Capítulo 39
27 de octubre 2024
Narrado por Bella.
La noche en la terraza del hotel era silenciosa y fría, con un viento leve que jugaba en mi cabello y me hacía encogerme un poco dentro de mi chaqueta. El cigarrillo entre mis dedos era la única fuente de calor que parecía tener en este momento, y apenas dejaba escapar bocanadas que se mezclaban con el aire fresco de Buenos Aires. Estaba agotada y perdida entre los recuerdos, entre las respuestas que ahora comenzaban a encajar, pero también con la carga de tantas preguntas nuevas que surgían sobre la muerte de Liam. Bear dormía en la cama, ajeno al peso de todo lo que estábamos desenterrando.
Una voz suave rompió el silencio, sobresaltándome.
—¿Desde cuándo fumas? —preguntó Liam con esa mezcla de sorpresa y ternura que recordaba tan bien.
Parpadeé, mirando hacia mi derecha, y ahí estaba él, sentado a mi lado como si fuese lo más normal del mundo. El cabello un poco despeinado, los ojos brillantes, como en esos días tranquilos donde la fama y la presión no se llevaban a su Liam interior. Pero yo estaba demasiado cansada y herida como para fingir serenidad.
—Desde que estás muerto —le respondí con frialdad, mirándolo de reojo antes de devolver mi atención a la vista de la ciudad.
Liam me observó, y con una rápida y suave maniobra, quitó el cigarrillo de entre mis dedos, dejándome sin palabras.
—¿Qué haces? —pregunté, sorprendida—. ¿Desde cuándo los fantasmas pueden hacer eso?
Él sonrió, su sonrisa traviesa y esa chispa de humor en sus ojos tan familiar.
—Supongo que cuando el amor es fuerte... se te permite romper alguna que otra regla —bromeó, haciendo un gesto como si lanzara el cigarrillo al aire antes de soltarlo al suelo.
Suspiré, bajando la guardia un poco al verlo tan... él.
—¿Cuáles eran tus planes, Liam? —pregunté suavemente, aún mirando el paisaje nocturno. Mi voz casi se rompió—. Si ese día no hubieras... muerto. Si todo hubiera sido distinto.
Él bajó la mirada y luego, tras unos segundos de silencio, habló con una calma que me sorprendió.
—Mañana ve con Niall. Le pedí que guardara algo para ti, una carta. Ahí encontrarás la respuesta.
Miré al suelo, sintiendo el peso de sus palabras, y el dolor de no haber tenido ese momento juntos. Todos los recuerdos, todas las promesas rotas.
—¿Por qué nunca me dijiste que sabías que Bear era tu hijo? —pregunté después de un rato. No podía evitarlo; tenía que saberlo.
Él sonrió, negando con la cabeza como si estuviera a punto de reírse.
—Bella, no soy tan ingenuo. Sabía que las fechas coincidían a la perfección. Pude hacer cuentas, pero... nunca quise forzar nada. Si no me dijiste algo fue porque tenías tus razones, y yo confiaba en ti.
—Liam... Lo siento tanto. De verdad pensé que era mejor así —dije, mi voz temblando de dolor. Había pasado demasiado tiempo cargando con esa culpa, esa decisión.
Él extendió la mano como si intentara tocar la mía, aunque esta vez no había calor ni presión, solo una sensación suave, como una caricia hecha de brisa.
—Bella, no te preocupes más por eso —dijo, y su mirada era sincera—. No guardo resentimientos. Fuiste increíble con Bear y conmigo, y eso siempre fue suficiente para mí.
Nos quedamos en silencio, mirándonos bajo las luces suaves de la terraza, ambos atrapados en ese momento que ni el tiempo ni la muerte parecían querer interrumpir. Mi mente estaba llena de mil preguntas y deseos por volver a tenerlo cerca, aunque fuera solo por una noche más.
—Liam... —dije, con un atisbo de travesura en la voz—. ¿Se puede besar a los fantasmas?
Él me miró, sonriendo de medio lado.
—¿Por qué no lo intentas? Igual y te sorprendes —respondió, acercándose un poco más.
Dudé un momento, sintiendo una mezcla de esperanza y miedo. No sabía si funcionaría, si al intentarlo sentiría simplemente el vacío, pero me incliné hacia él. Casi sin darme cuenta, nuestros labios se tocaron, y en ese instante se sintió real, cálido, como si fuera él, mi Liam, quien estaba ahí. Su sabor era el mismo, su esencia intacta.
Y en ese beso, todo desapareció: el dolor, la tristeza, la distancia entre dos mundos.
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