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Capítulo 23 «Gregory Willmort»

Jane (Minutos antes...)

La nostalgia que sentí cuando la pequeña se fue en ese carruaje en la tarde fue grande, pero peor me sentí cuando escuché la noticia. Mi felicidad está a punto de acabarse. «¡No es justo!», pienso mientras admiro los constantes carruajes que llegan a la fiesta. Al regresar a mi habitación luego de un largo baño, veo una silueta cerca de la ventana. El temor me embargó y cierro con prontitud la puerta detrás de mí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —protesto entre susurros— ¿Qué pasa si alguien te ve? —su sonrisa ladina no demoró en aparecer— Por Dios, es propiedad privada.

—No me hagas reír... Jane. Sabes que puedo moverme entre las sombras si así lo deseo –Resoplo por lo bajo y me acerco.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine por ti.

—Erick, me fui por una razón.

—Lo sé, por eso es que vine por ti.

—No quiero regresar.

—Tienes que hacerlo, y lo sabes.

—No puedes obligarme —me cruzo de brazos y sonrío cuando veo a Elizabeth bajar de uno de los carruajes acompañado de su hermano menor. Al menos sé que Lexie no se sentirá sola esta noche.

—No perteneces aquí.

—Erik, no pertenezco a ningún lado. ¿Cómo rayos me encontraste?

—¿En serio preguntas eso? —enarco una ceja y él sonríe por lo bajo— Eres buena ocultando tu rastro, pero no mejor que yo.

Resoplo por lo bajo y frunzo el ceño al ver que llega Lady Rose Bennett.

—¿Por qué te cambiaste el nombre?

—No quiero que me encuentren. Solo eso —digo con un puchero.

—Nunca te has demorado más de un mes en una ciudad. ¿Qué te detiene en Netherfield?

Suspiro y comienzo a pensar en todas las personas que he conocido aquí. Esos que me han brindado su apoyo, amor y amistad.

—No me respondas. Pero si yo te encontré, sabes que ellos también pueden.

–No te preocupes. Mi tiempo aquí casi se está acabando —digo con pesar.

Unos toques en la puerta nos interrumpen y abro mis ojos asustada.

—Creo que esas es mi señal de salida —comenta Erick divertido—. Nos vemos por ahí... Jane.

Salta al alfeizar de mi ventana y desciende con maestría por la oscuridad de la noche.

—Adelante —contesto cuando la silueta de Erick se perdió en la penumbra del jardín.

—Hola, Jane —dice una voz conocida a mis espaldas.

—Lizzie —digo con una sonrisa mientras me recuesto a la ventana

—Vine por ti, no puedes dejarme sola ahí abajo. ¿Sabes lo difícil que es hablar con personas non gratas? —Dejo escapar una sonrisita por su ruego— Por favor, Jane, ayúdame. No puedes dejarme sola entre esos vejestorios y mujeres emperifolladas con aires de grandeza.

La carcajada que brotó en mí no pude evitarla.

—¡No te rías, que no es gracioso! —intento ocultar mi sonrisa detrás de la mano, pero es inevitable. Lizzie cae con peso en mi cama y cruza los brazos en su pecho.

—Perdón, perdón. —Me siento a su lado—. No me siento muy bien.

—Por favor, Jane, ayúdame. No es lo mismo sin ti. Además, mi papá y William también preguntaron por ti. Les extrañó que no estuvieras en la fiesta diciéndoles tus disparates a las viejas alcahuetas que quieren casar al Duque con sus hijas. Obviamente a escondidas de la condesa Victoria —dejo escapar otra sonrisa mucho más sonora que la anterior.

—Está bien —dije cuando logré calmar mis carcajadas y ella me abrazó con euforia.

—Dios, te lo agradeceré toda mi vida.

—¿No me digas? —digo con ironía—. ¿Cómo me agradecerías?

—Tu nombre a mi primera hija —una punzada atravesó mi corazón y sonreí tímidamente.

—Muy bien. Entonces, tú eliges el vestido —sus labios se curvaron en una sonrisa—. No pienso entrar a la fiesta tan temprano.

Puso los ojos en blanco, pero asintió con la cabeza. Lizzie rebuscó entre los vestidos comprados por el Duque y yo solo miro a través de la ventana.

—Este es perfecto para esta noche.

—Ah, no. De eso nada

—¿Por qué? —mira el vestido en la percha— Es muy bonito.

—Es muy... muy...

—Ya basta, Jane. Eres hermosa y este vestido solo hará que resaltes más —bufo por lo bajo y ella sonrió de soslayo—. Póntelo de una vez. Ya tengo el peinado perfecto para él.

«Voy a arrepentirme de esto», pienso con pesar mientras me levanto.

Miro mi figura en el espejo de mi habitación. El vestido color arena es tejido arriba y cae hasta el suelo. Lizzie me entrega los guantes blancos hasta casi llegar los codos y como final, los zapatos de salón. Ella me hizo un peinado alto dejando que caigan en mi rostro algunos tirabuzones y otros desde mi recogido profesional.

—Estás perfecta —me alienta poniendo sus manos en mis hombros.

—¿Sabes cómo te odio por esto? —recibo una sonrisa de su parte.

—Me amas y lo sabes. Vamos, es hora de animar una fiesta —ambas sonreímos y bajamos las escaleras—. Yo prefiero pasear por el jardín —asiento y salimos por la puerta principal.

Todo está completamente iluminado, las guirnaldas iluminan cada uno de los arbustos en el enorme jardín, la suave brisa roza mi rostro con ternura y miro hacia las estrellas tintineantes en la oscura noche.

—¿Qué planes tienes? —pregunta ella abruptamente.

—¿Cómo?

—Jane, tus ojos no engañan. ¿Por qué quieres irte?

—Mi trabajo casi está terminado. Lexie sonríe, habla y baila con su padre.

—Sabes que puedes inventarte una mejor excusa, ¿verdad? —sonrió por lo bajo y nos sentamos en una de las bancas de mármol.

—No soy chica de estar en un solo lugar, soy de aventuras —Lizzie suspira con fuerza.

—¿No hay nada que pueda hacer para detenerte?

—No.

—¿Ni siquiera si peleamos a diario? —una voz grave nos hace dar un pequeño salto en nuestro lugar.

—¿Sabe usted que es malo escuchar conversaciones ajenas? —habla Lizzie en tono mordaz.

—No era mi intención —Gregory hace una reverencia y por el rabillo del ojo veo a una chica entrar a la mansión un poco... descompuesta.

—¿Cómo tampoco era su intención estar con jovencitas casamenteras en la oscuridad del jardín? —añado con ironía. Los ojos de Lizzie se abren por completo y el mentón de Gregory se tensa—. No se preocupe, señor Willmort, mis labios están sellados hasta la muerte.

—Muchas gracias —dijo por lo bajo.

—No me lo puedo creer —añade Lizzie— ¿En verdad acabas de pedir perdón, Gregory? —el aludido se encoje de hombros— Jane, tienes que decirme como rayos lo haces.

—¿Qué cosa? –pregunto, pero mis ojos no se separan del joven frente a nosotras.

—El señor Willmort, aquí presente, nunca ha pedido disculpas... por nada.

—Lizzie —interviene el aludido—, quería pedirte perdón por lo ocurrido aquel día.

El rostro de la señorita se desencajó y yo aprieto los labios para no sonreír a carcajadas. —Sobrepasé mis límites como ejemplo de mi destacamento.

—Eh... claro —respondió Lizzie aún sorprendida.

—Gregory, voy a darle un consejo. Para conquistar a una señorita, no necesita de armas, pecho fornido y fuerza bruta. Eso mejor déjeselo a las chicas de tabernas —por el rabillo del ojo, veo como Lizzie traga en seco y los ojos verdes de Gregory no se alejan de mi rostro—. Las chicas normales, de ahora quieren cartas, rosas, paseos a caballo románticos y una buena dote.

—¿Qué pasa con las chicas como usted, señorita Jane? —preguntó con voz grave y sonrío de soslayo.

—Una persona que haga frente los problemas junto a mí, no se avergüence cuando esté de su brazo, y, sobre todo, que me acompañe en mis aventuras.

—Como sigas hablando así, me voy contigo a la primera oportunidad –interviene Lizzie y el ceño de Gregory se frunce.

—¿Se va de Netherfield? —pregunta, confundido.

—Mi estancia aquí se acaba dentro de poco —me encojo de hombros—, es hora de seguir mi camino.

—En ese caso —Gregory extiende su mano hacia mí, ¿me concedería un baile esta noche, mi lady?

—Con mucho placer, solo espero no tener que avergonzarlo de nuevo —digo con ironía y él deja escapar una sonrisa sonora sin alejar sus ojos verdes de mí.

—Amo los retos —contestó y tomo su mano.

—Yo también —añado.

Lizzie y yo nos levantamos de nuestro lugar y caminamos a la enorme morada.

—¿No que odiabas a Gregory Willmort?

—Sí —respondo cuando la puerta se abre frente a mí.

—¿Estás segura de esto? —pregunta Lizzie cerca de mi oído.

—No —contesto mientras subimos los escalones hacia la entrada principal.

—Te diviertes con esto, ¿verdad? —dejo escapar una pequeña sonrisa por su pregunta.

—Por supuesto que sí —Gregory me brinda su brazo y yo lo acepto con galantería.

Con mis ojos recorro el salón hasta que choco con los ojos azules de Lexie, sus labios se curvaron en una amplia sonrisa y se aleja del abrazo de su padre hacia mí, atravesando la multitud lo más rápido que puede.

Los ojos de todos se posan sobre nosotros, pero un par de iris negros como la oscura noche son los que más me taladran. Ni siquiera el abrupto abrazo de Lexie hizo que mi mirada se apartara de él.

Se ve muy elegante con su levita rojo vino, el brocado de su chaqueta es dorado combinando perfectamente con su pantalón color crema. Los puños y gemelos dorados de su camisa blanca sobresalen en sus manos, así como la cravatte en su cuello. Sus altas botas hípicas le dan su toque de elegancia y contrastan perfectamente con sus oscuros ojos negros fijos en mí.

—Buenas noches, pequeña —le digo a Lexie y alejo mi mirada del Duque para posarlos en ella—. Espero que te estés divirtiendo.

—Ahora que estás aquí, sí —dijo con voz dulce.

Lizzie y ella bajaron las escaleras.

—¿Deseas bailar? —susurró Gregory—. Aún estás a tiempo de decir que no.

—No sabía que usted fuera un cobarde. —escucho una sonrisa de su parte.

—No lo soy. —Asiento, y con galantería, entramos en la enorme estancia.


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