Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15 «Un pequeño error»

Jane

Han pasado dos semanas y todo estaba tomando su rumbo. Una mañana me levanto temprano, apenas salen los primeros rayos de sol y me dirijo a los establos. Un precioso caballo árabe blanco está en el último portón tumbado en el suelo moviendo las patas intentando levantarse o como si algo le incomodara. En la puerta, en letras doradas dice su nombre: Zafiro. ¿Qué tiene esta gente para nombrar caballos con piedras preciosas? Entro suavemente y paso la mano por su cabeza.

—Tranquila, preciosa —digo suavemente—. Todo va a estar bien, esas contracciones deben doler. —Mueve su hocico hacia arriba varias veces—. Debo ir a buscar ayuda.

Ella intenta levantar la cabeza, pero yo sigo pasando mi mano intentando tranquilizarla. Me levanto, pero aprisiona mi vestido con la pata delantera.

—Debo ir por ayuda, pero prometo que regreso —salgo de los establos corriendo a buscar ayuda. En el camino me encuentro a Arthur y Thiago en la cocina.

—¿Qué ocurre? —pregunta este último al ver mi cara de preocupación.

—Es Zafiro, está de parto. Intenté tranquilizarla lo más que pude —contesto con voz agitada y salimos de la enorme casa.

—¿Pudiste acercarte a ella? —pregunta Arthur de camino a los establos.

—¿Es en serio? Ni que fuera la condesa Victoria la que estuviera en las caballerizas —protesto y Arthur niega con la cabeza como si no entendiera lo que estoy diciendo.

—Jane, ve a buscar al Duque y llévalo a los establos —añade Thiago.

—Pero si yo no sé nada de esas cosas —casi chillo.

—Creo que voy a necesitar más tu ayuda de lo que crees —responde Arthur—. Ahora, ve —después de soltar un gruñido, corro en dirección a la habitación del Duque y toco con los nudillos frenéticamente. Nadie contesta y llamo nuevamente.

—¡¿Qué rayos pasa?! —exclama el Duque al abrir la puerta y yo trago en seco al verlo sin camisa.

Mis ojos se desvían al ver sus brazos torneados y su pecho bien formado. Su cabello castaño cae delante de su frente y sus ojos negros al verme se abrieron con sorpresa.

—Jane —murmura y cierra la puerta rápidamente. Un nudo se me había formado en la garganta. Necesitaba dar el mensaje. Urgente.

—Arthur lo necesita en los establos —dije casi gritando—. Zafiro está a punto de dar a luz.

Minutos después, el Duque y yo corremos hacia los establos.

—¿Cómo está? —pregunta él desesperado.

—¡No deja que nadie se le acerque! —exclama Arthur enfadado—. Las contracciones van en aumento —miro a la yegua con dolor y me acerco poco a poco—. Si no hacemos...

—Jane, ¿qué estás haciendo? Puede ser peligroso —protesta el Duque.

—Como sigan gritando de esa manera van a alterarla aún más —contesto mirando a la yegua. No deja de mover las patas con desenfreno—. Tranquila, chiquita. Solo queremos ayudar. —Veo mi reflejo en sus ojos—. Vamos, preciosa. Tenemos que sacar a ese bebé —dejó de mover las patas a medida que acaricio su cabeza y cuello—. Imagino que debe de estar loco por salir.

Sonrío hacia el animal haciendo señas con la mano desocupada para que entraran mientras yo le paso la mano suavemente entre la cabeza y el cuello

—Eso es, pequeña. Verás que pronto todo va a terminar —movió la cabeza un poco y acaricio la sedosa crin—. No te preocupes, Zafiro. No me voy a ningún lado.

Después de un largo tiempo, el pequeño salió. Al terminar nuestro trabajo, salimos del habitáculo y nos quedamos un rato a observar al nuevo integrante de la familia. Vaya manera de sudar. Mi vestido está completamente pegado a mi espalda y mi cabello está pegado a mi nuca.

—Lo has hecho muy bien, Jane —indica Thiago mientras gotas de sudor corren por su rostro.

—Tienes que enseñarme como hacer eso —habla Arthur.

—¿Qué cosa? –pregunto y miro al potro.

—¡Tocarla! —exclaman los tres al mismo tiempo.

No pudieron evitar que dejara escapar una sonrisa.

—A Zafiro no había manera de acercársele —explica Arthur asombrado.

–No es la primera vez que lo haces, Jane —añade el Duque—. ¿Recuerdas la primera vez que te encontré aquí? —asentí sin comprender a lo que se refiere—. Ese mismo día Diamante estaba muy alterada, y tú simplemente la acariciaste.

—Mi padre decía que desde pequeña he tenido un don con estos animales —sonrío por el recuerdo que evoca en mi mente— ¿Cómo le pondrán? Es hermoso. Bueno... hermosa.

—Decídelo tú —dice el Duque y le miro fijamente.

—Sería un honor, pero creo que...

—Hazlo, Jane —interviene Thiago. Se acerca y pone una mano en mi cintura— Deja la modestia, que no te pega.

Sonrío y le doy un pequeño empujón por el brazo con el hombro y fijo mis ojos en el hermoso animal.

—¿Qué les parece... Luna?

—Me gusta —opina Arthur.

—Es muy original —comenta Thiago divertido—, al fin una persona que no le pone nombre de joyas a estos animales.

—Estos caballos son tan preciosos, como joyas —señalo yo.

—Vamos, Thiago. Tenemos trabajo que hacer —ambos se retiran dejándonos a mí y al Duque solos en las caballerizas.

—¿Por qué el nombre de Luna? —pregunta él.

–Es tan blanca como la madre. La noche que llegué a este lugar llovía demasiado, a pesar de eso, la luna brillaba mucho y fue la que me guio hasta Lexie.

Se me ocurrió una idea y me giro hacia él.

—Eso es —sonrío ampliamente— ¡Es el perfecto regalo para Lexie!

Sus ojos negros chocaron con los míos y veo un atisbo de brillo en ellos. Su cabello aún sigue despeinado al levantarlo de manera tan abrupta de la cama. Su camisa blanca está pegada a su pecho por el sudor del trabajo de parto con Zafiro, y algunas gotas de sudor aún corren por su rostro.

Su pecho baja y sube lentamente, y sus labios siguen entreabiertos. Se acercó un poco a mí con lentitud, y su olor a almizcle y madera inundó mi nariz mientras sus ojos negros me taladraban, como si quisiera mirar en mi interior para notar que mi alma está agitada por su cercanía.

—Creo que debería ver si Lexie se levantó —hablo para romper el contacto de nuestras miradas.

—Eh... sí. Claro —susurró por lo bajo y me retiro hacia la casa lo más rápido que puedo con mi corazón latiendo desbocado.

—Concéntrate, Jane. Concéntrate que estamos hablando del Duque —digo por lo bajo y respiro profundamente.

La mañana pasó bastante tranquila. No puedo decir lo mismo de la tarde, dado que Lady Rose se pasó toda la tarde en la casa del Duque. Lexie no quiso salir de su habitación y yo...sin nada que hacer, me dedico a recorrer el ala este del lugar. Aquí hay habitaciones para resguardar un ejército entero.

Camino por el largo pasillo y noto una habitación entreabierta, la curiosidad pudo más conmigo y entro. Todo está completamente oscuro, así que, a tientas corro una de las ventanas y los rayos de sol iluminaron la esquina de un cuadro cubierto con una sábana avejentada.

Alargo la mano y quito aquello. El polvo me hizo toser, pero la imagen de aquello me paró el aliento. Era un precioso retrato de la duquesa Alexia. Su cabello rubio cae en tirabuzones finos por su delicado rostro. Pómulos salientes y labios finos hacían una perfecta combinación con sus rasgos delicados.

Dios mío, es hermosa. Un vestido blanco se ajusta a su torso con pedrería color gris perlado. La falda cae hasta el suelo y encima de la tela se puede ver el tejido de pequeñas mariposas doradas. Está recostada a un piano de cola negro. Lexie había sacado su sonrisa.

—¡Qué haces aquí! —la voz del duque me asustó y me aparto a un lado—. ¿Quién te dio permiso para entrar a este lugar, Jane? —me asió por el brazo lo apretó con fuerza.

Sus ojos negros ahora son fríos y distantes. Nada que ver con lo ocurrido en la mañana.

—Yo...Yo... —mi cerebro no genera una respuesta rápida y el peso en mi lengua no me está ayudando mucho.

—Escúchame, Jane, que seas la institutriz de mi hija no significa que tengas el derecho de entrar donde se te antoje —su agarre es cada vez más fuerte.

—Me está lastimando —me retuerzo, pero eso empeora su agarre.

—Sal de esta habitación, Jane —dijo muy cerca de mí y me soltó empujándome hacia adelante.

Mi brazo arde, así como mis ojos por culpa de las lágrimas que quieren salir sin mi permiso. No podía permitir eso. En mi brazo comienza a formarse una marca rosada en forma de majo donde me había agarrado fuertemente

—¡No entres jamás! —exclamó histérico.

Bajo mi cabeza por miedo a que viera mis lágrimas y salgo de ahí corriendo de aquel lugar lo más rápido que mis pies me dejan. Necesito respirar. En mi camino, casi choco con Amelia.

—¿Jane? ¿Qué ocurre? —me pregunta y observa el tono rosado en mi brazo— ¿Quién te ha hecho esto?

Niego con la cabeza. No quería que me viera llorar.

—Responde, Jane —dice con autoridad, pero la bordeo y sigo mi camino a donde mis pies me lleven.

«¿Qué le ocurrió? ¿Por qué me trató así? ¿Fue porque abrí la habitación y pude ver el cuadro oculto? Es como si... se hubiera transformado completamente en otra persona», pienso mientras las lágrimas corren por mi rostro sin poder detenerlas. No tenía tiempo para esas cosas. Corrí sin rumbo hacia al bosque. Corrí hasta que mis piernas comenzaron a quemar. He llorado más en estos dos días que en toda mi vida.

De tanto correr, mis piernas flaquearon y caí al suelo, hiriendo la palma de las manos. Mi cabello estaba completamente suelto y el aire lo abanicaba con fuerza. Una tormenta se acerca. Demasiado tiempo viviendo a la intemperie para reconocerlo. El aire es húmedo y las ramas de los árboles se mueven con violencia por la ventisca.

La lluvia comenzó a caer a torrenciales. Las lágrimas saladas se confunden con las gotas que caían del cielo. ¿Esto podría ser peor? No lo creo. He sido humillada, avergonzada, lastimada y ahora parezco una idiota en este paraje tan alejado inundado por la oscuridad de las nubes cargadas de rayos. ¿Mencioné que tengo miedo a los rayos? Creo que no.

«Por Dios, Jane, ¿qué has hecho?», me recrimino a mí misma mientras el agua de la lluvia cala en mi cuerpo haciéndome temblar de frío, y el constante viento no está ayudando mucho así que me acerco un poco a los árboles. «Todo esto me pasa por un Duque molesto, avinagrado, cavernícola con sangre de neanderthal. ¡Arg, qué genio! Es un bruto ¿Se puede ser más prepotente? No lo creo. Necesito resguardarme un poco o iba a morir de una maldita neumonía», protesto mentalmente mientras me resguardo en un hueco de uno de los sauces.

Mis brazos y piernas me dolían como nunca. Mi cabello estaba completamente empapado, mi cuerpo temblaba del frío y mis dientes castañeaban. Dios, como me gustaría están ahora en casa cerca de la chimenea con un poco de calor. Imaginándome eso, recuesto mi cabeza como puedo en la dura madera. Lo gracioso de toda esta historia es que, si moría en este lugar, mi deseo era ver al Duque una vez más. Pero verlo para decirle en su bonita cara todo lo que pienso de él. Si muero, mi fantasma va a regresar solo para arruinarle la vida. Sonreí por lo bajo mis locas ideas.

—Jane, Jane —escucho a lo lejos.

Debo estar muerta. Esa voz es idéntica a la del Duque.

—Jane, por favor. Despierta.

Sip, definitivamente estoy muerta.

—Maldición. Mujer terca, ¿vienes a rendirte justo ahora?

«No me lo creo. Hasta en el cielo este hombre me grita», pienso frunciendo el ceño.

—Despierta de una vez —protesta de nuevo.

—Dios, no grite tanto —digopor lo bajo y creo escuchar una risa



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro