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Capítulo 40

28 de septiembre 2012

narrado por Liam:

El primer rayo de sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación en un tono cálido y suave. Bella estaba todavía medio dormida a mi lado, pero sentí que se movía un poco, despertándose entre las sábanas. Me acerqué despacio y la besé en la mejilla, disfrutando de esos instantes de paz y quietud que eran raros y perfectos.

—Buenos días, dormilona —susurré, y vi cómo sonreía con los ojos todavía cerrados.

Ella soltó una risita y abrió los ojos, mirándome con esa calidez que me hacía sentir como en casa.

—Buenos días... ¿Qué hora es? —preguntó desperezándose, aunque luego hizo una mueca—. No importa, lo único que importa es que estés aquí.

Le devolví la sonrisa y acaricié su rostro, apartándole el cabello de la cara.

—¿Sabes qué? Hoy voy a prepararte el mejor desayuno del mundo —le dije, y ella soltó una risa divertida.

—¿Ah sí? Eso suena bien. ¿Qué tienes en mente, chef Payne?

—Ya lo verás —respondí, dándole un beso rápido antes de levantarme.

Mientras Bella se sentaba en la cama, me dirigí a la cocina y comencé a sacar algunos ingredientes. Mientras ponía agua a calentar y buscaba los ingredientes para preparar un batido de frutas y tostadas con aguacate, ella entró a la cocina y me abrazó desde atrás, apoyando su cabeza en mi hombro.

—¿Seguro que no necesitas ayuda? —murmuró, y su respiración me hacía cosquillas en el cuello.

—Tu trabajo es sentarte ahí y disfrutar de lo que salga —le dije, señalando el taburete junto a la barra.

Ella se sentó riendo y me miró como si estuviera a punto de burlarse de mis habilidades culinarias.

—Espero que sea delicioso, porque mis expectativas son altísimas —bromeó.

—Voy a superar todas tus expectativas, ya verás.

Mientras rebanaba las frutas, me acerqué para darle un beso rápido en la mejilla. Estaba feliz de tener una mañana tranquila para los dos, sin prisa, sin cámaras, sin nada que interrumpiera.

—¿Y cómo va ese batido? —preguntó Bella después de unos minutos, y cuando la miré, noté que su rostro estaba algo pálido.

—¿Estás bien, amor? —le pregunté con preocupación.

—Sí... solo un poco mareada, nada más.

Pensé que quizá había sido un movimiento brusco, así que seguí preparando el desayuno, pero en un momento me di cuenta de que su rostro estaba perdiendo aún más color. Fui hasta ella rápidamente y le toqué la frente, que estaba fría.

—Bella, ¿segura que estás bien?

Ella asintió, pero su respiración empezó a volverse entrecortada. Su mirada se perdió, y antes de que pudiera sostenerla mejor, sentí cómo su cuerpo se desplomaba en mis brazos. Entré en pánico, sujetándola con fuerza mientras la llamaba.

—¡Bella! ¡Bella, mírame! ¡Por favor, despierta!

El miedo me golpeó como un puño en el estómago. Cogí el teléfono con una mano mientras trataba de acomodarla en el suelo suavemente, y llamé una ambulancia lo más rápido que pude.

—Sí, está inconsciente... no, no responde. Por favor, necesito ayuda urgente —dije con desesperación en la voz.

Minutos después, la ambulancia llegó y el equipo de paramédicos la trasladó al hospital. Yo iba a su lado, sosteniendo su mano con fuerza. Verla en esa camilla, pálida e inmóvil, era algo que me estaba matando por dentro. Al llegar al hospital, la llevaron a emergencias, y yo me quedé en la sala de espera, con la mente en blanco, atormentado por el miedo a perderla.

Horas después...

Había pasado el día completo en el hospital, y la espera se hacía insoportable. No podía evitar preguntarme si había hecho algo mal, si había algo que debí haber notado antes. Al final, un médico se acercó, y me puse de pie de inmediato.

—¿Cómo está Bella? ¿Va a estar bien?

El médico asintió, y un gran peso se alivió de mi pecho.

—Tranquilo, solo tuvo una fuerte bajada de tensión. Le hicimos varios estudios y parece que fue debido a una mala alimentación y algo de agotamiento.

Respiré profundamente, sintiendo que el mundo volvía a tener color otra vez. El doctor me indicó que podría estar con ella tan pronto como despertara, y cuando por fin me permitieron entrar a su habitación, la vi dormida, tranquila, conectada a un suero. Me senté en el sillón a su lado, sin soltar su mano, observándola respirar con calma. Sentía que mi corazón volvía a latir normalmente, y mis ojos comenzaron a cerrarse, agotado, hasta que el sueño me venció.

Horas después...

Una ligera caricia en mi mano me despertó. Abrí los ojos y vi a Bella mirándome, sus ojos aún un poco cansados pero con una sonrisa pequeña.

—¿Me he perdido el desayuno? —preguntó con voz débil, tratando de bromear.

—¿Desayuno? Casi me da un infarto por tu culpa. —Le sonreí aliviado y acerqué mi mano a su rostro, acariciándola con ternura.

—Lo siento tanto... de verdad —murmuró, viéndose un poco avergonzada.

—No tienes nada de qué disculparte, ¿vale? —le respondí. La miré, aún asustado, pero tan feliz de que estuviera bien—. Estuviste todo el día dormida, y yo... no me separé de aquí ni un segundo. No podía. Me tenías loco de preocupación.

Ella sonrió y apretó mi mano.

—Prometo no volver a darte un susto así. Quizá solo necesite comer mejor —dijo con una pequeña sonrisa culpable.

Me reí y besé su mano suavemente.

—¿Y me prometes cuidar mejor de ti misma? ¿Hacerle caso a tu novio que tanto te cuida y te quiere?

Ella asintió y luego me miró con ternura.

—Tú siempre cuidas de mí... Lo siento, de verdad. Me haces tan feliz, Liam. Todo lo que quiero es estar bien para estar contigo.

No pude evitar inclinarme y besarla con suavidad. La abracé, sintiendo como si la vida se hubiera restaurado en mí con solo verla despertar.

—Eres todo para mí, Bella —le susurré, mirándola con una seriedad que esperaba transmitiera lo importante que era para mí. Ella sonrió, y aunque estaba débil, sus ojos brillaban.

Pasamos el resto de la tarde juntos, hablando, riendo de algunos recuerdos, y le prometí que nunca la dejaría sola, que estaría ahí siempre para ella. En ese hospital, tomados de la mano, me di cuenta de que no había nada que no pudiera superar con Bella a mi lado.

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