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Capítulo 23

Narrado por Bella

24 de octubre 2024

La puerta del cuarto del hotel se cerró a mis espaldas con un clic, y el silencio espeso del lugar me recibió, rodeándome como un abrazo frío. La habitación estaba casi intacta, sin señales de lo que había pasado. Una cama perfectamente hecha, las ventanas cerradas, la decoración minimalista e impersonal. Todo parecía normal. Demasiado normal. Como si aquí no hubiera ocurrido nada trágico.

Di un paso al centro de la habitación, intentando captar algún rastro, algún indicio que me ayudara a entender. Las luces apenas alumbraban lo suficiente y una corriente fría me recorría los brazos, erizándome la piel. Sentía un nudo en el estómago. ¿Cómo era posible que alguien cayera desde aquí? Conocía a Liam mejor que nadie, y nada de esto encajaba. El hombre que amé, el padre de Bear, no habría saltado. No él.

Respiré hondo, tratando de contener el dolor que apretaba mi pecho, y, sin saber por qué, me acerqué a la ventana. Miré hacia abajo, hacia la calle, y el vacío que vi al otro lado de la ventana era abrumador. En mi mente, traté de reconstruir la última noche de Liam aquí, la desesperación que habría sentido. Pero algo me decía que no había sido su desesperación la que había causado esto. Había otra historia, otra verdad enterrada en esas paredes.

Justo cuando me alejaba de la ventana, algo cambió. El aire se volvió más denso, más frío. Sentí como si una sombra rozara mi hombro, y me giré rápidamente. Estaba sola. Pero una sensación extraña me recorrió, una presencia que no podía ver pero que podía sentir. Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro tembloroso, como si en el fondo estuviera esperando que él apareciera, que me diera una señal de que aún estaba aquí, de que no me había dejado sola en medio de esta pesadilla.

Y entonces, su voz, suave y rota, apenas un susurro en el aire, se deslizó hasta mí:

—Bella...

Mi corazón dio un vuelco. Abrí los ojos y, de pie junto a la ventana, estaba él, con su expresión atormentada y sus ojos clavados en mí. Su figura era tenue, como si estuviera hecho de luz y sombras, pero lo veía, claramente.

—Liam... —murmuré, sintiendo una mezcla de alivio y dolor—. ¿Qué pasó aquí?

Su rostro se contrajo en una mueca de tristeza, y en sus ojos había una mezcla de desesperación y arrepentimiento.

—Yo no quería morir, Bella. Solo quería salir de aquí... volver a Londres, regresar contigo, con nuestro hijo. Arreglar todo —susurró, con un dolor que parecía emanar de lo más profundo de su alma—. Quería ser mejor para ti, para Bear. Quería volver y... ser el hombre que ustedes merecen.

Las lágrimas llenaron mis ojos, y di un paso hacia él, deseando con todas mis fuerzas tocarlo, sentir su presencia, aunque fuera por un instante. Pero él alzó la mano y negó suavemente.

—Estuve tan perdido, Bella. Las cosas aquí... todo esto, no fue un accidente, y menos una decisión mía. Alguien... alguien no quería que me fuera —dijo, y sus palabras se ahogaron en la frustración y el dolor.

—¿Quién? —le pregunté, con el corazón latiendo fuerte, las lágrimas resbalando por mis mejillas—. ¿Quién te hizo esto, Liam? ¿Por qué?

Él apretó los labios, incapaz de darme una respuesta concreta, como si algo lo limitara, algo que le impedía decirlo todo.

—No sé cuánto tiempo tengo, pero necesito que sepas... necesito que entiendas que no fue mi elección. Yo quería regresar contigo, hacer las cosas bien. Había tanto que planeé decirte... tanto que quería hacer por ti, por Bear.

Liam dio un paso hacia mí, su figura parecía desvanecerse y volverse sólida al mismo tiempo. Extendí mi mano, y sentí un leve roce, una caricia en mi mejilla, como si su presencia intentara consolarme, pero no fuera lo suficientemente fuerte.

—Liam, te prometo que descubriré qué pasó. No me rendiré hasta saber la verdad —le dije con determinación, aunque el nudo en mi garganta me cortaba la voz.

Su mirada se suavizó, y una leve sonrisa triste apareció en sus labios.

—Te amo, Bella. Siempre lo haré. Dale un beso a Bear de mi parte, dile que siempre estoy con él... —susurró, y luego, antes de desvanecerse por completo, me miró con una intensidad que nunca olvidaré—. Cuida de él... y cuida de ti también.

La última palabra se perdió en el aire, y con un parpadeo, ya no estaba. La habitación volvió a estar en silencio, fría y vacía. Caí de rodillas en el suelo, sintiendo el peso de su ausencia una vez más, pero también la certeza de que no estaba sola en esta búsqueda.

Secándome las lágrimas, miré hacia la ventana, hacia el lugar donde había visto su figura. Algo dentro de mí sabía que, pase lo que pase, descubriría la verdad.

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