3
—¿Yoongi?
...
—¿Yoongi?
...
—¿Estás bien?
—Sí, perdón —responde él—. Me he distraído.
Él carraspea y sacude la cabeza, como si acabase de despertar de un sueño profundo.
—¿Cuál era la pregunta? —dice.
—¿Cuánto hace que no lo ves? —repite la psicóloga, ajustándose las gafas.
Yoongi carraspea y se acomoda en la silla.
—Ayer se... esfumó, descubrió que había fallecido en el accidente y... cuando volví a donde estaba él se había ido. No se despidió.
La psicóloga asiente y anota algo en su cuaderno. Mientras, Yoongi se remueve y mira sus pies.
—¿De qué hablaron ayer?
—Él me recordó temprano y... en realidad no hablamos de nada en concreto, sobre todo de su accidente pero también hicimos cosas normales.
—Entiendo... ¿Cómo cuáles?
Yoongi se rasca la nuca mientras piensa y sus orejas se sonrojan. Ayer fue un buen día para él.
—De las cosas que hablan los matrimonios, el trabajo, la relación, cosas comunes...
La psicóloga asiente otra vez y sigue escribiendo, es todo lo que hace, pero la sesión está cerca de su fin y quiere dejarle tareas a su paciente.
—¿Podrías dormir en casa de Hoseok? Me dijiste que es buen amigo tuyo, ¿verdad? —Yoongi asiente—. Un cambio de aires puede venir bien.
—Pero yo no quiero dejar a Jimin, le prometí que estaría con él.
La doctora suspira y se quita las gafas para hablarle seria y algo preocupada.
—Yoongi, él no es real, creo que ya dejamos eso claro unas sesiones atrás.
Él calló.
—Sé que es difícil asimilar la muerte de un ser querido, es una de las cosas más dolorosas que hay en la vida, pero lo lograrás, confío en tí.
Yoongi apretó sus puños y mandíbula.
—¿Que duerma fuera de casa?
Si quiere avanzar, debe hacerle caso, por eso ha acudido a un profesional. Ella asiente y él salede la consulta, pero vuelve a casa, siempre vuelve.
Y Jimin lo espera, Jimin no se ha esfumado, está mirando la puerta con expectación porque ya no lo olvida, porque Yoongi ha decidido que quiere estabilidad con su marido.
—Hola —saluda el menudo.
Está hecho una bolita en el sofá y a Yoongi se le derrite el corazón con la imagen.
—Hola mi amor. —Sonríe conforme se acerca a él y besa su frente, porque es real—. ¿Qué has hecho hoy?
Él palmea el sitio al lado del sofá para que se siente y Yoongi lo hace.
—He estado pensando en el exterior... Ahora que recuerdo más cosas quizá pueda intentar salir, quizá mis fobias también eran por la amnesia.
Yoongi ahoga una sonrisa en la curva de su cuello mientras lo acurruca en su regazo, justo como ama tenerlo.
—No amor, no puedes salir.
—¿Por qué no? —pregunta Jimin con un puchero en sus labios.
—Porque sólo puedo tenerte aquí —susurra Yoongi con un nudo en la garganta y el corazón—. Sólo puedo verte en estas paredes.
Las lágrimas salen solas, silenciosas, y caen en el jersey rayado de Jimin. Pero él limpia sus mejillas con besos suaves, porque es real y está ahí, con él, como siempre.
—No llores, estoy bien aquí dentro. —Se encoge de hombros—. No necesito salir.
—Lo sé —dice Yoongi—. ¿Podemos cenar ya?, tengo hambre.
Jimin asiente.
—He preparado sushi casero, aunque está un poco deforme —ríe.
La risa de su marido es como música para sus oídos, Yoongi podría escucharla todo el día, podría observarlo a él las 24h y, de hecho, es lo único que quiere hacer.
—Seguro que está perfecto —ronronea cuando besa su cuello y le hace cosquillas.
Jimin se retuerce un poco y Yoongi aprovecha para levantarse. En la cocina ve el plato cubierto por cuencos y al lado unos palillos. Al descubrirlo hay sushi, en efecto, pero el arroz se sale de las algas y el pescado está un poco deshecho. Jimin hace lo que puede y Yoongi tiene suficiente con eso, es feliz con ese tipo de vida junto a él.
Cuando vuelve al sofá con su cena, Jimin está mirando el ordenador.
—¿Sabes? Contra más recuerdo del accidente, menos me olvido de tí —dice.
Yoongi odia hablar de eso, ni siquiera puede conducir desde que encontraron el cuerpo de su esposo en el accidente. Estaba aplastado y con quemaduras de la explosión del motor, estaba... simplemente no parecía él.
—Amor, no deberías...
—Quiero hacerlo —replica Jimin—. Es como si... Si tuviese que asimilarlo, contra antes lo haga antes podré quedarme para siempre, ¡esta mañana te recordaba!
Tiene razón. Yoongi sabe que la tiene, pero también la tiene su psicóloga.
Se sienta en el sofá a cenar y enciende el televisor, ignorando al recuerdo de su marido.
—No hagas eso de nuevo —refunfuña Jimin desde la mesa del ordenador—. ¡No me ignores cuando quieres cambiar de tema!
Yoongi aprieta la mandíbula antes de tomar una de las porciones de sushi y masticar con aparente calma.
—Yoongi —masculla Jimin mientras se acerca al sofá—. Ayer hiciste lo mismo, háblame.
Lo sabe, recuerda ignorarlo y después estar solo por el resto de la noche, y no quiere eso, pero también quiere curarse.
—Lo siento —susurra finalmente—. Jimin, te amo, pero no quiero hablar de eso.
Él se cruza de brazos frente a la televisión para molestarlo.
—Pero no me ignores —se queja.
Yoongi suspira y da unas pamadas en su pierna, entonces Jimin se sienta allí. No pesa nada, están cómodos, es como... aire.
—Lo siento —repite Yoongi—. ¿Qué puedo hacer para compensarte?
Jimin sonríe y detiene su mano cuando se acerca los palillos.
—Dame un beso —dice.
Y él se lo da. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis cuenta hasta que Jimin suelta una risita satisfecha y lo deja seguir comiendo.
—¿Te gusta? —pregunta Jimin, señalando el plato.
—Claro que me gusta —responde Yoongi con la boca llena de comida y después traga el último trozo—. Estaba bueno.
Jimin sonríe contento y se abraza de su cuello. Al pelinegro le gusta verlo feliz, eso significa que él también lo es.
—Yoon, ¿tienes sueño? —pregunta su esposo.
Él niega.
—¿Qué quieres hacer, cielo?
Jimin sonríe y se acerca a morder el lóbulo de su oreja, lo que eriza la piel de Yoongi y lo pone alerta al instante.
—¿Amor?
En seguida las manos de su esposo desabrochan los botones de su camisa y él siente el frescor de la noche en su piel, justo antes de notar las caricias. Jimin debe ser real, lo está tocando, puede sentirlo, es tan real como su amor por él.
—¿Quieres acurrucarte? —susurra Yoongi en su oído.
Jimin emite un sonido de negación, pero no puede ver su cara porque aún está ocupado mordiendo su oreja y después cuello. Eso excita a Yoongi, su esposo siempre sabe a qué punto atacar para lograr captar su atención.
—Cielo, la última vez tú creíste que te había obligado, ¿y si...?
—Hoy no —susurra Jimin—. Lo recordaré, lo prometo, quiero acostarme contigo.
Es bonito. Su cara lo es, tiene facciones suaves y unos labios demasiado provocadores. Y su voz es suave, es demasiado tentadora. Yoongi recuerda sus gemidos dulces semanas atrás, unos reales.
—Casi no me acuerdo de la última vez que me provocaste un orgasmo —añade—. Aunque si no quieres está bien.
—Claro que quiero —aclara Yoongi—. Sólo necesito asegurarme de que es lo que quieres.
Jimin no responde entonces, besa sus labios con fuerza y es justo lo que esperaba el pelinegro, así que busca su camiseta y se la quita de un tirón.
—¿Aquí? —murmulla el menudo con una risita.
—No, tengo el lubricante en la mesita de noche —explica Yoongi.
Acto seguido alza a su marido en brazos y él rodea su cintura con las piernas para ser cargado. En el camino consigue sacar su camisa blanca y lanzarla al suelo, así que cuando llegan a la cama ambos tienen sus pechos al descubierto.
—¿Sigues yendo al gimnasio? —pregunta Jimin y se muerde el labio.
Yoongi ríe un poco mientras busca el lubricante en uno de los cajones.
—Algunas veces.
Una vez localizado el frasco, se acerca de nuevo a él, pero antes de nada se deshace de toda la ropa que queda, sin importarle que Jimin lo mire.
—Se nota —replica él unos segundos después.
Yoongi se humedece los labios y Jimin se encarga él mismo de quedar desnudo frente a él, tumbado en la cama.
—Ven —indica.
Yoongi hace caso, se tumba sobre él con cuidado de no aplastarlo, con las manos y rodillas a cada lado en el colchón. Pero cuando lo besa y Jimin se encarga de pegar sus cuerpos, algo se siente extraño.
Y como una bomba, la imagen del cuerpo deforme de Jimin cruza su mente. Estaba allí, en el tanatorio, y no era tan hermoso como ahora, apenas se le reconocía. Era tan... terrorífico ver así al amor de su vida.
Las náuseas lo atacan por ello y no puede evitar salir corriendo al baño para vomitar la cena en el retrete.
—¿Yoongi? —pregunta Jimin, corriendo tras él.
Cuando termina de vomitar, él se levanta y tira de la cadena.
—Estoy bien —asegura—. Es que...
—¿No te gusto? —pregunta Jimin desde la puerta, mirándolo lavarse la boca—. ¿Es por mi... cuerpo?
—¡No!
Yoongi nota su vista borrosa conforme lo abraza y consuela.
—No es por eso, lo juro, eres perfecto —promete.
—¿Entonces qué es? —insiste Jimin.
Yoongi está perdido. Siente que su corazón se hace añicos cuando echa un vistazo al reflejo a su lado y sólo se ve a sí mismo, desnudo y abrazando la nada.
—Mira —susurra—. Jimin siento no habértelo dicho, yo...
El menudo se gira, pero no se separa de él, no cuando el miedo tiñe sus ojos.
—¡¿Yoongi?!
—No eres real —susurra él, calmado pero con lágrimas cayendo por sus mejillas—. Estás en mi mente.
Pero Jimin lo aleja de un empujón suave y después golpea su hombro.
—¿Te dolió? —masculla.
Yoongi asiente.
—Soy malditamente real —dice Jimin enojado—. Soy tan real como esa mentira, retíralo ahora mismo.
—Jimin...
—Mentiroso.
Yoongi no escucha. Recoge su ropa y la acomoda en la cesta antes de buscar su pijama. De nuevo lo ignora, es lo mejor para ambos.
—¡Yoongi!
Jimin va tras él y golpea su espalda, aunque no demasiado fuerte, sólo para despertarlo.
—Soy real, mírame, ¡mírame!
Pero Yoongi sigue sin escuchar. Va al salón y recoge su plato para llevarlo a la cocina y fregarlo. Jimin se calla, no lo sigue y no hace ruido. Ha desaparecido de nuevo, se ha ido de su mente.
Recoge la cocina con calma. Los envoltorios de los productos usados para el sushi... Un paquete de somníferos gastado... Pero él no toma pastillas. Y definitivamente no se ha hecho la cena.
—¿Ya vas a escucharme? —dice Jimin desde la puerta de la cocina, vestido.
Yoongi se gira y el plato limpio se cae de sus manos, rompiéndose en el acto. Él está en su mente, pero... Se ve tan vivo.
—Tú... No llegaste al hospital, no pude despedirme, tú no estabas vivo y yo... yo te enterré —farfulla.
Jimin se agacha a recoger los trozos de cerámica rotos para que el pelinegro no se corte los pies descalzos. Entonces lo mira.
—Sé que fallecí. Lo descubrí ayer —dice—, es lo que intenté contarte, pero me ignoraste.
Yoongi nota su labio inferior temblar y no puede moverse, sus músculos tensos se lo impiden.
—Mira —añade Jimin.
Se acerca a una de las sillas de la cocina, sólo para comprobar algo. En efecto, en lugar de moverla, cuando sus pies se topan con ella simplemente sigue caminando. Su cuerpo atraviesa la silla, y después la mesa.
—¿Qué? —dice Yoongi.
Para no dejar dudas, Jimin materializa su cuerpo de nuevo para mover el asiento.
—No estás loco, cariño —murmura, acercándose a él.
Tal y como Yoongi hacía con sus crisis, esa vez él besa su cabeza y acaricia su espalda con cariño.
—Es... extraño, o terrorífico según cómo lo mires.
Yoongi niega una y otra vez, se sujeta la cabeza y hace varios intentos por hablar.
—Es un milagro —farfulla—. Jimin estás vivo.
—No —susurra él—. Todo lo contrario, pero sí que soy real y estoy aquí.
Se acerca para abrazarlo, sabe que Yoongi debe de tener pensamientos contradictorios ahora mismo y que necesita su apoyo más que nunca.
—Estoy aquí —asegura en susurros—. No te voy a dejar.
Yoongi consigue moverse para rodearlo con sus brazos y lo siente, lo palpa, es pequeño y delgado, como siempre ha sido. Y huele bien, a fresa, es igual de dulce que siempre. Y besa su mejilla igual de suave que recuerda, es la sensación más bonita del mundo: el amor de su vida en sus brazos, sano y salvo en cierto sentido.
—¿Cómo...?
—No lo sé —susurra Jimin—. Quizá... Quizá es nuestro amor.
Yoongi toma su mentón con ambas manos y junta sus frentes. Los dos cierran sus ojos porque se siente bien, están en paz, no importa si parece una locura, es su realidad y es lo que importa.
—Mi amor por tí es eterno —jura Yoongi—. Mientras te siga amando seguirás conmigo, ¿verdad?
Jimin asiente, eso quiere creer.
—Ya no me iré, no ahora que le he encontrado el sentido a todo.
Yoongi besa sus labios por una fracción de segundo.
—Te amo —dice él.
—Te amo —responde el fantasma de su esposo.
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