Capítulo 24
Narrado por Liam
30 de marzo 2012
La tarde comenzó con un bullicio que poco a poco se convirtió en un estruendo. Las fans se agolpaban en la entrada del hotel, cantando nuestras canciones y gritando nuestros nombres, emocionadas. Yo podía sentir esa energía desde mi habitación, pero hoy, por alguna razón, no me encontraba con ánimos de recibirla. Mis compañeros y yo habíamos estado ensayando sin parar, y la presión del éxito, del público, de las expectativas, se me había ido acumulando en el pecho, cada día un poco más pesada.
El equipo de la gira nos había dicho que lo mejor sería que no saliéramos; las cosas en la entrada estaban demasiado desbordadas. Nos sugirieron descansar, y a mí no me pareció mala idea. Me encerré en mi habitación, tratando de tranquilizarme, pero el silencio no ayudaba. La soledad de la habitación y el eco de los gritos lejanos empezaron a enrarecerse, convirtiéndose en un recordatorio de las expectativas, de las promesas y del miedo constante a fallar. En un impulso, abrí el minibar, buscando algo que me ayudara a apagar esas voces internas, a liberar un poco la presión que sentía en la cabeza.
Una copa se convirtió en dos, y luego en tres. Me daba cuenta de que quizá no era la mejor decisión, pero la tranquilidad que sentía mientras el alcohol me entumecía la mente era demasiado tentadora como para detenerme. Me senté en la cama, sosteniendo un vaso en la mano, mientras todo a mi alrededor se volvía un poco borroso, menos nítido.
En algún momento de la tarde, la puerta se abrió, y Louis entró, seguido de Bella. Louis traía una sonrisa divertida, que se esfumó al verme en el estado en que estaba.
—¿Liam? —dijo, mirándome con preocupación mientras cerraba la puerta tras él.
Bella se quedó parada en el umbral, con una expresión que no había visto antes, una mezcla de sorpresa y decepción. Me miró sin decir nada, pero sus ojos me hablaban más claro que cualquier reproche.
—Ah, Bella, Louis... Bienvenidos a mi santuario de la paz —dije, alzando mi vaso en un saludo que pretendía ser gracioso, pero que salió como un gesto torpe.
Bella se cruzó de brazos, y su mirada se volvió más fría, como una corriente helada. Su desaprobación me golpeó, mucho más de lo que habría esperado.
—¿Qué estás haciendo, Liam? —preguntó finalmente, su tono bajo, casi como si estuviera conteniendo algo.
—¿Qué parece que estoy haciendo? —repliqué, con una risa amarga, levantando el vaso—. Estoy... relajándome. Eso es todo.
—Esto no es "relajarte". —Bella dio un paso al frente, su expresión dolida—. ¿Por qué no me lo dijiste? Podrías haber hablado conmigo, haberme dicho que te sentías así, en lugar de... de hacer esto.
—¿Hablar contigo? —solté, riendo de nuevo, con un sarcasmo que no pude evitar—. ¿Para qué, Bella? Siempre es lo mismo. Todo el mundo espera algo de mí. Ser el tipo perfecto, el chico siempre sonriente. Tú también... —dije, notando que mi voz se quebraba.
Bella me miró, impactada, y Louis frunció el ceño, abriendo la boca como si fuera a intervenir, pero Bella le hizo un gesto para que se quedara callado.
—¿De verdad piensas eso de mí? —susurró Bella, y vi cómo sus ojos se llenaban de una tristeza que me dolía ver—. ¿Que solo quiero algo de ti? Liam, estoy aquí porque te amo, y verte así... duele. ¿Crees que no entiendo que a veces es difícil?
No pude sostener su mirada, y una parte de mí, muy en el fondo, se sentía culpable. Pero esa voz interior, ahora embotada por el alcohol, me susurraba que ella no podía comprender lo que era estar en mi lugar, llevar este peso día y noche.
—No lo entiendes, Bella. Ninguno de ustedes entiende —repliqué, volviendo la mirada hacia la ventana, queriendo evitar su expresión.
Ella se acercó, y su voz era casi un murmullo.
—Pensé que éramos un equipo, Liam. Que podíamos confiar el uno en el otro.
El silencio se instaló en la habitación, y supe que la había lastimado, que había cruzado una línea. Pero no pude decir nada más. Estaba enojado conmigo mismo, pero ese enojo se desbordaba, incapaz de encontrar su verdadero blanco.
Louis, tras un largo suspiro, se acercó a Bella y le tocó el brazo.
—Vamos, Bella. Deja que se tranquilice un rato —murmuró, llevándola hacia la puerta.
Antes de irse, ella se giró y me lanzó una última mirada, cargada de una mezcla de dolor y desilusión que me caló hasta los huesos.
—Voy a estar afuera, Liam. Cuando estés listo para hablar en serio, cuando me quieras a tu lado de verdad... ahí estaré —dijo antes de cerrar la puerta, dejándome en la soledad que, al final del día, había sido mi propia elección.
Las horas pasaron lentas después de eso. El silencio en la habitación ya no era el mismo; se sentía más denso, como si las paredes me miraran en reproche, y cada sombra me recordaba la expresión de Bella. Me dejé caer en la cama, el cansancio y la culpa finalmente atrapándome. Sabía que había cometido un error, pero, por ahora, la idea de enfrentarlo me parecía imposible.
No fue hasta mucho después, en la quietud de la madrugada, que el peso de lo que había hecho me alcanzó por completo.
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