Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

Oh, sé bienvenida a mi casa, linda personita. En realidad no entiendo por qué me has escogido a mí para leer sobre mi vida, tengo una vida normal en el bosque, una rutina aburrida, unos pasatiempos comunes...

Pero si tanto quieres saber sobre mí, adelante.

Mi nombre es... Bueno, eso no tiene importancia, ¿verdad?

Vivo en Corea y mi casita es de madera, eso es un dato importante porque cada verano tengo pesadillas con un posible incendio, ¡estamos en mitad del bosque!

Como sea, también convivo con mi perrito, es pequeño, marrón y de una raza cuyo nombre siempre olvido. Es un espacio grande sólo para nosotros dos, pero, ¿a quién no le gusta un hogar grande?

Mis rutinas son aburridas: me levanto, me aseo, desayuno tortitas con zumo de naranja y preparo café para calentarme las manos mientras estoy frente al ordenador. Entonces, por las siguientes cinco horas de la mañana, redacto la columna del día. Oh, sí, mi trabajo es en un periódico y esta semana tengo un lugar en la página de portada, ¡qué emoción!

Cuando se termina el café, apago el ordenador y me preparo la comida. Hoy toca algo distinto: arroz con pollo rebozado. Mientras me siento a comer con un programa basura en la televisión (al que no presto atención), reviso la página web del supermercado al que habitúo y hago mi compra semanal porque es lunes.

Oh, sí, un pequeño detalle que no he dicho: sufro de agorafobia. Si no sabes lo que es, simplemente búscalo. ¡Es broma!

Tengo una fobia fuerte a espacios demasiado abiertos, o grandes multitudes, etc. La última vez que fui al centro comercial...

En resumen: preferiría morir antes que salir de mi segura, calentita y bonita casa.

Después de comer y pagar el pedido para que me lo traigan a casa y lo dejen frente a la puerta, me tumbo en el sofá para hacer una siesta pequeña de dos horas. Pasadas estas, mi adorable pero enérgico perrito me despierta con lametones en la cara, así que me levanto para llenar sus cuencos de comida y agua por igual.

Como no me voy a volver a dormir, decido ver la televisión antes de volver a redactar la columna que dejé a medias en la mañana. En tanto, la puerta se abre y lo primero que veo es un gorro naranja, después un cabello negro y un rostro pálido.

Ah, él es... Espera un momento.

—¡¿Quién eres!? —grito antes de saltar del sofá y esconderme tras él.

—¡Perdón!, la puerta estaba abierta —justifica el intruso—. Soy Yoongi y te prometo que no voy a robarte o hacerte daño —añade—. ¿Puedo usar tu teléfono?

Sus excusas son mentira, jamás dejaría la puerta abierta. ¿Verdad?

¡Pero eso no importa!, ¡hay un intruso en casa!

Echo un vistazo a mi perrito, pero él duerme y no va a ayudarme con el extraño. Maldito dormilón.

—Fuera, ¡llamaré a la policía! —chillo con miedo, aún detrás del sofá.

El intruso se frota las manos enguantadas para entrar en calor y sonríe como si no estuviese amenazando mi estabilidad mental ahora mismo.

—No es necesario, en serio —ríe—. ¿Puedo pasar? Se me congela el trasero aquí.

Noto un ligero temblor en mis manos, pero eso es normal en mí. Sólo espero que no derive en algo más, como uno de esos ataques de ansiedad que me dan al pensar en mis fobias.

—N-no, por favor vete, tienes que irte, es peligroso —digo con dificultad, con el corazón latiendo tan fuerte que lo escucho en mi cabeza.

—No quiero asustarte, pero al menos déjame usar el teléfono, en serio no tengo a dónde ir —insiste él.

No me transmite confianza. Veamos, ¿tú confiarías en alguien que entra en tu casa sin ser invitado?

—Toma lo que quieras y vete, sólo no te acerques a mí —murmuro como último recurso para que me deje en paz.

Él asiente, por fin desiste y se acerca a uno de esos teléfonos de pared. Ni siquiera sé si funciona, pero al parecer lo hace porque "Yoongi" comienza a hablar con alguien.

—¿Puedes venir a buscarme?, necesito quedarme en tu casa —explica a la persona al otro lado de la línea, pero por su mueca deduzco que recibe una negación—. Joder, no tengo donde dormir entonces.

Por algún motivo me siento incómodo escuchando la conversación, aunque sea mi casa, así que me siento en el suelo al lado del costado del sofá, donde puedo sacar la cabeza para vigilarlo pero cubrirme el cuerpo a la vez.

—...En autobús, pero ya no pasará ninguno —continúa—. El hotel más cercano está a kilómetros y hace frío... ¡No puedo quedarme aquí!

Dejo de escuchar de nuevo, decido concentrarme en la televisión. Hay noticias sobre guerras, hambre... Es deprimente. Por suerte, el hombre termina de hablar, así que vuelvo a prestarle atención con cuidado.

—Gracias y perdón, ya me voy —dice, antes de salir rápido por la puerta.

Echo un vistazo al paisaje a través de la ventana. Ha comenzado a nevar. Unos segundos después veo a Yoongi caminar bajo los copos blancos sin nada más que su gorrito y un abrigo para cubrirse. Tiene razón, hace frío y el hotel más cercano está muy lejos.

Rápidamente me levanto hasta la entrada y la abro sólo un centímetro o quizá menos, y con eso la nariz se me congela, es horrible estar en el exterior ahora mismo.

—¡Eh! —grito—. Puedes entrar.

Yoongi se gira y detiene en mitad de la solitaria carretera que conecta el bosque con la ciudad. ¿Cómo mierda ha terminado aquí?

Sin pensarlo mucho retrocede y sonríe conforme se acerca.

—Sólo hasta que deje de nevar —advierto cuando lo dejo pasar al interior.

Lo primero que hace es acercarse a la chimenea apagada.

—Gracias, gracias —murmulla—. ¿Se puede encender?

Automáticamente niego.

—Lo siento, me da pánico el fuego —susurro en tanto cubro la rendija baja de la puerta con la alfombra para que no se cuele el frío.

Los dientes de Yoongi castañean un poco pero no me replica nada, sólo da pequeños saltitos para calentarse.

—Haré algo caliente, creo que tengo chocolate o té —digo, yendo a la cocina.

Él me sigue, demasiado cerca. Por Dios, me está siguiendo, que no me siga, que alguien le diga algo.

A mitad del camino me giro y él se detiene.

—Quédate en el salón, no me acompañes —ordeno de forma algo seca sin querer, odio la sensación de ser perseguido.

—Perdón, no lo pensé. —Sonríe con lo que adivino que es incomodidad—. ¿Estás seguro de dejarme sólo?

Sé que suena mal, y aún no confío en él sólo me da pena, pero prefiero que me robe algo que me observe de cerca.

—Sí, anda, siéntate en el sofá y no te muevas.

Él vuelve al salón sin decir nada más y lo agradezco. Por desgracia, sólo me queda té, así que preparo dos tazas. Una pena, me apetecía ahogar mis penas en chocolate.

Cuando tengo todo listo, vuelvo al sofá con las tazas y las dejo en la mesita. Yoongi se ha quitado en abrigo, el gorro y los guantes. Como en tu casa, amigo.

—Gracias, en serio, pensé que moriría congelado —bromea él cuando toma su taza de té con ambas manos.

Fuerzo una sonrisa y me siento en el sillón más alejado, atento, mientras también me caliento las manos.

—Espero no haberme equivocado —murmullo con rencor.

—De veras no haré nada, sólo quiero descansar —asegura de nuevo.

Suelto un suspiro y doy un sorbo al té que sabe a frutos rojos.

—¿Y cómo has acabado aquí? —pregunto—. La gente no suele pasar por esta carretera.

Yoongi mira la televisión distraído, pero para responder intenta mirarme a los ojos, aunque no lo consigue por más de un segundo.

—Me he pasado de parada en el autobús —dice.

Mentiras.

—Ah, ¿y a dónde te diriges? —insisto.

—A mi casa —replica con una sonrisa calmada—. Acabo de llegar del trabajo y sólo quería dormir un poco.

Eso explica su traje de oficina.

—¿De qué trabajas? —pregunto de todas formas.

Yoongi me observa unos instantes con el ceño fruncido, como si estuviese agobiado por tanta pregunta. Que se fastidie, está en mi casa.

—Soy contable en una empresa —murmura—. ¿Y tú?

—Soy periodista —digo antes de dar otro sorbo al té.

En ese momento parecen agotarse todos los posibles temas de conversación, así que vuelvo al incial.

—¿No te espera nadie en casa? —cuestiono con curiosidad, pero él alza las cejas y suelta una risita y no entiendo por qué.

—No, estoy independizado y soltero —responde.

Entonces entiendo el doble sentido de todo.

—Ah, no he preguntado por eso —replico en seguida, pero ya siento el calor en las mejillas—. Perdón.

Pero él niega y hace un ademán con su mano. En realidad es bastante amable, si llegase a tener otras intenciones ocultas cuestionaría mucho mis instintos de supervivencia.

—Tranquilo, puedes preguntar lo que sea con tal de que estés cómodo conmigo aquí —musita contra la taza—. Quizá hasta acabamos siendo amigos —añade.

—Lo dudo —río al instante.

Yoongi se queda callado y me arrepiento al instante de decir eso. Quizá soy demasiado frío.

—Perdón, me ponen nervioso los extraños —digo.

Él niega de nuevo y mira la televisión con una mueca.

—Es entendible, tampoco quiero incomodarte yo... puedo irme —susurra con la voz algo más apagada.

Y esta, querida personita lectora, es la razón por la que sigo solo.

—No te vayas. —Suspiro al tiempo que me levanto.

Voy a sentarme a su lado en el sofá, pero a un metro de distancia como mínimo. Justo entonces el animal más bonito del universo se sienta en mi regazo para que lo acaricie mientras sigue durmiendo.

—Siento comportarme así, no suelo tener trato con personas cara a cara —explico con vergüenza.

La última vez que tuve una amistad íntima fue de pequeño.

—¿Podría hacer algo para que te sintieras mejor? —pregunta mirándome a los ojos por primera vez.

Yo me encojo de hombros, pero el movimiento alerta a mi perrito, que no duda en removerse, pero al percibir el aroma del intruso no duda en saludarlo con un débil ladrido.

—Le ladra a todo el mundo —aclaro con una sonrisa.

Incluso muerde cuando se enfada, como al repartidor que trae la comida, pero me lo ahorro. Sin embargo, al verlo lamer la mano de Yoongi me sorprendo.

—Eso es nuevo —susurro para mí.

—Es muy bonito —canturrea él mientras le da caricias en la cabecita—. ¿Cuántos años tiene?

—Pocos, es un bebé aún —comento con una sonrisa inconsciente por hablar del amor de mi vida—. Aunque está muy grande, come mucho.

Yoongi lo toma en sus brazos para seguir mimándolo y, sé lo que estás pensando, pero es una imagen adorable y... Bueno, él es lindo, qué puedo decir, al menos su cara es redondita y tiene unos ojos delicados, la nariz como un botoncito y unos labios finos. Es muy adorable, definitivamente.

—Sí que está grande, y pesa mucho —bromea.

Me río un poco aunque no tenga demasiada gracia y es cuando noto a mi alter ego influenciarme para que ligue con él. ¡No es el momento!, sigo sin saber nada de su vida.

Bueno, a parte de su oficio y que vive solo.

¿Cómo puede alguien con esa cara estar soltero?

—¿Sabes qué? —dice de pronto, devolviéndome a la realidad—. Siempre quise un gatito de mascota, aunque me gustan los perros también.

—Me gustan los gatos, son tranquilos —aseguro—. Aunque nadie más que él, duerme todo el día —señalo a mi mascota con el mentón.

Él parece darse por aludido y prácticamente salta de los brazos de Yoongi para volver a subir a mi regazo. Me ataca con lametones en la cara, así que intento huir, pero la jugada me sale mal y termino con la cabeza en el hombro de Yoongi.

—¡Quita! —chillo al levantarme del sofá y sacudirme el cabello, tirando la taza en consecuencia.

No puedo evitarlo, me pica todo el cuerpo y sólo puedo imaginarme los gérmenes recorrer mi cabeza. Y conforme intento limpiarme noto mis pulmones cerrarme y las manos temblar como siempre, lo siguiente es la habitación darme vueltas, pero eso no es lo peor. La "mejor" parte de mis ataques son las parálisis en el cuerpo.

No escucho nada, pero veo los labios de Yoongi moverse para hablar y a él levantarse del sofá con preocupación.

—¡No te acerques! —grito.

Mi perro se acerca a mí, el pequeño...

Pequeño...

Todo me pica, pica, hay picor. No veo nada, nada, nada, nada. Estoy mareado, todo da vueltas y vueltas y vueltas y vueltas a mi alrededor y no puedo moverme. Que alguien me ayude.

Creo que me he caído al suelo, me duele el trasero. Pero tengo presión en los hombros, luego en la cabeza, ¿qué es eso?

Los oídos me zumban y no puedo respirar, ¿desde cuándo hace calor en invierno? Estoy sudando, dios, doy asco.

—Jimin, estoy aquí —escucho al fin, esa voz es de Yoongi, él me habla—. Tranquilo, ya está.

La presión en mis hombros es suave, es ligera. La de la cabeza también. Se siente bien. Huele a vainilla. Estoy en el suelo, sentado, pero está frío. Respiro, estoy bien. Yoongi. Yoongi. Jimin. Un momento.

—¿Quién es Jimin? —farfullo mientras abro los ojos poco a poco.

Mi perro me observa, como siempre, tranquilo. Pero no puedo llamarlo. No. Porque no sé cómo se llama. Y... es muy grande para tener pocos años, ¿verdad?

—Es tu nombre —susurra Yoongi en mi oído.

Él me está tocando, me toca, mis hombros, me besa la cabeza, Yoongi me toca. Yoongi, Yoongi... Min. Min.

—¿Yo? —Trago saliva con pesadez, estoy más tranquilo pero sigo temblando—. Min, ¿qué es Min? —pregunto eso que no deja de sonar en mi cabeza.

—Es mi apellido —susurra Yoongi de nuevo, él, él está aquí, no es un extraño, él me acaricia—. ¿Te acuerdas ya?

¿Acordarme?

Las lágrimas caen por mis mejillas antes de percatarme de que estoy llorando. Pero no entiendo por qué lloro, no estoy triste, no debería estarlo...

—Yoongi —murmullo—. ¿Qué haces realmente aquí?, ¿por qué mientes?

No entiendo nada. ¿Alguien puede ayudarme?

Él es un desconocido, ¡no puede saber mi nombre!

—He vuelto a casa, amor —dice a mi lado, sentándose en el suelo para seguir consolándome—. Sé que vas a recordarme, estás a punto de conseguirlo.

Sigo llorando y esta vez con razón. Me siento más perdido que en toda mi vida, él parece saber más de mí que yo mismo, ¿cómo puede ser eso posible?

Miro alrededor en busca de respuestas, pero sólo encuentro las tazas de té derramadas en el suelo y la alfombra manchada.

—He tirado el té —sollozo—. Yoongi, ayúdame a recogerlo.

Pero él niega. Se supone que debe ayudarme, para eso ha venido, ¿no? Siempre viene a ayudarme por la tarde cuando llega de la oficina... Por eso... Por eso dejo la puerta abierta.

—¿Te sentirás mejor si lo limpio? —pregunta mientras me pone en pie junto a él.

Yo asiento. Quiero sentirme mejor, mejor... todo será mejor si él me ayuda.

—Yoongi me tienes que ayudar —susurro—. Por eso has venido, para recordar —añado.

Recuerdo que tengo que recordar. Pero no sé el qué.

—Tienes que recordar, pero no estoy aquí sólo para eso.

Yoongi sonríe hasta que veo sus encías. Es adorable. Entonces recoge las tazas y va hasta la cocina para dejarlas allí y tomar un paño para secar el líquido.

—¿Para qué estás aquí? —pregunto cuando acaba.

Él deja el pañuelo en la cocina y vuelve a mí para tomarme las manos y llevarme con él a la habitación. Allí abre el armario y me enseña mis camisas y pantalones, pero no entiendo por qué.

—Amor...

Pero esas camisas no son mías. Esa no es mi ropa.

—Jimin, cielo, yo vivo aquí.

Lo entiendo, así que asiento poco a poco y me acerco al armario. Huele a vainilla.

—¿Por qué vives aquí? No entiendo...

Entonces miro el lado derecho del armario, ¡mi camisa favorita!

También vivo aquí, estoy seguro.

Noto su presencia detrás de mí, pero no me molesta que me siga, no si es él, no si son sus manos que se posan en mi cintura, no me importa.

—Porque te amo —susurra— y tú a mí, pero no lo recuerdas aún.

Yoongi. Min Yoongi. Min Jimin. Suena bien. Se siente bien. Se siente correcto.

—Yo te amo —repito y me aseguro de que suena bien en mi labios y que se siente bien en mi corazón—. Te amo.

Me giro hacia él y veo sus ojos llorosos. Él me ama, lo puedo ver.

—Te echaba de menos —susurra.

Y yo a él. Mi corazón lo extraña. Quiero tenerlo en casa, quiero tocarlo, no quiero que se vaya. Yoongi. Min. Yoongi. Jimin.

—¡Holly! —grito de repente.

Mi perrito aparece corriendo. Mi pequeño. Se llama Holly, lo recuerdo. Y yo Jimin, eso tiene sentido, se siente verdad. Y Yoongi es de verdad, es honesto, me ayuda, él me ama, él...

Siempre me ayudó, ¿verdad?

Lo recuerdo, él era más joven, yo también, Holly no estaba en casa pero estábamos bien. Éramos felices... nos amábamos.

—¿Hace cuánto que vivimos juntos? —susurro.

Yoongi toma mis manos y me deja un beso en cada una de ellas. Por primera vez se siente bien el contacto con alguien.

—Hace cinco años que estamos casados —responde.

Yo sonrío. Fue una boda bonita, ¿sabes? De esas con pocos invitados y un espacio pequeño, acogedor e íntimo. Sí, lo recuerdo.

Y de luna de miel fuimos a Australia, fue muy divertido, habían muchos animales y las playas eran preciosas...

—Lo recuerdo —murmullo—. Yoongi me acuerdo, ¡me acuerdo! —añado con una risita alegre.

—Sabía que lo harías, eres la persona más fuerte que conozco —asegura antes de atraparme en un abrazo fuerte.

Me acuerdo de otros abrazos, de otros momentos felices, de sus caricias, de sus besos...

—¿Puedo besarte? —susurro con algo de timidez.

El calor sube de nuevo a mis mejillas, no puedo evitarlo, pero Yoongi parece pasar eso por alto. Él se separa para mirarme con un brillo melancólico en sus ojos, tan bonito...

—Claro que puedes. —Asiente con una sonrisa.

Miro sus labios. Son finos y recuerdo que saben bien, son suaves, parecen suaves...

Se sienten bien. Cuando los pruebo él me sujeta el mentón y se siente muy bien, es correcto, es como... volver a casa después de un largo día. Es reconfortante y me alivia, ya no tiemblo. Pero me separo porque no quiero agobiarlo, quizá a él no le gustó.

—Precioso —susurra contra mi boca, me hace cosquillas—. Déjame besarte más.

Con sus manos en mis mejillas y su cuerpo pegado al mío me recorre la espalda un escalofrío. Es una sensación familiar, igual que nuestras narices rozar cuando asiento, es algo que podría hacer por horas y no me cansaría.

Entonces él se inclina y me besa, pero esta vez no hay timidez en mí y sus labios son tan confiados que me hacen flotar, se siente como si lo hiciésemos cada día a todas horas. Y en realidad sí lo hacíamos. Lo hacíamos. Hasta...

—¿Estás bien? —pregunta cuando yo rompo bruscamente el beso.

—¿Qué pasó? —farfullo—. Recuerdo hasta cierto punto, Yoongi, después es confuso... ¿Por qué tengo amnesia?

Yoongi suspira y su aliento mentolado choca en mis labios, la piel se me eriza, pero estoy demasiado preocupado como para que me afecte demasiado.

—Recuerdo fuego, odio el fuego—añado—. Oh cielos... tuve un accidente, ¿verdad?

El asiente con los labios prensados.

—¿De verdad quieres hablar de eso? —murmurlla.

No. Quiero cosas felices, me gustaba besar a Yoongi, estaba mejor que pensando en estas cosas.

—En realidad no. —Suspiro—. Quiero recuperar el tiempo perdido contigo, ni siquiera sé cuánto llevo sin reconocerte.

Pobrecito, imagina que el amor de tu vida no te reconoce. De estar en su lugar me habría hundido, no puedo ni pensar en lo terrible que habría sido ver el miedo en sus ojos al verme. Yo lo amo, ahora lo sé, pero, ¿y si mañana se me olvida?

—No pienses en eso ahora, lo importante es que has vuelto por hoy —susurra contra mi frente antes de besarla.

—¿Por hoy? —Mi pecho pesa al respirar—. ¿Crees que mañana volveré a irme?

Ya lo echo de menos. Yoongi es mi compañero de vida, de risas, de lágrimas, de abrazos, de caricias, de discusiones, de todo.

—Supongo —murmulla—. Al despertar ya no me reconces, la última vez pensaste que te había forzado a...

—Entiendo. —Lo detengo antes de que siga por ahí, es muy triste—. No me dormiré todavía, tenemos toda la tarde por delante, ¿vale?

El asiente, yo lo beso unos instantes.

—Te amo —repite contra mis labios, acariciándolos con las palabras—. Y si tengo que conquistarte cada día para que me recuerdes, lo haré.

Me muerdo el labio inferior para evitar llorar, no quiero hacerlo en un momento tan bonito. Sus promesas suenan honestas, siempre lo han sido y nunca me ha fallado, como aquella vez que me rompí la pierna haciendo deporte y me prometió no moverse del hospital. Trabajó desde su ordenador por semanas.

—No quiero dormirme. —Me quejo—. No quiero olvidarte, quiero estar contigo.

Jamás había temido algo tanto. El olvido, ese lugar oscuro, ese vacío en el universo. ¿Quién amará a Yoongi si no soy yo? No quiero dejarlo atrás, no quiero olvidarlo, quiero ser yo quien lo ame por siempre.

—Créeme que alejaría la amnesia de tí si pudiera —jura—, nada me gustaría más que volver el tiempo atrás.

Y lo creo, pero es algo imposible y los dos compartimos una mirada triste.

—Tenemos que aprovechar cada segundo, cielo —susurro después de unos instantes de silencio.

Él asiente y me sigue cuando estiro de su mano de vuelta por el pasillo.

—¿Tienes hambre? —murmullo después de apagar la televisión para tener más privacidad—. ¿Cómo fue el día?

Me siento en el sofá y él me acompaña, cerca y confiado, con una sonrisa de ojos cristalinos. Y yo lo amo, porque lo recuerdo.

—Ha ido bien, estuve pensando en cómo aparecer por aquí y gustarte —comenta con una risita rondando sus labios.

—Claro, porque decir que la puerta estaba abierta es una excelente idea. —Me burlo a propósito—. Creí que ibas a matarme, de verdad.

Una carcajada sale de sus labios y es el sonido más bonito que he escuchado hoy.

—Es que tenía mucho frío y quería usar el teléfono, el mío se rompió —explica—. Tenía que probar algo o literalmente moriría.

—Exagerado —río—. ¿Y a quién llamaste?

—A Hobi, ¿te acuerdas?

Recuerdo el nombre, un rostro, el mejor amigo de mi marido. Cenábamos con él a menudo, es divertido y siempre tiene una sonrisa en la cara, me agrada.

—Claro, Hoseok —respondo.

—El muy sinvergüenza me dijo que me quedase aquí a dormir —dice Yoongi—. Como si pudiese convencerte tan fácilmente de dormir en tu cama.

—Habría llamado a la policía —carcajeo—. Tenía mucho miedo.

Yoongi toma mi mano mientras hablábamos y recuerdo que le gusta eso, siempre necesita mi contacto.

—Por cierto, hice pollo con arroz, sobró algo —digo al señalar la cocina detrás de nosotros.

—Oh, tengo hambre —asegura él.

Entonces marcha a la nevera para buscar las sobras, pero no puedo evitar divagar. ¿Eso es todo? ¿Cuando me duerma junto a él pensaré que es un extraño al despertar?

Pero él vuelve y calma mis pensamientos con un beso. Después dejo el tema y hablamos de cualquier cosa, de banalidades sin importancia con tal de conversar y estar juntos. Y es hermoso. Es precioso estar junto a él, me siento completo. Pero el cielo se va oscureciendo tras las ventanas y yo bostezo.

—Deberías descansar —murmura, dejando el plato vacío en la mesa frente a nosotros.

Yo niego rápidamente y me pellizco el brazo para despejarme.

—Estoy bien —aseguro.

—Jimin... En algún momento tendrás que dormir.

—¡No! —Me alzo del sofá con agobio, me niego a olvidarlo—. Puedo estar despierto, de verdad.

Me acerco al reloj de pared en el salón.

Las once y media. Estoy agotado y ni siquiera he terminado la columna.

—Es tarde, cielo —dice Yoongi mientras se levanta y me rodea la cintura desde atrás.

En cuanto noto sus labios besar mi cuello, toda la inquietud se marcha.

—Quiero amarte un poco más de tiempo —susurro, agotado de esta realidad en la que todo se escapa de mis manos—. Déjame recordarte cinco minutos más.

Yoongi no dice nada, lo único que hace es tirar suavemente de mí hasta la habitación.

—Vamos a tumbarnos y seguimos hablando en la cama, ¿sí?

Asiento. Confío en él. Me tumbo.

—Voy a ducharme, ¿vale?, dame cinco minutos.

Vuelvo a asentir y en ese tiempo de espera puedo cambiarme a un pijama cómodo y calentito. Entonces vuelvo a tumbarme y lo espero bien despierto, aunque tengo sueño.

Cuando él sale del baño, lo hace solamente con una toalla en la cintura y su cabello negro ya medianamente seco.

—¿Has visto mi ropa?

Yo tengo la misma rutina siempre, literalmente no recuerdo otra cosa que lo que ya te he explicado, ¿por qué le quitaría su ropa?

—No cielo...

—¡Ah! Ayer la dejé en la lavadora, mierda —dice antes de ir hasta la cocina.

Esos detalles me hacen sentir mal. Si yo recordase algo tan sencillo como tender la ropa, su vida sería probablemente más fácil.

Al volver lo hace igual, porque seguramente esa ropa huele ya mal, así que sólo toma un calzoncillo y se acuesta bajo las sábanas conmigo.

—Tendrás frío —le advierto—. ¿Ni siquiera tienes una camiseta limpia?

Pero él hace caso omiso a mi voz y se abraza a mí como un koala.

—Prefiero calentarme de otro modo —bromea.

Con una risita rodeo su cuerpo y escondo la cabeza en su pecho. Está bastante tonificado, así que supongo que sigue yendo al gimnasio.

—¿Tienes sueño? —susurro en mitad de la oscuridad.

Al poco noto a Holly acomodarse a los pies de la cama para seguir durmiendo. Es algo mayor, apenas tiene energías.

—Un poco —confiesa Yoongi.

—Duerme —susurro de nuevo, con los ojos bien abiertos.

—No, aún no —replica.

Después hay silencio. Y la habitación es tan oscura y fría como mi mente dañada.

—Cuando despierte quiero verte —ruego en un murmullo—. Por favor, quiero despertar a tu lado, como siempre hacía.

—Sabes que no puedo —murmura él—. Me encantaría, pero saldrías corriendo, créeme, lo he comprobado.

—Pero podría ser diferente esta vez.

—Jimin...

—Si no lo intentas jamás lo sabrás.

Yoongi me aprieta fuerte contra su cuerpo, es una sensación tan agridulce que me saca unas pocas lágrimas. La primera por el pasado. La segunda por hoy. La tercera por la incertidumbre del mañana.

—Duerme —susurra Yoongi—. Estaré aquí cuando despiertes.

—No me sueltes —musito con un temblor molesto en mis labios—. No me dejes ir.

Una cuarta lágrima por nuestro amor, olvidadizo y frágil.

—Jamás —promete—. Siempre estaré junto a tí.

Y con esa promesa cae la quinta lágrima: un brindis con el universo, un deseo, una esperanza de que todo seguirá igual mañana, ni siquiera mejor, igual.

Entonces cierro mis ojos y simplemente duermo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro