Capítulo 28 «Flecha directa al...»
Edward
Saber que el regente vino solamente a saludar, es lo segundo más extraño que me ha pasado en la vida. Lo primero fue conocer a Jane. Su sonrisa triunfal me alarmó mucho y verla caminar colgada del brazo de Gregory me frustró el doble. Mis pensamientos son interrumpidos por un carruaje acercándose: Thiago. Su ceño fruncido al bajarse, indica su notable molestia.
—¿Se puede saber qué te pasa? Saliste como caballo desbocado y al final me encontré con los hombres del regente en mi camino. Todos muy molestos, por cierto.
—¿Qué sabemos de Gregory Willmort? —pregunto abruptamente y Thiago golpea su frente.
—¿Para qué quieres investigarle? —me encojo de hombros—. Edward, a este paso, Jane se irá y no podrás hacer nada para impedirlo.
Pongo los ojos en blanco cansado de escuchar la misma frase una y otra vez.
—Deja que la institutriz se vaya, compañero. Lexie crecerá, la olvidará y será feliz nuevamente.
—Mi preocupación no es Lexie, sino tú.
—Thiago...
—No puedes negarlo más. Esa mujer te trae de cabeza.
—Por lo visto, olvidaste que...
—Como menciones a la alcahueta de Victoria o a la hurraca de Rose, juro que me callo las nuevas noticias de Londres.
—¿Qué noticias?
—Edward, estamos hablando de tu propia felicidad. Deja el trabajo para otro momento.
—Thiago, soy Duque. No puedo dejar mis obligaciones a un lado —chasquea su lengua, fastidiado.
—Ayer las dejaste.
—Yo no...
—Sí lo hiciste. Olvidaste por completo tu reunión con los aldeanos, la invitación a jugar polo con los Livingston, el almuerzo con la condesa Victoria y desististe de los informes de embarque a la ciudad desde hace más de un mes. ¿Sigo? —gruño por lo bajo al notar que tiene razón— Edward, tu puesto en la burguesía requiere tiempo, pero tu familia también.
—En pocas semanas ocurrirá —añado y él niega con la cabeza.
—Estás lanzando todo por la ventana por mantener una imagen, espero que algún día no te arrepientas.
—Thiago...
—Ed, eres el Duque. Puedes decir lo que es mejor para ti y para los que te rodean.
Mi mejor amigo entra a la casa dejándome completamente confundido. Una vez decidí por lo que dictaba mi corazón y terminé completamente roto. Me dejé llevar por mis ideales y el destino se encargó de arrancarlo de raíz. No puedo dejar que ocurra. No de nuevo.
Dos semanas después...
Cuando crees que todo está bien, algo siempre cambia los planes. Los asaltos en los caminos aumentaron, las reuniones en el Parlamento solo me traen dolor de cabeza, Lexie habla conmigo, pero desde hace días no me dice papá, y el constante parloteo de la condesa sobre el inminente anuncio de mi compromiso me tiene más agobiado de lo normal.
—¿Todo bien? —pregunta James cuando me ve atravesar las caballerizas.
—¿Dónde está Diamante?
—Arthur está con ella en la parte de atrás —asiento y me retiro, pero su voz me detiene—. ¿Qué ocurre, su Excelencia?
Dejo caer mis hombros derrotado y me acerco a él nuevamente.
—¿Demasiado trabajo?
—Demasiado de todo, James —un suspiro y una sonrisa amargada sale de mi boca—. Trabajo, presión, agobio. Sinónimos. Jane me está haciendo daño —la mención de su nombre hace que frunza el ceño– ¿Dónde está ella? No le he visto en todo el día.
—Salió de caza con Gregory y un amigo suyo que vino de la ciudad.
—¿De caza? —pregunto estupefacto y una sonrisa aparece en los labios de James.
—A estas alturas, debe saber que su institutriz no es una mujer común —gruño por lo bajo y resoplo.
—Comprendo. Dijiste que fueron con un amigo suyo.
—Creo que ella lo llamó Erick —abro mis ojos asombrado y las alarmas se encienden en mi cabeza—. Es un joven muy amable y tiene la maestría con los caballos, así como Jane.
«¿No me digas?», pienso son ironía. «Nada más me falta que también él quiera trabajar acá con ella y pida cortejarla», resoplo frustrado y gruño. «Ya eso sería el colmo. ¿Yo que hago pensando en la vida de ella? Es libre de hacer lo que quiera mientras no deje sus quehaceres con mi hija. ¿O acaso está pensado irse con su amigo? El día del cumpleaños de Lexie ella dijo que le quedaba mucho tiempo. ¡Ay, no!».
—Edward —James chasquea sus dedos frente a mí interrumpiendo mis pensamientos—, ¿estás bien?
—Claro —contesto rápidamente.
«Claro que no estoy bien. Primero Gregory quiere llevarse a mi institutriz, y ahora se suma el tal Erick. ¡Ah, no! De eso nada. Por lo menos no en mi guardia», pienso decidido.
—Edward, por ahí vienen los tres —añade James señalando por encima de mi hombro con el mentón.
Giro mi rostro rápidamente para regañarla, pero lo que veo frente a mí hizo que mi cuerpo se helara.
—¡Ve por Chloe y Amelia! —ordeno y corro hacia ellos.
El terror en la cara del capitán Willmort y el otro joven no se comparan al temor que recorre el mío cuando veo la flecha en la espalda de la institutriz.
—¿Qué rayos pasó? —pregunto mientras el otro chico me entrega a Jane en brazos dejando rastros de sangre en su camisa blanca de lino.
Mi pregunta fue respondida al ver las plumas rojas en la flecha.
—No sabemos qué pasó —contesta Gregory casi sin aire—, llegaron desde todos lados.
Con paso rápido entramos a la enorme casa y los quejidos de dolor de Jane perforan mis oídos. En el camino me encuentro a Thiago.
—No estoy disponible para nadie —añado mientras subo el primer escalón
—Pero...
—Thiago, aunque Luis toque las puertas de mi casa, no estoy disponible. Tú —digo hacia el otro chico—, ve con él, cámbiate esa camisa. Thiago, no dejes que Lexie suba.
El aludido asintió y subo los escalones hacia mi habitación seguido por Gregory.
Con suavidad coloco a Jane de lado para evitar remover más la flecha. La puerta se abre abruptamente y soy apartado de ella por Chloe y Amelia. La primera trae paños limpios y la segunda agua caliente
—Edward —murmura Jane por lo bajo.
—Salgan de la habitación —ordena Amelia
—Pero...
—¡He dicho que salgan! —Amelia interrumpe a Gregory y lo empujo hacia el pasillo cerrando la puerta detrás de mí.
—¿Dónde rayos estaban metidos que pasó esto? —espeto furioso en el pasillo— La vida de ella pende de un hilo por la irresponsabilidad de ustedes.
—Estábamos de caza. No sabemos cómo...
—Gregory, desde hace más de una semana sabes perfectamente que Netherfield no es segura. Cola Roja se ha adentrado tanto en nuestros alrededores que es casi imposible salir sin la guardia cubriéndote las espaldas.
—¿Crees que no estaba preocupado? Ella recibió esa flecha cubriéndome cuando intentábamos escapar. Erick está herido en su brazo por cuidarla. Yo le quiero, Edward. Ella me importa más de lo que te imaginas. Daría mi vida por la suya, pero hay cosas que están fuera de mi control.
—¿Cómo está? —interviene el otro chico.
Veo su brazo izquierdo vendado y gruño por lo bajo. La puerta a nuestras espaldas es abierta y Amelia sale con paños cubiertos de sangre.
—Necesitamos a doctor, está perdiendo demasiada sangre —explica ella con el rostro cubierto de sudor y sigue de camino casi corriendo por el pasillo.
—Gregory, ve por Thiago, y...
—Directo al doctor, entendido —el capitán mira hacia la puerta con mirada triste una vez más.
Corre por el pasillo dejándome con el pecho oprimido y el alma quebrándose en dos.
—Esto es mi culpa —murmura el chico mirando hacia la puerta entreabierta.
—Al menos sabes eso —digo con un gruñido.
Chloe abre la puerta y le entrega al chico el agua ensangrentada.
—Agua caliente... rápido —ordenó ella.
Él toma el cuenco con manos firmes y sale por el pasillo con paso rápido.
—¿Cómo está ella?
–Muy mal. Su piel se está volviendo pálida y muy fría, perdió demasiada sangre —el alma se me fue a los pies–. Temo por ella, Edward.
Su labio inferior comienza a temblar y sus ojos se cristalizan por las lágrimas. Un quejido de dolor de Jane hace que un puñal se clave varias veces en mi pecho.
—Cuídala mientras voy por más paños limpios.
Me adentro en la habitación y camino con paso rápido al borde de mi cama. Su camisa blanca ha sigo rasgada completamente dejando su tersa piel a la vista, las sábanas cerca de su pecho están cubiertas de un color rojizo y un paño cubierto de sangre oculta la herida. Al otro lado de la cama veo la flecha en dos pedazos.
La rabia comienza a hervir en mi sangre, pero el gemido de dolor de Jane esfumó todo odio hacia esos peligrosos asaltantes.
—Jane —murmuro y me agacho hasta su altura tomando su mano fría entre las mías. Sus ojos grises se abren lentamente y una media sonrisa aparece en sus labios—. ¿Cómo te sientes?
—Gracias —frunzo el ceño sin entender su agradecimiento.
—¿Por qué?
—Por... —sus ojos se cerraron y el miedo me atravesó.
—Jane, no puedes dormirte.
Pongo mi dedo en su nariz y el calor de su respiración llegó a mi piel enviando electricidad por toda mi columna hasta mi nuca. Respiro con tranquilidad cuando sus ojos grises se abren nuevamente.
—Gracias por ser obtuso de mente —contesta en un murmullo y dejo escapar una sonrisa—. Edward...
—Aquí estoy —digo acariciando su cabello con una mano sin soltar su mano con la otra.
Sus labios se movieron murmurando algo ininteligible. Acerco mi oído a sus labios y escucho sus palabras casi inaudibles.
Dos días han pasado desde el accidente y el estado de Jane no mejora. No empeoró porque el médico llegó rápido gracias a las diligencias de Thiago, pero el estado de su salud es muy delicado.
—Tengo que llevármela de aquí —dice Gregory y detengo mis pasos al otro lado de la puerta.
—Está muy delicada, capitán —añade Erick. Desde lo ocurrido, no se ha separado de Jane—. Espere a que se recupere completamente, se casan, y luego se van.
«¿Ya hizo la propuesta a Jane? Pero si se conocen hace poco tiempo», pienso estupefacto.
—No puedo esperar mucho tiempo, Erick. No puedo verla sufrir mucho más, y sabes que no solo estoy hablando de este accidente.
—Ella es fuerte. Si sobrevivió a cosas peores, ella aguantará una flecha envenenada.
Abro mis ojos al escuchar semejante locura. «¿Envenenada? ¿Por qué nadie me dijo nada?», pienso molesto y cierro las manos en puños. Con sigilo, me retiro por el pasillo rumbo a mi habitación. Abro la puerta con mucho silencio y me encuentro a Lexie con su cabeza apoyada cerca de Jane. Su pequeña mano agarra la de ella y un nudo se forma en mi garganta.
«Esto pasa cuando me alejo de mis responsabilidades. Esto pasa cuando no atiendo mis quehaceres. Jane está en ese estado, no por culpa de Gregory o Erick, sino porque dejé de ejercer mi cargo como protector en esta zona», pienso con culpabilidad. La puerta se abre a mis espaldas y por mi hombro veo al doctor.
Su rostro comienza a dar señales de cansancio. Las ojeras son muy notables y las bolsas debajo de sus hombros crecieron en estos dos días. No ha podido salir de casa por estar pendiente de Jane. Le hago un ademán con el mentón y nos acercamos a una de las esquinas de la habitación.
—¿Por qué no me dijo sobre la flecha envenenada? —pregunto directo y de forma autoritaria. Después de un largo suspiro, el docto habla.
—No dije nada porque mis sospechas aún no son confirmadas —frunzo el ceño sin comprender sus palabras—. Su Excelencia, el ataque a Jane no fue fortuito, sino planificado.
—No estoy entendiendo, ¿quiere decir que intentaron matarla de verdad? Tengo entendido que este es el primer ataque de los Cola Roja donde hay personas heridas.
—Ahí radican mis dudas.
—Doctor, necesito que me hable claro —añado cruzándome de brazos.
Él acomoda sus espejuelos en el puente de su nariz y resopla frustrado.
—Lo que quiero decirle es que, el ataque iba directamente para Jane. Si ellos fallaron, significa algo. Alguien no va detrás de ella, sino de usted. El veneno encontrado en la flecha fue el mismo de... —dejó las palabras en el aire.
—Hable de una vez, mi paciencia se está agotando.
—Quiero decir que la persona que intentó asesinar a Jane, mató a su esposa hace unos años.
Balde de agua fría cayó sobre mí. Trastabillo hacia atrás y mi espalda toca la pared.
—Su esposa quedó débil por el parto, pero no murió por ello. La duquesa Alexia fue envenenada y mis sospechas aumentaron cuando vi la prueba en la flecha.
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