2
Oh, sé bienvenida a mi casa, linda personita. En realidad no entiendo por qué me has escogido a mí para leer sobre mi vida, tengo una vida normal en el bosque, una rutina aburrida, unos pasatiempos comunes…
Pero si tanto quieres saber sobre mí, adelante.
Mi nombre es… Jimin y vivo en Corea y mi casita es de madera, eso es un dato importante porque cada verano tengo pesadillas con un posible incendio, ¡estamos en mitad del bosque!
Como sea, también convivo con mi perrito, es pequeño, marrón: Holly. Es un espacio grande sólo para nosotros dos, pero, ¿a quién no le gusta un hogar grande?
Mis rutinas son aburridas: me despierto temprano, cuando el sol aún no ha salido, pero aún no abro los ojos. Entonces noto que alguien me acurruca, me besa el hombro…
Un momento, hay alguien, se supone que vivo solo.
—¡¿Qué haces?! —chillo en cuanto abro los ojos y veo una silueta tumbada a mi lado.
Es un hombre, medio desnudo, y él me abraza. ¡Que alguien lo aparte!
Por suerte no ha comenzado ningún ataque, no querrías saber qué me pasa cuando toco a alguien sin querer o me persiguen.
—¿Qué pasa? —pregunta él, adormilado.
De un manotazo me deshago de sus manos e intento salir tan rápido de la cama que termino cayendo al suelo.
—¡Jimin! —espeta el desconocido.
Pero no quiero que se acerque a mí, así que me sobo la cabeza y me recupero en seguida para ponerme en pie. Lo primero que agarro de la mesita de noche es un reloj, es mi arma de defensa en esta situación.
—Atrás —mascullo—. ¿Quién eres y qué me has hecho?
Mis manos tiemblan, mala señal.
—Ayer me pediste que me quedase y así lo hice, no rompería una promesa —dice él—. Cenamos juntos y después sólo dormimos.
Yo no recuerdo nada de eso, está mintiendo, ayer… ayer… no recuerdo qué hice, pero definitivamente nada que ver con él.
—Vete o llamo a la policía —amenazo.
Pero él niega y pone las manos en alto.
—¿Podrías prestarme algo de ropa antes?, ayer nevó y hace frío —dice.
—¡Ayer no nevó! —replico inmediatamente.
Tenéis que creerme a mí, él está mintiendo, lo juro. ¡Está poniendo ideas erróneas en tu mente!
De todos modos, con tal de que se vaya de una vez me dirijo al armario. Quizá así este loco me deje en paz.
—No creo que te quepa nada mío, pero tienes que irte rápido, tengo cosas importantes que hacer —farfullo.
No me gusta darle la espalda, pero de todos modos abro el armario rápidamente, tengo que ponerme a trabajar en la columna y después hacer la compra de los lunes, ¡no puedo distraerme con un intruso!
Echo un vistazo a la parte que nunca toco, tengo un presentimiento, pero allí hay camisas y trajes planchados… no me suenan. Yo nunca llevo traje, trabajo desde casa. Ah, sí, tengo agorafobia, no os lo había dicho. Volviendo a lo importante, ¿qué mierda está pasando? ¡Esta no es mi ropa!
—Jimin.
—¡Silencio! —grito sin mirarlo.
El temblor de mis manos pasa a todo mi cuerpo y noto la habitación moverse a mi alrededor.
Después hay un olor. Pero es familiar, como si mi cuerpo lo reconociera, porque contra más incrementa más tranquilo me quedo. Vainilla.
—¿Recuerdas tu nombre? —pregunta el desconocido de pronto, acercándose con grandes zancadas.
Yo lo miro e intento retroceder, pero el armario me lo impide. Al tener al hombre cerca, sólo lo amenazó con el reloj en alto.
—¿Cómo no voy a recordarlo? —suelto una risa sarcástica—. Atrás o te golpeo.
Mentira, jamás sería capaz
—Jimin —susurra él, quedándose a una distancia prudente de un metro como mínimo—. ¿Puedes alcanzarme mi ropa?
Las lágrimas se escapan de mis ojos, pero no estoy triste, quizá son de miedo. Eso tiene sentido, aunque… en realidad, tampoco tengo miedo. Es extraño, pero sólo estoy alerta, no le temo.
—No es tu ropa —lloriqueo confuso.
—¿Y de quién es? —insiste él.
Conforme se acerca a mí, el olor a vainilla incrementa y me gusta, me calma. Él toma el reloj para dejarlo en el suelo y, como me siento desprotegido, me siento en la esquina más alejada.
Él enciende la luz y lo veo por primera vez. Es apuesto, no puedo negarlo.
—No lo sé —respondo finalmente.
Siento que me falta algo, como si estuviese bajo una tormenta sin un abrigo con el que cubrirme, ¿entiendes la sensación?
—Jimin, es mi ropa —afirma él—. Mira.
Antes de que pueda replicar, él camina hasta el armario y alcanza una camisa blanca que se pone. Le queda perfecta. Es suya. Se siente suya.
—Yoongi —digo de pronto.
Ni siquiera sé de dónde viene ese nombre, pero suena en mi cabeza, hay cosas en mi cabeza. No, no recuerdo nada de ayer, pero su olor y su sonrisa es familiar de… no sé dónde lo he visto antes, pero lo reconozco.
—¿De qué me suenas? —pregunto.
—Intenta recordarlo, cielo.
Eso suena bonito, suena correcto.
—Dilo otra vez —pido en un susurro.
Yoongi se acerca a mí, se agacha frente a mí, y puedo distinguir sus rasgos redondos y felinos a la vez. Él… ha estado así de cerca otras veces, lo percibo, tengo un presentimiento.
—Cielo —susurra—. Mi amor, mi vida, mi príncipe, precioso estoy aquí —dice.
Es bonito. Me gusta tener su atención y cómo hace que el temblor o las lágrimas desaparezcan. Y… mi corazón siente, algo, él me gusta.
—Sigue —pido con un hilo de voz.
Él alza su diestra y coloca un mechón de flequillo tras mi oreja, pero el tacto no me molesta, me gusta.
—Amor, corazón, cariño, pequeño —sigue, sonriendo, tiene una sonrisa bonita—. ¿Te gusta que te llame así?
Yo asiento y me acerco un poco, buscando refugio. Sus brazos me rodean y entiendo al instante que ese es el abrigo que necesitaba bajo esta tormenta, me alivia.
—Te amo —susurra de nuevo—. Vuelve a mí.
Entonces recuerdo dónde lo he visto antes. Su rostro ha estado en muchas facetas de mi vida, en la universidad, esa fue la primera vez que lo vi tan cerca, cuando me ayudó a levantarme del suelo como ahora está haciendo. Pero él ya no es un chico popular y yo ya no lloro por culpa de personas que me han insultado.
También lo recuerdo en la protectora de animales, con un Holly cachorro. Él… lo adoptó y me lo dio a mí, pero yo vivía con mis padres aún. Pero entonces me dio un anillo, lo recuerdo, y… y yo dije que sí y después… él me besó, me besó incontables veces. También en el altar, y en la luna de miel, y cuando nos mudamos aquí, y cuando obtuve la columna en la página principal del periódico o cuando él recibió un aumento en su trabajo, y cuando… cuando...
Fuego. Había fuego. Dolor. Pero él estaba ahí. Y… no entiendo nada más, es confuso.
—Yoongi —murmullo finalmente—. ¿Qué pasó?
Él me abraza y me acaricia, pero al separarse veo la tristeza en su mirada.
—No importa, ahora estás conmigo —dice.
Pero yo niego, quiero saber qué pasó.
—No, había fuego y no recuerdo nada más, amor no entiendo por qué no recuerdo nada más, ¿qué hice ayer?, ¿y antes de ayer? —Mis manos tiemblan de nuevo—. ¿Y hace meses?, lo último que recuerdo es gente gritando en la calle, ¡yo nunca salgo!
Yoongi me abraza otra vez. ¿Cree que estoy loco?
Pero él es mi marido, nos amamos, ¿por qué no me dice qué pasó?
—Tuviste un accidente y por eso no recuerdas nada —explica contra mi cabello—. El coche no frenó a tiempo y… eso te hizo daño en una parte del cerebro.
Las lágrimas vuelven a mis ojos y caen. Esta vez estoy triste, pero no consigo recordar lo que dice. ¿Cuánto tiempo hace que no recuerdo?
—¿Qué día es hoy? —pregunto.
Si no dice lo que creo me volveré loco.
—Estamos a principios de noviembre —musita lentamente y su voz tiembla—. Del 2022.
—No —farfullo mientras me aparto de él—. Es imposible, hoy… es lunes y… es verano.
De inmediato corro hacia el ordenador del salón, tiene la fecha correcta. En seguida reviso mi trabajo y… la columna…
Llevo redactando lo mismo desde hace cuatro meses.
Pero la compra de los lunes…
Introduzca un número válido de tarjeta o elija otro método de pago. Pago fallido día 12, 11, 10… del 11 de 2022.
—¿Estás bien? —dice él desde la puerta.
Se ha vestido completamente. Deberá ir a trabajar, pero no quiero quedarme solo.
—No —susurro—. ¿Puedes quedarte conmigo hoy?
Holly se despierta y corre hacia Yoongi en busca de comida, a lo que el atiende.
—Amor me encantaría pero… Hoy sería el cuarto día que me quedo contigo y realmente necesito este trabajo —comenta mientras llena de comida el cuenco de Holly.
Hago una mueca. Debería ser más considerado, él ha estado cuidando de mí tanto tiempo…
—Claro, lo siento.
Yoongi rodea la mesa y se acerca para besarme la frente y acariciar mi espalda, eso me ayuda a animarme.
—Puedes aprovechar que has recordado antes para hacer cosas distintas, ¿entiendes? —Sonríe—. Puedes cocinar algo que no sea pollo frito, o puedes hacer algo más que escribir esa columna una y otra vez.
Asiento.
—Estaré bien —aseguro, aunque dudo en realidad—. Haré… algo distinto.
Él besa por segunda vez mi cabeza y se aleja para ir a la habitación de nuevo. En cuanto desaparece de mi vista me entra el pánico. Vivo en un mundo avanzado por meses, ¿cuántas cosas me habré perdido?
Chequeo mi emails. Correos de hospitales, de psicólogos, de trabajo… hay una de renuncia, pero está escrita por Yoongi explicando mi accidente y mi problema de memoria. También hay una del estado, resulta que recibo una paga y al comprobar mi cuenta bancaria tengo saldo para meses. Los gastos seguramente vienen de Yoongi: comida, veterinarios, transporte público, hospitales, psicólogos…
Es triste ver mi vida reciente solamente de esta forma, a través de los movimientos de nuestra cuenta conjunta.
—Tengo que irme —anuncia Yoongi.
Ha tomado un maletín y mira su reloj de muñeca compulsivamente. El sol ya ha aparecido por las ventanas y, en efecto, ayer nevó porque el suelo está derritiéndose poco a poco.
—¿Quieres llamar al médico para que venga a ver cómo estás? —pregunta agachado frente a mi silla.
Yo niego. No quiero a nadie más cerca de mí.
—Está bien… Te he dejado el desayuno en el microondas para conservar el calor —explica deprisa—. Compraré algunas cosas antes de volver, no cierres la puerta, ¿vale?
Asiento a cada palabra que dice y recibo su beso como despedida, pero los labios me cosquillean al sentir la ausencia de los suyos.
Él camina hacia la puerta y retira la alfombra de la rendija para poder abrir la puerta, sin embargo, yo lo alcanzo antes de que salga.
—Espera —farfullo—. Bésame una vez más —ruego con un hilo de voz.
Yoongi cierra la puerta y se gira lentamente para analizar mis palabras, dejando el maletín en el suelo. Aún así, no parece dudar cuando toma mi cintura y me empuja suavemente contra la puerta. Ahí me encierra con sus brazos a cada lado de mi cuerpo y pega el suyo contra mí. Pero no me siento asfixiado, al contrario, me alivia, así que acaricio su pecho sobre la camisa.
—Corazón —susurra muy cerca de mí, tanto que su aliento me hace cosquillas—. No tienes ni que pedirlo.
Yo sonrío sin poder evitarlo, me gusta sentirme amado. Después él borra la distancia y presiona sus labios contra los míos. Es un beso dulce y suave, pero no falta el juego de lenguas y alguna que otra mordida en mi labio inferior de su parte. Sin embargo, todo tiene un final.
—Ahora sí tengo que irme —ríe brevemente.
Asiento, satisfecho, y me aparto de la puerta. Pero la melancolía me ataca de nuevo. Él realmente me ama, pero, ¿por qué? ¿No sería más sencillo pasar página y dejarme?
Él podría tener un amor de verdad, alguien que lo reconociese al despertar por la mañana.
En cambio, escogió al chico olvidadizo y torpe con ataques de pánico que ni siquiera sale de casa. Yoongi es… un ángel caído del cielo, no me lo merezco.
—Ten cuidado —susurro, tratándome todas las preguntas porque, egoístamente, no quiero que ame a otra persona, porque yo lo amo incluso cuando no lo recuerdo—. Ten un buen día, cielo.
—Te amo. —Se despide con una sonrisa—. Volveré pronto —promete y le creo.
—Te amo —replico—. Te esperaré.
Y la puerta se cierra tras él, dejándome solo con Holly durmiendo en la alfombra.
Lo primero que hago es desayunar. Yoongi ha preparado arroz con huevos revueltos y parece que ayer compró un paquete de galletas de colores, son bonitas.
Después me siento en el sofá a ver la televisión, con Holly durmiendo esta vez en mi regazo, pero no encuentro nada interesante, así que prefiero hacer otra cosa.
Como no tengo trabajo, mi rutina hoy será averiguar qué ha pasado con el mundo estos meses, así que me siento de nuevo al ordenador y tecleo el último día de mi vida que recuerdo. Mucha calor… guerra… Oh, conciertos de Adele en Las Vegas, tengo que ver eso.
Pero hay una noticia que me llama la atención, de mi ciudad. Un accidente de coche… deja varios muertos. Oh, cielos. ¿Será mi…?
Sigo leyendo, pero no hay nada claro, un coche, una motocicleta, un poste… dos muertos. Cielos, espero no haber sido el causante de esas muertes, simplemente no me lo perdonaría. Buscaré los nombres, quizá pueda compensar a las familias.
Byeol Choi. Dios. He arruinado la vida de alguien, o se la he quitado más bien. Soy… soy un asesino.
Cierro la pantalla del ordenador y me levanto porque no quiero temblar de nuevo, no está Yoongi y no podría ayudarme, debo evitar el estrés. Voy hasta la cocina y busco pastillas, solía tomar somníferos cuando trabajaba, debe de quedar algo… ¡Bingo! Tengo dos, así que me tomo uno sin necesidad de agua, lo más rápido posible.
Una siesta estará bien, ¿no?
Sé que es pronto, pero no sé qué más hacer para calmarme. Además un sueño rápido no hace daño a nadie, así que me tumbo en el sofá y miro el techo para calmarme.
No puedo dejar de pensar en el accidente, en esa tal Byeol. Y hay fuego, mientras cierro los ojos una pesadilla me ataca, una carretera, una chica en motocicleta y detrás de ella un acompañante. ¿Es un recuerdo?
Oh, ¿y si…? No puede ser. Pero. El que iba tras ella…
Sin embargo, antes de que pueda hacerme más preguntas, el sueño gana la batalla y finalmente me duermo.
Para cuando despierto, todo está bien. No tiemblo, mi perrito me lame en busca de más comida y yo me levanto para llenar su cuenco. Todo está bien, tranquilo, pero al terminar de dejarle su ración, escucho la puerta. ¿La dejé abierta?
—¡He vuelto!
Tratando de no perder la calma voy a la cocina, a solas, ideando un plan. Entonces veo un paquete de pastillas abierto y después una cabellera negra entrando con bolsas de compra. ¿Por qué me sigue?
—¿Jimin? —Él se detiene en la puerta y mira los somníferos. Yo me paralizo en su presencia, intentando pasar desapercibido.—. Cielos, dime que no has dormido.
Yo frunzo el ceño y me alejo de él rápidamente, en dirección al salón.
—¡Aléjate! —espeto haciéndome una bolita en una esquina del sofá.
—Jimin, soy yo, ¿te acuerdas? —dice mientras se acerca a mí, esa vez sin bolsas.
—Yoongi aléjate, yo…
Claro que lo recuerdo, no olvidaría al amor de mi vida porque esté fuera unas horas.
—Amor, ¿has dormido? —murmura mientras se sienta a mi lado, cauteloso—. ¿Te acuerdas de mí?
—Basta Yoongi, sí te recuerdo, pero tienes que dejarme —farfullo y él se acerca—. No me toques, yo…
Entierro mi cara en las manos. ¿Qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué hice?
—Soy un asesino —balbuceo—. Tienes que irte, no soy una persona estable…
—Basta cielo —murmura él—. Has recordado el accidente, ¿verdad?
Mis manos tiemblan mientras asiento, entonces le miro y él intenta calmarme con caricias en mi rodilla.
—Amor no eres un asesino, no voluntariamente —dice—. Nadie tiene la culpa de lo que pasó, había nevado mucho.
—Soy un asesino —repito al tiempo que él me agarra para sentarme en su regazo—. Soy un asesino.
—No lo eres —niega él, besando mi cabeza y acunándome con balanceos—. Tienes que calmarte, no queremos que te dé otro ataque.
—No —concuerdo con él—. No queremos eso pero yo miré en internet y…
—No vuelvas a hacer eso, por favor —susurra él.
Yo intento calmarme, de verdad lo intento, pero pienso en el acompañante de Byeol. El título decía múltiples muertes, necesito compensar también a esa persona, necesito saber a quién he asesinado. Soy un monstruo.
—Jimin háblame —susurra Yoongi—. ¿Qué piensas?
Suspiro inconscientemente y dejo mi cabeza en su hombro. Tengo tanta tensión en el cuerpo que apenas puedo relajarme, pero sus brazos ayudan. Él siempre me ayuda.
—Que te quiero —susurro—. Y que quiero relajarme y… no sé, que todo sea normal.
Yoongi besa mi cabeza, mi frente, mi nariz y finalmente mis labios.
—¿Nos damos un baño?
Asiento y él me toma en sus brazos para llevarme al baño. Holly nos persigue, pero Yoongi cierra la puerta antes de que entre, lo que me saca una risita.
—Que bonita es tu sonrisa —mumura él en mi oído.
Después me deja en el suelo y dedicamos unos minutos para desnudarnos y acariciarnos mientras la bañera se llena de agua, piel con piel, cuerpo con cuerpo. Tras eso él se mete y yo me siento entre sus piernas. Nos lavamos mutuamente, él me masajea el cabello, besa mis hombros y espalda… es como estar en el cielo.
—¿Crees que podrás recordarme mañana? —susurra él en mi oído en un momento dado.
Yo dejo de jugar con la espuma del jabón y me apoyo en su pecho para mirarlo.
—Quisiera recordarte siempre —confieso—. Haré lo que pueda.
Él asiente y acaricia mi mejilla con la nariz antes de dejarme un beso suave.
—¿Quieres cenar ya?
Asiento y los dos nos secamos con toallas suaves, después nos ponemos pijamas calentitos y Yoongi hace la cena mientras estoy en el salón. Incluso parecemos una familia normal, estable… se siente tan bien estar así. Podría parecer aburrido, pero ahora aburrirme sería incluso un privilegio.
Sin embargo, aunque ame esta paz, vuelvo al ordenador y pido perdón a Yoongi desde mi mente. Lo amo y no quiero preocuparlo, pero tengo familias que compensar.
Sin hacer ruido me siento al ordenador y vuelvo a abrir la página que dejé a medio leer. Debajo del nombre de Byeol hay otro: Harry, parece extranjero, eso complica las cosas. Pero esta vez no me alarmo y mis manos no tiemblan.
Entonces Yoongi vuelve y se sienta al sofá a comer sin decirme nada. ¿Se habrá enojado?
Pero no le hago mucho caso y vuelvo a mirar en el ordenador.
La lista de víctimas del accidente es corta, pero terrorífica, y cuando leo el último nombre termino de perder la poca tranquilidad que me queda y el aire comienza a faltarme, pero Yoongi no lo ve, no me ve.
Byeol Choi.
Harry O’Hara.
Jimin Min.
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