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Capítulo 6

Narrado por Bella 

27 de mayo 2011

Volver al pasado es como abrir una puerta a un mundo que, aunque perdido, sigue vivo en mi memoria. Nuestra primera cita, esa noche en París, quedó grabada en mi mente como un momento perfecto, como si hubiéramos sido transportados a otro tiempo, uno en el que nada podía salir mal.

Habían pasado unos meses desde nuestro reencuentro en aquel concierto en Londres, y desde entonces, Liam y yo habíamos estado en contacto de manera intermitente. La vida de ambos seguía siendo un caos, la suya mucho más que la mía, clara. Entre las giras, los compromisos con la banda y el interminable paseo de los medios, a veces era difícil encontrar un momento para nosotros. Pero cuando me llamó una noche, con esa sonrisa en la voz que siempre me derretía, supe que algo grande estaba a punto de suceder.

— ¿Qué estás haciendo este fin de semana? —preguntó, como si fuera una conversación casual, pero había algo más, una emoción contenida que me hizo sonreír.

—No mucho —respondí, juguetona—. ¿Por qué? ¿Tienes algún plan mejor?

—Quizá —dijo, alargando la palabra con intención—. ¿Te apetecería un viaje a París?

París. Solo la idea me hizo detenerme. Nunca había estado allí, y era uno de esos lugares que siempre había soñado conocer, pero lo que más me emocionaba no era la ciudad en sí, sino la idea de compartirla con él.

— ¿Hablas en serio? —pregunté, riéndome, aún incrédula.

—Completamente —respondió—. Te recojo el sábado por la mañana. Prepárate.

Y así fue. Dos días después, estaba en un avión privado rumbo a París con Liam Payne, el hombre que, a pesar de todas las complicaciones de nuestras vidas, parecía decidido a hacer de esa noche algo inolvidable.

El día en París comenzó con la luz dorada de la mañana filtrándose a través de los grandes ventanales de nuestra suite en el hotel. El vuelo había sido tranquilo, y la ciudad se extendía ante nosotros como una postal, lista para ser descubierta. Liam estaba más relajado de lo que lo había visto en mucho tiempo. Sin cámaras, sin fans persiguiéndonos, era solo él, yo, y la ciudad más romántica del mundo.

Después de un paseo tranquilo por los Campos Elíseos, caminamos de la mano hacia la Torre Eiffel. La noche estaba despejada, el cielo sin una sola nube. Las luces de la torre se encendieron justo cuando llegamos al pie de ella, y todo París brillaba a nuestro alrededor.

—Es aún más hermosa de lo que imaginé —susurré, asombrada, mientras miraba la estructura icónica.

Liam me miraba con una sonrisa que reflejaba algo más que admiración por la ciudad. Había algo en sus ojos, una ternura y una calma que pocas veces se le veía en público, una tranquilidad que solo aparecía cuando estaba lejos de todo el bullicio que lo rodeaba.

—Es hermosa, sí —dijo en voz baja, sin apartar la mirada de mí—, pero no tanto como tú.

Su comentario me tomó por sorpresa, y sentí cómo el calor subía a mis mejillas. Mi risa nerviosa fue lo único que pude ofrecer en respuesta, mientras él sonreía de esa manera que siempre me hacía sentir que todo iba a estar bien.

—Liam... —empecé, pero antes de que pudiera seguir, me tomó de la mano y me llevó hacia un pequeño rincón más apartado.

La torre brillaba sobre nosotros, pero el bullicio de los turistas parecía lejano, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese pequeño espacio compartido entre nosotros dos. Nos sentamos en un banco cercano, mirando el reflejo de las luces en el Sena, y por unos minutos, el silencio fue suficiente.

—¿Sabes? —dijo de repente, rompiendo la quietud—. Siempre quise venir aquí, pero nunca tuve tiempo. Siempre estuve corriendo de un lado a otro, con la banda, las giras, todo... Nunca pude detenerme a disfrutar de las cosas sencillas.

Lo miré de reojo, observando el perfil de su rostro bajo la luz suave de la torre. Había algo en su tono que me hacía pensar que esa noche era más importante para él de lo que estaba dejando ver.

—Y ahora estás aquí —dije suavemente, apretando su mano—. Y yo también.

—Sí —dijo, y por un segundo, su mirada se cruzó con la mía, intensa y llena de emoción—. Y tú eres la razón por la que estoy aquí. Porque contigo... todo es diferente. Eres la única persona con la que puedo ser yo mismo. Con la que no tengo que fingir nada.

Mis palabras se quedaron atascadas en la garganta. Todo lo que quería decirle, todo lo que sentía por él, se acumulaba en mi pecho, pero antes de que pudiera reaccionar, se inclinaba hacia mí y me besó.

El mundo parecía detenerse en ese momento. El ruido distante de la ciudad desapareció, y solo quedamos él y yo, bajo las luces parpadeantes de la Torre Eiffel. El beso fue suave, lleno de una promesa silenciosa, como si ambos supiéramos que ese momento no era solo una noche en París. Era el comienzo de algo más grande, algo que ninguno de los dos podía controlar.

Nos separamos lentamente, y cuando abrí los ojos, vi la misma emoción reflejada en los suyos. No necesitábamos decir nada. París había hecho su magia, y en ese rincón escondido de la ciudad, supe que lo que tenía con Liam era real, profundo, y mucho más duradero de lo que cualquiera podría imaginar.

Esa noche cenamos en un pequeño bistró escondido, lejos de las miradas curiosas, donde pudimos reírnos, hablar y ser simplemente nosotros. Ni estrellas, ni figuras públicas. Solo Liam y Bella, dos personas enamoradas bajo el cielo parisino.

Cuando finalmente regresamos al hotel, el cansancio de la noche se hizo sentir, pero antes de entrar a la suite, Liam se detuvo y me tomó de la mano una vez más.

—Bella —dijo en voz baja—, esto... tú... Significas más para mí de lo que puedes imaginar.

Mi corazón se aceleró, y con una sonrisa, lo miré a los ojos, consciente de que, en ese momento, había dejado de ser solo una chica en su vida. París nos había transformado, y aunque aún no sabíamos lo complicado que sería el futuro, esa noche fue nuestro refugio.

—Y tú también, Liam —susurré, apoyando mi cabeza en su pecho—. Siempre.

Esa primera cita en París fue más que el comienzo de nuestra historia. Fue el ancla que nos mantendría unidos, incluso cuando las circunstancias quisieran separarnos. 

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