agotados nos tumbamos el uno al lado del otro y nos tomamos un largo respiro mientras nos dirigíamos miradas cómplices. Sus brazos me rodearon con delicadeza, yo apoyé la cabeza en su pecho y él me besó con ternura en la coronilla, le dejé hacerlo y cerré los ojos para disfrutar de su cercanía y su afecto.
Mi cabeza se inclinó hacia atrás suavemente, sentía su boca pegada a mi oreja y su aliento en mi oído, respiraba entrecortadamente y mantenía su mirada fija en la luz de la noche que se adentraba por las ventanas. Suspiré profundamente y le acaricié la cara con las yemas de los dedos, él inclinó un poco la cabeza para que no me detuviera.
Me pareció que estar entre sus brazos eran el lugar más acogedor en ese mismo momento. Nuestros cuerpos se acoplaron el uno al otro como si estuvieran hechos para estar unidos, y no supe cómo pasó, pero nos dormimos abrazados.
Y supe desde esa noche que quedarme dormida a su lado había sido un terrible error, porque aquello lo consideraba algo íntimo y personal, algo sentimental y sumamente riesgoso.
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